capitulo 12: Es mejor decir no
El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosas, cuando Matthew se acercó al grupo de Elizabeth. A pesar de la belleza de la mañana, una tensión palpable colgaba en el aire. Matthew tenía una expresión seria, y Elizabeth sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que este encuentro no sería sencillo.
—Elizabeth—comenzó Matthew, su voz firme pero cortés—. He estado pensando en nuestra situación y creo que lo mejor sería formalizar una alianza entre nuestros grupos. Juntos, podríamos enfrentar cualquier peligro que se nos presente.
Elizabeth lo miró, escudriñando su rostro en busca de sinceridad. Matthew, con su pelo castaño y ojos cafés, tenía un cuerpo un poco musculoso, pero las cicatrices en su cara contaban historias de batallas pasadas. Sin embargo, lo que más le preocupaba a Elizabeth era su capacidad de liderazgo. No podía olvidar la forma en que sus amigos habían reaccionado en su primer encuentro.
—Matthew, aprecio tu oferta, pero...—Elizabeth titubeó, buscando las palabras adecuadas. —No puedo confiar en tu grupo. No parece que tengan el control necesario. En este momento, nuestras prioridades son diferentes.
Nina, que había estado escuchando en silencio, se unió a la conversación.
—Estoy de acuerdo con Elizabeth. No conocemos bien a su grupo. ¿Cómo sabemos que no nos traicionarán cuando estemos más vulnerables?—dijo, cruzando los brazos con determinación.
Matthew frunció el ceño, su expresión se endureció un poco. —No estoy pidiendo que me confíes ciegamente. Solo creo que una colaboración podría beneficiarnos a todos. En este lugar, la confianza es un lujo que no podemos permitirnos, pero trabajar juntos podría ser la única forma de sobrevivir.
Elizabeth sintió una punzada de duda. Las palabras de Matthew eran razonables, pero la experiencia le decía que debían ser cautelosas. Miró a su alrededor, viendo las caras preocupadas de sus amigas. La seguridad de su grupo era su prioridad.
—No podemos formar una alianza ahora—dijo finalmente, con voz firme. —Quizás en el futuro, si demostramos que podemos confiar el uno en el otro, pero por ahora, prefiero mantenernos separados.
Matthew asintió, aunque su mirada mostraba desilusión. —Lo entiendo. Pero recuerda que no siempre estaremos aquí para protegernos mutuamente.
Elizabeth sintió una mezcla de frustración y alivio al ver que Matthew se alejaba. A veces, tomar decisiones difíciles era lo que más pesaba en los hombros de un líder. Se dio cuenta de que necesitaba un momento para procesar lo sucedido.
—Voy a dar un paseo—anunció, sintiendo que el aire fresco podría ayudar a despejar su mente. Las chicas la miraron con preocupación, pero asintieron en silencio.
Se alejó un poco del campamento, buscando un lugar tranquilo donde pudiera escribir en su diario. La mañana era fresca y el sonido del río cercano era tranquilizador. Se sentó en un tronco caído y sacó su diario, sintiendo que escribir siempre le ayudaba a organizar sus pensamientos.
Abrió una página en blanco y comenzó a anotar lo que había descubierto desde que llegaron a Valguero. Sus aventuras, los nuevos seres que había encontrado, y las decisiones difíciles que había tenido que tomar. Al escribir, sentía que el peso de la responsabilidad se aligeraba, aunque solo fuera un poco.
Mientras escribía, su mirada se desvió hacia el suelo. Allí, notó un pequeño arbusto que le era familiar. Se acercó a examinarlo mejor. Las vallas eran de un color negro profundo, casi brillante, y su aspecto era tentador.
—¿Narco berries?—murmuró, recordando lo que había leído en el diario sobre ellas. Eran conocidas por tener propiedades misteriosas, a menudo utilizadas para crear pociones o como un recurso en la supervivencia.
Decidida a aprender más, Elizabeth decidió recoger algunas de las bayas. Sabía que deberían ser cautelosas con cualquier cosa que ingirieran, pero la curiosidad era demasiado fuerte. A medida que las recolectaba, pensaba en las posibilidades. Tal vez podrían utilizarlas para ayudar a su grupo, ya fuera en una situación de emergencia o simplemente para experimentar con ellas.
Cuando terminó de recolectar las bayas, se sentó de nuevo en el tronco y escribió algunas notas sobre las narco berries en su diario. Se preguntaba si habría algún método para domesticarlas o utilizarlas en su beneficio. La idea de crear un remedio a partir de ellas le pareció emocionante.
