Capítulo 16
La celebración parecía ir viento en popa. Los niños seguían jugando alegremente en el patio, algunos adultos los vigilaban, mientras que otros seguían en la cocina comiendo de los bocadillos y charlando entre ellos.
Realmente todo parecía casi perfecto... excepto por el hecho de que la castaña niñera no podía dejar de sentirse observada, y a la vez, aquello la incomodaba y no la dejaba concentrarse del todo en lo que Kenta le decía.
Hubo un momento en el que Kenta fue por el teléfono de su padre, ya que él le estaba avisando que su madre le llamaba. Ochaco aprovechó entonces de soltar un largo suspiro, apoyándose en la pared del jardín y evitando mirar a toda costa hacia donde estaban los adultos charlando alegremente. Podía sentir esa rojiza mirada sobre ella, y definitivamente no estaba cómoda con ello.
—Ten —sintió sobre su brazo algo frío, y alzó la mirada hacia Mina, quien le llevaba un poco de refresco. La castaña fingió una sonrisa aceptando el vaso—. ¿Disfrutando la fiesta?
—Sí, bastante —respondió deprisa, bebiendo un poco sin mirar a la mujer a los ojos—. Es una bonita fiesta.
—Excepto por la mamá de Kats, ¿no? —inquirió directamente, enarcando una ceja. Ochaco se atoró un poco con su bebida al oírla—. Tranquila, se le quitará en un minuto... —entrecerró sus ojos levemente hacia la matriarca—. O tal vez dos.
Ochaco suspiró frustrada, mirando a Mina de la misma manera.
—Ni siquiera le dirigí la palabra. ¿Acaso el señor Bakugo le habrá dicho de los malos entendidos que tuvimos con Kenta?
—No creo que sea eso, cariño —la mujer colocó una mano sobre su espalda, palmeándola despacio—. Es solo que... Bueno, para todos ha sido algo complicado lo del divorcio, incluso para sus padres.
—Pero, aún así, ¿qué tengo que ver en eso? Solo soy la niñera de Kenta.
Antes de que Mina pudiera formular alguna respuesta que pudiera tranquilizarla, Kenta llegó corriendo hacia Ochaco, y tomando su mano la llevó hacia donde estaba jugando con sus primos para mostrarle algo que habían inventado. La señora Kirishima suspiró y esbozó una leve sonrisa, mirando hacia donde se habían marchado, pero esa expresión duró poco al notar que Mitsuki hacia un gesto de hastío, entrando a la cocina.
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—Cambia la cara, bruja —murmuró Katsuki mientras ponía bocadillos en una bandeja.
—No sé de que me hablas —la mujer se detuvo frente a la nevera a sacar un poco de jugo.
Bakugo bufó, volteando a ver a su madre con su característico ceño fruncido.
—Es el cumpleaños de tu nieto. Deberías intentar simular que disfrutas la fiesta un poco más o Kenta se dará cuenta.
La mayor negó rodando sus ojos y soltando un sonoro suspiro cansino.
—Claro que estoy disfrutando la fiesta de mi nieto, Katsuki. Me encanta el ambiente familiar que hay... O que debería haber, si estuvieran todos y no sobraran algunos.
Katsuki cerró sus ojos unos segundos e inspiró profundo, reprimiendo toda gana que tenía de ponerse al tú a tú con su propia madre.
Ella y sus malditos... comentarios. Ya sabía a lo que se refería.
—Setsuna ni siquiera está en el mismo país.
—Eso ya lo sé.
—Entonces actúa como si así fuera, bruja —respondió ya hastiado—. Has estado toda la jodida tarde mirando mal a medio mundo y nadie tiene la culpa de que ella no esté. Fue su decisión y punto.
—Decisión que tal vez ella ni siquiera habría considerado si hubieses puesto un poco más de tu parte en arreglar su matrimonio, Katsuki —sí, exactamente aquello era lo que él pensaba que se refería.
—No te metas en esos asuntos, ¿quieres? —le dio una fría mirada—. ¿Por qué mierda estás de su parte, si tu maldito hijo soy yo? ¿Qué cuento te ha estado llevando, ah? Me has tratado como el maldito villano de la historia desde que supieron lo de la separación, y en el último tiempo has estado insoportable al respecto.
Mitsuki se mantuvo unos segundos en silencio, mirando a su hijo bastante seria. Parecía una competencia de quien mantenía la expresión más desafiante entre ellos, una batalla de orgullos que siempre había hecho chocar a madre e hijo.
—Solo me preocupo por mi nieto, Katsuki. No quiero que Kenta piense que va a estar solito o algo así.
