Dulce navidad
—Dana, ¡ven aquí que hay que vestirte!
—¡Ño!
Después de muchos años, la familia volvía a reunirse para pasar celebrar una mágica Navidad.
Dana, la hija de Cristofer y Alex, huía por las habitaciones de la casa tratando de evitar que su abuela le pusiera el vestido de tul que sus padres habían elegido para esa noche tan especial; era hermoso, pero se le hacía muy incómodo para jugar o esconderse. Finalmente llegó al comedor y su pequeño cuerpecito le permitió ocultarse bajo la mesa, la zona segura a la que su abuela nunca podía llegar por asuntos de edad. La mujer refunfuñó, golpeando el pie contra el suelo mientras la niña se mofaba de ella desde su rinconcito.
—Mamá, ¿qué pasa? —preguntó Lucas, su hijo menor, al ver a su madre con el rostro enrojecido y el cabello enmarañado.
—Ya van a ser las siete y Dana no quiere vestirse, ¡mira nada más!, ¡está descalza y llena de tierra por revolcarse en el patio!
Lucas soltó una carcajada, se agachó y espió a la niña, corriendo el mantel que cubría la mesa hasta los pies. Dana esbozó una sonrisa amplia cuando vio a su tío, y rápidamente gateó hasta sus brazos.
—Dana, no hagas renegar a la abuela —le dijo, besándole la mejilla con ternura—, si te portas mal, papá Noel no te dejará ningún regalito. Vamos a lavarte esa cara y a vestirte.
—Ajá, con tu tío sí que vas, ¿verdad?
La niña la miró con sus ojos brillantes y pícaros, a lo que Norma sonrió, haciendo un gesto negativo con la cabeza.
Lucas se encargó de bañar a la niña y, luego de persuadirla con algunos caramelos, logró ponerla en aquel vestido pomposo y adorable que sus padres se habían encaprichado en comprarle. Peinó su cabello rubio, armándole los rulos con los dedos, y le colocó un lazo celeste con una moña al costado. La pequeña se veía tan adorable que parecía una muñeca de porcelana, pero se notaba incómoda entre tantos volados.
Lucas la cargó en brazos y regresó al comedor, donde Norma preparaba la mesa con ayuda de Santiago. Cristofer y Alex estaban en la cocina, terminando de preparar las ensaladas.
—Aprovecha para sacarle todas las fotos que quieras, porque dentro de un rato le voy a sacar este traperío, ¿oíste, Cris?
La pequeña de casi dos años chupaba su chupete y miraba a todos con atención.
Cristofer se acercó a ellos, cargó a su hija en brazos y la besó.
—Se ve tan linda, ¿por qué quieres cambiarle el vestido?
—¡Porque está incómoda! —exclamó Lucas—, a duras penas puede moverse, pobrecita.
Cristofer chasqueó la lengua, volvió a besar a su hija y la devolvió a los brazos de su hermano.
—Pobre Dana, ¿tus papás tienen problemas con los volados, nena? —Santiago se acercó a Lucas, le dio un suave beso en los labios y cargó a la niña, quién extendió los brazos al verlo acercarse—. Llegué justo a tiempo para el espectáculo —comentó con una sonrisa.
—Te ves lindo —admitió Lucas, mirándolo con una sonrisa coqueta.
Santiago llevaba puesta una camisa de color rosa viejo y un pantalón negro de vestir. Se había dejado crecer un centímetro de barba y llevaba el pelo cuidadosamente recogido hacia atrás.
—Gracias, tú todavía no te vestiste, bebé. Gigi y los demás van a llegar en media hora.
—Es que estaba preparando a Dana, mamá no podía sacarla de abajo de la mesa —se carcajeó.
—Ve a aprontarte, yo la cuido. —Santiago miró a la niña, que había recostado la cabeza en su hombro—. Aunque... no creo que llegue despierta a la cena.
Lucas le dedicó una nueva sonrisa traviesa antes de perderse en uno de los cuartos para invitados, el que su hermano tenía preparado especialmente para él y Santiago.
Cuando terminó de adecentarse y regresó al comedor, Gigi, Claudia, Sebas, y algunos amigos de los anfitriones ya estaban allí, compartiendo algo de tomar y conversando. Dana se había quedado dormida en los brazos de Santiago, quien la mecía con suavidad mientras charlaba con algunos de los invitados. Norma seguía ultimando los detalles y ayudando a su hijo mayor a preparar la mesa. Alex hacía el papel de Dj, poniendo un poco de música movida para alegrar todavía más el ambiente.
Las cosas estaban bien, esa navidad era especial, mágica, distinta. El árbol en una de las esquinas se erguía despampanante y precioso con sus adornos dorados y rojos. Esa era la primera vez en muchos años que volvían a ver un árbol de navidad.
—Voy a dejar a la nena en la cuna —anunció Santiago, dejándole el vaso de bebida a Gigi.
—Voy contigo, vamos a sacarle ese vestido horrendo —dijo Lucas, siguiendo la espalda de su novio.
—¡Te escuché, desgraciado! —exclamó Cristofer—. Ni siquiera me dejaste sacarle ninguna foto, eres un tío horrible.
Lucas le sacó el dedo del medio y Norma pegó un grito, escandalizada.
—¡Qué son esos gestos, Lucas!, ¡compórtate!
—Lo siento, mamá...
Cuando la mujer se marchó a la cocina, renegando en voz baja, Cristofer soltó una carcajada y Lucas respondió con otro gesto obsceno, aún peor que el primero.
La pequeña Dana sintió de inmediato la falta de calor cuando Santiago la dejó en la cuna. Abrió los ojos, haciendo un puchero.
