la vida y la muerte
A Dios no se le cuestiona; y si se hace muchas veces somos ignorantes de las razones por las que hace las cosas. No las entenderíamos por más que lo intentáramos. A veces nuestro Dios es caprichoso y receloso.
Pero Kim Namjoon quería entender por qué de pronto el cielo había sido convocado para anunciar que Dios personificaría a la vida y a la muerte. Siendo él un ángel de los más bajos en el paraíso todavía tenía mucho que aprender pero le gustaba mucho preguntar.
¿Si siempre habían existido como dos deidades omnipotentes y omnipresentes para qué meterlos en un recipiente como un cuerpo humano?
Muchas preguntas y tan pocas respuestas para Namjoon. De hecho, cuando intentó preguntárselo a su superior sólo recibió una reprimenda.
Min Yoongi y Hwan Heerin habían sido dos humanos totalmente opuestos, mientras uno pregonaba la guerra y la muerte, la otra profesaba la paz y la vida. En su lucha incansable durante años habían llegado al punto de morir hacía casi dos siglos luchando por sus causas. Causas que creían justas.
¿Por qué ahora Dios quería tomarlos a ambos para depositar en ellos el sagrado privilegio de vivir y el sacrilegio de morir?
La muerte nunca se había presentado con forma ante nadie, ni siquiera ante el mismísimo Dios. Comúnmente era escrita como una energía muy poderosa capaz de doblegar a cualquiera, una masa oscura sin forma que arrasaba con todo a su paso y no daba cabida a las segundas oportunidades. Sin consciencia o emociones. Era un ente y ya.
¿Entonces por qué meter a semejante poder dentro de un cuerpo como el de Min Yoongi? Si bien había sido el ejemplar que llevó a cabo la muerte de cientos y miles de personas, no era motivo suficiente para elegirlo y darle tal responsabilidad.
O así pensaba Namjoon.
La vida por su lado aunque tampoco tenía forma alguna podía verse reflejada en la más mínima cosa capaz de dar un suspiro. Desde el pequeño brote de semillas hasta los latidos diminutos de un bebé en gestación. La majestuosidad de la vida no podía limitarse a nada y su presencia se extendía en todo el universo. Entonces, ¿para qué limitarla al cuerpo de Hwan Heerin? Era un privilegio muy grande para otorgáselo a un humano.
Nada tenía sentido para el momento en el que el cielo fue convocando para dar la noticia de que la vida y la muerte se materializarían en ambos cuerpos.
Lo que ignoraban todos a excepción de Dios es que Heerin y Yoongi eran lo que siempre había estado buscando para limitar el alcance y el poder de las dos cosas más infinitas y a la misma vez más efímeras del universo.
Desde la creación del mundo y de todo lo que existe, Dios mismo sabía que había cosas que escapaban de su control y que podían ser usadas por otros seres o criaturas con motivos lejanos a su doctrina. La vida y la muerte son en sí, los entes más poderosos luego de él y sin embargo, dominan casi lo absoluto sin plena consciencia de nada pudiendo extrapolar su poder a límites inalcanzables.
Por eso durante miles de años buscó a dos humanos que fueran lo suficientemente arraigados a la creencia del vivir y morir como lo fueron Heerin y Yoongi, ambos en extremos totalmente opuestos a sus naturalezas. Una vez encontrados no podía dejarlos ir. Era exactamente su oportunidad de poner un límite a lo que durante mucho tiempo se había salido de su control.
Muertes, nacimientos, muertes, nacer, morir... Año tras años, día tras día, segundo tras segundo.
Había decisiones en las que Dios no podía intervenir y simplemente se podía limitar a ser un mero espectador. El libre albedrío le habría cobrado factura en varias oportunidades. Así que bien, cuando sobre la Tierra las almas de Heerin y Yoongi se encontraron mutuamente en una guerra de principios y creencias, él supo que cuando ambos murieran pasarían a convertirse en sus recipientes.
Sumergiría a la negruzca muerte en Yoongi y el cuerpo de Heerin bebería el brillo de la vida misma.
Así pues, tomada la decisión y habiéndoselo anunciado al cielo se dirigió hasta el limbo donde habían permanecido atrapadas las almas de ambos humanos durante casi doscientos años. En aquel lugar sólo existía el silencio y la atemporalidad. Nada transcurría o acontecía.
Los cuerpos de material espiritual de Heerin y Yoongi estaban suspendidos en el aire rodeados de aquel blanco espacio que no tenía paredes o límites, tan sólo era un horizonte de blancura que albergaba a la nada. Se habían mantenido sin consciencia durante muchos años a espera de lo que sucedería con ellos; ignorantes de que había un nuevo plan que cambiaría lo que fueron y lo que serían.
Por mandato de Dios.
El cuerpo de Yoongi fue el primero en dejar de estar suspendido, despertando lentamente de su eterno letargo con los huesos crujiéndole como si se trataran de hojas secas. Abrió los ojos lentamente para encontrarse que a donde fuera que mirase la inmensidad del limbo se extendía.
No entendía nada. No podría hacerlo porque simplemente en ese momento nada parecía real y sus pensamientos habían estado callados durante mucho tiempo.
