7

El apremiante sonido del móvil me despierta de golpe. Miro la mesa de luz donde se encuentra el aparato apagado. No está sonando, debo haber perdido la cabeza después de pasar toda la noche terminando el informe general que pidió la Dra. McAllen. Podría jurar que ha sonado muy fuerte en mi oído. Aún siento un leve sonido punzante. Tomo el móvil entre mis huesudos dedos y miro la hora. Llevo una hora tarde. Claro que ha sonado, hace una hora, la notificación de «alarma perdida» me recuerda que estoy a un pelo de no entrar a la clase.

Salgo de un salto de la cama, me lavo los dientes y hecho agua en mi rostro. Cambio mi pijama corto por lo primero que encuentro en mano y me coloco la sudadera de Eris que me queda un poco ajustada. Recojo mi cabello en un muy desordenado y rebelde moño, finalmente, meto todos mis cuadernos y sobre todo el informe, abro la puerta de un tirón y corro a la salida.

Por lo general no suelo usar el bocho para manejarme entre el campus, me gusta tener la sensación de que las caminatas desde la residencia hasta las clases cuentan como ejercicios diarios, pero la situación amerita que ponga en práctica todas maniobras que aprendí de las diez películas de rápidos y furiosos.

Conduzco por las calles evitando atropellar a las personas y por supuesto una multa de la policía del campus. Estaciono frente al edificio de economía y subo en zancadas por las escaleras. Doy un respiro profundo antes de entrar en completo sigilo. La Dra. McAllen entra dos segundos después de mi entrada al estilo misión imposible.

Miro mi lugar que se encuentra ocupado por la cabellera cobre de Carol. La maldigo mentalmente porque ella se sienta en la primera grada de abajo y estaría completamente loca para sentarme frente a la doctora vistiendo y viéndome así de desalineada. Miro el lugar vacío al lado de Yoongi, y en efecto se encuentra vacío. Me lanzo sobre él sin llamar la atención de nadie en lo absoluto.

Yoongi se encuentra acostado sobre el taburete, con la mirada en la pared a su lado. Espero que siga así y no se gire a verme, pero si fuera la mitad del chico responsable que me obligo a creer, se debería despertar para entregar el informe. Mínimo.

—Antes de empezar, quiero que me dejen los informes sobre el escritorio —anuncia la profesora.

Maldigo a mis adentro tal y como mucho de mis compañeros. Somos demasiados para levantarnos al mismo tiempo y dejar unas hojas, por lo que muchos recogen la de su grupo de estudio y las entregan juntos. Haría lo mismo si estuviera en mi sitio, cerca de las personas que deberían de guardarme el lugar por principios de amistad. Sin embargo, no confío en Yoongi ya que no se ha movido ni un solo centímetro, y la chica a mi lado se ha levantado sin mirarme.

Muevo mi pies ansiosa, tengo unas enormes ganas de vomitar y todavía siento el pitido de la alarma en mi cabeza. Si hubiese quedado en casa en vez de ir a la dichosa fiesta de la que no recuerdo mucho, lo hubiese terminado a tiempo, me habría dormido temprano y hoy estaría como todos los días.

—Geneva —me sobresalta un susurro a mi lado.

Detengo por completo el temblor de mi rodilla y le miro. Yoongi mi mira desde su cómoda posición, con los ojos entreabiertos y unas notorias ojeras negras bajo sus azules ojos.

—No pretendía despertarte —le respondo de vuelta.

Por supuesto que no pretendía hacer eso, pero sin duda debía despertarse para ser responsable y entregar el informe que de seguro no tiene.

—Tienes pasta dental en la mejilla —susurra y sonríe de lado.

Mis mejillas se encienden y quiero que la tierra me trague. Había decidido en conjunto a Marlet y Eris que sería una buena idea intentar -tantear el terreno- con Yoongi y Kier. No es algo que haría, sin embargo, no me desagrada la idea del todo, siempre y cuando deje en claro que no son exclusivos en mi vida, no le estaría mintiendo a ninguno. Y ahora, todo plan de verme interesante se fue al caño con una estúpida mancha de pasta dental en mi mejilla.

