Capítulo 5. «Instintos salvajes»

—Existen más dioses, no sólo los elementales —respondió Zedric—. ¿No son ellos también importantes?

—Claro que lo son, pero no son ellos los más fuertes. Tal vez la oscuridad  sea, rival, pero nunca ganará contra un poder tan grande como el de un elemento. ¿Crees en lo que digo?

Zedric bajó la mirada. No era que le costara creer, sino que no se sentía lo suficientemente poderoso como para ver una era terminar. ¿Qué quería decir eso?

—Creo, pero no sé lo que significa. ¿Quiere decir que vienen desastres? ¿Devastación? ¿Muerte?

—Significan cambios —las imágenes dieron un giro completo, mostrando imágenes que apenas podían distinguirse—. He estudiado a esta civilización por años, he tratado de entender su lenguaje, he leído tanto como no tienes idea. Ellos relatan que, al final de una era, o las cosas van bien o van muy mal. En casos drásticos, se da un reinicio.

—¿Significa el fin de todo?

—No sé lo que significa.

Y ahí estaba de nuevo. Los ojos de Dahmer mostraban su anhelo, como pozos sin fondo alguno.

—Pero quiere decir que...

—Quiero decir que todo va a cambiar. El poder dará fin a lo cotidiano y dará inicio a algo nuevo.

Zedric suspiró. Se llevó las manos al cabello, bajó la mirada, sintió las voces intensificarse a un nivel incontrolable.

»Quiero ayudarte —continuó—. Es por eso que te he enseñado este lugar. La guerra con Zara será difícil, puede que sea el final de todo, puede que sea sólo el principio. Lindo y Valiente eran los únicos dragones que existían aquí, es por eso que nunca se los confié a nadie. La cosa es que ahora Valiente ha puesto un huevo, más bien varios, y sé que si algo les pasa su raza no morirá. Es el momento exacto, todo está predestinado. Pueden arriesgarse, gracias a ellos puedes ganar esta guerra.

Zedric entrecerró los ojos. Un sonoro suspiro salió de sus labios, sabiendo que sería responsable de cuidar al dragón que querían delegarle, otra gran carga.

Sería su responsabilidad, de eso estaba seguro.

🌙🌙🌙

—No recordaba que estar en la Isla Sezelhem se sintiera —Amaris se detuvo, el poder inundándola, la magia era algo que apenas podía contenerse, el lugar estaba demasiado etéreo, el aire impactaba en su piel de forma agradable—. Así.

—Y no se sentía así —dijo su maestra y nueva tutora en los entrenamientos para ser, "Hermana de la Luna", Cassira—. Últimamente las cosas en el Reino Luna están complicadas, así que se manifiesta en su lugar más sagrado. Aquí.

—Me gusta estar de vuelta en casa, pero me siento muy preocupada, quisiera irme, nunca volver y...

—Necesitas consejo —dijo Cassira, sus ojos rasgados fruncidos, las arrugas de la edad la hacían ver expresiva y firme al mismo tiempo—. Todo este tiempo, todo lo que has pasado, estas marcas —la tomó de las muñecas, golpeándolas y señalando las múltiples cicatrices de Amaris— Lo pudiste evitar de haberte controlado, pero no sabes hacerlo porque no has tenido el entrenamiento necesario.

—No es por ser grosera... —Amaris jugó con una de las hojas caídas de las palmeras, ignorando la mirada severa de Carissa y concentrándose en la bella naturaleza, que parecía llamarla— Pero creo que no entiende por lo que estoy pasando. Veo cosas, las siento, vivo en constante dolor.

—Es que tú solo ves las cosas de la forma más triste —dijo Cassira en respuesta—. No le ves lo bueno a lo que tienes.

Amaris bajó la mirada. Se sentía pesada, etérea, la magia estaba sobrecargando sus sentidos.

—¡Lo he encontrado! —Piperina salió de las profundidades de la maleza, su rostro sonrojado por la exitación, su cabello hecho un desastre y su ropa hecha jirones— . Fue difícil, pero finalmente recordé aquella vez que fuimos de excursión y encontramos esta cueva...

Piperina fue interrumpida al momento en que Connor, siendo un monstruo grande, peludo, y negro, salió de la maleza también y la empujó con fuerza haciéndola caer.

—¡Connor! —gritó Piperina, obviamente acostumbrada a la forma brusca en que él la estaba tratando, y enseguida empujándolo con todas sus fuerzas, para luego gritar con prepotencia—: ¡Vuelve en tí!

Cassira era el tipo de mujer adulta mayor que vive de acuerdo a lo que tiene preconcebido y que, cuando ve algo fuera de lo normal, reacciona de forma que todos pueden notar su sorpresa, gozo, o cualquier sentimiento que le surja de inmediato.

Ver a Connor con ojos y pelaje negros fue impactante, pero ver a Piperina, sentir su poder y su extrañeza, todo junto, se unieron como sucesos que la hicieron sentir por completo desconcertada.

