Dejalo ir y sobrevive por mi ¡Hay una carta inesperada!

Thomas Jefferson y James Madison se encontraban junto a Aaron Burr, los 3 políticos se encontraban hablando acerca de como Burr estaba reemplazando a Phillip Schuyler en el senado y la predecible reacción de Hamilton por ello.

Aunque a decir verdad solo Madison y Burr estaban hablando. Pues Jefferson se encontraba hundido en sus pensamientos. Apenas y pronunciaba alguna palabra y, sin prestar mucha atención asentía ante lo que ellos decían.

Su indiferencia no pasó desapercibida por James y Burr, quienes posaron sus miradas en el sureño, quien tenía una mano en su mentón y su mirada perdida en algún lugar.

-Thomas. ¿Te sucede algo? -Preguntó Madison con ligera preocupación. Pues ese comportamiento no era normal en el moreno-.

Jefferson solo asintió sin decir nada y se quedó exactamente igual. Madison bufó y tomó a su amigo del hombro, sacudiéndolos ligeramente para hacerlo reaccionar. Afortunadamente funcionó y el sureño despertó de su ensoñación.

-Uh...¿Que ocurre Madison? -Preguntó algo anonado. El antes mencionado suspiró con pesadez-.

-Ocurre que hablas menos que de costumbre. ¿Estas enfermo?

-Por fortuna no es así -Dijo encogiéndose de hombros- Solamente...pienso.

Burr y Madison se miraron incrédulos, Thomas lo notó y ladeó ligeramente su cabeza mientras fruncía el ceño. ¿Acaso estaba mal pensar en algo que no estuviera relacionado con la política? Bueno, si sus compañeros supieran que pensaba en una mujer casada...dirían que sí.

Y más si esa mujer esta casada con su rival político.

-¿Que hay de malo con eso? -Cuestionó con un toque de enojo-.

-Nada, Thomas -Madison rodó los ojos- Solo deja de pensar tanto, que no hables mucho me extraña. Comienzas a asustarme.

Jefferson bufó

-¿Lo siento sí? -Se disculpó el sureño, obligatoriamente- Me enfocaré más en el tema. Lo prometo. -Rodó los ojos con fastidio nuevamente-.

Pero cierto senador quería confirmar si sus sospechas eran ciertas. Sin más, le preguntó al sureño.

-¿Se trata de Elizabeth Schuyler? -Madison se vio interrumpido por Aaron Burr- No te culpo. Es una mujer encantadora, lo admito.

Thomas miró a Burr, incrédulo. ¿Como...? No. Era imposible que el lo hubiera visto hablar con ella, el no estaba allí cuando ocurrió...¿Verdad?.

-¿De que me habla, Senador Burr? -Cuestiono Thomas, fingiendo demencia-.

-Podré tener una terrible puntería pero no la vista gorda -Bufó- Los vi hablar cerca del centro. Te veías algo-

Indefenso

Thomas negó.

-No lo mal interpreten. Nos encontramos por mera casualidad -Afirmó el sureño mientras desviaba la mirada- Ambos chocamos y nos disculpamos. Es todo.

-¿Enserio? -Pregunto un incrédulo Aaron Burr- Tu rostro dice lo contrario.

El sureño no se había percatado del momento en el que su rostro empezó a arder. No sabía si por el recuerdo de aquella mujer o debido a la vergüenza...Tal vez serían ambas.

-Estás loco, Thomas -Habló Madison- ¿Sabes en que problema te meterías si Alexander se llega a enterar?.

-El no necesita saber -Dijo de inmediato- Además, fue una simple charla y nada más.

-Pero-

-NADA MÁS.

°•.[✨•✨].•°


Después de haber interferido la discusión entre Aaron Burr y Alexander, la familia Hamilton-Schuyler se dirigía hacia donde el lugar de trabajo del tesorero del estado, quien en todo el camino se había mantenido en silencio. Y su mujer sabía que eso no era una buena señal.

