capitulo 15: el cielo es majestuoso
El día comenzaba en Valguero, y el sol aún no asomaba por completo cuando Elizabeth se levantó con la sensación de que ese día podía ser decisivo. Decidida a aprovechar al máximo su implante, repasaba mentalmente las ideas que había tenido la noche anterior. Sentada en su rincón habitual, rodeada por un pequeño montón de materiales que había recolectado, comenzó a idear su próximo plan.
Con un par de rocas afiladas, algo de cuerda hecha de fibras de plantas y unas lianas que encontró en su última expedición, decidió intentar crear unas boleadoras. Recordaba haber visto a los nativos de antiguas tierras usar esas herramientas para atrapar aves o animales veloces, y si funcionaba con ellos, tal vez serviría para desactivar o al menos inmovilizar a los Pteranodon.
Mientras sus manos trabajaban con destreza, sintió una presencia a su lado. Era Nina, quien se había acercado sigilosamente y la observaba con curiosidad.
-¿Eso es para atrapar a los Pteranodon? -preguntó Nina con una mezcla de escepticismo e interés-. Suena ingenioso, pero, ¿realmente crees que funcionará?
Elizabeth levantó la mirada brevemente antes de concentrarse de nuevo en su creación.
-Si logramos lanzarles esto y desorientarlos, podríamos acercarnos sin que se asusten -explicó mientras ajustaba las cuerdas de las boleadoras-. Aunque, claro, necesitamos algo más para asegurarnos de que se queden quietos lo suficiente.
Nina se cruzó de brazos y frunció el ceño, pensativa.
-He notado que a los Pteranodon les gusta el pescado. Quizás si logramos capturar algunos, podamos atraerlos más fácilmente.
Elizabeth asintió mientras daba el último ajuste a las boleadoras.
-Buena idea. Pero estaba pensando en algo más eficiente. Algo que no solo los atraiga, sino que los deje fuera de combate por un rato. -Levantó una ceja y, con un brillo en los ojos, agregó-. Flechas narcóticas.
Nina la miró con sorpresa y cierta admiración.
-¿De dónde sacaste esa idea? -preguntó, claramente interesada.
Elizabeth sonrió ligeramente y sacó su diario. Allí había estado anotando todos los descubrimientos que hacía con su implante, y entre ellos, había algunas fórmulas que podrían servir para crear una mezcla sedante. Señaló una página con dibujos y fórmulas que había estado registrando a lo largo de sus exploraciones.
-Podemos hacer un veneno suave con las plantas que tenemos alrededor. Nada letal, solo lo suficiente para dormirlos por un tiempo. Así podremos acercarnos y darles pescado mientras duermen. De esa manera, podrían empezar a confiar en nosotras.
Nina asintió lentamente, comprendiendo la estrategia.
-Eso suena mucho mejor. Vamos a por los ingredientes. Si hacemos esto bien, tendremos un Pteranodon domado en poco tiempo.
Ambas se pusieron en marcha. Decidieron adentrarse en el bosque cercano, donde Elizabeth sabía que podían encontrar las plantas necesarias para hacer el sedante. Mientras caminaban, Elizabeth aprovechaba cada minuto para hacer notas mentales y observar atentamente el entorno, anotando en su diario cualquier detalle que pudiera servirles en el futuro.
Después de una hora de búsqueda, habían encontrado todo lo que necesitaban: raíces de plantas medicinales, hojas venenosas y una resina que sería el agente estabilizador del sedante. El sol ya comenzaba a subir más en el horizonte cuando regresaron a su campamento.
Con precisión y cuidado, Elizabeth mezcló los ingredientes mientras Nina la ayudaba a afilar las flechas. Ambas trabajaban en silencio, concentradas en la misión. Elizabeth utilizaba su implante para guiarlas, asegurándose de que la cantidad de veneno fuera la justa para no hacerles daño permanente a los Pteranodon.
-Esto debería funcionar -dijo Elizabeth con confianza, observando las flechas narcóticas recién preparadas-. Ahora solo necesitamos probarlas en el campo.
Nina tomó una de las flechas y la miró con cierto nerviosismo.
-Espero que estés en lo cierto. No quiero imaginar lo que sucedería si las flechas no funcionan como esperamos.
Elizabeth soltó una risa corta.
-Confía en mí, Nina. Lo haremos juntas, y todo saldrá bien.
Ambas se reunieron con el resto del grupo. Elizabeth les explicó su plan con claridad: usarían las boleadoras para atrapar a los Pteranodon y luego las flechas narcóticas para dormirlos. Una vez que estuvieran inmovilizados, les darían pescado para iniciar el proceso de domesticación.
-Mañana al amanecer, nos dirigiremos a la costa -anunció Elizabeth-. Los Pteranodon suelen volar cerca del agua, así que será nuestra mejor oportunidad. Con las boleadoras y las flechas narcóticas, deberíamos estar listas para cualquier eventualidad.
El grupo escuchaba atentamente, y el entusiasmo por la misión crecía con cada palabra. Estaban emocionados por la posibilidad de tener a uno de esos majestuosos voladores de su lado.
