𝕀𝕀
𝓢𝓽𝓮𝓹𝓱𝓮𝓷
「༻ ☪ ༺」
Aparqué con tranquilidad cuando llegamos a mi casa. No hace falta girar la cabeza para darme cuenta de que alguien me está escudriñando el rostro desde que encendí el auto. Uno sabe a lo que se mete cuando tus amigos se dan cuenta de lo que haces al perderte por dos minutos.
—Sabes que no voy a hablar —sentencié, siento decepcionar su espera.
Se interpone entre la puerta y nosotros al bajar del auto, como cual niño esperando si en las compras de mamá hay algo para él.
—Vamos, Steph, era bonita. ¿Te gustó? ¿Le pediste su número al menos?
Rodeé los ojos y logré abrir entre sus brazos. Su insistencia me persiguió hasta que llegamos al centro de la sala de estar. Antes de poder decir algo como «entiende que no», un segundo auto aparca afuera... Y yo sabía de quién se trataba.
Menuda suerte.
—¡Stepheeen! —Colton grita en un canto chillón—. Mi sabroso músico. —Cierra la puerta de golpe una vez dentro—: Estaba esperando a que llegases. ¿Cómo te fue en tu noche de pasión?
—Lo que me faltaba —renegué.
Ambos se sentaron en los sofás sin que los invitara a ello, dispuestos a escucharme hablar. Como si eso fuese mi especialidad. ¿Qué de extraño tiene tener sexo para estos dos? Ese término es el pan de cada día para Colton, y Boston, bueno, tiene sus movidas. Intenté mantenerme inmóvil para que ambos se hartaran de esperar respuesta y zanjaran el tema. Pero no funcionó.
Suspiré con resignación y me recargué al librero que había detrás de mí.
—Boston me dijo muchas cosas...—cruza sus piernas—. Cuéntale todo a tu best friend, que ya llegó.
Fulmino a Boston con la mirada en un «chismoso» escondido.
—Venga, ¿qué de raro hay? Dormí con ella, despertamos y no había ropa. Y ya. No es algo del otro mundo.
—Pues no —dice Colton—, pero hace casi dos años que no te lías con nadie. Y veo que no fue cualquier chica, eh. —Alza sus cejas con complicidad.
Reprimo una sonrisa para evitar más insinuaciones.
—No sabía que me tenías contado el tiempo.
Una sonrisa se ensancha en su rostro.
—Colton Brother tiene todo en su "libretita" de notas. —Saca su móvil y comienza a leer—: A qué hora te levantas o te despiertas; tus comidas y colaciones; los días que sales de casa, y las veces que orinas. ¡Ah!, y las veces que tienes sexo, permíteme anotar esta vez...
Hago mueca de asco que le saca una carcajada. Así de exagerado es este tipo. Si antes era una patada en el culo, ahora es un dolor de páncreas.
—Bueno, bueno, pero le pediste el número, ¿a que sí? —Boston toma la palabra. Y Colton me mira, pensando lo mismo que él.
—¿Por qué lo haría? Fue un accidente, ninguno sabía lo que hacía. Y estoy seguro de que creyó barbaridades de mí.
Colton pone los ojos en blanco.
—Trae la escopeta Bugpin, le daré un tiro a este tío. —Me mira fijo—. ¿Sabes lo que significa haber dormido con «ella»? Al menos para ti. Vamos, tío, ¿no era lo que anhelabas?
Una peculiar sensación me recorrió la espalda cuando el recuerdo de su actitud frenética y afligida en la habitación me invade. Es exactamente como creí que sería, lamentablemente no se me da muy bien la conversación, y en esas circunstancias me fue imposible vencer los nervios para dirigirme a ella como quería.
—No así.
—Pero...
—Ya pasó. Se le olvidará, yo lo olvidaré. Todos lo olvidaremos, ¿ok?
Colton da un suspiro y se pone de pie, girando hacia mí con una mirada retadora.
—¿Entonces dejas libre el camino? —Mi ceja se alza, incomprendido. Sus labios se curvan en una media sonrisa—. Sí, insinúas que no significó nada. Entonces yo podría...
—Ni se te ocurra —advierto, pero ambos echan a reír cuando lo expongo. Sí, lo sé, me he delatado.
Carajo.
—Lo tuyo no son las mujeres —le recuerdo.
—Pero podría hacer una excepción. Es bonita y...
Le doy un golpe en el hombro para que se calle, él alza las manos en rendición. Boston toma su teléfono. Unos segundos de silencio nos envuelven antes de que hable de nuevo.
—¿No crees que ya es tiempo? Stephen. —Ahora la voz de Colton parecía preocupada—. ¿Cuánto más esperarás? Pronto nos graduaremos y no sabes si sus caminos se cruzarán de nuevo. Si nunca le hablas, nunca sabrá que existes.
