1.20 | Nuevos senderos
El frío de la madrugada tensó su cuerpo, frotó sus brazos con sus manos y bostezó, formando un par de remolinos de vaho causados por su cálido aliento.
—La mañana será fresca, al menos yo no soy quien pilota —interrumpió Rotor proporcionándole una palmada por detrás del hombro.
Maurice tosió riendo, cubrió su boca y bajó su mirada, la morsa colocó un amplio bolso sobre el suelo, probablemente lleno de artilugios electrónicos.
—¿Están seguros de querer irse ya? —Cuestionó la ardilla, quien venía acompañada por Antoine y Cyrus.
—Sí —el erizo respondió tajante.
—En el resto del día llegarán y saldrán aviones con suministros, pueden generarnos muchas turbulencias —explicó Cyrus.
—Suban al Tornado —ordenó Maurice, quien se encaminó al asiento del piloto.
Los tres Freedom Fighters intercambiaron miradas repletas de incomodidad y confusión. Se despidieron de la princesa con un cálido abrazo.
—Nos vemos en un par de días —comentó la ardilla—, aún tengo asuntos por terminar aquí.
Los tres ingresaron al biplano, finalizaron su reencuentro con Sally adoptando un movimiento oscilatorio con su mano, mientras Maurice mantenía su vista en el horizonte, totalmente misántropo.
El erizo posicionó su mano derecha en la palanca y subió toda la potencia, haló el timón hacia él, provocando que la nariz del avión se levantara hasta conseguir elevar todo el cuerpo de la nave.
—¿Estás bien? —Indagó Antoine, quien yacía detrás del asiento de Sonic— No es que me interese mucho, pero tú estás manejando así que no creo que sea muy bueno que tengas un ataque de ira o algo —el azulado rio vagamente.
—Pues sería una excusa perfecta para intentar un barrel roll —bromeó.
—Antoine, te agradecería si dejaras de darle ideas sobre cómo matarnos —manifestó Cyrus, Maurice se carcajeó.
—Estoy bien, chicos. Solo váyamos a casa.
[...]
La gente se reunió al aire libre, Sally y los altos jefes militares se posicionaron en terreno alto. Todos se mostraban excitados por el veredicto.
—Nuestro mayor enfrentamiento tuvo lugar aquí, en Mercia —comenzó la ardilla—, por fortuna, nuestras estrategias y movimientos resultaron exitosos. El ejército robian ha sido contenido, sin bajas —la multitud ovacionó—. En conclusión, los robians se encuentran a la espera de un tratamiento no letal, las fábricas y máquinas de Robotnik han sido destruidas.
A kilómetros de allí, los ojos exasperados de Maurice recorrían los rostros de los refugiados en Knothole Village. Él discursaba de pie sobre una tarima de madera.
Brioso, levantó su brazo derecho con su mano empuñada y sonrió sin agregar palabra alguna, la estrépida algazara arropó su tímpano.
Los habitantes festejaron el triunfo de las resistencias frente al ejército de Ivo Robotnik.
Maurice.
Apenas haber arribado a Knothole Village, fuimos ovacionados por la multitud. Mis motes iban de boca en boca, y siempre acompañado de adjetivos positivos. Me clamaban y admiraban como si fuera un gran héroe.
Cuando mi padre iba a misiones con la milicia y resultaba en un trabajo exitoso, le otorgaban reconocimiento y enaltecimiento. Soñé desde hace mucho con eso, ser igual o mejor que él.
Estaba ansioso de conocer esa sensación, saber qué tipo de emociones provocaba ser venerado por traer el bien.
La respuesta no me agradó en absoluto. No era agradable triunfar en soledad.
Bajé de la escalonada, me abrí paso sonriendo y festejando a base de ir intercalando pequeños saltos con mi caminata.
Conseguí salir de entre las masas, relajé mi rostro y me dirigí al habitáculo sobre los árboles que me correspondía. Emplacé mis manos a los travesaños de la escalera de madera.
—¿A dónde vas? Se supone que vamos a festejar —interrumpió Cyrus.
