Capitulo 20: terminando la base
Hola gente bella,la historia dará un pequeño salto de tiempo de dos semanas,en ese tiempo las chicas terminaron de asentarse bien,con las casas etc.Disfruten del capítulo sin más.
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Pasaron varios días desde que las chicas decidieron investigar los obeliscos, y durante ese tiempo, lograron completar la construcción de su base. Cada día se dedicaban a afinar detalles y a asegurarse de que todo estuviera en orden. Las casas estaban listas, el invernadero empezaba a florecer, y los corrales para los dinos eran cada vez más funcionales. Elizabeth se sentía orgullosa del hogar que habían creado juntas, un refugio que no solo les ofrecía seguridad, sino también un sentido de comunidad y propósito.
Sin embargo, había algo que aún la inquietaba. Aunque lo que las acechaba no se había vuelto a mostrar, Elizabeth había pasado muchas noches desvelada, buscando información en sus notas y en su diario sobre aquella criatura que había vislumbrado. Sus investigaciones, aunque intensas, revelaban solo fragmentos de un rompecabezas inquietante: peligroso, mutante, y claramente no era originario de este mundo. Las palabras escritas en su diario parecían retumbar en su mente, llenándola de una mezcla de curiosidad y temor.
—He estado pensando —comenzó Elizabeth una mañana mientras se sentaban alrededor de la fogata, el olor del desayuno aún flotando en el aire—. Necesitamos ampliar nuestro enfoque. He observado muchos dinosaurios en los alrededores, y creo que deberíamos intentar domesticar algunos más grandes.
Las chicas la miraron con interés. Elizabeth continuó, su emoción creciendo.
—He estado pensando en un Brontosaurio o un Diplodocus. Son enormes, y con su tamaño, podrían ayudarnos a transportar materiales de forma más eficiente. También me he fijado en los Kentrosaurios; su capacidad defensiva podría ser invaluable. Y no puedo dejar de pensar en un Allosaurio... es un depredador, pero con el entrenamiento adecuado, podría ser un aliado formidable.
Las chicas intercambiaron miradas, sintiendo la emoción y la determinación en las palabras de Elizabeth. Era un riesgo, pero también una oportunidad.
—Tienes razón —respondió Sam, animada—. Si conseguimos domesticar uno de esos dinos, podríamos tener una ventaja considerable en nuestras exploraciones y defensas.
—Exactamente —asintió Elizabeth—. La idea de tener un compañero más grande y fuerte para ayudar en nuestras tareas me parece esencial. Además, podría ser útil para llevar a cabo expediciones más largas sin preocuparnos tanto por los recursos.
Decididas a buscar estos nuevos dinosaurios, las chicas comenzaron a planificar su próxima expedición. Elizabeth pasó los días siguientes observando a los diferentes grupos de dinosaurios, tomando notas sobre sus comportamientos y hábitos. Quería asegurarse de que estuvieran listas para cualquier desafío que pudieran enfrentar en el proceso de domesticación.
Sin embargo, la intriga por los obeliscos seguía presente en su mente. Si bien habían completado su base, Elizabeth no podía dejar de pensar en lo que podrían descubrir si volvían a investigar más a fondo. ¿Qué más había en este mundo? ¿Y qué secretos guardaban aquellos monumentos antiguos?
Una noche, mientras las estrellas brillaban intensamente en el cielo despejado, Elizabeth se sentó fuera de su cabaña con su diario en mano, reflexionando sobre los días que habían pasado. Habían trabajado arduamente y, aunque la vida en el Arca seguía siendo peligrosa y llena de incógnitas, la camaradería y la determinación de su grupo les ofrecía un nuevo sentido de esperanza. Se sintió agradecida por las chicas a su lado y la oportunidad de construir algo significativo en un mundo tan incierto.
Con una renovada resolución, decidió que, al mismo tiempo que buscaban a los grandes dinosaurios, no podían perder de vista el misterio de los obeliscos. Había demasiadas preguntas sin respuesta, y Elizabeth sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que la curiosidad la empujara a desenterrar más secretos del mundo que las rodeaba.
Con la resolución firme en su mente, Elizabeth se levantó y se unió a las demás alrededor de la fogata, donde el calor del fuego contrastaba con el aire fresco de la noche. Las chicas estaban reunidas, compartiendo historias sobre sus días y discutiendo sus planes para la próxima aventura.
—Entonces, ¿cuál es el primer paso? —preguntó Iris, su rostro iluminado por la luz del fuego.
—Creo que deberíamos dividirnos en grupos —sugirió Elizabeth—. Algunas pueden buscar a los Brontosaurios y Diplodocus, mientras que otras pueden investigar áreas donde hay Kentrosaurios y Allosaurios. De esa manera, podemos cubrir más terreno y maximizar nuestras oportunidades.
Sam asintió, apoyando la idea. —Me parece bien. ¿Y qué pasa con la seguridad? Sabemos que este lugar no siempre es seguro. Necesitamos estar preparadas.
—Buena observación, Sam —dijo Emily—. Podríamos establecer un sistema de señalización. Si algo sale mal, podemos enviar un aviso y volver rápidamente.
—Exacto. Cada grupo debe tener un plan de retirada —añadió Elizabeth, su mente ya trabajando en los detalles—. También sería útil llevar algunas de nuestras nuevas armas y armaduras, por si acaso.
