1.12.2 | Añagaza bélica


Maurice.

—¿Pasaste? —Cuestionó la morsa sonando por el parlante.

—Sin problema —contesté egocéntrico.

El suelo terroso pasó bajo mis pies. Audaz, me encaminé hacia el interior de la estructura. Eggman sabía de mi indeseada presencia, no solo había activado su sistema de defensa, sino que destinó un gran porcentaje de su ejército en evitar que me adentrara aún más.

Sin embargo, estaba acostumbrado a batallar con tropas más grandes. Y, debido al simultáneo ataque en Mercia, Eggman se hallaba en desventaja numérica.

Una sonrisa confiada invadió mi rostro, mis reflejos eran tan veloces que las agresiones de las torretas y swatbots de Robotnik no representaban el menor óbice.

—¿Necesitas ayuda con las hordas?

—Nah, puedo manejarlo —aceleré—. Rambo se me queda corto —modulé engreído.

Me lancé hacia el swatbot que encabezaba el grupo, causé una explosión con el solo impacto de mi spin dash contra él. Desde el aire, centré mi mirada en un segundo robot y me impulsé hacia él, repitiendo la técnica con todo el conjunto de robóticos.

Al terminar, caí flexionando mis rodillas, sonreí y sacudí mis manos, golpeando las palmas entre sí.

Mmm... Me gustó, es rápido y eficiente... Creo que lo llamaré homing attack.

Reanudé mi carrera, continué moviéndome intrépido por los pasillos señalados en la ruta que Rotor me había seleccionado. A diferencia del resto de misiones, el cargamento explosivo de hoy consistía en una sola pieza, pequeña, pero con la energía suficiente como para destruir otra instalación más.

—Estoy llegando al centro de la fábrica —pregoné pulsando el botón situado en el dispositivo de mi muñeca.

—¿Ya? ¿Tan rápido? —Indagó Rotor.

—Tch —troné la lengua con presunción—. ¿Por qué lo dudas?

—¡Ay! —Chilló— El café está muy caliente.

—¿Te fuiste a preparar un café mientras yo estaba peleando contra toda una tropa? —Interrogué ofendido.

—¡Tú dijiste que podías manejarlo! —defendió— Me lo tomé en serio cuando mencionaste a Rambo, nadie bromea comparándose a Rambo —entorné los ojos—. En fin, ésta es la ruta más corta y conveniente después de que coloques la bomba.

Estiré mi brazo hacia enfrente y observé cómo el camino indicado por Rotor se trazaba en la pantalla del artilugio.

Crucé por las enormes puertas grisáceas que daban la bienvenida al área de generadores. Por primera vez en la noche, presioné mis talones contra el suelo para frenarme sin cuidado.

Paré, alguien se me había adelantado a la locación. Permanecí boquiabierto al notar al alto Ivo Robotnik frente a mí.

El hombre posaba gallardo, con ambas manos detrás de su torso y un silencio profundo que infligía temor.

—No soy muy fan de las visitas sorpresas, pero contigo haré una excepción —torcí los labios y me coloqué en guardia—. Tranquilízate, no nos hemos ni presentado —rio—, Doctor Ivo Robotnik, un gusto.

Dio dos pasos hacia mí, observé a otro grupo de swatbots cubriéndolo desde la espalda. Acerqué mi comunicador y pulsé el botón.

—Tenemos un pequeño problema —informé, mas no hubo respuesta alguna— ¿Rotor? ¿Sigues ahí? No es el mejor momento para ir por un segundo café.

Él continuó acortando la distancia entre ambos, yo reculé indeciso. Me di por vencido, Rotor no contestaría, tenía que hallar el modo de resolverlo por mi cuenta.

—Oh, bueno —prosiguió actuando indiferente ante mis intentos por comunicarme con mi técnico—, no es precisamente un gusto conocerte, comprenderás que el hecho de que alguien destruya las fábricas que construiste por tantos años no es lo más agradable.

Dispuesto a demostrarle que sería alguien difícil de intimidar, extraje el explosivo de la mochila. Mi interlocutor levantó sus cejas impresionado.

—Bastante agresivo para ser un niñato, corrije eso antes de que termines con un trastorno o algo —se mofó—. ¿Sabes? Te he puesto varios nombres en lo que llevo sabiendo de tu existencia. ¿Qué cosa eres tú exactamente? ¿Una rata con súper velocidad?

