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32. Noche buena

Penny

Decir que no estaba nerviosa era una completa mentira, porque sí que lo estaba. Era víspera de noche buena y, lo pasaría junto a mi padre y abuelo. Sí, una cena con pocos familiares. Al parecer las mujeres de esta familia solía huir o bueno, en el caso de mi abuela, morir.

Sí... estar solamente con dos hombres a veces podría ser un problema, pero eventualmente te acostumbras. A mí me tocó entender que mi padre siempre se la pasa trabajando y de viaje, así que mucho afecto no recibo de él. Pero cuando está, la pasamos de maravillas. Especialmente porque me llena de regalos y, aunque eso no es lo único bueno, no puedo negar que me encanta ser mimada de esa manera. Por otro lado, a mi abuelo no lo acostumbro a ver demasiado. Debido a que se la pasa en el geriátrico. Aún así, lo amo muchísimo. Él fue un gran apoyo para papá cuando mi madre decidió marcharse y, aunque eso pasó hace más de diez años, siempre valoré la compañía que nos dio. Especialmente porque mi abuela, es decir, su esposa, estaba enferma. Y, de todos modos, mi abuelo se mantuvo firme para su hijo y su nieta. Así que sí, mi padre y mi abuelo eran los dos hombres de mi vida.

—¡Penny! ¡Ven rápido! ¡Se me quema la comida! —chilló mi padre desde la cocina, me fue inevitable no soltar una carcajada. Cada fiesta sucedía lo mismo, él intentaba recrear una receta de youtube y terminaba quemando todo. Así que, al final, comíamos en un restaurante o pedíamos delivery.

Me di una última mirada al espejo y sonreí orgullosa, me veía fantástica. El vestido rojo que había ido a comprar con papá hace días me quedaba fenomenal. Especialmente por el escote, ya que combinaba a la perfección con mi collar de oro con diamantes. Regalo que me había dado mi abuelo al cumplir los dieciséis. Era una «P» que, claramente significaba Penélope, aunque bueno, a mi abuelo le gustaba decir que significaba Paolo ya que así se llama.

Terminé a atarme las agujetas y bajé a toda prisa por las escaleras, rogando no tropezar y de no caer al suelo. Por suerte no pasó, pero al llegar a la cocina, todo estaba lleno de humo y, mi padre quien estaba tosiendo, empezó a abrir las ventanas, tratando de ventilar el lugar.

—Iré llamando al delivery —le hice saber, yendo en busca de su teléfono. Ya que yo no había bajado el mío.

—Lo bien que haces —comentó, aún tratando de sacar todo el humo que habitaba la cocina.

No tardé en mucho en ordenar, especialmente porque siempre pedíamos lo mismo; lasaña, el gran plato familiar que ninguno sabe cocinar, pero que nos encanta a todos.

—¡Un coche acaba de estacionar! ¡Es el abuelo! ¡Ve a abrir y no dejes que entre a la cocina! —exclamó mi padre, nervioso.

Aún así, le hice caso y me encaminé hacia la puerta principal. Abriéndola, la noche estaba oscura y helada, como cada noche buena. Mi abuelo bajó del taxi sosteniendo dos bolsos que, parecían pesados. Así que fui tras él para ayudarlo.

—¡Abuelo! —chillé, abrazándolo con fuerza.

—¡Pero qué grande está mi Penny! —dijo devolviéndome el abrazo—. Estás hecha toda una señorita, preciosa y encantadora.

Le sonreí ante el halago, para luego tomar uno de sus bolsos y adentrarnos a casa. No quería estar mucho tiempo afuera, en vestido y con ese frío, definitivamente no era buena opción.

—¿Tu padre quemó la cena? ¿Verdad? —cuestionó mi abuelo, ni bien entró a la casa.

—¡Te dije que no le cuentes! —me reclamó mi padre, asomándose hacia nosotros.

