𝕀

𝔽𝕖𝕓𝕣𝕖𝕣𝕠 𝟚𝟘𝟙𝟟

𝕲𝖎𝖆𝖓𝖓𝖆

「༻ ☪ ༺」

No hay una alarma tediosa, pero sé que es hora de despertar; aquella entrada luminosa y escandalosa de los rayos del sol se interponía en mi descanso. Aunque era extraño el hecho de que cuando suelo despertar aun no hay tanta luz del día... Menudo frío que me cobija la piel, no de en vano es febrero. ¿Estará la ventana abierta? 

Ese dolor de cabeza sólo podía tener un significado: había bebido alcohol. Sí, esa bebida que tengo prohibido consumir; incluso mi garganta reseca me estaba recriminando mis acciones de la noche anterior. Ahora creo que pensar en consecuencias no se me da tan bien, mucho menos cuando decido por mí misma.

Estiré mi brazo a mi costado, como todas las mañanas: deslicé mi mano sobre la sábana de seda sintiendo cada roce, mi camino no terminó aun cuando otra piel choca con las yemas de mis dedos.

Era tan suave que, seguí fluyendo...

—Derek... —dije con voz melosa. Me acerqué somnolienta para darle un ligero beso en la frente como la mayoría de las veces en las que duerme conmigo.

—¿Qué crees que haces? —Una entonación severa y distante me hace abrir los ojos con urgencia.

Solté un grito de terror.

Las sábanas desordenadas apenas y cubrían mi desnudez. Me incorporo, pero la vergüenza es tan poderosa que me adormece el sistema. Rasguño toda la cubierta hasta cubrirme por completo, dejando sólo mi rostro a la deriva, como cual niño jugando a los fantasmas.

—¿Quién eres tú?, ¿qué haces aquí?, ¿quién te dejó pasar? —chillé con desesperación en mi garganta. La imagen de mi padre en mi mente: imponente y recio ya me estaba atormentando—: Merda, merda, merda...

Supuse —por alguna incoherente razón— que me encontraba bajo mi habitación.

Ignoro por completo a mi alrededor; una brecha de suspicacia me hace casi enloquecer mientras busco mi ropa por toda la habitación. Aparentemente no era la mía, se diferenciaba por mucho, pero el pensamiento congelado me imposibilitó reaccionar a ese detalle. Levanto objetos, muevo mesitas de noche, rasco mi desordenado cabello y vuelvo a mirar a ese chico con el ceño fruncido.

—¡¿Dónde está mi ropa?! —reclamo disgustada y nerviosa. Una combinación tensa y rara.

Se encoje de hombros con indiferencia, y yo quiero arrancárselo. En lugar de dar respuesta, toma su teléfono cuando se enciende a causa de una notificación.

—No tengo idea.

­—¡Merda! —gruño. Doy vueltas en mi perímetro analizando posibles causas, parloteando e intentando solucionarme­—: ¡El baño! —corro a distancia, casi tropiezo con el olán de la sábana que se formaba en mis pies.

He cerrado la puerta tras de mí para respirar y soltarme, pero el ahogo se presentaba en cada suspiro. Como si una bolsa de aire se llevara lo que me correspondía inhalar. Todas aquellas realidades se apoderan de mis pensamientos con villanía... Había dormido con este chico, y lo que es peor: sin siquiera recordarlo. Mi corazón estaba más vivo que nunca, cada palpito con un combustible de nervios y recelo.

Los fragmentados y nublosos recuerdos de anoche surgían de un momento a otro.

—¡Merda! ¿Qué voy a hacer? —golpee la puerta con mis nudillos una y otra vez, imaginando infinidad de castigos que me esperaban ante mi falta—. Y estuve a punto de besarle la frente, muy bien hecho Gianna... —castigué mi confianza.

—Oye, tenemos que irnos —avisa el chico del otro lado de la puerta con una voz arisca que me informa que no está bromeando.

¿Acaso no se inmuta por lo que acaba de pasar?

—Yo no voy a salir de aquí desnuda. ¿Dónde dejaste mi ropa? Más te vale que me la des —objeto, ignorando su petición.

Creo que se ha recargado en la puerta, la madera se presiona.

