19/05/2016, ¿Qué sucede contigo?
Nico encontró lo que buscaba. Unos dedos bronceados que ya conocía de memoria taparon su boca para arrastrarlo hacia el cuerpo de su portador, quien lo acorraló por los hombros contra una de las paredes externas y más abandonadas del bloque de estudio. Exactamente el mismo lugar donde lo habían acorralado dos días atrás.
—¿Qué crees que haces? —cuestionó Will. Parecía realmente angustiado por la reputación de Nico, tanto que a Nico le dio risa.
—Estoy saliendo del closet —dijo Nico, haciendo una seña hacia su camiseta.
—No es gracioso.
Nico se quitó las manos de Will de encima.
—Pues para ellos sí. Y esto no lo es todo. Mañana aparecerán fotos nítidas de «mis cosas muy personales» en la página. Mis secretos quedarán tan descubiertos como los tuyos.
—¡¿Estás demente?! —gritó Will, tan alto que por más lejos que estaban de todos, alguien pudo haber escuchado; los pájaros que se hallaban posados sobre las cornisas del edificio de estudio y la bodega salieron volando. Traslucía consternación, real consternación y enfado como Nico nunca antes había visto en él. No obstante, Nico no era una persona fácil de intimidar, menos cuando se le metía algo firme a la cabeza. En ese sentido era acérrimo.
—No están tan mal. Además, si de esta manera desvían su atención de ti...
Will se alborotó el cabello, tan fuerte que se arrancó unas greñas rubias.
—No quiero que dejen de burlarse de mí para que lo hagan de ti. Eso era lo que menos quería. Al menos tenía el consuelo de que tú estabas a salvo. Ahora...
Nico resopló y se cruzó de brazos.
—No puedes decidir por mí. No me interesa estar a salvo mientras tú no lo estés. Si vas a pasar por esto, no lo harás solo, ¿entiendes? No te dejaré. Lo atravesaremos juntos y lo superaremos juntos. Así es como funcionan las cosas entre los novios.
Fue como si le hubiera pegado un zape en medio de los ojos a Will. Era la primera vez que Nico decía esa palabra con tanta soltura.
—Nico... —Will bajó la mirada hasta que casi por completo cerró los ojos. Tantos sentimientos encerrados en una sola palabra.
Nico había bajado la cabeza. La voz le tembló al hablar.
—Solo... déjame ayudarte, mierda. Estoy harto de perder a quienes quiero. Estoy harto de verte sufrir y solo poder sentirme impotente.
—No tienes que sentirse así —murmuró Will, abstraído—, solo ignóralo y sigue con tu vida.
Nico lo fulminó con la mirada. Tenía los ojos inyectados en sangre.
—No es algo que pueda decidir, stronzo.
Will siguió el sonido de las pisadas del chico que amaba hasta que se alejaron lo suficiente para perderse con los ruidos escolares. Quería detenerlo, pedirle disculpas, hacerle promesas. ¿Pero de qué serviría? Ya no era saludable para Nico. Todo lo que tuvo alguna vez para ofrecerle se había esfumado. Si Will acudía a Nico, su relación moriría de forma más tortuosa de lo que haría estando separados.
Porque Nico nunca conoció al verdadero Will. Solo lo bello, solo lo luminoso. No se enamoró de sus defectos sino de sus virtudes, y no fue culpa suya sino de Will, por ocultarle información por temor al rechazo. Y ahora, irónicamente, era Will quien rechazaba una y otra vez a Nico, no solo por protegerlo, sino por aquel temor al rechazo que siempre se mantenía latente en su ser. No quería ser rechazado por la única persona que jamás lo había hecho. No quería si quiera arriesgarse, porque por mucho que Nico dijera lo que dijera, sabía cuáles serían los resultados. Porque todos en algún momento de su vida lo rechazaron, todos, y Will quiere mantener vivo el idilio de que Nico sea el único que no. Además, por más que Nico insistiese de todas las maneras posibles, no podía abrirle el paso para que llegara a hundirse con él. Menos sabiendo que Nico sentía lo mismo que Will sentía por él. Amor, ese maldito amor que paradójicamente los unía y los separaba.
Will se sentía deplorable por evitar a Nico, pero también sentía que no le quedaba de otra. Nico es demasiado importante en su vida para eso, no le importaba si eso significaba reducir a nada su cercanía y cortar todos los medios de comunicación entre ambos. Will necesitaba verlo alejado de la oscuridad que se cernía sobre su persona, salvado de tratar con ella, de ser envuelto bajo su manto catastrófico. Esperaba que Nico se hastiase y buscase a alguien mejor, que no le diera tantos problemas como los que traía Will consigo. No merecía tantas oportunidades. Merecía que Nico lo mandara a la mierda, tal como había hecho con los comentarios de todos en el colegio. Porque, a diferencia de Will, Nico era fuerte y cosas como las que le afectaban a Will le resbalaban. ¿No merecía a alguien igual de fuerte a cambio, como Johnny?