Cuando el sol comenzó a ocultarse, el equipo se preparó para la misión del día siguiente. Las boleadoras estaban listas, las flechas también. Nina repasaba mentalmente cada detalle del plan, mientras Elizabeth revisaba una última vez su diario, asegurándose de tener todo anotado. Sabía que cualquier pequeño detalle podría hacer la diferencia.
Ya de noche, Elizabeth se tumbó en su cama improvisada, mirando hacia el cielo estrellado. Valguero era un lugar lleno de misterios, y cada día le recordaba que había mucho por descubrir. Las estrellas parecían brillar con más intensidad que nunca, y mientras las observaba, su mente viajaba hacia los días que vendrían.
Estaba segura de una cosa: con su grupo unido, no había desafío que no pudieran enfrentar juntos. Con esa certeza en su corazón, cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño, lista para lo que el nuevo día les tenía preparado.
El amanecer trajo consigo una mezcla de nervios y emoción. El equipo despertó antes de que el sol se asomara, con el aire fresco de la mañana llenando el campamento. Elizabeth, ya vestida y equipada, daba las últimas instrucciones al grupo mientras Nina revisaba las boleadoras y flechas narcóticas, asegurándose de que todo estuviera en perfectas condiciones.
-Hoy es el día -dijo Elizabeth mientras observaba a su equipo, que la miraba con una mezcla de expectación y confianza-. Si logramos domar a uno de esos Pteranodon, tendremos una ventaja que nadie más aquí posee. No será fácil, pero estoy segura de que podemos hacerlo.
Nina se acercó, con el rostro serio y determinación en sus ojos grises.
-Ya revisé todo. Las flechas están listas, y las boleadoras están firmes. Solo falta que encontremos un buen lugar en la costa para empezar.
Elizabeth asintió, agradecida por la dedicación de Nina. Juntas habían trabajado duro en este plan, y ahora era momento de ponerlo a prueba.
El grupo emprendió el camino hacia la costa, avanzando a paso rápido por la densa vegetación de Valguero. Los sonidos de las criaturas a su alrededor, los crujidos de las hojas bajo sus pies, y el suave murmullo del viento que movía las copas de los árboles se mezclaban en un ambiente de expectación.
Cuando finalmente llegaron a una pequeña ensenada con vistas al mar, Elizabeth señaló un claro entre los árboles.
-Aquí es donde deberíamos esperar. Los Pteranodon suelen sobrevolar esta zona para cazar peces. Manténganse alertas y preparados.
El grupo se dividió en parejas, cada uno con una tarea asignada. Mientras algunos se encargaban de vigilar, Elizabeth y Nina afilaron sus sentidos, buscando con la mirada cualquier movimiento en el cielo. Los minutos pasaban lentamente, el aire cargado de tensión.
De repente, el inconfundible sonido de alas batiendo suavemente resonó en el aire. Elizabeth alzó la vista justo a tiempo para ver a un Pteranodon planear sobre el agua, buscando su próxima presa. Era grande, con las alas extendidas reflejando los primeros rayos de sol. Elizabeth hizo un gesto rápido a Nina, quien ya tenía las boleadoras en mano.
-Ahí viene uno -susurró Nina, lista para lanzarse a la acción.
Elizabeth asintió y, con un rápido movimiento, preparó la flecha narcótica en su arco improvisado.
-En cuanto lo tengas en el suelo, disparo -dijo, con el tono firme de quien está a punto de enfrentar un desafío.
Nina lanzó las boleadoras con precisión, y el Pteranodon, sorprendido por el repentino ataque, intentó volar pero fue atrapado por las cuerdas enredadas. Cayó en picada al suelo, luchando por liberarse, pero las boleadoras lo mantenían inmovilizado.
-¡Ahora! -gritó Nina.
Elizabeth tensó su arco y disparó una de las flechas narcóticas directamente hacia el Pteranodon. El veneno surtió efecto en cuestión de segundos; la criatura dejó de forcejear y quedó inmóvil sobre la arena.
Las dos chicas corrieron hacia el Pteranodon, moviéndose con cuidado. Aunque estaba dormido, su tamaño y poder no debían subestimarse. Nina se agachó y observó la criatura con asombro.
-Es más grande de lo que esperaba. Esto podría realmente darnos una ventaja.
Elizabeth, mientras tanto, ya estaba preparando el pescado que habían traído para alimentarlo.
-Vamos a ver si funciona -dijo mientras colocaba los primeros trozos cerca del pico del Pteranodon.
Pasaron varios minutos en silencio, observando al animal, hasta que finalmente, el Pteranodon comenzó a despertar lentamente. Parecía confundido al principio, pero no mostraba signos de agresión. Elizabeth mantuvo la calma, ofreciéndole más pescado mientras el grupo se mantenía en la distancia, observando con ansiedad.
-Está comiendo -dijo Nina, sin poder ocultar la emoción en su voz-. ¡Lo logramos!
Elizabeth sonrió ampliamente, sintiendo una oleada de satisfacción. Habían hecho lo que parecía imposible, y ahora tenían un aliado volador.
