Capítulo 11
Suspiró mirándose al espejo, preguntándose como había llegado hasta ese momento. Observaba cada detalle del vestido que había elegido, uno en color crema con pequeñas flores naranjas, cuello redondo y que le llegaba hasta la rodilla, y si bien tanto ella como Tsuyu encontraban que esa prenda era maravillosa, en ese momento a ella no le convencía.
—¿Qué pasa, Ochaco?
La castaña volteó a ver a su amiga, quien estaba rodeada de demasiadas blusas, faldas y pantalones, producto de las horas que llevaban intentando escoger algo.
—No me gusta como se ve. No lo sé, no creo que sea lo que debo usar. Necesito algo más... simple.
—Se te ve bonito —puntualizó—. Como todo esto que ya te probaste.
Ochaco volvió a suspirar, rebuscando nuevamente esa montaña de ropa que había formado.
—No hay nada. No sé que hacer, Tsu.
La chica se mostró algo preocupada por su amiga. Colocándose de pie, fue hasta su lado para ayudarla a buscar algo que la hiciera sentir cómoda y que fuera lo suficientemente lindo según su criterio.
—¿Qué hay de esto? —le mostró una camiseta blanca simple con unos jeans ajustados y rasgados. Ochaco arrugó su nariz—. Es lo más simple que tienes, Ochaco.
—Lo sé, pero... Ugh, no lo sé.
Tsuyu miró a su amiga, esta vez más seria. Dejando las prendas sobre la cama, posó una mano sobre el hombro de la chica, quien la miró con un leve puchero.
—¿Te tiene nerviosa el hecho de que tu cita está por llegar y no "encuentras nada" o el hecho de que te sientes obligada a ir aunque no quieras?
La castaña le miró algo sorprendida, parpadeando un par de veces antes de desviar su vista hacia una blusa palorosa que había por ahí.
—No sé de qué hablas, Tsu. O sea, es obvio que me tiene ansiosa el que no sepa qué ponerme, yo jamás he dicho que estoy asistiendo a esta salida de forma involuntaria. Y es de amigos, no es una cita, muchas gracias.
La joven de cabello verdoso no pudo evitar soltar una pequeña carcajada al oírla explicarse tan rápidamente. Le quitó la blusa de sus manos y tomó su rostro de modo que la mirara a los ojos.
—Aún le puedes cancelar.
—No —negó, soltando un suspiro y sentándose a la orilla de la cama—. Shindou se veía tan, no sé, emocionado cuando me pidió que le acompañara, y literalmente ha contado los días. Cancelarle sería... ¿cruel?
—No, cruel sería que por satisfacer a alguien más, te dejes a ti como última prioridad y no vayas enfocada a divertirte como debe ser.
Uraraka rezongó, cosa que produjo una sonrisa en su amiga. Punto para Asui.
Sabía que su amiga tenía razón y se sentía realmente tonta por haber aceptado salir con Shindou cuando claramente ella no quería. Y lo peor de todo, es que había tenido tiempo suficiente como para inventar alguna excusa creíble y cancelarle, por más que ella adorara asistir a ver las flores de cerezo.
El muchacho le había preguntado casi una semana atrás si le acompañaría al festival, prometiéndole que se divertiría y harían un pequeño picnic. Ochaco solo aceptó porque se vio algo acorralada, no pudiendo huir cuando él le preguntó eso en su auto camino a casa de ella después de que le recogiera (sin que Ochaco se lo pidiera) de la casa de su jefe. Así que soltando una risilla incómoda, que seguramente él malinterpretó como nerviosa por la propuesta, dijo que sí.
Y ahí estaba, su mente diciéndole que todo lo que se probaba esta mal porque ella en realidad no tenía ninguna gana alguna de asistir. Honestamente, preferiría quedarse en casa con un café helado y una maratón de su anime favorito.
Tsuyu decidió no meterse más en su cabeza, tomando otro vestido azul claro de mangas cortas y un delicado diseño floral en la parte baja de la falda. Ochaco lo aceptó, metiéndose al baño a cambiarse lo más rápido en lo que su amiga buscaba los zapatos adecuados. No mucho rato después, estaba completamente vestida, maquillada y peinada para la ocasión.