Las chicas comenzaron a planear con entusiasmo, la emoción de la aventura llenando el aire. Elizabeth se sintió revitalizada por el trabajo en equipo, sabiendo que juntas eran más fuertes. Después de varias horas de discusión y preparación, se retiraron a sus cabañas, ansiosas por el día que se avecinaba.
Al amanecer, Elizabeth se despertó antes que el resto. Después de un ligero desayuno, salió al exterior con su diario, buscando un lugar tranquilo donde pudiera reflexionar y anotar sus pensamientos. Mientras el sol comenzaba a asomarse en el horizonte, iluminando el paisaje, tomó una respiración profunda.
**"Hoy es un nuevo comienzo,"** escribió en su diario. **"No solo para nosotros, sino también para todos los seres que habitamos este mundo. La posibilidad de formar alianzas con los dinosaurios que hemos visto me da esperanza. Tal vez podamos construir algo más que solo una base; quizás podamos establecer un verdadero hogar."**
Después de escribir, Elizabeth se sintió aún más decidida. Regresó al campamento justo cuando las chicas comenzaban a despertar y prepararse para la expedición.
El sol apenas comenzaba a salir en el horizonte cuando Elizabeth y las demás empezaron los preparativos para su siguiente misión. Aquel día era especial. La emoción de domesticar un Brontosaurio, una criatura imponente y majestuosa, flotaba en el aire, pero sabían que no podían confiarse. Las criaturas grandes requerían más que simple suerte; necesitaban un plan detallado y una preparación meticulosa.
Elizabeth observaba atentamente cómo las demás chicas trabajaban. Emily estaba terminando de ajustar los últimos detalles en la silla de Rappy, asegurándose de que estuviera bien acolchada y que las correas fueran lo suficientemente fuertes para soportar cualquier eventualidad en la que Rappy tuviera que cargar equipo extra. La destreza de Emily con los materiales y las herramientas siempre impresionaba a Elizabeth. Podía tomar cualquier cosa y transformarla en un equipo útil, ya fuera una montura para un dinosaurio o una lanza mejorada.
—Está casi lista, Liz —dijo Emily, dándole una palmada a la silla de Rappy—. He reforzado las correas y añadido algunos compartimentos para que puedas llevar más suministros.
—Perfecto, Emily. Necesitaremos toda la ayuda que podamos obtener —respondió Elizabeth, mientras revisaba las flechas narcóticas que habían preparado la noche anterior. Sabían que el Brontosaurio sería difícil de domar y que, por su tamaño, requeriría muchas flechas tranquilizantes.
Sam estaba a unos metros de distancia, revisando el aljibe de flechas. Cada una estaba cuidadosamente impregnada con narcóticos, asegurándose de que el veneno fuera lo suficientemente potente para derribar al coloso. Aunque Elizabeth confiaba en las habilidades de Sam para preparar las flechas, no podía evitar sentirse algo nerviosa.
—¿Crees que estas flechas serán suficientes? —preguntó Elizabeth mientras miraba el aljibe lleno de proyectiles.
Sam levantó la vista, su expresión tranquila pero segura. —He preparado una cantidad mayor de lo normal. Aunque sabemos que los Brontosaurios son fuertes, si usamos las flechas de manera estratégica y lo hacemos con calma, podremos derribarlo sin problemas. Solo necesitamos paciencia.
Elizabeth asintió, agradecida por la confianza de Sam. —Bien. Espero que sea así. Solo necesito asegurarme de que no cometamos ningún error. Si el Bronto decide atacarnos, será difícil escapar de él.
Nina y Iris, por su parte, estaban preparando las provisiones. Habían llenado cantimploras con agua fresca, empaquetado frutas y algunos trozos de carne seca para que pudieran mantener sus fuerzas durante la caza. Las dos chicas trabajaban en silencio, concentradas en su tarea, pero de vez en cuando intercambiaban miradas cómplices. Se notaba que la emoción por la expedición las mantenía alerta y llenas de energía.
Mientras tanto, Elizabeth terminaba de revisar su equipo personal. Había colocado en su cinturón una pequeña bolsa donde guardaba su diario y algunas notas sobre los comportamientos de los Brontosaurios que había recopilado en los días anteriores. Este tipo de preparación se había vuelto parte de su rutina diaria, asegurándose de que cada expedición estuviera bien documentada para futuras referencias. Sabía que, aunque no siempre podían predecir lo que encontrarían, tener un registro de los eventos y de las criaturas con las que interactuaban era vital para su supervivencia en el Arca.
Después de unos minutos, Emily terminó su trabajo y se acercó a Elizabeth. —Todo listo. Rappy está preparado para cargar lo que necesitemos y las flechas están bien aseguradas. ¿Qué opinas? ¿Estás lista?
Elizabeth sonrió, aunque por dentro sentía una ligera ansiedad. —Lo estoy. Solo... estoy repasando mentalmente todo. No quiero que algo salga mal.
Emily le dio una palmadita en el hombro. —Lo estás haciendo genial, Liz. Todas confiamos en ti, así que no te preocupes. El Bronto será nuestro antes de que te des cuenta.
