2015


-No es normal.

- Por favor Bokuto-san.

- Levántate.

- Iré, lo prometo.

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- ¡Keiji mi amor! - sintió unos brazos ahogarlo.

Había fechas un tanto difíciles en el año dónde los sentimientos ya revoltosos de Keiji eran agudizados y se encontraban más presentes, y está a agradecido que todo esto ocurriera para el receso de invierno, lo que le permitía esconderse entre las sábanas para sufrir sin tener que asistir a clases.

Pero también significaba ahora que no podría pasarlo en su cómoda cama con Bokuto acercándole comida cuando estuviera en la casa, o el cargador de la computadora cuando se lo pidiera entre lamentos por las noches, aunque lo despertara de madrugada antes de un entrenamiento, si no que debía subirse en un tren durante un largo rato, más por lo abombado de su mente que por el recorrido, escuchando música triste y pasar unos días junto a su ahora neurálgica madre.

Akaashi odiaba enero, aunque en concreto, su segunda semana.

Ya de por sí de niño no había sido un gran fanático, un niñato en su primaría de tan infeliz que era con su propia vida gritó a voces cuando aún nadie sabía que Santa no existía, lo que llevó a todo el proceso de esperar que los regalos aparecieran, ver los fuegos artificiales mientras su tío los metía por la ventana y dejar galletas que su padre comería antes de que lo notará en algo vago y aburrido, a lo que pasó en su navidad número diez, donde la disfruto, aun sabiendo que santa no era cierto, mientras que ya para enero, no era un niño.

- 'Kaashi, ¿Seguro que no quieres que vaya contigo? De igual manera el entrenamiento de hoy no es muy importante.

- Esta bien Bokuto-san, - dijo tranquilo observando los andenes. - Igualmente deberíamos ir con mamá a solas un rato... Igual te esperaremos para la cena, y puedo ir a presentarte ante papá.

- Me parece genial, ansió conocer al señor Akaashi, y llevaré uno de esos postres de limón que tanto ama tu madre. - pasó su mano discretamente por el brazo de Keiji. - Te amo, ¿Lo sabes? - murmuró entre el bullicio de la gente.

- Yo a ti Kou, nos vemos por la noche. Cuida el auto.

- ¡Siempre!

Una sonrisa vaga en su rostro fue despedida por los saltos entre la gente de Kotarou agitando los brazos en el aire, dando camino a doce paradas y casi un disco entero luego, donde Akaashi volvió a tomar el camino que usaba cuando bajaba del sentido contrario, volviendo del Fukurodani a casa.

A lo largo de su año había visitado a su madre múltiples veces, en la que era recibido por la casa atacada por una bomba nuclear y ella haciendo malabares entre el teléfono fijo para pedir comida y la escoba que no mucho arreglaba, donde se contaban sus avances en la vida adulta y lloraban viendo una que otra novela en la TV, pero era la primera vez donde vendría en esos únicos cinco días de los trecientos sesenta y cinco donde su madre se permitía desmoronarse y mostrar su verdadero rostro.

- ¡Keiji mi amor! - sintió unos brazos ahogarlo. - ¿Como te encuentras? ¿Y Kotarou?

- Hola má, -dijo intentando soltarse, ya sentía el maquillaje corrido pegándose a su mejilla. - Vendrá por la noche y todo está bien.

Se dio paso en la catastrófica casa, que si no fuera porque los dos últimos años que vivió ahí se veía motivado a ordenarlo por la presencia del chico que le gustaba y luego se volvió en su pareja, desde hacía año hubiese mantenido esa pinta de basurero residencial.

Su madre estaba a medio arreglar, su pollera tenía el cierre bajo, la toalla aún seguía sosteniendo su cabello y su maquillaje era un desastre completo, Akaashi volvía en el tiempo, y sabía que su partida tenía mucho que ver.

Se tomó el trabajo de ayudarla a estar lista, el mediodía se acercaba y no quería perder la costumbre, por lo que rápidamente se dignó a peinar su cabello suelto y dejarla sin maquillaje, recordándole que su padre lo prefería así, para manejar con algunos desvíos por tiendas al cementerio departamental, donde tomado de la mano como un niño, guió a su madre por las grandes parcelas hasta encontrar la propia a su familia.

