Universo
Fuego ardiente enmarca
la pieza de arte que es su rostro.
Sus flamas traviesas ansían tocar el cielo
y danzan despreocupadas al compás de la brisa
que alborota cada uno de sus hilos rojizos
con un simple roce.
El fuego desciende con gracia por su cuello
cual rayo apasionado de sol que besa
la blanca arena en un rojizo atardecer.
Sus llamas también logran alcanzar las estrellas,
aquellas constelaciones que se encuentran ocultas
en el universo de su piel.
Universo que, al contemplarlo
con cada una de sus galaxias,
provoca que invada en mí un anhelo:
el deseo de que mi boca sea astronauta
para recorrerlo entero.
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