—¿Asumes que yo la tengo? —reclama, su voz ronca es tranquila­—. ¿Por qué querría guardar la ropa de una desconocida?

Me niego a darle la razón.

Abro de golpe, mi ceño fruncido y entrecerrando los ojos. Esta situación me tiene bastante desconcertada y fuera de mí, busco respuestas entre esos ojos que difícilmente posa en mí. Estoy segura de que él despertó antes: se mantiene intacto, y yo aun luzco el borde de la almohada en la mejilla.

—¿Entonces dónde está? ¿Cómo es que...? —pauso para analizar la situación: ambos desnudos debajo de estas sábanas.

Vaya forma de comenzar el día.

Él se adelanta a hablar:

—Repito: no tengo idea. Lo único que recuerdo es a ti en el baño de hombres... —Hace un mohín, pensando—. ¿Qué buscabas ahí? ¿O es que le ocultas al mundo que tienes lo mismo que yo?

Abrí la boca para refutar cualquier insinuación descortés que teoriza, pero una lanza de realidad me golpea directo al pecho, algo en mis desordenados recuerdos me hace aceptar las primeras palabras, pues yo también recuerdo que mi intención era ir al baño...

—Eso me pregunto yo... —Solté con toda la confusión que pude en un suspiro—. Y respecto a lo segundo, yo soy una chica, si dices que tenemos lo mismo entonces podríamos ser amigas —espeto.

Alcanzo a notar una sonrisa en sus labios antes de que se gire.

—Como sea, es la casa de Wilbert Todd... —Ajusta la sábana al marco de su cintura. Mis ojos despistados le siguen el paso unos instantes, antes de darme cuenta de que no debo mirar—, debemos irnos.

—De hecho, se llama William... —corrijo, pero no recibo respuesta.

Lo miro de nuevo: en su espalda descubierta está la prueba verídica de lo poco sumisos que llegamos a ser anoche. Trazos desordenados marcados por toda su piel hechos por mí... ¿En serio yo puedo hacer eso?

—Carajo... Esto tarda en quitarse. —Se queja en el espejo, conociéndolos también.

Un torbellino de negatividad me arrumba hacia un rincón de desesperación después de eso, donde veo lejos la posibilidad de salir de aquí en estos momentos. Idear un plan podría funcionar: si llamo a alguna de mis amigas para que venga a mi rescate... No, no tengo batería en mi teléfono.

­—Merda... —Me doy por vencida dentro de toda esta situación estresante y temerosa de consecuencias por parte de mi padre. ¿Qué le voy a decir?

Me senté en el borde de la cama para interferir en mis pensamientos con cautela, quería encontrar alguna idea que ayude a salir de esto de inmediato. Cierro los ojos, inhalo y exhalo, pongo las palmas de las manos juntas y las acerco a mis labios. Mis cejas se doblan y mi boca se tuerce ante la posibilidad de que esto se torne peligroso.

Su teléfono me saca de mi meditación fallida.

—Boston, necesito un favor. —Me quedo atenta a lo que diría, a pesar de que se ha girado para que me fuese imposible. Después de palabras ininteligibles—: Vale, te espero entonces...

Creí con ingenuidad que se giraría para avisar lo que esa corta llamada significaba. Su rostro era tan inexpresivo que me fue difícil saber lo que pasaba por su mente, ni si quiera una mueca... Era un frasco cerrado de emociones.

Mis manos jugueteaban con desasosiego, mis ojos bailaban en toda la habitación y mi necesidad de preguntar estaba por ser suelta ante él. Yo no paro de hablar, casi nunca, ¿por qué ahora mantengo mi boca cerrada?

—Oye... —carraspeo para suavizar más mi voz. Ignoro que hace minutos fui brusca con mi vocabulario­—, ¿qué le dijiste? ¿Nos ayudará?

Sí, quizá era la pregunta que no debí hacer, debí preguntarle por esta situación, por todo lo que concernía a ella, pero no lo hice. Él parecía que esto le era indiferente. ¿Será de esos típicos chicos que follan con las chicas de la universidad hasta hartarse?

