Capítulo Único
Feliz Navidad, Val. Pensé en hacerte este regalo cuando aún empezaba Diciembre y dijiste por Twitter lo mucho que te gustaba está fiesta, así que pensé especialmente en estos dos tortolitos. Espero que lo disfrutes <3
FoolishVal
✨💚💜🎄
Edward miró el calendario con desdén, incluso si ya sabía el día que era con total perfección.
Era navidad, más específicamente nochebuena, aunque el reloj marcaría en un par de horas el día 25 de diciembre y eso era lo realmente importante. No es que haya recibido una invitación de su amigo a la fiesta que organiza todos los años en el Iceberg Lounge, lo cual, obviamente le resulta extrañísimo, y aunque él mismo no crea en el trasfondo religioso de la festividad, sigue siendo un día especial para reunirse y tampoco quiere repetir lo que lleva ocurriendo tantos años anteriores.
Normalmente abrazaba la soledad toda la noche anterior a Navidad y el propio día, pero esta vez no estaba dispuesto a hacerlo después de lo cercano que se ha vuelto con Oswald los últimos años, sobre todo los meses, y perderse unas de las fiestas dónde más dinero gasta y más empeño pone le parecería una falta de educación.
Así que termina de colocarse su traje y todos sus adecuados complementos, aunque haya abandonado el estampado de interrogación pero siga portado su característico bastón y un bombín verde.
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El Acertijo se encontró con que no podía acceder al Iceberg Lounge por unos de los guardaespaldas que vigilaba las entradas. Intentó entrar de cualquier manera posible, excusándose con que, aunque no estuviera en la lista, tenía un historial con el líder del local que debía ser suficiente para poder entrar a la fiesta privada. El gorila no le quería hacer caso, y Edward empezaba a ponerse de los nervios por la ofensa hasta que decidió que tendría que recurrir a una entrada menos lujosa, para su desgracia. No pensaba perderse la fiesta.
Y es que Edward se conocía el Iceberg Lounge, o al menos su planta inferior, como la palma de su mano de las veces que había ido y comido en compañía de Oswald la gran mayoría de las veces -y cuando no comió con él es porque el pingüino estaba demasiado ocupado-, por lo que no le costó demasiado encontrar una ventana al rodear al edificio. La forzó de manera discreta, gracias a sus impresionantes habilidades de escapismo, y en un par de segundos ya se encontraba en el pasillo que daba a la sala principal.
Miró hacia su izquierda y derecha para comprobar que no había nadie, y se arregló las arrugas de su traje para proseguir al final y encontrarse con un ambiente sumamente hermoso y festivo.
La fiesta era justo como él habría esperado; colorida y llena de vida. Con un rápido vistazo, reconoció a personas que conocía del ámbito criminal, otras que se encontraban en grandes posiciones de poder en el gobierno como ministros y multitudes de gente adinerada y que portaba vestidos y trajes que costaban más que todo lo que llevaba puesto. Además, con la música festiva y un menú de lo más exquisito y elegido con sumo cuidado para provocar el efecto más satisfactorio en las personas que se dedicaban a degustarlo, el ambiente no podía ser más acogedor.
También había decoraciones con obvios motivos navideños; el rojo y el verde se extendían por la pared del local y un inmenso árbol con hojas de plata y decoraciones invernales y festivas se encontraba de forma casi amenazante enfrente de la sala y a sus pies había músicos que se encargaban de la banda sonora como acompañante para la cena.
Finalmente, visualizó a Oswald, y al instante se entusiasmó. Edward hace el amago de acercarse a él, pero casi al instante de intentarlo se da cuenta de qué alguien está tirando de él; mira hacia atrás y se da cuenta de que es el guardaespaldas con el que se encontró en su primer intento de entrar a la fiesta, y sabe que con su fuerza, que éste le devuelva a la calle no va a ser muy difícil para él.
Edward gritó el nombre de Oswald; intentando llamar su atención para así evitar que lo echaran del local, pero ni siquiera pudo llegar a comprobar si el pingüino le había escuchado por cómo los guardaespaldas tiraban de él.