Bakugo miró a su madre casi incrédulo. Es que ni ella debía de creerse semejante estupidez. Claramente era una patética excusa para justificar su comportamiento y preferencia hacia su exnuera.
—Qué mierda hablas... ¿No ves el jodido patio lleno? Kenta no está solo, hoy está su familia y te aseguro que su madre no tardará en llamar, si es lo que tanto te preocupa.
Quiso zanjar el tema al tomar la bandeja para llevarla al lugar de celebración, pero nuevamente un comentario hizo detenerle:
—No sabía que los empleados portaban el apellido.
Katsuki volteó a verla con su ceño fruncido, un gesto entre molestia y confusión.
—¿Qué quieres decir, bruja?
La mujer se encogió de hombros, dejando su vaso en el lavavajillas.
—Lo obvio, hijo. Dices que su familia está aquí, sin embargo, veo un rostro bastante... poco familiar. Y quien sí debería estar, quien sí es familia, no.
Bakugo cerró sus ojos y negó con su cabeza antes de dejar la bandeja sobre la mesa nuevamente. Se cruzó de brazos y le dio la mirada más seria que en su vida le había dado a su progenitora.
—No sé cuantas veces te lo tengo que repetir hasta que entre en esa jodida cabeza tuya: Setsuna se fue por su propia puta cuenta. Supéralo de una maldita vez, mujer. Y si tanto te importa el apellido de quienes están acá, te recuerdo que ella ya no es una Bakugo: lo dejó de ser el mismo puto día en que firmó los papeles de divorcio. Tu argumento simplemente es una mierda solo para tratar de ocultar tu resentimiento.
Claramente Mitsuki había sido pillada, pero no se rendiría tan fácil.
—Ese no es el punto, Katsuki —la mujer puso sus manos sobre sus caderas, tratando de mostrarse un poco más autoritaria.
—Entonces, ¡¿cuál mierda es?! ¿Qué es lo que tanto te molesta? ¿Qué Kenta no esté centrando su atención en la ausencia de su madre? ¿Acaso quieres ver a mi hijo afectado, preguntando donde está su mamá y cuando regresará a cada momento en su fiesta de cumpleaños? —la mirada de Katsuki se intensificó al punto de que pareciera que casi sacara llamas de ellos—. ¿Quieres darte un puto minuto, mirar hacia fuera y ver lo feliz que está?
Al decir aquello, apuntó con su mano hacia el patio, ambos mirando en el preciso momento en que Kenta reía feliz mientras le mostraba a Ochaco como debía ordenar un set de bowling que le habían regalado.
La castaña mantenía una contagiosa sonrisa mientras intencionalmente desordenaba todo y le pedía a Kenta que le explicara de nuevo, generando más risas entre los demás niños.
La escena era realmente agradable de apreciar; una complicidad que Katsuki ya estaba acostumbrado a ver y que secretamente disfrutaba y añoraba porque ver a su hijo así de feliz era algo impagable. Pero, lamentablemente, no todos parecían tener la misma opinión.
—Ella nunca va a reemplazar a Setsuna —la escuchó murmurar.
Bakugo volteó a verla sin mayor expresión en su rostro.
—Entonces ese es el problema, ¿verdad? —murmuró, sintiendo el enojo invadirlo nuevamente—. La niñera de Kenta.
El silencio de la mayor fue la respuesta. Katsuki suspiró, masajeando levemente sus sienes.
—Apenas la conocemos —dijo finalmente ella—. Y se toma atribuciones y-
—¡¿Cuáles?! ¡Ella solo hace su trabajo! ¡No pretende ser su mamá o algo así! ¡¿Qué demonios te pasa?! —definitivamente había perdido la poca paciencia—. Uraraka solo se preocupa de él como su niñera y su amiga. Le gusta verlo feliz, se ocupa de él y por eso yo puedo trabajar tranquilo. Si estás así porque hizo las malditas compras "sin tu consentimiento", déjame decirte lo mal que estás. Eso no significa que ella quiera imponerse... Solo lo hizo porque quiere a mi hijo y quiere verlo feliz en su jodido día, que, por cierto, ya me lo estás amargando bastante.
No esperó otra respuesta de su progenitora, simplemente volvió a tomar la bandeja y salir de ahí tan pronto como fuera posible. Pero sabía que eso no la iba a callar, y eso bastaba para mantener un nivel alto de estrés.
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—¡Mamá! ¡Mira, mira!