No recibo respuesta de su parte, como si fuera sordo. Me ignoró por completo. A mí todo esto me carcomía poco a poco, y si no obtenía respuestas terminaría desvaneciéndome aquí. Rasco mi cabeza y doy vueltas por toda la habitación, murmurando garabatos y palabras sin sentido...

Cuando me detengo abruptamente para curiosear a su dirección, él se gira, escondiendo que me miraba. Podría decir que hasta lo noté nervioso, pero no me consta.

Tenía que insistir, yo quería salir de aquí.

—Tampoco sabes dónde está tu ropa, ¿verdad? —No dice nada—. ¿Me prestarías un momento tu teléfono? —Su inmovilidad me punza la sien, y me exaspero­—: ¡Di algo, por Dios!

Mi voz cargaba todo un sentimiento terrorífico y tal parece que a este chico no le venía importando, sé que no nos conocemos, ni tenemos amistad, pero al menos debería ser más expresivo con esto ya que también está involucrado.

Como última alternativa, corro hacia la puerta. Dicen que las opciones se acaban cuando te resignas a quedarte quieto. Y yo no quería quedarme aquí. Pero él me detiene con su voz antes de tocar la manija:

—¿Saldrás así? —Por fin habla, el mudo. Ahora yo lo ignoro—. No creo que sea buena idea. Dijiste que no querías irte desnuda... y hace un frío de mierda.

Mis mejillas se han colorado, lo sé, porque no paran de tener esa sensación fibrosa por ese comentario, ¿por qué me excita que lo diga así? Creo que de tanto libro erótico mi mente ya no se preocupa en ser decente. Solo en mis sueños he estado así con un chico. Y este no es un sueño, ¿o sí?

Reprimo cualquier estimulación que intente activarse en mi interior.

—Entonces dime ¿por qué dormimos juntos? y ¿Dónde está nuestra ropa?

Rueda los ojos, cansado.

—¿Por qué aseguras que yo lo sé? —reclama disgustado, pero sin elevar el tono—. ¿Ya viste mi espalda? Es evidente que ayer nos corrompió el alcohol. —Logró que la pena me alcanzase—. No dudo en que nuestra ropa haya llegado incluso a Marruecos.

Esa insinuación me ató a una cuerda más terrorífica. ¿Cómo podría hacer para ir por ella hasta allá?

—Eso no resuelve nada —musito.

—¿Y qué si digo que tú la tienes? Que solo armas un espectáculo por nerviosa.

—¿Por qué querría quedarme con la ropa de un desconocido? —le devuelvo la respuesta—. Y yo no soy nerviosa, solo que esta situación me provoca un caos interno.

Se encoje de hombros.

—Olvídalo, que yo sí quiero salir de aquí.

­Cuando abrí la puerta con necedad aparece una persona frente a mí con el puño alzado, listo para tocar antes de mi imprudente y precipitada acción; me mira de pies a cabeza con un semblante divertido y a la vez amable.

—¡Oh!, disculpa. —Mira sobre mi hombro y pasa—. Conseguí esto, mi hermana hizo lo que pudo con su parte.

Ensimismada en mis pensamientos debajo del umbral, escucho un cuchicheo detrás de mí:

—¿Por eso te desapareciste anoche, pillín? —insinúa riendo, no escuché respuesta del otro—. Tienes suerte que Colton supo que tendrías tu noche de pasión, de no ser así, en estos momentos estaría infartado por saber tu ubicación.

Una chispa me activó el pensamiento, quizá ese tal Colton sepa lo que nosotros no.

Después de eso salió de la habitación, se despidió de mí con la misma amabilidad y cerró la puerta delante de sí. Las lágrimas se abordaban en mis ojos; todo esto no hacía más que ponerme de nervios. Camino sin ganas hasta la cama de nuevo, encorvando mi espalda ante no tener una salida iluminada.

—Toma. —Arroja un cambio de ropa completo hasta mí, colgó en mis hombros. Lo analizo confundida: esta no era mía, el estilo ni si quiera se asemejaba­—. Es talla chica, pero creo que te quedará.

—¿Qué intentas decir? ­—advierto que no mienta. Sus ojos muestran un ápice de sorpresa, quizás el peso de sus palabras tomó sentido con mi pregunta.

