𝓟𝓪́𝓰𝓲𝓷𝓪 𝟏𝟔.

Al observar aquella ventana en medio de tanta oscuridad, se levantó algo mareado a causa de hacerlo tan deprisa, estiró sus mantas aún algo adormilado buscando su celular que no dejaba de sonar, lo tomó de la encimera y encendió la pantalla, dando paso a aquella luz tan abrumadora que pareció quemar sus verdosos ojos.

Este estaba sonando de una forma ensordecedora, y al darse cuenta lo estaban llamando, contestó sin ver bien quien era, fijándose en que eran las cuatro y media de la madrugada. Hubo un silencio largo, hasta que el pecoso habló pesadamente. —¿Diga? —preguntó con su voz adormilada. 

Hubo otro silencio corto al otro lado, hasta que se oyó un sollozo suave y casi impredecible pero que logró escuchar, y rápidamente comenzaron a hablar. —Deku, soy yo. Estoy frente tu puerta, ábreme.

Midoriya se espabiló con aquello y se levantó de la cama asustado. "¿Qué hace Kacchan en mi casa a estas horas?"  Pensó con rapidez. —Y-ya voy. —terminó colgando la llamada para salir de su cuarto, y bajando las escaleras con rapidez hasta llegar a la entrada, mientras su mente era un completo caos.

Abrió con rapidez, y observó al rubio con su bolso de clase, y una mochila en su espalda, llevaba un abrigo algo holgado, y la capucha sobre su cabeza, algo obvio al estar lloviendo con tanta fuerza. Midoriya miró hacia su rostro, pero este iba cabizbajo, sin querer que le viese. —¿Kacchan? ¿Estás bien? ¿Qué ocurre? —preguntó algo sorprendido.

—¿Me dejarías pasar lo que queda de noche, aquí?—le dijo con sus puños apretados en las correas de su bolso.

—C-claro, pasa, rápido. Está lloviendo y no es bueno que estés ahí fuera. —le dijo, invitándolo a entrar.

El pecoso se extrañó por aquella situación. "¿Qué hacía con maletas en mano, en plena noche? ¿Se habría escapado de casa? ¿Por qué lo habría hecho?" Pensaba su alocada mente, seguido, se fijó en las pequeñas gotas de agua que iba dejando el rubio al caminar, y su corazón se comenzó a sentir nervioso, al sentir aquella fragancia que el mismo rubio poseía, una esencia triste y amarga.

—¿Me vas a explicar qué es lo que pasa, Kacchan? —preguntó el pecoso viendo como este dejaba sus bolsos en el salón, tras haberse quitado los zapatos en la entrada, y haber caminado por el pasillo hacia la sala.

Katsuki bajó su capucha y acomodó su cabello hacia atrás con rapidez, aún de espaldas al pecoso. —No ha pasado nada. Dormiré aquí, si te parece. —le dijo mientras parecía desabrocharse el abrigo.

Midoriya entendía que el rubio era bastante complicado, pero esto no lo dejaría así como así. Era su amigo, y quería ayudarlo o escucharlo, en lo que fuera que estuviera ocurriendo. —Kacchan, vamos... —le dijo tomándolo del brazo con fuerza, sintiendo aquella chaqueta empapada en su mano.

En la plenitud de la oscuridad de la sala, un relámpago atenuó con su luz la sala. —Estoy bien, Deku. —dijo con una voz realmente rota el rubio.

Este lo giró con fuerza. —¡No, no lo estás! —añadió el pecoso, a la vez que ambos conectaban miradas al son de la lluvia. 

Ahí fue cuando Midoriya se dio cuenta de la razón por la que no lo miraba al rostro, tenía un moratón en su ojo izquierdo, otro en la mejilla y el labio roto. Veía un poco de sangre restante en el borde de su nariz y sintió su corazón arder, aquellos rubíes que tenía el contrario estaban opacados de dolor.

El pecoso rápidamente actuó, tocó con suavidad la mejilla que no poseía el moratón. —¡¿Qué te ha pasado Kacchan?!