Una avalancha de realidad me arrastra hacia un suspiro melancólico. Pero no podía simplemente llegar e invitarla a salir después de lo ocurrido, no creo que ella sea de las chicas que aceptan una salida con un capullo. Creo que así me ha catalogado.
—Nunca sabrá que existo —repito, sopesando cada sílaba.
Dejé el silencio como mi respuesta, y ambos lo entendieron.
—En otro tema: no debiste beber así —recalca, con el mismo tono serio que utiliza cuando intenta que reflexione.
Me encogí de hombros.
—Se me ha pasado la medida, pero...
—No debiste —repite, escrutando mi mirada. Lo entendí.
Boston —quien se había mantenido embelesado en su teléfono— interrumpe la tensión abrumadora que comenzaba a formarse:
—Miren esto... Tal parece que no se le olvidará pronto a ninguno. —Gira su teléfono y lo que mis ojos presencian es suficiente para helarme la sangre al instante.
—¡Carajo! —exclama Colton—. Déjame verla. —Enciende el suyo y husmea en las redes, encontrándose con la misma fotografía, y añade—: Tío, te volaste la lotería.
Lo fulmino con la mirada.
En la fotografía aparecemos ambos; se aprecia el ángulo sólo de nuestros hombros desnudos hacia arriba. Se ve su rostro, el cabello desordenado y enredado en el cuello con mechones; sonríe abiertamente —como si en ese instante le hubiese contado un chiste— mientras sostiene el teléfono. Mi cara también es legible, pero en un intento por ocultarse en su cuello delgado cuando deposito un beso, al menos eso se ve según la forma de mis labios.
Debería estar furioso por exponer esto, debería incluso reclamarle por hacerlo sin consentimiento alguno, pero en lugar de eso:
—¿Cómo fue qué pasó? —pregunto a Colton—. Habla, tú lo sabes.
Se incorpora después de dejar de lado su teléfono, al igual que Boston. Aprecié el gesto, pues no quería que siguiesen viéndola a ella.
—Haber... Tú dijiste que irías a orinar, y como te tardaste más de la cuenta me imaginé lo peor, por eso fui a buscarte —suspira—, pero te encontré fundido en besos con ella afuera del baño de hombres. —Se estira antes de continuar, como si le gustase contarme a detalle—: No interrumpí, claro que no lo haría; los seguí con la mirada cuando se apartaron uno del otro. Ella te susurró algo y ambos subieron a las habitaciones...
—¿Solo así?
—No entiendo qué más querías. Estaban hartos de alcohol, y tal parece que ella tampoco bebe mucho.
Su recuerdo aturdido se me presenta de nuevo: desorientada y confusa.
—¿Y en qué parte de esta cachonda historia pierden la ropa? —Boston pregunta, como todo un espectador chismoso que necesita que todo encaje en los acontecimientos.
—Fui yo —revela con total calma, muy despreocupado—. La tengo en casa.
—Debí esperar semejante estupidez. Solo a ti se te ocurren esas extravagancias —Boston se ve disgustado.
La sonrisa de Colton no desaparece, típico de cuando se sale con la suya.
—Idiota.
—Tómalo como un castigo, por inconsciente. —Hace un mohín con la mano, para que le restase preocupación al asunto.
—¿Cómo dices?
—Sip, como lo escuchas. —Me le quedo mirando de soslayo—. Tío, me vas a disculpar, pero tuve que quedarme ahí todo el tiempo, bueno, afuera de la habitación. Y cuando terminaron aproveché para tomar su ropa; una travesura piadosa.
—A ti te debería contratar la NASA, así de sigiloso fueras para otras cosas —Boston farfulla en su dirección.
He aquí otra de las cosas extrañas que Colton hace. Nunca había conocido a un tipo tan extravagante e insólito. Bueno, desde el instituto es así; ya me acostumbré a sus grandes mañas.
—Solo estaba preocupado... —dice después de un silencio de minutos—. Creí que...
—Lo entiendo —le corto. La mirada de ambos se posa sobre la mía. Pero era verdad—. Seré más cuidadoso. —Nos dimos una palmada en el hombro los tres.
—¿Qué pasará con ella entonces?
—No voy a agradecerte porque te volaste con esto, parecía que ella colapsaría de la preocupación por no encontrar su ropa. —Miro ahora a Boston—. Y tú olvidaste llevarle bragas, así que creo que le debo una disculpa por nuestras acciones.
Me había hundido en un pensamiento nubloso e inseguro durante todos estos años; mi esperanza había comenzado a tambalear, mientras yo esperaba el viento de alguna posibilidad que me acercara a ella. Sentir su piel, su suavidad, su delicadeza...
