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17. Dile eso a Hermione

Al día siguiente, solo me quedó tiempo para pensar en las tutorías. Debía ayudar a tres alumnos para que aprobaran la materia y no eso no era algo sencillo.

Dentro de poco tendríamos un examen importante y todos debíamos aprobar. Así que, durante el almuerzo charlé con Camila Jensen; la chica de cabello morado.

Quedamos en que los miércoles y viernes la ayudaría al salir de clases. Ahora solo me faltaba Louis y Matthew.

Quedaban diez minutos para que acabase el almuerzo, debía apurarme si quería llegar a hablar con Louis. Así que, solo compré una manzana y una botella de agua. Para luego dirigirme a la mesa donde se encontraba él y todo el equipo de fútbol.

Carraspeé.

—Hola —dije, tratando de llamar la atención de Louis. Aunque para mi mala suerte conseguí la de varios.

—Hey —saludó Louis con una sonrisa.

De repente todos dejaron de hablar.

—Quería hablar contigo para concordar horarios —comenté.

La expresión de Louis cambió a una sumamente seria y sentí que su mirada estaba tratando de enviarme un mensaje.

—Claro, háblame al teléfono para organizar nuestra cita —propuso guiñándome un ojo.

«Ok, eso fue raro»

—Vale, hablamos luego.

Y sin más, me alejé de su mesa. Tenía varias dudas acerca de lo sucedido, es decir, dijo nuestra «cita» y no parecía que hablara de una cita de estudio. O eso fue lo que quiso aparentar.

—¡Amber! —exclamó Penny, acercándose a mí—. Te compré un sándwich, noté que no almorzaste.

—Gracias —sonreí, apreciando el detalle—. ¿Y Calvin?

—En el baño —respondió con simpleza.

Asentí, desenvolví el sándwich y le día un mordisco. Cuando estaba a punto de acabarlo, tocó el timbre. Tenía clase de química y Penny de física.

Al parecer el mundo no quería que compartiéramos clases.

«Un mundo cruel, eh»

Al entrar al salón de química, noté que olvidé mi cuaderno. Intenté ir en busca de el, pero el profesor ya había llegado y no se podía volver a salir.

—Oye —murmuré a una chica que se encontraba delante mío—. Oye...

Ella volteó y me examinó con la mirada.

—¿Qué quieres?

—¿Me prestas una hoja? —supliqué.

Rodeó los ojos y arrancó una hoja de su cuaderno. Le agradecí y se volteó, centrándose nuevamente a la clase. Tuve que escribir los apuntes con letra pequeña, porque si no, tendría que pedir otra hoja y no quería volverlo hacer.

Por alguna razón, Calvin y Chuck no asistieron a la clase. Cosa que me resultó sospechosa. Debido a que a mi amigo lo había visto por la mañana, sumando que Amber dijo que se encontraba en el baño. Seguramente no tenía ganas de asistir y no lo hizo, a veces él funcionaba así.

Al finalizar la clase, me acordé de Matthew. Debía concordar horarios con él también. Así que, decidida fui a buscarlo. Hasta que lo encontré charlando animadamente con una chica y no quise interrumpirlos.

¿Quién era aquella chica? No tenía idea, aunque sí me parecía conocida. Aquella morada y delgada figura, la había visto en algún lado. Aún así, no me animé a interrumpir.

Así que me di la vuelta, dirigiéndome a la salida. Mi madre tenía que recogerme, pero por distraída choqué contra alguien.

Al levantar la vista, vi a quien le pertenecía el pecho contra el cual estrellé mi rostro.

—Oliver —me quejé, refregando mi nariz—. Eso dolió.

—Lo siento, es que vi a mi prima hablar con el idiota de Matt y entré en pánico —opinó, mirando mal a Matt pero a la vez diciéndolo con tono burlón.

—¿Tu prima? —indagué curiosa.

Oliver sonrió un poco nervioso.

—Sí, mi prima —afirmó—. Pero por lo visto estarán bien.

Sonreí incomoda.

Mi móvil vibró en mi bolsillo trasero y al tomarlo, leí un mensaje de mi madre:

«No puedo ir a recogerte, Eleanor se cayó, debo llevarla al médico. Pídele a alguien que te lleve a casa»

—Genial —mascullé.

