Capítulo 8
Advertencia: Temas sensibles (infertilidad, adopción).
Katsuki se había asegurado de que Kenta estuviera completamente dormido luego de que pudiera hablar con Setsuna por videollamada un rato. El pequeño descansaba profundamente, y bajó a la sala a reunirse con sus amigos y poder compartir un momento. Debido a sus trabajos, era difícil poder verse tan seguido como Eijiro le gustaba, por lo que estos espacios los aprovechaban.
En su sala estaba Eijiro con su esposa Mina, ambos esperando por él en su sofá. La mujer estaba apoyada sobre el hombro de su esposo, una expresión calma adornaba su rostro, al contrario de Eijiro. Katsuki notó aquello y enarcó una ceja, tomando asiento en el sillón frente a ellos y alcanzando la cerveza que tenía sobre la mesa de centro.
—¿Qué tienes?
Mina tomó la mano del pelirrojo y la apretó un poco. Eijiro la miró y ella asintió despacio con su cabeza, una triste y poco convincente sonrisa dirigida hacia él. Katsuki no pasó por alto esos gestos, por lo que se inclinó un poco más sobre su asiento, su atención enfocada totalmente en la pareja.
—¿Qué pasó? —insistió.
Kirishima suspiró.
—Tuvimos una entrevista hace un par de semanas, ¿recuerdas? —el rubio asintió—. La directora parecía encantada con nosotros, pero...
Sintió ese pesado nudo en su garganta, interrumpiendo su narración. Apretó los labios y Mina comprendió que debía ella continuar.
—No nos aceptaron —murmuró, sintiendo sus ojos nublarse—. Nos llamaron hoy, fuimos hasta la agencia y... Nos rechazaron. Otra vez...
Se formó un silencio tenso en la sala de estar. Katsuki suspiró, apretando la botella entre sus manos. De fondo, se empezaron a oír los sollozos de Eijiro, y los susurros de Mina tratando de calmarle con su voz igual de rota que su corazón.
—Jodida mierda —murmuró entre dientes.
—Es que no es justo —Eijiro dijo, su voz temblorosa y sus ojos llorosos—. ¿Qué demonios nos falta? Tenemos la casa, los medios, pasamos sus estúpidas pruebas y-
—El sistema es un maldito desastre —interrumpió Katsuki—. Algo se debe poder hacer. Le diré a Deku que los contacte, quizás la asesoría legal podría servir de algo.
Mina negó con su cabeza, una triste y fingida sonrisa se dirigía al rubio.
—Gracias, Kats, pero no. Ya es segunda vez que no nos dejan adoptar, quizás ya no deberíamos intentarlo. Es... agotador.
Katsuki se sintió frustrado. Podía empatizar con el dolor que ellos sentían; eran sus amigos desde la escuela. Crecieron prácticamente juntos, con altos y bajos, pero siempre apoyándose mutuamente. Ellos fueron los primeros en darle su apoyo cuando les había dicho que quería proponerle matrimonio a su entonces novia, y fue a los primeros que le dijo que sería padre unos años después. Los Kirishima eran las mejores personas que pudo haber conocido y todo lo que estaban pasando sencillamente no era justo para ellos.
Eijiro siempre quiso formar su propia familia, y cuando Mina llegó a su vida durante la preparatoria, supo que ella era la indicada. Y ella parecía tener la misma idea, pues el amor entre ellos se dio rápidamente y se han mantenido así hasta la fecha. Cuando Katsuki tuvo a Kenta, ellos se dieron cuenta que ya era hora también para ellos. Los años pasaban, eran una pareja estable en el amplio sentido, aun con su restaurant comenzando a surgir con popularidad.
Los primeros meses, los primeros test negativos los desanimaban un poco, pero Eijiro con su espíritu tan optimista no dejaba que su esposa se sintiera mal por ello. Seguirían intentando tener a su bebé, pero cuando ya había pasado un año y no pasaba absolutamente nada, decidieron visitar un médico. Y fue horrible cuando el experto les dijo que al final, el problema era él.
Fue entonces el turno de Mina de dar palabras de apoyo y amor hacia su esposo. Buscarían más alternativas, tratamientos, pero no se dejarían deprimir por eso. Y así lo hicieron.
