CAPÍTULO 10

Charles Leclerc y Larissa Wolff eran amigos. Sí. Era tan simple como eso, y estaba bien, incluso si ella claramente se sentía algo atraída por el piloto. De todos modos, cualquier cosa más que una amistad (e incluso solo eso) era probablemente una idea espantosa considerando quién era él y quién era el padre de Larissa.

Así que sí. Así eran las cosas, y ella no iba a hacer nada al respecto, sin molestarse en presionar por obtener más de lo que ya tenía. A pesar de ser completamente consciente de eso, con Charles pasando todo su tiempo libre con Larissa, mientras ella no estuviera ocupada con su padre, era un poco difícil que su cerebro no se diera rienda suelta.

Había una semana libre entre las carreras de Australia y Japón, lo que significaba que ambos se habían visto ya una considerable cantidad de veces, regularmente en la habitación de hotel de alguno de los dos para evitar ser vistos juntos en público, aunque siempre con extremo cuidado, ya que ser atrapados saliendo o entrando en la misma habitación sería un escándalo aún peor que ser vistos bebiendo café. Nada había salido mal hasta ese momento, al menos.

Ese jueves, sin embargo, ellos no habían hecho planes para hacer algo juntos, ya que Charles iba a regresar a Mónaco al día siguiente y con su ligeramente desordenada naturaleza, debía dedicar su tarde a organizar su equipaje y revisar repetidamente no olvidar nada en la habitación de hotel. Ella no estaba del todo entusiasmada con pasar las semanas hasta Suzuka sola en su habitación, sin nadie con quien pasar el tiempo además de su padre.

Ella se pasó el cepillo por el cabello frente al espejo, tratando de ordenar sus mechones, mientras deslizaba distraídamente el dedo por la pantalla de su teléfono, examinando las publicaciones que aparecían en su feed en Instagram. No había visto nada relevante, hasta que un video saltó en su pantalla, un video de Charles. No era cualquier video. Era un video de Charles, promocionando helado.

— ¿Qué... ? —murmuró Larissa. Hizo clic en el usuario que había publicado el video, y con asombro, se dio cuenta de que era, efectivamente, la cuenta oficial y verificada de Charles Leclerc.

Vio el video completo al menos dos veces, antes de que su cerebro pudiera procesarlo. Incluso entonces, no pudo evitar preguntarse si el video era real o había sido hecho con inteligencia artificial y la cuenta había sido hackeada. Aunque, por supuesto, que Charles anunciara que había creado una marca de helados de la nada, tenía cierto sentido y encajaba bien con lo que Larissa conocía de la personalidad del piloto.

Verificó que en su estado de estupor, no hubiera dejado un like accidental en el video y cerró la aplicación, para abrir la de mensajería.

El último mensaje en la conversación con Charles había sido de esa mañana, cuando se habían deseado mutuamente los buenos días, y después ella se había ocupado con su propio equipaje y se había desatendido de sus mensajes. Tenía varios chats con mensajes sin leer, de hecho, pero no les prestó atención.

"¿Una heladería?" escribió Larissa.

Charles debía haber estado muy al pendiente de su teléfono porque respondió de inmediato.

"¿Olvidé decírtelo?" respondió él.

"Me parece que sí, porque habría recordado si me hubieras dicho que empezarías a producir helado".

"Ups. Lo lamento" escribió Charles, seguido de una serie de emoticonos, que incluían una cara sonriente con los ojos abiertos, un cono de helado, una cara que se cubría los ojos con los dedos entreabiertos para mirar y una cara sonriente que guiñaba el ojo.

"Una marca de helado" insistió Larissa, todavía sin poder superar el hecho.

"Jajajaja. Culpable. ¿Quieres venir a hablar sobre helado?" preguntó Charles.

"¿Cuál es la probabilidad de que podamos tener esa conversación mientras en realidad comemos helado?"

"Para tu buena fortuna, muy alta. Tengo algo de Vanillove por acá".

"Creí que tenías bastante que empacar" escribió Larissa, dudando.

"No es que esté avanzando mucho de todos modos, al menos podría tener compañía mientras hago esto, y actualizarte un poco más con lo que deberías saber".

"Voy para allá".

Larissa había ido a la habitación de Charles suficientes veces en los últimos días como para recordar el número claramente, tanto del piso como de la habitación, y fue cuestión de minutos estar golpeando la puerta de la habitación del piloto. Golpeó un par de veces la puerta y él abrió.

En el momento en que entró en la habitación, una corriente de aire fría la golpeó y la hizo estremecer. El aire acondicionado mantenía la temperatura demasiado baja, y era posiblemente por eso que él tenía puesta una enorme sudadera. Charles tenía el pelo desordenado, las manos hundidas en los bolsillos y la sonrisa de quien había hecho una travesura. Había bastantes prendas rojas de Ferrari esparcidas en el sillón frente a la televisión y otras cuantas, junto a pantalones sobre la cama, junto a una maleta grande y vacía.

—Ya casi terminas, ¿eh? —dijo Larissa, con burla.

—Yo no dije eso —replicó Charles, tomando un puñado de sudaderas y arrojándolas a la maleta.

—Habría sido una mentira del tamaño del mundo, si lo hubieras dicho —tarareó ella.

Charles se aproximó al refrigerador que tenía en la cocineta y tomó del congelador un pequeño envase de color amarillo, con el nombre "LEC" en letras grandes y blancas. Se lo entregó a Larissa junto con una cuchara, y ella observó el envase con fascinación. El número de calorías estaba estampado en el envase de forma muy llamativa, y eso no la sorprendía considerando que esa debía ser una preocupación constante para él como piloto de Fórmula 1 con una dieta estricta.

Larissa se estremeció un poco sintiendo la frialdad en sus manos, y Charles soltó una risa.

—Ten, esa sería una prenda menos para guardar —dijo él, dándole una sudadera beige cuya inscripción ella no se molestó en leer. Larissa tampoco se hizo del rogar y colocó el helado sobre una mesilla y se apresuró a pasarse la prenda por sobre la cabeza. Era ridiculamente grande para ella, y eso a pesar de que de acuerdo con el perfil típico de los pilotos, estos no solían ser demasiado altos o fornidos, y Charles no era la excepción.

—Gracias. El helado no se disfruta igual si estoy muriendo de hipotermia —dijo Larissa, recuperando el helado y destapando el envase mientras se sentaba sobre el reposasbrazos del sofá, mirando cómo Charles lanzaba indiscriminadamente sus cosas a la maleta—. ¿Alguna otra noticia que quieras confesar? ¿Vas a iniciar una cadena de restaurantes de comida rápida, quizá?

Él se quedó estático durante un largo minuto, con un pantalón de mezclilla con patrón de estrellas a medio doblar entre las manos, pensando, antes de mirarla, con aspecto reflexivo.

—Hay una cosa, sí. Voy a adoptar un perrito, un cachorro. Lo están cuidando para mí en Mónaco, en estos momentos. ¿Quieres venir conmigo?

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