Paso mis manos con fuerza por mis mejillas y dejo que los mechones que salen de mi moño me tapen la cara.

—Déjame —me pide.

No soy lo suficientemente rápida para impedir que Yoongi se siente erguido sobre tu taburete, acerque su mano grande a mi mejilla izquierda y con su pulgar borre la mancha blanca en la comisura de mis labios.

Los recuerdos de la noche del sábado me invaden de repente. La sensación de sus manos tomándome al bailar me erizan la piel. La forma en la que agarró mi manos y entrelazo nuestros dedos, incluso su cercanía, cuando estuvo a solo segundos de besarme. Todo ello me invade y me dejo llevar por su roce.

Sus penetrantes ojos azules se encuentran fijos sobre mis labios y yo no puedo dejar de verle a los ojos. He visto demasiados dramas coreanos para saber qué quiero que haga por y para mí, en la forma que quiero que me toque e incluso llegar más allá que inocentes coqueteos.

Toda ilusión se desvanece cuando su mano se aleja de mi rostro y él vuelve a recostarse sobre la mesa, mirándome. Soy consciente entonces en el entorno en el que me encuentro y lo que debo hacer.

—¿Quieres que lleve tu informe? —me ofrezco antes de levantarme del lugar.

—No lo tengo —niega con la cabeza.

No esperaba otra cosa, pero una minúscula parte creyó que sí la tendría. Bajo hasta el escritorio llevando los mechones sueltos detrás de mi oreja y le dejo el informe justo a tiempo cuando ella revisa su laptop. Me giro sobre mi propio eje y miro a Carol quien parece disculparse con la mirada mientras yo le hago saber que voy a matarla por tomar mi lugar. Subo hasta la última grada y para mi sorpresa, Yoongi se fue.

❀~~~~⚘~~~~❀

—Es enorme el ramo de flores, en mi recibí semejante monstruosidad —se queja Eris, aunque estoy segura que se esfuerza por no demostrar lo emocionada que está porque Jace le mandara flores.

—No sé qué harás, pero en la habitación no pueden estar —la señalo con un dedo en advertencia y ella asiente—. No te diré qué hacer, solo no me gustaría que vuelvas a caer por unas flores.

—No lo haré —suelta segura—. Si Jace cree que perdonaré todas las mierdas que me hizo con un par de flores se equivoca.

Asiento orgullosa de lo que dice, sobre todo porque estoy segura que lo dice en serio y no para complacerme. Avanzo en la fila con Eris tocándome los talones. Llevamos cinco minuto de espera en la enorme fila que se ha formado en Starbucks. Tengo la necesidad de saltearme mi dosis de cafeína, sin embargo, aún siento la almohada pegada en mi rostro, lo peor que podría hacer es seguir con mi día en las condiciones en las que me encuentro.

—Como sea, solo quiero que me liberes espacio del escritorio —le pido amablemente.

—Por cierto, ¿escuchaste lo que pasó el sábado en la fiesta? —me abrazo a mí misma intentando aguarda algo de calor.

La chamara que le saqué a Eris no me da nada de abrigo.

—Más allá de lo que se dijo esa misma noche, no, ni idea —admito con la esperanza de que me cuente más.

—Parece que hay un depredador —La miro confundida, comienzo a creer que ha dicho algo que no escuché y perdí por completo el hilo de la conversación. Eris se ríe de mi expresión y cuando creo que va a explicarme, se pierde en un punto fijo sobre mi hombro. Estoy a punto de girarme cuando me detiene sutilmente—. Ese sujeto está aquí.

—¿Quién? —le susurro tensa.

