CAPÍTULO 05

"¿Este es el número de mi fan número uno?".

Eso decía el mensaje que Larissa recibió ese jueves, mientras perdía el tiempo en su habitación de hotel con todo el mundo ocupado preparando las cosas para las primeras pruebas en el circuito de Yeda.

Habría sido correcto decir que ella no lo esperaba, pero definitivamente lo ansiaba.

El mensaje venía de un número desconocido, pero realmente no había demasiados candidatos que pudieran haber enviado el mensaje, pero de todos modos escribió una titubeante respuesta.

"¿Charles?".

"¿Vas pidiéndole a todos los pilotos que firmen tu gorra de Mercedes y diciendo que eres su fan? Y yo me había sentido especial...".

De acuerdo, sí, entonces ella estaba oficialmente intercambiando mensajes con Charles Leclerc. Y racionalmente podía reconocer que no era precisamente descabellado, no cuando era un entorno en el que ella estaba involucrada y que lo convertía a él en alguien relativamente alcanzable. Había varias cuestiones, sin embargo.

"¿Cómo conseguiste mi número?".

"George me lo dio".

"Entonces es bueno entonces que mi nombre solo era para la gorra".

"Eso era antes de que fueras la hija de Toto Wolff y me hicieras firmar la gorra de Mercedes. ¿Intentas que me demanden?".

"Me parece que podría no ser lo más extraño que has firmado".

"Bueno, no. Pero definitivamente está en algún punto medio entre la ocasión en que firmé el rostro de una chica y entre la vez que firmé una sandalia del Rayo McQueen".

Larissa no creía alguna vez haber demorado tan poco tiempo respondiendo un mensaje como lo que tardaba en responder a los de Charles. Era físicamente incapaz de apartar la vista de la pantalla mientras esperaba una respuesta, y una vez que la recibía, sus propios dedos volaban por el teclado a una velocidad vertiginosa.

"Encantador. Debe ser agradable para tus fans que no necesitan la merch de Ferrari para recibir un autógrafo tuyo".

"¿Ya no te incluyes entre mis fans?" insistió Charles.

Aparentemente, Larissa se las había arreglado para tocar una fibra sensible con su último comentario hacia él sobre admirarlo. No lo entendía. Charles Leclerc era alguien para tomar en cuenta, casi una fuerza de la naturaleza, porque no importaba cuantas cosas le arrojara el mundo, él parecía no tener la facultad de retroceder. En las peores circunstancias, él seguía estando en la cima. ¿Y la forma en que el hombre sujetaba un volante? Bueno, Larissa no creía haber amado algo de la forma en que Charles claramente amaba cada mísera parte de lo que hacía, desde el volante de su monoplaza hasta los malditos frenos que le habían fallado en Baréin.

"Solo me preocupa que alguien vea estos mensajes y descubra que la hija pródiga de Mercedes es seguidora del piloto número uno de Ferrari".

"¿Mercedes de nacimiento, pero Tifosi de corazón?".

"No en realidad".

"No. Porque si te cambiaras de equipo, seguiría a tu nueva escudería entonces. Creo en ti, no en Ferrari".

Y por algún motivo, admitir eso se sentía más personal que confesarle que había estado husmeando sobre él en redes sociales, que había hecho que George le mostrara fotografías de todos los pilotos después de la carrera porque había necesitado saber quién era el número 16.

"De verdad eres una fan".

"Solo desde que vi la carrera en Baréin. Ahí te va una ironía, es la primera carrera que veo en mi vida".

"Ni siquiera fue una gran carrera, no para mí, al menos".

"Russell me dijo algo curioso el otro día. Le pregunté si todos los pilotos eran como él, autocríticos, y me respondió que solo los mejores, parece que te incluyes entre ellos. Aunque te cueste creerlo, no necesitas volar o ganar la carrera siquiera para que la gente no pueda apartar la vista de tu auto".

