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15 Junio 2015

La alarma retumbó fuertemente en sus oídos haciéndolo brincar de la cama al instante por tremendo susto. Al percatarse de que sólo era el estúpido reloj marcando la 1:00 de la tarde, se relajó y se dejó caer nuevamente sobre el colchón con sábanas ya algo desgastadas. Con un manotazo la apagó y se llevó las manos a la cara para tallarla aún algo adormilado.

De pronto, su estómago emitió un sonido que básicamente pedía a gritos comida. Aunque él quisiera seguir durmiendo plácidamente, su cuerpo le pedía otra cosa, le gritaba que dejara de ser un maldito flojo y les preparará el desayuno de una buena vez, así que con pereza se incorporó en la cama sintiendo inmediatamente una terrible presión sobre la cabeza, se maldijo miles de veces en voz baja por haber bebido demasiado la noche anterior.

Se levantó tocando la madera con los pies descalzos y se encaminó a la cocina en busca de algo que le ayudara a calmar su hambre. Decir que la casa estaba echa un desastre es poco, eso era un jodido chiquero.
Reviso la alacena y también el refrigerador, pero no había nada decente ahí, había olvidado por completo hacer las compras luego de faltar unos cuantos días al trabajo. Un largo y pesado suspiro se escapó de su boca mientras rascaba su cabeza pensando en que hacer, entonces recordó que no había terminado su cereal la mañana del día anterior, así que prácticamente corrió a la sala en busca de ese tazón.

Mala suerte.

La leche ya estaba echada a perder por pasar horas bajo el sol de la ventana.

—¡Joder!—se quejó—¿Acaso puedo tener peor suerte?

Repentinamente el timbre hizo presencia y resonó por cada rincón de ese pequeño departamento, con flojera y mentalidad de que posiblemente al otro lado se hallara su mejor amigo con comida, camino rascando su nuca hasta la puerta para abrirla.

El timbre sonó por segunda ocasión.

—Maldición, ¿Cuál es la prisa? ¡Ya voy!—grito con molestia—Mmm, tú no eres Jin—fue lo que dijo al toparse del otro lado de la puerta con un señor de la mediana edad portando una maletín y un fino traje—Soy ateo—exclamó tratando de cerrar, pero un pie en el marco lo impidió por completo.

—Buenos días, mi nombre es Kim Jung Woo, vengo del Servicio Nacional de Impuestos de Corea—se presentó el hombre amablemente y entrando a su apartamento sin permiso previo—¿Es usted en señor Kim Namjoon?

—Lamentable, creo que se equivoca de persona—respondió sintiendo las piernas flaquear.

—Señor Kim, ha estado evadiendo sus impuestos la última década—continuó dejando su maletín sobre la mesa de su cocina y de él saco una pequeña hoja—Hemos estado dejando estos citatorios en su hogar durante ese tiempo, pero no recibimos respuesta, así que decidimos visitarle.

—Qué considerados, gracias—habló leyendo lo escrito en ese papel—Pero no estoy interesado.

—Señor Kim, si usted no paga sus impuestos a finales de este mes, temo que tendremos que embargar su departamento y luego tomaremos posesión de él para venderlo, además de brindarle una multa.

—¡Ustedes no pueden hacer eso!—exclamó ya alterado. No podían dejarlo en la calle.

No podían. ¿Verdad?

—Créame señor, somos capaces de hacer eso y más—habló firme y con una sonrisa en el rostro, sonrisa que Namjoon estuvo a punto de borrarle con un golpe.

—¿Cuánto es lo que debo?—cuestiono literalmente tronándose los dedos de la mano, luego camino a la alacena para abrir la puerta y tomar su cartera.

Es mejor no cuestionarse cómo es que la cartera había llegado ahí.

—Sólo es la pequeña cantidad de, treinta millones, setecientos sesenta y cuatro mil, doscientos diecinueve wones—mencionó terminando de hacer su cuenta en la calculadora—Puntó tres.

¡Tenía que ser una broma!
No tenía ni siquiera para comprar el desayuno de esa mañana, ¿Cómo conseguiría todo eso a final de mes?

—Sin más por el momento, me retiro, que pase un buen día señor. Esperáremos ansiosos su depósito.

El tipo, básicamente salió de ahí sin decir ni una palabra más, dejando a un castaño lo suficientemente enojado, ansioso y desesperado por saber qué hacer.

Por supuesto que no iba a tener un buen día.

—Ya te lo dije Jin, te lo devolveré todo, lo prometo...—suplico juntando sus dos manos como forma de suplica—Por mi madre.

Aquel peli negro de hombros anchos dejó de limpiar los vasos negando repetidas veces, dejó el trapo sobre la pequeña barra y le miró con su entrecejo fruncido.

—Siento pena por tu madre en este momento—dijo divertido volviendo a hacer lo que reciente.

—De verdad lo devolveré—dijo ofendido dejándose caer sobre la madera derrotado.

No conocía a muchas personas y respecto a las que conocía había ciertas cuestiones, o no era lo suficientemente cercano a ellas como para pedirles prestado una alta cantidad de dinero, o ya les debía una alta cantidad de dinero. Kim SeokJin era su única esperanza.

—Ese no es el problema Nam, la cuestión es...que no tengo esa cantidad. Mi esposa y yo apenas tenemos para sacar adelante este restaurante, y sabes que la colegiatura de mi hija es demasiado alta. Así que...