El ceniza vio al pecoso en sus ojos, con aquellos rizos verdes revueltos en su cabeza, de una forma despeinada y adorable, vistiendo un pijama de nubes azules. Sus ojos brillaban asustados y su tacto en su piel era suave. —No es nada...me metí en una pelea. —respondió con rapidez el rubio, viendo los ojos de preocupación del contrario.

En aquel momento el pecoso no iba a ponerse a discutir con él sobre eso, lo dejaría para más tarde o al día siguiente cuando sintiera que podía siquiera mantener una discusión en todos sus cabales, pero por el momento debía sanar sus heridas. —Quítate la chaqueta, Kacchan. —le dijo determinado el pecoso, yendo por su botiquín de primeros auxilios, siendo cauteloso de no hacer ruido y despertar a su madre.

El rubio se extrañó por la facilidad en la que había conseguido sacarse las preguntas del verdoso de encima, y aún dudando, se sacó el abrigo. Habiendo regresado el más bajo, tomó el abrigo del rubio y lo colgó en la percha de la entrada, secando con sus calcetines las pequeñas gotas de agua del suelo para regresar al salón. Al entrar de nuevo, observó al rubio cohibirse un poco, lo que también le extraño.

—Sácate la camisa. —le dijo demandante el pecoso, sin un atisbo de duda pues este creía que tenía más heridas, por lo que quería asegurarse.

—No. Esto es una pérdida de tiempo. —dijo con sequedad el rubio, no quería que viera los golpes en su torso, y sujetando su brazo con fuerza, se cohibió más. Fue él mismo quien acudió en busca de su ayuda, pero ya no estaba seguro de lo que en verdad buscaba.

El pecoso se posicionó frente a él, y lo sujetó del brazo con fuerza, viendo como este hacia una mueca de dolor. —Tienes más heridas, necesito atenderlas, rápido.

Katsuki rodando sus ojos, y aun queriendo empujarle, sabía que quería ayudar, pero no podía permitirse que lo viese así, además probablemente vería su cuerpo algo huesudo y demacrado, y no quería eso. 

Midoriya tomando un pequeño cuchillo del botiquín, estiró la camisa del rubio, alejándola de la piel del contrario y la rajó por la mitad, sin dejar la posibilidad de actuar al ceniza. —Ahora sí te la puedes quitar.

Katsuki lo observó indignado con sus ojos enrojecidos, y uno de ellos morado, pero ya no había nada que hacer y se quitó las mangas restantes de esta camisa anaranjada, para quedar al descubierto. Midoriya sintió sus ojos arder al ver aquello; un cuerpo enmarcado en los huesos, que siempre ocultaba con sus ropas holgadas, cicatrices había en su torso y algunas en sus brazos, restos de moratones, los más recientes parecían colorear aquella pálida piel con una rojez y pintura amarillenta.

El pecoso tragó grueso, y haciéndolo sentar en el sofá, fue a la cocina bajo la atenta mirada del ceniza, trayendo un cubo con hielo, y vendajes de tela. Envolvió algunos de estos, y los mantuvo en las heridas más grandes, aún cuando sentía sus dedos helarse por el hielo. Katsuki se quejaba, pero miraba atento las acciones del verdoso, fijándose primero en como atendía su cuerpo.

Comprimió una banda elástica en sus moratones, de manera que no quedase tan ajustada, y recurrió a su rostro, con un algodón y alcohol limpió la herida de su labio, evitando que se infectase y desapareciendo los restos de sangre.

El pecoso sentía su corazón doler. "¿Todo aquello podría haber sido causado por una pelea? ¿Por qué no se había ido a su casa en primer lugar?" Pensó, y colocando un medicamento líquido de color oscuro sobre la herida, añadió. —Te va a arder. —simplemente le dijo.

