Capítulo 2


Ochaco hacía sonar sus nudillos mientras esperaba fuera del dojo con Midoriya a su lado. El joven abogado notó los nervios de la muchacha, por lo que colocó una mano sobre su hombro y le dedicó una amable sonrisa.

—Estarás bien, Uraraka.

—¿Y si no le agrado? ¿Y si me patea las piernas? Por Dios, ¡¿y si le dice a su padre que lo traté mal?!

Izuku se percató que la chica comenzaba a hiperventilar, por lo que se plantó frente a ella y la miró con determinación.

—No pierdas la calma, Uraraka. Te irá bien. Kenta es un buen niño, no diría algo así.

La castaña suspiró, tratando de relajarse un poco.

—Tú conoces a Kenta, ¿no? —el chico asintió—. ¿Qué le gusta? ¿Qué no le gusta? ¿Come dulces?

—Debes tener en cuenta que es bastante parecido a Kacchan. No solo físicamente, sino que también en su personalidad.

La chica hizo un puchero.

—Estoy frita.

Izuku no pudo evitar dejar escapar una risita que llamó la atención de la chica inmediatamente. Ochaco enarcó una ceja, mirándolo con duda.

—No te rías de mis desgracias, Midoriya.

—No es eso —contestó, manteniendo una divertida sonrisa en su rostro—. Solo parece que te estás sobre preocupando. Kenta es un niño como cualquier otro, se caerán bien.

Antes de que Uraraka pudiera continuar dando razones para contrariar al abogado, la puerta del dojo se abrió de par en par, un pequeño mar de niños saliendo a la vez que se despedían animadamente de su sensei. Izuku ladeó su cabeza a un lado, indicando que aquel último niño que salía era Bakugo Kenta, y a decir verdad, ¿cómo no reconocerlo? Ojos verdes oscuros afilados, cabello rebelde en punta del mismo color, la seriedad reflejada en su rostro y ese ceño fruncido que la hizo recordar la severa mirada que su jefe le daba cuando se equivocaba en algo... Claramente era hijo de su padre.

El pequeño se acercó a paso lento hacia ellos, mirando con desconfianza a la muchacha antes de dirigirse al hombre a su lado.

—¿Y esta?

Ochaco pensaba si sería muy tarde para retractarse.

—Kenta, ella es Uraraka Ochaco —indicó Midoriya—. Será tu nueva niñera.

El menor pareció fruncir más su ceño.

—¿Y papá? Pensé que él vendría a recogerme.

Ochaco notó la hostilidad del joven hacia ella. Claramente Bakugo no había conversado con él sobre una nueva cuidadora, y al parecer el pequeño ya se había acostumbrado a la constante presencia de su padre alrededor. Suspiró y se agachó un poco para quedar a la altura de Kenta, quien retrocedió un paso automáticamente.

—Tu padre está con bastante trabajo, por eso me pidió a mí que te cuidara. Pero estará contigo en unas horas y podrán jugar, y hacer sus tareas y-

—Tú que sabes, vieja.

¡¿Vieja?! Definitivamente presentaría su carta de renuncia antes de lo planeado.

—Mi nombre es Ochaco. Puedes llamarme así si mi apellido te complica. Pero no me digas de esa otra forma, es irrespetuoso.

El joven Bakugo arrugó su nariz con desagrado, comenzando a avanzar al auto y subirse en el asiento trasero.

—Ya vámonos.

Tanto Midoriya como Ochaco se dedicaron una mirada antes de seguir al menor y partir hacia la casa. Sería un largo día.

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.

A Uraraka le sorprendió que la casa de su jefe no fuera precisamente una mansión. Sí, era una casa bastante acomodada, pero no tan grande como uno esperaría que fuera de acuerdo a su estatus. Ubicada en un tranquilo barrio, la morada constaba de dos pisos: en el primero estaban la cocina, comedor, sala de estar, de estudios y un baño de visitas, y en el segundo tres cuartos: el principal, el de Kenta y uno de visitas, más un baño principal.

Ochaco se quedó de pie en la entrada mientras miraba a su alrededor: tenía una decoración bastante recatada, no algo ostentoso, muebles de calidad todos a juego, un librero que ya estaba en su capacidad total y una pecera. Kenta prácticamente corrió hacia la última, apoyando su nariz contra el vidrio y golpeando despacio con su dedo índice.

