Jueves 21/04/2016, Atenciones



En cuanto vio la expresión de Will, Nico supo que tendría que haber seguido derecho hasta su casa. Pero estaba tan mareado, empapado y helado...

Will lo adentró al calor de su casa sin pensárselo un segundo, resultando incluso brusco. Lo abrazó por los hombros, conduciéndolo directamente hasta su habitación, donde le ordenó que se quitara la ropa mojada, habiéndole cedido un conjunto cálido de pijama de lana para reemplazarla, además de una manta azul para que se arropara con ella y entrara más rápido en calor.

Cuando volvió con una bolsa de hielo, povidona, gasa y una toalla de manos, Nico estaba listo. Le pidió que sostuviera la bolsa de hielo con sus dedos hinchados, allí donde sintiese mayor inflamación. Luego tendió la toalla sobre sus rodillas e hizo sentar a Nico al borde de la cama, con la cabeza inclinada hacia ellas. Nico no pudo evitar fijarse en que ella olía a él. Antiséptico y jabón de miel y manzanilla.

Will comentó en un murmuro tangiblemente aliviado que la herida era superficial. Nico se preguntó si lo habría dicho para él, para sí mismo, para el cosmos, o para nadie en realidad.

También se fijó en otros detalles. Los brazos de Will temblaban ligeramente. Tenía la respiración agitada. Cuando hablaba, su voz sonaba forzada, como si estuviera siendo estrujada antes de salir.

Will terminó de limpiar la herida y le levantó el mentón. Sus labios, a escasos centímetros no tenían la menor intención de robarle un beso. Nico no supo si sentirse decepcionado o halagado. Will estaba verdaderamente preocupado por su salud.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor —dijo Nico, y se cubrió la nariz para no estornudar en la cara de Will—. Perdón.

—Papá tiene medicinas que te podrían ayudar con eso, pero no es recomendable administrarse nada sin consultar a tu médico. —Le sonrió, culpable—. Esa vez que te recomendé una medicina, había acertado y me sentí orgulloso, pero mi papá me regañó. ¿Qué hubiera pasado si tu cuerpo hubiera reaccionado mal a uno de sus componentes? Hay que tener cuidado con esas cosas.

Nico se limpió la nariz con el antebrazo.

—Meh, he estado peor.

Will frunció un poco el ceño.

—Sigue mi dedo.

Nico lo hizo y notó una punzada detrás de los ojos que le arrancó una mueca de dolor.

—¿Te duele la cabeza?

—Sí.

—Describe el dolor. ¿Late o punza?

—Ambas, creo...

—¿Te sientes mareado?

—Sí, un poco.

Will le revisó las pupilas, y luego le pidió que le apretara la mano, con ambas de las suyas, una por una.

—¿Cuándo es tu cumpleaños?

Nico puso los ojos en blanco.

—Ocho de abril.

—Todo indica que tienes una conmoción cerebral —susurró Will—. No es mucho, pero...

—Will, estoy bien —dijo Nico, poniéndose de pie—. Me duele un poco la cabeza, estoy mareado y no puedo seguir tu dedo, pero fuera de eso, funciono bien. —Agitó las manos en el aire para comprobarlo. También recogió una pierna y mantuvo el equilibrio con la otra—. Pudo haber sido peor. Hay mil cosas peores. Los médicos se enfrentan a mil cosas peores.

Will se puso rígido, como si fuera a discutir; entonces se relajó, se pasó las manos por la cara y suspiró.

—Tienes razón. Tienes toda la razón.

De repente, pareció triste y consternado. Como si viera su futuro desde una perspectiva que jamás había considerado antes, una perspectiva que lo asustaba.

Nico volvió a sentarse y Will lo tomó por mejillas. En sus ojos azules había turbación, angustia, miedo y vergüenza. Lo abrazó con fuerza y se quedaron así por lo que parecieron horas. Nico intentó grabarse el ritmo de su corazón. Tun-tun, tun. Tun-tun, tun. Seguía pensando en él cuando se vieron obligados a deshacer el abrazo porque de otra manera hubiera sido imposible despegarlos. Entonces le contó a Will toda la historia.

—¿Te golpeaste la cabeza cuando caíste de espaldas? ¿O fue con la botella?

—No lo recuerdo bien. Todo pasó muy rápido, y los rayos aturdían. La botella me golpeó en el momento en que se fue la luz, pero en todo momento el dolor fue sordo e incierto.

—Parece una escena de película —comentó Will, acariciando con una delicadeza excesiva los dedos de Nico, como si deseara sanarlos así.

—Bueno —Los ojos de Nico centellaron—. Le dije un par de cosas a ese imbécil. En teoría el golpe me lo busqué yo.