—No está mal —murmuró Asui.
—No, pero... Ya no importa —suspiró—. ¿Me recuerdas por qué tú no me acompañas esta vez?
—Porque Tokoyami y yo tenemos otros planes que no incluyen ver flores de cerezo —contestó simple, sonriendo orgullosa—. Y no, no es lo mismo como esa vez que me acompañaste al bar.
Ochaco entrecerró sus ojos, y antes de que pudiera responder a su amiga, su citófono sonó. Con un "ya es hora", se dio un último vistazo al espejo y se despidió de la muchacha, quien le prometió que ordenaría un poco antes de irse también, y se encontró con Shindou en la puerta de su apartamento.
—Hola —sonrió él, dándole una mirada de arriba a abajo—. Vaya, estás preciosa.
—Gracias —murmuró algo sonrojada—. ¿Nos vamos?
El muchacho asintió con una sonrisa, ofreciéndole su brazo que ella no se sintió capaz de rechazar. Caminaron hacia su auto en silencio y fue algo que se mantuvo salvo por alguna que otra acotación por parte de alguno. Por su lado, Shindou estaba realmente nervioso: no creía que esa hermosa chica que había conocido hace un par de semanas le había aceptado una cita, y no sabía que decir para no hacerla sentir incómoda o que notara sus nervios. Ochaco, por su parte, solo pensaba en que ese día acabara pronto, así por último tendría todo el domingo para descansar y volver con algo de energía a su trabajo el lunes.
Tras unos minutos que se sintieron algo eternos, llegaron a un enorme parque, donde cientos de personas paseaban; familias completas se alistaban para hacer picnics, parejas paseaban de la mano bajo los árboles, niños corriendo y jugando con enormes sonrisas... Era un panorama bastante tranquilo y eso hizo sentir mejor a Ochaco.
—¿Vamos? —sintió la voz de Shindou a su lado, quien la miraba con una gentil sonrisa. Ella asintió y con la excusa de llevar el canastito, rechazó sutilmente la mano que el muchacho le extendía—. Podemos, um, caminar un poco y buscar un lugar para instalarnos.
—Sí, suena bien —fingió una sonrisa, enfocando su vista a su alrededor.
La enorme cantidad de árboles con sus flores de cerezo que les abrían camino era un espectáculo bellísimo, un cálido sol primaveral que bronceaba un poco su piel y una suave brisa que movía las hojas y su vestido la hacían sentir una tranquilidad enorme. Miraba a su alrededor, niños jugando a 'las traes', familias compuestas por abuelos, padres, hijos sentados debajo la sombra de un árbol disfrutando de distintos platillos y bebidas, algún que otro comerciante ofreciendo sus productos amablemente y parejas simplemente disfrutando de alguna cita bajo aquel mágico manto rosa que eran los pétalos de flores, era simplemente maravilloso.
No pudo evitar pensar si tanto Kenta como su jefe disfrutaran de actividades así. Durante la semana, había mencionado al pequeño que iría a pasear ese fin de semana, pero no vio mayor entusiasmo en él, porque casi ni preguntas le hizo, exceptuando si iría con su mamá o cosas así. Supuso que era cosa de los niños que ahora pasaban más pegados a la tecnología que esas cosas no les parecían llamativas. Y su jefe...
Eso era otro cuento. Durante la semana, Bakugo parecía algo más seco al momento de hablarle, más serio y ella podría jurar que a ratos parecía molesto cuando ella se acercaba a preguntar o comentarle cualquier cosa. Ochaco quería consultarle sobre el cumpleaños de Kenta, saber en qué podría ayudar, si lo que tenía planeado para regalarle le podría gustar, pero Katsuki contestaba con monosílabos que solo la dejaban confundida... y algo dolida. ¿Había hecho algo mal? Esperaba que no, pero se confiaba de lo que conocía al hombre, pues sabía que Bakugo no se contenía cuando se trataba de regañar o corregir a alguien en su trabajo.
Aún así, Bakugo Katsuki mantuvo esa actitud hacia ella todos esos días, y Uraraka no pudo evitar sentirse realmente mal por ello.
