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21. DETONANTE
Habíamos pasado alrededor de una hora jugando videojuegos con los chicos, al principio Oliver tuvo que enseñarme cómo manejar el control. Pero no me costó tanto aprender. De hecho, le gané una partida a Hunter. Y este, se puso a gritar molesto.
Estuvimos en su sala de juegos hasta que su madre, nos llamó para cenar. Yo seguía sin saber qué sucedía con mi madre y hermana. E incluso con Penny. No tener celular era un caos total.
Una vez que terminamos de colocar los platos y cubiertos, nos sentamos junto a la mesa. Pero para mi sorpresa, quién salió de la cocina con la comida, no fue la entrenadora; fue su pareja.
—A papá le gusta cocinar, es más que un simple empresario —sonrió Oliver.
Asentí, me alegraba saber que su padre fuese alguien con el cual él se llevase bien. Últimamente los padres son... complicados.
—Bueno... ¡El especial de hoy es... pizza! —exclamó el señor Carson.
Sonreí, notaba el entusiasmo del padre de Oliver.
—Señorita Amber —dijo mientras colocaba la pizza en la mesa—, bienvenida a nuestro humilde hogar.
—¡Papá! ¡La pones nerviosa! —se quejó Oliver.
—¿A quién pones nerviosa? ¿A Scott? —cuestionó la entrenadora, mientras se sentaba junto a su marido—. Bienvenida.
—Muchas gracias —dije con una sonrisa sincera.
—Hoy fue un entrenamiento duro —comentó preocupada—. ¿Cómo te sientes?
—Bien, creo que mi cuerpo ya se acostumbró.
—Que bien. Porque te quiero en las clasificatorias.
Fruncí el ceño, sin saber a qué se refería.
—¿Y eso qué es? —pregunté desconcertada.
Oliver reprimió una risa y lo miré de mala gana.
—La competencia de fin de año, quiero que ganes. Tienes potencial.
—Oh. Yo...no lo sé, creo que...
—Piénsalo —dijo en tono autoritario, cosa que no me dejó negarme.
Asentí.
Por otro lado, Oliver me sirvió una porción de pizza. Para luego, el comenzar a devorar sus porciones. La cena fue realmente entretenida, todos contaban sobre su día. Y me sentía incluida, cosa que era algo nuevo para mí. Pero a la vez agradable. Por primera vez en mucho tiempo, había tenido una cena relajada y divertida.
Hasta que llegó la hora de irse, pero por alguna razón; mi madre aún no aparecía por allí.
—¿Sabes si debemos llevarte? —cuestionó el padre de Oliver, mientras comía su helado como un niño pequeño.
—No lo sé —admití, incómoda.
—No te preocupes, de seguro aún siguen en el médico —comentó la entrenadora, restándole importancia.
Oliver carraspeó.
—Yo puedo llevarla —propuso.
La entrenadora lo observó con terror, como si hubiese dicho o hecho alguna tragedia.
—Creí que habíamos acordado que no harías cosas de mucho esfuerzo o que pudieran estresarte —dijo, ladeando la cabeza.
—Mamá, será solo llevarla a casa.
—Sí, pero...
—Mamá —la interrumpió—. Estoy bien. Y me quedaré con ella hasta que llegue su madre, no quiero que este sola.
La entrenadora bufó de mala gana, para luego mirar a su marido, esperando que este dijera algo. Pero no fue así.
—¿Vamos? —habló Oliver, haciendo señas con su cabeza.
Asentí con una leve sonrisa.
—Muchas gracias por la cena, bueno, por todo —dije agradecida, ya que, realmente lo estaba.
—Puedes venir cuando quieras, Amber —dijeron los Carson al unísono.
Sonreí, asintiendo. Para luego seguir a Oliver, quién cargaba mis cosas. Al salir de su hogar, nos adentramos a su coche y nos pusimos en camino para llegar a mi fría y solitaria casa.
El trayecto fue silencioso, en la radio sonaba una canción de Niall Horan. Cosa que me sorprendió que Oliver, la tatareara. Al parecer tenía cierta fascinación por los ex integrantes de one direction.
Al llegar a casa, Oliver se tomó muy en serio de lo no dejarme sola. Así que, también entró conmigo. Para luego, recostarse en un sofá. Mientras abría mi mochila y sacaba chocolates de ella.
—¿De dónde sacas tantos chocolates? —indagué, sentándome junto a él.
—Digamos que... mamá no respeta mucho su dieta.
Reí, Oliver tenía ese algo que te hacia sonreír con la cosa más tonta y normal. Pero que, a la vez disfrutabas.
—Pero no digas que dije eso —suplicó, devorando su chocolate. Para luego, tenderme uno.
—Solo si no le dices que aún no comienzo la mía.
—Hecho —aseguró sonriente.
Abrí mi chocolate y me dispuse a comerlo. El silencio no era incómodo, me agradaba su compañía.
—Sabes, comienzas a agradarme más de lo que deberías —admitió con el ceño fruncido.
—¿Más de lo que debería? —dudé.
Asintió.
—Pero sinceramente, no me interesa mucho. Me caes bien y siento que contigo, puedo ser lo que yo quiera.
—Deberías serlo con cualquiera.
—Lo sé, pero desde que fui al médico...—tomó aire—. Todo se fue a la mierda.