Con esas palabras de aliento, Elizabeth respiró profundamente y asintió, enfocada nuevamente en la tarea que tenían por delante.
—¡Vamos a prepararnos! —gritó Sam desde el otro lado del campamento, atrayendo la atención de todas.
El equipo de chicas se reunió, revisando cada detalle por última vez. Los parasaurios estaban listos para cargar las provisiones, Rappy y Toro estaban inquietos, ansiosos por salir, y todas las chicas revisaron sus arcos, asegurándose de que las cuerdas estuvieran tensas y listas para disparar. La preparación era impecable, pero la verdadera prueba llegaría cuando estuvieran frente al gigante.
—Recuerden —dijo Elizabeth mientras revisaba por última vez su diario—, el Brontosaurio es lento, pero si se siente amenazado, puede atacar con su cola, y créanme, no queremos estar cerca de eso cuando suceda. Mantengamos nuestra distancia y disparemos desde un lugar seguro. Si lo mantenemos tranquilo, caerá antes de que lo notemos.
Con el plan en mente y todo el equipo listo, las chicas comenzaron su marcha hacia las llanuras donde habían avistado a los Brontosaurios la vez anterior. El sol estaba más alto en el cielo, iluminando su camino a medida que avanzaban entre los árboles y las rocas. El paisaje a su alrededor era vasto y majestuoso, con las montañas a lo lejos y el sonido de criaturas cercanas resonando en el ambiente.
A medida que se acercaban a las llanuras, Elizabeth sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. Este era un momento crucial, y aunque habían preparado todo cuidadosamente, sabía que nada estaba garantizado en el Arca. A su lado, Sam y Emily mantenían una actitud tranquila pero alerta, listas para actuar en cualquier momento.
Finalmente, tras una caminata que pareció eterna, llegaron a una colina que dominaba las llanuras. Desde allí, pudieron ver al Brontosaurio que habían avistado antes, pastando tranquilamente entre los árboles. Su enorme cuerpo se movía lentamente mientras devoraba las hojas de los árboles altos, ajeno a la presencia del grupo.
—Ahí está —susurró Elizabeth, señalando al gigante.
Emily se inclinó hacia adelante, ajustando su arco. —Perfecto. Ahora solo tenemos que acercarnos lo suficiente.
Las chicas se movieron con cautela, manteniéndose bajas entre los arbustos mientras se acercaban al Brontosaurio. Rappy y Toro los seguían de cerca, aunque Elizabeth sabía que los dejarían atrás si algo salía mal. Mientras más se acercaban, la tensión aumentaba. Sabían que, en cualquier momento, el gigante podía notar su presencia.
Cuando estuvieron a una distancia segura, Elizabeth levantó la mano para detenerse. —Aquí. Este es el lugar. Preparen las flechas.
Con movimientos precisos, las chicas sacaron sus arcos y flechas tranquilizantes, listas para iniciar el proceso de domesticación. Elizabeth se concentró en el Brontosaurio, midiendo sus movimientos mientras comía. Este era el momento clave. Todo lo que habían planeado se reduciría a estos minutos.
—Ahora —ordenó Elizabeth en un susurro, y las flechas comenzaron a volar.
Una tras otra, las flechas tranquilizantes se clavaron en el costado del Brontosaurio, que al principio apenas reaccionó. Pero luego, con cada disparo, comenzó a tambalearse lentamente.
El Brontosaurio soltó un gruñido profundo, pero sus movimientos se volvían más lentos con cada flecha que las chicas disparaban. Finalmente, el gigante dio un paso en falso y cayó pesadamente al suelo, levantando una nube de polvo mientras se desplomaba. El estruendo de su caída hizo eco en el valle, pero Elizabeth y las demás sabían que este era solo el comienzo. Habían logrado derribar al coloso, pero ahora comenzaba la verdadera tarea: domesticarlo.
—¡Lo logramos! —exclamó Sam, con una mezcla de alivio y emoción. Iris soltó una risa nerviosa, casi sin poder creer que el plan hubiera salido tan bien.
Elizabeth se acercó con cautela al cuerpo inmóvil del Brontosaurio. A pesar de que estaba dormido, su presencia seguía siendo imponente. Su respiración era profunda y pausada, y su enorme pecho se elevaba y descendía rítmicamente. Elizabeth se arrodilló junto a su cabeza, observando la textura de su piel y la inmensidad de su cuerpo. Era un logro increíble, y la emoción del momento la llenaba de una sensación de triunfo.
—Vamos, chicas. Necesitamos empezar el proceso de domesticación antes de que se despierte —dijo Elizabeth, volviendo su atención a la tarea.
Sam e Iris comenzaron a sacar las provisiones que habían traído para el Brontosaurio: bayas de diferentes tipos y plantas específicas que sabían que lo mantendrían tranquilo y lo ayudarían a formar un vínculo con ellas. Mientras trabajaban, Elizabeth revisaba su propio implante, buscando información sobre la montura necesaria para el Brontosaurio.
Con un par de toques rápidos, encontró lo que estaba buscando. El holograma de la montura apareció frente a ella, mostrando los materiales necesarios: una gran cantidad de pieles, fibras, y otros recursos que no tenían a la mano en ese momento.