Permanecí en silencio, portando una mueca de molestia en la cara. ¿Realmente este sujeto llegó a agradarle al rey Maximillian?

Avizoré el terreno, pronto noté una falla en su formación. Había distribuido a los swatbots de tal forma que cubrieran sus costados y me impidieran llegar hasta los generadores.

Pese a ello, las tuberías del sistema de refrigeración se hallaban detrás de Robotnik. Si no mal recuerdo, su refrigeración es a base de freones.

El freón está compuesto por metano y etanol, dos elementos altamente inflamables. Si colocaba la bomba en las tuberías, no solo intensificaría la explosión, sino que la haría alcanzar hasta los lugares más recónditos de la fábrica, siguiendo la trayectoria de los tubos. Chuck me lo había sugerido en misiones previas.

El ramal de tuberías se ubicaba detrás de Robotnik, aun si él era alto, no se comparaba a la altura que mis saltos podían llegar a alcanzar.

—Soy Sonic —inicié la cuenta regresiva del explosivo—... Sonic The Hedgehog.

Curveé mis labios y emprendí carrera hacia el doctor. Los swatbots abrieron fuego al instante, los esquivé con poca dificultad en el proceso. Desaceleré y concentré mi fuerza en mis piernas, me levanté por los aires dejando atrás el rostro estupefacto de Ivo.

Atoré el explosivo en los resquicios que se formaban entre las tuberías. Me dejé caer al piso metálico, aterricé utilizando las puntas de mis pies para distribuir el impacto, sonreí desafiante y me coloqué en guardia.

—¡Vayan por la bomba y sáquenla de aquí! —Demandó señalándome.

Lejos de tener una batalla a distancia, sus robots de combate se desplazaron a trote rápido directamente hacia mí.

Flexioné mis rodillas y arremetí contra pequeños grupos, recibiendo algunos raspones y cortes en la ejecución. Levanté la vista, consiguiendo observar a la lontananza a un Robotnik huir despavorido.

Apreté la quijada y reculé cinco pasos, encogí mi cuerpo con ultranza, giré sobre mí mismo y salí disparado hacia los restantes swatbots a gran velocidad. Paré al conseguir acabar con todos, coloqué mi mano diestra sobre el suelo y sonreí escudriñando los escombros.

Hmp, dato aprendido: los spin dash también pueden mejorar mi velocidad.

Los pitidos de la cuenta regresiva me devolvieron a la realidad, estoy en la zona cero de una explosión inminente. Debo salir de aquí, pero no sin antes terminar lo que empecé.

Me moví brioso, mi trote producía raudos tronidos en las plataformas cromadas. Las tres puertas antecesoras al núcleo de la fábrica descendieron en un intento de confinarme, crucé las dos primeras sin problema, teniendo como excepción la tercera, donde me vi obligado a deslizarme por debajo de ella.

Seguí el trayecto del humano, frené al topármelo de espaldas intentando encender una especie de aerodeslizador grisáceo rodeado por una cinta dividida en franjas amarillas y negras.

—Game over, Eggman.

El sujeto recobró la compostura y se giró con lentitud, me observó divertido y jugó con sus manos.

—Me alegra saber que no soy el único que apoda a sus enemigos —bufoneó—. Se te nota la inexperiencia, no aprovechaste el factor sorpresa para matarme, en cambio sigues dejándome terminar mi monológuito.

—No soy un asesino —caminé hacia él.

—Y ese será tu gran defecto —discursó desde su aeronave—. Que lo sepas de una vez, mi amenaza será erradicada hasta que mi corazón deje de latir. Si crees que la resistencia y tú tienen esta guerra ganada, se equivocan.

—Luces bastante acorralado como para afirmarlo —reté.

—Las apariencias engañan —empujó la diminuta palanca del switch con el dorsal de su dedo índice—. Por cierto, una última duda —una mole compuerta se abrió arriba de ambos, brindando una vista del cielo nocturno—, me resulta imposible relacionar tu apariencia al teniente Jules, ¿eres algo suyo?

Un gesto temeroso se apoderó de mi rostro, el semblante de Robotnik se transformó en uno entretenido por el espectáculo minimalista de mi lenguaje corporal.