Limpió el lugar con la mano, alejando los rastros de tierra y barro ya seco, tirando en el cesto más cercano las flores marchitadas y colocando nuevas, mientras que su madre lo observaba petrificada a su espalda, acomodó una manta en el suelo y sacó los contenedores con variedades de comida que recordaba que su padre disfrutaba en sus tardes libres.

- Ya está todo listo mamá. - tomó su mano, guiándola a su costado en el suelo.

Todos los años era lo mismo, desde el primer día que su padre falto la semana que comprendía del 24 de diciembre a finales de año, su madre entraba en un trance casi mortal donde todo le era difícil, y su ya no tan pequeño hijo debía ayudarla a dar sus respetos y no ahogarse en un vacío interminable para ella.

La primera vez fue para su funeral, donde luego de una navidad silenciosa Akaashi, con tan solo diez años y junto a su abuela paterna que ya no estaba a su lado si no frente a ellos junto a su hijo, tuvieron que sostener a su madre vestida de negro para que no perdiera la compostura frente a tanta gente, y al año siguiente la historia se repitió, mostrando que no sería un corto proceso.

Pero siempre ocurría lo mismo, entre medio de tanta tristeza y agonía, ella encontraba el momento frente a la tumba reconfortante, tal vez en un acto de cuidado propio, o de indicios de demencia, se permitía reír y actuar como si nada pasaba.

- John, - dijo tranquila. - ¿Puedes creer que Keiji tuvo el atrevimiento de invitar a su novio para navidad? ¡Hasta ha comprado una calceta para la chimenea y bordó su nombre en ella!

Su padre era mixto de razas, su padre, a quien desconoció mucho tiempo, había nacido en Estados Unidos, lo que le otorgó a Keiji, además de sus bonitos ojos azules, la posibilidad de celebrar la navidad como una fiesta occidental, y no como una aburrida fiesta algo imitada y más para parejas que nada.

- Pero Bokuto-san, como el lento de Kei lo llama, es muy agradable, cuando quiere. - se río para sí misma, ganando algunas miradas de Akaashi. - Aunque prefiero mantener la vista cerca de él, nuestro pequeño últimamente no sonríe tanto como al comienzo de su amor.

- Mamá que dices...

Akaashi tenía en claro que el cuerpo ya necrótico y consumido por gusanos frente a ellos no oía nada, que solo era un mecanismo de supervivencia de su madre, pero tampoco le agradaba la idea de que, si existían espíritus, el de su padre escuchara tales cosas.

- Keiji, bebé. - dijo volviendo en si mientras tomaba sus manos. - No es normal como te trata Kotarou.

- ¿Qué estás diciendo? - una punzada ahogó sus sentidos. - Bokuto es muy buena y comprensiva pareja, hace todo por mí y es mi vida, lo sabes.

- No negaré eso mi amor, lo he visto, si ese chico debe saltar frente a un tren por ti lo haría, pero... Tu vida debería ir por fuera de él también, no puedes construir quién eres en base a otra persona.

- Pero tú.

- Si Kei, yo lo hice con tu padre... Mis gustos y actitudes, lo conocí cuando tenía seis años hijo, nos juntamos a los quince y a los dieciocho ya te estábamos esperando... Pero si yo hubiese tomado mi propio camino, a su lado aún, hoy no sufriría así, ¿Puedes entender lo que te digo?

- Yo tengo mi vida por fuera de Bokuto má, estudio y escribo, veo a Kenma y hablo con Konoha y Washio por teléfono.

- ¿Y de que hablas con tus amigos o en tus novelas?

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- ¡Akaashi! - escuchó el grito desde la entrada escondiéndose más entre las mantas. - ¡Levántate!

Gruñó audiblemente, la noche anterior había estado estudiando hasta casi las cinco de la madrugada, y durante toda la semana tubo universidad por la mañana y dar tutorías por la tarde, en cinco días no había superado las 10 horas durmiendo.

No importa que tanto lo amará, Bokuto y lo que necesitase podían esperar una hora o dos más.

- ¡Vamos 'Kaashi levántate! - Corrió escaleras arriba, saltando a la cama. - Tengo grandes noticias.

- Bokuto-san... - descubrió su rostro.

Dios y Buda y todas las deidades religiosas ¿Por qué sonreía así a las diez de la mañana? No podía resistir a tal sonrisa angelical, podría dormir en la tarde.