—Ya llegué, chicos.

—Kenta, los vas a asustar.

Uraraka alzó la vista hacia la femenina voz que llamaba la atención del menor: una mujer de unos treinta, tal vez menos, cabello negro atado en una coleta alta, su piel blanca y ojos oscuros. Miró a la chica y le sonrió amablemente.

—Tú debes ser la nueva cuidadora. Soy Yaoyorozu Momo, la tutora de Kenta.

—Así es, ella es Uraraka Ochaco —rápidamente Izuku habló por ella—. Yaomomo, por favor, te encargo que le expliques el itinerario y las reglas. Debo irme, Kacchan está comenzando a llamarme.

—Descuida, Midoriya. Yo me encargo ahora.

El de pecas sonrió, despidiéndose con un leve asentimiento de cabeza y saliendo raudo de ahí. Una vez los tres solos, Ochaco suspiró aún con los nervios a flor de piel.

—Te ves tensa —acotó Yaoyorozu—. Tranquila. Kenta... —el mencionado seguía pegado a su pecera— ve cambiarte y trae tu libro. Hoy seguiremos con la lección anterior.

Soltando un bajo 'tch' obedeció, subiendo a pasos pesados la escalera y cerrando la puerta de su cuarto con fuerza. Ochaco se sobresaltó, mientras que la mujer frente a ella solo cerró sus ojos y negó levemente con la cabeza.

—Ese niño... —suspiró—. En fin, en lo que él se alista, te mostraré alrededor y te explicaré algunas cosas.

Yaoyorozu comenzó a avanzar hacia la cocina, cosa que Uraraka le siguió casi de inmediato.

—Por lo general, Kenta pasa mucho tiempo ya sea aquí, en el estudio o su cuarto. Suele almorzar a la una de tarde, toma una merienda a las tres y luego cena con el señor Bakugo a las seis. Si por A, B, o C motivo su padre no alcanza a estar a esa hora, debes cenar con él. No le gusta comer solo, a decir verdad —se detuvo frente a la isla que la cocina tenía, apoyando sus manos y extendiendo sus brazos un poco—. No puede llevar comida a su cuarto. Órdenes del señor. Tiene sesión de estudios conmigo hasta unos diez minutos antes de su almuerzo y luego continuamos hasta su merienda. Puedes acompañarnos, no suele distraerse, pero sí, nada de interrupciones. Yo me retiro a las tres, y él ya queda totalmente a tu cargo.

La castaña parpadeó un par de veces.

—O sea, ¿tú eres como una ama de llaves?

Momo frunció sus labios algo dudosa.

—No realmente. Solo le ayudo a estudiar. Admito que tuve que tomar otras responsabilidades cuando la señora se fue, pero ahora que estás tú, puedo desligarme de ello.

—Ya veo —murmuró—. Oh, dijiste que eras su tutora, ¿él no va a la escuela?

Yaomomo se mantuvo en silencio unos segundos. Parece que la pregunta de Ochaco la pilló desprevenida.

—Kenta es un niño bastante inteligente, pero suele tener problemas en la escuela. Así que lo que resta de este año tiene lecciones en casa conmigo, y esperamos que el próximo pueda retomar con normalidad.

Uraraka asintió despacio, aunque aun algo extrañada. Consideraba que debido al nivel socioeconómico de su jefe, éste lo tendría en el mejor colegio del país, pero al parecer no, y honestamente, algo le decía que no se inmiscuyera más allá.

Yaomomo volvió a retomar sus explicaciones: como cuidadora de Kenta, podía acceder a todos lados de la casa, exceptuando obviamente el cuarto principal, si necesitaba algo podía llamar a Kirishima Eijiro, un muy confiable amigo de la familia. Le indicó que podía salir con Kenta a un parque si así el menor se lo pidiera, pero eso era algo que rara vez pasaba. Supo también que Momo solo iba tres veces a la semana a hacerle clases al pequeño, por eso la urgencia de encontrar una cuidadora rápido, ya que a la chica se le estaba complicando ir todos los días.