—Lo tomaré como un sí —rio comenzando a elevarse en su aerodeslizador—. Te dejo, no soy muy fan de los reencuentros familiares.

El metálico ronroneo de las máquinas recorrió mi sentido auditivo, a mi izquierda, Charles The Hedgehog se aproximaba con lentitud hacia mí. Alarmado, me giré a la derecha, Lionel, el padre de Cyrus, replicaba las acciones de mi tío.

—Tío Chuck —traté de llamarlo—. ¡Chuck! —insistí— Soy yo, Sonic ¿recuerdas? Tú me nombraste así —prosiguió con indiferencia.

Ambos disminuían la distancia que nos separaba, actuando como un carnívoro apunto de abalanzarse contra su presa.

Ejercí presión en mi dentadura a causa de la ansiedad y me giré para comenzar a correr por la dirección en la que había llegado.

Antes de atravesar la gran puerta de metal, papá se posicionó frente a ella como estrategia para cerrarme el paso. Analicé la situación, no había más rutas que seguir, si quería salir debía de mantenerme firme.

Intenté esquivarlo, Jules se interpuso, terminé por tumbarlo al suelo al chocar con su hombro. Continué corriendo, haciendo círculos con mi brazo de vez en cuando, pegarse con un trozo de metal viviente dolía más que un golpe en el dedo pequeño del pie.

Me detuve ocho metros adelante, observé el cuerpo inerte de mi padre aún recostado sobre la plataforma. Antes de poder reflexionar la situación, Chuck y Lionel cruzaron la puerta de tipo cortina.

Fruncí los labios y volví a desplazarme por los angostos pasillos de la fábrica. Ambos robians me seguían de cerca, no quise dejarlos atrás debido a la nueva preocupación que me había abordado.

Me quedan menos de tres minutos para sacarlos de aquí antes de que explotemos.

Desaceleré, el par logró acortar aún más nuestra distancia, llegando casi a emparejarme.

El suelo bruñido pasaba bajo las plantas de mis pies mientras corría rumbo a la salida, adelantándome cada que la situación lo requería, debía de despejar el camino para los dos robotizados.

Al salir de la estructura mi campo visual fue inundado con oscuras imágenes del cielo estrellado, había oscurecido aún más.

Mi calzado se ciscó con máculas pardas a causa del lodo. Me interné en una zona atiborrada de pequeñas edificaciones, asegurándome de ser seguido por mi tío Chuck y el padre de Cyrus.

En cuanto supuse que ya estaría lo bastante lejos como para aminorar el impacto de la onda expansiva, me sujeté con fuerza de un tubo plomizo que fungía como antena, consiguiendo dar retorno a la fábrica.

Dos a salvo, me queda uno.

Aceleré, en pocos segundos yo ya me encontraba corriendo por los pasillos nuevamente.

Moví mis pupilas de derecha a izquierda, mi búsqueda no tuvo éxito. La puerta metálica se cerró detrás de mí, seguramente Eggman había activado algún procedimiento de cierre total antes de irse.

Recorrí la estructura de forma fugaz, volví a la zona en la que había tacleado vilmente a mi propio progenitor, para mi mala suerte él ya no se hallaba allí.

Escruté el espacio, a la izquierda se hallaba una larga rampa que suponía, Eggman usaba para trasladar máquinas o materiales pesados de piso a piso.

Seguí el mismo rumbo, profundizando más mi búsqueda. Apenas recorrer unos cuántos metros del nivel de arriba, caí al suelo a causa de un fuerte golpe. Jules se había abalanzado sobre mí.

Antes de que él pudiera rematar, junté mis pies y pateé simultáneamente su abdomen para quitármelo de encima. Me incorporé veloz, el robian persistió, flexionó sus rodillas y se dirigió a mí con bastante impulso.

Di la vuelta comenzando a correr, él me siguió de cerca. Era notoriamente más rápido que el resto de robotizados a los que me había enfrentado.

En cada curva que pasábamos, Jules se posicionaba en el equivalente al carril interior para ganar más velocidad, pese a que para mí no representaba una problemática, imagino que sí que lo fue para los mobianos que capturó.

No sé qué me enojaba más, el hecho de que hubieran robotizado a mi padre o que éste fuera el más hábil de las tropas de Eggman.