—Yoongi está aquí —me mira a los ojos. Está haciendo todo lo que su fuerza le permite para no demostrar cuan eufórica se encuentra de que uno de los personajes del sábado por la noche, se encuentre aquí—. No sabía que trabajaba aquí, ¿tu sabías?

—Algo así —hago un mohín. Es demasiado decir que de hecho hace varias semanas sé que trabaja en la cafetería que visitamos al menos cuatro veces a la semana.

—Nunca le había visto, seguro es nuevo —dice Eris y vuelve a mirar sobre mi hombro—. Joder, te está viendo. Podrías... no, debes conseguir una cita con ese hombre.

—No lo sé —admito en voz alta—. Está en mi clase de finanzas, hoy debíamos entregar un informe muy importante para la nota final y él ni siquiera se inmutó.

—¡Oh, no! Estamos en presencia de un CSM —me mira con mucha más emoción que antes.

—¿Qué demonios es un CSM?

—Chico sexy y malo —responde como si fuera lo más obvio del mundo, asiento lentamente sin esperar más explicación—. Estos tipos son ideales para un poco de adrenalina en tu vida, ya sabes, una sacudida —mueve sus hombros y me río por su doble sentido.

—No creo que sea buena idea —le digo con un poco de diversión—. No creo que su «rebeldía escolar» sea buena para mí en estos momentos. Prefiero algo más...

—¿Kier? —completa mi oración, sin embargo, él estaba lejos de ser cualquier palabras que necesitara—. Siempre he dicho que un cerebrito hace buena pareja con otro cerebrito. Es decir, Kier y tú.

—No digo que Kier sea una buena opción.

—Para ti, nada que no tenga hojas escritas y tapa dura es una buena opción —rueda los ojos—. Como sea, Yoongi no ha dejado de verte, al menos acuéstate con él.

—¿Tú crees?

—¡Por supuesto! Luego me agradecerás.

La fila avanza y debo girar para poder encarar a la cajera. Es una linda chica que ya había visto anteriormente. Le pido un americano mediano y espero a que Eris elija la más bizarra bebida que encuentra en el menú.

—Geneva —me llama Yoongi desde el puesto de bebidas.

Me acerco a él lo más desinteresada que puedo. Perdí mi orgullo en la mañana cuando me presenté con unas pintas horrible, y además ofreciendo mi servicio de llevarle un informe que ni siquiera existe. No entiendo la necesidad que tiene este sujeto de asistir a las clases tan madrugadoras, si al final solo se la pasará durmiendo. Me pregunto si también le habrá aconsejado la Dra. McAllen tomar las tutorías del Sr. Min. Tal vez por eso me aconsejó las plantillas que han sido una bendición.

—Hola —le digo y tomo la bebida—. Gracias.

—A ti —me dice, pero aún sigo sin verle la cara.

Tomo dos sobrecitos de azúcar y me salgo de la fila para esperar a mi amiga quien parece mantener la mirada fija en Yoongi.

—Aun te mira —susurra mientras salimos de la cafetería—. ¿Qué le has dicho?

—La verdad es que nada. No me apetecía coquetear —admito, aunque parte de la razón por la que no lo hice, es que aún me veo como cuando deje el salón de clases. Ni siquiera tuve tiempo de ir por un cambio de ropa.

Eris decide rodar los ojos y dar por terminado el tema. Comienza a platicarme sobre su problemática con un trabajo grupal que tiene para una asignatura y me dedico a brindarle mis consejos.

Caminamos directo a la residencia para poder darnos una ducha y seguir con las clases de la tarde. En el camino me detengo a hablar con Marlet quien estaba de pasada. Comenta sobre el depredador que Eris mencionó antes, sin embargo, no me da más detalles que esos, lo cierto es que estaba llegando tarde a una de sus clases.