—Festejemos mañana, hoy estoy muy cansado, sigo con las piernas adoloridas, no es fácil romper la barrera del sonido corriendo ¿sabes? —Bufoneé.
Cyrus me sonrió devuelta, no estaba muy convencido con mi excusa, mas no insistió. Subí la cabaña de madera que compartía con Chuck, abrí la puerta y escruté el caos que había dejado en el lugar antes de irme; seguía sin acostumbrarme a no ver allí a mi tío.
Busqué mi discman, me coloqué los auriculares y me arrojé al colchón, sumergiéndome en una nube de polvo. Tosí un poco y suspiré con desdén.
Mi disco cargado con un listado de canciones de The Cure, comenzó a reproducirse. Los tooms de Andy Anderson y los acordes de la guitarra de Robert Smith entraron a mi canal auditivo, Siamese twins.
Lejos de adelantarla, decidí dejarla correr, aceptando que quizás esa tarde me la pasaría envuelto en tristeza.
Sé que ella lo había dicho en el calor de la discusión, pero las palabras de Sally seguían espoleando mi cabeza. ¿Y si eran ciertas?
Desde que había empezado con mis actos de heroísmo las cosas se me han complicado, mi padre fue robotizado, mi mejor amigo me traicionó, capturaron a mi tío Chuck, Sally se marchó y ahora un anciano decrépito de bigote ralo intenta matarme. Aún si no todo giraba en torno a mí, encontraba el modo de unirlo en una relación de culpabilidad.
¿Y si verdaderamente soy tan insoportable? Eso explicaría porqué todos se alejan.
Si hubiese intentado salvar a Lionel, tal vez lo hubiera logrado.
Tal vez Cyrus jamás hubiese pasado por una decisión tan difícil como para considerar traicionarme.
Tal vez Chuck no habría pagado las consecuencias de mis actos.
Tal vez si no me hubiese cerrado en las misiones y la hubiera frecuentado más, tal vez si le hubiera dado el tiempo que merecía, Sally no habría preferido las palabras vacías de otro.
Ojalá no me hubiera centrado en mí, quisiera haber leído mejor mi ambiente, desearía haberme preocupado más por los otros que por mí.
Sally tiene razón, no soy un héroe, solo aparento serlo.
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Rob jugó con ella cargándola en sus hombros, trotó sosteniendo sus piernas mientras Amy estiraba los brazos a los costados, fingiendo ir en avión.
El erizo recorrió la explanada del arruinado aeropuerto de Mercia. Paró frente a la gran bestia voladora. Rob bajó a su prima con cuidado, ella sujetó su mano con fuerza, cerrándose a la sola idea de irse.
Vanilla y Mari-An los alcanzaron caminando con lentitud, los cuatro se posicionaron detrás de la fila para abordar, ésta mostraba avances graduales, dando a entender que no les quedaba mucho tiempo para despedirse.
—Si hay turbulencias no se asusten, es normal —Rob rompió el hielo.
La coneja sonrió con sus labios sellados, se aproximó al erizo y rodeó sus hombros con sus brazos, adoptando una pose sesgada para no verse limitada por su vientre.
—Ella está en buenas manos, Rob —tranquilizó para luego abrazar a la equidna—, gracias por todo, a los dos.
El erizo se arrodilló, Amy se arrojó a él al instante, Rob la abrazó con ultranza, sintió una lágrima traicionera recorrer su pómulo, la limpió rápidamente.
Una pareja se acercó a Vanilla, ofreciendo su ayuda para llevar sus maletas, lo único que pudieron salvar del equipaje del esposo de la coneja, y el bolso de Richard.
Amy y su primo se separaron, ella corrió a su macuto, buscó entre su muda de ropa, asió un peluche y volvió a enfrentarse a Rob.
—Ten —extendió su mano con el juguete—, tómalo como un recordatorio para que al menos me escribas una postal —él sonrió enternecido, lo agarró entre sus dedos y lo metió en el bolsillo de su sudadera.
—Nunca pierdas ese brillo —enunció levantándose.