Por otro lado, está esa imagen reveladora y con más trasfondo del imaginado. La estoy analizando, y tal parece que la subió esa misma noche, la hora y fecha de publicación lo dice.
Su perfil es sencillo, discreto y muy reservado. La mayoría de sus publicaciones tienden a ser de gatos o perros callejeros acariciados por su mano —sé que es la de ella por esa pulsera de plata que carga en cada una— Las únicas en las que aparece su rostro es en las que toman alguna de sus amigas en la universidad o en el centro comercial.
Por lo visto esta última está escandalizando a sus seguidores y no seguidores. No es novedad que alguien suba este tipo de fotos, a menos en esta universidad es de lo más normal. Colton, William, Leonard, y muchos alumnos se atreven a postear su vida privada. ¿Por qué les inquieta que ella lo haga?
La mandíbula se me tensa e intento reprimir estas desastrosas ganas de responder cada comentario asqueroso hacia ella. Lo mejor será que la elimine de su perfil.
Colton y Boston regresaron a sus casas hace un buen rato, asegurando que vendrían a pasar la noche aquí. De nuevo, como la mayoría de las veces. Aprovecho para meterme al cuarto de baño y darme una ducha relajante.
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Están tardando más de lo normal, debo asumir que tal vez decidieron dormir en sus casas. Bueno, tampoco está mal. A veces me siento culpable porque pasan más noches aquí que con sus familias.
En la universidad me han asignado una tarea melódica para la semana entrante, y no he conseguido inspiración en nada. Ahí mi motivo para asistir a esa dichosa fiesta. Colton creyó que necesitaba distraerme y disfrutar —a su manera— y mira cómo terminé.
Cerré los ojos, dispuesto a raptar cualquier sensación que me llevara a mover los dedos para crear esa melodía. Ahondé una y otra vez en todo aquello que siempre me ha dado ánimos, pero no daba resultado.
«No te frustres. Con calma.»
Mis pensamientos tomaron forma y apariencia: un cabello castaño oscuro que caía en unos hombros delgados y alineados; unos ojos avellana que me estudiaban con misterio; unos brazos firmes y en movimiento secuencial, unas zapatillas girando en sí mismas...
«Bien»
Mis oídos mostraron interés por aquellas notas improvisadas que mis dedos creaban con dedicación, a pesar de eso, mis ojos permanecen cerrados; encapsulados en ese momento artístico donde yo era un espectador y esa presencia era mi arte. Admirándolo como lo que es y transmite.
Media hora después ya había completado más de la mitad de mi deber escolar, creo que es suficiente para que el profesor le dé el visto bueno o me dé más consejos para mejorar mi sintonía. Me pongo de pie cuando alguien llama a la puerta.
—¿Qué lata con esa vieja escandalosa? —Habla de Maggie, una vecina que siempre suele saludar a cualquier persona que se tope. Pasa sin habérselo cedido—. No entiendo cómo osas vivir en este barrio de pulgas. Hay mejores que este, y más cerca de tu universidad, lo sabes ¿no?
—¿Qué quieres? —dije después de un silencio opresivo. La rigidez en mi cuerpo ya se había presentado.
—¿No puedo venir a ver a mi hijo? —Su voz descarada me provoca repulsión, desde siempre.
—¿No me escuchaste? ¡¿Qué quieres?!
Me mira indiferente desde su metro noventa.
—Tranquilízate, ¿ves cómo te pones? Contigo no se puede hablar en calma.
La sien me punza, y ese maldito Tic volvía en mis dedos: mi pulgar y el anular se encargaban de frotarse con las uñas, hasta arrancar la parte superior.
—He venido a traer esto. —Alza un par de bolsas que coloca en la mesa—. A tus abuelos les preocupa que te mueras de hambre. Es para toda la semana, no la malgastes. ¿Escuchaste?
—¿Por qué no han venido ellos? Como siempre.
Alterné la vista entre los suministros que trajo y él.
—Porque yo me ofrecí. —Sonríe con falsedad.
—No te creo.
Resopla con los ojos entornados.
—Ellos son unos bonachones que no se dan cuenta, pero yo sí.
Las palabras se me atascan en la garganta, ¿por qué con él nunca podía ser yo? Quería ser grosero, gritar y correrlo a patadas. De todas formas, él se encargó de mentirle a todos y decir que ya lo he hecho.
—Tu primo Nolan me avisó de aquella fotografía que hay por ahí rondando. —Sin darme tiempo a cubrirme, me suelta un golpe en el labio. A comparación de todos los que he recibido de su parte, este fue más sutil—. Dijiste que querías entrar a la universidad hace cinco años, y lo hiciste porque tus ingenuos abuelos lo aprobaron, pero nunca te has comportado con decencia.