—¡¿Qué extraña cosa es esta?! —gritó, irguiéndose en la poca estatura que tenía—. ¡Tú! —señaló a Piperina, a su estado deplorable—. ¡Y usted, señor Ramgaze, cúbrase!

Connor pasó a su estado humano de un momento a otro, razón por la que su ropa no parecía estar cerca. Nada avergonzado, simplemente fue detrás del arbusto y se cubrió las partes del cuerpo que se tenía que cubrir.

—Lo siento —se disculpó—. No se supone que viera eso.

Cassira negó con la cabeza. Como siempre, no dejó de ser honesta, por lo que dijo:

—Ustedes, jóvenes, se han perdido tanto en mi ausencia. Sólo me fui unas semanas a mi pueblo natal, sólo los dejé ir a esta reunión porque creí que eran lo suficientemente maduros para dar una buena imagen de nuestro pueblo. Connor, entiendo su pérdida, pero ya no puede hacer nada más que honrar el nombre de su casa, de su familia.

El rostro de Connor se endureció. Amaris y Piperina sabían bien que él no estaba bien, que hablar de su familia no ayudaría a mejorar su estado sino que, en todo caso, lo empeoraría.

—Connor y yo estábamos apunto de regresar al palacio —dijo Piperina para zafarse de Cassira antes de que arruinara el intento de ambas por conseguir que volviera en sí—. Nos vemos luego.

Cassira miró a Piperina con los ojos entrecerrados, pero aun así asintió, para luego decir:

—Hablaré luego contigo, hija de Erydas. Tal vez creas que tú entrenamiento no me incumbe, pero cualquiera al que haya que controlar necesita de mi ayuda.

—¿Controlar? —preguntó Piperina, llena de curiosidad—. ¿No se supone que debe enseñarnos a utilizarlas?

—No. No puedes ganar sino te controlas. Así de simple. El control, el usar el poder en el punto exacto, no más, no menos. Sin crear devastación pero ganando, el control es lo que te da la victoria.

Los ojos de Piperina parecieron iluminarse. Por primera vez alguien en su vida no hablaba sólo de guerra, y tal vez eso era el porque su madre la había elegido entre todos los entrenadores.

—Ahora entiendo —respondió—. Entonces nos veremos pronto, tenemos una cita pendiente.

—Tenlo por seguro —respondió Cassira, que cansada de dar rodeos se giró hacia Amaris, que tenía la mirada absorta en el mar, como si viera algo muy a lo lejos, y dijo—: Entonces, vamos a entrenar. ¿Qué es lo que estás viendo ahora?

Los ojos de Amaris estaban etéreos. En todos sus días, ya avanzados, Cassira nunca había visto a alguien que dijera tanto con una sola mirada.

—Veo algo que no puedo entender —farfulló—. Veo a mi madre, pero está sola, está llorando. Nunca la había visto, menos en el pasado, y esto, esto es extraño.

🌙🌙🌙

—Quiero que te sinceres conmigo. Quiero que seamos amigos. Sé que eras más amigo de Amaris que de mí, pero yo he visto todo lo que más sufrido y quiero ayudarte, de verdad.

La escena, si uno se hubiera fijado sólo en las palabras, tal vez hubiera sido conmovedora. La balsa en la que Piperina y Connor iban era muy pequeña, Connor apenas se movía mientras que Piperina hacía todo el esfuerzo por remar.

—¡Connor! —gritó, estaban a punto de llegar a la costa, sólo había que remar un poco más, Piperina estaba furiosa por no haber podido llamar su atención en todo el camino de vuelta a la Isla Real—. Trato de ayudarte. Amaris y yo tratamos de ayudarte. ¡Debes apreciarlo, porque ella no se ha rendido pesar de todo por lo que tiene que pasar debido a sus habilidades!

Por primera vez desde que lo había encontrado en el medio de la nada, Connor exhaló, dió una muestra de vida.

—No las merezco —dijo, su voz sonaba diferente desde su transformación en el medio de la lucha, siendo un poco más gruesa—. No merezco nada. Los pecados de mi familia me persiguen. Siento que yo fui el que traicionó a mi reino, que me llaman desde la tumba implorando justicia. No quiero admitirlo, pero mis instintos naturales me dicen que viaje y lo traiga a él, a Skrain, de vuelta. Que alivie todo y que termine con lo que él inició. Si no fuera porque sé que no lo hizo a propósito...

Skrain. Ya hacía tiempo que Piperina no oía ese nombre.

Bueno, en realidad sólo habían sido unas dos semanas, tal vez tres, pero se sentía como si hubieran sido años desde aquél suceso tan traumático en la misión.

¿Piperina seguía interesada en él? Sí, era inevitable.

¿Deseaba verlo, ayudarle? Sí, pero era imposible.

¿Lo justificaba, lo entendía?