— Di tu nombre —dijo una voz profunda cuyo eco invadió cada centímetro del limbo.
El cuerpo pesado y adormecido de Yoongi no logró asimilar la orden en un primer momento por lo que sólo siguió recorriendo la estancia con la mirada sin formular ningún pensamiento o palabra. Su garganta parecía tan seca como un desierto. Su cuerpo actuaba como el de una marioneta cuyos movimientos mecánicos estaban fríamente calculados. Su piel estaba muy pálida y el cabello dorado caía en todas direcciones.
Completamente desnudo Yoongi no tenía idea de lo que estaba pasando.
Lo último que recordaba era un dolor insoportable en su cara y por eso se llevó las manos al rostro lentamente. Ver sus manos le era extraño, ¿eran de hecho, sus manos?
— ¡Di tu nombre! —repitió la voz aún más demandante.
La mirada de Yoongi se perdió en el techo inexistente intentando encontrar al causante de aquel grito ensordecedor.
— Min... —su cabeza dolía con pequeñas punzadas en su sien —Min Yoongi.
— ¿Y quién eres? —gritó nuevamente la voz, aún más demandante.
Los lúgubres ojos de Yoongi se posaron en la distancia sin intentar encontrar la lógica tras lo que estaba pasando. Seguramente era un sueño.
Sí, eso debía ser.
— ¿¡Quién eres!?
— Soy... —¿quién era? —Soy el rey.
Un golpe invisible cayó sobre Yoongi empujándolo hacia el blanquecino suelo que de momento se había materializado en un macizo material que se oprimió contra él. De pronto, desde las cuatro esquinas que se podían discernir un espeso humo negro empezó a deslizarse silenciosamente como una gas mortal hacia el centro de la estancia donde estaba Yoongi.
La cortina negruzca era tan espesa que no se podía ver a través de ella y aunque su deslizamiento parecía parsimonioso en cuestión de segundos estaba a pocos metros del ex gobernante quien permanecía en el suelo de rodillas siendo empujado por una extraña fuerza hacia el suelo.
No podía mover ninguna parte de su cuerpo y su mirada ya inyectada de sangre por los esfuerzos de escapar estaba totalmente clavada en la espesa cortina que se levantó tres metros delante de él. La pared de humo se quedó inmóvil frente a su cuerpo como un animal a la espera del momento perfecto para atrapar a su presa. Como una boa a punto de estrangularlo.
El silencio se hizo ensordecedor y entonces la voz extraña volvió a hablarle.
— Te bautizo como la muerte, Min Yoongi.
Toda la espesa montaña de humo ennegrecido se movió rápidamente como si hubiese cobrado vida y entró por cada parte del rostro de Yoongi. Se abrió paso a través de sus ojos, su boca abierta por el grito desgarrador que soltó su garganta, sus oídos, su nariz...
El pálido cuerpo de Yoongi se sacudió con fuerzas entre convulsiones mientras tragaba aquella masa oscura hasta que, finalmente la última porción entró en él dejándolo en el suelo. Unos segundos bastaron para que el antiguo cuerpo de Yoongi hiciera un proceso de metamorfosis.
Suspendido nuevamente en el aire un impecable traje de color negro lo cubrió rápidamente como si se tratase de trabajadoras arañas tejiendo la tela sobre su piel. Cada centímetro blancuzco quedó cubierto excepto su rostro del cual se borró cualquier antigua cicatriz. El largo cabello rubio que antes adornó su cabeza se convirtió en cenizas y dio paso a una melena espesa de cabellos negros que cayeron desordenadamente sobre su rostro, y pronto estos fueron cubiertos por un sombrero redondo que ensombreció sus facciones.
Si alguna vez la mirada de Min Yoongi fue oscura ahora lo era mucho más. Sus penetrantes ojos eran tan negros como la oscuridad de las tinieblas.
Se enderezó de pie y movió su cuello de lado a lado para adaptarse a su nueva forma, los huesos de la zona crujeron al igual que los de su mandíbula cuando la reacomodó en su lugar.
— ¿Quién eres, Min Yoongi? —se alzó la voz nuevamente y una sonrisa socarrona apareció en el rostro del nombrado.
Sus rasgados ojos subieron buscando un cielo inexistente y finalmente respondió con altividad.
— ¿No es obvio? Soy la muerte —y su silueta se esfumó del limbo dejando trazas de humo negro. Luego de casi dos siglos ahora Min Yoongi era nada más y nada menos que la personificación, el contenedor, de la muerte misma.
Era un esclavo porque de lo único que estaba libre era del limbo. Ahora llevaba una gran responsabilidad sobre él. La muerte tenía reglas que bien conocía y si las llegaba a violar sería seriamente castigado por Dios.
La paz reinó nuevamente en el lugar, si se puede decir que había paz. Lo único que había era silencio y el cuerpo desnudo del que alguna vez fue dueña Hwan Heerin.
— Heerin. Heerin —llamó calmadamente la voz sacudiendo el profundo sueño en el cual había caído luego de ser asesinada. La voz distante que la llamaba no sonaba familiar y era tan lejana que casi era inperceptible.