- ¿Qué ocurrió? - dijo estirando los brazos. - ¿Podrías prepararme un café mientras me lo gritas desde la sala?

- ¡Claro que sí!

Se retiró, mientras pegaba saltos de escalón a escalón.

- ¡Verás! - comenzó a gritar, más de lo necesario para la falta de paredes. - En mi camino a comprar algo para desayunar, Kuroo me cruzó con unos tipos de su nuevo trabajo, ¡Y uno terminó siendo el entrenador de Shizuoka PJ!

- Genial... - dudó de sus palabras Shizuoka no quedaba ni siquiera en Tokio.

- Me han dicho que el lunes si quiero, puedo ir a una práctica de prueba, pero... ¡Me quieren con ellos Keiji! Para toda la temporada. - continuó mientras subía. - Saldría de aquí a las seis de la mañana y volvería para las seis de la tarde.

- Bokuto-san... ¿Y la universidad?

- Vengo de allí, retiré mi matrícula. - dijo lo más tranquilo entregándole el café, mientras él comía una manzana. - ¡¿No es genial 'Kaashi?! Jugaré profesionalmente.

- ¿Estás loco? Bokuto Kōtarou, la universidad no es algo que uno puede dejar sin más.

Si, lo que Akaashi decía podía ser un tanto retrogrado y hasta de mala manera paternal, pero no era un pensamiento que él hubiese construido por sí mismo, y aunque supiera que no era correcto, no podía evitar temer por el futuro de Kōtarou ante la idea de abandonar la única salida segura laboral desde un punto de vista más conservador.

La discusión escaló tan rápido como era de esperarse, reproches de Akaashi frente a las irresponsables acciones sin preguntar de Bokuto y quejas infantiles de Kōtarou frente a un Keiji que actuaba como sus abuelitas cuando lo castigarán por sacarse una D en historia.

- Aún ni siquiera tienes contrato Bokuto, no deberías retirar la matrícula aún.

- No volveré Akaashi. - gruñó serio. - Y no pienso seguir discutiendo eso, yo seré jugador de vóley, me contraten ahora o no, no quiero volver a la universidad, ¿No lo notas?

Akaashi tuvo que aceptar la derrota, Bokuto tenía un punto y era innegable, él siempre había odiado la idea de estudiar, pero accedió a lo mismo ante la presión de su madre, Akira y Akaashi que no paraban de repetir que sería su camino más rápido a jugar al vóley, y de alguna manera funcionó un tiempo, pero la liga universitaria cada vez le quedaba más chica y las exigencias de la carrera de mínimos requisitos le agobiaban más y más, la oferta del Shizuoka había sido solamente la última gota que rebalso todo lo que Kōtarou guardaba en sus desordenados pensamientos.

Por lo que Akaashi el lunes notificó que no asistiría a clases a uno de sus compañeros, para conseguir más rápido los apuntes, y a sus alumnos de tutorías que los vería el martes, y les haría un descuento por la molestia.

Y ahí se encontraba, en un tren a Shizuoka en plena mañana con un Bokuto ultra nervioso y el ultra ocupado sin poder despegar la vista del teléfono, coordinando ayudas para los alumnos que debía ayudar segundos antes de entrar a exámenes.

- 'Kaashi deja eso. - dijo observando por su hombro. - Yo necesito más atención que... Quien sea tu alumno.

- Kou, quiero terminar con todo antes de llegar, así puedo ver tu entrenamiento completo. - soltó aún con el teléfono en mano.

- Pero... Has estado todos los días con el teléfono, y me dijiste que hoy era un día solo para nosotros.

Lo había hecho y lo había dicho, y otra vez una culpa un tanto católica le cayó en los hombros, aunque ya sabía demasiado amarga para su gusto.

Guardo el teléfono sin no antes pedir disculpas, y se recostó en el hombro de su pareja mientras observaba que nadie los reconociera, Bokuto cantó victoria volviendo a sonreír.

El viaje llegó a destino y también así el taxi que los dejó en las puertas de un gran gimnasio, dónde desde el exterior se podía escuchar las zapatillas chirriar contra el suelo y las pelotas a altas velocidades impactando con el suelo o cuerpos, Akaashi comúnmente sentía una gran nostalgia.