Se sometieron a distintas técnicas de reproducción asistida, en principio sin importarles qué tanto deberían desembolsar para lograrlo. Pero el resultado era el mismo... Y ese era el riesgo. No se podía tener certeza de que realmente funcionaría.
Al pasar el tiempo, comenzaron a desistir. Ya no había paz mental, los tratamientos resultaban jodidamente costosos y comenzaban a producirse discusiones entre ellos. Estaban dejando que la desesperación tomara el lugar de la esperanza y les estaba pasando la cuenta.
Fue durante el cumpleaños número cinco de Kenta que la idea de adoptar surgió. No es que no lo hubieran pensado, pero se sentían algo reacios a ello. Eijiro siempre quiso una decendencia propia, pero la vida no se la iba a dar, y debía ya aceptarlo.
Fue Bakugo Mitsuki quien lo sugirió. Estaban en la cocina de la casa, los niños jugando en el patio (honestamente, Mina no podía evitar sentirse horriblemente deprimida al ver tanto pequeño), cuando el tema salió. Katsuki intentó frenar a su habladora madre, pero Setsuna le encontró toda la razón.
—Hay tanto niño allí esperando por un hogar —dijo la mayor esa vez—. Ustedes son idóneos.
—Tendrían que estar locos para rechazarlos —añadió la entonces señora Bakugo—. Y tanto Katsuki como yo podemos ayudarles de ser necesario en alguna entrevista. Es cosa de ver como se comportan con Kenta. Serían unos padres excepcionales.
La primera vez que les rechazaron la solicitud había sido porque la encargada de esa agencia no lució convencida. En ese momento, su restaurante ya tenía dos sucursales abiertas y planeaban una tercera, y afirmándose de ello es que les dijo: "¿Cómo tendrán tiempo para un niño si estarán preocupados por su negocio?". Katsuki les dijo esa vez que "esa vieja idiota solo tiene envidia que sean exitosos."
Esperaron un poco más hasta poder equilibrar lo que ellos consideraban una 'vida familiar' con su negocio y lo intentaron una vez más, con otra agencia y pasando las evaluaciones correspondientes.
El porqué les rechazaron esta vez, sigue siendo increíble: una familia de mayor estatus obtuvo la adopción de la pequeña que ellos habían visto y de la que se habían enamorado.
Totalmente injusto.
Y eso llevó a que temprano ese día, Eijiro llamara a su amigo para ver si podían reunirse un rato.
—Lo lamento —dijo Katsuki, mirando a sus amigos—. Ustedes no merecen todo esto.
—No es tu culpa —Mina le miró un poco más tranquila—. Tú mismo lo dijiste: el sistema es un desastre.
Eijiro, ya más calmado, abrazó a su esposa por el hombro, atrayéndola a él y besando su sien con dulzura.
—Te agradecemos que nos apoyaras —añadió el pelirrojo—. Pero, aunque duela, creo que... solo nos queda resignarnos.
Bakugo asintió despacio, sin saber ya qué más decir.
—Además —el tono de Mina cambió, tratando de mostrarse un poco más positiva—, ser los padrinos de Kenta nos da consuelo. Amamos mucho a ese pequeño.
—Y él los quiere a ustedes —bufó, bebiendo un poco—. Sé que su presencia ha hecho un poco más llevadero el tema del divorcio, que Setsuna se haya ido, y de ese 'odio' que tiene hacia su niñera.
—¿A quién odia? ¿A la castaña bajita? —inquirió Kirishima, mostrándose curioso. Su esposa le miró dudosa, enarcando una ceja—. La conocí esta semana, cuando vine a dejar la comida de Kenta. No parece una mala persona.
Bakugo suspiró, echándose hacia atrás en el sillón, claramente cansado.
—Era mi asistente en la compañía. La contraté como su cuidadora porque la conozco un poco, es responsable, alegre como un maldito sol, trabajo que le asignaba lo hacía de maravilla. Pero Kenta insiste en querer sacarla a como de lugar, y es porque extraña a Setsuna.
Mina arrugó su nariz algo confusa.
—No me hace sentido. Si sus niñeras renuncian o las despides, no hará que Tokage vuelva pronto.