Una vez estuvieron en la oficina del caribeño, este se giró hacia su esposa con un semblante enojado. Elizabeth suspiró para sus adentros preparándose para un (posiblemente) largo sermón por parte de su marido.

El pequeño Phillip, al notar la expresión de su padre se ocultó detrás del vestido de su madre con algo de miedo, pues no sabía que era lo que su padre podría hacer. Pocas veces lo había visto enojado.

Después de incómodos minutos de silencio, Alexander habló.

-¿Que demonios fue eso? -Murmuró entre dientes manteniendo la mirada fija en su mujer, quien tenia su mirada en el suelo-.

-¿¡Que demonios hacen en el centro de la ciudad?! -Se acercó a Eliza y la tomó de los hombros, sacudiéndola ligeramente en su lugar-.

La azabache dio un pequeño brinco ante el poco sutil acto de su marido,a la vez que volteaba a verlo con preocupación. El pequeño pecoso miraba la escena sin saber que hacer, solo pudo encogerse en su lugar.

-¿Acaso no ves que Burr compite contra tu padre para hacernos caer? -Alexander soltó a Eliza y se acercó rápidamente a su escritorio, su esposa solo miraba-.

-¡No voy a dejar que nos humille así!. Tomaré una pluma y un papel para decir...-Y efectivamente, sacó una hoja de papel y una pluma, empezando a escribir- Si das un golpe contra mi familia será mejor que no falles,espero que tengas otro golpe que dar...

-Podrias dejarlo ir -Alexander miró expectante a su esposa. ¿Cuando se había acercado?- Sobrevive por mi...¡Dejalo ir! Vive otro día más...-La preocupación era evidente en su rostro-.

El caribeño soltó la pluma que sostenía anteriormente, y prestó atención a su mujer.

-La gente siempre criticará, y hará lo personal político. De tu cima y pedestal te intentarán derribar -Eliza se puso detrás de su marido y abrazó al mismo por los hombros- Deja que otros sean cínicos, dejalo ir...

La azabache acarició el rostro de su esposo mientras lo miraba con dulzura, Alexander esbozó una pequeña sonrisa mientras se aferraba a la mano de su esposa, sintiendo su calidez. Ante esto Eliza arqueó una ceja y rió por lo bajo.

-Estás sonriendo porque sabes que tengo razón -Afirmó-.

-¡Ha! -El tesorero se cruzó de brazos y desvío la mirada, todavía sonreía-.

-Y sabes que si el presidente estuviera aquí te diría exactamente lo mismo

-No, el presidente no está aquí -Negó el caribeño mientras volvía su mirada a su mujer-.

Y como por arte de magia la puerta se abrió, presentando al mismo presidente: George Washington. Este saludó a los presentes y fijó su mirada en el infante.

-Escuché sobre Burr -Dijo acercándose al pequeño Phillip y revolviendo sus rizados cabellos, el pequeño rió por lo bajo. Luego miró a Hamilton- No lo mataste ¿O si?

-¿Estuvo ahí todo el tiempo? -Alexander arqueó una ceja, mirando incrédulo al presidente-.

-Dejalo ir...sobrevive por mi -Dijo acercándose al caribeño y poniendo una mano sobre su hombro-.

-Dejalo ir -Continuó Eliza- No dejes que te afecte.

-No dejes que te afecte -Le siguió Washington-.

La azabache tomó a Alexander de las manos y tiró de las mismas, haciendo que se levantara de su lugar.

-No lleves una pistola a una pelea de cuchillas -Eliza negó un par de veces mientras entrelazaba sus manos con las de su esposo- No está en juego tu dinero o tu vida ¿Verdad?.

-Sabes que tienes que escuchar a tu esposa ¿Verdad? -Preguntó el presidente hacia su mano derecha, quien asintio con resignación-.

-Lo sé.

-Dejalo ir -Eliza llevo una de sus manos al rostro de su esposo nuevamente, el mismo puso su mano sobre la de ella mientras la miraba con cariño-.