De repente, el sonido de risas y voces alegres la distrajo. Elizabeth miró hacia el campamento y vio a las chicas reunidas, conversando y riendo. Se sintió un poco más tranquila al verlas en ese estado, pero una sombra de preocupación la invadió al pensar en la relación con el grupo de Matthew.
Después de un rato, decidió que era hora de regresar. Guardó su diario, asegurándose de que todo estuviera en su lugar antes de levantarse. Al caminar de regreso, notó que la brisa suave acariciaba su piel y el canto de los pájaros llenaba el aire. A pesar de los retos, había belleza en este mundo.
Al llegar al campamento, las chicas estaban ocupadas preparando el desayuno. El aroma de los alimentos se mezclaba con el fresco aire de la mañana. Elizabeth se unió a ellas, sintiendo que su presencia en el grupo era más importante que nunca.
—¿Cómo estuvo tu paseo?—preguntó Lana, sonriendo.
—Reflexionando y escribiendo un poco—respondió Elizabeth, sintiéndose más animada. —Encontré unas bayas interesantes. Creo que pueden ser útiles.
—¿Bayas?—preguntó Sam, interesada. —¿Son seguras?
—No lo sé—admitió Elizabeth—, pero quiero investigar un poco más.por lo que se sirven para poner en la inconsciencia?,Pueden ser una buena adición a nuestras provisiones.
Mientras se sentaban a desayunar, Elizabeth sintió que la decisión de rechazar la alianza con Matthew era correcta. Había cosas que debían resolver primero como grupo. La confianza no se construye de la noche a la mañana, y cada una de ellas tenía sus propias inseguridades que debían ser atendidas.
Las risas y las charlas llenaron el campamento mientras Elizabeth reflexionaba sobre la jornada que les esperaba. Sabía que el camino sería complicado, pero estaba decidida a guiarlas hacia adelante, enfrentando juntos los desafíos que el mundo les presentara. La vida en Valguero no era fácil, pero con su grupo a su lado, se sentía más fuerte.
Los días siguientes prometían ser inciertos, pero con cada desafío, Elizabeth estaba dispuesta a aprender y crecer, siempre buscando nuevas formas de proteger a quienes consideraba su familia.
Emily había encontrado un nuevo propósito al cuidar de Rappy, el pequeño raptor que había domes
ticado. Su conexión con el dinosaurio crecía a medida que pasaban el tiempo juntos, y cada día se convertía en una nueva aventura.
Una mañana soleada, mientras el grupo se preparaba para una nueva jornada, Emily decidió dedicar tiempo a enseñarle trucos a Rappy. Se sentó en el suelo, con el pequeño dinosaurio frente a ella, y comenzó a llamarlo.
—¡Ven aquí, Rappy!—exclamó, agitando las manos para captar su atención.
Rappy, curioso y juguetón, se acercó corriendo, su cola moviéndose con emoción. Emily sonrió al ver cómo el raptor respondía a su llamada.
—Muy bien, ¡hoy vamos a aprender algo nuevo!—dijo mientras sacaba un pequeño trozo de pescado, que había guardado como premio. —Si haces lo que te digo, ¡te daré esto!
Rappy inclinó la cabeza, como si comprendiera la oferta, y sus ojos brillaban de anticipación. Emily comenzó a enseñarle un simple truco: saltar a través de un pequeño aro que había improvisado con una rama.
—¡Vamos, Rappy!—animó, levantando el aro en el aire.
Después de varios intentos, Rappy logró saltar a través del aro, y Emily estalló en aplausos.
—¡Lo hiciste! ¡Eres increíble!—gritó, dándole el trozo de pescado como recompensa. Rappy lo devoró con avidez, emitiendo un pequeño grito de satisfacción.
Mientras tanto, Lana observaba la escena con una sonrisa. La idea de crear una cangurera para Rappy se había instalado en su mente, y ahora era el momento perfecto para llevarla a cabo.
—Oye, Emily—dijo Lana, acercándose—. ¿Te gustaría que hiciera una cangurera para Rappy? Así podrás llevarlo contigo en tus aventuras.
Los ojos de Emily se iluminaron. —¡Eso sería genial! Pero, ¿cómo la harás?
—No te preocupes, tengo algunas ideas—respondió Lana, ya imaginando el diseño. —Podría usar algunas pieles que encontramos y hacer un arnés. Rappy podría ir cómodamente y estar a tu lado.
