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𝕲𝖎𝖆𝖓𝖓𝖆

「༻ ☪ ༺」

No había conocido la intensidad de Colton y Boston tan a fondo como ese día. Son peor que mi par de periodistas imprudentes cuando les conté lo que casi sucedía en esa habitación. Incluso sus abuelos se unieron en tregua. ¿Cómo es que sobrevive a eso todos los días?

Por otro lado, Boston nos aseguró que sus padres están furiosos por las acciones del grupo de William y no piensan dejarlo pasar. Tal vez no logren algo más que una llamada de atención, pero ellos esperan convencer al director en no entregarles la carta de conducta limpia que les exigen en lo clubes de futbol profesional.

Esperemos lo logren.

Son cerca de las ocho de la noche, casi al final de la clase de Amelia. Cansadas, con esperanzas, y envueltas en movimientos repetitivos. El coreógrafo atento a cada piruette, analizando las secuencias, verificando que somos dignas de ese papel.

Y yo era la última.

Las notas musicales en mis oídos son una fuente de inspiración que me arrojan a una vorágine de sentimientos dispuestos a ser expresados por medio del arte. El ballet. Mis brazos ligeros se mecen dispuestos a contar una nota musical, a gritar un deseo que se me exige... a ser aquella chica que esperan.

En casa de Stephen hablamos sobre tatuajes; Boston me preguntó qué diseño me gustaría, y no supe qué responder, pero ahora creo que he visualizado uno: un diente de león que se va desintegrando bajo la ventisca fría y académica, cobijado en una firma abstracta que dejaría aquella ausencia en mi vida, y que termina en un corazón roto. El mío.

Mi hermano siempre me decía que me esforzara por aprender a mostrar por medio de mis manos, mi mente y corazón la belleza de un arte incomprendido a los ojos de ignorantes, sí, como mi padre. Que tome el pincel intangible de mi destino, que siempre está a mi disposición, que crea en mi talento y haga un mundo sólo para mí.

No evadas la realidad —me aconsejaba—, el mundo que tienes en frente no puede ser creado de nuevo, pero sí puede ser un lienzo para trazar un futuro certero. El que tú quieras...

¿Se decepcionaría de mí si supiera que mi artista es mi padre, y yo soy ese pincel que utiliza a su antojo? Eso depende de mí. De poner el alto y decir esa palabra que siempre me ha costado un mundo: «No», tan corto y lleva el peor de los pesos sobre sí.

—Basta, Lombardi. —Amelia interviene antes de que la música llegue a su fin—. Regresa a tu posición, con las demás.

La miro confusa, agitada y con los latidos acelerados.

—He tomado la decisión: la principal será Alina. Tú estarás en el cuerpo de bailarinas con tus compañeras —notifica con profesionalismo. Firme e inflexible—. Es todo por hoy chicas, pueden retirarse. Los atuendos llegan mañana...

El shock me invade por los siguientes minutos, incapaz de escuchar todo lo que está diciendo. Profundizo el significado de esto, y no me gusta. Me quedo así. Inmóvil. Fuera de mí. Pellizcándome el brazo para que esto sea irreal, pero no lo es.

—Te dije que ganaría esta vez, tonta. —Alina presume con frialdad cuando pasa a mi lado. Su grupo de amigas le siguen la gracia.

«Esfuérzate más. Haces muy poco». Esas palabras me abofetean. Lo había logrado una vez, y lo desperdicié.

Dejo que las demás compañeras salgan antes que yo para entablar una conversación con la profesora.

—¿Te preguntas por qué? —atina antes de dejarme hablar. Asiento, cabizbaja—. Le aseguré a tu padre que te contemplaría como la principal, pero tú sabes que has faltado a muchos ensayos últimamente y no puedo ser injusta con las demás.

—No mienta, sé que esa no es la verdad. —Mi voz firme y sin titubear.

Suspira.

—El papel era tuyo —revela—. Pero tu fallo en el recital pasado dejó muy mal sabor de boca. La gente odia la decepción, y más cuando hoy en día es difícil que una persona entienda el arte como lo que es. —Toma su bolso—. Además, tu reputación como la mejor se vio empañada cuando los rumores de esos encuentros con el otro chico de música llegaron a oídos del director. Agradece que optó por no decir nada a tu padre, hubiese sido un enorme problema.

—Pero lo que importa es mi baile, lo que transmita ahí arriba. ¡No lo que haga con mi vida íntima! —alzo la voz, con la furia brotándome de cada poro.

Ese es un argumento pobre y frío. No es justo.

