2

(Minutos Antes De La Maldición)

Song, Gabriela y Vanya se reunieron en la habitación de Engora. La madre, aunque afligida, les permitió la entrada a la habitación de su mejor amiga. Los retratos enmarcados de Engora junto a las porristas, las polaroids de Engora junto a sus padres, sus primos convertidos en demonios con lápiz labial rojo. Sobre la cama yacían peluches tiernos. Pósteres de las artistas más icónicas del momento decoraban sus paredes. El suelo estaba cubierto por un tapete frondoso y peludo. Los trofeos de porrismo colgaban en la pared derecha.
—Ay, Eng, los trofeos que aún nos quedaban por ganar. — Song honró.

—Las dejaré solas. Estaré cerca por si necesitan algo.

—Gracias, sra. Miller. Por todo. — Gabriela agradeció.

La mujer se fue.  El grupo de tres intercambió miradas. Todas temerosas. —¿Qué esperamos? Hagámoslo. Démosle justicia a Engora. Sabemos quién es el asesino. Es Gulf. ¿No había heridas, hematomas ni nada? La pregunta habla por sí sola. — Se sentaron en el suelo. Haciendo un círculo. Vanya arrastró la mochila de su espalda a su estómago, dónde sacó un viejo libro de hechizos. Las demás ahogaron un gemido, Gabriela preguntó de dónde lo sacó.

—Dark web. Oferta económica. — Presumió Vanya como si hubiese ido de compras ayer. —Saquen sus impresos.

Gabriela y Song sacaron una página con frases en latín.

—Vamos a conjurar a Spimplings a una vida de eterno sufrimiento, perras. — Vanya dijo, colocando el libro en el centro con la página adecuada.

—¿En serio debemos ir tan lejos? — Gabriela preguntó.

—Perra, ¿Quieres venganza o no?

—La verdad sólo quería llevarme el peluche que jamás me devolvió.

—Zorra.

—Gracias.

—Chicas, concéntrense.

Vanya sacó una navaja fucsia de la mochila. Dibujo una línea en la palma de su mano y dejó caer la sangre en la página del libro. Le dijo a las chicas que les tocaba hacerlo. Las demás la imitaron. Conforme leían, en sus pijamas cortos y camisetas sin mangas, Vanya se equivocó en la última palabra.

—¡VANYA! — Gritaron todas.

—¡Ay, perdón!

—¿Ahora tendremos que repetir la oración? — Gabriela preguntó.

—¡Ugh, qué fastidio, chicas! ¿Por qué no podemos hacer nada por nosotras mismas?

—Oh, sí que hicieron algo. — Un hombre de piel azul, cabello negro en picas y pequeños cuernos aparece al lado de Song. Él usa converses y tiene un increíble six-pack. Con una cola puntiaguda al final.

—¡Hola, chicas! ¿Me comparten su facial?

—¡Pero qué mierda! ¡Qué. Carajos. Eres. Tu.!

—Corrección: Quién. Lo crean o no. Soy un ser vivo. No algo. Y ustedes están siendo unas chicas muy traviesas. A ver, ¿Qué les hizo Gulf a ustedes?

—¿Existir? — Vanya medio respondió.

—Pues muy mal. Aprenderán a no hacerlo otra vez. — El hombre chasqueó los dedos y todas arquearon las espaldas. Hipnotizadas a estar así. Todas gritaron horrorizadas. El hombre se inclinó sobre Song para besarla y Song gritó en su boca, pero al rato se calmó y lo consintió. Las demás gritaron cuando al retroceder, él le quemó la lengua.

—Luego van ustedes, chicas. — Él les guiño el ojo con una encantadora sonrisa mientras encendía un cigarro entre sus garras granate.

La hipnosis acabó y las otras dos corrieron a la puerta, pero la puerta activó su seguro.

—¡No! ¡Debemos salir de aquí!

Gabriela gritó, pero sintió algo baboso rodear su talón y al mirar abajo vio la cola del hombre en su pie. Él la arrastró por el suelo mientras ella decía: 'siempre soñé con tentáculos, pero no asííí' y Vanya continuó gritando hasta ser rodeada del cuello con la cola y volada por la habitación.

Cuando la sra. Miller entró a la habitación preguntando qué pasaba, las chicas salieron corriendo y la mujer gritó de espanto al ver el libro ensangrentado en el centro de la habitación, la cama rota y los trofeos caídos. El esposo corrió a ver y maldijo a las porristas por el desastre que habían ocasionado.

...

Los dedos de Gulf volvieron a la normalidad. —¿Qué rayos...? — Él murmuró, revisando su mano.

—De nada, princípe. Te salvé. — Aquel sabueso infernal apareció frente a ellos.

—Ugh, Spike. ¿Qué haces aquí? — Perla preguntó, sin soportarlo.
—Salvé a mi chico. Como siempre.

—Nunca seré tu chico, Spike. Ahora dime qué pasó. — Gulf exigió respuestas. Spike se sentó en el techo, boca abajo.

