Ave fénix

Relato corto

Estuve caminando dormida por un largo tiempo, con una burbuja que me protegía de todos, incluso de mí misma. De esa forma me mantenía atrapada, segura, en mi pequeño sitio de paz; éste era cómodo, predecible y monótono, como una película que ya has visto y sabes que no te puede hacer llorar. En su momento me sirvió porque yo tenía heridas que sanar, cicatrices que todavía sangraban y necesitaban tiempo para curarse.

Sin saber realmente cuándo ocurrió el cambio, llegó un punto en el que mi burbuja de tranquilidad se convirtió en infierno personal que terminó quemándome. Yo continuaba aislada, con mi corazón cerrado al vacío y los ojos observando a través de una ventana blindada. Afuera todo se desvanecía demasiado veloz para notarlo cuando estaba a mi lado; todo se iba menos yo, que siempre estaba igual.

Escapé con la vida por el suelo, casi arrastrándome sobre las cenizas de lo que alguna vez fue. Busqué la manera de salir y fue doloroso, porque así se siente vivir a veces. Te das cuenta de las mentiras que te rodeaban, de que el mundo no es tan perfecto como parece en primera instancia, de que a veces debes ceder y arriesgarte sabiendo que eso puede quebrarte a la mitad.

Aunque vivir también es libertad. La vida está tanto en el dolor como en la felicidad, en el amor y en el odio, y esas cuestiones binarias que se necesitan entre ellas para saber reconocerlas. La vida tiene distintos matices que hay que saber apreciar, saborear y recordar cuando las cosas se ponen feas y no puedes ver más allá de la pared.

Al final, cuando estaba dando los últimos pasos para escaparme del fuego, éste me tomó por la pierna y me arrastró con él hacia sus brasas más profundas que terminaron por encerrarme en un fervor que pensé que me destruiría. Me quemé tanto que, de pronto, sin conocer cómo, terminé renaciendo cual ave fénix.

Un ave que pudo escapar, hacer suyo el fuego que la quemó y fortalecerse para volver a volar.

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