Aunque algunos gritos eufóricos y aplausos provenientes desde afuera llamaron la atención de los presentes, quienes se dirigieron a las ventanas para ver de quien se trataba.

La gente en las calles se amontonaba y le abría paso a cierto hombre,que Alexander siempre vio como un "amigo". Se trataba del nuevo senador: Aaron Burr.

El mismo iba acompañado por Thomas y James Madison, aunque se encontraban algo alejados de todo el alboroto no era del todo difícil poder distinguirlos. Ambos caminaban a su lado mientras sonreían enormemente.

-¡Habla menos! -Exclamaba el ahora senador, saludando a todas las personas que pudiera ver-.

¡Burr!

Gritaban alegremente los ciudadanos al verlo pasar. Algunos de ellos aplaudían con emoción y otros simplemente lo miraban con notable admiración.

-¡Sonrie más!

¡Burr!

-¡No dejes que sepan a que te opones y a que no!

Se acercaba a la gente que le abría el paso y saludaba a algunos con un movimiento de cabeza. Pues no podía simplemente ignorar a la gente, podrían empezar a mirarlo mal y eso era lo que menos quería en esos momentos.

¡Burr!

-Estrecha tu mano con la de él -Se acercó a un hombre e hizo lo que dijo. Aquel hombre se notaba feliz ante las acciones del senador-.

¡Burr!

-Encantala -Tomo la mano de una de las señoritas que estaba por ahí y beso la misma, la mujer se sonrojó y le sonrió a Burr. Quien después de aquello continuó caminando y saludando a la gente-.

-¡Damas y caballeros,denle la bienvenida al senador Aaron Burr! -Exclamaron Madison y Thomas mientras sonreían, luego señalaron al antes mencionado-.

Alexander gruñó entre dientes y se dio la vuelta, dirigiéndose nuevamente hacia su escritorio. Estaba completamente decidido a escribir acerca de Burr y como él mismo solo quería humillarlo públicamente. Eliza miró a su esposo con desaprobación y tristeza, Alexander si que era muy paranoico en el tema político.

El presidente rodó los ojos y se acercó a el y le tomó del hombro, deteniendolo antes de que pudiera siquiera sentarse.

-No dejes que te afecte, deja que todos vean que puedes soportar un golpe -Hablo Washington, tratando de hacer que Alexander cediera- Deja que vean que lo puedes dejar ir.

-Mira alrededor, mira alrededor -Eliza también se acercó- Mira que afortunado eres de estar vivo hoy...

Ambos mayores repitieron aquello mientras miraban al caribeño, quien ya había dejado su enojo de lado.

-Cuando te intenten derribar...

-Dejalo ir -Finalizaron el presidente y Eliza-.

El tesorero suspiró.

-Lo haré -Sonrió-.

Eliza y el pequeño Phillip ya se encontraban en su hogar después de una larga tarde con el tesorero del estado, quien después de haberse calmado se disculpó por su impulsiva actitud con su mujer. La mediana Schuyler le perdonó, pues no era capás de odiar a su marido.

Luego de ello se dirigieron a su hogar, aunque sin Alexander, pues este todavía tenía trabajo que hacer y llegaría tarde.

La noche ya había caído y la familia Hamilton-Schuyler terminaba de cenar en el gran comedor. Había sido una callada pero muy tranquila cena.

Cuando terminaban de levantarse de la mesa, una sirvienta se acercó.

-Casi lo olvido señora. Enviaron esta carta antes de que llegara, es para usted -Comento la sirvienta, entregandole dicha carta a la azabache-.

Eliza tomó la carta y miró la misma con notoria curiosidad.

-¿Es de la tía Angélica? -El pequeño Phillip se acercó a su madre con interés-.

La azabache se encogió ligeramente de hombros mientras miraba el sobre en sus manos.

-No lo sé -Dijo- habrá que leerla...