—Las amiguitas de Engora compraron un libro de hechizos online. Te estaban maldiciendo.

—¿Qué? Pero... la magia está prohibida. ¿Nadie las vio?

—Dejaron el libro atrás. Es probable que los Miller las acusen de brujería. Pero note algo extraño, princípe.

—Cuéntame.

—El director de tu escuela estaba afuera de la casa. Mirando la habitación de tu acosadora muerta. En ningún momento se bajó del auto y se fue en cuánto las chicas salieron corriendo.

Spike se dejó caer como una bola de baloncesto y se enderezó antes de tocar suelo. Se rasgó la nuca. —No lo sé. Es sospechoso.

—Demasiado. Qué hacía el director ahí. Bueno, qué hago yo pensando en esas cosas. Gracias, Spike, por salvarme.

—Tú me salvaste primero entonces estamos a mano. Eres un ángel vestido en ropa negra con autoestima de fracasado. Cuánto me encantas.

—Ya baja de esa nube, amigo.

—Tú eres mi nube, príncipe.

—De todos modos, ¿Qué sigues haciendo aquí? Tu ausencia en el inframundo es notable, Spike.

—Mm. A veces odio ser hijo del rey del infierno. — Spike se cruzó de brazos mientras Gulf se lavaba las manos en el fregadero.

—Si no tienes escuela escuela hasta la próxima semana. Tú y yo podríamos ir a cenar... — Spike coqueteó cerca de su oreja. Gulf chasqueó los dedos, enviándolo de regreso al infierno. El humo que Spike dejó atrás era un gigante corazón que Gulf deshizo con una mano. Escuchó el sonido de un camión pesado entonces miró hacia afuera desde la cocina.
Alguien acababa de mudarse a la casa de enfrente. La habían puesto a la venta el año pasado y nadie la había comprado hasta ese momento. ¿Quién podría ser?

Perla subió al lavamanos. Igual de curiosa.

—¡Nuevos vecinos! Espero que sean agradables. — Sonrió esperanzada. La idea de tener nuevos vecinos no la hacía feliz. Era difícil ocultar ser un hechicero con más personas alrededor.

Una notificación alcanzó su teléfono y al sacarlo del bolsillo encontró un mensaje de texto.

CLASE 2024:

LAS CLASES CONTINUARÁN DESDE EL MIÉRCOLES EN ADELANTE. SE HARÁ UNA CONMEMORACIÓN A LA ESTUDIANTE QUE PERDIMOS Y LA LLEVAREMOS EN NUESTROS CORAZONES.

—¡Mierda! ¿Ni con una muerte suspenden las clases? ¡Hay un potencial asesino, psicópatas!

—No te importa el asesino, Gulf. Te importa no tener tiempo para ti mismo. — Perla dijo.

—Pensamientos que no dije en voz alta, pero que se entendieron.


•••

Miércoles

Gulf está en la escuela sacando un libro del casillero cuando al cerrar, el director está frente a él.
—Director. — Pegó un brinco. —Buenos días.

—Lo siento. No quise asustarte. ¿Podemos hablar en mi oficina, Gulf?

Gulf miró sobre su hombro y el policía del lunes se encontraba en un aula vacío invitando estudiantes a pasar para interrogarlos. Gulf sintió un fuerte pesar en el estómago, pero acudió a la Oficina del Director.

—Srto. Spimplings. A diferencia de los demás sólo ha estado en esta oficina dos veces: en tu ingreso y en tu continuidad. Eres un buen chico. Pero te relacionan con la muerte de Engora. ¿Puedo preguntar por qué?

—Engora me molestaba. — Gulf escondió los dedos bajo las mangas. —Ella y las porristas me acusaban de ser un habitante prohibido.

—¿Y lo eres, Gulf? ¿Descargaste tu ira en ella silenciosamente?

—¿Me está acusando? Por supuesto que no. Jamás haría algo tan cobarde. Yo ya contraataque. Siguiendo adelante. Pero a todos les molesta que sea inocente.

El Director asintió, pensativo. Manos debajo del mentón. Abrió la boca para hablar cuando alguien tocó en la puerta. —Pase, oficial. — El policía obedeció con un saludo silencioso y se detuvo al lado de Gulf. Gulf miró sus zapatos. Aún molesto por la acusación.

—Señor, nos acaban de llegar los informes del forense. Dicen que los rasguños se los hizo ella misma según la carne en sus uñas, pero que murió de un infarto al corazón. Aún no nos explicamos cómo su pierna estaba torcida ni por qué estaba en ese lugar.

—... De acuerdo. Qué pena lo de esa chica. Uh, oficial, ¿puede revisar la casa de Gulf Spimplings?

—¡¿Cómo dice?! ¡¿Por qué?! — Gulf gritó.

—¿Por qué motivo, señor? — Mew preguntó, también consternado.