El rubio sintió el ardor quemar su labio, pero nada le importaba en aquel momento; solo quería ver aquellos ojos verdes que amenguaban su dolor y pena. No quería recordar como su padre lo había arrastrado al salón, y como lo había sujetado del cabello golpeándole el rostro una y otra vez, gritándole lo marica que era, remarcándole la monstruosidad que era tener una foto de su ex-novio en el cuarto, simplemente pagando con él la rabia de su corazón.

No quería recordar como intentaba separarse, o propinarle un golpe siendo incapaz de soltarse, y como en un momento miró a su madre pidiéndole auxilio, y esta solamente lo vio, llorando e intentado calmar a Hitoshi.

Fue cuando tras pegarle patadas a su cuerpo, lo dejó en el suelo y fue directo a por sus botellas en la encimera, que él apenas con el aire atorado en su pecho, se levantó aterrorizado, y mirando a su madre con coraje, fue hacia su cuarto, tomando el bolso de clase, y una mochila con lo necesario, cuya ya tenía preparada para algún suceso como este. Tomó la foto del bicolor del suelo y con su abrigo salió corriendo hacia la entrada. 

Se escuchó como Hitoshi tiraba los platos y demás cubiertos y los rompía contra el suelo, para cuando este estaba fuera, escuchó como lo llamaba a gritos, por lo que corrió en aquella noche con las lágrimas quemando su piel, las cuáles se perdían en la lluvia.

Se mantuvo varias horas andando, corriendo y gritando hasta que sus pies comenzaron a escocerle del dolor, y sin quererlo, aún cuando una idea bastante desagradable cruzó su mente, aquella madrugada terminó frente a la casa del pecoso, en la cual estuvo un largo tiempo decidiendo si llamarlo o no, lo que hizo que aquella idea desapareciese.

Sin quererlo, lo había recordado todo. Sintió como el pecoso colocó un filete frío envuelto en un vendaje en su ojo, y cerrando el botiquín, le pasó una pastilla y agua para calmar los dolores. Por primera vez Katsuki se sintió cuidado, y lleno de amor en aquel mar de soledad, por lo que tomando dicho, miró de nuevo aquellos verdosos ojos. —Gracias, Deku. ¿Cómo sabías tratar con esto?

Este sonrió y tomando las mochilas del rubio, añadió, tras guardar el botiquín y todas las pruebas. —Mi madre antes trabajaba en un ambulatorio y aprendí cosas básicas, menos mal, no era tan grave. —añadió riendo en un susurro. —Vamos a mi cuarto, no te voy a dejar en el salón.

El pecoso con una sonrisa, caminó guiándolo por las escaleras; el rubio se sentía avergonzado mientras llevaba aquel filete en su ojo, y aún queriendo llevar sus cosas, el contrario se negó y acabaron frente a su puerta. —Finalmente, entrarás en mi cuarto, Kacchan. —añadió riéndose con suavidad.

Katsuki esbozó una media sonrisa, y pasó al cuarto de este; era más grande de lo que esperaba, tenía cuadros en las paredes, con personas al parecer queridas para él. También tenía posters de heroes, lo que se le hizo tierno en el interior, y un gran ventanal ocupaba casi toda una pared, más lo típico de una cama y un escritorio con multitud de libros.

Se sentó en la cama el ceniza tras ver como el pecoso lo guiaba allí, y dejaba las mochilas en el suelo. —Vas a dormir en mi cama, ¿Bien? Es muy tarde y tienes que descansar. —añadió el pecoso, abriendo su armario y sacando una camisa negra holgada que tenía, y unos pantalones a su vez, pasándoselos en su mano. —Ponte esto, esperaré fuera mientras, la ropa la puedes dejar en este cubo azul y me avisas para entrar de nuevo.

Katsuki estaba de piedra, y viendo aquellas mudas en su mano, se sintió terriblemente mal, era como si se hubiera aprovechado de la amabilidad del pecoso, y viendo como cerraba la puerta, y con rapidez se puso la ropa, dejando sus pantalones mojados en el cubo, para abrir de nuevo avisándole.

