10

Bible, Jeff y Gulf fueron a la casa de Song. Tocando en la puerta trasera tal como les fue indicado. Implorando en sus mentes no ser recibidos por los padres de la porrista. Miraron a su alrededor y no vieron a nadie.

Repullaron cuando la puerta se abrió, pero sus plegarias fueron respondidas. La ostentosa mujer los invitó a pasar. Subiendo sigilosamente las escaleras con vista a los consternados padres en la Sala de Estar quiénes discutían el nuevo tema del sacrificio. Frente a la fogata artificial del hogar.

Una vez se encerraron en la habitación, Gulf cuestionó sus intenciones cuando recibió un inesperado abrazo. Tan reconfortante como la luz en las tinieblas. Cálido y ameno.

Él quedó mudo.

—Los padres de Gabriela y Vanya vieron tu noticia y ellas me llamaron. Las salvaste. Muchas gracias, gracias, gracias Gulf. ¿Por qué? después de todo lo que te hicimos.

Lentamente retrocedió. Mirándolo a los ojos con lágrimas en los suyos. Gulf tragó grueso. Esta era una imagen que nunca pensó ver. Song JAMÁS lloraba en la escuela. Era imposible verla llorar.

Era la Olaf de Regina George. O eso ella aparentaba.

Con un respiro profundo, disipó sus lágrimas con los pulgares y la sostuvo de los brazos. —Porque nadie merece morir de esa manera. Ni siquiera tus amigas. Sin importar lo que me hayan hecho.

—Yo sí fui mala. Hice mal al dejarlas morir.

—Sí lo hiciste. — Jeff concordó desde detrás.

—Jeff.— La advertencia de Gulf lo hizo rodar los ojos y seguir vagando en círculos. Bible lo seguía, tratando de darle palmadas al hombro. —Al fin de cuentas, creo que lo hiciste para sobrevivir. — Gulf concluyó. Tratando de hundir todo el odio en su interior. Song sonrió a medias.

—Hablando de amistades, ¿Quién es el que actúa como perro? — Song apuntó sobre su hombro, disgustada.

—¡Oh! Es un brujo redimido. Trabaja como perro policial para pagar sus crímenes. Es de los buenos. No se van a quedar aquí por mucho tiempo.

—Bien porque sólo planeaba que fueras tú.

—Yo me quedaré en caso de que deba protegerlo de ti. — Jeff reapareció desde detrás. Amenazando a la porrista con los ojos. La porrista le rodó los suyos.

Durante el resto de la noche

Song se apoyaba en la cabecera, cruzada de pies. Gulf yacía junto a ella y Jeff al otro lado. Bible dormía en el suelo siguiente a la cama.

Todos usaban pijamas femeninos. Era lo único que había en el armario.

Usaban la misma máscara facial mientras que Gulf le pintaba las uñas de los pies sin manos. La magia actuaba por sí sola. Contentando a Song. —Dios. La magia tiene sus beneficios. — Ella concordó.

—Así es.

—Lástima que seas una bruja no mágica. Bueno, estos faciales son casi mágicos. Mi piel se siente suave desde ya. — Jeff toca sus pómulos como damisela metiendo los pies en agua helada. Luego sonríe y permanece quieto.

—Por cierto, ¿Tienen novios o les gusta alguien de la universidad? — Cuánto le encantan estas conversaciones a las porristas. Compraban revistas sólo para llenar este cuestionario.

—No me gusta nadie. — Jeff contestó. Rápido.

—A mí me gusta alguien que no está en la Universidad. Él ya tiene un trabajo y es muy amable. Le encanta ayudar a los demás. Le gusta creer en aquellos en quienes nadie cree. Hace el bien en un mundo de errores. La persona que me gusta suena celestial pero no es digna de adoración. Es simplemente un humano común y corriente con atributos bíblicos.

Gulf no se percató de cómo lo miraban los demás. El amor era tan grande que él se hipnotizó con sus palabras. —Vaya. ¿Y esa persona lo sabe? — Song jugó. —¿Se lo has hecho saber?

—Hemos tenido momentos. Pero no le he dicho. Ni siquiera nos hemos besado.

—¿Él sería tu primer beso?

—Mjm. Aunque... creo que no le va a gustar mi inexperiencia.

—¿Bromeas? A todos les encanta eso. Puedes practicar si quieres. — Song se quitó la máscara facial. Luciendo una piel tan tersa como la porcelana. Gulf y Jeff también se quitan las máscaras.

—¿Practicar? — Gulf preguntó curioso. —¿Con qué, el espejo? Nadie querrá practicar conmigo.

—Yo he practicado con las porristas. Ahora eres miembro de la comunidad. Nosotras nos ayudamos entre sí. — Ósea que a saber cuántas porristas ha besado la Olaf de Regina George.

Jeff se arrodilló frente a Gulf, haciéndose más alto. —Puedes practicar conmigo. No dejaré que ella te bese. — Miró molesto a la porrista.

La porrista le agradeció al pintauñas mágico. El objeto asintió, regresando a dónde pertenecía. —Bien. Ambos son animadores. Enséñale a tu amigo cómo besar.

—Eres mi amigo, Jeff. No tienes por qué hacerlo. — Gulf rio nervioso.

—Al contrario. Debo hacerlo porque soy tu amigo. — Jeff acarició sus mejillas y lentamente lo atrajo a él. El brujo cerró los ojos, dejándose llevar.

Hasta ser besado por el lobo. Sus labios eran suaves y ardientes. Gulf aún no se acostumbraba al beso, pero respondió con uno tímido. Seguido de otro.