—Las porristas creen que ella tuvo algo que ver. Ellas recientemente están suspendidas por haber practicado magia, pero tanta convicción me hace dudar. — El Director miró al chico y este se levantó. El joven miró al policía.

—No pueden revisar mi casa sin razón, ¿verdad?

—Uh... Hay una razón. Lo que no hay es permiso...

—Dios. Pensé que usabas ese uniforme para ayudar. Qué tonto fui en creer que tú eras diferente. Anda. Revisa mi casa. De todos modos no encontrarán nada. — Gulf lo empuja del hombro, largándose de la oficina. El policía lo miró con la misma sensación de traición que el día que la conoció. Él solo seguía órdenes... pero quería creer en Gulf. La desconfianza en esa chica era tan brutal que parecía forzado.

—Seguiremos investigando. Gracias, Director. — Mew partió. El Director lo siguió con la mirada.

•••

Gulf corría a la salida cuando tropezó con alguien y cayó sobre esa persona. El individuo se había agarrado a sus brazos entonces ambos agonizan. Cuando Gulf miró abajo, vio al gótico de la escuela. Ese que solía ser su amigo. Ambos sostienen la mirada.

—Lo siento. — Gruñó Gulf, huyendo. El gótico se apoyó en sus manos sin dejar de mirarlo. El policía llegó al gótico, hiperventilando. Quería hablar con Gulf, pero él era veloz.

—¿Estás bien? — Mew le ofreció una mano.

El chico se paró por sí mismo  y se ajustó la maleta en su hombro. Miró mal al policía antes de irse. —Ok. Es callado. — El policía suspiro, volviendo a correr.

Ninguno notó al alumno designado como fotógrafo del anuario escolar. Un chico de recorte de hongo y ropa holgada. Revisó las fotos tomadas en su cámara. Todas sobre Spimplings corriendo y los policías en la escena del crimen.

Alguien le arrebató la cámara y él estaba a punto de quejarse cuando vio de quién se trataba.

Era ese gótico. Amenazándolo con los ojos.

—Escribe que Gulf es la asesina en tú próximo noticiero de mierda y desearás no haber nacido.

El  fotógrafo trago grueso y obtuvo la cámara devuelta.

•••

El policía fue al banquillo del lunes y encontró a Gulf ahí. Abrazando sus rodillas con la cara hundida entre ellas. El policía tomó asiento. —No revisaremos tu casa, Gulf. Sólo le dije lo que él quería oír.

—Sí la revisarán una vez que se lo pida a tu supervisora. — Lloró. —Antes no era el centro de atención y ahora todos me creen un brujo. ¿Por qué? No les hice nada.

—El mundo es así de cruel, Gulf. Te odiarán por ser bueno. Nunca por malo.

Gulf alzó la mirada. Lloroso. —Sé que es tu obligación desconfiar de todos, ¿pero de verdad me crees un asesino?

—... No. Yo no desconfío de ti, Gulf. ¿Quieres un helado?

Él se limpió las lágrimas. —¿Sólo piensas en helado?

—¿Por qué no? ¡Es rico!

—¡¿En serio?!

—Lo es.

Él rio y el policía también.

•••

Durante la noche, la televisión de la Sala de estar estaba encendida con noticias: "Noticias de Último Minuto: Una bestia aterroriza las calles de Cloan. Según los rumores es demasiado rápida para captarla en cámara y que no pertenece al zoológico debido a su tamaño. Más noticias pronto–" Las mamás de Gulf apagaron la televisión diciendo que irían a dormir.

—Síí. — Gulf les deseo buenas noches. Al paso de segundos, en el silencio, Gulf escuchó unos pasos fuertes pasar su casa de largo. Él miró la ventana frente a él. No había nada.

Continuó haciendo la tarea hasta que la ventana de detrás voló en pedazos. Una enorme bestia entró por ellas. Primero en cuatro patas. Luego se paró en dos. Gris, con orejas puntiagudas, rostro y garras de lobo. Gulf se hizo pequeño en su silla mientras que Perla se escondía detrás de él.

Gulf miró la estantería y la hizo caer sobre la bestia con magia. Apuntó las ramas de afuera y las estiró para atar a la criatura, haciéndola levitar hasta crucificarla frente la ventana. La criatura gruño.

Pero Gulf la desafío con la mirada. Apretando las ramas en sus extremidades.

La criatura lentamente adoptó la forma de un hombre y reveló el rostro de Jeff Arka — desnudo y abatido.

—¡Jeff! — Gulf retiró las ramas. Corrió a él y lo atrapó en brazos. Ahora ambos de rodillas.

—El director... Puso algo en tu habitación. Puedo... Olerlo. — Murmuró con fragilidad. —Debo sacarlo de aquí para que no te lastimen... — Tosió.

Gulf agrandó los ojos, pero acarició su cabello. —Ya estás aquí. Yo te cuidare. Duerme. — Tranquilizó.

Gulf no sabía que su antiguo mejor amigo era una bestia de cuatro patas ni que, tras todo este tiempo, aún se preocupaba por él.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top