-Esto es solo el comienzo -respondió Elizabeth-. Si logramos domesticar más de estos, podremos movernos más rápido, explorar mejor y estar más seguras. Valguero tiene muchos secretos, y con los Pteranodon, seremos las primeras en descubrirlos.
El grupo se reunió alrededor del Pteranodon, celebrando su primer gran logro. Sin embargo, mientras la emoción los envolvía, Elizabeth no dejaba de pensar en los peligros que aún acechaban en las sombras. Sabía que esto era solo el inicio, y que las pruebas más difíciles aún estaban por venir.
-Mañana comenzaremos a buscar más -anunció Elizabeth al grupo-. Esta vez, lo haremos mejor y más rápido.
Pero antes de eso, aún quedaba algo más por hacer. Mientras el sol caía sobre el horizonte, Elizabeth miró hacia las ruinas cercanas, aquellas en las que había encontrado los misteriosos manuscritos. Sabía que Valguero guardaba historias mucho más antiguas de las que podía imaginar, y con sus nuevos aliados, pronto podría desentrañar esos secretos.
El sol aún no había despuntado del todo cuando Elizabeth se despertó, impulsada por la emoción de lo que habían logrado el día anterior. Al ver al Pteranodon descansando cerca de su campamento, se dio cuenta de que necesitaban el siguiente paso: una montura. Sin ella, no podrían aprovechar completamente las capacidades del animal.
Se levantó rápidamente, apartando las pieles que la cubrían durante la noche, y tocó su implante en la muñeca. Sabía que, de alguna manera, este dispositivo contenía información crucial sobre el mundo en el que se encontraban, como si fuera una guía oculta que ella apenas comenzaba a desentrañar.
Elizabeth se concentró en su implante, recorriendo las distintas opciones que aparecían ante sus ojos. Imágenes de criaturas, herramientas y fórmulas pasaban rápidamente hasta que una llamó su atención: la montura para un Pteranodon. Ahí estaba, justo lo que necesitaban.
-"Lo sabía," pensó, emocionada. El implante mostraba los materiales necesarios y las instrucciones para fabricar la montura. Se requerían pieles de dinosaurios, fibra, y metal, materiales que no serían difíciles de conseguir.
No perdió tiempo y fue directo al grupo, despertando a Nina y Sam, que aún dormían plácidamente.
-¡Necesitamos más pieles y metal! -anunció Elizabeth con una sonrisa en el rostro-. ¡He encontrado cómo hacer una montura para el Pteranodon!
Nina, aún medio dormida, se frotó los ojos y la miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
-¿De verdad? ¡Eso es increíble! -respondió Nina, sentándose rápidamente-. ¿Qué necesitamos exactamente?
-Pieles de los dinosaurios que hemos cazado, fibra, y un poco de metal. No será complicado. Si nos apuramos, podríamos tenerla lista antes del mediodía.
Sam, que ya estaba acostumbrada a las repentinas iniciativas de Elizabeth, se levantó de inmediato para ayudar. Juntos comenzaron a recolectar lo necesario. Las pieles de los dinosaurios que habían cazado días antes estaban secándose cerca del campamento, así que no les llevó mucho tiempo reunirlas. Luego, Elizabeth se dirigió a una pequeña área de metal que había visto anteriormente en las ruinas.
-Esto debería ser suficiente -murmuró Elizabeth, tomando las últimas piezas necesarias para la montura.
De vuelta en el campamento, Elizabeth empezó a trabajar con sus manos ágiles y experimentadas. Usó las instrucciones del implante para guiarse paso a paso, y poco a poco la montura tomó forma. Las cuerdas se entrelazaron con precisión, y las piezas de metal reforzaron la estructura.
Finalmente, tras unas horas de arduo trabajo, la montura estuvo lista.
-Aquí está -dijo Elizabeth, levantándola con orgullo para que todos la vieran-. ¡Lo hemos logrado!
El grupo observó con admiración cómo Elizabeth ajustaba la montura al Pteranodon. Este, aunque nervioso al principio, pareció adaptarse rápidamente a la sensación de la nueva pieza en su cuerpo. Elizabeth acarició suavemente su cuello para tranquilizarlo, murmurando palabras calmantes mientras lo hacía.
Una vez que todo estuvo listo, Elizabeth anotó en su diario los detalles del proceso. Quería asegurarse de registrar cada paso, desde la creación de la montura hasta cómo habían domesticado al Pteranodon. Tomó su tiempo para describir el comportamiento del animal, sus características, y los trucos que habían utilizado para ganarse su confianza.
-**Pteranodon: Domesticación exitosa** -escribió-. **Se requiere pescado para atraerlos, boleadoras para inmovilizarlos y flechas narcóticas para sedarlos sin dañarlos. Una vez dormidos, alimentarlos con pescado hasta que confíen en nosotros. Es importante acercarse con calma y movimientos lentos**.
Mientras escribía, sentía una creciente satisfacción. No solo habían logrado algo significativo, sino que también había aprendido muchísimo sobre estas criaturas. En su mente, imaginaba lo que sería explorar Valguero desde el cielo, con la velocidad y la agilidad del Pteranodon a su disposición.
Al terminar de anotar los detalles, cerró su diario con una sonrisa. Estaban más preparados que nunca.