Emily se sintió emocionada al imaginar a Rappy colgado de su lado mientras exploraban. —Sería como tener a mi mejor amigo siempre conmigo—dijo, abrazando a Rappy.
Lana se puso a trabajar de inmediato, buscando materiales que pudieran ser útiles. Mientras tanto, Elizabeth y las otras chicas continuaron con sus actividades, pero la atmósfera del campamento era más ligera. Ver a Emily y Rappy tan felices era un recordatorio de que, a pesar de los peligros, aún había momentos de alegría.
Después de un par de horas, Lana presentó su creación. La cangurera estaba hecha de piel resistente, con un arnés que se ajustaba perfectamente a Rappy, y un pequeño bolsillo donde podría llevar su comida.
—¡Es perfecta!—exclamó Emily, admirando el trabajo de Lana. —¡Gracias!
Rappy, curioso, empezó a olfatear la cangurera, y Emily rápidamente lo colocó dentro. El pequeño raptor parecía contento y cómodo, moviendo su cabeza de un lado a otro mientras exploraba su nuevo espacio.
—Ahora, ¡a probarlo!—dijo Lana con una sonrisa.
Emily se levantó y comenzó a caminar por el campamento, llevando a Rappy colgado a su lado. El raptor, entusiasmado, movía la cola y asomaba la cabeza para mirar todo lo que lo rodeaba. Las chicas se reían y aplaudían al ver el espectáculo.
—¡Mira cómo le gusta!—dijo Sam, sonriendo.
—¡Es como un pequeño perro!—rió Iris, mientras Rappy saltaba ligeramente en la cangurera, emocionado por la atención.
Con cada paso que daba, Emily se sentía más conectada con Rappy. Era como si una parte de ella hubiera encontrado un hogar en esa pequeña criatura. Mientras caminaban, comenzó a hablarle sobre sus sueños y las aventuras que querían vivir juntas.
—Vamos a explorar todo Valguero, Rappy—le decía. —Tú y yo seremos un gran equipo. Podremos aprender juntos y tal vez incluso encontrar otros amigos como tú.
A medida que el sol avanzaba en el cielo, Emily y Rappy siguieron explorando, mientras Lana y las otras chicas observaban desde la distancia, sintiendo una mezcla de felicidad y satisfacción al ver a su amiga tan emocionada.
La conexión entre Emily y Rappy no solo fortalecía su vínculo, sino que también les recordaba que en este mundo lleno de desafíos, la amistad y el amor podían surgir en las formas más inesperadas.
A medida que avanzaban los días, Emily se dedicó a enseñarle a Rappy más trucos, y cada éxito se celebraba con risas y alegría. La vida en Valguero continuaba siendo dura, pero momentos como estos llenaban sus corazones de esperanza.
Sin embargo, en el fondo de su mente, Elizabeth sabía que siempre habría peligros acechando, y el grupo debía estar preparado. La vida en la isla no era un cuento de hadas, pero con sus amigas a su lado y nuevos lazos como el de Emily y Rappy, estaban listas para enfrentar cualquier desafío que se les presentara.
Mientras Emily continuaba su paseo con Rappy en la cangurera, Elizabeth se mantenía alerta, observando los alrededores. Aunque disfrutaba del momento de tranquilidad, sabía que la isla no ofrecía descanso por mucho tiempo. Había visto lo suficiente como para desconfiar de la aparente calma que envolvía su entorno. El rugido lejano que había escuchado días atrás seguía rondando su mente, y se preguntaba si el temido Tiranosaurio Rex estaba más cerca de lo que creían.
De repente, un ruido en los arbustos hizo que Elizabeth tensara el cuerpo. Instintivamente, puso una mano sobre el mango de su hacha y miró en dirección al sonido. Las demás chicas, que estaban entretenidas con los nuevos trucos de Rappy, no lo notaron al principio, pero Elizabeth levantó la mano en señal de alerta.
—¿Qué pasa? —preguntó Nina, acercándose a Elizabeth, quien se mantenía concentrada en el lugar del que provenía el sonido.
—Escuché algo —respondió Elizabeth en un susurro. —No sé si fue un animal o... algo más.
Todas dejaron lo que estaban haciendo y se pusieron en guardia. El ambiente, que hasta hace un momento era relajado y alegre, se tornó tenso. Emily abrazó instintivamente a Rappy, que también parecía haber percibido algo, emitiendo un leve gruñido desde la cangurera.
