PRÓLOGO

Odiar las cosas que tus padres más se esfuerzan en que ames es parte de crecer. Es parte de esa fastidiosa etapa adolescente que todos atraviesan. Sin embargo, Larissa experimentó esa etapa con el doble de fuerza y por el doble de tiempo, ya que tuvo que lidiar con la frustración adicional de que no solo sus padres intentaran empujarla hacia a las carreras, sino que también parecía que su papá amaba más a sus coches y sus pilotos que a su hija.

Larissa Wolff era hija de Toto Wolff, el director ejecutivo del equipo de Fórmula 1 de Mercedes-Benz. Eso solo significaba que Larissa no podía buscar a su padre en TikTok sin generarse un par de traumas en el proceso.

A sus 16 años, ella no podía escuchar la palabra "Gran Prix" o "Clasificación" sin sentirse irritada. Diez años después, a sus 26 años, había madurado lo suficiente como para no sentir nauseas ante la mención del deporte más costoso del mundo, aunque eso no significara que le gustara, tampoco. Por eso, cuando su padre la miró a los ojos y le pidió sentarse, Larissa creía fervientemente que eso podría ser bien una intervención o una conversación sobre el trabajo del hombre; y no sabía cuál le apetecía menos.

-Larissa... Sabes que nos hemos mantenido al margen de tus asuntos personales, pero tu mamá y yo estamos preocupados por ti -dijo su padre.

Era una intervención, entonces.

Ella se colocó erguida.

Larissa no necesitaba una intervención.

Sí, había terminado con su quinto novio en tres años, y había sido una ruptura más bien escandalosa. Pero no era como si pasara sus días hecha un ovillo en su cama y llorando, no, ella pasaba sus días enfurruñada frente a la computadora enviando solicitudes de empleo a empresas, y sentía que estaba en su derecho a estar enfadada cuando la única razón por la que necesitaba un empleo era porque había perdido el suyo debido a su imbécil exnovio.

-No tienen de qué preocuparse, conseguiré un trabajo nuevo pronto, y sigo reflexionando sobre si vale la pena el caos mediático que supondría poner una demanda por despido injustificado -respondió inmediatamente ella.

Su padre suspiró y puso sus dedos en el puente de su nariz. Toto Wolff era un hombre de facciones expresivas, lo era cuando se trataba de algo relacionado con su preciado equipo, o con su hija. Y Larissa le causaba consternación con frecuencia.

-El problema no es que no tengas trabajo, el problema es el por qué no tienes trabajo.

-Porque mi exnovio es un imbécil, un cerdo estúpido y orgulloso que no puede soportar que la chica a la que botó y calumnió siga trabajando cerca de él.

- ¡Exactamente! -exclamó él, sobresaltando a Larissa.

Ella parpadeó, mirándolo.

-Si estamos de acuerdo en eso, entonces no entiendo qué les preocupa.

-Me preocupa que, como tu acabas de decir, tu exnovio es un imbécil, este y todos los que has tenido antes de él -señaló su padre.

Larissa abrió la boca para objetar, y pensó cuidadosamente lo que diría. No todos sus novios habían sido así, y mientras más se esforzaba en recordarlos a todos, más convencida estaba de que ella tenía razón, no todos eran imbéciles, no, hubo algunos que fueron incluso peores que eso. Al darse cuenta, cerró la boca de nuevo.

-Tienes razón -admitió Larissa, derrotada, sus hombros se hundieron con su postura, y de repente estaba muchísimo más dispuesta a romper en llanto y hacerse un ovillo en la cama.

Esa ruptura no la había devastado, la anterior tampoco, pero la que tuvo antes de esas dos la había destrozado. Había tenido suerte de no haberse enamorado de este, porque habría vuelto a su habitual estado de mujer estúpida con el corazón roto en una cantidad de tiempo ridículamente corto.

Su padre pareció desconcertado. Larissa no era del tipo que solía llorar en público, ni siquiera frente a sus propios padres, y su cambio de actitud de pasivo agresiva a deprimente era difícil de procesar, y más aún de manejar.

-Eres una adulta, Larissa, te amamos y te tratamos como tal, y por eso quiero que consideres lo que te voy a decir como una muestra de eso y no como que pensamos que eres inmadura. Quiero que trabajes conmigo durante un año, en la escudería.

Ella apenas se inmutó.

-Papá... Entiendo que te das cuenta de que no he tomado las mejores decisiones, y lo lamento, prometo que intentaré trabajar en eso. Pero no creo que quedarme un año pegada a ti como un chicle sea la solución. Además, ¿no es eso nepotismo o algo así?

-No, porque no estoy contratando a mi hija por ser mi hija, la estoy contratando porque es la mejor en lo que hace. ¿Eras o no la directora de mercadotecnia mejor pagada del país?

-Bueno, sí, pero...

-Larissa, ¿tienes otra oferta de trabajo en este momento?

-Eso fue innecesariamente cruel -señaló ella, con los ojos vidriosos-. Estoy pasando por un mal momento, ¿de acuerdo?

-Sé que puedes conseguir un trabajo por tu cuenta, uno bueno, eventualmente. Pero hasta entonces entiende que no tienes demasiadas opciones, que esto será bueno para tu carrera y que es lo mejor para ti.

Ella estaba enfadándose, enfadándose mucho. Y no era porque su padre la instara a viajar por el mundo con él como su niñera o a tomar un trabajo que se le servía en bandeja de plata como todo en su vida, sino porque él tenía razón y en realidad era lo mejor que podía hacer con su tiempo en su situación.

Un hombre, uno estúpido, uno del que ni siquiera se había enamorado, le había quitado su increíblemente bien pagado trabajo y destruido su prestigio en el mundo de los medios. Y no sabía si era él a quien le faltaban neuronas, o era a ella por haber salido con él para empezar sabiendo que seguramente no iba a terminar bien.

Se arrepentía.

Jodidamente se arrepentía, pero eso ya no le servía de nada, porque lo había hecho ya, más de una vez, y seguro volvería a hacerlo en un futuro.

Ese era el tipo de persona que ella era. Cuestionable, por lo menos. Desesperada por la idea del amor y dispuesta a buscarlo en cualquier lugar sin importar cuán sospechoso se mostrara en primera instancia o cuán riesgoso fuera.

Parpadeó y miró al techo para espantar las lágrimas.

-De acuerdo. Lo haré. Viajaré contigo cuando inicie la temporada.

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