Eliza leyó con la mirada el contenido de la carta. Mientras que su hijo mayor se paraba de puntillas para intentar leer algo.

Señora Hamilton:

Entiendo que la llegada de esta carta le extrañe ya que apenas hoy fue el día en el que logramos entablar una conversación, una muy corta a mi parecer, pero a la vez agradable. Quiero hacerme la idea de que también fue así para usted.

Espero que no llegue a pensar mal de mí,pero si no es molestia me encantaría volver a hablar con usted, aunque sea por medio de cartas.

Creo que podríamos llegar a ser buenos amigos.

Sin malas intenciones:

-Thomas Jefferson... -Leyó en voz alta la ultima parte, haciendo que Phillip arqueara una ceja-.

-¿El señor que conocimos en el centro? -Preguntó nuevamente el menor. Eliza asintió-.

-¿Y que dice?

Eliza pensó un momento en que podía decirle a su pequeño. Aunque no es que se tratara de algo malo.

-Son cosas de adultos, Phillip -Respondió-.

-¿Es algo malo?

La matriarca miró a su hijo y luego se puso de cuclillas para estar a su altura. El pequeño se encogió de hombros ligeramente intimidado.

-No, Phillip. No es algo malo -Negó- Es algo que te diré cuando seas grande.

-¡P-pero ya tengo 7 años! -Exclamó- ¡Ya soy un niño grande!

Eliza rió ante lo adorable que era su hijo. Se puso de pie nuevamente.

-Esta bien, esta bien -La mayor miró a su pequeño con diversión a la par que guardaba la carta en uno de los bolsillos de su vestido. En la mañana pensaria que responder- pero este "niño grande" tiene que ir a descansar. Ya es hora de dormir.

-¡Pero quiero saber que dijo el señor Jefferson! -Hizo un puchero mientras caminaba junto a su madre rumbo al piso de arriba-.

-Te lo diré cuando ya te hayas acostado ¿Esta bien? -Dijo mirando a su hijo de con una leve sonrisa, Phillip asintió mientras imitaba la sonrisa de su madre-.


Entraron en la habitación del hijo mayor de la familia y el pequeño se dirigió a su cama y se recostó en la misma, cubriéndose con las cálidas mantas.

-¿Me lo dirás ahora Mamá? -Preguntó ansioso- ¿Sí? ¿Sí? ¿Sí? -Insistió a lo cual Eliza asintió-.

-El señor Jefferson solo quiere que seamos amigos -Dijo sentándose en el borde de la cama- Pero, hay un pequeño problema: A tu padre no le agrada el Señor Jefferson -Explicó-

-¿Porqué?

-Temas políticos, pequeño -Se levantó y se acercó al menor, dándole un beso en la frente- Ahora,a dormir.

-Hasta mañana, Mamá -Dijo mirando a su madre dirigirse a la puerta-.

La mayor estuvo a punto de salir de la habitación, pero se detuvo y volteó a mirar a su hijo nuevamente.

-Por cierto, Phillip -Lo llamó a lo cual el menor le prestó atención- No le dirás nada de esto a tu padre ¿De acuerdo?

-¿Es algo malo que tú y el Señor Jefferson sean amigos? -Preguntó con confusión-.

-Oh, claro que no -Negó- Pero, tu padre no lo vería así. Se enfadaría. -Se encogió ligeramente de hombros- Y no quieres que esté enojado, ¿Verdad?.

El pequeño Phillip negó.

-Bien. Que descances hijo -Le sonrió y el menor la imitó-.

-Igualmente Mamá -Dijo y su madre finalmente se retiró de su habitación-.

Y mientras la matriarca de la familia Hamilton-Schuyler se dirigía a descansar. Cierto sureño se cuestionaba si enviar aquella carta había sido realmente una buena idea.

---

-Estoy editando algunos detalles de los capítulos que he publicado hasta ahora. Pero no se preocupen, esto no afectará en los hechos a futuro.

Adieu

-UnaPinkyFanAzBv. ✨

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