Una amistad a escondidas

Han pasado pocos días desde que aquella carta fue enviada al hogar de los Hamilton-Schuyler y cierto sureño comenzaba a perder esperanza acerca de que su propuesta fuera aceptada. E incluso de que su carta fuese respondida.

Thomas ya se lo imaginaba. Seguramente aquella mujer le habría comentado de la situación a Alexander y este se hubiera hecho una furia por el hecho de que su rival político quisiera mantener contacto con su mujer. Tal vez en ese mismo instante se encontraba escribiendo un enorme artículo para exponerlo públicamente. ¡Sería fuertemente criticado! Oh, el sureño rezaba internamente para que nada de lo que pensara se volviese realidad.

Y al parecer sus plegarias fueron escuchadas, ya que en su trabajo, además de recibir mucho papeleo para revisar por parte de Alexander, no mencionó nada acerca de la carta que había enviado a su hogar. El moreno tampoco había hecho mención alguna del asunto, pues no estaba al cien por ciento seguro si el lo sabía y no quería cometer un error.

El día se había pasado muy rápido para Jefferson, quien ahora se encontraba llegando a su hogar después de un ajetreado día de trabajo. Se detuvo en el buzón, esperanzado de encontrar algo interesante allí. Encontrándose con una carta.

Lleno de alegría tomó la carta y se adentró rápidamente a su casa, dirigiéndose inmediatamente hacia la sala y sentándose en el sillón individual que tenía para luego leer intrigado el contenido de la carta.

Estimado señor Jefferson:

No niego que su carta me ha tomado por sorpresa, pues no esperaba que después de nuestra breve charla le interesara mantener contacto con una mujer casada.

No lo tome a mal, no digo que su repentina propuesta se trate de algo incorrecto, si no al contrario y me gustaría dar una respuesta afirmativa.

Después de todo, no creo que usted sea alguien malvado, como mi esposo dice.

Un último detalle: Por favor, deje las formalidades de lado y sientase libre de empezar a llamarme Eliza.

Atentamente: Eliza H. S.

Esta era la carta que Thomas Jefferson leía con notoria emoción, la enorme sonrisa que tenía en el rostro lo comprobaba, además de que también tenía un ligero rubor en sus mejillas.

El sureño sintió su estomago revolverse, se la habia pasado pensando las miles de formas en las que su propuesta se hubiese visto cruelmente rechazada. Pero ¡Oh, quien lo diría! Su propuesta fue aceptada gustosamente y el no podía sentirse más feliz por ello.

Inundado de emoción tomó una pluma y una hoja de papel, comenzando a escribir una respuesta.


Días después, la matriarca de la familia Hamilton-Schuyler salía a recibir el correo, era un sábado y el sol apenas salía, dando inicio a un nuevo día.

Eliza abrió el buzón encontrándose con algunas cartas, tomó las mismas y se dispuso a adentrarse nuevamente a su hogar revisando de quien eran aquellas cartas mientras caminaba hacia la sala.

Una de ellas era de Angélica, esto causó una sonrisa en Eliza pues llevaba meses sin recibir una carta de su querida hermana mayor. Guardó esta en el bolsillo de su vestido, leería la carta después. La segunda carta era dirigida hacia Alexander, de parte de un tal James Reynolds y la última era de parte de Thomas Jefferson. Esta última también la guardó en su bolsillo al escuchar pasos aproximarse.

— Ya me voy Betsey –Habló Alexander, acercándose a la azabache para darle un rápido beso en la mejilla– Tal vez llegue tarde –Se dio la vuelta, dispuesto a salir de su hogar e irse al trabajo, sin embargo su esposa le detuvo tomándole del brazo–.

—Alexander, espera –Dijo al detenerlo– Hay una carta para ti –Le entregó la misma a su esposo, quien arqueó una ceja al ver la carta– Es de un tal James Reynolds.

Al momento de decir aquel nombre Alexander se tensó y comenzó a sudar frío, cosa que afortunadamente Eliza no notó. Lleno de nervios guardó la carta en un bolsillo interno de su saco, para luego brindarle una sonrisa a su esposa. Ocultando la culpa.

— L-la leeré en el trabajo. Nos vemos, Eliza –Volvió a despedirse de la antes mencionada, esta vez dándole un corto beso en los labios, causandole un rubor con aquella acción–.

— Esta bien, nos vemos cariño –Respondió viendo a su marido salir de su hogar–.

Con su esposo ya fuera de su hogar sacó la carta de Thomas Jefferson de su bolsillo y se sentó en el sillón de la sala para comenzar a leer aquella carta. Al terminar, sonrió y comenzó a buscar una pluma y algo de tinta en uno de los estantes cercanos para poder responderle a su ahora nuevo amigo.

Sin imaginar que, en un futuro aquella amistad podría traerle desafortunadas revelaciones a su querida familia.

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Esta es solo una pequeña introducción al inicio de la amistad de Jefferson y Eliza. Disculpen la demora al actualizar,pero he tenido algunos inconvenientes.

Esperen más actualizaciones pronto. ✨

-UnaPinkyFanAzBv

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