Había pasado épocas muy difíciles en su vida, pero nada fue tan difícil como las tres últimas semanas. Fue una mezcla de todo, tanto pasado como presente, que indujo a Will a encaminarse por el sendero erróneo y cometer un acto imprudente. Las consecuencias fueron nefastas. Incluyeron un hospital del que lo dejaron salir con recelo y una familia consternada hasta la médula. Volvió el bendito diagnóstico psiquiátrico, F32.2, que lo había acompañado en su pubertad. Aunque no quería, Will se vio en la obligación de contarles a sus familiares sobre Harold Pane y su aberrante página web. Sus padres estallaron. Lloraron, lo abrazaron y le reclamaron por no haberles contado antes. Le devolvieron su celular y, más que ofrecerle, lo apremiaron a tomar terapias psicológicas. Y se enfurecieron con el colegio. Insistieron en llamar para reportar al director las fechorías cometidas por Pane, pero Will se negó. Les dijo que no era el momento, aunque en realidad no quería que por informarle todo al director lo empezaran a molestar también por ser un llorón hijo de mami. Sabía que en algún momento tendría que sacar valor para decirle al director, pero en estos momentos ese valor estaba completamente ausente.
Comenzó a relajarse demasiado pronto. Una sombra se cernió sobre él, y por un momento estúpido, Will pensó que Nico había regresado. Pero la vida no es tan consentidora.
—Harold. —Will retrocedió un paso. Por detrás del susodicho emergieron tres figuras más.
—Hola, perdedor. —Harold sonrió, regocijado por la imagen que inspiraba Will: una que daba pena—. Me enteré de que te pusiste rudo por correo con uno de mis esbirros. —Hizo una seña a uno de los chicos detrás de él, quien se encogió un poco en su lugar. Levantó la cabeza y miró a Will, exhibiendo arrepentimiento en sus ojos verdes. Harold lo empujó al lado del rubio con tosquedad—. La tarea era simple, Matthew. Escríbele al correo y perturba su mente. Pero mi esbirro sintió pena por ti; cómo no, si es todo lo que inspiras, pedazo de mierda. Le pagué en efectivo y él me pagó traicionándome. ¡Por ti! ¿Puedes creerlo? Pero eso no se va a quedar así. Quiero que se miren entre ustedes y se analicen bien. Inútil rubio de pacotilla, mira a este muchacho a tu lado y entérate de que es quien te escribía a tu correo y no es tu amigo. Te envió esos correos por dinero y nada más.
—Will —El chico parecía a punto de llorar de vergüenza e impotencia— yo...
—¡Silencio! —imperó Harold—. Campbell, no tienes derecho a hablar. Me has traicionado. —Miró a Will de refilón, entrecerrando los ojos que ardían con un odio peligroso—. Por nada. Y ahora ambos van a recibir lo que merecen. —Los otros dos jugadores sonrieron, tronándose los puños y cerraron filas alrededor de Will y Matthew.
Will no opuso resistencia. Aborrecía la violencia física con todo su ser, y no la practicaba por mucho que otros sí lo hicieran. Intentaba aplicar las enseñanzas de su madre por un lado, y por el otro, Will nunca fue capaz de infligir daño físico o intencionado a los demás.
Fue inexorable sentirse traicionado por descubrir que Desconocido era uno de los seguidores de Harold Pane, pero parte de él ya lo esperaba. ¿Quién sino y por qué comenzaría a escribirle de esa manera? Harold no podía escribir tan bien, pero se consiguió a alguien que sí y no desaprovechó la oportunidad de utilizarlo en contra de Will. Y ahora tanto esa persona como Will iban a pagar que no cumpliera su consigna como debía. Will no estaba enojado con Matthew, solo decepcionado; tal como se había decepcionado de sus padres y amigos en el pasado. No se trataba de algo irreparable. Que, pese a hacerlo por dinero, el chico se hubiera desviado de su consigna para intentar ayudarlo decía que no era un desalmado como sus compañeros de fútbol y que había sentido algo lo suficientemente fuerte por Will para decidir no atormentarlo hasta que perdiera la cordura como le había pedido Harold. Le hubiera gustado decírselo, pero los subalternos de Harold no le iban a dar oportunidad. Se preparó mentalmente para recibir el primer puñetazo. Lo que vio cuando cerró los ojos fueron los ojos heridos de Nico, y pensó que se lo merecía, todo lo malo se lo merecía.
Puñetazo que nunca llegó. Cuando abrió los ojos, Matthew le estaba dando pelea a los dos jugadores desconocidos y Harold se reía, centrado en Will.
—Eres tan patético que esto es injusto.
Will estaba de acuerdo. Pero luego Harold decidió que no le importaba ser injusto y Will salió del callejón con la nariz sangrante y cojeando, mientras que Matthew fue arrastrado, todo golpeado y atolondrado, por sus compañeros hacia donde éstos se dirigían, probablemente a entrenar. Will sintió pena por él.
—¿Qué sucede contigo? —Escupió Harold mientras se alejaba. Había dejado de golpearlo porque Will no le devolvía ningún golpe y eso no resultaba estimulante en lo absoluto.
Por alguna razón, Will se imaginó a Nico y no a Harold preguntándole eso.
No me sucede nada, así soy yo.
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