Carta a nadie en particular.
Papel que encontré por ahí,
Estabas arrugado y vacío, arrumado entre los pilos de documentos de papá. Tal vez fuiste un error de impresión o una hoja que no fue usada debido a sus arrugas. Te vi y te compadecí. Tan marginado y en desuso, próximo a ser desechado sin haber antes sido aprovechado. Decidí darte una oportunidad. Serás un papel importante en mi vida, cuidadosamente guardado y protegido, portador de la llave a mis pensamientos más profundos. Lo que mi padre vio como un desperfecto yo lo veo como algo que te hace especial.
Pero bueno, yendo a lo que quiero ir, quería contarte sobre dos personas especiales hoy. Sus nombres son Will Solace y Johnny Collins.
Fui lento, pero con ayuda de mi buen amigo logré entender las indirectas de Will. No sabía que quería tanto a Johnny, hasta que me dijo que se alejaría. Es irónico cómo los humanos siempre tendemos a caer en esto, a esperar la ausencia para valorar la presencia. Pero ese no es el punto. Tampoco lo es que en base a ello haya entrado en dudas sobre mis sentimientos por Will, ni tampoco que no me hubiera fijado en ellos antes.
Todo vino de golpe. Todo se mezcló en mi mente, como una lavadora. Miles de pensamientos distintos salían a flote y no sabía cuáles eran los fiables. Tuve que meditarlo durante todo el maldito día de ayer. Tuve que releer todos los correos y repasar los encuentros con Will. Tuve que cerrar los ojos, ver su cara y preguntarme qué sentía.
Una mejor pregunta hubiera sido qué no sentí. ¿Cómo es que recordaba cada detalle de su rostro? Hasta sabía cuántas pecas tenía en la nariz (Tiene nueve, alineadas en tres filas, la primera de cuatro, la segunda de tres y la última de dos).
Creo que la razón por la que solía ser tan ciego es porque estaba demasiado metido en mí mismo. Me limitaba a vivir centrado en mi vida, y no precisamente de una manera bonita. Mis problemas parecían demasiado grandes y abrumadores, creando enormes murallas que no me dejaban ver más allá y que, alimentadas por mis inseguridades, se cerraban cada vez más, asfixiándome en su interior. No veía al mundo como el mundo que es, sino como el reducido y complejo espacio que comprende a mi cabeza.
No era que no los quisiera a los demás, sino que no me daba la oportunidad de reparar en ello ni de manifestarlo. Hace un par de días, me enteré que una de esas oportunidades se esfumaría. No pude controlar mi reaccionar. Todo el afecto emergió de golpe, como un volcán en erupción. Y es que el afecto que siento hacia Johnny está al mismo nivel que el de Will, pero no es de la misma clase. Tal vez lo fue en el pasado, pero las cosas han cambiado.
Will vino a derrumbar parte de mis murallas e iluminar mi camino como una estrella. Ahora que aquella erupción ha terminado, y las cenizas se han esparcido, puedo volver a verlo así. Will sigue siendo una luz perenne y me sigue esperando con esa sonrisa tan contagiosa que me obliga a sonreír también.
Yo quiero ir con él. Quiero que sus brazos me rodeen como lo hicieron en el cementerio y quiero que su voz me susurre al oído, con esa dulzura que sólo él tiene. Quiero más cosas, pero no vale nombrarlas ahora o este empalagoso relato perdería su encanto.
En reasumidas cuentas, mi confusión de sentimientos fue solo una reacción ante la desesperación de perder a mi mejor amigo, que coincidentemente fue mi novio alguna vez. No pude darle la importancia que se merecía. Pero eso no va a repetirse. No con Will.
¿Qué sé sobre su vida privada? ¿Sobre sus temores, sus traumas del pasado, sus debilidades, sus demonios? Casi nada. Will no se ha abierto de esa manera conmigo. Es como si temiera dañar la imagen que tengo de él, o como si creyera que sus asuntos no importan lo suficiente. También tiene muros a su alrededor, solo que los mantiene invisibles. Pero eso no se va a quedar así. A partir de hoy, sábado 16 de abril, todo va a cambiar.
Nico.
Nico aplastó el papel dentro de su cuaderno de matemáticas. Ya era hora de partir, Ayalet lo estaba apurando desde la planta baja. Tomó el regalo con más fuerza de la necesaria y siguió a su hermana hasta el auto, con el corazón abierto y desbocado.
—¿Listo? —preguntó Ayalet, girándose hacia él con una sonrisa gentil, mientras terminaba de retroceder el auto hasta la avenida. Nico sabía que no se refería solamente a si estaba preparado para la fiesta de Will.
Solo atinó a asentir, cada vez más nervioso; sin saber que Will Solace estaba pasando por lo mismo esos precisos momentos.
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