(19)
19. Suerte con Oliver
En algún momento de la noche, me había quedado dormida entre dudas y preguntas. Había olvidado cargar a mi móvil, así que, no me desperté gracias a la alarma. Si no, gracias a mi madre entrando a mi habitación de mala manera. Para luego decir:
—Hay un muchacho esperándote en la sala.
Y sin más, se fue. Miré la hora del reloj de mi mesita, y aún era temprano. Me coloqué un pantalón negro, junto un suéter rosa y mis vans blancas. Tomé mi bolso y bajé a toda prisa.
«Hay un chico esperándote en la sala»
Al principio se me pasó por la mente que era Calvin, incluso Matthew. Pero cuando bajé el último escalón y lo vi allí parado, sosteniendo unas barras de chocolate. No supe cómo reaccionar.
—Te dije que traería chocolates —dijo Oliver, sonriente.
Ladeé la cabeza, estaba nerviosa.
—No era necesario —murmuré.
Mi madre entró a la sala con una bandeja, y dejó dos vasos de jugo de naranja. Junto unas tostadas con jalea de fresa.
—Aún tienen tiempo, así que desayunen —ordenó—. En especial tú, que tienes entrenamiento.
Rayos.
Jamás había desayunado en la sala, en especial si estaba mi madre.
¿Por qué estaba actuando así? No lo sabía.
—Muchas gracias, Señora Scott.
¿Señora Scott?
—Bueno... —balbuceé, sentándome en el sofá—. A desayunar.
Oliver se sentó frente a mí y tomó el vaso de jugo.
—Mis padres conocen a tu madre —comentó Oliver—. Trabajan juntos.
Eso explica el comportamiento extraño de mi madre.
—¿Realmente era necesario que vengas? —pregunté.
Oliver se encogió de hombros.
—Quería asegurarme que estuvieses mejor —respondió—. Además, Max me dijo que iría a ver a Penny. Así que, ella hoy no podrá llevarte.
¿Max? ¿Max con Penny?
Fruncí el ceño.
Rebusqué en mi bolso mi móvil, pero cuando intenté desbloquearlo, recordé que estaba muerto.
Bufé.
—¿Me prestas tu móvil?
Oliver asintió, y tomó su móvil de su bolsillo. Para luego, desbloquearlo y entregarmelo.
Marqué el número de Penny —número que me sabía de memoria, porque una nunca sabe cuando pasen emergencias o cuando la necesite—, y atendió al cuarto pi.
—¿Hola? —saludó.
—Soy Amber, esté es el número de Oliver.
—Lo sé —suspiró—. No podré ir a buscarte.
—Lo sé —admití—. ¿Está todo bien con Max?
—¿Cómo sabes...—balbuceó—. Sí, todo en orden.
Asentí, como si ella pudiera verme y noté que Oliver se rió, por mi estúpida acción.
—Te veré en los entrenamientos —aseguró Penny.
—Bien, cualquier cosa llámame —propuse—. Bueno, llama a Oliver. Él estará encantado en ayudar.
Oliver negó con la cabeza, mientras fruncía los labios. Y yo, le sonreí maliciosa.
—Bueno, suerte con Oliver.
—No es necesario, adiós —aseguré antes de colgar.
Solté un suspiro y le devolví el móvil a Oliver.
—¿Todo en orden? —indagó.
Asentí y tomé una tostada observándolo, mientras llevaba la comida a mi boca.
Pero por arte de magia, mi madre volvió a aparecer a la sala.
—Oliver, ¿viniste en coche? —indagó mi madre.
—Sí, Señora. ¿Por qué?
—Bien. ¿Cuento con que lleves a mi hija a clases, cierto?
Oliver asintió.
—Bien, debo irme. Tengan cuidado.
Y sin más, desapareció nuevamente. Dejando un silencio bastante incómodo.
Oliver estaba en mi casa. Y sus padres conocían a mi madre. ¿Tan pequeña era la ciudad?
—¿Nos vamos? —indagó Oliver.
Ladeé la cabeza, tratando de volver a la realidad.
—Sí, sí.
Oliver se levantó de golpe, para luego juntar los vasos y platos. Y desaparecerse en dirección a la cocina. Sinceramente, no supe qué decir ante su acción. Cuando volvió me hizo señas para que dejemos mi casa y nos encaminemos a clase.
No tardamos en adentramos a su coche, y se puso en marcha. Esa mañana había sido muy descabellada y eso que recién comenzaba.
Era la segunda vez que entraba al coche de un chico, en especial estando a solas. Claro que el primero fue Matt. Pero por alguna razón, la compañía de Oliver no me incomodaba tanto.
—¿Estás bien? —indagó, mientras frenaba al ver el semáforo rojo. Para luego, echarme algunas miradas rápidas.
Asentí.
—Hmm —tragó saliva. Me dio la impresión de qué a diferencia de mí, él se encontraba nervioso—. Mi padres quieren que vengas a la cena de aniversario, ya sabes. Son dieciocho años desde que nuestros padres trabajan juntos.