—Así son las cosas, Lombardi. En esta disciplina siempre cuenta la excelencia, se forjan bailarinas para que se entreguen al ballet por completo, sin distracciones... Ten eso en cuenta cuando ejerzas allá afuera.

Se va después de eso.

Me miro en el espejo que se extiende en una de las paredes para vernos bailar; de los pies a la cabeza, sintiéndome insuficiente para todo, para todos...

«Tú eres mi solecito y yo soy el tuyo» Daría lo que fuera por volver a escucharlo decir eso, lo que sea por tenerlo conmigo, diciéndome que podía ser y hacer el mundo a mi semejanza. Que no sería un error equivocarme, que no me dejaría de amar por cometerlo.

Me hago un ovillo cerca del espejo. Porque sé que aquellos ojos me juzgarán, esa voz me despreciará. Y yo... yo sólo quería un abrazo de mi padre sin la necesidad de tener que hacer algo para merecerlo, así como los padres de Olivia y Denisse las envuelven en los suyos.

Estoy acabada...

Los minutos se escurren como corriente de agua. No sé cuánto llevo aquí sentada.

—Anima... —Aquella voz capaz de hacerme revolotear de emociones, la escucho tan cerca que no puedo evitar mirar hacia arriba.

—Stephen... —musito, esforzándome por no demostrar el desastre de mi mente en estos momentos.

—¿Es verdad lo que dice Adela?

El estómago me da un vuelco de dolor de nuevo. Aprieto los labios.

—Se llama Alina..., y es verdad. ­—Mi voz dolida y a punto de quebrarse.

Hay un silencio inesperado tras eso. No me siento capaz de reclamar nada, pues era mi responsabilidad. Solo mía.

­—Está bien, al menos seré parte del cuerpo...

Otro silencio se expande entre nosotros, al igual que mis lágrimas.

—No es verdad —refuta, me atrevo a mirarlo—, esto no está bien, no para ti.

—Así es el ballet, frío y...

—¿Y aun así quieres ser parte? —interviene.

—Yo amo bailar, amo el arte, pero...

—Tu sueño no es propio, ¿cierto? —completa en sintonía—. Anima... Tu sueño nunca fue ser bailarina de ballet.

Esa pregunta ahonda en lo más profundo de mi ser, como un buscador de tesoros dispuesto a descubrir cualquier pista en los más recóndito y desconocido. Y no supe qué responder. Lo único que se me vino a la mente fue mi padre dándome un abrazo por haber concluido esta carrera, por haberle mostrado que era parte de una empresa de danza conocida en Toronto, Italia o cualquier país.

Olvido por un segundo que hay alguien más frente a mí y las lágrimas se desbordan en mi rostro.

—¿Vienes conmigo? —Me extiende una mano con sus iris clavados en mi rostro tembloroso y rojizo por aquellos pensamientos.

—¿Adónde? —pregunto envuelta en nervios.

—A donde nadie interfiera en nuestro arte. —Una sonrisa genuina se extiende en sus labios gruesos. Me da confianza y confort, tanto como para acceder sin pensarlo.

Porque él nunca me defrauda. De alguna forma me siento invencible y fuerte emocionalmente cuando se me acerca.

—Muéstrame tu arte, Stephen... y yo te mostraré el mío. —Sus ojos grises viajan por los míos, trayendo ese cosquilleo que transporta nuestros deseos.

Llegamos al salón de música. Está vacío, pues las clases han terminado. Aquí no es como en el de teatro, todos los alumnos se encargan de recoger sus instrumentos y material de estudio antes de marcharse.

—¿Está bien que entremos cuando no hay nadie? ­—pregunto alternando mi vista en el interior artístico que lograron darle a este salón.

—Deja de pensar en las reglas y sus consecuencias. Aquí solo respiramos libertad.

Inhala con fuerza.

A mi derecha, la luz de las bombillas alumbra un mural recreado por los alumnos de artes visuales; presentaba un periodo artístico renacentista. Una recreación digna de más reconocimiento académico.

—Este es de Boston —señala una de las paredes que plasma a una mujer al centro rodeada de algunos otros individuos —: El triunfo de Galatea. Él y sus amigos lo pintaron como trabajo final hace un año, creo.

Sus ojos orgullosos brillan mientras dice eso, demostrando que de verdad siente admiración por su trabajo. Como un hermano mayor.

—Temo que Boston llegue sobresaltado si solo digo que es linda. —Capto su atención con eso, pero permanece admirando la pintura—. Realmente es magnífica, un verdadero talento.

