Prólogo

El óxido corroe la superficie de Marte, otorgándole sus característicos tonos de escarlata. La gravedad es ligera, el viento débil y la luz fría. Dos lunas iluminan levemente el cielo nocturno. Por el día, la temperatura asciende hasta los 273 Kelvin. Sin embargo, por las noches desciende hasta niveles insostenibles.

Evito pensar en ello y continúo mi marcha. Mis pisadas se quedan marcadas en la arena, que se alza y se arremolina para volver a posarse de nuevo en el suelo. Nunca había sido consciente de la cantidad de polvo que hay en este planeta. En las cúpulas de las colonias todo está pulcro. No atrevo a parar a descansar por la noche, si me quedo dormido y el traje se avería, moriré congelado o tal vez la baja presión acabe conmigo. O tal vez muera intoxicado. La atmósfera de Marte está conformada casi en su totalidad de CO2, mi traje utiliza un sistema similar a la fotosíntesis en las plantas para otorgarme el oxígeno, y devuelve mi CO2 al entorno. Pero en el momento que se averíe, puedo darme por muerto. Bueno, al menos sé que en ese caso moriré tranquilo.

El traje va suministrándome agua poco a poco, pero pronto mi estómago comienza a rugir por el hambre. Me doy cuenta de que pocas son las veces en las que he pasado hambre. Siempre teniendo la comida sobre la mesa o la posibilidad de darme un capricho entre horas. Sin embargo, no es la sensación del estómago vacío lo que me disturba, sino la debilidad que empiezo a sentir. Han ocurrido demasiadas cosas en tan poco tiempo que ni siquiera sé cómo continúo en pie.

Pienso en Eduna y una mueca se dibuja en mi rostro.

Son pocos los pasos que doy antes de tropezar conmigo mismo. Levanto la cabeza intentando sobreponerme del mareo repentino. Estiro los brazos dentro del traje y respiro profundamente.

Creo que lo mejor será darme unos minutos.

Así que eso hago, me siento en la polvorienta superficie de este planeta muerto y observo el cielo lleno de estrellas. Sonrío. Es tan bello... La luz tenue empieza a alzarse en el horizonte. Llega el día de nuevo.

¿Moriré bajo el sol naranja de Marte?

Me obligo a levantarme, a caminar un poco más. Me obligo a seguir adelante hasta que agoto todas mis fuerzas. A lo lejos creo ver el reflejo de una estructura gris. Estiro mi mano intentando alcanzarlo, pero pronto el agotamiento se apodera de mí.


Empezamos con la historia, ¿tenéis ganas?

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