1.5 | Robotización
Las ligeras plantas de sus pies rozaban el áspero suelo en minúsculas fricciones. La brisa golpeaba su rostro con fuerza, causando que la temperatura en él descendiera.
Frenó al ver su tímpano abrumado a consecuencia del vocerio de los residentes de la zona. Se dirigió al área, múltiples individuos iban en dirección contraria, huían despavoridos mientras que las unidades policiacas cerraban el paso para guarecer a los civiles.
Dubitativo, anduvo a paso rápido, chocando y pidiendo disculpas al abrirse paso entre las masas. Consiguió acercarse potencialmente al disturbio.
Las autoridades se habían desplegado, aunque la mayor parte permanecía cubriéndose detrás de su vehículo en espera de órdenes. Pronto se sintió apesadumbrado por el aura de angustia y ansiedad que contaminaba el aire.
Su mirada fue arrebatada de la escena de un fuerte tirón. Sus ojos se encontraron enfrentados a los de su tío, quien arqueó las cejas y entreabrió sus labios a causa del estupor.
—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —clamó en forma de regaño.
—¡Charles, derribaron la barricada! —informó uno de los uniformados.
—¡Vete a casa! —ordenó el mayor.
Chuck se alejó del infante desplazándose velozmente hasta llegar a cubierta. Las detonaciones eran consecutivas y carecían de un patrón, todos los oficiales deslizaban la yema de su dedo por el gatillo sin organización alguna, simplemente tenían un propósito en mente, evitar que aquellas grotescas máquinas siguieran avanzando.
Maurice transgedió el mandato de su tutor, arreglandóselas para lograr escrutar la situación.
Maurice.
Miré las tropas de robots marchar sin detenerse pese al plomo impactado en sus blindajes, contadas eran las excepciones en las que las balas alcanzaban a infligir un daño significativo.
Corrí hasta la unidad en la que mi tío Chuck se protegía. Éste me dirigió la mirada anonadado por mi presencia.
—Déjame ayudar —pedí. Su ceño se frunció y señaló el rumbo tomado por los civiles evacuados—. Ya lo hice con los Swatbots, puedo con estos.
—Charles —llamó D'Coolette—. Déjalo intentarlo.
Él torció los labios, bajó sus comisuras, apretó sus párpados y exhaló aceptando su derrota. Era un movimiento arriesgado, pero si no estuviese seguro de ello, no habría abierto la boca.
Finalmente, Chuck se giró y entabló contacto visual con su superior. Mi tío guardó la compostura y asintió con la cabeza. Armand sonrió sutilmente y se dirigió a sus pelotones.
—¡Alto al fuego! —desgañitó, teniendo como resultado una respuesta inmediata de sus soldados—. Tu turno —articuló permitiéndome el paso.
—Ten cuidado, muchacho —moduló paternal.
Abandoné la unidad vehicular que fungía como pavés. Corrí en contra de mis adversarios, alejándome cada vez más de la protección de la brigada real.
No obstante, las máquinas intentaron arremeter contra mí, continué mi carrera con aires briosos, se necesitaba más que eso si es que querían frenar mis pies.
Me arrojé hacia uno de los robots de manera despiadada, traspasé su estructura ganándome unos cuantos raspones y raeduras en la ejecución. Cyrus y Rotor tenían razón, siempre la tuvieron; cuando me envalentonaba resultaba ser más rápido y fuerte que una bala.
El sonido que producían las grandes piezas metálicas al caer me parecía más satisfactorio que molesto. Sonreí a medida que me desplazaba, seguía sin poder creer todo lo que estaba siendo capaz de hacer.
Me detuve al distinguir que frente a mí ya no se hallaba una máquina, sino un ser.
—¿Papá?
Sir Charles analizaba atónito la escena desde la lontananza, se mantuvo unos cuantos segundos sin propiciar una calada al aire, sintió las gotas de sudor frío resbalar por su piel cual vaso rezumado, su boca se secó y su cuerpo permanecía petrificado.
No estaba delirando, su vista no lo engañaba. Él verdaderamente estaba presenciando a su hermano muerto en vida.
Los ojos de Jules brillaban en un rojo intenso mientras que su cuerpo yacía cubierto por metal bruñido. Chuck sintió una aguda punzada de angustia, aquella apariencia era el resultado esperado ante el tratamiento de su roboticizer.
—¿Esos son —planteó Armand estupefacto...
—¡Maurice sal de ahí! —ordenó.
El erizo cobalto se veía prontamente rodeado por el equipo de búsqueda militar que se creía desaparecido. Podría tener los pies más rápidos del mundo, pero éstos no le funcionaban de nada si no era capaz de salir del trance causado por la impresión.