Ochaco tomó nota mental de todas y cada una de las cosas que le indicaba, a medida que le iba mostrando la casa. Cuando llegaron a la sala de estudio, el joven Bakugo ya estaba así, su libro abierto en donde habían quedado, de brazos cruzados y ceño fruncido.

—Al fin —musitó, rodando sus ojos.

—Modales, Kenta —indicó la mayor, tomando asiento frente al mencionado. Miró a Ochaco, quien se mantuvo en la puerta—. Adelante, Uraraka. Acompáñanos por favor.

Cuando la castaña comenzaba a avanzar, notó la seria mirada del niño sobre ella.

—No.

Hubo un silencio algo tenso. El Bakugo menor enfocó su vista en su libro luego de negarle la entrada a su cuidadora, quien se mantuvo quieta en su lugar. Yaomomo parecía insistir con la mirada, pero no resultó, por lo que Ochaco simplemente suspiró y salió de ahí, dirigiéndose a la cocina.

Tomó asiento en la isla, pensando que hacer. Aún podía salir de ahí, ir a la oficina y gritarle a su jefe que se fuera al diablo, que ella no haría eso. Pero se lo había puesto como un desafío personal, y si algo en lo que ella se caracterizaba, era en no echarse atrás en sus decisiones.

Lo lograría. Sepa Dios como, pero lo haría.

Sin darse cuenta, alguien pareció plantarse frente a ella. Un hombre alto, de cabello rojo algo largo al punto de tenerlo recogido en una semicoleta, ojos del mismo color y una curiosa, pero a la vez confiable mirada puesta sobre ella. En sus manos, llevaba unas bolsas de papel que dejó sobre la mesa frente a ella.

—Tú debes ser la nueva —fue el particular saludo—. ¿O no? Si me equivoco, me veré en la obligación de tener que sacarte no de muy buena manera de aquí.

Ochaco pestañeó un par de veces.

—Soy la cuidadora nueva, sí —respondió titubeante—. ¿Y tú eres...?

El hombre sonrió ya más tranquilo, mostrando unos dientes algo afilados.

—¡Que bien! Soy Kirishima Eijiro, amigo de los gruñones de esta casa y quien-

—¡Tío Kiri! —la voz del pequeño interrumpió la presentación. Se acercó raudo a él, dando pequeños saltos y una sonrisa en su rostro. Por primera vez, para Ochaco le pareció que actuaba como un niño de su edad—. ¿Qué me trajiste? ¿Qué me trajiste?

Kirishima rio, desordenando el cabello del menor.

—Hoy toca Yakitori con un poco de arroz —Kenta frunció el ceño—. La salsa ya viene en el yakitori, no pongas esa cara.

Kenta volvió a sonreír, extendiendo sus brazos hacia la bolsa que Eijiro traía. Ochaco observó todo atenta, confundida a más no poder, siendo Yaomomo su salvadora cuando llegó a su lado.

—Él es Kirishima. Te hablé de él, ¿recuerdas? —la castaña asintió—. Conoce a los Bakugo hace años, y por lo mismo, es el padrino de Kenta. Él y su esposa tienen una pequeña cadena de restaurantes, así que se ofrece a traer el almuerzo de Kenta día por medio.

Ochaco frunció el ceño dudosa ante algo que ella había mencionado.

—Si viene día por medio, entonces...

—Los otros días deberás encargarte tú de ello —Yaoyorozu respondió, mordiendo un poco su labio inferior—. Descuida, sé que por aquí mantienen un libro con las recetas preferidas de Kenta, creo que podrás con ello.

"Bien", pensó, "solo una semana. Hablaré con Tsu, quizás ella quiera tomar este trabajo, yo regreso al mío y esto nunca sucedió."

Así como veía el panorama, no resistiría más de ese tiempo.






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Nota de autora: Volví de mi viajecito! Así que ahora con las pilas puestas para retomar todas mis historias 🥰

Ahora conocimos a Kenta al fin! Y a los adultos que ayudan a su alrededor. 

Qué les parece hasta ahora? Espero que les guste!

Muchas gracias por su apoyo, mil, diez y cien mil veces lo repetiré porque al final, esto es por y para ustedes uwu 💖

Nos leemos pronto!

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