El ruido se repitió, pero esta vez más cerca. Las hojas de los arbustos se movían, y Elizabeth sostuvo con firmeza su hacha. De pronto, un grupo de pequeños dinosaurios emergió del follaje. Eran dilophosaurios, con sus crestas características y un aire de agresividad en sus movimientos.
—¡Cuidado! —gritó Sam mientras retrocedía, reconociendo a los dilophosaurios por sus ataques venenosos.
Sin darles tiempo para reaccionar, uno de los dilophosaurios lanzó su característico ataque: un chorro de veneno oscuro hacia Sam. Elizabeth reaccionó rápido, lanzándose hacia adelante y empujando a Sam fuera del camino. El veneno rozó el hombro de Elizabeth, quemándole ligeramente la piel.
—¡Atrás! —ordenó Elizabeth, alzando su hacha y preparándose para el enfrentamiento.
Las chicas se reagruparon rápidamente, sacando sus armas improvisadas. El enfrentamiento con los dilophosaurios fue rápido pero intenso. Elizabeth, a pesar del dolor en su hombro, luchaba con determinación, mientras Nina y Lana trataban de mantener a los dinosaurios a raya.
Después de una breve pero feroz pelea, lograron ahuyentar a los dilophosaurios. Emily, que había estado protegiendo a Rappy durante todo el combate, corrió hacia Elizabeth en cuanto todo terminó.
—¿Estás bien? —preguntó preocupada, mirando la herida en el hombro de Elizabeth.
—Estoy bien —respondió Elizabeth, aunque el dolor comenzaba a hacerse más intenso. —Solo fue un rasguño.
Nina se acercó rápidamente con algunas hierbas que habían recogido anteriormente y comenzó a preparar una especie de cataplasma para ayudar a calmar la quemadura del veneno.
—Te dije que no confiaras en esos sonidos, Liz —dijo Nina mientras aplicaba la cataplasma. —Esta isla está llena de sorpresas, y no todas son agradables.
—Lo sé —respondió Elizabeth con una sonrisa forzada. —Pero al menos sabemos que podemos manejarlo juntas.
A pesar del pequeño ataque, las chicas se mantuvieron firmes. Sabían que este no sería el último desafío que enfrentarían en Valguero, pero estaban decididas a seguir adelante. Mientras Nina curaba la herida de Elizabeth, Emily volvió a observar a Rappy, quien se había escondido en la cangurera durante el combate. Al parecer, el pequeño dinosaurio también estaba aprendiendo cuándo era el momento de luchar y cuándo era mejor mantenerse a salvo.
Justo cuando pensaban que podían relajarse, un nuevo sonido, más profundo y grave, resonó en la distancia. Esta vez no era un dilophosaurio. Era algo mucho más grande. Las chicas se miraron entre sí, sus rostros reflejando una mezcla de preocupación y anticipación.
—¿Qué fue eso? —preguntó Iris con voz temblorosa.
Elizabeth se puso de pie, ignorando el dolor en su hombro. Sabía exactamente lo que había escuchado.
—Ese rugido... —murmuró. —No puede ser... ¿un Tiranosaurio Rex?
El grupo se quedó en silencio por un momento, cada una procesando lo que eso significaba. Un Tiranosaurio Rex sería una amenaza mortal si se encontraban en su camino. Aún no estaban equipadas para enfrentarse a una criatura de ese tamaño y poder.
—Tenemos que movernos —dijo Elizabeth finalmente, rompiendo el silencio. —No podemos quedarnos aquí esperando a que eso nos encuentre.
Nina asintió, y las demás chicas comenzaron a empacar rápidamente sus cosas. Emily apretó a Rappy contra su pecho, sintiendo el latido acelerado de su pequeño cuerpo. Incluso el raptor parecía entender la gravedad de la situación.
—¿Y si nos dirigimos hacia el río? —sugirió Lana mientras guardaba su equipo. —Podríamos encontrar alguna forma de cruzarlo o seguir la corriente para alejarnos del peligro.
Elizabeth asintió. —Es una buena idea. Pero debemos estar atentas. No sabemos cuántos más están ahí afuera.
No sabían qué les deparaba el futuro, pero una cosa era segura: en Valguero, solo las más fuertes y las más unidas sobrevivirían.
A mitad de la noche, Elizabeth se despertó con un ardor intenso en el hombro. El veneno del d
La herida en el hombro de elizabeth había comenzado a infectarse, y su cuerpo, debilitado, luchaba contra la fiebre que se apoderaba de ella. Se sentía atrapada en un torbellino de calor y sudor, jadeando mientras trataba de recordar lo que había ocurrido.
