Capítulo 7


—Necesito un favor, Midoriya —fue lo primero que le dijo cuando descolgó su teléfono al oírlo en su mesita de noche.

—Uraraka, son las dos de la mañana. Debo estar en la oficina en unas horas, ¿qué es tan urgente que me llamas a esta hora?

—Metí la pata y necesito de tu ayuda.

—No defiendo casos de homicidio.

—¿Qué? ¡No! No es eso. Por Dios, ¿en serio me ves como ese tipo de chica?

—Meh, cumples con un perfil: eres una chica dulce, amable, no te niegas a nada. Quizás, en el fondo escondes el oscuro secreto del asesinato de tu vecino baterista que no te dejaba dormir.

—Deberías dejar de ver el canal de investigación —suspiró—. En fin, no es eso. Es Kenta. Digamos que la cagué al prometerle que podría estar con el señor Bakugo también hoy.

Midoriya suspiró, llevando sus dedos al puente de su nariz.

—¿Y qué tengo que ver yo? —preguntó, aunque ya tanteaba el camino hacia donde iba todo.

—Averíguame su agenda. Pregúntale, ustedes son cercanos. Y me dices de algún espacio libre y llevo al jefecito.

—Uraraka, tú mejor que nadie sabe que el control de su agenda está a cargo de su asistente.

—Entonces en un momento en el que él no esté, revísala. Vamos, me ayudas y te ayudo... Ya sabes, con cierto asistente que vimos...

Midoriya sintió el calor subir a su rostro inmediatamente.

—Que no me gustó, ya te dije —murmuró, como si estuviera con alguien más que podría oír aquello—. Y no voy a robar un cuaderno o algo para darte esa información. Pregúntale directamente a Kacchan cuando lo veas en la mañana, es más sencillo.

Se produjo un breve silencio del otro lado. Izuku apartó su celular para ver si no se había cortado la llamada o algo.

—Me da miedo —la escuchó murmurar, cual niña pequeña—. Ayúdame, Midoriya. No por mí, sino por... por Kenta. Sí, el pobrecito de verdad, de verdad, de verdad quiere ver a su padre mañana. Lo hubieras visto, sus ojitos llenos de ilusión, y-

—Basta —la interrumpió, soltando un sonoro suspiro—. Bien. Averiguaré y te aviso. Y deja de usar la manipulación emocional. Es trampa.

Ochaco rio, le agradeció al menos unas diez veces y cortaron.

Cuando llegó a la oficina esa mañana, Midoriya miró su reloj en su muñeca, frunció los labios y suspiró. Comenzaba a dudar realmente de ayudar a la chica, pero ya se lo había prometido.

Y no, no tenía absolutamente nada que ver el asunto que Ochaco le prometió averiguar sobre "Shoto" para él. No, no, no.

Izuku solo estaba siendo un buen amigo, tanto para Ochaco como para Kacchan, porque también veía lo complicado que a veces se le tornaba al rubio estar más tiempo con su retoño.

Sí, solo eso.

Apenas puso un pie fuera del elevador, notó la figura de Bakugo acercarse hacia él, venía con unas cuantas carpetas bajo el brazo y por su paso, claramente iba apurado. Pero al ver al abogado frente a él, frunció su ceño extrañado.

—¿Qué haces aquí, Deku? No te cité hoy.

—Uh... ¿No? —dudó—. ¿Estás seguro, Kacchan? P-Podríamos verlo en tu agenda, así nos cercioramos y-

—Tengo una junta importante, Deku, no me jodas. Hazte a un lado.

Quiso hacerse a un lado para entrar al ascensor, pero Izuku le cerró el paso. Katsuki gruñó por lo bajo, mirando su reloj y comenzando a enfadarse.

—Deku, te lo advierto...

—Dos minutos. Quizás menos —se apresuró a contestar—. E-Es ir, revisar, asegurarnos más que nada y ya.

Katsuki claramente ya no tenía paciencia ni tiempo para lo que sea que su estúpido abogado quisiera hablar.

—Si tanta urgencia tienes, ve a revisarlo tú con ese asistonto que tengo ahí —apuntó al final del corredor, al escritorio de Todoroki—. No me molestes y largo.

Midoriya esta vez no pudo detenerle y tampoco tenía ya ánimos para siquiera intentarlo. Simplemente suspiró resignado, dispuesto a marcharse para darle a Ochaco las malas nuevas, quizás deslizando la carta de "eso te pasa por prometer cosas de la nada", cuando sintió un leve toque en su hombro.