Suelta un silbido de orgullo.

—¿Te molesta si te explico?

—Claro que no.

—Bien... Galatea, la ninfa de la mitología griega, simboliza la belleza y la perfección femenina. —Su voz ronca y tranquila me hace mirarlo.

Mantengo mis ojos en sus labios en movimiento, sumiéndome a una imaginación rotunda mientras decide explicarme más sobre ello:

—Esas criaturas marinas que la rodean, como los delfines y los tritones, representan la conexión entre el mundo humano y el mundo acuático —señala la parte inferior, miro y regreso mis ojos a él—. Ahí arriba, se encuentran los dioses del amor, Cupido y Venus, quienes observan la escena desde las nubes. Cupido, con su arco y flechas, encarna el poder del amor, mientras que Venus, la diosa del amor y la belleza, representa la inspiración y la divinidad que guían el triunfo de Galatea.

Rasca su nuca, en un intento por recordar más, y continúa:

—Como bien dije: esta figura mitológica es la representación de la belleza femenina. Su triunfo simboliza la victoria del amor y la pasión sobre las fuerzas del mar, lo que refuerza el poder y la influencia de los dioses en la vida humana.

Mi boca abierta, ensimismada en cada detalle pincelado en el muro. Cada complemento demuestra la técnica que manejan los alumnos. Con un dominio atractivo.

—Boston y su grupo dijeron que va más allá de la representación visual. Creen que, es un llamado reflexivo sobre la belleza, el amor y la relación entre los seres humanos y la naturaleza.

Trago saliva, sorprendida y concentrada en su voz. Sus ojos brillando y sus labios curveados en una sonrisa. Pese al silencio, no parece haber rastro de incomodidad, porque me es incluso confortante sentir la tranquilidad en su silencio.

Hunde su mano al bolsillo y rasca su nuca otra vez.

—En su tiempo Boston me repetía esta composición para poder adentrarse al sentimentalismo que conllevaría pintarla, por eso reside en mi memoria desde entonces.

Fue un «lo aprendí gracias a él».

—Me gusta. —Logro decir después de pensamientos en bucle—. Muchas veces solo nos guiamos por el esteticismo de las obras sin profundizar en el simbolismo. Y es hasta conmovedor conocer el «detrás» de ellas.

Siento esa mirada escudriñar en mi ser cuando yo admiro la pintura de nuevo.

—Tú serías como Galatea. —Su distancia se reduce cuando da un par de pasos hacia mí—. Para mí tu eres digna representación de belleza.

Por suerte las palabras intentan cooperar dentro de esta burbuja inesperada a la que me ha inducido.

—Eres traicionero —alza una ceja con diversión—. Sabes lo que esa palabra trae consigo, por eso la utilizas mucho.

Se encoge de hombros, sonriendo.

—Hace falta que levantes la mirada, Anima —susurra cerca de mí—. Te dije un día que puedes ser lo más bello ante los ojos de alguien... Y ese alguien soy yo.

Como acto seguido, uno de mis mechones de cabello se suelta del broche que llevo y desliza por mi mejilla, mismo que Stephen se encarga de colocar detrás de mi oreja como si fuese un listón de seda. Todo un sentimiento cálido me recorre la espina dorsal cuando la yema de sus dedos toca mi pómulo. Estoy segura de que mi rostro parece una sopa de tomate.

Es evidente que no sé qué decir, pero no me siento presionada.

—Todo en ti desborda belleza, como el comienzo de una primavera viva. Inundas sencillez, como el leer un libro bajo un roble en otoño. Y rebosas de amor... como el más real y puro que existe.

Un par de lágrimas me brotan sobre la piel. Esas palabras... yo... él... Nada de esto esperaba.

—A veces dices palabras que... —sorbo mi nariz, asomando mis emociones.

—¿Sabes qué creo? —niego inhalando la precipitación de más sensaciones—. Creo que eres una chica que ama demasiado, tanto que, otra persona no sabría qué hacer con todo ese amor.

Sus ojos en mi boca, casi al borde de un beso que espero con paciencia. Una paciencia cuya respiración agitada parece no conocer.

—¿Pero?

Suelta una risita.

—Pero te resulta difícil creer que alguien te pueda amar con la misma intensidad —susurra en mis labios; jugando con las distancias.

Quiere besarme, y yo quiero que lo haga. ¿Por qué se mantiene quieto?