Algo en la expresión de Will cambió.
Desaprobación. Dejó de acariciar sus dedos.

—No pongas esa cara, —instó Nico, irritado—, tenía que poner a ese señor en su lugar.

—No de esa manera —refutó Will, muy serio—. Si un perro te gruñe, nunca debes rebajarte a su nivel y gruñirle de vuelta. Demuéstrale superioridad manteniéndote impasible. Si el perro se enoja y te ataca, no te rebajes a su nivel y le devuelvas el mordisco. Déjate morder, permite que vea tu sangre, y márchate con dignidad y decoro. Si el perro te sigue, no debes perder los estribos y rebajarte a su condición agresiva. Tarde o temprano, el perro se cansará de una rivalidad unilateral y aprenderá de tu sabiduría. Entonces el perro se elevará a tu nivel, y le enseñará la misma lección a otros perros.

Nico parecía impresionado y Will se sonrojó un poco.

—Lo siento, mi mamá me solía recordar mucho esa reflexión cuando era más niño. Es algo de familia. La recito con la facilidad y abstracción de quien recitaría el Padre Nuestro.

—Es una buena reflexión —admitió Nico, y suspiró—. Supongo que hoy día fui un perro que obtuvo su merecido.

—No del todo.

—¿No obtuve todo mi merecido?

—No fuiste del todo un perro. En todo caso, fuiste uno que habló antes de gruñir. Espero que tus palabras hayan sido escuchadas.

Nico suspiró.

—Yo también. —Bostezó, arrullándose en las prendas calentitas de Will—. Hablando de padres, ¿cómo así no están en casa?

—¿No leíste mi último mail? No, por su puesto que no. Veo que has estado ocupado hoy. —Arqueó una ceja, de un rubio más oscuro que su cabello—. Tuvieron noche libre hoy. Me dijeron que harían cosas no incumbentes para hijos.

Nico rio. El sonido de su risa era uno de esos sonidos naturales de los que Will nunca se cansaría, como lo eran el trinar de los pájaros, la sartén de su mamá cuando hacía omelette y las gotas de lluvia al reventar en el techo.

—¿Seguro que te sientes bien?

—¡Joder, que sí!

Will se mordió los labios.

—Tenía que preguntarlo una vez más.

—Sí, claro —Nico rodó los ojos—. Supongo que el verdadero reto de un médico es mantener su neutralidad profesional cuando le toca atender a alguien que le importe de verdad.

Will sonrió, relajándose. Lo había pillado.

—¿Quieres prometerme algo?

Nico lo miró a los ojos. ¿Qué cosa?

—Eres mi punto débil —confesó Will, sin vacilaciones—. No sería un buen médico si tuviera tu vida en mis manos.

—Te prometo que no te buscaré cuando tenga una herida de muerte.

Will se echó a reír.

—No, no era eso lo que quería que me prometieras.

Nico asintió, sonriendo un poco.

—Lo intuía. Te prometo que intentaré no meterme en líos catastróficos, Will.

—Ahora me siento mucho más tranquilo.

Nico se hizo un ovillo en la cama, como un gato antes de dormir. Fue un movimiento natural, como las plantas creciendo en dirección a la energía del sol. Vio un peluche en forma de sol con una carita sonriente bordada a mano y estiró las manos hasta tomarlo. Era tan grande como su cabeza y tan suave que no daban ganas de soltarlo.

—Ese es el Señor Sol —comunicó Will, enternecido. Aunque una minúscula parte de él quería arrancar el peluche de los brazos de Nico y gritar «mío».

—Es tan suave... —Los ojos de Nico se entrecerraron y sus manos se lo llevaron al pecho.

—Mis padres me lo dieron hace unos años —explicó Will, con nostalgia. Pareció querer agregar otra cosa, pero se lo guardó.

—En caso de que me suceda algo catastrófico sin que yo lo busque. ¿Intentarías curarme de todas formas? —preguntó Nico con un bostezo.

—Esa es la promesa que yo te hago a ti.

Nico sonrió y abrazó más al Señor Sol. Poco después sus líneas de expresión se desdibujaron y la cadencia de su respiración le indicó a Will que se había quedado dormido.

En su cama. En su habitación. Fuera de su propia casa, donde sus hermanas mayores debían estar preocupándose por su ausencia.

Volvió a mirar a Nico y supo que no podría despertarlo. No se perdonaría perturbar su paz de manera tan desconsiderada. Lo miró por más tiempo. No parecía tan pesado...

La mañana siguiente, Nico despertó mágicamente hasta su cama, aún abrazando al Señor Sol.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top