—No hace falta que la niña me lo diga, Alejandro —comentó mi abuelo—. Y deja de gritar, ya pareces tu madre.

Mi padre ladeó la cabeza, sonriente, para luego abrazar a mi abuelo. Ambos tenían una buena relación, aunque casi siempre solían discutir en broma.

***

Durante toda la cena, mi padre y mi abuelo se pusieron al corriente, al parecer tenían mucho que contarse. Yo, por otro lado, comenzaba a aburrirme, como cada año. Disfrutaba estar con ellos sí, pero llegaba un momento en que... ya no sabía qué hacer o qué decir. Y estaba bostezando cuando el móvil de mi padre sonó y este, me pidió que se lo alcanzase.

Por lo general, no era alguien entrometida. Pero todo cambió cuando la pantalla de su teléfono se prendió y dejó ver la razón por la cual había sonado. Había un mensaje de Clara McClaren, la madre de Penny. Pero no fue su nombre lo que me impactó, si no su mensaje.

«¿Nos vemos después de la medianoche? Puedes dejar a Penny aquí, Amber invitará a sus amigos y Eleanor los vigilará. No quería aceptar que adolescentes pasen la noche en mi casa, pero... quiero verte»

Oh por dios.

«Eso sí que no lo vi venir»

Mi padre... ¿y la mamá de Amber?

—¡¿Pero qué demonios?! —exclamé fuerte, para luego darme cuenta que lo había dicho de en serio.

De pronto, mi padre y mi abuelo se callaron, para luego mirarme asombrados.

—¿Qué te sucede? —preguntó mi abuelo, ignorando el hecho de que yo, había gritado una grosería.

—Penny, esa no es manera de hablar y lo sabes. Aún así espero una respuesta, ¿qué te sucede, hija?

Le arrojé su móvil y él lo atrapó en el aire, estaba... molesta, sí.

¿Cómo se le ocurre involucrarse con la madre de mi mejor amiga?

¡Era un descarado!

—No es lo que parece... —intentó decir, pero mi abuelo lo interrumpió.

—Joder, Alejandro. ¿Qué hiciste ahora?

Suspiré de mala gana y volví a mi asiento, en busca de explicaciones por su parte. Sabía que, mi padre no era un mujeriego. Bueno, al menos no en mi presencia. Desde que se divorció de mi madre, ninguna mujer había vuelto a entrar a casa. Ni una sola, sabía que él tenía novias, pero nunca las hizo pasar ni me las presentó. En varias ocasiones le pregunté el por qué, pero el solo se limitaba a decir; No te involucraré con mujeres que no son una relación segura, no sería justo para nadie.

Así que, que estuviera relacionándose con la madre de Amber me generaba ciertas dudas. Clara no era alguien mala, no, pero tampoco quería que mi amistad con Amber se vea afectado por nuestros estúpidos padres.

—Solo se dio, ¿vale? No ha sido a propósito, queríamos contarles, de hecho hace un par de meses que venimos pensándolo, pero no hemos visto la ocasión perfecta...

—Espera... ¡¿meses?! ¡¿Hace cuánto te besuqueas con la madre de mi mejor amiga?! ¡Sinvergüenza!

Mi padre se quedó asombrado ante mis palabras, que sin duda, en otra ocasión me habría reído por la cara que tenía. Pero no era el momento.

—Hace un año —admitió con la cabeza gacha.

Un fucking año, ¿pero qué demonios? ¿Cómo era posible?

—Lamento que te hayas enterado así, pero no dejaré de estar con ella porque a ti no te agrade...

—No es eso —lo interrumpí—. Es que no quiero que por culpa de ustedes, mi relación con Amber se vea afectada.

—Eso no pasará —aseguró.

Suspiré, tomando de mi copa, para luego darle un buen sorbo.

—Sí que eres un idiota, hijo —comentó mi abuelo, burlón. A lo que no pude evitar sonreírle.

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