—¿A qué te refieres?
Oliver ladeó la cabeza.
—Nada, nada. Solo digo estupideces sin sentido.
Fruncí el ceño.
Había algo que no me estaba diciendo, de hecho, no se lo estaba diciendo a nadie.
—No me mires así —masculló.
—¿Qué ocultas?
—¿Por qué crees que oculto algo? —arqueó una ceja.
—Porque todos ocultamos algo.
Oliver sonrió.
—¿Y tú? ¿Qué ocultas Scott?
—Si te lo digo deja de ser secreto. ¿No crees?
—Bien. Tú ganas —murmuró, haciendo un bollito el envoltorio de su chocolate—. De todas formas, quiero saber de ti. Cuéntame algo interesante.
Fruncí la nariz.
¿Saber de mí?
«Sospechoso»
—Tranquila, no es como si te estuviera pidiendo qué tipo de sangre eres —aseguró—. Aunque en el futuro, probablemente sería bueno si eres de mi tipo.
—Es que, no sé qué decir. No soy alguien interesante.
—Eso crees tú —murmuró—. ¿Qué hay de tu familia?
—Eh... —balbuceé—. Solo somos mi madre y hermana.
—Vaya, yo tengo una familia bastante numerosa. Mis abuelos no perdieron su tiempo.
Reí.
—¿Y qué hay de tu padre? El mío dijo que, se fue porque necesitaba hacer cambios a su vida. Eran muy buenos amigos.
—Lo sé, se fue hace unos tres años. Me dijo lo mismo —suspiré.
«Necesito hacer cambios de mi vida y no sé cómo vayan a tomarlo»
Menuda tontería, ¿qué cambios eran tan importantes como para perder relación conmigo?
¡No tenía sentido!
—Bueno, esperemos que hayan sido cambios bueno. ¿No?
—Sinceramente, no sé cuáles fueron esos cambios.
—¿No intentaste llamarlo? —indagó, con el ceño fruncido.
—No.
—¿Y por qué no? ¿Qué te detiene?
—El miedo a que me rechace —admití, por primera vez.
—Bueno... si lo hace, es un idiota.
Sonreí y asentí.
—Sabes, siempre creí que sus palabras significaban más de lo que él quería admitir.
—No entiendo —dijo Oliver, pensativo.
—Eleanor creyó que él nos iba a cambiar por otra familia, pero ojalá sus cambios hayan sido más que eso —comenté.
—¿Y por qué no lo descubres? Investígalo, para algo tienes internet. ¿No?
Sus palabras fueron como un detonante, lo dijo de forma natural, como si fuese algo muy sencillo. Pero por dentro, lo sentía difícil.
¿Era bueno buscar a mi padre? ¿Qué cambios hizo en su vida?
—Oh, sí. Me gusta esa sonrisa. Pido ser tu Watson.
—¿Mi Watson? —pregunté sin saber muy bien de qué hablaba.
—Sí. Como Sherlock Holmes y su amigo Watson.
—Oh.
—¡No me digas que no sabes de qué hablo! —exclamó—. Eres una inculta...
Sus palabras quedaron en el aire, debido a qué la puerta principal se abrió. Y entró solo mi madre, con su cabello despeinado y sus ojos, rodeados de ojeras.
—Buenas noches —dijo entrando a la sala—. Muchas gracias por cuidar de Amber, el hospital era un completo caos. Eleanor deberá operarse, por ende deberemos viajar para conseguir un buen cirujano. ¿Pueden creer que no hay ni uno disponible? ¡Y todo porque se acercan las fiestas y vacaciones!
—Buenas noches, Señora Scott. Yo ya me iba...
—No. Quieto ahí, niño —ordenó mi madre—. ¿Qué edad tienes?
—Diecisiete.
—Bien, voy a necesitar que vayas al centro y le compres un nuevo móvil. Te dejaré mi tarjeta —dijo revisando en su bolso—. ¿No pensabas decirme que lo tenías roto?
Me encogí de hombros.
—Ten —dijo dándole la tarjeta—. Ya hablé con el padre de Penny, te quedarás con ella durante dos semanas. Pero debo irme, ¿crees que puedes quedarte esta noche?
—Eh... sí, sí. Lo hablaré con mi madre —respondió Oliver, un poco nervioso.
—Bien. Iré a ducharme, muéstrale el cuarto de huésped.
¿Qué mierda está pasando?
—Bueno... tendremos una pijamada —dijo Oliver, con una sonrisa divertida.
***
Mi madre ya se había ido, desde hace por horas y me encontraba en mi habitación, recostada en mi cama. Por otro lado, Oliver dormía en la habitación de huéspedes. Era extraño tenerlo en casa, pero a la vez me hacía sentir segura.
Además, por primera vez en mucho tiempo. No podía dejar de pensar en mi padre. Quería saber sobre él, así que, sin hacer mucho ruido. Tomé mi laptop y la encendí, para luego buscar su nombre.
«Estefan Scott, ex empresario de la compañía Scott»
Era lo único que salía. No había contactos, no había redes sociales. No había nada. Hasta que buscando y buscando... di con una tal Claudia Scott.
Y lo único que se me ocurrió pensar fue en si sería mi tía.
¿Realmente lo sería?
«Tendrás que averiguarlo»
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