-Ahora tenemos una ventaja -dijo Elizabeth en voz alta, mientras guardaba el diario en su bolsa-. Este Pteranodon nos llevará a lugares que nunca habríamos imaginado.
Nina se acercó, asintiendo con entusiasmo.
-Y pronto, tendremos más. Este es solo el comienzo.
Elizabeth sonrió y luego, sin pensarlo demasiado, subió a la montura. Sentía el leve temblor del Pteranodon bajo ella, la potencia de sus músculos y el impulso de sus alas.
-Vamos a volar -dijo en voz baja, apretando las riendas con confianza.
Con un fuerte batir de alas, el Pteranodon se elevó en el aire, llevándose a Elizabeth con él. Mientras ascendían, la vista de Valguero se desplegaba debajo de ellos en toda su majestuosidad: los ríos serpenteantes, las ruinas antiguas, y las criaturas que se movían a lo lejos.
En ese momento, Elizabeth supo que las verdaderas aventuras apenas estaban comenzando.
El crepúsculo había caído sobre el campamento, envolviendo el paisaje en una luz suave y dorada que contrastaba con el interior sombrío de la cueva donde Elizabeth y su grupo se refugiaban. Las brasas del fuego chisporroteaban en el centro del espacio, iluminando los rostros serios de las chicas que se habían reunido alrededor para discutir su próximo paso. Hacía ya varios días que habían establecido una base provisional después del encuentro con Ragnar y su grupo, pero la inquietud comenzaba a filtrarse entre ellas como un veneno invisible.
Elizabeth observaba en silencio mientras sus compañeras se acomodaban alrededor del fuego. Su mente trabajaba rápido, sopesando las opciones que tenían por delante. Frente a ellas, un mapa improvisado estaba desplegado sobre una roca lisa, y las islas al sur de Valguero -el destino que habían planeado alcanzar desde el principio- destacaban como un recordatorio de los peligros y promesas que esas tierras podían ofrecer.
Nina fue la primera en hablar, su expresión de preocupación reflejaba el nerviosismo que sentían todas.
-No podemos seguir así -dijo, cruzando los brazos y frunciendo el ceño-. Hemos estado aquí demasiado tiempo. Nos estamos volviendo vulnerables, y lo sabes, Elizabeth. Ragnar y su gente no son malos, pero no confío en ellos. Algo no me cuadra.
Elizabeth asintió lentamente, aunque no respondió de inmediato. Desde que se habían unido al grupo de Ragnar, había notado la tensión creciente entre sus propias chicas y los otros supervivientes. Aunque Ragnar había sido útil al principio, proporcionándoles información valiosa sobre el entorno, su presencia comenzaba a sentirse como una carga. O al menos, una fuente de incertidumbre.
-¿Qué propones, Nina? -preguntó Lana, que estaba sentada cerca del borde del círculo, jugueteando con una cuerda entre las manos.
-Propongo que retomemos nuestro plan original -respondió Nina, con un brillo decidido en los ojos-. Debemos irnos. Debemos ir a las islas. Nos alejaremos de Ragnar y su grupo, y seremos libres de nuevo. No más dudas, no más compromisos.
-¿Y cómo sabes que las islas serán seguras? -intervino Emily, levantando una ceja en una clara muestra de escepticismo-. No sabemos nada de esas tierras. Pueden estar llenas de peligros que ni siquiera imaginamos. Y al menos aquí sabemos a qué nos enfrentamos. Nos guste o no, Ragnar ha sido útil hasta ahora.
El silencio que siguió a las palabras de Emily fue pesado. Tenía razón, por supuesto. Las islas eran un completo misterio para ellas, y aventurarse hacia lo desconocido podía ser tan peligroso como quedarse en el campamento actual.
Iris, que había estado en silencio hasta ese momento, se inclinó hacia adelante, con el ceño fruncido.
-Tampoco me gusta la idea de depender de Ragnar -dijo, hablando con voz suave pero firme-. Es verdad que nos ha ayudado, pero también tiene sus propios intereses. No sabemos realmente lo que está buscando ni lo que está dispuesto a hacer para conseguirlo. Nos ha protegido, sí, pero... ¿hasta cuándo?
Elizabeth suspiró y apartó la vista del mapa por un momento, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Ella era la líder, la que todas miraban para tomar una decisión. Y en ese momento, no tenía una respuesta clara. Miró de nuevo el mapa, intentando encontrar una pista, algo que le indicara qué hacer. Las islas eran su plan original, pero después de todo lo que había pasado, ahora dudaba si seguir ese camino era lo correcto.
-Hay algo más... -dijo, rompiendo el silencio que se había asentado en el grupo-. He estado pensando en la posibilidad de separarnos de Ragnar y su grupo. No es una decisión que tomo a la ligera, pero creo que es algo que debemos considerar.
Todas levantaron la vista hacia Elizabeth, sorprendidas por sus palabras.
-¿Separarnos? -preguntó Lana, mirándola con los ojos entrecerrados-. ¿Estás segura de eso, Elizabeth? ¿Y qué dijo Ragnar?