El desde el primer día que tocó una pelota de vóley supo que no sería su final, el aspiraba a otra vida y tampoco tenía las cualidades físicas o mentales para perdurar en el ambiente, pero desde el primer día, dónde Bokuto lo cegó y también quebró su nariz, supo que eso que veía como un juego, sería un arma de doble filo.

Cada partido que Kōtarou tuvo en la universidad le recordaba a Akaashi que tal vez ellos ya no protagonizaban esa historia, sino más bien lo hacía Bokuto mientras Akaashi sostenía su capa por las espaldas, y cada vez está era más larga y él se quedaba de fondo, una y otra vez, metro más metro por detrás, tenía demasiado miedo que algún día la distancia fuese tanta, que lo perdiera de vista. Por lo que se enfocaba de intentar en primera fila observando los gigantes pasos de su compañero hacía la grandeza.

Si no podía ser protagonista en la gloria de Kōtarou, sería su mayor espectador.

- Oh, él es Akaashi, mi compañero de piso. - Bokuto charlaba con el entrenador que los recibió, estaba bien lo que dijo, pero a Keiji le dolía.

Siempre lo olvidaba, no importaba ser el primer espectador, o como Kōtarou lo llamaba, "El primero en mi lista de gente que agradecer por llegar ahí", le daba un golpe en el estómago cada vez que los jugadores abrazaban a sus parejas luego de un gran punto, las besaban al salir victoriosos y las enfocaban en cámaras en las entrevistas, mientras que el solo era eso, el compañero de piso, amigo de la infancia o quién solo entre cuatro paredes y luego de haber visto y escuchado el relato de tal punto, se ganaba el saber que había sido dedicado para él en un gran secreto.

- 'Kaashi, puedes esperar aquí. - Bokuto lo dejó en la banca. - Me han dicho que serán dos horas, que no te moleste que juegue con otro colocador.

Y eso hizo, en las dos horas se dignó a leer por el teléfono y observar los entrenamientos más exhaustivos de lo normal, Bokuto corriendo con toda su fuerza, recibiendo saques y bloqueando, uno que otra práctica de remate y pasar por cada jugador mientras veían como se relaciona con el equipo.

A la perfección.

Bokuto Kōtarou era una persona impresionante y de las más brillantes cuando se hablaba de deporte, ya había aprendido a sobrellevar sus bajones emocionales y sus dotes físicos no paraban de mejorar, como también los sociales, encantando a todos los jugadores, entrenadores y asistentes con sus audaces jugadas, buenos chistes y sonrisas que podrían iluminar el cuarto entero.

Akaashi vio como todos los felicitaban y se perdían en los vestidores, dejándolo con una nebulosa en la cabeza.

Lo habían aceptado, y por primera vez Akaashi no quería festejar por un logro de Bokuto. Lo único que pudo pensar era lo lejos que Shizuoka estaba de su pequeño departamento en Tokio, como también así los ajustados cronogramas de partidos que el muy bien sabía que no podría ir a todos.

Se sintió mal al pensar eso mientras ayudaba a Bokuto a comprender el contrato, explicándole una que otras clausulas mientras los directivos del equipo los observaban de reojo, haciendo que ambos jóvenes mantuvieran una distancia prudente.

- Bienvenido a Shizuoka Bokuto-kun, - le despidió el entrenador principal en la entrada. - nos vemos mañana para comenzar.

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La casa se sentía más sola de lo normal, pero Akaashi no debía quejarse, faltaba poco para las vacaciones de verano y con eso podría ver a Bokuto por lo menos en sus tres días de descanso, si es que ningún partido era reprogramado.

Pero eso no debía importarle ahora, Bokuto había partido a una concentración de cinco días y hoy era el último, llegaría por la noche por lo que Akaashi se prometió terminar el último práctico que debía realizar antes del corte de clases y entre los mareos por el calor y la presencia de Kenma, había perdido mucho tiempo, por lo que dejó a su amigo frente a la televisión, mientras él se internaba en el escritorio convencido de terminar todo en tres horas.

Y claro que podía, porque para las cuatro de la tarde, se encontraba recostado con la cabeza colgado del sofá, mientras Kenma había salido por comida y alcohol.

- Siempre se debe festejar un nuevo semestre cerrado, ¿O no? - dijo descorchando una botella de vino.

- Hum. - masculló Akaashi. - Dame.