—¿Todo bien?
Se sobresaltó un poco al oír la pregunta de su acompañante. Le miró y fingió una sonrisa, asintiendo despacio.
—Sí, solo... Olvídalo —negó rápidamente—. Um, ¿te parece si nos ponemos por aquí? Me parece el lugar idóneo.
Rápidamente Shindou le sonrió caballerosamente, gesto que ella devolvió forzosamente.
—Seguro. Es perfecto.
Sin decir mucho más, ambos comenzaron a instalar todo para poder descansar y comer algo.
.
.
.
—Papá...
—¿Hmm?
—¿Y si vamos al parque? —preguntó el menor, llenando su boca de cereal.
Katsuki frunció su ceño y miró a su hijo, quien parecía totalmente despreocupado mientras leía la parte de atrás de la caja de cereal.
—¿Y eso?
Kenta se encogió de hombros sin prestarle mayor atención.
—Ochaco dijo que hoy iba a haber algo de las flores en el parque y que iba a estar divertido —contestó simple.
La expresión del mayor pasó a ser totalmente seria al escuchar el nombre de la chica.
—Seguro que lo será —bebió de su café, enfocándose nuevamente en su teléfono.
—¿No quieres ir? —esta vez el menor enfocó sus oscuros ojos sobre su padre, expectante—. Te ves enojado, ¿estás enojado y por eso no quieres ir?
Katsuki se tardó unos segundos antes de contestar. Suspiró, le dio una mirada a Kenta y posó su mano sobre su cabeza, revolviendo un poco su de por sí desordenado cabello.
—No estoy enojado, campeón. Yo más bien pensaba en que fuéramos al restaurant de tus tíos para almorzar y luego, no sé, volver y ver alguna película o algo.
Kenta frunció su entrecejo, gesto idéntico al de su padre.
—Hacemos eso todos los sábados. El parque va a estar con flores solo hoy, eso me dijo Ochaco.
Katsuki enarcó una ceja, aguantando una sonrisilla al ver lo ansioso que Kenta parecía comenzar a ponerse por perderse tal evento.
—¿Ah sí? ¿Y qué más te dijo?
—Que se podía comer ahí y ver las flores, recoger sus hojitas si se caían —enumeró—. Y nunca he recogido esas hojitas.
El rubio resopló algo divertido al ver la cara de cachorrito que su hijo ponía para convencerlo, aún sabiendo que eso era mentira: cuando estaban casados, Katsuki y Setsuna llevaban a su hijo a los distintos festivales siempre que podían, solo perdiéndoselo el año anterior debido a los problemas que estaban comenzando a surgir entre ellos.
—¿De verdad quieres ir, campeón? —preguntó, mirándole fijamente.
—Sí —asintió firme—. Ochaco dice que es algo muy bonito y yo le creo.
Ahí estaba otra vez la mención de la niñera. Claro que Ochaco diría algo así y con la nueva y reciente confianza y complicidad que había entre ella y su hijo, era obvio que Kenta tomaría lo que ella dijese como palabra santa.
No pudo evitar pensar si la chica estaría ahí como le escuchó decir esa semana, si estaría sola o tal vez con ese sujeto. Porque, no había que ser una mente brillante para saber que la época primaveral era ideal para parejas y todo eso.
Sintió un malestar surgir dentro de sí al pensar en esa posibilidad. Y se golpeaba mentalmente porque ¡¿qué mierda le importaba?! Tuvo que volver a repetirse, por milésima vez esa semana, que Ochaco era una mujer adulta, soltera, independiente y que no necesitaba la opinión de él en cuanto a su vida personal...
Pero es que ese tipo... Había algo en él que no le agradaba. La forma en como miraba a Ochaco, casi como queriendo devorarla ahí mismo, como su expresión cambiaba tan pronto con solo verla que le parecía hasta fingida. No había entablado conversación él, ese tipo no pasaba de bajar de su auto a esperarla cuando la chica terminaba su jornada, pero de lejos podía notar que él era un imbécil, y Katsuki era el campeón en detectar idiotas con solo verlos.
