Charlie hace los descubrimientos del año
Domingo 24 de abril del 2016.
Camille aceptó el Kleenex que le era tendido, limpiándose las lágrimas y luego sonándose la nariz, lo cual la dejó ennegrecida, creando un mayor desastre de su cara.
Charlie arrugó la nariz, entregándole uno nuevo que Camille recibió agradecida. En la mesa frente a ambas había un individual con diseños florales en tonos rojizos para cada una y encima de ellos un juego de porcelana de platillos y tazas de té de frutos rojos que ya estaban frías.
—Gracias.
Charlie se aclaró la garganta con el puño en la boca.
—Bueno, por qué no empieza por...
La mujer rompió en llanto de nuevo y Charlie suspiró pesadamente, rodando los ojos en su fuero interno. Estaba reconsiderando la idea de mandar a la chingada esa señora y volver por donde había venido, a la tranquilidad del incansable yaoi de su nido-habitación.
Apretó los dientes. Eso no iba a pasar.
—Lo siento —se disculpó Camille, y Charlie empujó la funda de Kleenex entera hacia ella por la mesa, como si fuera un fajo de billetes en una mesa de póker. Volvió a sonarse la nariz—. Es que no sé cómo terminé así...
—Eh, en resumen, fue una perra.
Camille torció el gesto. No parecía sorprendida o contrariada por la afirmación de su invitada, más bien resignada.
—No digo que no merezca esto, pero es difícil de asimilar. Lo he perdido todo... por amor.
—Como toda una burra melodramática —comentó Charlie, bebiendo un poco de su té.
La señora frunció el ceño.
—¿Has venido a ofenderme?
—No, pero es imposible decirle la verdad y no hacerlo. Usted sabe por qué vine.
Camille asintió, asiendo su taza con ambas manos como si pudiera obtener fuerza de ella. Tenía oscurecidas las zonas inferiores a los ojos y Charlie sabía que aquello no se debía solamente al maquillaje corrido. También se le notaba la piel y el cabello resecos, como si ya no le importara tener un cuidado personal.
Charlie debería compadecerse de ella. Debería. Porque, por muy injusto que fuese para el género masculino, para Charlie las mujeres tenían privilegios solo por el hecho de ser mujeres, pues las creía más sensatas, sabias e inteligentes que los hombres; además de que siempre habían sido oprimidas y abusadas de manera injusta por el patriarcado. Pero esa señora se había granjeado su odio haciendo lo que hizo por la razón que lo hizo. Era una vergüenza como mujer habiendo sido no solo insensata sino una completa estúpida. Y a Charlie le cabreaba más saber que estaba teniendo sentimientos encontrados por Johnny, pues los sentimientos en contra de Camille nacieron en defensa suya y de su hermana, y cuando Charlie se cabreaba era más brutalmente honesta que de costumbre.
—Tenía planes con mis hijos —prosiguió Camille—. Planes para los tres. Irnos a otro lugar a empezar de nuevo. Pero eso fue antes de... —se mordió el labio y Charlie la ayudó.
—Antes de que ellos descubrieran que su infidelidad se remontaba antes del nacimiento de ambos. Debo serle franca, algo así solo me lo hubiera ideado en una telenovela. Es tan de perra. Y de la peor clase, de las que fingen no serlo pero lo son hasta las entrañas. Usted es como la reina de las monas vestidas de seda. Su hijo al menos dejaba en claro lo que era. Usted estaría por debajo de las damas de...
Camille carraspeó y Charlie se detuvo, temerosa de que la mujer decidiera sacarla a patadas de su departamento. Pero Camille solo suspiró, echándole un sobre número cinco de azúcar morena a su dulcísimo té, del cual no había bebido un solo trago.
—Las cosas se pusieron muy mal —concedió, haciendo una mueca con los labios—. John nos borró a todos de su vida. Howard no quería soltarme. Johnny no quería saber nada más de mí y no me dejaba ver a Emily a menos que ella se lo insistiera. Además, su hijo nos odiaba. Especialmente a mí. —Suspiró, carraspeando en un intento de recomponer su voz—. Ninguno de nosotros tres duró demasiado en la casa de Howard. Johnny granjeó mi perdón por la emancipación legal de su hermana y suya. Servicios sociales declaró que ni yo ni Howard éramos aptos para cuidarlos. Hicieron contacto con mis padres, quienes aceptaron cuidar a los niños hasta que cumplan la mayoría de edad y se aseguraron de dejarme en claro que ya no significo nada para ellos más que decepción y que no tengo ningún derecho de visitarlos ni llamarlos nunca. —Camille miró arriba, intentando evitar que las lágrimas se condensaran en sus ojos hinchados—. Luego Howard se enfadó conmigo por poner en peligro su integridad y me corrió de su casa, no sin antes confesarme que yo no era una mujer particularmente especial en su vida.
Los ojos de Charlie estaban muy abiertos.
—¿Fue una más del montón con a las que fo—ejem—cometía adulterio?
Camille asintió, emitiendo un sollozo. No podía evitarlo, estaba destrozada por la traición y la culpa, y sabía que lo merecía, pero no pensó en cuán duro sería vivirlo.
—Estuve tan enamorada de él desde la secundaria. Tan profunda y estúpidamente enamorada. Lo sacrifiqué todo por él, para que ese amor sobreviviera. Me hizo creer que era un sentimiento mutuo, insistía tanto en mantenerse en contacto conmigo. ¿Y así fue como me retribuyó? —Bajó con la cabeza, negando con ella—. Es karma. A veces me pregunto si él terminará peor que yo cuando le llegue la hora de la justicia.
—A como va la telenovela, es posible que una de sus aventuras resulte ser una loca psicótica que le corte las pelotas.