—Necesitamos mucha piel y fibras para la montura —dijo Elizabeth mientras analizaba la lista de materiales—. No tenemos todo aquí, así que Sam, Iris, nosotras iremos a buscar los materiales. Emily y Nina, quédense aquí y sigan con el proceso de domesticación. No queremos que despierte sin que estemos listas.
Sam asintió rápidamente, recogiendo su arco y preparándose para partir. Iris, siempre lista para la acción, se unió a ellas, dejando a Emily y Nina vigilando al coloso dormido.
—No se preocupen, lo tenemos bajo control —respondió Emily, arrodillándose junto al Brontosaurio mientras le ofrecía más bayas—. No va a ir a ninguna parte pronto.
Elizabeth dio una última mirada al Brontosaurio antes de volverse hacia Rappy y Toro, que esperaban pacientemente. Con un rápido movimiento, sacó las criopots que contenían a los dos dinosaurios, activándolas para que pudieran acompañarlas en la búsqueda de recursos. Ámbar, su fiel Pteranodon, ya estaba listo, agitando sus alas en anticipación de su vuelo.
—Vamos, cuanto antes encontremos los materiales, antes tendremos al Brontosaurio con su montura —dijo Elizabeth, subiendo a Ámbar y ajustando la correa de su montura—. Tenemos un largo camino por delante.
El cielo se extendía brillante y despejado mientras Ámbar batía sus alas y se elevaba en el aire, llevando a Elizabeth y a las otras chicas a través del paisaje. Mientras volaban, el viento fresco despejaba su mente, permitiéndole concentrarse en la tarea. Sabía que la base estaba bien equipada con pieles y fibras, pero tendrían que cazar algunos animales grandes para conseguir lo necesario.
—Podemos ir hacia la zona del bosque —sugirió Sam mientras volaban—. Hay muchos parasaurs y dodos en esa área, y también he visto algunos therizinosaurios. Si tenemos suerte, encontraremos lo suficiente.
—De acuerdo, iremos por ahí primero —respondió Elizabeth, señalando en dirección al denso bosque que se extendía en la distancia.
El vuelo fue rápido, y en poco tiempo se encontraron sobrevolando la zona boscosa. Sam e Iris bajaron de sus dinosaurios con agilidad, comenzando a buscar animales que pudieran cazar para obtener las pieles. Mientras tanto, Elizabeth descendió suavemente con Ámbar, observando el terreno a su alrededor. Estaba en alerta, siempre pendiente de cualquier peligro que pudiera surgir. El Arca no perdonaba a quienes se descuidaban.
No tardaron en encontrar algunos parasaurs y dodos que vagaban cerca del río. Con la destreza que las caracterizaba, las chicas usaron sus arcos para derribarlos rápidamente y comenzaron a recolectar las pieles y las fibras necesarias. A medida que trabajaban, Elizabeth no podía evitar pensar en lo importante que era este momento. El Brontosaurio representaba un gran paso para su grupo. No solo sería una herramienta invaluable para transportar grandes cantidades de recursos, sino que también era una criatura que, con su presencia imponente, disuadiría a muchos depredadores de acercarse a su base.
—Esto debería ser suficiente —dijo Iris, levantando una bolsa llena de pieles mientras observaba su alrededor—. ¿Qué piensas, Liz?
Elizabeth revisó el botín y asintió. —Sí, tenemos lo que necesitamos. Vamos de vuelta antes de que el Bronto se despierte.
Con los materiales en mano, las chicas regresaron rápidamente al sitio donde habían dejado a Emily y Nina con el Brontosaurio. Para su alivio, todo estaba bajo control. El gigante seguía dormido, y el proceso de domesticación iba por buen camino.
—¡Ya volvieron! —exclamó Nina, levantándose rápidamente cuando las vio llegar—. Todo ha ido bien aquí. Está respondiendo a las bayas y parece que aún le queda tiempo antes de despertar.
—Perfecto —respondió Elizabeth, descargando los materiales que habían traído—. Ahora solo tenemos que construir la montura.
Mientras Emily y Elizabeth comenzaban a trabajar en la montura, el resto del grupo se mantenía vigilante. A pesar de que las flechas narcóticas habían hecho su trabajo, sabían que el Brontosaurio podía despertar en cualquier momento, y querían estar listas para lo que fuera.
Con una eficiencia admirable, las chicas ensamblaron la montura, utilizando las pieles y fibras que habían recolectado. El resultado fue una montura resistente y bien diseñada, capaz de soportar el peso de las provisiones y de las personas.
Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, el Brontosaurio comenzó a moverse. Sus ojos parpadearon lentamente mientras su enorme cuerpo comenzaba a despertar de su sueño inducido. Elizabeth dio un paso adelante, con la montura lista en sus manos. Ahora era el momento de establecer el vínculo definitivo.
—Vamos, chico —murmuró Elizabeth mientras se acercaba—. Serás uno de los nuestros ahora.
El Brontosaurio se levantó lentamente, sus movimientos pesados y calculados mientras sacudía su enorme cabeza para despejarse del efecto de las flechas narcóticas. Elizabeth sintió cómo la adrenalina recorría su cuerpo nuevamente, pero esta vez de una manera más tranquila. Habían llegado tan lejos, y sabían que ahora estaban a punto de culminar el proceso.