Heerin abrió lentamente los ojos luego de que una sensación de intenso frío se metiera entre sus huesos y un olor a flores y tierra mojada inundara sus fosas nasales.
Cayó de pronto al suelo blanquecino e inexistente para percatarse de que estaba en un lugar deshabitado y enteramente irreconocible para ella.
— Hwan Heerin —dijo la profunda voz que habitaba en el lugar y pese al cansancio de sus párpados y el frío en cada músculo, Heerin subió la mirada hacia la nada. Un rayo de luz iluminó sus pupilas color avellana y estas dolieron obligándola a clavar la visión en sus morados pies.
Heerin se abrazó así misma y empezó a temblar incontrolablemente.
— Hee... Hee —su voz sonaba muy tenue y ronca como si le hubiesen arrancado las cuerdas vocales. Se mantuvo en el suelo abrazándose el torso mientras tomaba bocanadas de aire.
— Tú serás para mí nada más que la vida. Te confiero ese poder, Hwan Heerin.
Pero la chica de largos y dorados cabellos no podía entender que era lo que pasaba y lo único que se repetía en su cabeza una y otra vez eran dos palabras.
— Jimin. Hee. Hee... Jimin —decía con la voz convertida en un hilo.
La estela de luz que alumbró sus pupilas se hizo más intensa al punto que parecía un rayo muy intenso capaz de quemarle la piel si la acariciaba. Justamente cuando la luz se movió verticalmente hasta caer sobre Heerin, su piel ardió como el fuego.
Gritó de dolor y se llevó las manos a la cabeza sin poder moverse cuando el rayo atravesó su pecho y formó allí un halo dorado que se consumió bajo la piel. Pronto, el cuerpo de Hee cayó al suelo nuevamente y fue envuelto por largos retazos de tela dorada que la cubrieron con suavidad formando un hermoso hanbok a su alrededor. Su cabello cobró un intenso color dorado y sus ojos se volvieron aún más claros, de avellana puro. Su piel se volvió tan pálida como el mármol y sus labios tan rosados como las flores de cerezo.
Luego de varios segundos de inmovilidad empezó a moverse en su sitio hasta que terminó sentada cubierta bajo las extensas telas que la adornaban. Hee miró hacia arriba buscando el cielo que no podía ver y varias lágrimas cristalinas aparecieron tras sus ojos.
— ¿Quién eres, Hee? —preguntó la voz.
Hee lloró en silencio por algunos segundos hasta que respondió sabiendo su destino de prisionera y dadora de vida atrapada en un cuerpo humano.
La vida no merecía ser contenida en un recipiente como aquel cuerpo o como ningún otro. Debía extenderse, ser libre, rebotar en todos los seres vivientes pero ahora Dios le había dado forma.
— La vida... Y me has quitado mi libertad —habló con una nueva voz más fuerte y melosa, suave como el algodón.
La voz no respondió y en lugar de ello el espacio blanquecino e infinito en el que se encontraba se estrechó para Hee hasta que finalmente todo se volvió negro, gris, de miles de colores y se plegó sobre sí mismo.
Cuando volvió a abrir los ojos, sus pies estaban sobre tierra firme repleta de pasto y a su alrededor un lugar que ella podría reconocer como un cementerio. Estaba de vuelta en la Tierra, sólo que ahora podría caminar y hablar como los humanos. Sentir, tocar, oler y saborear como los seres a los que ella daba vida.
Caminó lentamente acostumbrándose a su nuevo cuerpo paseando por el silencioso lugar mientras miraba las lápidas abandonadas de aquel rincón dejado por Dios. Serpenteó con el hanbok arañando la tierra húmeda hasta que finalmente cansada de deambular se detuvo frente a dos tumbas que quedaron frente a ella por cuestiones de azar.
Estaban una junto a la otra.
Park Jimin l Hwan Heerin l
632 - 670 d. C. l 628 - 658 d. C.
Debajo de las lápidas de ambos un fragmento: "Si la muerte nos separa que la vida nos una en nuestro próximo encuentro".
Hee leyó en silencio aquella frase y le pareció una de las cosas más tristes del mundo, pero era lógico que los humanos estaban destinados a perecer tal y como esos dos desconocidos que había encontrado por accidente en el cementerio.
Por supuesto que la vida y la muerte no albergaban recuerdos de quiénes habían sido Min Yoongi o Hwan Heerin. Ahora sólo eran la personificación de los dos entes más poderosos contenidos en los que alguna vez fueron humanos. Humanos que amaron y cuyo odio creció en sus corazones. Carne y hueso que sufrió pérdidas y cantó victorias.
De Min Yoongi y Hee ahora sólo llevaban el nombre. Lo demás se había borrado con la historia y el tiempo.
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llegamos al final de la precuela de eden linduras :) espero hayan entendido todo y las dudas que queden déjenmelas por acá. gracias por leer y seguir esta historia~ llevaba tiempo queriendo publicarla.
les mando un abrazo enorme y les invito a esta noche leer el one shot de falle star que será kookmin. nuevamente, gracias por leer~~~ nos vemos.
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