Vi una lucha entre sus palabras que se originaba en su garganta. Sonreí para mis adentros.

—Gracias. —Tenía bastantes dudas, pero lo único que podía hacer ahora era ponérmelo.

Él ocupó el baño para vestirse, así que me aseguré de hacerlo yo en la habitación. Cuidé minuciosamente los sonidos de la puerta, esperando a que no se le ocurriera verme... bueno, ya me vio más de lo permitido, pero no creo que lo recuerde. Al menos yo no y eso ayuda bastante.

Una falda corta cedrón color negro de olanes, con un jersey de ganchillo negro, complementado con unos tenis bajos color blanco... Es bonito, pero no es mi estilo. Él sale del baño con un pantalón deportivo haciendo juego con una camisa oversize de manga corta color blanco. Lo sé, ninguno es un atuendo digno para la gelidez que nos golpeará al salir de aquí, pero, a falta de...

En uno de sus brazos se extendía un tatuaje difícil de descifrar a larga distancia; comenzaba en sus nudillos y le llegaba hasta el hombro, lo vi cuando desperté... y en el pecho tiene tres iniciales difuminadas en una firma elaborada.

Hasta el mínimo detalle. No me culpo por admirar un torso masculino fuera de una descripción en los libros. Uno real.

Sale despreocupado y se dirige a darle un acomodo decente a la cama desordenada. Entonces decide acercarse a la puerta.

—Oye... —Detiene el paso sin mirar. Aquí me di cuenta de que no sé por qué lo llamé—, no, nada.

Su rostro de perfil, dudoso de continuar su trayecto, pronto lo estaría dirigiendo al frente. Ahora él abre la puerta y otro sujeto se encuentra detrás de ella. Un tipo alto y pelirrojo, con una sonrisa juguetona al mirarlo después de mí.

William Todd. Lo que tiene de "atractivo", lo tiene de idiota.

—¿Ahora juegas al doctor con las compañeras? —expresó muy sin respeto.

—Muévete —le ordena con frialdad.

—Espero hayas limpiado tu desorden de pasión —me mira con una sonrisa descarada—. ¿Quieres quedarte, preciosa?

Bufa en su lugar cuando no le doy respuesta alguna a sus atrevimientos y se hace un lado para que ese chico pueda pasar; detrás de él salí yo con la cara por los suelos, buscando seguridad entre mis zapatos.

Llegando a las escaleras recuerdo un importante detalle a tratar:

—Oye —susurro detrás de él—, oye, chico del tatuaje. —Sigue su paso sin la educación de escucharme, entonces elevo el tono—: ¡Oye!

Me mira sobre el hombro, al igual que una pareja que bajaba las escaleras.

—Ven —hago un mohín para que se acerque a pesar de que no me está mirando.

—¿No querías irte ya?

—Pues a tu amigo se le olvidó traerme bragas. ¿Acaso no sabe las prendas básicas de una mujer? —bufé—. No quiero que todos allá abajo miren de más.

—¿No traes...? —Alternó la vista hacia mi falda completando la palabra con su mente. Él se encontraba dos escalones abajo, así que los colores se me subieron a la cabeza al saber que pudo imaginarlo.

—¡No mires! —exclamé en un susurro. Le sonreí a los alumnos que pasaban y nos miraban con extrañeza—. Sólo necesito que me cubras.

Y así hicimos las cosas, logré bajar sin que mis nalgas fueran vistas por terceros. Le agradecí, ambos partimos por direcciones opuestas.

El aire fresco de la calle golpea mis mejillas al salir, exhalo toda la pesadez que mi cuerpo soportó ese tiempo sofocante y desesperante. Sentarme en una de las bancas cerca de la propiedad me facilitó la tarea para relajarme e intentar alejar pensamientos impuros.

Los demás alumnos que asistieron a la fiesta nocturna de William comenzaban a marcharse también. Era común que este chico ofreciera su casa para estas reuniones joviales; tenía una amplia y sofisticada mansión heredada por sus conocidos abuelos: los señores Todd. Sólo la utilizaba para eso, porque seguía viviendo con sus padres.

—Espero no volverlo a ver... —musité, cansada y vencida por el asombro de toda esta situación.