Midoriya lo vio con su ropa, la cual le quedaba más ajustada, y un leve coloreo se formó en sus mejillas, entraron ambos y cerró la puerta. Tenía que admitir que aunque hubiera visto su torso algo demacrado, era bastante atractivo, pues tenía algo de músculo y una cintura bastante pequeña. —Como te dije, puedes dormir en la cama, yo dormiré aquí en el suelo, esta alfombra aunque no lo creas también es muy cómoda. —dijo riendo, estirando sus brazos.

Katsuki lo tomó de uno de ellos, con el que no sostenía el filete, y le miró a los ojos bajó la luz lunar. —Tengo la condición de que duermas en la cama...conmigo. No puedo permitir que duermas en el suelo después de haber sido tan amable, y sé que no me dejarás dormir a mi en la alfombra.

Midoriya se sonrojó cerca de sus pecas, y asintió algo tímido. Ambos se acostaron dándose las espaldas, bajo una manta de un héroe dibujado en ella. Katsuki, sinceramente no estaba en sus cabales, sabía él mismo que Midoriya era bueno con él, no entendía a la perfección toda la amabilidad contra su persona; él no lo merecía, y por muchas veces que el pecoso dijese que quería salvarlo tampoco lo entendía.

El más bajo no podía con el calor en sus mejillas, se sentía incapaz de volver a dormir y desconocía la razón de estar tan nervioso. Su corazón palpitaba con fuerza y movía sus dedos nervioso en el borde de la manta, quería saber todo lo que le había pasado; había sanado sus heridas y visto sus cicatrices y marcas, es como si en el fondo hubiera visto la parte más sensible del rubio, su interior, pero había algo en su mirada que lo desconcertaba.

"¿Por qué tenía esos ojos rojizos tan perdidos, opacos, llenos de dolor y tristeza?" Se escuchó un suave suspiro por parte del rubio y un suave sollozo. "¿Estaba llorando? ¿Por qué sentía que al escuchar su corazón dolorido, sentía que él suyo se rompía aún más?" Pensaba con rapidez.

Sin poder controlarlo, el rubio comenzó a llorar en silencio, no quería estar así. Él no quería mostrar esa debilidad ante su compañero, pero sentía que no podía más; toda la persona que había querido ser aquella mañana, más optimista y ver la vida con otros ojos, se había vuelto a teñir de oscuridad. Es como si la vida le negase dar ese paso adelante cuando él más trataba de recuperarse.

—¿Quieres hablar? —se escuchó en un suave susurro por parte del pecoso.

Katsuki limpió sus lágrimas que sin control alguno salían. Estaba harto de quien era, y de lo que pasaba con él. El pecoso inició a escuchar unas respiraciones entrecortadas del rubio, y más sollozos, por lo que se sentó con rapidez y se giró a verlo. —¿Kacchan?

El verdoso veía como limpiaba sus ojos con fuerza. —Yo solo quería cambiar...quería tratar de empezar de nuevo... —decía el rubio con una voz totalmente quebrada a oídos del pecoso.

El más bajo posó su mano sobre el hombro del rubio, tratando de darle apoyo y fue cuando Katsuki no pudo aguantarlo más. —¡Yo no quería nada de esto, estoy harto de mi vida! ¡Estoy cansado de Hitoshi, le odio! —decía gritando con sus ojos llenos de lágrimas y sorbiendo su nariz cada vez más.

Midoriya se sintió afligido y quería hablar, pero no sabía que palabras exactas decir o qué preguntar; el rubio estaba expresando su dolor y quería comprenderlo. "¿Hitoshi...? ¿Sería su padre del que no quería hablar en la tarde?"

—Kacchan, está bien. Exprésalo y suéltalo todo. —decía el pecoso acariciando su espalda.

—¡No lo entiendes, Deku! —dijo con la voz algo rasposa de tanto llorar.

Fue entonces cuando Deku lo giró por completo y lo tomó de las mejillas. —¡Ayúdame a entenderlo! ¡Quiero ayudarte, por favor!