—No, sí hace sentido —aclaró su esposo—. Sin niñeras, mi amigo debe quedarse con él, y podría apostar mi brazo que eso es lo que quiere.
Katsuki alzó su botella hacia él como en un brindis, alzando una ceja y asintiendo.
—Eso es lo que quiere, pero no puedo ceder. Ya tuve mil problemas en mi trabajo por esos días en que tuve que cuidar de Kenta, no puedo darme el jodido lujo de abandonar todo y ya. Pero es muy pequeño aún para comprender que todo lo que hago, es por y para él.
—Quizás debería venir uno de estos días cuando esa chica esté —murmuró Mina, llevando una mano a su mentón pensativa—. ¡Sí! Quizás ella no sabe como llegar a Kenta, y yo podría ayudarle. A ambos, en realidad. A la chica como acercarse y a Kenta a aceptarlo.
Bakugo le miró con su ceño fruncido, pero no menos interesado en lo que la mujer de cabello rosa decía.
—¿Harías eso?
—¡Claro! ¿Por qué no? Además, así también conozco a la "castaña bajita" y podría dar un juicio objetivo.
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—¿Qué estás haciendo?
Tsuyu preguntó apenas pisó el apartamento de su amiga. La castaña fue a abrir en cuanto sintió el timbre y volvió rauda a la cocina a continuar con su labor. La joven de pelo largo no entendía absolutamente nada: había ido a ver a su amiga para ver si se animaba a salir un sábado por la noche, y en definitiva no esperaba encontrarla con un peinado a medio armar, rastros de harina sobre su cara y manchas de huevo sobre un viejo delantal de cocina.
Ochaco parecía concentrada en lo que sea que estuviera revolviendo en un bowl, sus cejas a punto de tocarse por lo fruncido que tenía su ceño.
—Un pastel.
Asui ladeó su cabeza un poco, acercándose a ella despacio.
—¿Para qué o quién?
—El jefecito —contestó suspirando, dejando el bowl con la mezcla sobre la encimera—. Es un pastel de disculpas.
Tsuyu pareció algo boquiabierta ante ello. Rápidamente dejó su bolso sobre el asiento más cercano y se apresuró a llegar al lado de su amiga, quien leía lo que seguía de la receta.
—¿De qué me perdí?
Ochaco dejó de lado la receta para mirar a su amiga con un pequeño puchero. Sin titubear, comenzó a narrarle ese maldito malentendido que había sucedido el día anterior, cómo se sentía al respecto y lo que la llevó a terminar haciendo un pastel para un niño de siete años un sábado por la noche.
La de cabello verdoso le ponía toda la atención a su relato, sin interrumpirla exceptuando cuando le extendió una copa de vino para que refrescara su garganta. Cuando la castaña dio por terminada la historia, Tsuyu posó una mano sobre su hombro, dedicándole una leve sonrisa.
—Me parece bien que busques una forma de disculparte y no solo asumir que Kenta olvidará todo porque es un niño. Creo que haces bien.
Uraraka sonrió un poco más animada, bebiendo de su vino antes de ponerse de pie nuevamente y continuar con lo suyo. Notó a Tsu buscando un delantal extra, amarró su larga caballera en una coleta y lavó sus manos para ayudarla.
Al cabo de un rato, un delicioso pastel de chocolate con fresas estaba listo y puesto en el refrigerador para llevarlo el lunes a la casa Bakugo, y Ochaco sonrió satisfecha por ello. Miró a su amiga y le agradeció su ayuda con un caluroso abrazo.
—Yo venía a otra cosa —dijo sin separarse del abrazo de la castaña—. ¿Te parece si me acompañas al club?
Ochaco se apartó un poco, mirándola con una ceja enarcada.
—¿Tú quieres ir al club y voluntariamente? Se supone que la que te arrastra hasta ahí soy yo.
La chica sonrió algo ruborizada.
—Hay... alguien. Un chico. Le dije que nos podíamos encontrar ahí, pero no quiero ir sola.
Ochaco la miró de reojo.
—Quieres que vaya como tu plan de escape, ¿verdad? —Asui asintió aún sonrojada—. ¿Me pagas la cerveza?