Kenta tenía el teléfono de su padre en mano, enseñando a través de la videollamada todo lo que pasaba en su fiesta, los regalos que había recibido a su madre. Setsuna se veía bastante feliz al ver a su retoño contento, escuchando lo que él le contaba sin interrumpirle.
En un rincón, en una mesa donde estaban los adultos, Katsuki le hablaba a su amigo de su discusión con su madre, aprovechando que la mencionada no estaba por ahí cerca y de que Mina mantenía entretenida a Ochaco junto con Yaomomo.
—La señora Mitsuki siempre ha sido algo... intensa —respondió Eijiro algo inseguro—. Piensa que tu divorcio es reciente y ella siempre ha querido mucho a Tokage.
—Gracias, capitán obvio.
—Pero —continuó—, si bien la entiendo, no comparto su opinión. Si tú quieres reiniciar tu vida, estás en todo tu derecho y-
—¿Cuándo mierda dije eso, Eijiro? —Katsuki le dedicó una mirada entre confusa y molesta—. Lávate esos oídos y deja de teñir tu cabello, está afectando a tu cerebro.
Kirishima soltó una carcajada negando con su cabeza.
—No lo dijiste, pero está implícito. ¿De verdad crees que tu mamá está así solo por Kenta? Claro que no, amigo —le miró enarcando una ceja—. A tu mamá no le agrada la idea de que alguien más entre a sus vidas y que no haya reconciliación con Setsuna.
El rubio sintió su ojo derecho temblar.
—¿De dónde sacaste eso?
—Mina me lo dijo —se encogió de hombros—. Tu mamá está furiosa porque nadie más es lo suficientemente buena para ti como tu exesposa, y cree que "encontraste" su reemplazo demasiado rápido. Aún mantiene la ilusión de que ustedes vuelvan y sean la familia "perfecta" que siempre han sido.
Bakugo apretó sus puños sobre la mesa, sintiendo como la sangre le hervía lentamente y las ganas de echar a patadas a su madre de su casa era lo que invadía su mente.
—Pero, como te dije —prosiguió el pelirrojo al ver a su amigo callado—, tú estás en todo tu derecho. Eso de "hay que dejar pasar el tiempo" es tan subjetivo, porque uno no manda cuando empieza a gustarte alguien.
—¿Gustar? ¿Cuánto tenemos, cinco? —le miró con desagrado—. Y ese no es el punto, Kirishima. De partida, no me gusta nadie. ¿Acaso esa bruja cree que tengo el tiempo para ello? Mi primera preocupación es Kenta, luego está mi trabajo, mis preocupaciones diarias y... Y siendo sincero, dudo que alguien pueda lidiar con eso. Setsuna no pudo, ¿por qué alguien más siquiera lo deba intentar?
Eijiro notó un cambio en su tono de voz: del enojo pareció pasar al cansancio... a la desilusión.
—Además —continuó el rubio—, es la jodida niñera de mi hijo. Es un maldito cliché.
Kirishima medio sonrió, colocando una mano sobre su hombro.
—El cliché funciona, amigo.
No pudieron seguir su conversación ya que Kenta llegó a su lado corriendo.
—Papá, ¿podemos ya partir el pastel? —preguntó con una sonrisa. En su mano sostenía con firmeza el teléfono y apuntaba la pantalla a su rostro para que su mamá continuara viéndolo—. Mi mamá dice que ya se hace tarde donde está.
—Y no puedo irme a dormir sin cantarle a mi niño precioso —agregó la mujer al otro lado de la línea.
Katsuki le dio una breve mirada a su amigo, asintiendo con su cabeza.
—Claro campeón. Tu tío Kirishima lo traerá. Ve a buscar a los demás.
Kenta asintió de inmediato y pasándole el móvil fue corriendo a reunir a sus invitados en lo que Eijiro se colocaba de pie para buscar el pastel. Técnicamente, Katsuki había quedado "solo" con su exmujer, produciéndose un silencio por unos segundos algo incómodo.
—¿Lo ha pasado bien?
—Bastante —respondió sin mirar directamente la pantalla—. No ha dejado de correr ni de jugar.
—Me alegra oír eso. ¿Fueron todos? Kenta solo se enfocó en mostrarme sus regalos, aunque oí la voz de mi suegra por ahí.
—Ex. Exsuegra —corrigió bastante serio—. Y sí, están todos. Contrario a lo de ayer, esto resultó mucho mejor.
—Es un alivio, odiaría saber que-
—¿Qué has estado hablando con la bruja de mi madre, Setsuna? —interrumpió, preguntando directamente y dando su vista hacia la imagen en pantalla. La mujer parpadeó algo confusa—. No te hagas, ¿quieres?