-Hablé con él hace unas horas -admitió Elizabeth-. Le mencioné la posibilidad, y él me dijo que sería nuestra decisión. No va a detenernos si decidimos marcharnos, pero tampoco va a ofrecernos más ayuda. Si nos separamos de su grupo, estaremos solas.
El anuncio cayó como una losa en el grupo, y por unos momentos, ninguna de las chicas dijo nada. Cada una estaba procesando la posibilidad de dejar atrás lo poco de estabilidad que habían conseguido.
-Elizabeth, ¿realmente crees que es lo mejor? -preguntó Emily, rompiendo el silencio-. No me malinterpretes, yo tampoco confío plenamente en Ragnar, pero ¿qué pasa si cometemos un error y nos encontramos con algo peor allá afuera? No hay garantía de que esas islas sean seguras, y si nos separamos de él, perderemos un aliado importante.
-Lo sé -admitió Elizabeth, mirando a cada una de sus amigas-. Y no estoy diciendo que sea una decisión fácil. Pero creo que hemos llegado a un punto donde necesitamos tomar el control de nuestro destino. No podemos depender de Ragnar para siempre. Él tiene sus propios planes, sus propios intereses, y no podemos ignorar el hecho de que sus objetivos podrían no alinearse con los nuestros.
El grupo se quedó en silencio de nuevo, cada una perdida en sus propios pensamientos. La incertidumbre en el aire era palpable, pero también lo era el creciente deseo de tomar una decisión.
-Si vamos a las islas -dijo Nina, después de unos momentos-, necesitaremos un plan. No podemos simplemente ir a ciegas y esperar lo mejor.
-Exacto -añadió Iris-. Si vamos a hacer esto, tenemos que estar preparadas. Y eso significa que no podemos apresurarnos. Necesitamos asegurarnos de que tenemos suficiente comida, agua, armas... todo lo que podamos necesitar para sobrevivir.
Elizabeth asintió, agradecida de que sus amigas comenzaran a pensar en los detalles. Sabía que no iba a ser fácil, pero cuanto más hablaban, más se convencía de que tomar las riendas de su futuro era lo correcto.
-Vamos a necesitar explorar más antes de tomar una decisión final -dijo Elizabeth-. Pero por ahora, quiero que todas estén preparadas. Vamos a recolectar todos los recursos que podamos. Y voy a hablar con Ragnar una vez más, para asegurarme de que no haya sorpresas.
-¿Y qué haremos si nos encontramos con problemas en el camino? -preguntó Lana, con el ceño fruncido.
-Nos mantendremos juntas -respondió Elizabeth con firmeza-. Esa ha sido siempre nuestra fuerza. No importa lo que venga, lo enfrentaremos juntas.
Las chicas asintieron, aunque las expresiones en sus rostros eran una mezcla de determinación y ansiedad. Sabían que los próximos días serían cruciales, y que cualquier decisión que tomaran podría cambiar el curso de sus vidas en Valguero.
El aire fresco de la mañana se colaba por la tela de su tienda, acompañando los primeros rayos del sol que se deslizaban tímidamente entre las hojas de los árboles. La atmósfera estaba cargada de expectación. Después de la intensa discusión de la noche anterior, el grupo había llegado a la decisión de que debían seguir adelante con sus planes de encontrar un nuevo lugar para establecer su base. Las islas seguían siendo una opción, pero antes de dar ese paso, tenían que asegurarse de que estuvieran preparadas para lo que pudiera venir.
Elizabeth estaba de pie cerca de la entrada de la cueva, mirando el horizonte mientras sus compañeras se preparaban para la jornada. En sus manos tenía el mapa, ahora marcado con varios puntos de interés que habían identificado. Sam, su fiel compañera de aventuras, estaba a su lado, ajustándose las botas y el cinturón donde colgaban sus herramientas. Ambas sabían que hoy sería un día decisivo. Su misión era clara: explorar el terreno y encontrar un lugar seguro donde pudieran asentarse, lejos del campamento de Ragnar y los peligros que las acechaban.
-¿Lista para explorar? -preguntó Elizabeth con una sonrisa tensa, sabiendo que Sam era una de las pocas personas en las que podía confiar plenamente en momentos como este.
Sam asintió, aunque su expresión era más concentrada que emocionada.
-Siempre lista. No podemos quedarnos quietas por mucho más tiempo, lo sabes.
Elizabeth suspiró y miró hacia donde Emily, Nina, Lana e Iris se encontraban terminando de alistar sus pertenencias. Emily estaba agachada cerca de Rappy, su joven raptor, acariciando suavemente la cabeza del dinosaurio mientras este agitaba la cola, emocionado por la atención. Emily sonrió, pero había un atisbo de preocupación en su mirada.
-Rappy está creciendo muy rápido -comentó Emily, levantando la vista hacia Elizabeth-. Casi ya no cabe en la cangurera. Va a ser difícil mantenerlo bajo control si sigue así.
Elizabeth sonrió con ternura. Rappy había sido una adición inesperada al grupo, pero rápidamente se había ganado el cariño de todas. Aunque empezaba a convertirse en un desafío, seguía siendo un raptor leal, protector y valiente. Pero Emily tenía razón, su rápido crecimiento implicaba que tendrían que encontrar una forma de manejarlo mejor. Mantener a una criatura tan poderosa y territorial cerca del grupo podía volverse problemático si no tomaban las precauciones adecuadas.