Lo observé confundida. Hace años no iba a los aniversarios, de hecho. La última vez que fui, fue cuando tenía cinco años. Desde entonces, mi madre solo lleva a Eleanor. Siempre creí que me deja de lado por miedo a que haga algún alboroto.
—No vas desde que eres pequeña y...
Alcé una ceja.
¿Por qué sabe todo eso?
—¿Quiénes son tus padres? —pregunté de golpe.
—Mi madre es la entrenadora y mi padre el gerente de la empresa Scott.
—Oh.
No solo su madre era quien me gritaba en los entrenamientos, si no que, su padre. Era quien se apoderó de la empresa familiar, cuando mi padre decidió que quería cambiar de vida. Y nos dejó.
Sí... hacía tiempo no pensaba en mi padre.
—En fin, papá quiere hacer un buen festejo. Ya sabes, dar una buena impresión —suspiró—. Prometo estar allí en caso de que algún idiota se sobrepase contigo ¿sí?
Oh, mierda.
Oliver había sido quien golpeó a Alex en aquella fiesta, prácticamente me había salvado de que algo peor me suceda.
No podía negarme ante su invitación.
—Claro, pero prométeme que si me aburro, me traerás a casa.
—Ya. De todos modos tu madre y hermana irán. Así que, si quieres escapar. Te acompañaré —sonrió, mientras estacionaba el coche. Ya que habíamos llegado.
Suspiré y bajé del carro, algunas chicas se me quedaron viendo, pero no le di importancia.
Al adentrarme a los pasillos, él primero que visualicé fue a Calvin. Quién vino prácticamente corriendo hacía mí, para abrazarme fuertemente.
—¡Ya suéltame! —exclamé entre risas, aunque el abrazo tan repentino no me gustó demasiado. Aún así, no dije nada.
—¡Adivina qué! —chilló.
Fruncí el ceño.
—¡Me aceptaron para ser modelo en la revista Star!
¿Calvin era modelo? Vaya, sí que faltaban cosas por contarnos.
—¡Eso es genial!
—Y me dejarán llevar dos amigos —elevó sus cejas—. Más bien, amigas.
—¿Me llevarás? —pregunté sorprendida.
—¡Obviamente!
Esta vez, fui yo quien lo abrazó con fuerza. Al esta vez fue por decisión propia y no por sorpresa.
Pero me sentía feliz por él y un abrazo no sería tan malo. Además había que festejar que llevaría a un estudio de modelaje.
«Eso sí que es otra onda»
Nuestro festejo fue interrumpido por el timbre dando inicio a nuestra primera clase.
***
Las clases se habían pasado volando, ya era la hora del almuerzo. Y nos encontrábamos, en la mesa del club de ajedrez. Nada satisfactorio, pero Calvin si se encontraba muy animado hablando con Chuck y sus amigos.
Aunque lo que me resultó más extraño es que Chuck no me dijese ni una sola palabra. Es decir, tampoco me interesaba. Pero, desde la llegada de Calvin había cambiado mucho.
Por otro lado, no tenía rastro de Penny desde que hablé con ella por el teléfono de Oliver.
Estaba por beber de mi botella de agua, cuando siento una mano en mi espalda baja. Al voltear, era Oliver.
Bufé.
Por alguna extraña razón, había estado evitándolo desde que me trajo a clases.
—Tu madre llamó a la mía —me susurró al oído—. Deberé llevarte a casa.
—Puedo ir caminando.
—De ninguna manera —dijo ladeando la cabeza—. Por cierto, Penny llamó. Dijo que hoy no vendrá, ya que tendrá una cita con Max o algo así.
Fruncí el ceño.
¿No era que no quería nada con él? ¿Cambió de opinión?
—¿Me dejas llamarla? —cuestioné.
—Claro —respondió, haciendo señas con la cabeza. Para darme a entender que saliéramos de la cafetería.
Al llegar al campus, me tendió su móvil. Y se sentó en el césped. Marqué el número de Penny a toda prisa. Tenía un mal presentimiento, pero al cuarto «pi» atendió.
—¿Hola?
—Madre mía, creí que algo malo había sucedido contigo —admití suspirando.
—No seas dramática —se quejó—. Además, Max ya se fue.
Suspiré.
—¿Y por qué no viniste a clase? —cuestioné.
—Porque... —murmuró—, porque papá llegó. Y me propuso ir al spa. Y no le diría eso a Oliver.
Reí.
El padre de Penny siempre la llevaba al spa, era el lugar favorito de ambos.
—Bien, me alegro que pases tiempo con él.
—A mí igual —admitió—. Bueno, ya es hora de irme. Papá me está haciendo señas —rió—. Cuídate ¿sí? Nos vemos mañana.
Sonreí.
—Nos vemos mañana —colgué.
Suspiré. Penny estaba bien.
—¿Todo en orden? —preguntó Oliver, aún sentado en el suelo.
Asentí, tendiéndole su móvil.
—Debes ir al entrenamiento —comentó—. Bienvenida al mundo de los deportes.
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