Llamada telefónica [Johnny & Charlie]

Miércoles 20 de abril del 2016.

Charlie se rompía la cabeza con la tarea de mates cuando en su celular estalló en vibraciones con la canción: «War of hearts» de Ruelle. Saltó en su lugar, por poco estropeando con un rayón toda la hoja de su tarea. En lugar de eso, su bolígrafo salió disparado hacia la ventana abierta y algún transeúnte no identificado gritó desde afuera «¡Ay, mi ojo!».

Charlie se encogió de hombros antes de contestar la llamada.

—¿Sí?

—Hola —saludó una voz ronca desde la otra línea.

Charlie colocó los brazos en jarras, o al menos uno de ellos. Se levantó de su silla de trabajo y comenzó a caminar en círculos, como hacía siempre que hablaba por teléfono.

—Juan Antonio. ¿Qué son estas horas de llamar?

El chico soltó un sonido gutural, algo a medio camino entre un resoplido y una risa inoportuna.

—¿Juan Antonio?

—Estaba haciendo mi tarea de mates —explicó Charlie— ¿tienes idea de cuánto me costó dejar de ver porn... ejem, digo, shonen ai para coger el puñetero cuaderno?

—¿Tu idea de tarde ideal es ver yaoi hard?

—¡Muchísimo! —Charlie ignoró la pregunta de Johnny y se llevó la mano a la frente con un gesto teatral— ¡Creo que es lo más difícil que he hecho en la vida!

La boca de Johnny se torció en una sonrisa, con Charlie no había como evitarlo.

—Bueno, —Charlie suspiró— ¿para qué me llamaste?

Johnny abrió la boca. Y la cerró. Por primera vez en mucho tiempo se quedó sin palabras. No sabía con certeza por qué la había llamado. Solo lo hizo. Había sido un impulso luego de...

—Supongo que necesitaba hablar con alguien —respondió con cuidado.

Charlie bufó, se detuvo en su vertiginosa marcha y se cruzó de brazos.

—¿Y qué pasó con Nico?

—Intenté llamarlo pero no me contestó —dijo Johnny, su voz decaía como una gota de lluvia resbalando por una ventana—. No se me ocurrió otra persona a quien recurrir.

—¿Y qué pasó con...? —Charlie no pudo terminar la pregunta. Solía creer que Johnny Collins era amigo de raimundo y todo el mundo, pero después haberlo conocido un poco mejor, podía darse cuenta de que en realidad no tenía más amigos que Nico—. Oh...

—Las apariencias engañan —musitó Johnny, intuyendo por su reacción qué pasaba por su mente.

—Si Nico no te contestó debe ser por algún motivo —planteó Charlie.

—Lo sé. —Johnny se pasó la mano buena por la cara con cansancio—. No estoy molesto con él.

—Está muy emocionado con Will y viceversa —prosiguió Charlie, retomando su andar con más energía que antes—. Nuestro plan funcionó a la perfección. Tengo una foto de su primer beso, en el cumpleaños de Will. Will me contó que se cantaron la canción que acordamos el día siguiente. Desde que están juntos ambos han estado abstraídos del mundo. No se buscan en el colegio, ni son excesivamente melosos, pero sé que se escriben y se ven algunos días después de clase. Son una pareja realmente hermosa.

Johnny cerró los ojos y sonrió. Dicen que los sentimientos más puros se albergan con los ojos cerrados.

—Me alegra escuchar eso.

—¿Por qué no apareciste ese día? —Charlie frunció el ceño—. Ahora que lo pienso, tampoco te he visto en el colegio.

—No podía ir —respondió Johnny—. Estoy... indispuesto.

—¿Tienes problemas de erección? —preguntó Charlie—. La masturbación podría ayudar. O sencillamente, el sexo. ¿Quieres que te facilite a un chico para eso?

—¿Qué? ¡No!

—¿No será que me lo quieres esconder?
No niegues a lo que te pide el cuerpo. Pero eso sí, cualquier cosa, lejitos de mis hijos.

—¿Hijos?

Charlie chasqueó la lengua.

—Los he adoptado sin que ellos lo sepan. Conocí a Nico en el cumpleaños de Will y... por el yaoi, es el ser más adorable del planeta. En serio, y yo que pensé que ya no podía haber nadie más adorable que Will. Hasta Dan y Damien lo vieron adorable. Y créeme, esos dos tienen el corazón de hielo de Elsa.