Para los ojos del pecoso ver esa mirada tan triste, con esas ojeras tan marcadas, le dolía en el alma. Katsuki lo observó entre lágrimas, sintiendo perderse en aquellas esmeraldas que llevaba por ojos, su rostro se tornó afligido, como si se hiciera pequeño y cohibido ante el, su mirada enseñaba su alma, tan destrozada y necesitada de amor. Se miraba confundido entre todas las lágrimas, su nariz estaba rosada de sorberla y el pecoso veía su labio temblar, por lo que Midoriya acarició sus mejillas y limpió sus lágrimas. —Es hora de hablar Kacchan, ya es hora.

Katsuki sollozó ante eso, estar bajo la mirada de aquel chico le hacía sentirse pequeño, inferior, sentía que aquellas esmeraldas lo veían todo a través de él. Hacía realmente nada que se conocían, y parecía que lo hiciesen de toda la vida, pero no sabía como decirlo o como empezar, sí sería muy rápido o ya era muy tarde. —Estoy tan roto, Deku, siento que no hay salvación para mí. —escuchó el pecoso que decía dolorosamente.

—La hay, yo te ayudaré con eso. —le decía sobando los ojitos contrarios con cariño. —Vamos, Kacchan, háblame, estoy dispuesto a escuchar lo que sea.

Katsuki dejó un largo suspiro, dándose cuenta que su corazón se había calmado levemente y las lágrimas habían cesado, en la tarde no sentía listo pero ahora sí, ya no importaba nada. Tomó la muñeca de Deku con suavidad, acariciando su piel. —Siento que quiero morirme. Simplemente, estoy cansado de vivir, de extrañar a Todoroki, de sentirme culpable por su muerte, yo le dije que se muriese. ¡¿No soy horrible por eso?! —le dijo con algo de rojez en sus ojos.

Deku negó rápidamente. —No es tu culpa, me he dado cuenta que aquella vez en el hospital cuando hablamos y me dijiste que me muriese, simplemente es tu forma de expresarte. Lo que le pasó...a Shoto, no fue culpa tuya. Él está en un lugar mejor, y descansa en paz...puede ser que llevará muchas cosas encima y sintió que no podía más, como haces tú ahora.

—¿¡Entonces por qué no las habló conmigo?! —añadió el rubio frunciendo su ceño aún cuando su pecho dolía.

—Porque quizá no se sentía preparado...—añadió el pecoso. —¡Por eso, quiero que sigas hablando hasta soltarlo todo! ¡No quiero que me digas más que quieres morir, siento que no quiero perderte! ¡No quiero hacerlo!

Katsuki sintió la mano del pecoso acariciar con fuerza sus mejillas, y vio como en sus ojos esmeraldas algunas lágrimas aparecían. La lluvia se escuchaba tras la ventana, y un golpeteo en el corazón del rubio se escuchó. —Estás mintiendo, no es lo que de verdad quieres...

Midoriya se acercó al rubio, quedando muy cerca él uno del otro, de una forma en la que él rubio se sorprendió, y cerrando sus ojos, junto la frente con el. —¿Cómo te hago entender que ahora eres importante para mí? No digas que mis sentimientos son mentiras.

Katsuki sintió que en aquel dolor de su pecho, un calor se arremolinó en sus mejillas, y cerró sus ojos acariciando el cabello verde del contrario, le gustaba sentirlo así, cerca de él, a su lado.

—No quiero perderte, Kacchan. Para, por favor... —decía el pecoso, y fue cuando el rubio sintió las lágrimas del otro en su rostro.

—Ey, no llores. Lo siento, siento no creer en tus palabras o sentimientos...Pero hace mucho tiempo que odio quien soy, y no puedo creer, que me digas cosas tan bonitas. —le dijo suavemente.

Midoriya lo miró a los ojos, y vio aquel rubí rodeado de ese color violeta, y aquel labio roto. —Déjame hacerte creer en los buenos sentimientos de alguien, de mí. No me voy a ir, a menos que tú me alejes.