—Porque no dejas de meterla en escuelas privadas hombre—le reclamo el castaño—¿Sabes que todos lo niños que van ahí son mimados y egocéntricos? Y sus padres, uff, esos son los peores.

—Ella necesita la mejor educación que se puede recibir—se defendió el de delantal azul—Y esa escuela tiene un increíble programa educativo, MinA y yo estudiamos ahí.

—¡El sistema educativo es basura!—mencionó entre dientes. Desviando la mirada.

—Piensa lo que quieras, como sea esta vez no puedo ayudarte—finalizo encogiéndose de hombros, como si la situación de su amigo no fuera demasiado importante.

De pronto, un estruendo los hizo voltear, encontrándose con una mujer de pelo negro en la puerta cargando unas cuantas bolsas del supermercado. El sudor le recorría la frente, la cola alta que ataba su cabello estaba completamente despeinada y los lentes ya los tenía en la punta de su nariz. A punto de caerse.

—Hola cariño—exclamó con voz dulce entrando al pequeño establecimiento, con pasos cortos se acercó a Jin y depositó un rápido beso en sus labios—Hola Nam.

—Hola MinA—respondió con una mueca de disgusto al observar su afecto. ¿Era necesario hacerlo frente a él?

No es que fuese algo para pensar demasiado, pero, cada vez que veía a ese par de tórtolos enamorados, le hacía desear algo así para él. Un amor tan puro y fuerte desde la adolescencia. Pero ya era demasiado tarde para pedirlo, o siquiera para cambiar las cosas, a menos que tuviese una máquina para viajar al pasado y eso en definitiva, no iba a pasar.

—¿Cómo te ha tratado la vida?—le escucho preguntar a la chica.

—Miserable—espetó dramáticamente haciendo que su amigo rodara los ojos divertido.

Jin no podía negarlo, le divertía demasiado verlo sufrir.

—Namjoon necesita dinero, no, necesita un milagro—le explico a su esposa riendo. Mientras acomodaba los vasos en uno de los tantos estantes.

—¡Esto es serio!...¿De donde sacaré ese dinero?—se quejó por las burlas del peli negro.

—¿Has pensado en pedírselo a TaeRi?—hablo la mujer brindando más opciones.

Tomando a los dos hombres por sorpresa. Esa opción, jamás se les habría cruzado por la cabeza.

—¿TaeRi?—cuestionó Jin. Es que había pasado mucho tiempo sin escuchar ese nombre.

De verdad, mucho, mucho tiempo desde...

—Yo...no le he visto en años—respondió el moreno mirando hacia ningún punto en específico, simplemente divagando la mirada por todo el pequeño local, del cual su amigo y esposa eran los dueños.

—Es una buena idea, ve a visitarla Nam, es tu hija, seguro va a ayudarte—le animo el de espalda ancha. Cómo si fuera tan fácil.

—Seguramente me echará a patadas porque me odia.

—No te odia, ella es tan dulce que no podría odiar a nadie—exclamó MinA.

—¡Porque todo su odio lo gastó en mi!

—Nam, no pierdes nada con intentarlo.

—Si, bueno, imagínense que voy y ¿Luego que? Llego, tocó a su puerta y digo "Hola querida, soy tu padre, el hombre que te abandonó hace años, quien está a punto de quedarse en la calle por pobre, ¿Me prestas dinero?" ¡Es una estúpidez!

—Nam, sólo eres tú siendo tan dramático—se quejó Jin.

—Ni siquiera sé donde está ahora.

—Se prepara para su boda—habló la chica terminando de ponerse un delantal para ayudar a su querido esposo con el negocio.

—¡¿Qué?? ¿Se casará?—espeto absorto en la sorpresa. Su pequeña, su princesa, su querida bebé iba a casarse y el...¿No lo sabía?

—¡No lo sabías! Está en todas las revistas y páginas de internet, Namjoon.

El castaño no se hizo esperar ni un minuto más, sacó el celular de su bolsillo y buscó las noticas más recientes o tendencias del momento.
Su mandíbula básicamente cayó al suelo, sus ojos se iluminaron y una sonrisa ladina se formó en sus labios.

Ahí estaba: Yu TaeRi, su hija.

—El chico con el que se casará es un chef muy exitoso, este año consiguió su tercera estrella Michelin en Francia—dijo señalando un chico castaño al lado de su niña—Y viene de una familia muy adinerada—explicó la mujer señalando esta vez a los dos padres que se hallaban detrás de ellos en esas fotos—El señor Jeon está postulado para ser gobernador por cuarta vez consecutiva, la señora Jeon es dueña de una franquicia de boutiques en Paris, y el hijo mayor es presidente de un bufete de abogamos muy prestigioso.

Pero Kim Namjoon ni siquiera presto atención a una sola palabra dicha por la peli negro. Su mente había viajado al infinito y más allá desde que escuchó las palabras "Chef exitoso con familia adinerada"

—Yo...necesito hacer mis maletas, y un auto—espetó levantándose abruptamente de la silla, acelerando su paso a la salida.

—¡Y una ducha!—le grito Seok Jin—¡Enserio Nam, apestas!

Pero el castaño se hizo a oídos sordos.
Tenía un nuevo objetivo en mente: Tenía que reunirse con su querida hija.









Se lleva mi Love aquel que se halla dado cuento del cameo que acaba de aparecer 👀

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