𝕏𝕏𝕍 (2/2)

𝕲𝖎𝖆𝖓𝖓𝖆

「༻ ☪ ༺」

Nuestros cuerpos se debaten entre sensaciones febriles. Tan claras como el agua y tan densas como metales. Marco sus tatuajes uno por uno con las yemas de mis dedos, pintando mi tacto en su piel. Su respiración acelerada y su mandíbula tensa.

Dirijo sus manos hacia mi revés, donde comienza el zipper de mi vestido. Invitándolo a que lo haga. Lo miro, accediendo a sus dudas. Tan estremecedor como tibio, poco a poco se adueña de los pequeños músculos de mi espalda. Y en un par de segundos, se desliza hasta quedar tendido bajo mis pies.

Sus ojos repasándome, guardando mi imagen. Una real. Y me gusta porque no me cohíbo como creí que lo haría antes de que bajase el zipper. Sonríe con un brillo que marca sus facciones. Soy más delgada y sin curvas en comparación con Sophie Grace, pero esa mirada, esa chispa..., le gusta lo que hay frente a él.

Me encargo de delinear el borde de su cinturón antes de desajustarlo, bajar su zipper y dejarlo caer también. Ha quedado en calzoncillos. Tan expuesto, tan atrayente.

Percibo una cicatriz en su muslo derecho en forma diagonal. Y esa pregunta de «¿cómo habrá sido?» me llega con rapidez, pero paso de ella porque no es eso lo que me hará detenerme. Sigo, deslizo mis palmas por su torso. Atrapo sus labios con los míos: suaves y armoniosos.

Los siento, los degusto y los hago míos.

Y él me lo permite.

Nuestro lazo se intensifica entre jadeos y respiraciones descontroladas. Sus movimientos son dudosos y cautelosos, pero así evoca en mí una especie de explosión que vibra por mi sistema. Hundo mis dedos en el borde de sus calzoncillos, exaltando su sentir...

—Anima... —me detiene con su mano—. El que acostumbra a traer condones a la universidad créeme que no soy yo —jadea en mi boca.

Mis rodillas tocan el suelo.

—¿Q-qué haces? Anima, no...

—Antes eras más silencioso —susurro, mirándolo desde abajo. Y la chispa se asienta en mi bajo vientre—. Déjame hacerlo. Solo que... nunca lo he... ya sabes. No soy experta.

Sus puños se forman.

—¿Estás segura? No es necesario comenzar por ahí, podemos...

—Lo haré, Stephen. Quiero hacerlo. —Traga saliva—. ¿Acaso estás nervioso?

Suelta una risita intentando ocultarlo. Se frota la nariz en señal de ello. Aunque lo niegue, es tan legible. Inhala y exhala, permitiéndome continuar con un movimiento de cabeza. Tengo el control y no sé cómo partir, o si le va a gustar... pero es parte de aprender.

Descubro el músculo, tenso y recto que trae sensibilidad sobre él. Inhalo fuerza y respiro confianza. Y comienzo: lento, con dudas, con muchos pensamientos. Una fisura de satisfacción me roza en la mente al imaginarme a mi padre sabiendo que hice esto. Por primera vez no me asustó lo que pensase de mí.

—Carajo... —jadea.

Sí, esa palabra era la que estaba esperando. Esa que me dice que lo está sintiendo todo.

Su voz ronca y jadeante me entrega unas notas tan íntimas, tan reservadas para cualquier público. Pero en esta ocasión me pertenecen a mí. Gime. Todo su cuerpo se tensa, y al mismo tiempo se debilita. Por mí, por hacerle esto.

No sé en qué momento debo parar, así que él se encarga de guiarme cuando se dispara todo dentro de sí, pero logra que no me «llene» de ello.

Alzo la vista, expectante de un chico agitado, recomponiéndose. Si mis ojos brillan como los suyos, entonces nos convertimos en constelaciones en un cielo oscuro. Le sonrío, encontrando confort en su mirada.

—Tal vez con la práctica pueda hacer algo mejor.

Sus ojos se oscurecen con una sonrisa.

—Mi turno —dice, incitando a que me acerque.

Antes habría buscado cualquier pretexto para no adentrarme a la novedad de la rutina. Huía siempre que se trataba de que mi barrera protectora se viera amenazada. Pero ahora, me permito ser yo.

Ser esa chica que escucha a un corazón cansado de gritar.