Sin darse cuenta, apretó sus puños molesto al recordar todas las veces que lo vio esa semana y como eso bastaba para arruinar su día.
—Papá está enojado —escuchó a Kenta murmurar. Volteó a verlo con su ceño fruncido.
—No estoy enojado, ya te dije, enano.
—Me dices enano cuando estás enojado —acotó, bajándose de la silla alta de la isla—. Yo creo que si vamos al parque se te va a quitar el enojo. Ochaco dice que-
—Ya, ya entendí, Kenta —interrumpió, tratando de controlar su malhumor. Suspiró derrotado—. Ve a prepararte e iremos. Pero almorzaremos con tus tíos, ellos te esperan.
Una sonrisa adornó el rostro del menor, quien asintió enérgico y partió corriendo escalera arriba para alistarse. Katsuki, en tanto, se quedó ahí, meditando si realmente era buena idea que Uraraka Ochaco siguiera ahí, porque con tan solo unas semanas en esa casa, había revolucionado completamente a su hijo.
Y quizás a él también.
.
.
.
La "salida de amigos" no estaba siendo tan mala como ella creyó en un principio. Sí, al inicio todo había sido incómodo por los prolongados silencios y los pocos ánimos que ella tenía de estar ahí, pero con el pasar del tiempo, la conversación se tornaba más relajada, la comida estaba deliciosa y el calor primaveral la llenaba de energía.
—...Te lo juro, fue catastrófico. Toteki intentó apagar el fuego lanzando agua, pero apenas arrojó un poco la llama se hizo más grande. Después se le ocurrió tirar un paño encima, pero se acobardó y dejó que el paño se quemara. Si no fuera porque llegó la dueña, habríamos echado abajo el apartamento.
Ochaco reía divertida ante la anécdota que su acompañante le contaba, sobre como casi una vez incendiaron su apartamento junto a sus amigos en su primer año de universidad al intentar cocinar unos nuggets. Shindou también parecía bastante más relajado a medida que le hablaba y disfrutaba oírla reír de esa forma, y porque no, disfrutaba saber que él era el motivo de que ella lo hiciera.
—Por Dios, esto reafirma mi teoría —dijo entre risas la chica.
—¿Ah sí? ¿Cuál?
—Que los hombres en grupo pueden ser bastante inútiles —bromeó, sacándole la lengua divertida.
Shindou exageró un gesto de ofensa, llevando una mano a su pecho, a la vez que se acercaba un poco a ella y pinchando juguetonamente su mejilla.
—Esa no es manera de hablarle a quien te preparó todo un picnic, señorita.
Ochaco comenzó a cesar su risa, apartándose de la mano del muchacho, sin embargo, mantuvo una sonrisa en su rostro.
—¿Cuántos paños de cocina quemaste para hacer esto?
Ambos volvieron a reír ante el comentario, y Shindou siguió comentándole lo que pasó después de ese suceso. Pero en mitad del relato, Uraraka escuchó a lo lejos una voz que la desconcentró por lo familiar que sonaba, haciendo que volteara rápidamente buscando con la mirada de dónde provenía.
—¡Papá! ¡¿Dónde estás?! —era Kenta. Y se oía asustado—. ¡Papi!
Ochaco no tardó en concluir qué pasaba. Comenzando a desesperarse, se puso de pie, aún buscando al pequeño entre la gente, pero a la vez confundiendo a su acompañante quien detuvo su conversación de inmediato.
—¿Pasa algo, Uraraka?
Sin tomarlo en cuenta, empezó a caminar de a poco, su vista en alto yendo y viniendo.
—¿Kenta? ¡Kenta! —no lograba dar con él y comenzaba a frustrarse—. Mierda... ¡Kenta!
Había comenzado a correr a medida que escuchaba al pequeño llamar insistentemente a su padre, por lo que había logrado ubicar más o menos donde estaba. Tras desesperantes segundos, logró dar con el Bakugo menor, quien estaba en mitad de camino, sus ojos llorosos y una expresión de genuino susto.
—Ay por Dios, ¡Kenta! —terminó de acercarse a él, quien no dudó en abrazarla en cuanto ella estuvo enfrente—. Tranquilo, tranquilo. No pasa nada, estoy... estoy aquí.