—¿Necesitas esto?

El asistente de Bakugo sostenía frente a él la dichosa agenda, extendiéndosela con ese ya conocido rostro neutral. A Midoriya le tomó un par de segundos en reaccionar, tomando la libreta con sus manos algo temblorosas.

—S-Sí, gracias.

Todoroki asintió una vez, una muy pequeña sonrisa apareció en sus labios. Volvió a su puesto, enfocando su vista en el monitor frente a él, tecleando unas cosas hábilmente, e Izuku se sentía incapaz de apartar su vista de él. Parecía casi ver sus movimientos en cámara lenta, la forma en como sus dedos se movían entre las teclas, como la ligera brisa del aire acondicionado movía unos pocos mechones de su cabello...

Vio que Shoto alzó su vista hacia él, seguramente dándose cuenta de que el abogado no le quitaba la mirada de encima. Sintió la sangre subir de golpe a su rostro, así que solo atinó a darse la vuelta y caminar hacia el elevador, esperando salir rápido de ahí.

—Oye —la llamó e Izuku se detuvo de golpe—. Eso debe quedarse aquí.

—Oh, claro —soltó una carcajada nerviosa, acercándose a paso lento y torpe hacia el escritorio del muchacho.

Una vez que estuvo frente a él, pudo apreciar de mejor manera sus facciones: parecía un maldito ángel caído del cielo, esos ojos heterocromáticos afilados, sus labios finos, parte de su cabello trataba de ocultar lo que parecía una cicatriz, sin embargo, eso no le restaba nada a su parecer.

—¿Quieres que te ayude? —preguntó, su vista iba del abogado a la agenda.

—No, no... Yo, eh, yo puedo... —carraspeó, abriendo la libreta y llegando a la fecha correspondiente. La leyó rápidamente, dándose cuenta que no había ningún espacio libre—. Demonios...

—¿Pasa algo? Si debes tratar algo urgente con Bakugo, puedo ver qué puedo hacer.

—No, descuida —contestó, dejando la agenda sobre el escritorio para que el muchacho evitara ver sus manos temblorosas—. Uh, gracias.

Deslizó la libreta hacia él, al mismo tiempo que Todoroki la tomaba, haciendo que sus dedos se rozaran unas milésimas de segundo, pero tiempo suficiente para que Izuku sintiera su rostro enrojecerse violentamente. Queriendo evitarse más vergüenza, solo volteó y salió rápido de ahí.

Ochaco le debía una más que grande.


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Uraraka suspiró frustrada viendo el mensaje que había recibido de Izuku.

"Está a full el día de hoy. Ni tiempo para comer. Lo siento."

Claro que estaría ocupado. Postponer juntas de un día equivalía a que el siguiente sería horriblemente agitado, ella estuvo en esa situación incontables veces. Se había precipitado en prometerle a Kenta ver a su padre como el día anterior y ahora debía solucionarlo.

Tenía algo a favor: era día de tutoría, así que al menos estaría ocupado hasta las tres. Kirishima se había retrasado con la comida (era el día que le tocaba llevar) por lo que iría a casa después de sus lecciones y quizás podría lograr entretenerlo hasta la hora de la salida de su jefe. Era un buen plan, el niño se distraería y olvidaría esa promesa.

Llegadas las tres, Yaomomo se despidió de ambos y se fue, justo en el momento que Kirishima llegaba con un par de bolsas en sus manos. Ochaco sonrió confiada, el plan iba a la perfección...

—¡Tío Kiri! —Kenta se lanzó a recibirlo con un abrazo y una adorable sonrisa—. ¿Qué hay hoy?

—Lo siento, amigo —el pelirrojo sonrió algo apenado—. No tuve tiempo de hacer más elaborado. Te traje hamburguesas esta vez.

—¿Son las que hace mi tía Mina? —cuestionó mirándolo algo dubitativo.

—¡Puedes apostarlo! —sonrió, desordenando el cabello del menor—. Las hizo especialmente para su sobrino favorito, así que aquí tienes.

Le extendió una de las bolsas y no titubeó en tomarla e ir a la cocina. Ochaco se le acercó para saludarlo y agradecerle, además de preguntarle si podría quedarse un poco más de tiempo.