A su lado, Lana e Iris notaron que algo no estaba bien. El rostro de Elizabeth estaba pálido y sudoroso, y su respiración era rápida y entrecortada.
—Liz, ¿estás bien? —preguntó Lana, preocupada mientras se inclinaba hacia ella.
—No... no me siento... bien —tartamudeó Elizabeth, sintiendo cómo el mundo a su alrededor comenzaba a girar.
Iris, al ver el estado de su amiga, se puso en acción. Rápidamente, buscó entre sus provisiones, sacando algunas narco berries que habían recolectado durante el día.
—Tómate esto, Liz —dijo Iris, sosteniendo las berries frente a ella. —Te ayudará a dormir y a que tu cuerpo descanse mientras tratamos de hacer algo con esa herida.
Elizabeth asintió débilmente, tratando de concentrarse en lo que le ofrecían. Lana, mientras tanto, se estaba preparando para limpiar la herida.
—Voy a tener que desinfectar el área primero. Necesitamos evitar que la infección se propague más —dijo Lana, buscando hierbas medicinales que habían recogido.
A pesar de que Elizabeth intentaba seguir el ritmo de sus amigas, el calor en su cuerpo la abrumaba. Tomó las berries y, a medida que la sustancia dulce y algo amarga se deshacía en su boca, sintió que un leve alivio comenzaba a inundarla. Sus párpados se volvieron pesados y, antes de que pudiera protestar, el sueño la envolvió, llevándola de regreso a un mundo más tranquilo.
Lana, mientras tanto, se arrodilló junto a ella. Con manos firmes, comenzó a limpiar la herida, usando agua del río y las hierbas que había recolectado. Iris se unió, manteniendo la luz de una antorcha para que Lana pudiera ver claramente.
—Debemos hacerlo rápido —murmuró Iris, mirando a su alrededor con desconfianza. —No sabemos si hay más dilophosaurios cerca.
Lana trabajaba con rapidez, asegurándose de eliminar cualquier traza del veneno. Mientras lo hacía, le hablaba a Elizabeth, esperando que su voz la anclara a la realidad.
—Liz, sé que no te sientes bien, pero necesitas superar esto. Eres fuerte, y vamos a ayudarte. Siempre estaremos contigo.
El sudor goteaba de la frente de Lana, pero no se detuvo. En su mente, el temor de perder a Elizabeth se entrelazaba con la determinación de no rendirse. Después de limpiar la herida, aplicó una pasta hecha de hierbas que habían encontrado en su viaje, con la esperanza de que eso ayudaría a combatir la infección.
La noche avanzaba, y aunque el aire era fresco, el calor de la fiebre mantenía a Elizabeth en un estado de confusión y malestar. Su respiración se estabiliza poco a poco, gracias a las narco berries, pero su cuerpo aún necesitaba tiempo para sanar.
Iris, sintiéndose impotente, buscó distracción. Comenzó a organizar sus cosas y revisar el equipo que llevaban. En el silencio que se había instalado, se sentía la tensión en el aire, una mezcla de miedo y esperanza.
Lana se sentó junto a Elizabeth, manteniendo su mano sobre la frente de su amiga para ayudarla a mantenerse cómoda. Las horas pasaron lentamente, y el grupo se mantuvo alerta, temiendo que cualquier ruido fuera un nuevo peligro.
Finalmente, al amanecer, Elizabeth abrió los ojos lentamente. Se sentía débil, pero la fiebre había comenzado a ceder. Al ver a Lana y a Iris, sintió una oleada de gratitud.
—¿Qué pasó? —preguntó, su voz apenas un susurro.
—Te cuidamos —dijo Lana, sonriendo a pesar del cansancio. —Te has estado peleando contra una fiebre, pero parece que lo estás logrando.
—Estuviste delirando un poco —agregó Iris con una ligera risa, intentando aligerar el ambiente. —Pero aquí estamos, listas para seguir.
Elizabeth intentó levantarse, pero el dolor en su hombro la detuvo.
—Espera, no te esfuerces demasiado —le advirtió Lana. —Necesitas descansar un poco más.
—No puedo quedarme aquí —respondió Elizabeth, con determinación. —Debemos seguir adelante y encontrar más recursos. No podemos quedarnos quietas, especialmente con esa amenaza cerca.
Las chicas se miraron, conscientes de que Elizabeth tenía razón, pero también sabían que su salud debía ser una prioridad.
—Primero, necesitas comer algo y asegurarte de que esa herida esté más estable antes de movernos —dijo Iris. —Después, podremos planear nuestro próximo paso.