Vanilla tomó la mano de Amy, era su momento de subir al avión que las llevaría a hacer una escala para posteriormente arribar a su hogar. Ambas se dirigieron a él, la eriza se giró para despedirse de Mari-An, abriendo y cerrando su mano.
La pareja se apartó de la pista, Amy y la señora Vanilla se internaron en el fuselaje. Pasados los minutos, las turbinas se encendieron y los neumáticos del avión giraron hasta conseguir recorrer el asfalto. Rob vislumbró a la aeronave elevarse hacia el cielo despejado.
—La veremos pronto —consoló Mari-An.
[...]
En Knothole Village, Maurice había reunido a los Freedom Fighters en el atrio del refugio. Erguió su espalda y se ubicó sobre una alta tarima.
Pese a ya no estar bajo la amenaza de Ivo Robotnik, sus ataques y fábricas habían dejado vestigios en todo el reino Acorn.
—Si queremos iniciar con la restauración del reino —comenzó a discursar—, necesitamos asegurarnos que no estaremos expuestos a riesgos —civiles que pasaban cercanos a su concilíabulo decidieron quedarse—. Armaremos grupos para cubrir la mayor cantidad de terreno posible, Cyrus y Rotor fabricaron instrumentos que proporcionan una descarga eléctrica lo suficientemente fuerte como para desactivar a los robians, nuestra misión será limpiar las zonas de robots y robotizados —planteó.
Maurice se mantuvo sonriente, sus oyentes mostraban un temperamento positivo ante sus órdenes. Incluso tendría voluntarios civiles y militares.
Bajó de la tarima y empezó a organizar pequeñas agrupaciones, siempre respondiendo con sus labios curvos y un tono de petulancia amable.
—Antoine, Rotor y Bunnie, irán al suroeste, zona de pastizales.
—¡Uy! —alargó la u en forma de chillido— Me estás mandando de mal tercio —protestó la morsa, formando un ambiente bochornoso entre los implicados.
—No soy ninguno de los dos y me hiciste sentir incómodo, eres increíble —confesó acompañado de una risa escandalosa—. Está bien, confío en que teniendo a Bunnie, un binomio será suficiente —se giró hacia Rotor—. Tú vete con Cyrus y Valdez —señaló al par restante—, hacia el noreste, cercanos a los poblados.
Maurice esperó atento a que sus amigos se perdieran en el horizonte. Posó sus manos en su cadera y dibujó una sonrisa ladina.
A su siniestra, un grupo de civiles comenzó a caminar en dirección norte, portando una brújula, un mapa y los artefactos de seguridad.
—¿Adónde van ustedes? —llamó el azulado— ¿Quién les dio eso?
—La princesa Sally.
El erizo puso los ojos en blanco seguido de una profunda inhalación. Les permitió seguir con su camino, él se volteó buscando a la ardilla.
No le tomó mucho tiempo hallarla, las filas de voluntarios la delataban tremendamente. Maurice se entrometió en la multitud, en la punta se encontraba Sally y Geoffrey, dando indicaciones y llevando un registro en una pequeña libreta.
—¡Alicia! —Desgañitó llamando su atención.
Ella salió del conjunto escaso de espacio, Maurice la siguió, mirando a Geoffrey con un semblante asqueado. Una vez lejos, Sally se giró hacia él y cruzó los brazos.
—¿Qué estás haciendo? Creí que estábamos de acuerdo en esto —reclamó.
—Lo estamos.
—¿Entonces por qué mandas a todos ellos sin decírmelo? Se entorpecerán con el resto. Se suponía que yo haría esto, soy el líder de los Freedom Fighters.
—Y yo la princesa del reino en el que sirven los Freedom Fighters, así que si de jerarquías hablamos —pausó—... Soy tu jefa.
Maurice cruzó sus brazos y los recargó a la altura de su pecho, enarcó una ceja y enserió sus facciones.
—Necesito que cubras el área noroeste, por la geografía del lugar es más probable que hayan robots allí.
—Iré al sureste —negó dando la vuelta.