-Tendremos que encontrar una forma de adaptarnos a su tamaño -dijo Elizabeth, mirando al raptor con curiosidad-. Quizá podamos construirle un corral o algo más resistente cuando tengamos una nueva base.
-Sí, eso sería ideal -respondió Emily, mientras Rappy movía su hocico hacia la mano de ella en busca de más caricias.
-Y no olvidemos a la nutria -añadió Lana, que estaba a unos metros de distancia, ajustando su mochila-. Esa pequeña bola de pelos sigue siendo igual de cariñosa. No puedo creer que sea tan dulce.
La nutria, que había estado descansando tranquilamente en el regazo de Nina, levantó la cabeza al escuchar su nombre y lanzó un chillido alegre antes de volver a acomodarse en su lugar.
Elizabeth observó la escena con un sentimiento de calidez en el pecho. Aunque habían pasado por tantas dificultades, momentos como ese le recordaban lo importantes que eran las pequeñas victorias. La presencia de estas criaturas no solo les había proporcionado protección y ayuda práctica, sino también un sentimiento de compañía en un mundo tan hostil y solitario como el Arca.
Sin embargo, su mente pronto volvió a enfocarse en la misión del día. Tenían que moverse. Habían identificado varios puntos en el mapa donde podrían establecerse, pero la tarea no sería fácil. Necesitaban un terreno elevado, fácil de defender, con acceso a recursos y, lo más importante, lo suficientemente apartado del grupo de Ragnar.
-Vamos a salir a explorar hoy -anunció Elizabeth, rompiendo el momento de calma-. Sam y yo vamos a domar otro pteranodón para movernos más rápido. Necesitamos cubrir tanto terreno como sea posible y asegurarnos de que el lugar que elijamos sea seguro.
Nina frunció el ceño, visiblemente preocupada.
-¿Estás segura de que es buena idea separarnos ahora? El territorio aquí es peligroso, y con Ragnar y su grupo cerca, podríamos estar corriendo un riesgo innecesario.
Elizabeth asintió, comprendiendo las preocupaciones de su amiga.
-Lo sé, Nina. Pero es necesario. No podemos seguir esperando a que todo se alinee perfectamente. Cada día que pasamos aquí sin una base estable es un día en que corremos más riesgos. Si encontramos un buen lugar hoy, podremos empezar a prepararnos para el futuro. Además, no estaremos tan lejos. Si algo sale mal, podrán contactarnos rápidamente.
-Además -añadió Sam, que había estado escuchando en silencio-, es mejor que vayamos nosotras dos. Con los pteranodones podremos cubrir más terreno y regresar rápido si encontramos algo. Cuanto antes tengamos una base nueva, antes estaremos a salvo.
-Y podemos evitar llamar la atención de Ragnar o cualquier otra amenaza -continuó Elizabeth-. Tenemos que ser estratégicas.
Las chicas asintieron, aunque seguía habiendo una ligera preocupación en el ambiente. Elizabeth sabía que separarse nunca era fácil, pero confiaba en que Sam y ella harían un buen equipo. Ambas tenían experiencia explorando juntas, y con la ayuda de un nuevo pteranodón, tendrían una ventaja en términos de velocidad y movilidad.
-De acuerdo, entonces está decidido -dijo Elizabeth, guardando el mapa en su mochila-. Vamos a ir hacia el este primero. Hay una serie de colinas que podrían ser un buen lugar para empezar a explorar. Si encontramos algo, les enviaremos una señal.
Emily asintió mientras se agachaba para abrazar brevemente a Rappy.
-Tengan cuidado -dijo Lana, mirando a Elizabeth y Sam-. No queremos perderlas.
-No te preocupes -respondió Elizabeth, sonriendo-. Volveremos antes de lo que piensas.
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Después de despedirse del grupo, Elizabeth y Sam caminaron en silencio hacia una zona más abierta donde sabían que podrían encontrar algunos pteranodones. La caza de uno de estos majestuosos voladores no sería fácil, pero ambas habían desarrollado una técnica eficiente para domarlos rápidamente. El sol ya estaba más alto en el cielo cuando encontraron su primera oportunidad.
Un pteranodón de color dorado planeaba a baja altura, con sus alas extendidas, recibiendo el viento matutino. Elizabeth hizo una señal a Sam para que se preparara, y ambas comenzaron a acercarse con cautela. Utilizando los tranquilizantes que habían preparado la noche anterior, apuntaron cuidadosamente. La flecha silbó a través del aire y alcanzó al pteranodón en el cuello. El animal se tambaleó por unos momentos antes de caer al suelo suavemente, aturdido.
-Buen tiro -comentó Sam, mientras corrían hacia el pteranodón para asegurarse de que no se lastimara durante la caída.
Elizabeth asintió, sintiendo el pulso acelerado. Sabía que no tendrían mucho tiempo antes de que el pteranodón se recuperara, por lo que rápidamente empezaron a darle la comida que necesitaban para domarlo.
