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𝕲𝖎𝖆𝖓𝖓𝖆

「༻ ☪ ༺」

Una cinta métrica, un lápiz y una tabla de medidas eran analizadas minuciosamente por esos ojos inquietantes que me helaban la sangre. Estos días parecían un infierno de sensaciones negativas, más cuando aquel hombre que se dice ser mi padre me examina con disgusto y hostilidad.

—Tus medidas redujeron sorprendentemente este mes según la tabla estadística de la antigua profesora, cariño. Vas muy bien —mira a mi padre—, si sigue así, pronto tendrá las medidas de una bailarina profesional.

Mi padre se empeñó en contratar a otra instructora de ballet cuando la anterior pidió esa prórroga.

Pero incluso me llevé una gran sorpresa con esos resultados, ya que fueron dos veces en esta semana que Stephen y yo tuvimos "citas" y en ambas creí haber comido de más. Él sabe lo que me sucede cuando el estrés de las presentaciones está acercándose, así que procuró de acceder a la cantidad que yo pedía.

—Tranquila, pediré para ti el platillo infantil —bromeaba con un guiño divertido.

El primer día fuimos a Amsterdam Brewery: una cervecería con un ambiente acogedor y fresco. El hecho de que —en mi opinión— un bar no es común en una cita, lo hizo aun más divertido y agradable. Dicen que siempre es mejor salir de la zona de confort y dejar de lado un poco lo ordinario. La segunda fue algo más casual: lo encontré saliendo del edificio y me acercó a casa, en su coche, cantando y riendo, siendo nosotros en un paseo de auto, comiendo una tartaleta de mantequilla y sirope de arce.

El motivo era conversar sobre nosotros y conocernos mejor. Y ¡vaya que eso hicimos!, le hablé de mi familia; mi relación con mis hermanas y la falta de comunicación que tenía con mi madre, y bueno, al gran Darío ya lo ha conocido, entonces omitimos su mención.

Él también dejó atrás a su padre y me habló de sus abuelos; aquellos que Boston mencionó el otro día. En sus ojos había un brillo inusual cuando me contaba sobre ellos. Como el día que los despertó cuando tenía ocho años porque creyó que había un hombre en el pasillo que no lo dejaba entrar al baño. Según me relató, su abuelo tomó un bate de béisbol y su abuela una cacerola de la cocina para enfrentarlo... y dada la sorpresa: ¡Era una decoración de Halloween!

Sin temor ni vergüenza, me confesó que se orinó en los pantalones esa noche.

Y tal parecía que la frescura de esa anécdota aun soplaba en su interior, pues no dejaba de reírse de él mismo. Y sí, yo también le hice compañía.

—Bien hecho, Gianna. Pronto lograrás la talla esperada —la profesora me saca de aquella realidad que no logro traer a esta, en mi casa, con mi padre. Solo con una persona que conocí hace algunos meses y que me aprecia más que aquel que me crio.

Lo miro con cierta esperanza de algún gesto de orgullo hacia esos pequeños logros que me hacía cumplir. Todo el peso que me sobraba ya se encontraba navegando por los acantilados del vasto mar. Me mantuve a la espera, nerviosa y respirando anhelos, pero lo único que diría me devolvería a la realidad espesa en la que me desenvuelvo:

—Recuerda que debes ser la bailarina principal de la obra de fin de ciclo. Esfuérzate más —ordena con indiferencia, como si ante sus ojos esto no fuera nada, solo parte del proceso.

Y yo me siento cada vez más cansada...

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Los días después a eso se contagiaron de nuevo con una rutina gris y sin vida; con la nueva profesora, mis tardes volvían a ser las mismas que Rapunzel en aquella torre. Debía practicar en la universidad, en casa... incluso el siguiente fin de semana lo ocupé para preparar pasos, movimientos y una buena flexibilidad que me contraía la sonrisa en el rostro.

Lisette y Mirella no han venido a visitarnos desde aquella cena en donde todo se descontroló... por mi culpa. Porque no supe obedecer. Solo en silencio no doy problemas... Pero lo siento por todo el mundo, porque hay dos personas que se alegran cuando hablo, y eso me basta para ya no querer quedarme callada. Bueno, al menos lo voy a intentar.

Hoy, frente a mi casillero personal, encuentro otra de esas rosas con una nota. Iris – Go Dolls, venía escrito. Me encargo de olerla, sintiendo la frescura que aún conservaba; admirándola como aquellas flores que hay en mi jardín.

Antoine era fan de todo aquello que floreciera, y él me enseñó el significado de mantener una semilla, cuidarla, regarla y demostrarle mi humanidad todos los días. Sólo así crecerían ante un mundo de plagas dispuestas a terminar con sus hojas verdes y esplendorosas.

Y yo quisiera ser como una flor. Que alguien me regara, me cuidara y me viera florecer...