Setsuna suspiró, su expresión tornándose agotada.
—No es el momento, Katsuki. Es el cumpleaños de nuestro hijo.
—Entonces sí has estado hablando algo —murmuró molesto—. ¿Qué demonios, Sets? ¿Qué quieres? ¿Cuál es tu jodida manía?
—No es manía, no seas perseguido. Solo hablo con ella porque tenemos una buena relación. Ya sabes que es casi como una madre para mí también. Y, de verdad, no es el contexto para estar discutiendo eso, Katsuki. Mira a tu alrededor en donde estás.
Bakugo no pudo continuar ya que Eijiro ya había llegado con el pastel y los invitados comenzaron a reunirse alrededor de la mesa. Kenta se acercó a su padre, quien rápidamente cambió su expresión a una más tranquila y lo sentó sobre su regazo frente a su enorme pastel de chocolate, para luego posicionar el teléfono de modo que su exesposa pudiera visualizar todo.
—De acuerdo —comenzó Mina—, a la cuenta de tres. Uno, dos-
—¡Esperen! —dijo el festejado—. ¿Y Ochaco?
El pequeño Bakugo miraba a su alrededor buscando a su niñera, quien se hallaba algo escondida casi hacia atrás. Al ser nombrada, alzó su mano despacio, sonriendo algo nerviosa al sentir una dura mirada sobre ella.
—¡Ven! —la llamó agitando su mano.
Varias miradas se posaron sobre ella, y Katsuki pudo notar de reojo como Tokage endurecía su expresión al escuchar a su hijo.
La castaña suspiró antes de acercarse hacia el niño, llegando casi a su lado. Kenta, al darse cuenta de que aún seguía algo alejada, se soltó del abrazo de su padre, se acercó a ella y tomó su mano para acercarla hacia donde estaba, volviendo a subir a los brazos de Bakugo.
—Tienes que estar al lado mío. Eso hacen los amigos —murmuró. Volteó a ver a su tía Mina quien trataba de ocultar una sonrisa sin mucho éxito—. Ahora sí, tía.
La pelirrosada volvió a indicar cuando empezar a cantar, esta vez sin interrupciones.
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La fiesta finalizó poco después de eso, y ya casi todos se habían marchado. En casa solo quedaban el dueño, sus padres y Ochaco, quien comenzaba a recoger sus cosas de la sala para irse. Kenta había subido a su cuarto a ordenar sus nuevos regalos, por lo que estaba ajeno a lo que sucedía en esa cocina.
Gracias a Dios...
—¡Perfectamente pudo negarse! ¡Conocer su lugar!
La matriarca Bakugo estaba realmente molesta.
—¡Ella conoce su jodido lugar, bruja! ¡Y ese es donde sea que Kenta la necesite!
—Por favor, cálmense los dos —la voz de Masaru intentaba imponerse sin éxito—. Cariño, no tiene nada de malo que su niñera estuviera a su lado.
Ochaco no pudo evitar acercarse despacio hacia el umbral de la cocina; quería despedirse, pero era difícil entre tanta discusión familiar. Sabía que era algo que no le incumbía, pero al ser mencionada, no podía no oír lo que tuvieran que decir.
—Ay, por favor —la rubia bufó—. ¿Qué no lees entrelíneas, Masaru? Es tan obvio lo que pretende, que me sorprende lo estúpidamente ciegos que son al respecto.
—Uraraka no pretende nada más que cuidar de mi hijo, ¡¿cuántas veces debo repetírtelo, vieja?! ¡Deja de ver esos absurdos dramas baratos y compararlos con la vida real!
—Es una desconocida, Katsuki, es ajena a nuestro círculo.
Ochaco se acercó un poco más hacia la puerta, sorprendida de lo que hablaban y no en el grato sentido. Sin darse cuenta, perdió un poco el equilibrio al intentar acercarse más, provocando que llamara la atención de los Bakugo ahí.
El silencio era horrible.
—Y-Yo... Yo ya me voy. Q-Quería despedirme —murmuró, su vista hacia sus zapatos—. Gracias por i-invitarme. Um, lo veo el lunes, señor Bakugo.
Se giró para irse lo más rápido, siendo detenida por la voz de su jefe.
—Te llevo. Ya es tarde —su tono de voz era grave, enojado—. Papá, cuida de Kenta. Y tú —apuntó con su dedo a su madre, quien entrecerró sus ojos— quédate. Aún no hemos terminado.