Camille sonrió por primera vez en la velada, satisfecha con la idea. Rectificó la espalda y dejó caer sus manos sobre su regazo.
—En fin, así fue cómo terminé así y en este departamento, completamente sola. Trabajo para vivir y vivo para trabajar. Pero si hay algo bueno que rescatar de todo esto es que siempre amé a mis hijos y eso es lo más real que tengo, que siempre he tenido. Fui a cada recital de Emily, estuve ahí para Johnny cuando John decidió darle la espalda por su sexualidad. Atesoré cada salida, cada abrazo y cada beso como si fueran barras de oro. Al final hice lo que debía hacer por mis hijos. A pesar a la orden de alejamiento, pude arreglar las cosas con ellos y eso es lo más importante para mí. Es mi único alivio. —Charlie tenía cara de no convencida, por lo que agregó—. Además, ahora soy independiente. Este es un nuevo comienzo para mí. —Camille contorneó sus párpados inferiores con el Kleenex—. Tengo que verlo desde el lado positivo.
Charlie se encogió de hombros.
—¿Y no ha vuelto a hablar con Johnn?
—No quiere saber nada sobre mí. Y tiene razón. Como muchos otros. Estoy desinformada de lo que pueda ser su vida ahora, pero sé que mis hijos están en buenas manos allá en Wisconsin.
—¿Y Howard?
Camille meneó la cabeza.
—¿Sus hijos?
Camille rebuscó en su bolso y sacó una postal que le enseñó a Charlie.
—Eso fue lo último que recibí de ellos.
En la cara externa había una fotografía de una laguna azul oscuro bordeada por césped y unas rocas en pila. Dentro decía lo siguiente:
[email protected]
Contraseña: oRyoUbetterNot
Elimínalo todo, no dejes nada. Por el momento no puedo proporcionarte una dirección geográfica o electrónica a la cual puedas responder o enviar mensajes, pero más adelante me las arreglaré para hacerlo posible. Volveré a enviar una postal.
Att: Jackie por última vez.
Pd: Todo va bien, Emily te manda saludos.
Más abajo la letra se volvía infantil y se marcaba con tinta lila:
Todavía creo en la familia, mami.
xoxo
—Parece que los abuelos se toman la cosa muy en serio —silbó Charlie.
—Ellos no dejarán que yo me les acerque, al menos hasta que le dure el enojo. Solo les debo una manutención. —Frunció el ceño, recordando algo—. Johnny también me entregó esto. Dijo que tengo que hacérselo llegar a Nico. —Camille depositó una carta arrugada y doblada en cuarto en las manos de Charlie—. Creo que tú eres más apta que yo para hacerle el favor.
Charlie se guardó la carta en el bolsillo de los pantalones rápidamente. Lo sentía por Nico, pero necesitaba pasar por una inspección antes de llegar a sus manos.
—Me dijo que me pediría algo así —continuó Camille—. Tengo que cerrar todas sus cuentas de las redes sociales, incluyendo su cuenta en Outlook y eliminar todo el contenido. Lo renovará todo y ninguno de nosotros podrá saberlo hasta que él lo desee.
—Si es que lo hace.
La mujer se encogió de hombros.
—Mi hijo nunca ha hecho lo predecible. Dejaré que siga existiendo en la red al menos hasta el siguiente fin de semana.
Charlie, que ya se había grabado el correo y contraseña, le devolvió recelosa la postal a la mujer.
—¿Puedo preguntar... por qué viniste a esto?
Charlie bebió el último sorbo de su té.
—Asuntos pendientes, señora. Con su hijo, su ex y mi mejor amigo. Alguien necesitaba obtener respuestas. Gracias por su colaboración.
Lo primero que hizo al llegar a su casa fue revisar las cuentas. En las redes no había mucho, y le resultó increíble que muchos de los «amigos» de Johnny siguieran compartiendo momos idiotas en su perfil e invitándolo a eventos como si siguiera con ellos. También tenía mensajes sugestivos de colegialas pendejas, incluso de un par de chicos. Charlie terminó increíblemente molesta. Tanto que le contestó a algunos cosas como «Púdrete» o «Ojalá te mueras».
La sorpresa buena se la llevó en el mail. Había un correo de Nico sin leer encabezando la bandeja de entrada. Charlie se mordió el labio, y mirando que no hubiera nadie a su alrededor, lo abrió. Terminó con la mano sobre la boca y los ojos muy abiertos.
—Santa mierda, Juan Antonio.
Él tenía que leer ese correo, a como dé lugar, y eso no sucedería si Camille Keen eliminaba su cuenta de Outlook junto con todo su contenido. Charlie se encontró imprimiéndolo y tratando de pensar cómo dárselo. Chíngale, que para eso tendría que esperar hasta que a Johnny se le ocurriera volver a contactar con su madre. Y también tendría que volver a bancar a esa patética señora. Aunque no resultó tan insoportable a la hora de la hora.
Aún pensaba en esas cosas cuando recibió un mensaje de los gemelos.
«¡Tienes que entrar, ahora!»
Seguido a eso había un link.
Enfurruñada, Charlie obedeció. No le placía ver las babosadas que veían sus amigos, en especial en un momento crítico como aquel.
Después habría dado la cabeza para que hubiera sido solo una babosada.
El link la llevó hasta una página web que se llamaba «La puta más puta de Berkeley».
El color abandonó por completo la cara de Charlie mientras se adentraba más y más en el contenido de la página. Luego volvió, pero concentrado en rojo.
Entonces puteó con todo lo que tenía hasta que tras largos minutos pudo recuperar algo de la compostura, e inmediatamente llamó a los gemelos.
Tenían que evitar a toda costa que Will entrara en esa página. Eso lo destruiría. Si lo hacía... no, Charlie prefería no pensar hasta qué punto podía llegar su mejor amigo.
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