—Tranquilo, gigante —murmuró mientras acercaba la montura, sus manos firmes pero cuidadosas. Los otros dinos del grupo, incluidos Toro y Rappy, se mantuvieron a una distancia prudente, observando la escena sin intervenir.
Emily, Sam, Iris y Nina se mantuvieron alerta mientras Elizabeth daba los últimos pasos. El Brontosaurio bajó la cabeza, permitiéndole a Elizabeth colocar la montura sobre su enorme lomo. Los lazos de cuero y fibras se ajustaron perfectamente al cuerpo del dinosaurio, y el titán aceptó el equipamiento sin resistencia. Sus ojos observaban a Elizabeth, como si estuviera evaluando su nueva líder.
Con la montura asegurada, Elizabeth dio un suspiro de alivio. Habían logrado domar a uno de los dinosaurios más imponentes del Arca. El Brontosaurio emitió un gruñido suave, casi de reconocimiento, como si aceptara su nuevo papel en el grupo.
—¡Lo logramos! —exclamó Sam con una sonrisa de oreja a oreja, mientras Iris levantaba los brazos en señal de victoria.
—Ahora sí tenemos una verdadera fortaleza ambulante —agregó Emily, acercándose a Elizabeth para admirar la montura colocada.
Elizabeth, aún en la cima de la emoción, miró su implante. La interfaz brillaba con información relevante, y mientras escudriñaba los datos, un nuevo objetivo se formaba en su mente: la preparación para nuevas exploraciones. **Debían fortalecer la base aún más y, sobre todo, seguir domesticando criaturas que las ayudaran a sobrevivir.**
Sin perder tiempo, decidió lo siguiente. —Sam, Iris, vengan conmigo. Necesitamos recolectar más recursos para mejorar la base. Nos faltan materiales, y además...—hizo una pausa, observando los alrededores—...quiero explorar un poco más de la zona.
Tomó sus criopots y, junto con las dos chicas, partieron montadas en Toro y Rappy. Su objetivo principal era buscar madera, piedra y metal para construir las estructuras necesarias en la base. El Brontosaurio, ahora más tranquilo, se quedó con Emily y Nina, quienes se aseguraron de que el animal siguiera bien alimentado y en calma.
El día avanzó sin mayores contratiempos. Elizabeth y las demás lograron regresar con suficientes recursos para dar inicio a la construcción de nuevas mejoras en la base. Cuando llegaron, el sol ya comenzaba a caer en el horizonte, y la noche, con su manto oscuro, anunciaba que era hora de detener el trabajo por el día.
**La base había cambiado por completo.** Ya no era una simple estructura improvisada, sino un verdadero hogar. Las chicas habían construido varias casas pequeñas, cada una con su propia función. Había un huerto donde cultivaban plantas medicinales y alimentos, un invernadero que protegía los cultivos más delicados, y corrales donde mantenían a sus dinosaurios más pequeños.
—Esto está empezando a parecer un verdadero refugio —comentó Nina mientras observaba la estructura del invernadero.
—Sí, pero todavía falta mucho por hacer —respondió Elizabeth mientras colocaba la última piedra en una de las paredes. Sabía que aún quedaban retos por delante, y la seguridad nunca estaba garantizada en el Arca.
A lo lejos, Fluffy jugaba con las sobras del desayuno mientras Toro y Rappy descansaban junto a la entrada de la base. Emily estaba revisando la silla de montar de Rappy, asegurándose de que estuviera en óptimas condiciones.
—¿Qué sigue, Liz? —preguntó Emily, levantando la mirada del trabajo—. No podemos quedarnos aquí para siempre. ¿Qué piensas hacer ahora?
Elizabeth se quedó en silencio por un momento, mirando hacia el horizonte. Su mente volvió a los obeliscos que habían investigado hacía poco. **Esos misteriosos monumentos que parecían contener secretos sobre el verdadero propósito del Arca.**
—He estado pensando mucho en los obeliscos —dijo finalmente—. Hay algo más en ellos, algo que no estamos viendo todavía. Necesitamos más información sobre los otros mundos, sobre cómo salir de aquí... si es que realmente hay una salida.
Nina frunció el ceño. —¿Salir del Arca? ¿Crees que haya algo más allá?
Elizabeth suspiró, recordando lo que había descubierto. —No lo sé... pero algo me dice que este lugar no es lo que parece. Y si hay una forma de salir o de entender mejor dónde estamos, creo que tiene que ver con esos obeliscos.
Emily asintió lentamente. —De acuerdo. Pero antes de salir en otra misión, necesitamos estar bien preparadas. Ya sabes lo peligroso que puede ser.
Elizabeth se cruzó de brazos, observando el fuego que habían encendido en el centro de la base. —Sí, lo sé. Pero primero necesitamos terminar la base, asegurarnos de que estamos seguras aquí. Después de eso, podemos empezar a pensar en lo que viene.