Viéndose superado por la situación, Charles se hizo con una de las armas de mano propias de un soldado. La desenfundó y disparó al cielo, consiguiendo sacar a su sobrino de su ensimismamiento.
—¡Corre!
Maurice aceleró en dirección a su tío, obteniendo como reacción inmediata el ser perseguido por los robóticos. El pequeño se dirigió hasta Charles, buscando refugio en él.
—Paren —comandó un recién llegado, con tanta calma que incluso resultaba macabra—. Tenemos lo que queremos.
Arriba de lo que parecía ser un vehículo de transporte aéreo, permanecía enseriado un hombre de esbelto bigote y complexión robusta.
Cual obedientes secuaces, aquel grupo de individuos dio media vuelta, siguiendo de cerca al humano. Las Fuerzas Armadas permanecían enmudecidas, ¿a qué se refería ese hombre con aquello? ¿cuál era la cosa que ahora yacía en sus manos?
[...]
Las clases en todos los niveles académicos fueron suspendidas hasta nuevo aviso. Así como también los trabajos asalariados y gubernamentales, mientras que aquellos pertenecientes al régimen de incorporación fiscal asistían a sus jornadas a consideración propia o de sus jefes.
Maurice se hallaba sentado en uno de los altos voladizos de los escalones que daban con la enfermería, por ahora cerrada, de la base militar; columpiaba sus pies y mantenía su mirada baja, a su lado, Antoine jugaba nervioso con los dedos de sus manos.
—Papá me dijo que le fuiste de gran ayuda en el ataque de Ivo al centro —harto del profundo silencio, se decidió a hablar.
Tras dos semanas de temor social, los ataques dantescos en contra del reino continuaron. La milicia había logrado dar con la mente maestra detrás del siniestro, Ivo Robotnik.
—¿Por qué no los has apoyado en los ataques de la semana pasada?
—El Tío Chuck no me ha dejado hacerlo. ¿Tú por qué no has ayudado a tu padre? Se supone que te entrena ¿no?
—Dudo mucho que un espadachín pueda hacer mucho contra esas máquinas —excusó.
El erizo barrió su mirada, Antoine mentía, simplemente era un miedoso de primera con tanto pavor que prefería no entrenar para evitar apartarse del único que podía defenderlo en caso de que surgiera una emergencia, Maurice.
La explanada de la base estaba desierta, la mayoría en el reino optaba por guarecerse en sus hogares. Los ataques no solo habían tenido como propósito el robo constante a refaccionarias, chatarrales y almacenes, sino que en los últimos días se habían reportado múltiples casos de desapariciones.
El siseo de las bisagras de la puerta del salón de juntas rompió el silencio. Armand salió de éste denotando un gran porte, caminando totalmente erguido, prosiguió a dirigirse a su hijo y acompañante.
—Me alegra que Charles te haya sacado de esa madriguera, tiempo sin verte por aquí.
—Estar en casa es lo más seguro por ahora —enunció a la defensiva.
—Lamento mucho lo de Jules —expresó con sentimentalismo, haciendo que su oyente se dignara a levantar la vista.
—Lo dice como si no tuviera salvación.
—Podemos encontrar una, pero para nosotros solos será algo difícil. Quizás tener tu participación sea equivalente a aumentar el índice de victorias.
—Chuck me ha dicho que este tipo de asuntos no son buenos para alguien de mi edad.
—Para alguien normal tal vez no, pero tú no eres como el resto. A tu corta edad has conseguido hacer más que muchos de mis hombres, ¿por qué no mejor lo piensas?
—¡Maurice! —llamó el erizo mayor.
Frunció el ceño al percatarse de la presencia de Armand junto a su sobrino, cruzó miradas sulfurosas con éste y consiguió apartar a Maurice de él, hace menos de cinco minutos había tenido una pelea con D'Coolette.
El erizo se despidió cortés y se marchó caminando lento al lado de su tío, quien no compartió palabra alguna con él hasta llegar a casa.
[...]
—¿Todo bien? —cuestionó el pequeño apenas pisar el primer peldaño de la escalera antes de subir a su habitación.
—No te preocupes por eso —evadió.
Maurice comprendió la orden indirecta de Charles, "no te entrometas". Sin respingar, continuó subiendo las escaleras a paso lento.
—¿Qué fue lo que te dijo D'Coolette? —inquirió su tío.
—Quiere que lo apoye en las misiones —el ambiente se tensó entre ellos.
—¿Y qué respondiste?
—Nada, me dio tiempo para que lo piense.
—¿Y bien?
—No sé qué decirle, quiero ayudar, Armand D'Coolette es el único que me toma en serio —Charles arrugó la frente con molestia—. Pero si me dijeras el porqué de su pelea quizá me ayude a decidir si me conviene o no trabajar con él.