Me pregunto quién será el depredador o a qué se estarán refiriendo. Es como si de pronto la universidad se hubiese vuelto parte de una película de suspenso. Me niego a insistirle a Eris. No estoy segura si es porque no quiero interrumpir su charla sobre métodos de estudios, o si no quiero que rompa mi burbuja en la que me encuentro a salvo desde lo ocurrido afuera del club.

Termino el americano y dejo el vaso sobre mi escritorio mientras saco un cambio de ropa ideal para resistir el frío del día.

—¿Qué es eso? —me pregunta Eris con la vista fija en el recipiente vacío. Sigo su línea de vista sin moverme de mi closet—. Es un número, ¡Yoongi te dio su número!

Chilla tan fuerte que debo retroceder un paso para evitar que su emoción me contagie sin razón alguna. Miro el vaso que ella mueve con velocidad sobre su cabeza, y logro visualizar número escritos con marcador negro.

—Agéndalo —me ordena sin embargo ella toma mi móvil y comienza a teclear—. Pero no le escribas, hazte desear un poco más.

—¿Y para qué quiero su número si no le voy a escribir? —le pregunto y vuelvo a mi tarea.

—Para cuando él lo haga, sepas que es su número, tonta.

—¿Y cómo va a conseguir mi número? —Saco del placar un conjunto deportivo gris oscuro.

—Te lo va a pedir.

—¿Cómo estas tan segura de eso? —cuestiono sus habilidades mientras me cambio de ropa.

—Puedo haber salido con un idiota este último tiempo, pero eso no me quita la experiencia que tengo con otros —dice orgullosa de sí—. Créeme, cuando no le escribas, correrá a pedirte el tuyo.

—¿Y si no lo hace? —me acerco a ella y tomo mi móvil de entre sus dedos.

Miro la pantalla, «Yoongi CSM» de encuentra encima de un número telefónico. Me parece extraño que antes parecía lejano a mí y ahora estoy a un clic de contactarlo en cualquier momento de mi día.

—Lo hará —me asegura—, si no llegase a hacerlo, entonces definitivamente no era un tipo adecuado para nuestro OMC. No te sirve de nada. Pero lo hará, él te llamará.

❀~~~~⚘~~~~❀

Tal y como Eris me dijo, no le escribí a Yoongi en toda la semana, intenté ni siquiera verle en la clase de la Dra. McAllen. Aunque debo admitir que esa mujer me facilitó el trabajo al darnos demasiado contenido.

No tuve tiempo ni siquiera a fijarme si al menos había asistido a la clase. Solo sé que podría o no estar allí. De cualquier forma, no he sabido nada de él.

Guardo mis cosas lentamente como si pesaran diez kilos de plomo cada una. Estoy agotada, siento como si llevara corriendo una maratón de hace días y aún no paro. Estoy segura que se debe a mi mala regulación del sueño. Desde que me quedé dormida el lunes por la mañana, no he podido recuperarme. Es como si fuera una anciana delicada.

Marlet me despide con la mano antes de correr a su siguiente clase. La mía no comienza hasta dentro de dos horas y media, por lo que me tomo el tiempo de guardar las cosas a paso de tortuga.

—Hola —me sobresalta una voz a mi lado.

Le miro con la intención de pronunciarle los únicos insultos buenos que aprendí de Marlet por haber interrumpido mi posible siesta, sin embargo, me muerdo la mejilla interna cuando me topo de lleno con esa mirada azulada.

—Hola —respondo manteniendo mi papel de desinteresada que tanto parece costarme con él.

—Uhm... no estoy seguro de si sonare como un imbécil, pero he dejado mi número anotado en tu vaso el otro día, ¿lo notaste? —pregunta con la voz ronca.

Me cuelgo el bolso en el hombro y le miro con media sonrisa.

—Sí —le respondo y hago una pausa cuando veo su sonrisa—, suenas como un imbécil.

He cagado el coqueteo. En mi mente era algo como: «Sí, lo he notado, pero prefiero que me pidas el mío en mi propia cara» sin embargo ha salido todo lo contrario. Comienzo a creer que el universo puede poseerme y complicarme las cosas de mi propia mano. Iré a ver alguna bruja que me haga una limpieza.