El silencio se apoderó del campamento por unos momentos, solo interrumpido por el crepitar del fuego y el suave viento que soplaba entre los árboles. Las chicas sabían que estaban en una especie de calma antes de la tormenta. **El Arca siempre tenía algo nuevo preparado, y tenían que estar listas.**
Cuando llegó la noche, todas se reunieron en el comedor improvisado para cenar. Mientras devoraban los alimentos, las conversaciones variaban entre lo que habían logrado ese día y lo que planificaban para el futuro. **La base estaba casi completa, pero Elizabeth no podía dejar de pensar en los peligros que las acechaban, ni en los misterios que aún no habían resuelto.**
A la mañana siguiente, la luz del sol comenzó a colarse por las rendijas de las ventanas, iluminando suavemente el interior de la base. Fluffy fue la primera en despertar, correteando alegremente por la habitación y mordisqueando la ropa de Elizabeth para levantarla.
—Está bien, ya voy —murmuró Elizabeth con una sonrisa mientras tomaba a Fluffy en sus brazos y se levantaba.
El aire fresco de la mañana era revitalizante mientras salía de su habitación. Afuera, la base ya lucía completamente establecida. **Las chicas habían terminado de construir sus casas**, cada una personalizándola a su manera, con detalles que las hacían sentir más cómodas y seguras. El edificio principal, destinado a ser el almacén, ya estaba casi terminado. **El segundo piso, con un mirador que ofrecía una vista panorámica de la base y sus alrededores**, era el lugar perfecto para observar el territorio, siempre atento a cualquier amenaza que pudiera acercarse.
Los corrales de los dinosaurios estaban casi todos completos, bien organizados para separar las especies más pequeñas de las más grandes, y asegurarse de que cada una tuviera suficiente espacio y recursos. El Brontosaurio, Toro, Rappy y otros dinos descansaban tranquilamente en sus respectivos corrales, algunos disfrutando de la tranquilidad de la mañana mientras otros ya empezaban a moverse con energía.
Elizabeth respiró hondo mientras caminaba por la base. **Era un refugio seguro, bien construido y perfectamente funcional**, listo para resistir cualquier adversidad que el Arca pudiera presentarles.
El olor del desayuno ya llenaba el lugar, y Emily estaba junto al fuego, cocinando algo para todas y alimentando a los dinos.
—Buenos días, dormilona —dijo Emily con una sonrisa cuando vio a Elizabeth acercarse.
—Buenos días. ¿Cómo van las cosas por aquí? —preguntó Elizabeth mientras tomaba asiento.
—Todo bajo control. El Bronto está bien, y los otros dinos están listos para lo que venga. El mirador ya está casi terminado también —respondió Emily mientras removía el contenido de una olla—. Hoy podemos terminar los últimos detalles en los corrales y ajustar las defensas.
Elizabeth asintió mientras miraba alrededor. **Su base estaba lista, fuerte, y segura**. Las chicas habían trabajado duramente para construirla, y ahora, por fin, tenían un hogar en el que podían vivir, cazar y defenderse sin preocupaciones inmediatas.
Después del desayuno, las chicas se reunieron alrededor de una mesa en el centro del almacén para planificar el día. Con la base prácticamente terminada, sabían que su siguiente objetivo sería más ambicioso: **explorar más allá de los límites conocidos, investigar los obeliscos** y, sobre todo, seguir domesticando dinosaurios más grandes que pudieran protegerlas de los crecientes peligros del Arca.
Mientras hablaban sobre sus planes, Elizabeth no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado. Los últimos días habían sido intensos, llenos de trabajo, pero también de satisfacción. **Ahora tenían un lugar al que podían llamar hogar**, y eso les daba una base sólida desde la cual enfrentar cualquier desafío.
—Deberíamos pensar en ampliar nuestra colección de dinosaurios —dijo Elizabeth mientras lanzaba una mirada al horizonte—. Un Bronto es excelente, pero si vamos a salir a explorar, necesitaremos criaturas que nos protejan y nos ayuden a movernos rápidamente por diferentes terrenos.
Elizabeth terminó su desayuno mientras sus pensamientos vagaban en silencio, evaluando los próximos pasos que debía dar. Los planes de expansión y mejoras para la base estaban avanzando, pero algo más rondaba en su mente. Se levantó de la mesa y caminó hacia donde Sam y Nina estaban afilando sus herramientas cerca de los corrales. Algo había estado pensando desde su encuentro con Ragnar y su tribu.
—¿Qué pasa? —preguntó Sam, notando la expresión pensativa de Elizabeth.
—Estaba recordando aquellos dinosaurios que nos atacaron cuando conocimos a Ragnar —respondió Elizabeth con un tono serio—. Los Deinonychus. Son veloces, ágiles y peligrosos, pero si logramos conseguir algunos, podrían ser una ventaja enorme.
Nina levantó una ceja, curiosa. —¿Quieres decir… domesticar a esos monstruos? ¿No se supone que no se pueden domar directamente?
Elizabeth asintió. —Exactamente. No podemos domesticarlos de la manera habitual. Pero según la información que encontré, podemos obtenerlos si robamos sus huevos de los nidos. Los incubamos y así los criamos desde que nacen.
Sam se cruzó de brazos, analizando la idea. —¿Robar huevos de Deinonychus? No suena como algo fácil. Esos dinosaurios no dejan sus nidos sin protección.
—Sí, va a ser difícil —admitió Elizabeth—. Los nidos están en una zona de acantilados, entre prados. Las madres custodian sus huevos de cerca, pero si somos lo suficientemente rápidas y organizadas, podemos distraerlas y sacar los huevos antes de que se den cuenta.
