7

Todos cayeron. Mew incluido. Descendiendo entre paredes subterráneas.

 Gulf volvió a gritar usando un poder aún mayor. Uno que venía desde lo profundo de su corazón. Su nariz sangró y como una venda alrededor de sus ojos estos cambiaron a color morado. Hizo una barrera invisible debajo de todos, impulsándolos de nuevo hacia arriba. Todos volaron, aún aturdidos. Sordos y ciegos a su alrededor. El impulso fue tan fuerte que sangraron de la nariz.

—Por favor, que estén a salvo. No mueran. — Gulf murmuró, hundiendo las rodillas en la grama. Las hojas del césped acariciaron sus rodillas como consuelo. Pronto se sintió falto de aire y fuerzas. Pero resistió. Apuntando a su mejor amigo una vez más. El lobo desapareció en cenizas, transportándolo a su casa. Devuelta al sótano. Gulf sonrió, salvando a su amigo. Los ojos regresaron a la normalidad. Saliendo de la posesión de la hechicería. Finalmente en control de sí mismo.

La sonrisa duró poco.

Pues su mente y consciencia se desvanecieron. Cayendo de costado al suelo. Afortunadamente, la madre de Jeff lo había seguido. Lo encontró en el césped y vio la temible escena de adelante. La magnitud del poder de Gulf la asustó. No era la magnitud de un brujo aficionado como él. Después de tragar grueso, se lo llevó con ella. Arrastrándolo de los pies.

Los policías se despertaron. Miraron alrededor confundidos. Los fourtracks estaban en perfecto estado mientras que ellos estaban tumbados por alrededor como hormigas desviadas. Se preguntaban qué había dividido la Tierra en dos y dónde estaba la bestia de Cloan. No había sangre ni ningún otro rastro. Era como si nunca hubiera existido.

Mew tomó asiento haciendo una inspección rápida de sus colegas, pero algo lo perturbaba. Y era que mientras era impulsado en el aire, durante ese corto lapso de tiempo, escuchó gritos. Mientras levitaba, había volteado hacia los gritos. Viendo la silueta de alguien apuntándolos. No logró ver bien. Sólo se le hacía familiar el tono de piel.

Hasta volver a caer. El golpe dolió, pero la silueta familiar de esa persona lo aturdió aún más. No quería pensarlo.

Mucho menos imaginarlo.

¿Pero era posible que un habitante prohibido los hubiera salvado?

.

.

.

.

Gulf despertó inhalando todo el aire que le faltó antes de desmayarse. Miró alrededor, encontrando a sus madres sentadas a los lados de la cama. Ambas tomaron sus manos cuando él desesperó. Recordándole dónde estaba. Recordando no temerle a su propio hogar. Ahí estaba a salvo.

—Mamás. Jeff.

—Jeff está bien, cariño. Lo salvaste. Su madre te trajo aquí.

—Qué alivio. — Reposó en los pechos de sus madres. Escuchando sus suaves latidos. Actuando como un niño porque sólo con ellas podía ser frágil. —Mamás... Casi asesino a los policías. Por poco mato a mi amigo. Quería detenerlos, sólo quería... — Lloró. Las madres lo interrogaron sin presión, queriendo oír el resto de la historia.

—La Tierra se abrió en dos. Todos iban cayendo a lo profundo cuando los logré salvar. ¡Pero! ¿Y si no lo hacía, mamás? Tengo miedo de mis manos, de este poder..., No lo puedo controlar y me asusta. Me asusta mucho, mamás. — Él ocultó las manos debajo de las axilas. Protegiéndolas a ellas de la magia. Las madres compartieron una mirada consternada, pero una de ellas lo alzó de las mejillas.

—Mi amor, tú no tienes por qué temer. Si tienes magia es porque tu corazón es igual de mágico. Eres bondadoso y especial. Libre de oscuridad. Tus manos han salvado la vida de muchos y salvarán más. — Ella suavemente sacó las manos del escondite y las besó. —Desde pequeño eras tan fuerte que nunca necesitaste libros de magia. ¿Sabes por qué creo que tienes esa fuerza? Porque tú lograrás cosas grandes. Eres un Spimpling. El amor corre por nuestras venas.

Gulf sonrió entre lágrimas. Él abrazó a su madre con más fuerzas. Pero una de las madres no lograba sonreír. Difiriendo en silencio. Desvío la mirada para no atraer sospechas, pero la que lo abrazaba notó la descomodidad ajena.

