𝕏𝕏𝕍 (1/2)

𝓢𝓽𝓮𝓹𝓱𝓮𝓷

「༻ ☪ ༺」

Comienza ella tocando el violín, dejando que la melodía abra paso a este enfrentamiento artístico improvisado. El ritmo parece atrapar sus movimientos y enfundarla en un vínculo con la música. Comienza a tomar confianza en ellos, dándose ese impulso retador hacia mí, que me mira con una sonrisa desbordante de sensaciones.

Como la primera vez que la vi sonreír. Pero esta vez me da un empujón interno que no puedo reprimir, mucho menos cuando se trata de verla hacer esto que descubrí que ama.

Sus pies se mueven a la par con la entonación de las bocinas de los muros, dejando marcas invisibles sobre el suelo de madera que lleva su paso. Gira unas cuantas veces, pudiendo robarme la fragancia a lavanda que desprende.

Se aferra con una mano al diapasón, deslizando sus dedos por las cuerdas del violín, mientras que la otra se encarga de darle vida a las notas musicales con el arco. El ambiente competitivo pero sano nos rodea en un intento por demostrarnos el talento propio que mantenemos con los instrumentos.

Conectando.

Uniéndose por medio de ese mundo alterno que poseemos.

Es mi turno de encriptarme en las notas expertas. Como si de una presentación sobre algún escenario de Toronto se tratase, cada onda vibrante es sintónica y expectante. Mis manos con movimientos agiles representan sorpresa en su rostro.

Sus ojos ligados a los míos mantienen esa brecha de admiración hacia el otro.

La canción evoca una sensación de duelo y confronto que intentamos recrear en estos momentos con sonrisas cómplices y competitivas, como si fuera una batalla épica entre rivales. Aunque no hay palabras ni una voz que dicte expresiones, la música nos transporta a un escenario de lucha y emoción.

En este momento, sin necesidad de cerrar los ojos como es mi costumbre, logro captar un abismo de conexión con ella, como si en ese mundo que sólo me pertenece fuera capaz de entrar sin desequilibrar nada, al contrario, llenándolo de un sentimiento apacible que me hace no dejar de sonreír.

Sus pies danzan al mismo tiempo que sus manos se mantienen firmes al violín. Sin nadie que interrumpa, sin nadie que diga algo..., mantenemos la esencia de esta composición apasionante, fusionando géneros y llevando un mundo de duelos imaginarios desafiantes.

Como en la canción, nos turnamos en secuencia, con la oportunidad de experimentar protagonismo en cada tiempo. Pareciera haber una brisa de empatía y unión cuando el roce de su vestido golpea sobre el espacio reducido de nuestros cuerpos.

Noto que aquella chispa de opacidad con la que la encontré en su salón de baile está desaparecida, como si esto fuera también para ella un escape a la realidad que la acongoja. Un refugio en el arte que estuviera acostumbrada a visitar.

Entonces rodea mi cuerpo con giros y pasos estudiados; choca su espalda con la mía en un intento de esa tregua entre toda esta entonación finalista.

Como aquella vez que la suavidad de su espalda estacionó en mi pecho, como cuando nuestras manos se unieron la primera vez... Y el día que nos besamos. Como aquel día en que desperté a su lado. Esta sensación es familiar para mí, una que anhelaba sentir desde esa presentación en nuestro primer año; ella le daba vida a «la consagración de la primavera» y yo tocaba el piano tras las luces del escenario que se centraban en sus movimientos dispuestos a transmitir todo.

Su espalda se mueve con los esfuerzos de su cuerpo para tocar el violín, y la mía hace lo mismo con la guitarra, fusionando notas, amor en el arte y una gran diversión en este momento compartido.

Sabía que así podía ayudar...

Ella baila, de aquí para allá, amando el momento y haciéndolo suyo. Como una luciérnaga en la vasta oscuridad de la realidad. Yo me mantengo en el mismo sitio, admirándola. Queriéndola.

La música finaliza, cortando cualquier sonido a parte de nuestras respiraciones agitadas que intentan componerse. Ahora comprendo el significado de sus ojos, amarlo todo y adiarlo. Ella nació para bailar, pero nunca debió ser Darío quien le forjara un sueño, sino ella.

Y yo sé cuál podría ser.

—Eres buena —confieso, mirando cómo su mano tiembla con sutileza por el esfuerzo del diapasón.

Nuestro pecho sube y baja con agitación. Resopla para llenar sus pulmones.

—Tú también. Te has salvado de que rompa eso —señala la guitarra.

El silencio se acumula a nuestro alrededor. Le doy un repaso aun cuando me está mirando, acción que la hace colorarse más de lo normal.

—Sabes, hay algo que quisiera decir...

Mis palabras se ven interrumpidas por su teléfono a la distancia. Cualquiera hubiera ido a responder con calma, esperando que, si no alcanzara a responder, esa persona regresa la llamada. Pero ella toma partido con un impulso sorpresivo, su rostro detona y la desesperación de alcanzar el último timbre se plasma en su rostro que hace un segundo sonreía.

La sigo con la mirada, hasta que llega a él. Incluso cuando contesta no dejo de mirarla.

—Papá... —Alcanzo a escuchar.

Ese maldito hombre.

Me tomo el tiempo para guardar mi instrumento en su lugar, dejando la llave donde pertenece.

—¿Todo bien? —pregunto al llegar hasta ella. Sus ojos permanecen en la nada, ensimismada en pensamientos.

Baja el teléfono.

—Le mentí. Le dije que seré la principal... —musita castigándose—. Cuando regrese y sepa la verdad...