Salió de la cocina rápidamente, acercándose a la puerta principal para tomar las llaves de su vehículo. Uraraka solo hizo una leve reverencia hacia los señores Bakugo y huyó de ahí a prisa, siguiendo a su jefe.
Aún lejos de los padres de Katsuki, la tensión se sentía con fuerza. Ochaco jugaba con sus manos sobre su regazo, mientras Katsuki se enfocaba en conducir son la vista enfrente, sin emitir palabra alguna.
Era obvio que el ir a dejarla era la excusa perfecta para alejarse de todo ese estrés.
—Fue una... linda fiesta —dijo ella, alzando efímeramente la vista hacia su jefe.
—Claro —respondió seco y sarcástico.
Ochaco carraspeó un poco, irguiéndose en su lugar.
—E-Escuché... Lo que dijo su madre —Katsuki le dio una rápida mirada con su ceño fruncido—. Lo siento. N-No era mi intensión.
Pasaron unos segundos hasta que el hombre suspiró, deteniéndose en un semáforo.
—No sé que le dio. Siempre ha sido una bruja de mierda, pero no suele ser así —respondió, sus manos apretando el volante—. No creas lo que dice. Está loca.
—Yo sé cual es mi lugar —murmuró, alzando su rostro y buscando de algún modo la mirada del rubio—. Es como usted dijo: donde sea que Kenta me necesite. Yo soy su niñera, su mejor amiga y su compañía diaria. No me iba a negar a estar a su lado en su momento feliz como cantar feliz cumpleaños, y mucho menos después de como estuvo ayer cuando sus amigos no llegaron.
—Lo sé. Lo sé —le dio un vistazo rápido—. Y lo agradezco. Pero hacerle entender eso a mi madre es... complicado. Es muy terca. Tiene metida la idea de que entre tú y yo pueda darse algo y-
Se silencio al darse cuenta que estaba hablando demás. El sonrojo en el rostro de la muchacha lo delataba.
—Y no es así —terminó en un murmullo.
Ella no dijo nada más en el resto del camino. Al cabo de unos minutos, Katsuki se estacionaba frente al apartamento de la castaña, tamborileando algo ansioso sus dedos sobre el volante.
—Gracias —musitó la chica, fingiendo una leve sonrisa.
—No es problema —dijo sin mirarla—. Uraraka...
La chica le miró antes de salir.
—Gracias. Por lo de ayer, por hoy... Y por sobretodo soportar lo que... Lo que oíste —suspiró—. Mira, entiendo si quieres reconsiderar este trabajo-
—Claro que no —la chica frunció levemente su ceño, girando un poco su cuerpo sobre el asiento para mirar a su jefe directamente, con determinación—. No voy a reconsiderar nada. Adoro a ese pequeño, y lo que su madre o el mismo Papa diga, no va a cambiar eso. Yo sé quien soy, lo que hago, y porqué lo hago.
Sin titubear ella acercó su mano hacia la de Katsuki, dándole un leve apretón.
—Usted confía en mí, ¿no?
Bakugo sintió perderse en esos achocolatados, grandes y bellos ojos.
—Sí...
—Eso es suficiente para mí —murmuró ella, esta vez una pequeña pero genuina sonrisa adornando su rostro.
Katsuki tomó la mano de la muchacha entre la suya, acariciando inconscientemente el dorso de ella, sin despegar su vista de la muchacha.
—Y para mí —casi susurró, pero fue lo preciso para que ella lo oyera.
Y fue como si el tiempo se detuviera. Como si ya nada más hubiese a su alrededor, como si toda esa tensión de hacía un rato nunca hubiese existido. Solo eran ellos, perdidos en los ojos del otro, ese tacto que les entregaba confianza y algo más que no podían descifrar.
Y era como si sus cuerpos se desconectaran de sus cerebros y siguieran su propio curso, pues sin notarlo, sus rostros se iban acercando, casi sintiendo las respiraciones del otro...
Ding, Ding
El sonido del teléfono de Katsuki rompió todo. Ella se alejó de inmediato, sintiendo su rostro hervir a más no poder. Bakugo sacó el móvil de su bolsillo, maldiciendo a quien quiera que haya osado interrumpir aquello que... Que pudo haber sido.
—Gracias por traerme. B-Buenas noches —se despidió rápido, bajándose a prisa y casi corriendo a la entrada.
Katsuki suspiró, respondió el mensaje y encendió el auto para volver a su casa, con su hijo... Y con la continuación de una jodida discusión.
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Nota de Autora: Gracias por la espera y la infinita paciencia. Espero les haya gustado ✨💖
Les adoro un montón.
Nos leemos pronto 💖
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