Me acerco tan pronto como me deposita un beso, fuerte y desencadenante de un deseo casi palpable. Caricia tras otra, intensificando la chispa del desespero. Se aleja para tomar aire y me lleva al escenario, donde hace un rato nos encontrábamos compartiendo nuestro arte.

Me sube al borde y él se queda de pie, dejándome esa facilidad para enredar mis piernas en su cintura. Los besos no cesan, solo se multiplican.

Desabrocha mi sostén con un movimiento, no hay tirantes, por eso cae directo a mis muslos. Inhala y exhala con fuerza un par de veces. Los mira antes de depositarse sobre ellos; tan estremecedor como dulce. Mis jadeos parecen motivarlo a no detenerse, los tapiza con su lengua y los moldea con sus manos.

—¿Cómo te gusta, Anima? —pregunta mientras sus besos se desvían por mi abdomen—. Dime cómo y yo haré lo que sea.

Un gemido se me escapa cuando remueve mis bragas con decisión.

—Yo solo quiero que seas tú quien lo haga —respondo, aferrada al suelo pulido del escenario.

Ahoga un suspiro antes de emprender el camino a mi interior. Con una delicadeza que se lleva mis suspiros, y el tacto que me ahoga en pensamientos. Sus movimientos más concentrados en un punto... preparando todo para llevar consigo el dedo anular y de medio.

Merda...

Sonríe de lado, mirándome, asegurándose de guardar mis gestos. Que lo demuestran todo. Da círculos, hace lo suyo con la precisión necesaria para que me revoloteé el estómago. En este momento no hay cadenas, ni excelencia, porque el sexo es así: esporádico, libre y humano.

La sintonía de esta conexión se remonta desde ese tecleo a mi intimidad. Si alguna vez fantaseé que me tocara con la misma exquisitez que lo hace a su piano... hoy se me cumple. La corriente de sensaciones se asienta en mi bajo vientre, tan enérgica como una colmena de hormigas; retenida hasta que la fluidez de una descarga me deja sin aliento.

Mi respiración entrecortada, en busca de aire para incorporarme.

Ahora él lleva algo de esta consecuencia en sus dedos.

—Stephen... —Enderezo un poco más mi cabeza para mirarlo—. Hazlo.

Sus labios pierden esa curva; sus hombros se tensan por segundos. Y se pierde en ese parpadeo deliberado.

—Anima, no llevo condones conmigo. —Inhala y exhala con fuerza dos veces.

Intento que el deseo no gane a mi razón, porque a pesar de que ambos queramos esto desde hace tiempo esa es una realidad que no podemos ignorar. Hago un puchero que le devuelve un poco la sonrisa.

Inhala y exhala dos veces.

—No quiero hacerte tomar algo que ninguno sabe cómo utilizar —besa mi frente con la misma calidez de siempre y encapsula mis mejillas—. Me está costando un mar detenerme, pero...

—Está bien, Stephen. Mi cuerpo te reclama —le doy un golpecito en el pecho—, pero mi raciocinio te lo agradece.

Su mirada se pierde en mí, tanto que su escrutinio me pone de nervios. Disocia un par de segundos. Y es hasta que lo toco que sale de ese efímero trance. Parpadea para incorporarse.

—Traeré tu vestido —avisa al darme un beso rápido en la sien.

Regresa a los pocos segundos y comienza a ponerse los pantalones. Algo me dice que ha vuelto a perderse en sí mismo mientras se abrocha el cinturón. Recupera su camisa y se la pone. El silencioso momento nos embarca hasta que lo llamo.

—Stephen.

—¡Sí! —responde en automático alzando la cabeza para mirarme. Su lucha con las agujetas quedó a la espera.

¿Qué pasará ahora? ¿Cuál ha sido su significado? O al menos son esas las preguntas que quiero articular.

—¿Me ayudas con el zipper? —me giro de espalda y retengo mi cabello en un hombro. No tarda nada en acercarse y hacerlo. Tan lento y preciso, como el broche a este desenlace inconforme.

El calor de sus brazos me envuelve en una disculpa. Deposita un beso con una carga importante en mi frente.

—¿Te acerco a tu casa? —pregunta sin despegar sus labios.

—Te lo agradecería...

「༻ ☪ ༺」

¿Cómo van? Espero que les haya gustado este cap. Cortito, pero bendito jaja🥰

Su voto y comentario me ayudan mucho a seguir y saber cómo la llevo con esto.

¡Muchas gracias por leer!
📚🤎

¡Hasta el próximo!
~🕰️~

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top