Sin prestar atención a mi entorno, la presencia inesperada de un par de manos en mi trasero me sobresalta. Un acto nada delicado y caballeroso. De inmediato pienso en Leonard, pero...

—¿Qué te pasa? —lo miro con el ceño fruncido—: Eres un cerdo, ¡William!

Busco algún apoyo de compañerismo entre los pocos alumnos que caminan a sus clases, pero su indiferencia me consterna. ¿Por qué no me ayudan? Ah, ya, porque no es su problema.

¡Pero mi padre...! ¿Mi padre qué? Ya no creo estar tan segura de que pueda defenderme. Me culparía a mí por llevar una falda arriba de las rodillas.

—Mi grupo y yo nos preguntamos por qué sólo le abriste las piernas a Darmond. —Me acorrala entre los casilleros con sus brazos, acompañado de esa sonrisa asquerosa—. ¡Mírame!, soy atractivo y mi familia tiene el mismo poder que tu padre.

Y de nuevo los músculos se me tensan al escuchar su mención.

Cierro los ojos ante el forcejeo de su cuerpo por querer insertarme un beso, pero me veo obligada a abrirlos cuando la ligereza me aborda. Busco a mi costado: el cuello de William está encerrado por el antebrazo de Darmond. Ambos forcejean, pero solo uno logra insertar un golpe en el labio del otro.

Sí, el chico de los nudillos tatuados.

—Tú y tu asqueroso amigo no conocen la palabra respeto —brama Stephen, enojado. Lo azota contra los casilleros con una fuerza que retumba entre los demás—. ¿Quieres que arruine también tu partido, Todd?

El otro se queja, con los ojos ardiendo en furia. Y logra salir del agarre de Stephen. Las gotas de sangre comenzaban a resbalar de su ceja rota.

—Conmigo los golpes no te funcionarán —alega limpiando el gotero con su dorso de la chaqueta de futbol—. Leonard fue un completo idiota al dejarse golpear, pero yo no lo soy.

Stephen ríe con una voz fingida.

—Estaba ebrio, su sentido de orientación era peor que el de un zancudo satisfecho —le dice. William aprieta los puños y da un paso.

—Eres un maldito, Darmond.

—Ah, ¿te molesta eso? Mira qué desconsiderado soy, me aproveché de su estado. —Se lleva una mano al pecho—: Pero estaba en el bar, ¡mi territorio! Y borracho hasta los huevos. Alguien tenía que echarlo.

—Hijo de...

—Shh, se lo merecía. —Me mira unos segundos antes de regresar a William.

Sonríe con malicia, como nunca lo había visto hacerlo, pero algo en mí hizo clic cuando menciona a Leonard; uniendo lo que le conté que me intentó hacer a la fuerza... Es tan atento que incluso sería difícil mentirle porque sabes que graba tus palabras, lo más mínimo y banal.

—¡Voy a romperte la ca...!

—¡Déjalo en paz! —interrumpe Colton con un grito, había llegado a tiempo. Pocos segundos después, Boston aparece con la respiración agitada, como si hubiera corrido una maratón.

William bufa y reacomoda su postura.

—¿Llamaste a tus perros guardianes, Darmond? Eres un maldito cobarde —gruñe. El otro se mantiene indiferente a sus palabras, lo típico.

—¿Tienes miedo, Willy Wonka?

—¡Soy William! —chasquea la lengua, cansado. Lo más seguro es que se lo repita cada vez que lo llama de cualquier modo, menos su nombre.

Stephen se encoge de hombros.

­—Mejor vete, muñeco de sololoy. No te conviene si te quedas. —Colton alza una ceja, con victoria.

—Esto no se queda así. —Los apunta amenazante—. Cuídate las espaldas, Darmond.

Su disgusto parecía de otro mundo, pero no le queda de otra que ceder y darse la vuelta. Exhalo el nudo de nervios que se me asentó en la garganta.

—¿Estás bien? —pregunta Colton con cierta preocupación. Por suerte miré al frente antes de responderle y llevarme una gran vergüenza; le había hablado a él—: Eres necio, ¿verdad? —le da un repaso, a la espera de algún golpe, e inquiere—: ¿Estás bien?

—Estoy bien, Colton.

Boston recién recobra la respiración, tal parece que a alguien le falta actividad física.

—Tremendo susto —respira, descansa y vuelve a respirar—, por poco y me interrumpen en el baño. Mira que ese aviso no fue nada sutil, Hisopo.

El otro hizo un mohín para restarle importancia.

—Deja tus intestinos defectuosos a un lado, Bugpin. Además, no serviste de nada, te hubiera dejado cagar a gusto.

Aprovecho que comenzaron una discusión de intestinos y salud entre ellos para acercarme a Darmond que los mira tranquilo.