—Te dije noroeste, tienes que cubrir las celdas de red que Robotnik intentó derribar.
—Bosque del sureste, entendido —respondió indiferente.
Sally bufó y movió la cabeza de lado a lado con enfado. Maurice era terco, increíblemente, podía llegar a serlo incluso más estando enojado.
—No podemos estar así para siempre, Sonic.
—Tú eres la princesa, encárgate del reino con papeleo y yo con acciones —contestó sin voltear a verla.
El erizo respiró una profunda calada de aire mientras corría, estaba hastiado de la actitud de Sally.
Maurice.
Aceleré con la ilusión de conseguir despejar mi mente, últimamente había estado corriendo con más frecuencia de lo habitual, exigiéndome ir más rápido hasta casi llegar a desmayarme. Era una manera desesperada de abandonar los pensamientos negativos.
Prefería pasármela recorriendo los paisajes por mi propio pie, o bien, volando con El Tornado, que quedarme encerrado en mi habitación. Ambas funcionaban bien como vías de escape de la realidad.
Frené al percibir un sonido metálico, escudriñé el perímetro y sonreí confiado. Nada mejor que los juguetes de Eggman para desquitar el enfado.
Me aparecí frente a él con una actitud bulliciosa, le concedí la oportunidad de poder ejecutar múltiples disparos, esquive todos sin problema alguno y finalicé el conflicto con un homming attack.
Percutí mis manos chocándolas entre sí, enfrentamientos de este tipo me creaban un sentimiento de superioridad satisfactorio. ¿Quién necesita un squishy teniendo los robots del anciano?
Tres sujetos salieron del herbaje, sacudieron su ropa y pasearon su vista a mi alrededor.
—¿Todo en orden? Escuchamos disparos —di un paso a la izquierda, ellos miraron con sorpresa al robot deshecho en el suelo.
—Ya lo resolví yo. ¿Cómo llegaron aquí tan rápido? Se supone que Sally apenas los estaba registrando.
—Ah, no, nosotros somos los de ayer, repetimos la ruta desde temprano —compartió señalando a su equipo.
—¿"Los de ayer"? —Repetí enfatizando.
Ellos asintieron con la cabeza, exhalé encolerizado. ¡Sally había comenzado desde ayer sin decirme nada!
—Váyanse a casa, yo me encargó de esta zona —di la vuelta comenzando a correr nuevamente.
Me parecía increíble cómo, en tan solo unos días, Sally había pasado de ser la chica ideal a ser una odiosa de alta categoría.
Volví a parar al notar las ramas de los arbustos moverse, suspiré y cerré los ojos con fuerza intentando contener mi enojo. Hacía lo posible por no desquitarme con los demás, pero no me lo facilitaban mucho.
—Les he dicho que yo me encargo —las hojas dejaron de agitarse, di la vuelta dispuesto a volver a correr.
Torsí la boca y continué con las manos empuñadas. Vislumbré los campos de hierba alta, sonreí y me adentré en ellos, me desplacé en ellos estirando los brazos y dando vueltas. La maleza me ocultaba del resto, recordándome lo bien que se siente ser libre.
El herbaje se movió a mi lado, frené en seco, el movimiento se siguió de largo, paró y dio la vuelta volviendo a mí.
Esa cosa definitivamente no es ninguno de los tipos de allá atrás.
Reanudé mi carrera, aquel fenómeno me seguía de cerca, casi alcanzando mi velocidad. Me sentí invadido por el miedo, no sabía qué era, su altura, ¿luciría espeluznante este robot?.... O más preocupante aún ¿sería un robot?
Me encaminé al final del campo, aún con la inseguridad y el temor, la curiosidad me pudo. Salí y me volteé para observar a mi perseguidor. El anfitrión apareció justo detrás de mi hombro.
Me volví hacia él con confusión, el miedo fue remplazado por interés. Un pequeño zorro de pelaje amarillento se posicionó frente a mí, contando con la particularidad de poseer dos colas.