—Debo irme volando —fue la respuesta del hombre. Ochaco sintió su buen humor desvanecerse—. Lo siento, me encantaría estar con Kenta un rato, pero tengo unos pendientes urgentes que atender.

La decepción era evidente en el rostro de la castaña. Eijiro se disculpó una vez más, le entregó la otra bolsa y se despidió para retirarse rápidamente.

Su improvisado plan no resultó. Y probablemente Kenta la odiaría.

Volvió a la cocina donde el pequeño ya iba por la mitad de su hamburguesa, sentándose a su lado para acompañarle.

—¡Mmm! Tía Mina hace las mejores hamburguesas del mundo —comentó, dando otro pequeño mordisco—. A papá le gustan, aunque no se lo dice. ¡Ya sé! ¡Llevémosle una! Se pondrá feliz.

Ochaco se mantuvo en silencio, su mente procesando como le diría que no podría ser posible y esperando que su corazoncito no se rompiera. Kenta, por otro lado, parecía demasiado entusiasmado y eso le dificultaba aún más la tarea a la chica.

—¿Ya casi nos vamos? —preguntó, mirándola expectante.

Ochaco pasó saliva nerviosa, y llevando su mano a su cabello, negó despacio.

—Lo siento mucho, Kenta. Pero-

—Lo prometiste.

El semblante del menor había cambiado completamente. Su adorable y esperanzada sonrisa cambió por una mueca de decepción y enojo. Sus oscuras cejas casi parecían tocarse debido a lo fruncido que estaba su ceño, y la mirada que le daba... Uraraka agradecía que las miradas no mataran, porque ella ya estaría bajo tres metros al menos.

—Lo sé, y de verdad lo lamento —habló de inmediato—. Lo intenté, pero tu padre está realmente ocupado hoy. Su trabajo demanda mucho, y hoy es uno de esos días.

—Pero lo prometiste —repitió, dejando su comida de lado—. Mamá dice que las promesas se cumplen, que quienes las rompen no son buenas personas.

—Kenta...

—¡Eres mala! ¡No te quiero ver más! —exclamó antes de subir corriendo y cerrar de golpe su puerta.

Ochaco suspiró derrotada. Kenta estaba enfadado con ella y estaba en todo su derecho, si de partida fue su culpa por no cumplir con su palabra. Sin embargo, escucharlo decir aquello último le rompió el corazón por completo, y temía que el pequeño nunca más volviera a confiar en ella.

Y además, debería explicarle a su jefe porqué su hijo estaba con un humor de los mil demonios, y probablemente eso también llevaría que Bakugo se enfadara con ella.


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Katsuki bostezó en cuanto detuvo su vehículo fuera de su estacionamiento. Un día de reuniones de acá para allá, presentaciones, llamadas de último minuto, su patético intento de asistente equivocándose en cosas tan simples que le hacían perder aún más tiempo... Al menos ya estaba en casa.

Y era viernes, por lo que al otro día no tendría que ir a esa oficina y podría intentar desconectarse al menos un par de días.

Solo necesitaba comer algo, darse una ducha y-

—¡De verdad lo lamento mucho, señor Bakugo!

Y no esperar encontrarse a la niñera de su hijo pidiéndole disculpas de entrada. Ochaco se veía realmente afectada, como si algo realmente malo hubiese sucedido. Y el hecho de que estuviera inclinada, disculpándose y que Kenta no estuviera a primera vista, lo alertó de inmediato.

—¿Dónde está Kenta?

—En su cuarto, pero-

No alcanzó a terminar cuando Katsuki subió en un dos por tres hacia el dormitorio de su hijo, entrando sin siquiera golpear. Buscó con la vista a su hijo, ubicándolo de inmediato en su escritorio, un par de hojas desparramadas y sus lápices alrededor. Kenta le miraba algo sorprendido por la intrusión imprevista.

—Papá...

—¿Estás bien? —se acercó a él raudo, tomando su rostro entre sus manos para revisarlo—. ¿Pasó algo?

—¿Huh? —el menor inquirió sin entender.

—Pensé que algo te había pasado, campeón —suspiró aliviado al no notar nada—. Apenas llego y tu niñera me pide disculpas, da para creerlo.

Ante la mención de la muchacha, Kenta arrugó su nariz con desagrado, mostrándose totalmente molesto nuevamente. Katsuki pareció inquietarse un poco ante ese cambio de humor.