Suspiró, sintiéndose aliviada de haber dado con el niño. El menor se aferraba a ella como si su vida dependiera de ello, sollozando y gimoteando.
—¡Uraraka! ¿Qué demonios...? —el hombre de cabello oscuro se detuvo a un par de metros de ellos, percatándose de la escena—. ¿Uraraka?
La castaña poco y nada tomó en cuenta a Shindou. Estaba concentrada en calmar al niño, y a la vez de poder buscar entre toda esa gente a su padre. Como no lo veía, optó por llamarlo directamente a su teléfono para hacerle saber que ella tenía a Kenta y que estaba bien; seguro estaba casi tan desesperado como ambos. Con el menor aún aferrado a su cuello, tanteó hacia donde debía llevar su bolsito, dándose cuenta que lo había dejado en el auto de You. Maldijo por lo bajo, y tomando en brazos a Kenta, se acercó a su acompañante.
—Dejé mi teléfono en tu auto, Shindou. Necesito que vayas por él ahora. Me quedaré aquí por si su padre viene, así que no puedo ir yo.
Aún sin entender completamente qué pasaba, obedeció a la chica y partió casi corriendo hacia su vehículo. Ochaco, en tanto, mantenía a Kenta en sus brazos, meciéndolo suavemente y acariciando su cabello. Al menos ya no seguía llorando, pero se notaba todavía asustado.
—¿Qué pasó, Kenta? ¿Por qué estabas solito?
—Me perdí —murmuró, haciendo un puchero—. Mi papá dijo que lo esperara porque le pedí un helado, y no estaba lejos. Pero me distraje y... —comenzó a sollozar nuevamente.
—Calma, calma. Ya pasó, estás conmigo y te ayudaré a encontrar a tu papá —se separó un poco para mirarle y sonreírle a modo de reconfortarle. Kenta asintió despacio, llevando sus manos a su rostro para limpiarse un poco—. ¿No recuerdas más o menos dónde estaba el puesto de helados?
—Creo que por allá, pero no estoy seguro —apuntó hacia el otro extremo—. Mi papá se va a enojar mucho conmigo, porque me dijo que no me moviera y eso hice.
Uraraka negó con su cabeza, limpiando unas nuevas lágrimas que aparecían en el infantil rostro.
—Descuida. Yo hablaré con él para que no se enoje. ¿Sabes? Cuando tenía tu edad, también me perdí, pero en un supermercado. Y me asusté muchísimo, no encontraba a mi mamá y también pensé que se enojaría. Pero, en cuanto ella me encontró, corrió a abrazarme y llenarme de besos. Estoy segura que tu papá hará lo mismo: debe estar casi tan asustado como tú.
El niño asintió sin convencerse mucho, cuando a lo lejos escuchó la voz de su padre llamarlo constantemente.
—¡Kenta! ¡Kenta! ¡¿Han visto a mi hijo?! ¡Kenta!
Ochaco suspiró más aliviada, escuchando cada vez más cerca la voz de Bakugo.
—Llámalo —le indicó la chica, mirando al menor con ternura.
—Papi... ¡papá! ¡Aquí estoy! —alzó su bracito moviéndolo enérgicamente.
Katsuki apenas oyó la voz de su hijo se abrió paso entre el gentío, corriendo como si de una maratón se tratara hasta llegar donde él. Estando a pocos metros, Ochaco lo soltó de su agarre y sin quitarle la vista de encima, observó como el pequeño corría hacia los brazos de Katsuki, quien lo acunó de inmediato.
—¿Dónde diablos te habías metido, Kenta? —preguntó, apartándose un poco para llevar sus manos a su rostro, asegurándose que estuviera bien—. ¡Te dije que...! —suspiró, dándose cuenta que su hijo comenzaría a llorar—. Mierda... ¿estás bien?
—Sí. Ochaco me encontró y estuvo conmigo todo el rato —apuntó hacia la chica, quien se acercaba a ellos tímidamente—. Perdón, yo no me quería perder, papá, pero vi una cometa y la seguí y-
Su excusa se vio interrumpida por el fuerte abrazo de su padre. Katsuki cerró sus ojos, acercando lo más posible al menor a su pecho, enterrando su nariz en su cabello.