Sus hombros pesan sobre ella, una oleada de nervios se estaciona en su cuerpo, dando la ligera imagen de que comenzará a temblar. Mira el violín con tristeza, con resignación antes de entregármelo. Como si fuera su «despedida» con este instrumento.

—Ya pensaremos en algo, Anima. Pudiste decirle la verdad, pero por el momento dejémoslo así.

Me dirige una mirada enredada.

—¿Por qué me trajiste aquí? ¿Por qué hiciste esto?

Trago saliva ante la posibilidad de decirle esas palabras que tanto quiero.

—Porque necesitabas un refugio y sabía que te gustaría el mío...

Encuentra sus ojos con los míos, cristalinos y grises. Abre la boca para decir algo y la cierra, pero vuelve a abrirla:

—Stephen, quiero saber más de ti, no me vas a negar que lo acaba de pasar fue de otro mundo, como si...

­—Como si solo nos perteneciera a nosotros.

­—Sí. —Se acerca ella esta vez, se acerca tanto que pudo notar un lunar en su ceja; justo en el borde.

Un recordatorio mental intenta atarme cualquier palabra positiva que me gustaría decir en estos momentos.

—Contigo todo es tan genuino, tan real e intenso —expresa y una de sus manos toma su recorrido por mi abdomen.

Me estremezco, me escabullo en sensaciones cálidas y electrizantes que bordan mi piel. Mi respiración se erradica mientras desliza su mano con parsimonia hasta el centro de mi abdomen. Sus ojos en los míos: sugerentes. Sube, sube, y sube hasta mi pecho, justo en mi tatuaje... y directo al corazón.

Esto me está matando, pero no puedo ceder al descontrol. Carajo, la quiero a ella, todo y en todos lados. Su mano en la mía, nuestros labios fundidos, nuestra conexión activa y poderosa.

Mi cuerpo se mueve hacia ella recortando más la distancia y se curva hacia abajo, hasta su estatura. Voy a besarla, de verdad que lo voy a hacer sin miedo a consecuencias...

—Si sabes que, como sigas, no voy a poder detenerme. ¿Verdad?

—Tal vez al verme, lo hagas.

Frunzo el entrecejo, en desacuerdo. Voy a decir algo, pero se me adelanta:

—Lo sé, lo sé. Y sé lo que me dirás —suspira—. Nunca he provocado nada en los hombres, solo es eso.

Me encargo de que siga el camino que toman mis ojos, justo en mis pantalones. En esa área que hoy no está cooperando conmigo. Que palpita a su merced.

—Entonces yo no entro en ese montón de hombres —intenta retener una sonrisa pícara. Su piel roja como de costumbre.

—Tal vez tengo algo en lo que sí quieras entrar —sugiere con la audacia tomando partido en sus palabras.

Carajo. Contrólate, Stephen.

Sus ojos centellan un deseo que acobarda todas mis barreras. Esa distancia que al principio me insistí en forjar, ahora ya no existe. Tan dispersa como partículas sobre otra sustancia. Mi piel se eriza cuando me susurra al oído:

—¿Ahí si estás dispuesto a entrar?

—Carajo... —Un jadeo fugaz me sale de la garganta, tan marcado como estas ganas de sellar el día con un íntimo recuerdo. Aprieto su cuerpo al mío—: Solo si tú quieres, Anima.

A veces no soy tan fuerte, mucho menos cuando trae incrustada en la piel una valentía que arde. Utiliza su fuerza para arrinconarme al mueble de los instrumentos de viento. Mi espalda choca. Sí, me llevo una grata sorpresa con todo esto, pero de cierta forma me gusta.

Sus suaves manos en un interminable paseo por todo mi abdomen, estremeciendo todo a su paso. Muerdo mi labio para evitar que se me escape algún sonido, pero todo es en vano.

—¿Qué sientes, Stephen? —susurra, persiguiendo mi respiración—. ¿Qué te hago sentir?

El punto de partida no termina. Es como si no existiese ninguna cadena que reprima sus acciones. Libre de decir lo que quiere, y pensar en ella. En sus deseos. Porque la conexión inició hace tiempo, y a partir de ahí solo se extendió. Hasta llegar aquí.

Con ella todo estaba claro; mi sentir, mis sentimientos, mis deseos. Todo. Y me obligo a olvidar por estos instantes, a no pensar. Que solo esté ella.

Inhalo y exhalo.

—Todo, Anima —jadeo de nuevo cada sílaba, para guardar sensaciones—. Todo; intenso y severo. Irresistible y adicto. Tú me haces sentir...

Un nudo me embarca tan rápido como lo erradico. Mi piel clama por más de ella, y mis labios discuten su distancia.

Colton y todos dicen que lo deje fluir, que puedo hacerlo. Y eso intentaré.

Mi camisa va ascendiendo por mi torso; alzo las manos para ayudarle. La prenda cae al suelo en un segundo. Contiene la respiración y la expulsa en un suspiro. Por primera vez me sonroja el cómo me ve una chica. Sus ojos embarcan emociones.

—He recibido el mensaje de tus deseos —digo—. ¿Ahora sí me das el visto bueno? Fuera de esas fotografías.

—Lo has tenido desde esa mañana —expresa.

「༻ ☪ ༺」

¿Cómo van? Espero que les haya gustado este cap. 🥰

Ayyy, ansiaba porque llegara esta parte, y falta más, caray. Por ese lo dividí en dos jijiji

Su voto y comentario me ayudan mucho a seguir y saber cómo la llevo con esto.

¡Muchas gracias por leer!
📚🤎

¡Hasta el próximo!
~🕰️~

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