En realidad, realmente, Larissa debería intentar suavizar la conversación, porque no estaba segura de si se trataba de Charles proyectando sus inseguridades a través de mensajes de texto, de ella transmitiendo una obsesión preocupante que le garantizaría una orden de restricción... O si simplemente era una conversación convencional de fanática a piloto. Una intensa.

"Creo que pasar mi tiempo contigo podría aumentar peligrosamente mi ego" escribió Charles.

"¿Piensas pasar mucho tiempo conmigo?".

"Solo si no tienes planes para más tarde".

Larissa de verdad necesitaba que le explicaran el rumbo que estaba tomando la conversación...

"¿No tienes nada qué hacer para prepararte para las pruebas de mañana?" preguntó Larissa, ella ni siquiera había considerado escribirle a Russell en todo el día porque había estado trabajando con la suposición de que todo el mundo estaría tan ocupado como lo estaba su papá.

"Hoy no".

"En ese caso, creo que estoy libre" escribió ella.

Se encargaría de estarlo incluso si no lo estuviera, porque no todos los días Charles Leclerc te preguntaba qué harías después. No era una cita, o al menos así lo creía Larissa, porque para ella nada era una cita si la otra persona no usaba la palabra cita, pero todavía era más de lo que creyó que obtendría del piloto.

Y si su encuentro anterior y la dinámica de sus mensajes era indicador de algo, entonces Larissa no estaba asegura de si iba a poder sobrevivirle, porque incluso si era solo como amigos, a ella la mataba la necesidad de ayudarle, ayudar a su carrera, porque creía en su talento lo suficiente como para apostarle su vida.

Se pondría de pie en medio del circuito, cerraría los ojos y no se movería un ápice si él se lo pidiera, porque no podría no confiar en él, y no podía esperar menos de él que la grandeza.

Larissa estaba en un estado de ligera incredulidad mientras revisaba una vez más los mensajes que había intercambiado con Charles. ¿Cómo había llegado a este punto? Se preguntaba mientras repasaba mentalmente cada palabra, cada respuesta y cada pequeño matiz en sus interacciones digitales.

Mientras reflexionaba sobre estas preguntas, su mente se desvió hacia su padre, Toto Wolff, y la forma en que ella siempre se las arreglaba para tomar la decisión equivocada y él lo sabía. No podía evitar preguntarse si lo entendería, debería comprenderlo cuando había sido él quien por tantos años intentó inculcarle a Larissa el tipo de amor por las carreras que latía más intensamente que su propio corazón, el tipo de amor que te hacía gritarle a una pantalla y pasar felizmente noches en vela ocupándote del trabajo. Ahora ella lo entendía, y el único problema es que sus propios sueños no se alineaban con los de él, sino con los de un piloto monegasco, il predestinato.

Su mente bullía con ideas y expectativas mientras intentaba anticipar cada posible escenario; una mente ansiosa que no podía apagarse.

"¿Las 6 funciona para ti?" preguntó Charles.

"Perfecto. ¿Algún lugar en mente? No es por amargarte el plan ni nada similar, pero muy probablemente deberíamos evitar que nos vean...".

Larissa se sintió tentada a retractarse, porque no importaba cuánto deseara una buena reacción de su padre ante el fanatismo que ella había desarrollado, lo conocía suficientemente bien como para saber que era una vana esperanza, porque no había forma en el mundo de que él fuera a estar feliz con eso, aún si era lo que la había llevado a finalmente interesarse en la Fórmula 1.

Finalmente, la respuesta de Charles llegó: "Conozco un buen lugar cerca del hotel, es suficientemente privado, según creo".

Y a ella no le gustaba la idea de ir a escondidas, pero le gustaba mucho menos perder las cosas que recién había empezado a aprender a disfrutar. Las carreras, los autos, el entorno mediático repleto de chismes que los rodeaba, y Charles Leclerc.

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