—Discutimos asuntos de adultos, aún eres muy chico para involucrarte en esto.
—Pues por ahora no conozco a ningún niño que haya hecho lo que yo —enunció calmado.
Charles apretó sus labios, reflexionando sus propias palabras. Asumir que Maurice no entendería la situación por ser un niño era la razón por la que él estaba considerando unirse a D'Coolette.
Chuck se serenó, respiró profundamente, cerró los ojos y masajeó su sien.
—¿Tú crees que esto es culpa mía? —planteó.
—Hay que haberse golpeado muy duro la cabeza como para pensarlo —Chuck lo miró repentinamente—. Robotnik es el responsable de esto, no tú.
—¿Qué?
—¿Fue por eso que discutiste con D'Coolette? Qué tonto. Quizás y ustedes tienen razón, aún hay cosas que no logro comprender, como tachar de culpable a alguien inocente, por ejemplo —pronunció bajando las escaleras—. Durante años fui un fenómeno cuando realmente nunca pedí haber nacido así.
—¿Y qué hiciste?
—Supongo que aprendí que no era culpable de nada si mi fin nunca fue hacer daño. Ahora que he aceptado esto de la velocidad, puedo utilizarla para ayudar y, bueno, la sensación del viento en mi cara es más que genial —Chuck no pudo evitar sonreír ante las palabras desbordantes de inocencia del pequeño.
—Hablemos entonces.
Maurice terminó de bajar las escaleras apresurado, Chuck caminó hasta la cocina, calentó la comida del día anterior y se sentó en el comedor siendo acompañado por su sobrino.
—Ni el ejército, ni el Reino Acorn, ninguno tiene la menor idea de qué hacer respecto a los robotizados.
Robotización había sido el terminó acuñado en la jerga de la milicia, consistía en un proceso doloroso en donde un individuo era sometido a la privación de su libre albedrío.
—La reunión de hoy fue exactamente para ello, necesitamos órdenes precisas para comenzar a trabajar. Armand y yo tenemos muchas diferencias en nuestras opiniones.
—¿Y qué decidieron? No pueden hacerles daño, no tienen control de sus acciones, son inocentes.
—Lo sé, pero D'Coolette apoya la idea de utilizar la fuerza bruta con ellos, de lo contrario solo afectará a más, insiste en que debemos ponerle un freno. Él ya no los ve como seres, solo como máquinas.
—¿Quién ganó la discusión?
—Combatiremos contra los Robian, pero no se les hará daño, a no ser que la situación lo amerite.
Robian, por otro lado, era un término creado por la prensa local, un interesante y morboso juego de palabras entre robot y mobian.
—El problema es que Armand es quien está a cargo de las misiones, por lo tanto él decide cuando es que la situación se salió de control y ahora, esa última cláusula justificará todos sus actos.
—¿Y qué harás?
—Sé lo que haré, lo que no sé es cómo.
—¿Puedo ayudar? Sé que la vez anterior tuve mis fallos, pero si entreno y me preparo para ello, soy su mejor opción si lo que quieren es mantenerlos bajo control.
Chuck enserió el semblante, desvió su mirada e inspiró profundamente.
—Entonces te quiero entrenando desde mañana.
[...]
Charles.
Últimamente los ataques se habían hecho más comunes, pese a que aún no sabíamos con certeza cuáles eran los objetivos de Robotnik; no hacer hipótesis sobre ello me resultaba mortificantemente inasequible.
No eran hechos por mero entretenimiento ominoso, sino que mostraban cierto nivel de complejidad en su planeación. Jamás se daban en sitios aislados, siempre se presentaban en lugares altamente concurridos y todos presentaban una maquiavélica similitud.
Aparentemente los ataques formaban circunferencias concéntricas, yendo de la más lejana hacia el centro, el castillo Acorn. Nadie se percató hasta que alcancé a dialogarlo con Armand en una de nuestras tantas reuniones.
Pienso que, quizás, las agresiones son dadas en sitios poblados para obligar rotundamente a las Fuerzas Armadas a acudir en su auxilio, nos debilita poco a poco, intenta vaciar nuestro arsenal.
Lo que supondría que pronto habría un enfrentamiento de proporciones dantescas, uno aún más beligerante que el resto, uno que consiga dar el golpe final.
—Charles, hay reportes de robianos en la zona ciento treinta y tres —informó por la radio.
—Vamos para allá —respondí tajante.
Cambié de frecuencia, informé de la situación y los cité a todos en la explanada de la base. Las tropas se movilizaron, la situación había escalado a tal grado que no se necesitaban de extensas descripciones sobre qué hacer. El ronroneo impaciente del motor de los vehículos inundaba mi canal auditivo, los soldados tomaban el armamento de los pertrechos y proseguían a abordar las camionetas.