—Ti-tío, ¡no, ti-tío! —exclamó, extendiendo los brazos luego de sentarse en la cuna.
Santiago esbozó una sonrisa amplia, regresando rápidamente hacia donde estaba la niña. La cargó nuevamente en brazos, dándole un beso en la mejilla. Lucas sonrió al ver aquella escena; sabía que Santiago se volvía loco y explotaba de amor cada vez que Dana lo llamaba tío, y es que la niña era demasiado adorable y cariñosa.
—Creo que oficialmente eres su tío favorito —comentó Lucas, acariciándole la espalda.
—Claro que sí, ¿qué esperabas? —dijo en tono presuntuoso, haciéndole gestos graciosos a Dana.
—Tampoco te hagas el lindo... —respondió Lucas.
—Siempre quise tener un sobrino, pero Joel es demasiado joven todavía. De todas formas, me conformo siendo el tío político que va a hacer rodar cabezas cuando esta princesa sea grande, ¿verdad que sí, Danita?
—Tí-titío... —balbuceaba la niña, jugando con el cuello de su camisa.
En ese momento, Norma entró a la habitación.
—Lucas, ya llegaron... —anunció con una amplia sonrisa.
—¿Quién? —preguntó Santiago.
Lucas sonrió, tomándolo de la mano.
—Estuve hablando con Papá Noel, y como fuiste un buen niño me dejó un par de regalos para ti, acompañame.
Salieron de la habitación y todos estaban esperándolos, con el entusiasmo dibujado en sus rostros. Lucas guió a Santiago hacia la entrada, donde Joel lo estaba esperando junto a una mujer mayor, de pelo canoso y ojos celestes. Santiago abrió la boca, notablemente sorprendido. La mujer lo miró con detenimiento antes de acercarse hasta él.
—Tiempo sin verte, Santiago, sigues tan guapo como siempre, se nota que saliste a tu madre.
—Mamá... —murmuró el hombre con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas.
Lucas se acercó para tomar a la niña y permitir que Santiago estrechara a su madre. Aquel encuentro fue emotivo para todos. La mujer abrazó a su hijo con fuerza, permitiendo que las lágrimas dejaran salir toda la felicidad que sentía por ver nuevamente a su niño después de cinco largos años. Santiago estaba notablemente sorprendido, emocionado hasta la médula y feliz, muy feliz. Joel se acercó a ellos y cuando su hermano mayor se separó de su madre, le regaló un caluroso abrazo.
—¡Preséntame con la familia y deja de llorar, grandulón! —exclamó la mujer, limpiando las mejillas de su hijo con los pulgares—. ¿Quién es esa niña que tenías en brazos?, no me digas que soy abuela y no me ibas a decir, porque te daré una paliza que no olvidarás, Santiago.
—No, mamá, es mi... —Santiago tomó aire, frotándose los ojos con las palmas de las manos—. Es mi sobrina, Dana, es hija de Cristofer y Alex.
—Pues es una niña hermosa. ¿Y dónde está Lucas?, quiero conocerlo.
El aludido se asomó tímidamente y le extendió la mano a la mujer, quien la estrechó firme con una sonrisa.
—Es un placer conocerte; gracias por invitarme.
—El placer es todo mío, señora. Soy yo quien debo agradecerle por aceptar venir a pesar de... de todo.
La mujer le dedicó una sonrisa.
—Después de tanto tiempo sin ver a mi hijo, entendí que yo como madre debo ver por su felicidad. Quizá su elección no es lo que yo esperaba, pero lo veo muy feliz y rodeado de gente que lo aprecia. ¿Qué más podría pedir? A veces los padres queremos que nuestros hijos hagan lo que nosotros soñamos, y olvidamos que lo más importante es su felicidad. Supongo que todas las mamás pasamos por esta etapa alguna vez. Yo... ya no quiero pasar más navidades sin mi pequeño grandulón; uno tiene que dejar de ser tan egoista.
Santiago esbozó una sonrisa y las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos celestes.
—Bueno, bueno; dejémonos de tanta cháchara y vayamos a la mesa, que es hora de cenar —interrumpió Norma.
Para Santiago, volver a compartir la mesa con su madre era un sueño hecho realidad. Las navidades habían dejado de tener sentido desde que se había alejado de ella. Joel era la única familia que le quedaba desde que decidió vivir su vida aparte, y aunque siempre pasaban algo de tiempo juntos en esas fechas, Joel terminaba en casa de sus padres, y él trabajando en el bar, para ocupar su mente lejos de los momentos en familia que cambió por su estilo de vida y sus preferencias sexuales; su libertad. En el fondo sabía que el tiempo acabaría arreglando todo, sin embargo había pasado demasiado tiempo, y de por medio habían sufrido muchas discusiones, muchísimas lágrimas, mucho dolor. Hasta que el momento que él tanto había estado esperando por fin había llegado. El momento de la reflexión, de la comprensión; su madre había entendido y elegido la felicidad de su hijo por encima de sus ideales. Y ese fue el mejor regalo de Navidad, verla allí aceptando sus decisiones, su futuro, su nueva familia; integrándose y prometiendo que desde entonces volvería a formar parte de su vida. Santiago se sentía inmensamente feliz y Lucas estaba tan conmovido que apenas podía hablar; se aferró a su mano por debajo de la mesa y le dedicó una sonrisa que le iluminó el rostro.
—Te quiero —articuló, con los ojos vidriosos y Santiago le devolvió una sonrisa aún más amplia.
Hicieron juntos la cuenta regresiva y a las doce en punto subieron corriendo las escaleras hacia la terraza, y allí mismo, bajo el destello de los fuegos artificiales, se besaron y abrazaron unos a otros, deseándose una muy feliz Navidad.
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