-Con este nuevo compañero, podremos volar juntas -dijo Elizabeth mientras observaba al pteranodón. Su musculatura era fuerte y su envergadura considerable, lo que indicaba que sería un gran aliado en sus exploraciones.
Después de unos momentos tensos, el pteranodón comenzó a comer, aceptando la comida que le ofrecían. Elizabeth y Sam intercambiaron miradas de alivio; pronto tendrían dos monturas aéreas y podrían comenzar a explorar los terrenos más lejanos de Valguero.
-Lo llamaremos Ámbar -dijo Elizabeth mientras acariciaba el cuello del pteranodón, notando el brillo dorado en su piel que le daba un aspecto casi irreal bajo la luz del sol.
Sam sonrió.
-Ámbar suena bien. Con Ámbar y tu viejo pteranodón de colores azules, seremos imparables.
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Montadas en sus pteranodones, Elizabeth y Sam despegaron en dirección a las colinas al este, donde esperaban encontrar el lugar ideal para su nueva base. El viento golpeaba sus rostros mientras ascendían en el aire, dándoles una sensación de libertad que no habían sentido en días. Desde las alturas, el mundo parecía diferente, menos amenazante, y más lleno de posibilidades.
A medida que avanzaban, Elizabeth observaba cuidadosamente el terreno. Había una combinación de bosques densos y valles abiertos, pero lo que buscaban era un lugar estratégico, con buena visibilidad y acceso a recursos. Después de un rato de vuelo, Elizabeth notó una meseta rocosa que se extendía en la distancia. Estaba lo suficientemente alta para ofrecer una ventaja defensiva, y desde donde volaban, parecía haber agua y árboles cerca.
-Allí -dijo Elizabeth, señalando hacia la meseta-. Vamos a echar un vistazo más de cerca.
Sam asintió, y ambas giraron en esa dirección.
Elizabeth y Sam aterrizaron suavemente en la meseta rocosa, sus pteranodones extendiendo sus alas para estabilizarse antes de tocar el suelo. Desde allí, la vista era impresionante. La meseta se elevaba por encima de un frondoso valle, ofreciendo una clara visión de kilómetros a la redonda. Había una sensación de seguridad al estar tan alto, pero Elizabeth sabía que aún había mucho por evaluar antes de declarar el lugar como su nuevo hogar.
-Este lugar tiene potencial -murmuró Elizabeth, bajando de su pteranodón y dejando que Ámbar descansara-. Es elevado, difícil de atacar desde el suelo, y tenemos agua cerca. ¿Qué te parece?
Sam también desmontó, caminando unos pasos hacia el borde de la meseta para mirar más de cerca el valle que se extendía bajo ellas.
-Me gusta -respondió-. Desde aquí, podríamos ver a cualquier enemigo acercarse con tiempo suficiente para preparar una defensa. Además, podríamos crear varias rutas de escape si fuera necesario, usando las colinas de alrededor.
Elizabeth asintió, recorriendo con la mirada el paisaje que se desplegaba ante ellas. Era un terreno difícil, pero sus ventajas tácticas lo hacían casi ideal. Lo único que quedaba por comprobar era la accesibilidad a recursos y si el terreno era lo suficientemente grande para lo que planeaban construir.
-Vamos a dar una vuelta a pie -sugirió-. Quiero ver si este lugar es tan bueno como parece desde el aire.
Ambas se adentraron en el terreno, inspeccionando cuidadosamente el área. Las rocas eran sólidas, proporcionando una base estable para cualquier estructura que quisieran construir. Hacia el oeste, había un pequeño arroyo que descendía por la ladera, lo que significaba acceso directo a agua fresca. Había varios puntos estratégicos donde podrían colocar torres de vigilancia o puestos de defensa, y el espacio era suficiente para expandirse sin tener que preocuparse por el terreno accidentado.
-Este lugar podría ser nuestro nuevo hogar -murmuró Elizabeth, su mente trabajando a toda velocidad mientras visualizaba cómo sería construir aquí.
Sam estaba de acuerdo, pero también era pragmática.
-Aún debemos considerar algunas cosas. ¿Qué tan fácil será llevar a las demás aquí? -preguntó-. Y también tenemos que pensar en cómo transportaremos todos nuestros suministros y criaturas. No será fácil movernos desde el lugar donde estamos ahora hasta aquí, y menos sin que Ragnar o alguien más nos note.
Elizabeth se detuvo un momento, mordiéndose el labio mientras evaluaba el desafío logístico que supondría trasladar al grupo entero.
-Tienes razón -admitió finalmente-. Tendríamos que ser estratégicas. Tal vez podríamos movernos por fases, llevando lo más esencial primero y asegurándonos de que el área sea segura antes de traer a todas.
Sam asintió, considerando la propuesta.
-Podríamos comenzar con un campamento base pequeño aquí y luego traer al resto poco a poco -sugirió-. Si mantenemos los movimientos discretos, Ragnar no debería darse cuenta hasta que ya estemos establecidas.
Elizabeth sonrió ante la idea. Era un buen plan. Requeriría paciencia, pero era factible. Además, había algo emocionante en la idea de empezar de nuevo, lejos de las tensiones del pasado.
