Dicen amarme, tenerme en un pedestal.
Un pedestal frío, armado con cristal
para que todos puedan verme
y soñar con estar en mi lugar.

Pero yo no soy una heroína,
no soy superman;
soy solo una niña que, un día,
se dispuso a soñar.

Quiero abrazos y caricias,
no frívolos aplausos de gente sin rostro
que se acerca hasta mí
con intenciones distorsionadas,
comandadas desde la codicia.

Quiero a alguien que me diga
que estará a mi lado,
que vea quién soy,
no lo que he logrado.

Porque me siento sola,
a pesar de que empecé a brillar
y ahora un montón de gente me rodea
queriendo algo más.

Porque la atención, al final, no es nada:
no es más que una mano irreal que te abraza,
que te estruja
y que luego te empuja al vacío.