Frené al llegar a lo que parecía una relativamente pequeña pista de aterrizaje. Daba una vista al mar, seguramente en otro contexto disfrutaría de aquel paisaje. Me giré, el robiano paró sus pies y encorvó su espalda sin dejar de observarme, tal y como si fuera una simple presa a la que cazar.

—Rotor —presioné el botón del dispositivo en mi muñeca— ¿Cuánto tiempo me queda? —No hubo respuesta— ¡Rotor!
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     La morsa mantenía la vista sobre el monitor, analizando los movimientos del erizo. Formó una sonrisa al notar que la trayectoria reflejada en su pantalla continuaba avanzando pese al campo de fuerza puesto por Robotnik.

—¿Pasaste? —Interrogó.

—Sin problema —recibió como respuesta.

     La morsa se mantuvo en silencio durante un largo rato, no quería arriesgarse a hacer que Sonic perdiera la concentración en la misión.

     Notó que la velocidad de su objetivo comenzó a disminuir considerablemente, lo que lo llevaba a teorizar que el cobalto se había topado con las defensas de Ivo.

—¿Necesitas ayuda con las hordas?

—Nah, puedo manejarlo. Rambo se me queda corto —presumió.

     Rodó los ojos divertido, si cuando lo conoció era presuntuoso, había notado una gran evolución en su egocentrismo a día de hoy. Normal después de ser el héroe por excelencia, salir con una princesa y liderar a los Freedom Fighters.

     Rotor se levantó del asiento y caminó a lo que correspondía a su cocina improvisada, únicamente una mesa de madera con una parrilla encima de ella. Asió un trozo de tela y sujetó el recipiente de aluminio donde hirvió su café, lo vació en una pequeña taza del mismo material.

     Volvió frente al monitor, el punto verde con el que identificaba a Sonic estaba más lejano a la posición en la que lo recordaba.

—Estoy llegando al centro de la fábrica.

—¿Ya? ¿Tan rápido?

—¿Por qué lo dudas?

     La filosofía de Rotor era sencilla, aborrecía los momentos de mucha seriedad. Las bromas siempre serían bien recibidas, incluso las más malas. Envolvió sus dedos en la oreja de la taza y sorbió de ésta.

—¡Ay! El café está muy caliente —lamentó con una mueca de dolor.

—¿Te fuiste a preparar un café mientras yo estaba peleando con toda una tropa? —Rotor rio.

—¡Tú dijiste que podías manejarlo! Me lo tomé en serio cuando mencionaste a Rambo, nadie bromea comparándose a Rambo.

     La morsa descansó la taza sobre el escritorio, tomó el mouse y clickleó múltiples puntos para definir el trayecto que Sonic seguiría.

—En fin, ésta es la ruta más corta y conveniente después de que coloques la bomba.

     La bombilla situada en el centro de la morada se encendió repentinamente, Rotor formó una sonrisa, caminando con rapidez a la puerta. El resto de las cabañas se iluminaron, Cyrus lo había logrado, para la próxima misión ya podrían trabajar con la luz eléctrica y no teniendo que ideárselas para conectar una computadora a una batería de automóvil.

     La alegría caducó, la electricidad duró menos de un minuto. Pronto Knothole Village volvió a sumergirse en oscuridad.

     Rotor ahogó un suspiro, no se alarmó demasiado, sabía que este tipo de fallos era común en una instalación eléctrica. O quizá Cyrus estaba probando.

     Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la luz intermitente del radio con el que el león y Rotor se comunicarían empezó a parpadear.

—¿Todo bien? Nos hemos vuelto a quedar a oscuras —cuestionó presionado el botón del radio.

—Lo sé, necesito que vengas a ayudarme. Es grave.
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     Maurice se encontraba acorralado, su padre preparado para atacar lo amenazaba desde enfrente, mientras que detrás de él sólo había una caída inmediata de por lo menos 30 metros.

     Jules no prolongó su ataque por más tiempo, corrió hacia su hijo. Los reflejos y la velocidad del erizo volvieron a salvarlo, se apartó, mientras que el robian intentaba frenar para volver a recalcular su trayectoria. Sin embargo, sus pies metálicos resbalaron, quedando sostenido del bordo por su mano izquierda.

      Preocupado, Maurice corrió hasta él. Aunque el enchapado que ahora cubría su cuerpo decía lo contrario, aquel robian aún seguía siendo su padre.