-De acuerdo -dijo finalmente-. Este será nuestro nuevo comienzo. Un lugar solo para nosotras, lejos de Ragnar y de cualquier otra amenaza.
Se volvieron a montar en sus pteranodones, listas para regresar al campamento y compartir sus hallazgos con las demás. Mientras volaban de vuelta, Elizabeth sentía una mezcla de alivio y determinación. Sabía que este sería un desafío, pero también sabía que era lo mejor para el grupo.
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Al regresar al campamento, Elizabeth y Sam fueron recibidas por miradas curiosas de sus compañeras. Todas habían estado esperando ansiosamente noticias sobre el nuevo lugar. Elizabeth no perdió tiempo en reunirlas alrededor del mapa, donde marcó el punto exacto de la meseta que habían explorado.
-Hemos encontrado un lugar -anunció Elizabeth, mientras trazaba una línea desde su posición actual hasta la meseta-. Es alto, fácil de defender y tiene acceso a agua y recursos. Será difícil movernos allí, pero creo que vale la pena.
Las chicas se inclinaron sobre el mapa, examinando el lugar que Elizabeth había señalado.
-Parece un buen sitio -comentó Emily, rascándose la barbilla mientras estudiaba el terreno-. Pero como dijiste, será un desafío trasladar a todos los animales, especialmente a Rappy y al resto de las criaturas más grandes.
-Y debemos asegurarnos de que no estemos siendo vigiladas -añadió Lana, su tono de voz serio-. Si Ragnar sospecha que estamos planeando movernos, podría intentar sabotear nuestros planes.
-Por eso debemos ser estratégicas -respondió Elizabeth-. Sam y yo creemos que lo mejor sería hacer el traslado en fases. Primero llevaremos lo esencial y comenzaremos a preparar la base, asegurándonos de que el lugar es seguro. Después, una vez que tengamos una base establecida, moveremos al resto del grupo.
-Suena como un buen plan -dijo Iris, asintiendo con aprobación-. Pero, ¿qué haremos mientras tanto? No podemos quedarnos aquí sin hacer nada.
Elizabeth asintió. Sabía que mantener al grupo ocupado y seguro mientras realizaban el traslado sería crucial.
-Mientras Sam y yo preparamos la base, el resto de ustedes puede comenzar a organizar los suministros y asegurarse de que todas las criaturas estén listas para moverse cuando llegue el momento. No podemos permitirnos demoras cuando comencemos el traslado.
-Y mientras tanto -agregó Emily-, Rappy seguirá creciendo, así que tendremos que construir algo más resistente para él.
-Exacto -respondió Elizabeth-. Debemos pensar en todas las posibilidades.
Nina, que había estado en silencio hasta ese momento, habló con cautela.
-¿Estás segura de que estamos listas para esto, Elizabeth? -preguntó-. Nos hemos enfrentado a muchos desafíos, y este es uno grande. Si algo sale mal, podríamos perderlo todo.
Elizabeth la miró a los ojos, reconociendo la preocupación detrás de sus palabras.
-Lo sé, Nina -dijo suavemente-. Pero si nos quedamos aquí, también estamos en peligro. El campamento de Ragnar está demasiado cerca, y cuanto más tiempo permanezcamos aquí, más riesgos corremos. Este nuevo lugar es nuestra mejor oportunidad para empezar de nuevo, para construir algo nuestro y estar seguras.
Nina asintió lentamente, aunque la preocupación no desapareció por completo de su rostro.
-Confío en ti -dijo finalmente-. Solo espero que estemos haciendo lo correcto.
Elizabeth sonrió y puso una mano en el hombro de su amiga.
-Lo estamos, Nina. Lo estamos.
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Con el plan en marcha, Elizabeth y Sam pasaron los días siguientes viajando de ida y vuelta entre el campamento y la meseta, transportando suministros y preparando el terreno para lo que sería su nuevo hogar. Mientras tanto, el resto del grupo trabajaba arduamente en el campamento, asegurándose de que todas las criaturas estuvieran listas para el traslado.
Emily, por su parte, había asumido la tarea de construir una estructura más resistente para Rappy, quien seguía creciendo rápidamente. La joven raptor ya no cabía en la cangurera, y Emily se preocupaba por cómo lo manejarían durante el traslado. Pero con la ayuda de Iris y Lana, había construido un corral temporal que le permitiría a Rappy moverse libremente sin que causara problemas.
La nutria, por otro lado, seguía siendo tan cariñosa como siempre, y Nina y Lana se turnaban para cuidarla mientras Elizabeth y Sam estaban fuera.
Pero aunque todo parecía ir bien, Elizabeth no podía evitar sentir una creciente inquietud. Sabía que estaban siendo cuidadosas, pero no podía quitarse de la cabeza la posibilidad de que Ragnar descubriera sus planes. Sabía que el líder del otro grupo no se quedaría de brazos cruzados si se enteraba de que estaban construyendo una base sin él.
Aún así, Elizabeth se mantenía firme en su decisión. Sabía que esto era lo mejor para su grupo, y haría todo lo posible para protegerlas, cueste lo que cueste.
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