Elizabeth asintió, comprendiendo que sus amigas estaban ahí para apoyarla. Con un suspiro profundo, se permitió relajarse un poco más, sintiendo el cuidado y la amistad que la rodeaba. Sabía que, aunque la isla era peligrosa y llena de sorpresas, juntas podían enfrentar cualquier desafío que se presentara.
Mientras Lana preparaba un poco de comida y Iris revisaba su equipo, Elizabeth pensó en todo lo que había aprendido en su tiempo en la isla, incluida la importancia de la amistad y el apoyo mutuo. Sabía que, aunque el camino por delante sería difícil, no lo recorrería sola. Y eso le daba la fuerza que necesitaba para seguir adelante.
Esa mañana, Elizabeth despertó sintiendo una leve mejoría en su hombro. La fiebre había cedido un poco, aunque aún sentía un ardor constante que le recordaba la herida. Se sentó lentamente, buscando en su entorno el consuelo familiar de sus amigas. La luz del sol filtrándose a través de los árboles iluminaba el campamento, dando un aire de esperanza al nuevo día.
Emily se acercó a ella, sosteniendo a Rappy en sus brazos. La pequeña criatura parecía más activa que nunca, moviendo la cola y emitiendo suaves sonidos. "¿Cómo te sientes hoy, Liz?" preguntó con preocupación en sus ojos.
—Un poco mejor, gracias. Solo necesito descansar y mantenerme ocupada—respondió Elizabeth, sonriendo a la cría de raptor. Emily se iluminó al escucharla y acarició a Rappy, quien parecía disfrutar de la atención.
Poco después, Matthew se acercó con una expresión seria en su rostro. Elizabeth sintió una mezcla de desconfianza y curiosidad. Sabía que su grupo había tenido sus diferencias, pero algo en la mirada de Matthew le decía que estaba decidido a avanzar.
—Elizabeth, quiero hablar contigo—dijo Matthew, claramente incómodo. Elizabeth se cruzó de brazos, lista para escuchar lo que tenía que decir.
—¿Sobre qué?—preguntó, manteniendo una actitud cautelosa.
—Quería disculparme por los comentarios de Luna hacia Emily. No está bien tratar así a alguien que solo quiere ayudar. Lo siento si eso causó algún problema—propuso Matthew, su tono sincero pero firme.
Elizabeth se quedó en silencio, considerando sus palabras. Agradecía que Matthew hubiera tomado la iniciativa de disculparse, pero aún tenía dudas sobre su grupo.
—Gracias, Matthew. Eso significa mucho—respondió Elizabeth, sintiendo que la tensión entre ellos comenzaba a desvanecerse. —Pero no podemos olvidar que la confianza se gana con el tiempo.
Matthew asintió, comprendiendo su desconfianza. —Lo entiendo, y estoy dispuesto a demostrar que mi grupo puede ser un aliado—dijo, con un aire de sinceridad en su voz.
Después de unos momentos de reflexión, Elizabeth decidió que la unión podía ser lo mejor para todos. —Está bien, pero esto tiene que ser un esfuerzo conjunto. Si alguna de las dos partes no cumple, la alianza se rompe—dijo, sintiéndose más segura de su decisión.
—Hecho—respondió Matthew, una pequeña sonrisa apareciendo en su rostro.
Mientras la conversación se calmaba, Elizabeth sintió un alivio momentáneo. Había tomado una decisión importante, y esperaba que fuera la correcta.
Con el acuerdo hecho, Elizabeth se dirigió de vuelta a su grupo. Emily la estaba esperando, aún preocupada por su bienestar. —¿Todo bien?—preguntó al ver la expresión en su rostro.
—Sí, Emily. Vamos a unir fuerzas con Matthew y su grupo. Creo que es lo mejor—respondió Elizabeth, tratando de transmitir confianza.
—¡Eso es genial!—exclamó Emily, sonriendo mientras acariciaba a Rappy. —Pero... ¿te sientes bien? No quiero que te esfuerces demasiado.
—Lo sé, pero necesito hacer mi parte. Mi hombro aún duele, pero tengo que seguir adelante—dijo Elizabeth, tratando de ocultar el malestar que sentía.
A medida que avanzaba el día, Elizabeth y su grupo comenzaron a prepararse para la próxima fase de su travesía. Mientras tanto, Emily no se separaba de ella, asegurándose de que Rappy estuviera siempre cerca para brindarle compañía.