Y fue cuando Midoriya sin pensarlo demasiado acarició los labios del ceniza y acercándose lo poco que quedaba, plantó un pequeño beso en su frente, para seguido verlo con ternura. —Cuéntame eso que tanto ocultas.

Añadió el verdoso para sentarse y observar como el ceniza hacía lo mismo. Katsuki se sentía amado, verdaderamente lo sentía, le gustaba que Izuku estuviera junto a él, y lo cuidará como él tanto necesitaba. —La razón por la que odio estar en mi casa, es por mi padre. —decía el rubio apretando sus puños sin ser capaz de verlo a los ojos, el pecoso tomó una de sus manos con cariño, y él la apretó entre las suyas.

—Esto no es fácil para mí. Yo prometí ser fuerte y demostrarles a todos que podía con todo lo que llevaba encima, pero no es así. Aún oigo...los gritos de mi padre hacia mi, hacia mi madre...fue algo que en aquel día, me marcó. —decía el rubio sorbiendo su nariz.

Midoriya comenzó a confundirse por las palabras del rubio, pero continuó escuchando. —Siempre...quise que alguien me escuchará, y me demostrará que había algo más que dolor. Fue cuando apareció Todoroki, pero por alguna razón, no hubo la suficiente confianza o el suficiente tiempo para hablar y contarle esto, además de que él ya llevaba sus propios asuntos encima, y tan pronto desapareció, que ya no me quedaba realmente nadie. 

Katsuki dejó un largo suspiro, y viendo los dedos largos y finos del pecoso en su mano, sonrió con tristeza. —Pensé...que Kirishima y Denki serían capaces de ayudarme a soportar mi día a día, pero tras la muerte de Todoroki, se alejaron y distanciaron de mí, y hace unos pocos meses quisieron venir a apoyarme cuando me dejaron en el momento más duro. No quise alejarlos porque no tenía a nadie más, pero jamás los sentí de mi lado, y aún así, me duele haberlos perdido. —admitió con dolor.

Midoriya le sonrió con ternura y acarició con su mano libre su cabello, siendo observado por el pecoso. —Y te conocí, como una luz fuera de lugar, justamente en los mismos días en que Hitoshi, volvió a golpearme. —dijo finalmente, dejando de lado los rodeos; extrañamente comenzó a sentir nervios, picor en la garganta, y su estómago parecía querer expulsar lo poco que había comido. Con lágrimas nuevamente en sus ojos, se removió nervioso al ver la mirada impactada del contrario.

—Pensé...que todo se quedaría en aquella vez que me golpeó de niño, pero aquel día que me encontraste tirado junto a mi madre, él fue quien nos golpeó. No unos ladrones, te mentí aquel día porque no me sentía capaz de contarlo o buscar ayuda... —decía sintiendo su labio temblar, viendo el rostro serio del otro. —Hoy...hoy también me golpeó de nuevo, no fue una pelea. ¡Quise defenderme pero fui incapaz al ver como había destrozado mi cuarto y el altar a Todoroki! ¡Él me odia, me repite cada vez lo asqueroso que era por estar con un chico, y ver como mi madre solo me mira, sin hacer nada, me da rabia! —decía sintiendo sus manos sudar.

Midoriya estaba paralizado. "¿Qué? No podía ser, ¿Él sufría maltrato por su padre? ¿Desde que era pequeño? ¿Cómo era posible que lo hubiera llevado durante tanto tiempo solo, sin apoyo? ¿Eso no demostraba lo fuerte que era?" Pero no lo interrumpiría hasta que viese que soltará todo lo que llevaba aguantando.

—¿Sabes? Llega un momento en el que comienzas a creerle, y decir, joder, que asco doy, soy horrible. Ni siquiera pude aguantar un golpe suyo sin ser capaz de llorar. Yo estuve para todos los que eran mis amigos, pero cuando más lo necesité, ¡No había nadie, y lo peor, —dijo riendo con ironía entre lágrimas. —Es que me dicen que olvidé a la persona que más amé como si fuera de usar y tirar! ¿Sabes cómo me siento? Llevo tanto tiempo con toda esta rabia en mi corazón, que de la única manera que la canalizaba era golpeando y tratando mal a los demás, ¡Todo el mundo en el instituto y en las calles me odiaban solo con verme! ¿Por qué iba demostrar que era otra persona y que no me odiaba también? —el color de sus lágrimas a ojos del pecoso parecían ser la sangre que escurría del alma del rubio.