Las madres le recomendaron dormir. Perla se subió a la cama, acompañándolo. Gulf atrajo a Perla su pecho. —Gulf, sé que no es el momento adecuado y que soy una esponjosita relajante, pero apestas.

El moreno sonrió a medias. —Te soltaré en unos minutos, bola esponjosa.

—Ja. Chistosito.

.

.

.

.

.

.

Al día siguiente, Gulf fue oficialmente añadido al equipo de porristas. Junto a Jeff. A las cuatro de la tarde se encontraban en la cancha practicando la coreografía de la semana. Aún estaban en probatoria y para superarla, debían hacer una coreografía.

—¿Cómo está Mew? — Jeff preguntó. Ambos copiando los movimientos de Song, la entrenadora.

—Esta mañana no lo vi. Habrá tenido el día libre porque no salió de la casa. Debo visitarlo en la tarde. ¿Cómo estás? — Señalo con el mentón el brazo 'herido' que ahora lucía como nuevo.

—Todo bien. Regeneración veloz.

—¡CHICOS! — El aplauso de Song resonó por el resto de la cancha. Todos pararon cabizbajos. Pero los ojos de la hija del diablo miran únicamente a Jeff y a Gulf. Quiénes no temen en mirarla igual de desafiantes. Ella se acerca, cauta como gata. Manos ocultas detrás de la espalda. —Se apuntaron para bailar no parlotear como gansos en celo, zorras.

—Bueno. Al menos los gansos son elegantes. — Jeff respondió para atrás. Gulf contuvo la risa. Ganándose una mala mirada de Song. Jeff también se contuvo, pero que su amigo se riera era contagioso. Siempre perdía el control cuando él reía. Song les pidió buen comportamiento y al voltear latigo sus rostros con su cabello. Ella usaba la típica ropa de chica mimada: un suéter gris abierto en el pecho, camiseta verde aceituna adentro con un collar costoso, joggers del mismo color y tenis. Ella volvió al centro de la cancha, empezando de nuevo la música en la radio.
El dúo de amigos rodaron los ojos mientras volvían a bailar.

Cuando las puertas de la cancha se abrieron con la presencia de una estilosa mujer en traje blanco y cabello corto. La mujer iba acompañada de dos secretarias vestidas en negro e igual de hermosas. Era la actual presidente de Tailandia. La mujer que mantenía a los habitantes prohibidos a raya.

—¡Presidenta! — Song respetó. La mujer sonrió.

—El partido es la semana entrante, pero quería ver a mis hermosos animadores. Espero no importunar.

—Por supuesto que no, presidenta. Usted jamás.

La presidenta rio. Observándolos de línea en línea hasta posar su mirada en Gulf. Ambos curiosos por el uno al otro. Gulf siempre se ponía nervioso con los políticos. La mayoría eran personas viles únicamente centrados en matar brujos. A Jeff le daban igual. Estaba en contra de la política entonces las miraba como donnadies.

—Quiero regalarles camisas con mi partido. No voten por nadie más en la reelección, por favor. — La presidenta anunció. Aquellas secretarias sacaron camisas de los canastos, dándoselas a cada individuo. Cuando una le ofreció la camisa a Jeff, el gótico se negó.

—No creo en los políticos. Lo siento. — Comento sin una pizca de sentimiento.

La secretaria le aventó la camisa al rostro y Jeff expresó con la mano: 'Para qué tengo boca si caso no me hacen.' Bajó la camisa con lentitud, observando a Gulf coger la camisa con tranquilidad. Siempre era tranquilo.

—Bien. Eso es todo. Muchas gracias. Éxito en su práctica animadores. No puedo esperar a verlos allá.

La mujer brincó de hombros tierna. Yéndose con las secretarias. Song sonrió por breves momentos antes de ser El Monstruo De La Perfección. —Ok, muñecas. Hora de continuar. — Chasqueó los dedos, volviendo a empezar la música. Todos resoplaron agotados, pero continuaron.

.
.
.
.
.

Mew volvió al bosque de ayer. Se colocó guantes de plástico e investigó el césped del área en el que vio a la persona. De cuclillas alejó todo tipo de irrelevancias hasta encontrar una gota de sangre en una hoja.

Alguien sí estuvo ahí.

Él sacó una bolsa de plástico y adentró la hoja con sangre. Llevó la hoja a Forenses para análisis de ADN. Luego regresó a la casa. Encontrando a Gulf tocando en su puerta. Parecía haber tocado desde hacen minutos pues buscó la presencia del policía en las ventanas. El policía aún estaba inseguro de su presencia, pero lo encontró tierno. Lo llamó en orden de que no perdiera esperanzas y el joven volteó con una sonrisa.