—Gracias. ­—Sonrío con sutileza.

Me mira con preocupación.

—Son un par de idiotas. ¿Te hizo algo? —Niego con un movimiento de cabeza—. ¿Segura?

—Segura, Stephen. Gracias a ti.

Mis ojos se detienen en sus labios, por inercia a ese cosquilleo que comienza a inundarme. El descontrol de mis nervios ya estaba en mi interior, y es aquí donde me inclino para darle un beso rápido en la mejilla.

—Por lo de Leonard —expreso.

Parpadea antes de que sus comisuras se curven en una sonrisa.

—Estás por finalizar ciclo y no te has dado cuenta de que aquí los alumnos son todo menos empáticos —dice en un suspiro. Lo movimientos faciales de su rostro al hablar eran tan alineados, desde mi estatura puedo notarlos.

Pero sus palabras me dieron impulso para responder:

­—No todos. Tú me ayudaste y también eres un alumno.

—Pero yo no estaré siempre para hacerlo.

—Entonces trataré de no meterme en problemas cuando no estés.

Sonríe.

Y no me habría percatado de aquel detalle que llevaba en su bolsillo si no hubiese mirado hacia abajo. Mis latos se aceleran y mis pulsaciones punzan con intensidad. Me entrega un trozo de papel con ciertas palabras escritas... y una rosa.

Entonces él...

—Creo que ya no tiene caso que lo esconda. Toma —revela, un poco avergonzado.

A duras penas logro mandar señales a mi sistema nervioso.

—Imagino que sabías que era yo, digo, no soy el más cauteloso que digamos, pero...

Rasca su nuca y remueve su cabello un poco.

—Quería que fueras tú —le corto, mirándolo, sonriendo hasta que mis mejillas se entuman—. Aunque creí oírte decir que no eras un romántico.

—Pero tú sí, y eso es suficiente. —Su voz ronca y susurrante. Entreabre sus labios para decir algo más...

­­—Oye, sabroso, si la miras así me pondré celoso —interrumpe Colton en un puchero. Estaba en la espalda de Boston, como si se sintiera el Rey de la primavera—. Belleza, me lo has robado mucho últimamente, déjame algo también.

Stephen ríe negando con la cabeza. Y sólo así deja de mirarme, sintiendo ese pesar de nuevo, queriendo que volviera a girarse a mí.

Merda, Gianna.

—¡Amiga! —habla Denisse en la cafetería. Les había contado la asquerosidad de William después de que me atraparan conversando con Darmond en el pasillo. "Babeando" por él, según ellas.

Se miran con complicidad antes de soltar en coro:

­­—¡Te gusta!

Se echan a reír como dos psicópatas.

—¡Mírate!, hace un rato estabas con la sonrisa que no te cabía en la cara. Ahora que él se fue a sus clases, pareces un zombie de los que corren, de Guerra Mundial Z.

—Es verdad Gianna. ­­—Incluso Olivia se le une—. ¿En serio te gusta Darmond?

—Yo... Sí —ambas abren la boca asombrada, y yo me sonrojo—. Me gusta Stephen, ¿creen que sea algo loco?

Parece que mi respuesta es más importante que ponerse a estudiar para sus exámenes finales. Aplauden como dos focas y palpan sus palmas como un par de moscas en descanso.

Y sé que la encuesta se avecina...

—Claro que no, amiga. De hecho, te estabas tardando —chilla con emoción—. Después de ese beso, uff... Yo ya los visualicé en el altar.

—Llevan tres citas, ¿habrá una cuarta?

—Deja eso, Olivia, mejor pasa a lo interesante: ¿Cuándo follarán otra vez?

Casi escupo toda el agua que había en mi boca, toso hasta recomponerme.

—Por favor, chicas... Eso es... Ah, no lo sé. Ni si quiera sé si podamos ser algo más.

Se miran.

—¿Por qué no?

—¿Te ha dicho algo?

—¿O no te trata bien? Si es así, solo dilo e iré a cortarle los huevos.

Las tranquilizo con un gesto con mis manos. Su intensidad a veces me daba miedo.

—Nada de eso —confieso—. Salir con él es de las mejores cosas que puedo hacer. Es tan atento conmigo, me escucha, me hace sentir bonita... me da mucha seguridad.

Cuando alzo mi vista en ese par, ya están con los codos doblados y las manos sujetando su cabeza. Entusiastas de escucharme. Sonriendo con orgullo.

—Nos da gusto saber eso, amiga. En verdad lo mereces —dice Olivia palmeando mi hombro.

—Por ahora le doy luz verde —interviene Denisse entrecerrando los ojos—. Pero si se le ocurre ser idiota, solo dilo y entraré en acción. Eres la pequeña del grupito y debemos cuidarte.

—Solo por unos meses.