No. Claro que no. Nunca entendería algo como eso, era demasiado fuerte,  nunca tendría tanto poder como para sentirse tan abrumada, nunca se había llevado un alma, no sabía lo que era matar. No se las llevaría ella misma al inframundo, tal como Skrain, que los había conducido por el camino hacia las puertas de la muerte, (según sus propias palabras). No podía entenderlo, pero tampoco justificarlo. Desearía poder estar con él, pero nunca sucedería.

Entre tantos pensamientos, Piperina no pudo más que decir:

—La venganza nunca da buenos resultados. Puedes intentar matarlo, sí, e incluso creo que él se siente tan culpable como para dejar que lo hagas, ¿Pero eso hará que duermas tranquilo? ¿Puedes asegurarlo?

—No. Sólo puedo detenerlo —Connor se detuvo, su voz cortada— Me refiero a tratar de que Zara no le haga lo mismo a alguien más. Si lograra eso...

—Te sentirías tranquilo, claro —completó Piperina—. Tienes que entender que lo que sucedió no fue culpa de Skrain. El poder, los mismos dioses, ellos son los que han hecho todo esto.

—No los entiendo —habían llegado a la costa, justo frente al palacio, en una entrada secreta que Piperina había descubierto hace mucho tiempo junto con Amaris. Connor se detuvo mientras bajaron y empujaron la balsa, ya en tierra, siguió mientras Piperina habría la compuerta secreta y amarraba la balsa para que no se perdiera— Los dioses son impredecibles. Son tan poderosos y, a la vez, cada vez que los conocemos más siento que me parecen menos perfectos. Tal vez sea posible detenerlos. Tal vez ellos sólo juegan con nosotros o incluso han comenzado todo en primer lugar para entretenerse. Si Orías era tan fácil de encontrar entonces podríamos encontrar las debilidades de los demás y terminar con todo de una vez.

—Es demasiado arriesgado. No los conocemos, así como pueden ser malos pueden ser buenos, intentar retarlos sólo generaría más problemas.

La salita a la que llevaba el pasadizo era pequeña. Más bien se trataba de un escondrijo, una pequeña bodega donde las hermanas tenían guardados cachivaches tan importantes como para que tenerlos en su habitación resultara riesgoso.

Connor se detuvo a observar todo por un momento, haciendo ya casi un año y medio desde que no entraba a ese lugar. Le sorprendió notar que se veía mucho más lleno, plagado de armas de Piperina, bolsas de despensa, libros, y anotaciones de Amaris.

—Pareciera que quisieran irse de viaje y lo llevaran planeando un buen rato —farfulló, sorprendido y volviendo a ser el mismo de antes, por su voz curiosa y recuperado humor—. Se siente familiar, incluso íntimo.

—No estamos planeando un viaje —respondió Piperina, a la que le seguía costando el hecho de que Connor fuera tan sentimental y crudo, porque antes no era nada así—. Amaris está planeando un viaje. Sé que es imposible, pero ella cree que, de alguna forma, puede traer a todos los que murieron a la vida, investiga, lee, y busca visiones que respondan sus dudas. Ella misma llamó a Cassira para que la guiara en su búsqueda.

—Que complicado —Connor parecía a punto de vomitar— Hasta yo sé que la muerte es un tema delicado, no puede jugar con eso. Y aunque me gustaría traer a mi familia de vuelta, no podría. Sé que este ya no es su lugar. Ellos se ganaron su cruel destino.

—Tú familia no es tan mala —trató fe consolarlo Piperina— No sabían lo que hacían.

—Sí que lo sabían —Connor se inclinó en la mesa llena de apuntes de Amaris y que tenía una pequeña escotilla con vista al calmado y aplacible mar a puertas del otoño— Eso es lo que me preocupa.

—Por la forma en la que hablas —dijo Piperina con lentitud—. Pareciera que sabes más de lo que antes sabías. ¿Has averiguado algo?

—Sí —confesó él— Sé que ellos lo hicieron porque creían que sería lo mejor. Zara les ofreció un trato difícil de rechazar. Les dijo que tendrían más poder, que, si se le unían, no los desecharía como a las demás familias.

—Tiene sentido. Seguro que tú familia sabía de Silas, que sabían la amenaza a la que se enfrentaban. Aun así y, en vez de darles más culpa, yo creo que esto les quita un poco, ¿No crees?

—No lo creo. He estado investigando. Por eso he estado desaparecido, por eso... —se detuvo, sus ojos tomaron un tono grisáceo, oscureciéndose. Connor parecía estar conteniendo con todas sus fuerzas sus impulsos salvajes, era doloroso hasta mirarlo— Quería saber que tipo de trato habían hecho, tratar de entender las cosas. Investigando en las bibliotecas he notado que toda magia, si desea expandirse, necesita de un sacrificio. Y, tomando en cuenta los hechos, y como yo también estuve implicado en ese juramento, más las palabras de Zara esa vez en el bosque...

—No puede ser cierto —farfulló Piperina—. Ellos sacrificaron a tú hermano.

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