—No me vuelvas a asustar así, campeón.
Kenta asintió repetidas veces, afirmándose al cuello de su camiseta. Ya más tranquilo, Katsuki se colocó de pie con su hijo en brazos y se acercó a la chica, quien observaba todo en silencio.
—No sé como podría pagarte esto, Uraraka —murmuró, mirándola a los ojos—. Si no fuera por ti, quizá-
—Descuide. Apenas lo escuché fui por él —alzó una mano, acariciando despacio el cabello del niño—. Lo importante es que está bien, y no fue más que un susto.
Katsuki asintió despacio, dedicándole una leve sonrisa en agradecimiento. La chica al notarlo, bajó la mirada sintiendo sus mejillas arder inmediatamente.
—¡Uraraka! —ambos miraron hacia donde Shindou la llamaba, acercándose a prisa con el bolso de la chica en mano—. Aquí está... Oh.
La castaña sonrió agradeciendo el gesto y tomando su cartera. Se había formado un silencio ahora mucho más tenso, puesto que Katsuki no pudo evitar endurecer su mirada hacia el tipo que ahora se encontraba demasiado cerca de ella.
—Bueno, no creo que ya sea necesario tu teléfono —dijo el muchacho a modo de distender el ambiente—. Tú debes ser el padre de ese niño. Deberías tener más ojo la próxima vez.
—Shindou —le regañó la chica rápidamente. Volteó a ver a Bakugo, quien ya ni se molestaba en ocultar su enojo—. L-Lo lamento, señor Bakugo, mi amigo no quiso decir eso.
El mencionado frunció el ceño confuso.
—Claro que sí. O sea, siempre hay que estar atento con los niños, no te das ni cuenta cuando alguien viene y se los lleva.
Uraraka le dio un codazo, sintiéndose más que avergonzada.
—Es mi jefe, Shindou. Ten más filtro —murmuró, sin mirar a ninguno.
—Descuida, Cara Redonda —dijo el rubio, afirmando el agarre en su hijo—. Siempre hay algún imbécil inexperto que le gusta hablar por hablar.
El muchacho de cabello oscuro claramente tomó la ofensa, pero no alcanzó a decir nada porque Katsuki simplemente se dio la vuelta y comenzó a alejarse de ahí, no sin antes despedirse de la castaña. Ochaco suspiró, sintiendo todo el cansancio y estrés del momento invadirla.
—Tu jefe me insultó —añadió, enarcando una ceja.
—Lo sé —contestó, encogiéndose de hombros—. Llévame a casa, ¿sí? Ya fue mucho por hoy.
—Es que no entiendo. Pierde a su propio hijo en un parque infestado de gente, interrumpe tu día libre por tener que cuidarlo y-
—Detente un segundo —Ochaco detuvo su andar, alzando una mano hacia el pecho del muchacho—. ¿Interrumpió mi día libre? Shindou, Kenta estaba perdido. Obviamente no lo iba a dejar solo.
La expresión del chico era seria; Ochaco nunca había visto esa faceta en él.
—No era tu deber. No hoy.
Uraraka sintió como la rabia burbujeaba por sus venas. Empuñó sus manos y le dio una furiosa mirada antes de darse vuelta y caminar por el lado contrario.
—¡Oye! ¡Uraraka!
—¡Me voy caminando sola! —anunció—. ¡Y no me vuelvas a contactar, idiota!
Aceleró su andar hasta la salida del parque y por suerte Shindou no la había seguido. Se había comportado como un perfecto imbécil y ella ya no estaba para lidiar con tipos de esa calaña. Su día ya había sido suficientemente pesado.
_________
Nota de Autora: Dos capítulos "seguidos" en agradecimiento por su apoyo y paciencia. Me gustó mucho escribir éste en particular, porque lo de andar perdida era mi área de experticia en mi infancia (?)
Espero que les haya gustado! Les quiero muchito muchito 💖💖💖
Nos leemos!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top