—Pero cuando Olivia y yo ya habíamos conocido el mundo, tú recién ibas llena de placenta.

Echamos a reír. Era agradable el rol que ambas tomaban en nuestra relación, y siempre me hacían sentir cuánto les importaba. Algo que muy pocos son capaces de hacer.

Después de varios minutos en silencio —intentando estudiar— Denisse saca una fotografía de sus cosas, dispuesta a interrumpir otra vez el proceso de cultivo mental para los exámenes. Y nosotras nada indignadas, le cedimos nuestra atención.

Era Stephen, otra vez; tocando el piano. Sus facciones más joviales y el cabello más largo de lo habitual.

—Guapo como siempre, ¿verdad? —inquiere Denisse.

Miro con detenimiento la imagen, todo era normal, solo un detalle... ¿Yo soy la que está al fondo?

—Habla, preciosa. Lo encontré en un álbum escolar el otro día y quise mostrártelo.

—¿De cuándo es? ¿Por qué salgo también yo?

—Fue en primer año, amiga —responde Olivia—. En el recital de inauguración... Han pasado cinco años desde entonces.

No recuerdo haberlo visto tocando, ¿por qué? Estuvimos juntos, compartiendo nuestro arte desde siempre, y yo... yo no me fijé en él. Algo en mi pecho se agranda, una neblina de confusión me empaña y los recuerdos de mis recitales pasados se me presentan de golpe.

En ese primer año, mi padre quería que todo el mundo conociera el talento de su hija por méritos propios; por eso ensayé hasta quedar atascada en una rutina gris que me acompañaría los años siguientes. Y me eligieron a mí. Presenté y recibí incluso felicitaciones personales del director de la universidad.

Me había sentido feliz, orgullosa, a pesar de lo que mi mente me obligaba a no olvidar. Para ese entonces ya me encontraba vagando en desacuerdos conmigo misma. Sobre el olvido de lo que quería, y lo que él me impuso que «debía».

Si no me equivoco, Stephen ha hecho menciones como: «Eres más materialista de lo que creí» o, cuando me dijo que le era sencillo verme bailar mientas tocaba «desde siempre».

Significa que...

—También logramos investigar algo más —dice Denisse en un tono más opaco, sacándome del trance al que me induje—, es sobre ese chico: Grayson Lavoie. El amigo de tu enamorado.

Parpadeo para disipar esta confusión que no me permite aclararme. No me tomo la molestia de omitir lo último, por preguntar:

—¿A qué te refieres? —Me inclino un poco para escuchar mejor. Olivia sabe la información, pero aun así también se inclina.

­—Sabes que lo mío es la investigación peligrosa... —Toma acomodo en la banca y habla—: Lavoie y Darmond eran buenos amigos junto a Colton Plummer.

Le da la palabra a Olivia:

—Algunos alumnos estiman que, a los padres de Lavoie no les agradaba Darmond como amigo de su hijo, y que mantenía discusiones constantes con ellos a causa de eso...

Mis ojos se pasan a Denisse, que se dispone a complementar información:

—Lo fuerte de este asunto es que la mayoría asegura que Darmond fue el responsable de ese suceso.

Cada palabra me arrincona aún más a aquel sendero de incertidumbre por la vida que rodeaba a Stephen...

­­—Aunque otros más aseguran que Lavoie era un chico rebelde e irresponsable. Ya sabes, en estos temas siempre habrá infinidad de versiones, pero ¿cuál es la correcta?

No importa, estos acontecimientos me resultan crueles y fuera de lugar; me recordó incluso a algo que harían mis padres si me pasara algo, la principal culpable sin motivos sería Denisse, pues aún no terminan por aceptar su forma extrovertida y dura en la que responde a sus insinuaciones socialistas.

Perder a un amigo..., que lo culpen de ello... ¿Qué más hay en sus hombros?

—Una tragedia en su totalidad, ahora ya sabes qué tema entablar con tu enamorado, amiga —añade con intenciones legibles—, qué tal que otra vez tienen un encuentro sexual inolvidable.

—Santo Dios, Denisse —exclama Olivia con desaprobación—. Mejor vamos que la clase está por comenzar. ¿Tienes hora libre, Gianna?

—No, de hecho, también debo ir. —Mi mente divaga en la reciente información que expusieron ante mí.

En el camino hacia mi edificio, me mantuve a la espera de razonamientos internos que me ayudaran a descifrar todo esto que sentía cuando se trataba de él. Era como si fuera un imán que me atrajera inconscientemente a descubrir sus secretos.

¿Qué haría si lograba descubrirlos? Esa era la pregunta

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¿Cómo van? Espero que les haya gustado este cap. 🥰

Su voto y comentario me ayudan mucho a seguir y saber cómo la llevo con esto.

¡Muchas gracias por leer!
📚🤎

¡Hasta el próximo!~🕰️~

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