La chica volvió a asentir, prometiéndole que además le quedaría debiendo un enorme favor. Uraraka terminó aceptando, yendo a su cuarto para cambiarse y arreglarse lo más a prisa posible, logrando estar lista en menos de media hora.
Lograron llegar al club que solían frecuentar desde la universidad, entrando y siendo saludadas por un guardia que ya las conocía. Se ubicaron en una mesa cerca de la barra; Uraraka se iría apenas vieran llegar al misterioso muchacho y esperaría a ver si su amiga le mandaba alguna señal de ayuda. Si no pasaba eso, Ochaco podía ser libre de irse o quedarse cuanto rato quisiera.
No pasó mucho cuando un chico parecía acercarse hacia ellas. Ochaco pudo percatarse de que se trataba de la misteriosa cita de su amiga, pues Tsuyu comenzó a sonrojarse y a peinar nerviosamente un mechón de su cabello. Señal recibida, pensó, saliendo de la mesa para ubicarse en la barra estratégicamente. Alcanzó a ver a un muchacho alto, de cabello liso, oscuro, y serio, de un aura misteriosa, pero no sintió que fuera alguien de quien desconfiar.
Encogiéndose de hombros algo más tranquila, pidió su cerveza y al verse sola, sus pensamientos volvieron a invadirla: no podía quitarse esa sensación de culpa. Si bien tenía esperanza que el pastel funcionara con Kenta, no sabría como ver a su jefe el lunes cuando fuera a su casa.
Se sentía culpable porque no solo hizo enojar a un niño (y no cualquier niño, sino el que le encargaron su cuidado), sino porque también hizo molestar a su jefe. Y si bien, ella podía perfectamente recordar todas las veces en las que vio a Bakugo Katsuki enojado, ninguna había sido por su causa.
Excepto esta. Y diablos, que se sentía mal por ello. Bakugo podía siempre estar con su ceño fruncido y su actitud molesta con el mundo, pero con ella nunca fue así, y era porque ella sabía hacer bien su trabajo.
Quizás, estos dos días le servirían a él para meditarlo mejor y echarla a patadas. Y sería su fin, porque su antiguo puesto ya había sido ocupado y no sabría que hacer... Pero más que dolerle el perder un empleo, le dolía más pensar en lo decepcionado que Bakugo debía estar de ella.
—¿Este lugar está ocupado?
La desconocida voz de un hombre la sobresaltó un poco. Volteó a verlo, notando una leve sonrisa en su rostro: era un chico de su edad aproximadamente, alto, de contextura musculosa, de cabello desordenado oscuro y ojos marrones oscuro. Ochaco negó con su cabeza, desviando su vista hacia su cerveza.
—Gracias, uh...
—Uraraka Ochaco —contestó, dándole una rápida mirada.
—Shindou You —se presentó extendiendo su mano, aunque ella no le respondió de la misma forma. Bajó su mano despacio, apoyándola sobre la barra y acercándose un poco más a ella—. ¿Te puedo invitar la otra?
Preguntó, apuntando a su vaso a medio beber. Ochaco dio un vistazo rápido hacia la mesa donde su amiga estaba cómodamente charlando, y al darse cuenta que ella no la necesitaría, suspiró.
Bien, quizás hacer vida social le serviría un poco.
—De acuerdo —sonrió un poco más amable.
—Genial —la sonrisa que Shindou le dio parecía genuina.
Y a decir verdad, no parecía una mala compañía.
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Nota de Autora: Algo tardecito, pero actualización al fin!
Les comento: He tenido unas semanas de locura. Estuve sin trabajo, encontré otro, estoy en training y es horrible, jajaja. Llevo una semana y quiero renunciar (¿?) el tema es que el horario que tengo me limita muuucho más, sin embargo, intentaré mantener actualizaciones tan seguidas como sea posible.
Dicho eso, prosigo, jajaja: Ahora conocimos un poco más sobre los Kirishima ☹ sé que son temas delicados, pero no ajenos, por eso quise incluirlo. Y apareció otro personaje :x ¿creen que traerá problemas? Jajajaja.
Muchas gracias por su apoyo, amor y paciencia.
Les quiero mucho! 💖💖💖💖💖
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