Nina frunció el ceño, pero parecía intrigada. —Es arriesgado, pero si lo logramos, podríamos tener seis Deinonychus a nuestro favor, uno para cada una de nosotras.
—Eso es lo que estaba pensando —dijo Elizabeth, mirando a Sam y Nina—. Vamos a necesitar a los Pteranodones para volar cerca de los nidos. Mientras una de nosotras distrae a la madre, las otras dos toman los huevos. Luego, Iris, Lana y Emily pueden preparar una zona de incubación aquí en la base. Vamos a necesitar aire acondicionado para mantener la temperatura de los huevos adecuada.
—¿Cuándo piensas hacerlo? —preguntó Sam, con una sonrisa llena de adrenalina.
—Tan pronto como la zona de incubación esté lista —respondió Elizabeth—. Hoy hablaremos con las chicas para que preparen todo. Si todo sale bien, mañana por la mañana partimos.
Más tarde, Elizabeth, Sam y Nina se reunieron con Iris, Lana y Emily para explicarles el plan. Después de algunas dudas iniciales, todas estuvieron de acuerdo en que obtener esos Deinonychus sería una enorme ventaja para su equipo. Emily y Lana empezaron a planificar la sala de incubación, haciendo una lista de los recursos necesarios: generadores adicionales, aire acondicionado y material aislante para mantener el calor en los huevos.
—Nosotras nos quedamos aquí construyendo la sala —dijo Iris, tomando el liderazgo en la construcción—. Ustedes asegúrense de regresar con esos huevos, y nosotras estaremos listas para incubarlos cuando lleguen.
A la mañana siguiente, Elizabeth, Sam y Nina estaban listas. Equiparon a sus Pteranodones con todo lo necesario: Amber, El Viejo Azul y Águila llevaban provisiones, cuerdas y los criopods listos para el regreso. Las chicas revisaron una última vez su equipo y partieron en dirección a los acantilados, donde los Deinonychus custodiaban sus nidos.
El vuelo fue tranquilo, aunque tenso, con el sonido del viento rompiendo el silencio mientras cruzaban praderas, bosques y ríos. Pronto, los acantilados se alzaron frente a ellas, con el sol proyectando sombras largas sobre el prado que se extendía abajo. A lo lejos, Elizabeth pudo distinguir los Deinonychus moviéndose entre la vegetación, cuidando de sus nidos situados en la pendiente del acantilado.
—Ahí están —dijo Elizabeth, señalando hacia los movimientos rápidos de los Deinonychus. Sus nidos, dispersos entre la vegetación baja y los acantilados, estaban en un lugar estratégico, difíciles de alcanzar sin ser notadas.
—Es ahora o nunca —dijo Nina, con una sonrisa nerviosa, sujetando con fuerza las riendas de El Viejo Azul.
—Bien, Sam, tú te encargas de distraer a las madres. Nina y yo nos encargamos de tomar los huevos. —Elizabeth repasó el plan una última vez mientras volaban bajo hacia los nidos—. No podemos perder tiempo. En cuanto tengamos los huevos, nos alejamos de inmediato.
Sam asintió con determinación. —No se preocupen. Águila y yo distraeremos a esas madres por un buen rato. Confíen en mí.
Descendieron hacia la zona de los nidos. Sam fue la primera en acercarse, volando bajo y en círculos cerca de los Deinonychus adultos. Con su rápida maniobra, logró captar la atención de dos hembras que custodiaban un grupo de nidos, lo que provocó que las bestias salieran en su persecución, dejando los huevos desprotegidos.
—¡Vamos, rápido! —gritó Elizabeth mientras ella y Nina se acercaban al nido.
Ambas aterrizaron con agilidad, y sin perder tiempo, se acercaron a los nidos. Había seis huevos en total, cada uno de un color terroso, caliente al tacto. Elizabeth tomó uno con cuidado y lo aseguró en el criopod, mientras Nina hacía lo mismo con otro. Las otras hembras Deinonychus parecían haberse percatado de la situación, comenzando a acercarse, pero Sam aún mantenía distraídas a las dos más cercanas.
—¡Tomen todos los huevos! —gritó Sam desde el aire, manteniendo la atención de las criaturas.
Elizabeth y Nina no dudaron. Rápidamente aseguraron los seis huevos, uno para cada chica, antes de montar de nuevo en Amber y El Viejo Azul. Sam regresó a la formación mientras Águila batía sus alas para ascender rápidamente.
—¡Lo logramos! —dijo Nina, respirando aliviada mientras se alejaban del peligro.
El vuelo de regreso a la base fue más tranquilo, aunque el peso de los huevos y la tensión del robo aún se sentían en el aire. Al llegar, Iris, Lana y Emily ya tenían lista la sala de incubación. El aire acondicionado funcionaba perfectamente, y los generadores adicionales aseguraban que todo estuviera preparado para recibir los huevos.
—Ya están aquí —dijo Iris con una sonrisa, mientras ayudaba a Elizabeth a colocar los huevos en la zona de incubación—. Ahora solo tenemos que esperar.
—Sí —respondió Elizabeth, mirando los seis huevos alineados—. Y si todo sale bien, en unos días tendremos seis Deinonychus listos para unirse a nosotras.