     Estiró su mano para asir la extremidad derecha del robotizado. Estableció contacto visual entre sus ojos esmeraldas y los rojizos que ahora acompañaban a Jules. El robian elevó su mano en la dirección de Maurice.

     Un repentino pensamiento cruzó por la mente del pequeño, Bunnie no había completado el proceso de robotización y pese a eso, poseía fuerza sobrenatural. ¿Por qué él no podría levantarse por sí solo?

      Los filosos trozos de metal que Jules tenía por garras se clavaron en la piel durazno del joven. Solo estaba jugando con él.

     El robótico tiró de Maurice para intentar arrojarlo, el pueril erizo interpuso la fuerza de sus piernas para evitarlo, provocando que el metal se introdujera aún más en su cuerpo.

     El interior de la fábrica se iluminó en un flameante color rojizo, seguido de un sonido atronador. La onda expansiva los arrojó a la lejanía, Maurice se internó en las oscuras y misteriosas aguas oceánicas, deslizándose por debajo de las olas.

     Fue arrastrado por las corrientes. El agua salada comenzó a penetrar sus heridas, causando un fuerte ardor en ellas. Maurice, aún aturdido, agitó sus manos con desesperación en un intento por emerger a la superficie. Ahora más que nunca se lamentaba no haberse interesado por aprender natación.

     Las burbujas abandonaron su cuerpo, mientras que la presión empezaba a ser un obstáculo más en su pequeño cuerpo. Movió sus pies con frenesí, pero ni la velocidad le fue de ayuda.

     El agua comenzó a inundar sus pulmones. Pataleó hasta conseguir el suficiente impulso para alcanzar la superficie, tomó una gran calada de aire apenas salió y nuevamente fue golpeado por una ola. Comenzando con su agonía una vez más.

     Una súbita sensación de pánico lo abrumo, sus pies no alcanzaban a tocar el suelo, se encontraba a merced del océano sin saber qué había debajo de él.

     Su cuerpo impactó contra un conjunto de rocas y metales colocados a un lado de la costa, se aferró al dique y salió del agua.

     Gateó hasta llegar a la corona y se tumbó sobre su costado derecho. Sentía su pecho arder, trató de respirar pero el langiroespasmo se lo impedía.

     Alterado, tosió múltiples veces, observando cómo el agua salía de su boca y humedecía la superficie. A lo lejos, el brillo carmín de los ojos de Jules se reflejaba en el mar, el robian se había cubierto con el concreto del voladizo al momento de la explosión, la onda de choque no lo había golpeado con la misma intensidad que a Maurice. El metálico nunca abandonó tierra firme.

     El erizo encogió su cuerpo tratando de esconderse, se sentía agotado física y psicológicamente, aún tenía dificultad para respirar. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos de manera inconsciente, el pánico lo carcomía.

     Escrutó la superficie marina con miedo, había perdido el control de la situación, el mar había hecho lo que, hasta ahora, ni los robians ni las máquinas de Eggman habían logrado, casi matarlo.
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    Las pisadas de Antoine y Cyrus causaban tronidos en las ramas y la gravilla esparcida por el sendero.

—Es aquí, cúbreme —pidió el león.

     Cyrus sujetó el mango de la linterna entre sus dientes, posicionó sus manos alrededor de un tronco de árbol y se dispuso a escalarlo.

     Hace dos días, Rotor y él habían establecido un sistema de luz eléctrica para Knothole Village. Con la ayuda de Maurice y diversos voluntarios, fabricaron un sistema de túneles que iban desde Robotropolis hasta el refugio, de éste modo podrían robar la energía eléctrica de Robotnik sin que éste sospechara.

     Sally protestó en contra de aquella solución, tener un camino subterráneo que fuera directamente a Knothole Village era algo muy riesgoso. Por lo que se planeó una desviación, en cuanto los túneles cruzan el Gran Bosque, el cableado sube y se camufla entre las ramas de los árboles.

—Mmm —encendió su linterna—... Con que eso era.

—¿Ya sabes por qué fue el apagón? —Inquirió Antoine.

—Sí —alumbró el centro de carga—, nada de qué preocuparse, un flicky está construyendo su nido en la rama, creo que movió el interruptor —presionó la pastilla—. Listo, tenemos luz otra vez.