—Voy a cuidar de ti, Liz—dijo Emily, con determinación en sus ojos. —Y Rappy también. ¡Él es tu compañero ahora!
Elizabeth sonrió, sintiendo un cálido abrazo de amistad. Aunque el futuro era incierto, sabía que tenía un grupo leal a su lado, listo para enfrentar cualquier desafío que se presentara.
El día avanzaba rápidamente, y el campamento comenzó a cobrar vida con los preparativos para continuar su viaje. Elizabeth, aunque con el hombro adolorido, se sentía impulsada por la decisión de unir fuerzas con Matthew y su grupo. Necesitaban recursos, y la colaboración podría ser clave para sobrevivir en un entorno tan hostil.
Emily y Rappy se movían de un lado a otro, entusiasmados con la idea de ayudar. Mientras tanto, Lana y Nina discutían sobre qué provisiones llevar y cómo organizar mejor su equipo. Elizabeth se unió a la conversación, sintiendo que cada contribución era crucial.
—Podríamos llevar más agua y un poco de comida—sugirió Lana, mirando la lista de suministros. —Si encontramos más bayas, eso podría ayudar.
—Y deberíamos llevar herramientas en caso de que necesitemos reparar algo en el camino—agregó Nina, su mente siempre activa con ideas prácticas.
Mientras organizaban su equipo, Matthew y su grupo llegaron al campamento. Elizabeth notó que Matthew estaba acompañado por Alex, Luna y Jasmine. Aunque sus rostros mostraban intenciones amistosas, Elizabeth no podía evitar sentir una sombra de desconfianza.
—Hola, todos—dijo Matthew, con una sonrisa. —Estamos listos para colaborar. ¿Qué necesitan de nosotros?
Elizabeth se tomó un momento para evaluar la situación. —Agradecemos su ayuda. Estamos organizando nuestras provisiones y preparándonos para seguir adelante—respondió, manteniendo su tono neutral.
Mientras discutían los detalles, Emily se acercó a Rappy y lo llevó hacia Matthew. —¡Mira, Rappy quiere conocerte!—exclamó, emocionada.
Matthew se agachó, observando al pequeño raptor con curiosidad. Rappy, aunque tímido, se acercó a él, olfateando su mano. —Es adorable—dijo Matthew, sonriendo genuinamente. Elizabeth notó que su actitud amable parecía sinceramente interesada.
Luna, sin embargo, no perdió la oportunidad de hacer un comentario. —Asegúrate de que no se te suba a la cabeza, podría morder—dijo con tono burlón.
La tensión se hizo palpable de inmediato. Elizabeth sintió que era el momento de intervenir. —Luna, eso no es necesario. Estamos aquí para trabajar juntos—replicó, con un tono firme.
La chica se encogió de hombros, pero Elizabeth pudo notar que había algo más en su actitud. Matthew, por su parte, la miró con agradecimiento.
Con la tensión suavizada, el grupo continuó con los preparativos. Elizabeth se dedicó a escribir en su diario, registrando los eventos del día y lo que había aprendido hasta ahora sobre su entorno. Se sintió aliviada al ver que su hombro estaba sanando lentamente, aunque aún necesitaba cuidarse.
—Vamos a avanzar por la mañana—anunció Elizabeth, mirando a su grupo. —Haremos un último chequeo de suministros y luego nos pondremos en marcha.
Matthew asintió, organizando a su grupo para que también se preparara. Durante el resto de la tarde, ambos grupos trabajaron juntos, fortaleciendo los lazos que se estaban formando a pesar de las diferencias y la desconfianza inicial.
Cuando el sol comenzó a ponerse, el ambiente se volvió más relajado. Todos se sentaron alrededor de la fogata, compartiendo historias y risas. Elizabeth observó a sus amigas y a sus nuevos aliados, sintiéndose más optimista sobre el futuro.
—Esto es diferente—dijo Alex, rompiendo el silencio. —Nunca pensé que podría estar en una situación así con otro grupo.
—Sí, es extraño, pero necesario—respondió Elizabeth, sintiendo que su voz era más fuerte. —Si vamos a sobrevivir, debemos apoyarnos mutuamente.
La noche se volvió más oscura, y las estrellas comenzaron a brillar en el cielo. Mientras las risas y las historias continuaban, Elizabeth se sintió por primera vez como parte de algo más grande. El desafío de sobrevivir en este mundo podría ser abrumador, pero con cada paso, cada decisión, se sentía más fuerte.