El sol ya estaba alto en el cielo cuando las chicas se dispusieron a continuar con sus actividades diarias. Tras la emocionante aventura de robar los huevos de Deinonychus, había un ambiente de satisfacción y tranquilidad en la base. Sin embargo, la rutina seguía, y cada una de ellas se concentraba en sus propios asuntos.
Elizabeth se sentó bajo la sombra de un árbol, observando su implante. En su mente, repasaba los nombres de los otros mundos y las posibilidades que cada uno ofrecía. No podía dejar de pensar en cómo expandir su conocimiento y las habilidades de su tribu. Mientras observaba la pantalla del implante, sacó su diario y comenzó a escribir, anotando sus pensamientos y las experiencias vividas en los últimos días. Registraba el éxito de la misión, los detalles de la base y, sobre todo, sus inquietudes acerca de lo que las acechaba en las sombras.
Entre líneas, Elizabeth anotó que algo la inquietaba. Aunque no habían vuelto a ver señales de aquello que las observaba, la sensación de peligro no se había disipado. Decidió que en los próximos días tendría que investigar más, tal vez incluso aventurarse más allá de los límites conocidos para descubrir qué se escondía en los rincones más oscuros del Arca.
Mientras tanto, Emily, ajena a las preocupaciones de Elizabeth, jugaba alegremente con Rappy y Toro, el Carnotauro. El pequeño raptor corría con energía, persiguiendo a Toro, quien se movía ágilmente para evitarlo. Emily reía cada vez que Rappy saltaba sobre Toro, quien lo sacudía con suavidad. Aunque el Carnotauro era fuerte y temido por muchos, parecía tener una relación especial con el raptor, tolerando sus juegos sin molestarse.
Por otro lado, Sam se encontraba trabajando en la zona de corrales. Estaba moviendo a los seis Parasaurios hacia una nueva zona más amplia donde podrían pastar tranquilamente. Con firmeza y paciencia, guiaba a los dinosaurios uno por uno, asegurándose de que no se desviaran del camino. El sol brillaba con fuerza, pero Sam apenas lo notaba; su mente estaba concentrada en mantener todo en orden y asegurar que los animales estuvieran bien alimentados y cómodos.
Nina, en cambio, estaba en el centro de entrenamiento. Frente a un muñeco de práctica hecho de madera y paja, repetía movimientos de combate con su lanza y arco. A cada golpe, sus músculos se tensaban y su concentración se hacía más intensa. Entrenar era algo que le ayudaba a despejar la mente, a mantenerse alerta y preparada. Sabía que en cualquier momento podrían enfrentar un nuevo peligro, y no quería ser sorprendida sin estar lista para la batalla.
En una esquina más tranquila de la base, Lana estaba concentrada en su propio proyecto: la creación de mermeladas de berries. Había recolectado varias frutas del área y ahora, con manos expertas, las trituraba y cocinaba lentamente para convertirlas en una deliciosa conserva. Las mermeladas no solo eran un lujo en su alimentación, sino que también ayudaban a mantener las bayas frescas por más tiempo, un recurso valioso en ese mundo tan impredecible. La base pronto se llenó del dulce aroma de las berries cocidas, lo que hizo sonreír a Lana mientras envasaba las primeras porciones.
Cerca de ella, Iris estaba inmersa en la preparación de remedios caseros. Tenía frente a ella una variedad de plantas que había recolectado durante sus excursiones, y ahora, con cuidado, las estaba moliendo en un mortero. Sabía que siempre era mejor tener un buen suministro de empastes y bálsamos a mano, en caso de que alguna de ellas se lastimara o enfermara. Mientras trabajaba, revisaba mentalmente su lista de ingredientes y remedios, asegurándose de que nada faltara. Luego, almacenaba cuidadosamente cada preparación en frascos bien etiquetados, organizándolos en estantes de madera que había colocado en un rincón de la base.
El ambiente en la base estaba tranquilo, cada una concentrada en su tarea, pero al mismo tiempo había una sensación de unidad. Sabían que dependían unas de otras para sobrevivir y prosperar en el Arca. La base que habían construido, con su casa principal, la huerta, el invernadero y los corrales para los dinosaurios, era el reflejo de su esfuerzo conjunto. Cada una contribuía de una manera única, y juntas formaban una tribu fuerte y decidida.
Cuando Elizabeth terminó de escribir en su diario, lo cerró con cuidado y lo guardó en su bolso. Miró alrededor y observó a sus compañeras. Era un momento de calma, pero no podía evitar pensar en lo que les deparaba el futuro. Sabía que habría más desafíos por delante, y estaba decidida a enfrentarlos, sin importar lo que encontraran en los días venideros.
—¿En qué piensas? —preguntó Sam, acercándose después de terminar con los Parasaurios.
—En lo que viene —respondió Elizabeth, levantándose y sacudiéndose el polvo de la ropa—. Siempre hay algo más allá, algo que todavía no conocemos. Pero mientras estemos juntas, podemos con cualquier cosa.
Sam sonrió, dándole una palmada en el hombro. —Entonces vamos a estar listas para lo que sea que venga.
Las chicas continuaron con su día, pero la sensación de expectativa crecía. Sabían que la paz que tenían en ese momento era temporal, y cuando llegara el momento, estarían preparadas para enfrentarlo juntas.
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