—¿O sea que solo te acompañé a levantar un switch? —Entonó sarcástico.

—No —desenrrolló un conjunto de cables—, ayúdame a ordenar esto, Maurice los dejó hechos un lío.

     Cyrus arrojó unos metros de cableado hacia abajo, Antoine los recibió entre sus manos. Se sentó en el suelo y comenzó a deshacer cada nudo, maldiciendo al erizo de por medio.

     El ambiente se sumió en un silencio incómodo que Cyrus no se vio interesado en romper. Sin embargo, Antoine era un ser que no podía permanecer callado por mucho tiempo.

—¿Maurice y Sally son pareja? —Cuestionó Antoine de repente.

—¿Por qué la pregunta?

—Curiosidad.

     Cyrus barrió la mirada, ¿realmente él creía que nadie se había percatado de sus celos hacia Maurice?

—De cualquier forma, no lo sé —desanudó otra sección del cable.

—Maurice te tuvo que haber dicho algo ¿no? Son amigos.

—Sinceramente no estoy muy seguro de si él me sigue considerando su amigo, las cosas se han tornado... Complicadas.

—Pues para que te haya pedido quedarte, yo creo que te sigu- —fue interrumpido.

—Shh.

—Como decía, si él-.

—Antoine cállate.

—Pues si no querías saber mi opinión, no me hubieras contado —cruzó sus brazos con indignación.

—¿Lo oíste?

     El coyote se exaltó al escuchar a Cyrus pronunciar aquella pregunta. Apartó sus brazos de su pecho y se giró hacia el león.

—¿Oír qué cosa? —Indagó con voz temblorosa.

     Un ronroneo metálico salió desde la oscuridad del sendero en el que ellos habían caminado, Antoine se irguió siendo presa del pánico. Cyrus dirigió la luz de su linterna hasta la fuente de sonido.

     En cuanto los haces de luz atravesaron la obscuridad, la imagen de un robiano apareció ante ellos. Antoine soltó un grito, Cyrus buscó en su cinturón de herramientas su invertor parabólico, un dispositivo creado por su padre con el que podría paralizar al robotizado por al menos dos minutos.

—¡Aléjate! —Levantó su espada—. ¡Soy cinta negra! —Amenazó con su mano tiritando.

<<¿Sabrá que el karate no incluye espadas?>> Pensó Cyrus.

     El león maniobró torpemente su arma, tirando la linterna al suelo por accidente. Maldijo entre dientes y apuntó a la nada, el invertor parabólico solo le daría la oportunidad de dar un disparo, consumía mucha energía.

     Cegado por el miedo, Antoine aleteó el filo de su espada de lado a lado. A consecuencia de sus desesperadas acciones, el coyote cortó uno de los cables, dejando nuevamente a Knothole Village sin electricidad y llevándose una descarga.

     Cyrus observó el cuerpo de Antoine tensarse, mientras que el robian era invadido por rayos luminosos. El león bajó el interruptor, la pelea había terminado.

     Descendió del árbol y asió la linterna, Antoine descansaba en el suelo aún aturdido.

—¿Estás bien?

—Eso creo.

     Cyrus apuntó su lámpara al robian, a diferencia del coyote, éste no se movía. El león extendió su mano con la linterna, Antoine la sujetó.

     El de melena café se acercó al robotizado con su arma apuntando hacia él. A escasos centímetros de distancia, Cyrus tocó el cuerpo del robian con su pie, no hubo respuesta. No lo consideró una amenaza, volvió a enfundar su invertor y se arrodilló.

—¿Cyrus? —Llamó Antoine.

—No sé cómo tomarle el pulso, está cubierto completamente de metal.

—¿Su pulso? —Farfulló—. Si yo no estoy muerto ¿por qué lo estaría él?

—Es un robian, mitad orgánico mitad cibernético. Con una descarga tan fuerte pudiste haber quemado tarjetas, chips, o con lo que sea que opere —explicó.

—¡¿LO MATÉ?!

     Antoine inhaló y exhaló con rapidez, pronto su cuerpo se quedó sin dióxido de carbono hasta llegar a un mareo e inmediatamente, un desmayo.

     El león suspiró con pesadez, agarró su radio y pulsó el botón superior. Rotor no tardó en responderle.

—¿Todo bien? Nos hemos vuelto a quedar a oscuras.