—El objetivo es inmovilizarlos, no matarlos. Tenemos permitido el uso de fuerza no letal —condicioné.
Subí a la batea de una de las camionetas, observé a Maurice, quién aún no estaba del todo seguro si ir o no, de todos "mis hombres", él era el único que seguía en espera de órdenes.
—¿Piensas quedarte ahí? —sonrió.
—Me adelantaré, evacuaré la zona mientras ustedes llegan —informó brioso.
—Ve con cuidado, chico —articulé mirándolo emprender carrera.
[...]
Tal y como se lo había afirmado a su tío, el infante fue el primero en arribar a la zona, se encargó de organizar a los lugareños para abandonar el sitio mientras él limpiaba las calles infestadas de robots.
La milicia ya se encontraba allí, siendo quienes trasladaban a los ciudadanos a las áreas fuera de riesgo, a su vez, intentaban proporcionarle un apoyo al joven soldado.
Armand llegó a la ubicación para comenzar con su labor de líder, hacía unos escasos diez minutos de que él había salido de entre las dos grandes puertas de madera que custodiaban el castillo Acorn. Tenía medidas que ejecutar.
—Charles —llamó al topárselo de frente—. Informes de la situación.
—Por ahora todo está controlado, civiles a salvo y Maurice es quien se está encargando de la mayor parte del trabajo por lo que, hasta el momento, no hay muchas pérdidas armamentistas. Contamos con saldo blanco —D'Coolette trazó una curva en sus labios.
—Es fácil acabar con ellos cuando sólo son una pila de tornillos y cableado ¿verdad? —cuestionó un tercero de manera retórica.
Desde las alturas, un externo abandonó su escondite de entre las sombras de los edificios, Ivo Robotnik.
Sus labios se separaron el uno del otro, el candor de su dentadura quedó al descubierto. Maurice tragó pesado, nunca creyó que una sonrisa pudiera convertirse en algo tan espeluznante.
Maurice.
Ivo Robotnik había revelado su az bajo la manga, un pequeño grupo de robianos caminaba en perfecta sintonía.
Fruncí el ceño y entreabrí mi boca, sentí como mi temperatura corporal bajaba en un fracción de segundo, aquellos seres no eran los mismos de la vez pasada. Pese a que presentaban las mismas características, sus rostros y complexiones eran diferentes, nuevas víctimas convertidas en victimarias.
Escuché el trote apresurado de los militares, retrocedí para abrirles el paso. Éstos se dividieron en triadas, dirigiéndose a los robotizados, sujetándolos hasta lograr infligir control sobre ellos.
Lo conseguían por breves instantes, aunque a final de cuentas ellos terminaban liberándose, eran demasiado fuertes.
—¿Y cuál es la siguiente parte de tu plan? —inquirí a Chuck.
—Debemos hallar el modo de llevarlos a mi laboratorio y comenzar a estudiarlos.
—¿Y eso cuánto tomará? —cuestionó D'Coolette.
—No puedo darle una respuesta sólida, debo de analizar a detalle las modificaciones hechas al robotizer.
—No podemos perder tiempo, Charles. Si los ataques y desapariciones continúan, a este paso el reino quedará abatido.
—Armand, no es necesario optar por medidas drásticas.
—Tengo órdenes de arriba.
El sujeto se acercó al pelotón, posicionó su mano poco más arriba de su cabeza y se erguió con porte.
—¡Abran fuego!
Charles sintió como todas las funciones vitales de su cuerpo se detenían por completo, sus músculos se tensaron mientras que sus tímpanos se hundían en un agresivo retiemble.
Los gatillos eran halados por los numerosos uniformados, el olor de la pólvora se impregnó en la nariz de Maurice. Pronto, cayó al suelo a causa del fuerte tirón de Chuck.
—Cúbrete la cabeza —ordenó.
Tras breves minutos, Armand ordenó cesar los disparos e inmediatamente tanto los sonidos guturales de los Robian moribundos como las detonaciones dejaron de hacerse presentes en el ambiente.
Para cuando el infante alzó la vista, la luz entró por su retina, transformándose en grotescas imágenes que conseguían inyectarle una sobredosis de pánico en su torrente sanguíneo.
Las aceras, las paredes y el suelo pavimentado eran cubiertos por diminutas piezas robóticas, fragmentos de transmisores y cableado.
Siendo los cuerpos perforados por balas, la inmensa cantidad de sangre bifurcándose en el piso y las gotas carmines deslizándose por las paredes quienes conformaban la escena más dantesca nunca antes presenciada por los ojos verdosos del erizo.
Escrito: 02/12/2019.
Publicado: 10/10/2020.
Aprecien ese multimedio ♡.
Ilustración realizada por: LaGataVol4dora
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