Escucho su ronca voz y me pregunto si no se ha ofendido. Su sonrisa se ensancha y no puedo evitar sonreír con él.

—En ese caso, ¿me darías tu número? —me pide con un dulce tono suave.

No sé qué clase de brujería es la que hace Eris, o si es una vidente. Lo que fuese, le ha dado en el clavo. Yoongi se encuentra a mi lado, en un salón vacío, riendo por mi estupidez y pidiéndome el número. Sin duda llevaré a Eris por unas papás del centro.

—Claro —tiendo mi mano para poder agendar mi número en su móvil.

Este me lo tiende de inmediato y tecleo los números antes de presionar agendar. Me preguntó con qué nombre lo haría él por lo que se lo tiendo de vuelta.

Teclea un claro «Geneva Isadora Harrison» lo que me provoca una tonta sonrisa que oculto de él. Se supone que mi nombre completo no debería ser algo que alguien más utilice para hacerme sonrojar. Pero aquí estoy, con las mejillas sonrojadas.

Yoongi marca mi número y corta cuando siente mi móvil vibrar en el bolsillo de mi pantalón.

—Ahora tienes el mío.

Asiento y me levanto junto con él para salir del salón. Subo las escaleras lento, sin prisa de que se aleje de mi lado, pero al mismo tiempo manteniendo la distancia.

—¡Yoongi! —lo llama un chico a nuestra derecha. Se apresura corriendo por los pasillos como si fuera de vida o muerte—. Necesito que me ayudes con un dibujo que se me ha olvidado. ¿Puedes hacerlo?

Me giro para verle de inmediato, siento mi cara iluminada y de pronto Yoongi se vuelve más atractivo, mejor dicho, más atractivo para mis intereses académicos.

—¿Dibujas? —la pregunta sale de mis labios antes de que pueda detenerlos.

—Algo así —responde y por primera vez creo estar viendo timidez en sus facciones.

—¿Algo así? —interviene el chico que intenta recuperar el aire—. Es el mejor dibujante de toda esta universidad, créeme que ni hay dos como él.

—¿En serio? —le pregunto a Yoongi, aunque no parece querer admitir las habilidades de las que presume este sujeto—. ¿Das clases de dibujo?

—¿Por qué preguntas? —contraataca Yoongi, tal vez no fui lo suficiente buena para ocultar mis verdaderas intenciones, o simplemente no quise hacerlo.

—Uhm... —me toco el codo nerviosa—. Tengo un trabajo que presentar la semana que entra y estoy en aprietos con un dibujo. Sería bueno tener a alguien que pueda guiarme.

—¡Oh! ¡Yoongi es el mejor en eso! —vuelve a intervenir el tipo.

—Podría ayudarte, si quieres —su tono ronco y seductor vuelve como si la timidez jamás hubiese existido.

—Me encantaría, ¿te parece este sábado? —Yoongi se toca la barbilla y mira al cielo pensativo. No tengo idea de lo que estoy haciendo, solo sé que, si él puede sacarme de encima artes de una vez por todas, entonces no me importa si es o no parte de la OMC -operación mantenimiento de cérvix-, o si es un CSM -chico sexy y malo‐. Yoongi asiente y sonrío—. ¿Te parece en mi habitación? ¿A las seis?

—Claro, te veo ahí —acepta con media sonrisa.

Sacudo la mano al tipo que no le agradecí el tip y me voy antes que de mi boca salga otra invitación fuera de lugar. Podría haberle pedido vernos en la biblioteca, en el campus o en cualquier lugar público, pero mi mente solo se le ocurrió el único lugar que encuentro seguro para mis estudios. Mi habitación.

—Adiós, Geneva —mi despide aunque estoy unos cuantos pasos lejos.

—Adiós, Yoongi.

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