—¿Para la próxima podrías avisar que no quieres matarme? Casi me infartas. Anda, vete con tus padres —regañé. Él permaneció en silencio— ¿Qué? ¿Esperarás a que estés en la alerta AMBER?
—¡Eres el erizo de los Freedom Fighters! —Festejó gritando. Sonreí incomodado.
—Normalmente doy todo por un fan, pero hoy ando un poco corto de tiempo —expliqué señalando detrás de mí—. Ve a casa, aún me quedan muchos swatbots por destruir.
—Genial —alargó la a—... ¿Puedo-.
—No —rechacé caminando al lado contrario, él me siguió.
Apresuré el paso sin poder quitármelo de encima. Rodé los ojos fastidiado. Lo que me faltaba, un recién nacido acosándome.
—¿Puedo ir? —Insistió. Paré y me giré hacia él.
—Okay, me convenciste —me miró sorprendido—, pero solo si puedes seguirme el ritmo.
Aceleré, el chico se quedó atrás prontamente. Sonreí egocéntrico, mis briosas pisadas desprendieron partículas de césped y polvo terroso del suelo.
Fui alertado por un repentino sonido ventoso, éste recorría ciclos cortos, poco a poco acercándose a mí. Volteé hacia atrás, el zorro se dirigía a mí, no solo con una velocidad impresionante, sino también siendo impulsado por su par de colas.
Hizo contacto visual conmigo, le sonreí retadoramente y avivé mi trote. Me moví con agilidad por el terreno irregular, dando saltos altos, utilizando piedras y troncos de árboles como lanzadores. Lo perdí de vista.
Desaceleré gradualmente, me giré y continué reculando. Él no apareció detrás de mí, ¿se habrá dado por vencido?
Una sombra irregular me cubrió, levanté la vista. El menor se mostró volando sobre mí, bajó con brusquedad, consiguiendo chocarse contra el suelo. Arrugué el rostro, siendo empático con su dolor.
—Siempre pensé que diría esto en otras circunstancias, pero... ¿Te dolió cuando te caíste del cielo?
Coloqué mi muñeca izquierda contra mi cadera esperando una respuesta de su parte, él se irguió adolorido, me sonrió con timidez.
—¿Quién eres?
—Me llamo Miles Prower.
—Pues —alargué la e—, felicidades, eres el tipo más rápido que conozco. Después de mí, claro —comenté como último recurso. Sus ojos se abrillantaron—. En fin, gran carrera Mike.
—Miles.
—Anda eso, pero quizá este no sea el mejor momento, ve a casa.
—Pero dijiste que-.
—Una última cosa, ¿cómo vuelas sin que tus colas se enreden? —Interrumpí antes de despedirnos.
—Lo sé —los matorrales que nos rodeaban comenzaron a moverse de manera sospechosa—, parece complicado, pero no lo es.
Fijé mi vista en la maleza, una diáfana luz exterminó la obscuridad dentro de la vegetación, seguido de un sonido parecido a una turbina, lamentablemente ya estaba familiarizado con él.
—Cuando me elevo, las dos colas comienzan a-.
—Quítate —lo empujé.
Miles cayó sobre el césped, yo me aparté por igual, un láser pasó entre nosotros. Un swatbot salió del herbaje, me aproximé a él, volvió a apuntarme, sin embargo, ataqué antes de que terminara de cargar su cañón.
Inmediatamente, un segundo impacto sonó detrás mío. Miles yacía en el suelo sobando su cabeza, a su lado, un robot cubierto de metal anaranjado se hallaba tambaleándose. Arremetí contra él.
Además de la evidente perforación en su costado causado por mí, mostraba una amplia hendidura en el centro de su pecho, muy particularmente reconocible para mí.
—¿Intentaste hacer un spin dash?
—Puede —confesó apenado.
—¿Te sabes mis ataques? —Indagué difuso.
—Solo un par por ahora.
Así que esto es lo que se siente tener un fanboy.
—Justo cuando creí que mi vida no podía ser más rara.
Escrito: 04/07/2020.
Publicado: 13/02/2021.
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