—Lo sé, necesito que vengas a ayudarme. Es grave.

—¿No fue suficiente con el gran apoyo de Antoine? —Bromeó.

—Sobre eso —se giró hacia el cuerpo inconsciente del coyote—... Trae una camilla.

—¿Cami- —cesó para emitir una pesada exhalación—. Voy para allá.

     Cyrus volvió a dirigir su campo de visión hacia el robian, rogaba porque Antoine no lo hubiese asesinado, la relación entre el reino y las Fuerzas Armadas se había destrozado por un incidente del mismo tipo. Esto traería consecuencias caóticas para los Freedom Fighters.

     Un fuerte respingo lo sacó de sus pensamientos, el ronquido de Antoine fue seguido por un repentino soplido. Cyrus esbozó una sonrisa, al menos ya no hablaría camino a Knothole.

[...]

     Sally yacía sentada frente al radio, hablando una y otra vez por el micrófono de éste, necesitaba saber qué había ocurrido en su reino —ahora Robotrópolis— para sacarse la pesada sensación de angustia.

—¿Rotor? ¿Maurice? ¿Cyyyyrus? —Canturreó— ¿Antoine al menos? —Bufó.

—Yo creo que no van a contestar —interrumpió.

     La ardilla se volvió, Geoffrey permanecía parado entre los 2 trozos de tela que daban la bienvenida a su casa de campaña. Él le sonrió y prosiguió a entrar.

—Te estamos esperando para cenar.

—Le dije a Bunnie que me avisara —refunfuñó quitándose los auriculares del radio.

—Se quedó platicando con los de mi escuadrón en cuanto comenzaron a halagarla y felicitarla —comentó risueño.

—En ese caso, creo que debo de empezar a acostumbrarme a verte cada cinco minutos en vez de Bunnie —bromeó devuelta.

—¿A quién llamas? —Indagó apuntando al radio.

—Intento contactar con mi equipo —Geoffrey alzó las cejas con sorpresa.

—Sabía de la existencia de una resistencia en Robotrópolis, pero no imaginaba que tú fueras su líder.

—No precisamente, es decir, suelo ser quien coordina la mayor parte de las misiones y tal, pero Mau... Sonic —corrigió— suele protagonizar cada victoria —expresó melancólica.

—¿El chico de la súper velocidad? —Interrogó, Sally asintió con la cabeza— Bunnie ha estado hablando un poco de él, aunque no me he quedado mucho tiempo.

—Es el engranaje principal de los Freedom Fighters, hasta ahora, es quien se ha encargado de destruir las fábricas de Robotnik.

—¿Él los lidera?

—Digamos que actua como el soporte espiritual del equipo, es muy hábil para transmitirle esperanza a los demás, aunque —cesó—... No estoy muy segura de si es la mejor opción para guiarnos —Geoffrey se mantuvo en silencio, indicándole que siguiera—, lo aprecio mucho, pero a veces me molesta el cómo se comporta, es muy impulsivo e impaciente, le gusta improvisar en las misiones.

—¿Y cómo considerarías tú que harías ese trabajo? —La ardilla explayó sus ojos, desvió su mirada dubitativa.

—Nunca me lo habían preguntado, pero supongo que sería algo más calculado y organizado, detesto no tener el control.

—Eres una princesa, imagino que por más pequeña que haya sido la intervención de tus padres, siempre buscaron inculcarte cómo sobrellevar las presiones de un líder. ¿Jamás le has dicho sobre querer cambiar roles? —Sally sonrió para sí.

—Estoy bien así, tarde o temprano tendré que gobernar todo un reino, no tengo prisas por liderar.

     Geoffrey St. John ladeó sus labios convencido por su respuesta, tendió su mano para ayudarla a levantarse como muestra de caballerosidad. La ardilla aceptó el gesto gustosa, había tenido una conexión con él muy diferente a la que mantenía con el resto.

     Salieron de su carpa. Sintiéndose más liviana, Sally sonrió. Por primera vez en meses había podido expresar su opinión sobre la situación sin sentirse juzgada o abrumada.

     Aquella sensación de soledad abandonó su mente para darle paso a una nueva, indecisión. El sitio en el que moraba el amor dentro de su corazón ahora no solo tenía un residente, sino dos.

Escrito: 23/03/2020.
Publicado: 05/12/2020.

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