—Perdona, Mew, no quería importunar.

—¿Bromeas? No me molesta en nada. ¿Todo bien?

—Escuché lo del bosque en las noticias. Me preocupé y te compré ungüento por si estabas herido.

—Gulf, no tenías qué. — Mew sonrió al ver la bolsa en sus manos.

'Que no se dé cuenta que sólo molí hierbas curadoras y las metí en un frasco profesional.' Gulf pensó. Mew miró la casa de Gulf. Nunca le preguntó cómo se rompió la ventana de su habitación. Ahora que lo pensaba, eso había sido sospechoso. Sin embargo, indagar requería métodos meticulosos.

—¿Cómo fue que se rompió tu ventana, Gulf?

—Uh... Lancé una pelota en mi exploración de ser jugador o animador. — La mentira fue automática. Le salió del alma. El policía sonrió, dejándose llevar. Porque camarón que se lo lleva la corriente, camarón que descubre la verdad.

—¿Quieres que la arreglemos?

—¿P–Pero cómo?

—Primero tomaré las medidas de tu ventana.

Gulf pudo haberla arreglado con magia, pero las mamás le habían dicho que esperara porque reponerla de un día para otro habría sido sospechoso. Ahora le alegraba no haberla repuesto.

Fueron a una ferretería con las medidas de la ventana. Mientras buscaban lo que necesitaban comprar, Gulf se desapareció. Mew miró alrededor, llamándolo por su nombre.

—Yo no soy Gulf, — El moreno apareció, girando de verse en un espejo largo, con un destornillador como bigote. —Soy Gulfdracúla.

El policía rodó los ojos. —Pues yo no soy Mew, — Recogió algo agachado y se levantó con los ojos dramáticamente grandes. Formando una cruz con destornilladores. —¡Soy ConstanMew!

Ambos rieron. Luego, en momentos de paz y tranquilidad, Gulf correría con el carro de compras. Usándolo como patineta callejera. —¡Alto ahí! Queda arrestado. — Mew decía mientras lo perseguía. Se comportaron como niños pequeños por toda la tienda. A nivel que amenazaron sus cráneos con martillos y sonidos dramáticos. Hasta los niños de alrededor los miraron raro.

¿Quién diría que una ferretería podía ser un lugar tan divertido? Al menos para ellos lo fue.

Cuando volvieron a la casa, Mew dejó su ventana como nueva. Gulf observó todo desde la cama. Él aplaudió tan pronto terminó. El policía se sentó a su lado en la cama, abriendo la lata de Coucola que Gulf le ofreció. Ambos bebieron de sus respectivas latas. —Muchas gracias por ayudarme, Mew. No has hecho más que ayudarme desde que te conocí.

—No es de menos. Tú también me has ayudado con el caso.

El brujo se encogió de hombros. Sonrojado, pero indefinible. El policía desvió la mirada. Aún pensando en el individuo del bosque. Su parecido con Gulf. Todo era extraño.

—Oye, ¿Y qué hiciste con la pelota?

—¿La pelota?

¡Rayos! Siempre me mete en problemas.

—Ah, sí, la pelota. Está aquí. — Gulf se bajó entre sus piernas, alcanzando una pelota debajo de la cama. Una pelota creada con magia. La sostuvo con un sólo dedo, haciéndola girar.

—Vaya. Qué guay.

—¿Puedes hacerlo?

Mew tomó la pelota e intentó hacer el truco dos veces. En la segunda abrazó la pelota antes de que se le fuese. —Siempre se me dio fatal hacer malabares.

—Mm. Los malabares son diabólicos.

Ambos se mantuvieron la mirada otra vez. Dejando de reír y sonreír. Sintiendo esa atracción otra vez. La atracción que ambos eludían pero que venía día tras día.

Mew recibió una llamada.

Congelando la atracción una vez más. El policía se disculpó con el anuncio de una llamada urgente. Gulf accedió.

El policía entró al baño de la casa. —Dime, Ciize.

—Forense tiene el resultado de la muestra que me diste. ¿Dice que es de alguien llamado Gulf Spimplings?

La sangre de Mew se congeló. Él miró la puerta sobre un hombro. Demasiado conmovido para hablar.

Todo ese tiempo.
Desde que lo conoció
Hasta ahora.

¿Había estado ayudando a un habitante prohibido?


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top