—Ella no es buena persona —murmuró, volviendo a sus dibujos.

Antes de que pudiera preguntar a qué se refería, volteó para ver a la chica de pie en la puerta del cuarto de su hijo, mostrándose arrepentida. Sus alarmas internas volvieron a activarse, y su rostro lo reflejó claramente: una mueca de enfado y disgusto total.

—Espera aquí —le indicó a su hijo, saliendo del dormitorio e indicándole a Ochaco que lo acompañara a la sala. Una vez ahí, la chica se mantenía cabizbaja, sin decir nada, incrementando el enojo de Bakugo—. Tienes tres malditos segundos para decirme qué mierda quiso decir mi hijo con que no eres buena persona.

—Yo...

—Tiempo —interrumpió, entrecerrando sus ojos y cruzándose de brazos—. ¡¿Qué mierda pasó, Uraraka?! ¡Apenas llego a casa, me recibes con una puta disculpa y Kenta no está bien! ¡Te juro que si hiciste algo, te voy a perseguir hasta al mismísimo infierno, Cara Redonda!

Ochaco cerró sus ojos con fuerza, nunca había oído a su jefe así de exaltado. O sea, sí, pero en situaciones distintas y donde claramente ella no era la culpable.

—Kenta está enojado porque... porque le prometí llevarlo con usted como ayer. Y, um, le pedí a Midoriya avisarme si tenía algún espacio, y me dijo que no, así que no cumplí y... umm, Kenta me dijo que era una mala persona por haber roto una promesa y no me habla desde entonces. De verdad, de verdad que lo lamento, señor Bakugo.

Al terminar su explicación, mantuvo su vista hacia el suelo, sin querer enfrentar la mirada de su jefe. Sin embargo, éste se había mantenido totalmente callado, y eso ya era algo inquietante. Despacio, alzó su mirada, notando a su jefe con una expresión de total confusión en ese momento.

—¿Señor Bakugo?

—Deja ver si entendí: Mi hijo está enojado, hizo una jodida rabieta porque tú, sin meditar un poco antes, le prometiste que lo llevarías a mi oficina hoy. Y además de eso, mandaste al inútil de Deku a revisar mi agenda para ver si había un espacio libre, porque asumo que tu cerebro hizo ese pequeño 'click' después, ¿no?

La chica asintió despacio.

—Ustedes van a ser la causa de mi maldito infarto —suspiró, llevando una mano a su rostro.

Uraraka parpadeó un par de veces. Realmente esperaba más gritos y que la echara a patadas de la casa junto con su carta de despido.

—No... ¿No está enojado?

Bakugo la miró enarcando una ceja.

—¡Claro que estoy enojado! ¡Pensé que algo grave había pasado! ¡Mi presión debe estar por las nubes en este rato y solo era un malentendido de mierda! —cerró sus ojos, respirando profundo como le enseñó su terapeuta una vez—. Voy a hablar con Kenta y terminar este berrinche. Vete a casa y... No sé, ¿piensa en lo que hicis-? No, a la mierda, vete a casa y te veo el lunes.

La mirada de Ochaco se iluminó con una leve esperanza.

—¿No me va a despedir?

—Ganas no me faltan —contestó, encaminándose hacia la escalera—. Solo que... Que sea primera y última vez, ¿sí? Ahora debo yo arreglar tu maldito problema.

Uraraka observó a su jefe subir las escaleras refunfuñando y reclamando en voz baja, hasta entrar al cuarto de Kenta y cerrar la puerta tras de sí. Suspiró algo más tranquila, aunque aún seguía sintiéndose culpable.

Bueno, al menos tenía el fin de semana para relajarse y tratar de desconectarse de tanto drama infantil.







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Hello! Reportándome con un nuevo capítulo! Me hizo gracia escribirlo realmente. Escribir esta historia es mi relajante, jajaja.

Muuuuuchas gracias por su apoyo en 'Bajo Los Focos'. No esperé que esa historia gustara tanto, jaja, y espero que ésta logre lo mismo. Con respecto a 'My Faith', la voy a continuar, peeero tengo un "ritual" para escribirla y entre el final de BLF y ésta, pues... no me ha dado(?) jajaja.

Cuídense mucho! Los TKM como dice la chaviza(?)

 Nos leemos prontito 💖💖💖💖

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