En cuestión de segundos, su rostro fue estampado contra el frío, sucio y desolado suelo de la calle, más concretamente el callejón de fuera del Iceberg Lounge, donde se encontraba la basura.
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Oswald conversaba con una familia de marquesas de la ciudad de diferentes temas triviales cuando escuchó que una conocida voz exclamó su nombre.
Se giró, para averiguar exactamente de dónde y quién provenía el sonido que había escuchado, y observó cómo sus hombres se llevaban al mismísimo Edward Nygma.
Cobblepot se sorprendió por encontrarse con el villano en una situación donde no habría esperado en absoluto encontrarse con él, y dejó de prestarles atención a las personas con las que conversaba.
Con un específico gesto de manos, llamó a unos de los guardaespaldas que se había llevado a su amigo, y esperó hasta que se acercara hacia él.
-¿Sí, señor? -le preguntó con ese tono servicial tan típico y característico de sus subordinados.
-¿Qué se supone que estaba haciendo Edward Nygma en mi local y por qué le habéis echado?
-Vino a la entrada diciendo que estaba invitado, pero su nombre no figuraba en ningún lado de la lista. Le dije que se fuera, pero por lo visto encontró la forma de infiltrarse en su fiesta, por lo cual, yo hice lo que creía más co-
-Suficiente.
El hombre más grande se retiró por la orden, y sus palabras le dejaron a Oswald especialmente pensativo sobre Edward, a quien no invitó a su fiesta únicamente porque pensó que el conocido Acertijo no poseía ningún tipo de interés en asistir a esa clase de eventos.
Pero aparentemente, estaba equivocado.
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Marcaron las doce de la noche, y los demás brindaron por el inicio del día que marcaba la Navidad con elegantes copas de champán.
A varios invitados que deseaban chocar sus vasos contra los del organizador de la fiesta intentaron buscar a Oswald, pero no le encontraron, o al menos, no dentro de su local.
Por otra parte, Edward, por el profundo sentimiento de soledad que le asolaba, no se movió de al lado del cubo de basura.
Escuchó con cierta melancolía a los invitados celebrando el inicio del nuevo día mientras se apoyaba sobre sus rodillas y las envolvía con sus brazos. Ni siquiera quería levantar la mirada.
La hora siguió marcando las 00:00 cuando vio que la puerta delante suya se abría, y sus ojos se iluminaron cuando contempló que era Oswald quien se encontraba ahora delante suya, y además sostenía dos copas de cilíndricas en una mano y una botella de champán en la otra.
Cobblepot ni siquiera tuvo tiempo para abrir la boca, que rápidamente sintió cómo Edward envolvía sus manos alrededor de su cuello y le besaba. Oswald casi se desestabiliza y tira todo lo que portaba en sus manos, pero consiguió equilibrarse después de sentir el tambaleo.
Sintió la sonrisa que ahora se había formado en Edward mientras seguían juntos, y aquello provocó que el pingüino se sobrecogiera.
-Pensaba que te habías olvidado de mí -le dijo cuando se separaron y al instante juntaron sus frentes para seguir sintiendo el calor del otro.
-Querido -pronunció Oswald-, no tenía ni idea de que te atrajera este tipo de burocracia de las fiestas navideñas. De hecho, pensaba que las odiabas.
-No me atrae la fiesta, Ozzie, me atraes tú.
Y los dos volvieron a besarse mientras el abrazo entre los dos se hacía aún más fuerte. Cuando se separaron, las mejillas de Edward estaban sonrojadas, aunque Cobblepot no lograba descifrar si se debía a la situación romántica o al frío que había estado sufriendo.
-Vayamos arriba, a mi oficina -le dijo, queriendo que su pareja entrara en calor. Ahora que se fijaba, podía sentir cómo Nygma temblaba por la temperatura.
-Está bien -aceptó Edward, feliz, y plantó un delicado beso en su nariz-. Te quiero, Oswald.
-Mmmh -murmuró Oswald por lo bajo, casi como un susurro que no sabía si Edward escucharía- yo también, Ed.
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