A Johnny no le costó nada imaginarse a dos tipos con vestido azul, cantando «Libre soy, libre soooy» a dueto mientras lanzaban rayos de hielo y construían un palacio con ellos.

Pero no pudo reír. Hizo un sonido seco, la sombra de la primera risa, pero fue tan pobre y lúgubre que sonó un gruñido ahogado.

Charlie, que sí reía por lo bajo, notó que había algo raro en la actitud de Johnny. Le faltaba chispa, agudeza. Charlie sabía cuando alguien no se encontraban bien y también cuando intentaban ocultarle cosas. Le había tocado respaldar a Will un montón de veces. Vivía tonteando para velar sus sentimientos. 

—Hey, ¿estás bien? —Esa pregunta, que tan absurda parece, para Charlie era la mejor manera de comenzar. Terreno seguro.

Johnny se quedó un rato inmóvil y luego algo lo condujo a ser sincero y comenzó a negar casi imperceptiblemente con la cabeza. Entonces recordó que estaba al teléfono. Titubeó unos segundos más y contestó, estirando como un chicle el sonido del monosílabo, hasta romperlo.

—No.

Charlie también se demoró en contestar, pero era para reflexionar. Sabía que si escogía mal sus palabras perdería la oportunidad  de recibir respuestas. Estaba a la expectativa de los sonidos que emitiera Johnny.

—¿Quieres hablar de eso? —preguntó con suavidad.

Johnny no contestó. No hizo ningún sonido en minutos.

Charlie probó con otro método.

—¡No me digas que interrumpiste mi tarea de matemáticas por nada, pendejo!

Esta vez, escuchó la débil risa del chico al otro lado de la línea.

—Está bien. —La voz de Johnny sonó rasposa, como si tuviera que haber pasado por una lija para salir. Tragó saliva—. Lo intentaré. Pero es una historia un poco enredada, sobre todo si inicio por el comienzo. ¿Qué será de tu porno gay y tu tarea de matemáticas?

Charlie se cansó de caminar y se derrumbó boca abajo sobre su cama.

—Dime algo que valga la pena y te perdonaré lo del yaoi. En cuanto a la tarea de matemáticas, de todas formas no entendía ni un carajo.

Johnny intentó organizar sus ideas.  Ahuecó la mano en el micrófono del teléfono y bajó la voz. Le habló del «accidente» y de sus secuelas. Le habló de Emily, de cómo lo tomaron en casa y el descanso médico. Llegó un punto en que hizo una pausa larga y formuló una pregunta que al principio parecía fuera de lugar.

—¿Conoces a Howard Pane?

—¿El padre del rey de los idiotas?

Johnny asintió, y las siguientes palabras casi lo hacen vomitar.

—Howard Pane se acostaba con mi mamá desde hace más de dieciséis años. Harold no es su único hijo.

—A la verga, esa infidelidad está más duradera que la mayoría de los matrimonios. —Charlie cerró la boca—. No me digas que...

—Sí.

—Oh...

Ninguno supo cómo romper el silencio que se estableció a continuación.

—¿Y Emily?

—También.

—Y... y... ¿qué pasó con tu pa- digo, el señor Collins?

—Nos echó de casa a todos hace un par de días.

Charlie sacudió la cabeza.

—¿Y dónde están ahora?

—En... —La llamada titiló y Charlie no pudo escuchar su respuesta—. Hablé con mis... —Otra vez estática—. Dentro de poco me... —. Charlie se paseó por toda su habitación en búsqueda de un rincón donde la señal mejore. Odiaba la tremerenda mala señal que había en su casa, pero había sido necesaria para que su madre pudiera financiar las cuotas—. No volveré al colegio... —Ningún lugar de la habitación parecía evitar que la llamada se perdiera. Entonces, Charlie corrió hacia el exterior—. Hazme el favor de avisarle a Nico ¿sí? Dile que... —En ese momento, la llamada se cortó definitivamente. Charlie se quedó resollando al final de las escaleras, viendo con el corazón a mil por hora la pantalla de su celular, mostrándole la cara principal como si aquella llamada nunca hubiera existido.

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