Sus palabras han sido últimamente confesiones envueltas en silencio. Como si me dijese todo, pero al mismo tiempo no diera ningún paso. Quedando todo al medio. Sin resolver. Y eso hace que mis dudas se debatan en mi mente.

Su lejanía me trae a la realidad.

—Dijiste que nos mostraríamos nuestro arte —habla, distanciándose sin dejar de mirarme.

Va directo hacia un mueble de madera de pino y emerge una llave de uno de los cajones. Se dirige hacia una vitrina, saca un estuche de guitarra con su nombre «Stephen Darmond» grabado en hilo sobre él. Lo coloca a su costado, guarda la llave y toma una segunda con otro destino: una vitrina donde saca un estuche de...

Un violín.

Mis ojos analíticos y confusos intentan obtener respuestas de sus innatas acciones.

—Toma. —Me extiende su brazo con el instrumento. Vacilo antes de mirarlo a él, que se mantiene tranquilo e indiferente a cualquier signo de disgusto.

Miro el estuche cuantas veces es necesario antes de tomarlo en mis manos. Es de fibra de vidrio, deslizo mis dedos con agilidad y satisfacción. Con un brillo que contrasta con la luz azul del lugar. Podría incluso asegurar que es el mismo violín que toqué cuando limpiamos el salón de teatro.

Al llegar al borde de este, noto un grabado legible que me contrae los nervios al instante. Ese nombre... Es... «Grayson Lavoie.»

Lo miro perpleja, arrinconada en pensamientos estorbosos.

—No creo que le importe si lo tocas otra vez —expresa, su voz reprimida y débil. Conteniendo toda una historia en esas palabras; una historia que sé gracias a Denisse y Olivia.

¿Por qué me ha dejado tocar el instrumento de su amigo?

—Yo...

Me gustaría decirle que lo siento por lo de su amigo, pero a estas alturas no sé qué tan buena idea sería hacerlo.

—Crearé arte con él —digo en su lugar—. Con el respeto que merece su artista pasado. —Sus ojos parpadean un par de veces, no por asombro, era una especie de melancolía y gratitud hacia mis palabras.

—No me equivoqué entonces. —Curva sus labios en una media sonrisa antes de darse la vuelta para regresar la llave a su lugar.

«Grayson... Con tu permiso, le daré vida a este instrumento por segunda vez. Guíame de la manera correcta y escucha mi melodía. Prometo no defraudarte».

Cierro los ojos al decir eso. Suelto un suspiro denso para anticiparme a lo que Stephen tiene en mente que me sigue dando vueltas en la cabeza.

—¿Y bien? —Me vuelvo a él, que ahora permanece frente a un reproductor de música.

—¿Has escuchado, Roundtable Rival de Lindsey Stirling?

—Es de mis favoritas, claro que sí.

Da un click y la música resuena en todo el salón. Ahora nos rodea esta composición musical que escucho con frecuencia cuando los ojos de mi padre no están al pendiente de mí, cuando en las noches de insomnio me ayudan a sumergirme en aquel mundo que me pertenece mientras suena en mis audífonos.

—Un enfrentamiento llamativo, ¿eh? Puedes descargar todo aquello que sientes por mí desde esa mañana en donde todo cambió para ambos —inquiere—. Seguro que en ese momento me odiaste, pero en mi interior habitaba una colmena de nervios.

—Te quería arrancar la cabeza —bromeo—. Pero de haber sabido que tu método de defensa contra mí era el silencio, otra cosa hubiese sido.

Alza una ceja.

—Igual me hubiera enamorado de ti. Me gustaba la idea que tenía de Gianna Lombardi en mi mente, pero tu hiciste que se intensificara el sentimiento.

Suelta, sin filtro.

Mis mejillas no tardan nada en colorarse ante eso. Escondo mis nervios entre el violín que ya he desenfundado.

Merda...

Carraspeo.

—Ah... Si no tocas como cantas, te romperé esa guitarra en la espalda. —Sonrío con victoria y subo al escenario.

—Bueno, en realidad sé tocar de muchas maneras —sugiere en un susurro—, solo depende de cuál de ellas quieres para ti.

Mis mejillas arden el doble ante el recuerdo de aquel momento que dejamos incompleto.

Él me sigue el paso; muy, muy de cerca.

「༻ ☪ ༺」

¿Cómo van? Espero que les haya gustado este cap tanto como a mí. Es de mis favoritos, y el que se viene también.🥰

Su voto y comentario me ayudan mucho a seguir y saber cómo la llevo con esto.

¡Muchas gracias por leer!
📚🤎

¡Hasta el próximo!
~🕰️~

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