Golpea sobre la mesa, como si fuese un martirio saber que «alguien como yo» era su hijo.
—Te gusta la vida de mierda, ¿eh?
No respondo, me mantengo de perfil a causa de su golpe. Él continúa como si le hubiese dicho que «sí».
—Esos viejos no te conocen, creen que en ti hay bondad y esas guarradas, pero están muy lejos de la realidad. —Sujeta mi barbilla, clavando sus ásperos dedos en la mandíbula. «Debería insertarle un golpe» pensé—. No eres más que un chico problemático y sin aspiraciones. Los padres de Colton y Boston deberían alejarlos de ti.
No sé qué pudo más, si darme cuenta de lo idiota y sumiso que me veo a su lado, o si el haberlos mencionado a ellos... Aparto su mano con brusquedad.
Me da un repaso con desdén, se detuvo con decepción y frustración en mis tatuajes. Él los odia.
—Eres un desastre, Stephen. Estás por graduarte y sigues con esa actitud —frota su sien como si en verdad le importase—. Así no conseguirás trabajo en ningún lado. De por sí tu elección fue descabellada.
No vale nada si solo imagino que se encuentra en el suelo, lamiendo su sangre de mis nudillos. No me sale una puta palabra si quiera.
—Que no se te olvide lo que sucedió por tu culpa —expone antes de ajustarse la camisa que no tenía ni la más mínima arruga, y se marchó por donde entró.
A eso vino, a recordarme la desgracia que me persigue. Estos malditos años solo se ha parado aquí para soltar esas palabras. Están tan clavadas en mí que ya las siento mías... Las siento reales y verdaderas.
Es como esos enemigos que saben más de ti de lo que te gustaría y aprovechan tus puntos débiles para manejarte como marionetas. Saben qué te afecta, qué te duele y aquello que no soportarías. Con desgracia llevo su sangre.
El pecho me duele, o más adentro.
Donde hace algunos minutos atrás la imagen de aquella obra artística me trajo calma, ahora solo hay descontrol.
Pero entonces Colton y Boston entran minutos después, sin esperarlos, había dado por hecho que no vendrían. Recargué todas mis fuerzas en ocultar lo que la reciente visita había dejado a su paso.
—Perdona la tardanza, Colton no dejaba de coquetear con el vendedor de las hamburguesas. Al final tuvo que salir el padre del chico para que a este le diera miedo y poder irnos.
—No me culpes, ¿no viste que me sonrió? Obvio le gusté.
—Baah, le sonríe a todo el mundo, tonto. Su trabajo es ser amable con los clientes, no creas que a todos se les para al verte.
Donde había silencio, ahora parecía supermercado.
—No te engañes, Bugpin, incluso tu «amiguita sexual» se moja al verme.
—Pues será en tus sueños más húmedos, porque ella no gusta de porquerías.
—¿Porquería yo? Stephen, ¿has escuchado cómo me llamó? Escuincle maleducado.
—¿Stephen? —Boston me llama, pero no quiero girarme.
Se esparce un silencio incómodo, donde quizás ambos vieron lo que hay sobre la mesa. Tal vez comenzaron a empujarse para que alguno diera el primer paso. Al final Colton lo hizo. Aclara su garganta antes:
—¿Tus abuelos se fueron ya? Siempre se quedan una noche aquí... —Echa una risa nerviosa. Debí entrar a taparme esto antes de que hiciese nada, no quiero preocuparlos.
—Vino Connor, no ellos —confesé casi ahogado en sentimientos. No hacía falta decirles el parentesco, ellos ya lo sabían.
Me giré sólo porque no me quedaba de otra, y lo que sus ojos reflejaron era lo que no quería hacerles sentir.
—¡Infeliz! Hijo de... —Soltó Colton de inmediato, cuando vio el golpe—. Ohh, te juro que si me lo topo en el camino se los corto con tijeras sin filo. ¿Cómo se atreve?
—Está bien.
—No, no está bien. —Ahora Boston—. Nunca se para aquí a menos que sea para hacer esto, ¡debería largarse al Triángulo de las bermudas en un barco!
—Ya ha visto la fotografía —les expuse.
Odiaba la sensación agria que me dejaba sus visitas, pero era inevitable, no después de que me haya recordado lo cabrón que fui en el instituto. Y aquello que me llevó a este abismo de culpa.
「༻ ☪ ༺」
¿Cómo van? Espero que les haya gustado este cap. 🥰
Su voto y comentario me ayudan mucho a seguir y saber cómo la llevo con esto. Siempre trato de responder todos los comentarios y hacer vagancia, de paso, ¿por qué no?
¡Muchas gracias por leer!
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¡Hasta el próximo!
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