El lobo otorgó besos feroces y suavemente sujetó la nuca ajena. Manteniéndolo quieto. Rodaron lenguas, masajeándolas una sobre la otra hasta el lobo ganó.

Al terminar, ambos respiraron agitados y un hilo de saliva se cortó entre ellos.

—¿Besé bien? — Gulf preguntó, buscando la aprobación en sus ojos.

—Más que bien créeme. — Jeff sonrió, limpiándole los labios con el pulgar. Entonces miró a Song.

—¿Le enseñé bien?

—Ambos fueron sexis. — Ella aplaudió. Aprobando la lección. —Si el policía no se derrite con eso, él se lo pierde.

Todos rieron. Los amigos volvieron a mirarse con sonrisas. —Gracias, Jeff. Pero que no se repita otra vez.

—No lo hará.

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Mew está en la celda de la comisaría. Él juntaba las palmas y brincaba una rodilla en constancia. Miraba alrededor, pero todo lo angustiaba. Esperaba que el brujo encontrará refugio. No quería que lo sacrificarán como le harían a él luego de interrogarlo. Ciize llegó a la celda. —Vamos a la sala de interrogatorio. — Ella intentó ser fría, pero le era imposible. Mew era el único buen compañero de trabajo que tenía. Ambos se trataban como hermanos. El pelinegro no la juzgó por intentar. Simplemente obedeció.

En la sala de interrogatorio aguardaba la supervisora. Quién también lucía decepcionada. —Te haremos una serie de preguntas y puedes guardar silencio, pero no servirá de nada. Sólo implicaría que lo que vimos es lo que es. Y así sería tu sacrificio. ¿Desde cuándo sabías que Gulf era un brujo?

Mew guardó silencio. La supervisora suspiro y cambió de pregunta. Ciize a su lado también se consternó.

—¿Encubrías al asesino de Engora Miller?

—Él no asesinó a Engora Miller.

—¿Con qué evidencias lo alegas?

El pelinegro volvió a guardar silencio. La tensión en la sala aumentaba junto con los latidos de todos. La supervisora esperó hasta cambiar de pregunta. Ninguna recibió respuesta entonces la supervisora se rindió. Ciize no quería perder la esperanza en él. Era demasiado pronto para rendirse, pensaba ella.

—Sólo dinos que fuiste obligado, Mew. Que te obligó a protegerlo. ¡No tienes que morir protegiendo a un brujo!

Los ojos del policía la hicieron ahogar un gemido. Él ya no soportaba los prejuicios de sus compañeros. Mucho menos la injusticia a la que lo enlazaban. —El día en que el bosque cayó, él nos salvó. Si llegué lejos en la investigación ha sido porque él me ayudó. Quiere limpiar su nombre a la vez que quiere ayudarnos. NADIE lo obligó hacer eso. Y así es como ustedes le pagan. Dios, no necesito ser un brujo para darme cuenta de que mi especie nunca cambiará. El temor al buen ignoto es lo que nos matará.

Compartieron una consternada mirada. Pero dedujeron que ya no harían más por él. —Regrésalo a la celda. Déjenlo ahí hasta que atrapemos al bruj–

Una mujer entró, repitiendo lo último en forma de pregunta. Voltearon y las policías se pusieron de pie como muestra de respeto. —Alcaldesa. — Dijeron a la vez. La alcaldesa sonrió antes de posar al lado del policía. Agarró un puñado del cabello del policía y lo tiró hacia atrás.

—Deberíamos sacrificarlo. Si el brujo es su amigo, aparecerá. Así los atraparemos a los dos, detectives.

Las mujeres lo pensaron. No querían sacrificar al oficial tan rápido. Pero la alcaldesa tenía poder sobre todos.

—Sí, alcaldesa. Tiene razón. — La supervisora dijo.

—Bien. Respecto a las madres del chico, conozco la manera de sacarlas de su escondite. — La mujer anunció con una sonrisa maquiavélica. La policía más joven preguntó dónde estaban escondidas.

—En la casa de todos los brujos. El infierno.

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Jeff reía travieso mientras se besaba con Bible en el baño. Tumbado sobre las losas con el sabueso encima. El lobo se aferró a su amplia espalda y rodeó su cintura con las piernas, empujándolo más adentro. Ambos completamente desnudos con la ropa tirada al azar. —Sí, eso es. Así. Más rápido. — Gemía. El sabueso lo besaba al rostro y proseguía, cuidadoso de no lastimarlo.

El pelilargo se mordió una sonrisa y volteó, mirándolo sobre el hombro. Alzó su trasero a por más. —Quiero que lo hagamos como los animales que somos.

Bible se sorprendió, pero volvió a entrar en él, calentando su espalda y lamiendo su lóbulo izquierdo. —¡Mgm! ¡Sí! SÍ.

Gulf había despertado con el alboroto entonces miraba el tejado preocupado. Quería ver al policía. A su familia. A Spike. Todos estaban tan lejos de él. Y por alguna razón sentía que Conrad estaba más cerca a él. 



NOTITA DE AUTORITA: Quería un capítulo provocativo y pienso que este lo fue jajaja. Espero que les haya gustado y, bueno, la novela está en su recta final. Hasta ahora ha sido la aventura más larga que he disfrutado escribir. Perdonen la tardanza, últimamente no he estado de ánimos. Pero ustedes siempre me inspiran, lunitas soñadoras. ¡Nos leemos y cuídense muchito!

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