—Kacchan. —lo llamó con sutileza.

—¡Deku, no era capaz de nada! ¡Así que de que me valía vivir! Escapé ahora que tuve oportunidad e incluso pensé en ponerme frente a la carretera y acabar con todo, pero pensé en ti y acabé aquí, ahogando mis penas... —limpió sus lágrimas soltando la mano del pecoso. —¡Todo esto es culpa de él, él me ha convertido en un monstruo, mi madre se está muriendo en mi vida y no es capaz de defenderme por el miedo, y lo peor es que la culpo, y la he dejado sola! —decía exaltado al ver que el otro no reaccionaba, y aquello le preocupaba más que nada, no podía permitirse perderlo también.

Midoriya no aguantó más y lo abrazó con fuerza, sobando su espalda y dando suaves besos en su cabeza. —No importa quien más te haya traicionado o abandonado, yo no lo haré. Desahógate todo, es la hora, no guardes más en tu corazón, nada de lo que digas me va a separar de ti.

Katsuki sintió su corazón aliviarse al escuchar eso, y sentirlo en sus brazos, tenía miedo de que reaccionase mal pero todo lo que era el pecoso, era nada más que un corazón amable. Lloró todo lo que quedó de noche, se sentía impotente pero en paz de por fin tener a alguien a quien contarle, por lo que abrazó la pequeña espalda del más bajo, y lloró y gritó en su pecho hasta sentir que su voz se agotaba. Escuchando como el pecoso se unían entre lágrimas con él, le decía que lo arreglarían juntos y que lograrían terminar con todo esto, que no estaba solo y que era importante para él.

Tras unas horas después, entre lágrimas mezcladas con tristeza, Midoriya sintió como Katsuki se había quedando completamente dormido en sus brazos, por lo que lo acostó y besó su frente con cariño, y acariciando su rostro le dijo. —Ya no estás solo, Kacchan, no tienes que sufrir más esto tú solo. Te demostraré todo lo que me importas. —le dijo con tristeza en sus ojos al recordar aquellos gritos horribles y desesperados que exclamaba su alma. —Te demostraré...todo el amor que he comenzado a sentir por ti. —y acariciando sus cabellos con delicadeza, lo acobijo con sus sábanas, y se sentó frente a la ventana, viendo la oscuridad de la madrugada.

Su rostro se enfureció, y por primera vez su ceño se enmarcó en su rostro, junto las lágrimas en sus ojos. No era justo todo lo que le había pasado al alma cariñosa e incomprendida del rubio, y le haría pagar a aquel que tanto lo destruyó.


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Bueno, bueno, otro capítulo de esta hermosa historia. Tengo muchas ganas de seguir publicando y darle un fin muy especial.

Quiero aclarar que hablar con alguien sobre el maltrato, es la mejor solución; obviamente no es tan fácil expresarlo y menos contárselo a alguien de forma tan rápida, pero después de todo es una historia, y además Deku y Kacchan están enlazados por algo más fuerte que hace que sea más fácil desahogarse el uno con el otro, además sentía que era el momento. Muchas veces encontramos esa persona y todo se hace más fácil a partir de ahí.

Traté de expresar lo mejor que he podido el dolor que alguien puede llevar encima, tratando de explicarlo lo mejor posible, hasta el punto en el que sientes que te ahogas en tu propia pena y dolor, pero Deku le hace ver a Kacchan, ese hogar seguro.

Mucha inspiración la conseguí gracias a la serie de Arcane, y la hermosa relación tan complicada entre Jinx y Vi. ¡Gracias por leer!

¡Nos leemos, All the love, Ella!





















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