—¿A quién no quieres volver a ver? —Una voz escandalosa me hace sobresaltarme—, cuéntanos, ¿un chico? Por eso te desapareciste anoche, eh.

Mis amigas: Denisse y Olivia reaparecen por arte de magia. Ambas con una resaca legible y comprendida, pero Denisse siempre tomaba partido delantero con la bebida; su semblante ojeroso la delataba.

Suelto una risa ligera, ocultando un mar de sensaciones escalofriantes que me traía pensar en lo ocurrido.

—¿Dónde estabas ayer? Dijiste que irías al baño y no volviste. —Su voz apagada y reseca.

—¿Te fuiste a casa? Esa ropa no la traías puesta ayer... —me señala, ambas me examinan con análisis, como todas unas detectives intentando que flaqueara.

—La verdad... —tartamudee ante el nerviosismo de expresarles mi nuevo secreto. Hemos sido amigas desde hace tiempo, y podría decir que confío bastante en su discreción—. Es que, esta mañana desperté con un chico que jamás había visto... y, ya saben: desnudos.

Ambas se taparon la boca con sus manos ante lo que su amiga acababa de revelarles.

—¡Oh, dios!, ¿cómo era?, ¿te gustó?

—Pediste su número, ¿verdad?

—¡¿Qué?! Por supuesto que... bueno, no lo recuerdo, pero su espalda trazada me dice que nos desconocimos. —Se ahogan en un chillido—. Y no, no pedí su número.

Como si hubiesen visto a un ser sobrenatural, no dejaban de emocionarse con cada fragmento del tormentoso suceso que acababa de pasarme. Alcé mi vista hacia la entrada de la mansión de Todd y los nervios se me tensaron uno por uno. Era él de nuevo, salía con un cigarrillo encendido en los labios. El chico que llevó la ropa a la habitación venía siguiéndole el paso, hablándole a su espalda en un reclamo para que no fumara.

Sin ser consciente de que el par de detectives femeninas que tenía a un lado me estaban mirando, me quedé analizando cada acción: apagó su cigarrillo con la punta del pie, abrió la puerta de su deportivo y lo encendió después de que subiera el otro chico.

—¡Despierta, querida! —Olivia chasquea sus dedos frente a mí, esparciendo mi burbuja.

Denisse sigue el mismo deportivo con la mirada, teorizando en su mente de periodista.

—¿Dormiste con Darmond? —toma mis hombros con incredulidad—. Joder, amiga, tus gustos son exquisitos.

Las palabras vuelven a quedarse atascadas en mi garganta reseca y titubeante. Es imposible que uno conozca a todos los alumnos del instituto con nombre y apellido, y menos cuando jamás habían cruzado miradas. Estoy por concluir mis cinco años de estudio y puedo asegurar que nunca le vi pasear por los pasillos de los edificios.

Me quedo ajena a sus palabras.

—¿No sabes de Darmond? —Su voz penetrante me hizo sentir antisocial.

¿Se deberá a que ambas estudian periodismo que saben de todo un poco?

—No, ¿quién es?

—¡Jesús!, esta niña no sabe lo que es bueno. Olivia, tenemos trabajo por hacer...

Antes de que alguna comenzara su discurso parlante e informativo sobre un chico universitario, mi teléfono vibra dentro de mis cosas personales, avisando una llamada que me paraliza todos los sentidos; el miedo se interpone entre mis movimientos y emociones.

—¿Papá?... —llamé, intentando ocultar toda una marea desconcertante, pero como siempre, me era imposible hacerlo con él.

—¿Dónde estás? —su voz frívola traspasaba el teléfono—, necesito tu ubicación. Luciano te recogerá.

Intenté objetar sin que pareciera abnegación: —Olivia me lleva...

—Obedece, Gianna —colgó sin esperar más respuestas de mi parte. Y yo debía obedecer.


「༻ ☪ ༺」

¿Cómo van? Espero que les haya gustado este cap. 🥰

Su voto y comentario me ayudan mucho a seguir y saber cómo la llevo con esto. Siempre trato de responder todos los comentarios y hacer vagancia, de paso, ¿por qué no?

¡Muchas gracias por leer!
📚🤎

¡Hasta el próximo!
~🕰️~

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top