—¿Todo en orden? —indagó Oliver, quien había olvidado que seguía junto a mí.

«Oliver, mayor de edad»

«Que sirva para algo, ¿no?»

Sonreí coqueta.

—¿Tienes auto? —pregunté animada.

Penny ya se había ido y Calvin no aparecía, debía adaptarme a las circunstancias a pesar de parecer una interesada.

—Si...

—Hum...crees...que... ¿podrías llevarme a casa?

Oliver me observó extraño, sí, lo comprendía.

—Claro, solo déjame avisarle Paula.

—¿Paula? —indagué confusa.

Aunque lo que más me sorprendió fue que aceptase tan rápido.

—Sí, mi prima.

«La chica del baño, la chica de la fiesta»

—Joder —mascullé.

—¿Pasa algo? —preguntó Oliver, mientras me sostenía del brazo y me hacía caminar.

Estaba guiándome hacia Matt. No quería ir hacia Matt.

—Paula, debo llevar a esta bonita chica a su casa —opinó Oliver, mientras interrumpía a su prima. Quien seguía conversando muy alegre con Matthew.

—Me da igual, zopenco. Estoy ocupada —masculló Paula.

Matt quitó la mirada de Paula —ya que no se había percatado de nuestra presencia—, y me observó confuso. Para luego, centrarse en el agarre de Oliver, quien seguía sosteniendo mi brazo.

—¿Y por qué la llevas tú? —indagó Matt con expresión seria.

—Porque me lo pidió a mí —respondió Oliver, encogiéndose de hombros.

—Vaya, que rápido me cambias por este idiota —manifestó Matt.

Aquel comentario lo sentí...agresivo. Como si le molestara que Oliver me llevase a casa. Pero sinceramente no tenía ganas de seguirle el juego. Así que tomé a Oliver del brazo y lo jalé hasta la salida.

—Matt a veces puede ser...—titubeó—. Un tonto.

Bufé.

—Ven —dijo, guiándome a su coche blanco. Me abrió la puerta de copiloto y me adentre en el asiento. El aroma a masculinidad me trajo recuerdos, olía igual que su buzo gris.

Me permití un momento, para apreciar cuyo aroma. Estaba pensando seriamente en preguntarle qué perfume es y comprarlo para mí.

—¿Por qué las mujeres aman los perfumes masculinos? —preguntó Oliver, encendiendo su coche.

—¿Eh? —fue lo único que se me ocurrió decir.

—Oh, no. Te vi apreciando mi perfume —rió—. Si quieres puedes oler mi cuello también.

Reí incomoda.

—Idiota —murmuré.

—Sabes es la primera vez que te escucho insultar —comentó sonriente—. Teniéndote cerca, claro.

Fruncí el ceño.

—Yo insulto demasiado —mentí, pero a la vez soné irónica.

—No es cierto —negó con la cabeza—. El año pasado, jamás insultabas. Tampoco le hacías frente a Chuck. La primera vez que te vi de malas, fue porque lo llamaste sangre sucia. Y eso, ni siquiera cuenta como insulto.

Me crucé de brazos, molesta.

—Dile eso a Hermione —repliqué.

—Puede que en tu mente insultes, pero no las dices en voz alta —aseguró.

Negué con la cabeza. Era extraño que hablase con tanta seguridad.

—¿Tú que sabes? —mascullé.

—Mucho —aseguró, estacionando.

Por la ventanilla, visualicé mi casa.

—Bueno... —titubeó—. Me da vergüenza pedirte esto pero... necesito orinar.

Ladeé la cabeza mientras sonreía. Sí que Oliver era impredecible.

—Bien —dije saliendo del carro.

Revolví en mi mochila y tomé las llaves. No solía usarlas, pero para emergencias como estas, era necesaria.

—¿En esa planta hay una llave de repuesto? —preguntó, apuntando la maceta que colgaba de una ventana.

Lo miré confundida. ¿Por qué demonios preguntaba eso?

Además, confirmarle que allí se encontraba el repuesto de las lleves sería una tontería de mi parte.

Tranquilamente podría mandar a alguien a robarnos. ¿No?

—Deja de ser tan raro —mascullé.

Abrí la cerradura y nos adentramos a mi casa.

—Sube las escaleras, primera puerta a la izquierda —dije, guiándolo.

Oliver asintió y subió por las escaleras.

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