A medida que el fuego parpadeaba y la conversación fluía, Elizabeth supo que este era solo el comienzo de un viaje lleno de descubrimientos y desafíos, y estaba lista para enfrentarlos junto a su grupo.
A la mañana siguiente, el ambiente en el campamento era vibrante con la energía de un nuevo día. Elizabeth había decidido que compartir sus parasaurios con el grupo de Matthew podría ser una buena forma de fomentar la cooperación entre ambos grupos. Con una sonrisa de determinación, llamó a Emily y Rappy.
—Vamos, Emily. Hoy te voy a mostrar cómo funcionan nuestros parasaurios—dijo Elizabeth, mientras se acercaba a donde estaban los animales.
Emily saltó de alegría, su entusiasmo era contagioso. —¡Sí! ¡Estoy lista!
Mientras Elizabeth caminaba hacia los parasaurios, sintió un tirón en su cabello. Se dio la vuelta y vio a Rappy, el pequeño raptor, con un mechón de su pelo entre sus mandíbulas.
—¡Rappy, suéltalo!—gritó Elizabeth, riendo mientras trataba de despegar al raptor de su cabello. La risa de Emily se unió a la suya.
La nutria de Elizabeth, que había estado descansando cerca, empezó a chillar al ver el alboroto. Era un sonido que combinaba sorpresa y emoción, lo que solo hacía que Rappy se sintiera más juguetón.
—No te preocupes, Nutria, no hay nada de qué asustarse—le dijo Elizabeth, acariciando a su compañera mientras intentaba liberar su cabello de las garras del raptor. —Solo es Rappy jugando.
Finalmente, Elizabeth logró soltar su cabello, y Rappy retrocedió un poco, como si se estuviera disculpando. Elizabeth sonrió, sabiendo que el pequeño tenía un corazón travieso.
—Ahora, vamos a mostrarles a Matthew y a su grupo lo que nuestros parasaurios pueden hacer—dijo Elizabeth, sintiendo que la tensión del día anterior se desvanecía.
Cuando llegaron al área donde se encontraban los parasaurios, Matthew y su grupo ya estaban allí, observando curiosamente. Elizabeth tomó la iniciativa y, junto con Emily, guió a los animales hacia el centro.
—Estos son nuestros parasaurios. Son amigos leales y pueden ser muy útiles—explicó Elizabeth, señalando a los grandes dinosaurios que pastaban tranquilamente.
Matthew se acercó y acarició la cabeza de uno de ellos. —Son impresionantes. Me encantaría ver cómo responden a diferentes comandos.
—Puedo mostrarte—respondió Elizabeth, sintiendo un renovado sentido de confianza. Comenzó a dar órdenes a los parasaurios, guiándolos en movimientos sencillos. Emily se unió, imitando a Elizabeth con entusiasmo, mientras Rappy se movía entre las patas de los dinosaurios, divertido.
Los miembros del grupo de Matthew miraban, sorprendidos por la sinergia entre Elizabeth y sus parasaurios. Matthew sonrió, viendo la conexión que tenían.
—Esto es genial—dijo, mirando a Elizabeth. —Creo que podríamos aprender mucho de ustedes.
Mientras continuaban practicando, Rappy comenzó a saltar alrededor, jugando a su manera. En un momento de diversión, el pequeño raptor decidió que era el momento de hacer otra travesura. Se lanzó hacia el parasaurio más cercano, intentando jugar con su cola.
—Rappy, no—gritó Elizabeth, riendo, pero ya era demasiado tarde. El parasaurio, sorprendido, movió la cola y Rappy se vio envuelto en una danza juguetona, intentando no ser aplastado.
Matthew rió junto a Elizabeth, disfrutando de la ligereza del momento. —Parece que tu amigo está disfrutando del día tanto como nosotros.
Mientras la risa llenaba el aire, Elizabeth sintió que los lazos entre los grupos se estaban fortaleciendo. Era un pequeño momento de alegría en medio de la incertidumbre de su situación, pero era justo lo que necesitaban.
Con la práctica de los parasaurios, el grupo se dio cuenta de que la unión entre ellos podría hacerlos más fuertes. Elizabeth comenzó a sentirse esperanzada, imaginando un futuro en el que todos pudieran trabajar juntos y enfrentar los desafíos del mundo que los rodeaba.
Con el paso de la mañana, el aire se llenó de risas y nuevos planes. Elizabeth sabía que, a pesar de las dificultades que enfrentaban, tenían algo especial. Y con ese sentimiento de unidad, se sintió lista para seguir adelante, sin importar los obstáculos que vinieran en su camino.
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