La botella terminó en su mano, y rápidamente el contenido bajo por su garganta, Akaashi estaba comenzando a tener la mala costumbre de cualquier escritor de ahogar sus penas en alcohol.

- Deberías frenar si quieres llegar vivo a la noche.

- Dormiré una siesta antes de que llegue Kou y listo.

La botella siguió pasando entre arroz y verduras, seguida de una segunda que por suerte se había enfriado más mientras veían una película y charlaban de la carrera de Kenma, ya que la de Akaashi era más simple de entender y Kozume siempre aparecía mientras hacía sus trabajos a observarlos.

- Por lo tanto, con la computadora debo ingresar los datos que te expliqué hace rato, haciendo que la página se actualice de forma automática cuando se es necesario. - hablaba pausado, considerando que decir, estaba algo ebrio.

- Kenma-kun... - arrastró el honorífico. - Tengo sueño y no he entendido nada.

Kenma soltó una risa, mientras se arrastraba fuera del sofá hacía la mesa del centro que tenía la botana desparramada junto a una que otra mancha que sumaron a lo largo del día en el suelo, para ingerir una vorazmente para luego quitarse la playera.

- Estoy igual, y además muero de calor... ¿Podemos dormir?

Y así lo decidieron, subiendo las escaleras ambos a gatas ya que no poseían la fuerza ni estabilidad para correr el riesgo de caer rodando al suelo, y cayeron en la cama uno junto al otro.

- ¿Te molesta? - dijo Kenma tirando de la cintura de su propio pantalón, Akaashi negó. - Me imaginaba que te infartarías al ver a otro hombre en ropa interior.

- Olvidas que aun siendo gay y todo... Jugué al vóley, y no me apetecía observar de más a ninguno de esos chicos. - Quitó su propia playera mientras hablaba. - Además mientras menos ropa cargues...

- Menos calor tendremos al dormir, bendito sea Akaashi Keiji y su lívido inexistente para quien no sea Bokuto.

Los chistes siguieron rotando, entre uno que otro comentario fuera de terminó frente a la idea de haber mantenido una amistad tantos años y por primera vez estar durmiendo en la misma cama en ropa interior, borrachos.

- Kuroo y Bokuto hacen esto siempre, - río Kenma, girando en el colchón hasta frente de Akaashi. - los idiotas quedan como cuba, y has notado que son unos osos ante el calor, por lo que terminan con sus boxers de dibujos durmiendo en el suelo mientras se abrazan.

- Y luego yo soy el joto de esta relación, ¡Dios! - exclamó riéndose Keiji.

Cayeron totalmente rendidos de un momento al otro, ninguno de los dos había tenido un último día ligero y dos botellas de vino y 40 grados con humedad no le eran ligeros a ninguno, por lo que quedó en un segundo plano el subir sus teléfonos con alguna alarma, o siquiera recordar su sentido común.

Por lo qué, y para cuando, Bokuto llegó emocionado de poder ver a Akaashi luego de 5 largos días, quedó un tanto anonadado al observar el desorden de la sala, informes regados por el suelo, que habían sido empujados del escritorio por el viento que ingresaba de la ventana, paquetes y envoltorios de frituras y las botellas vacías manchando el suelo, como también así una remera gastada del Nekoma.

No le dio mucha importancia, a final de cuentas sabía que seguramente Kenma había pasado uno que otro día haciéndole compañía a Keiji, y aunque a veces le despertarán celos, no había nada muy tangible para preocuparse, Akaashi no era así.

Tiró su bolso y luego de un vaso de agua subió escaleras arriba, Kuroo le había dicho de por la noche juntarse a tomar algo y quería aprovechar la hora que le quedaba recostado, y tal vez para su suerte Keiji estaría ahí.

Y lo estaba, claro que lo estaba, con sus brazos sobre la cadera de Kenma, y este aferrado por el pecho de su pareja, babeando el pecho de su pareja.

- ¡AKAAASHI! - gritó corriendo escaleras abajo mientras sacaba el teléfono, y claramente el nombrado se despertó en un susto.

- ¿Bokuto-san? - dijo despabilándose, mientras escuchaba en la parte de abajo demasiado movimiento. - ¿Kou? - se abalanzo sobre la baranda, viendo a Bokuto caminar por todo el lugar, llamando a alguien.

No entendió mucho, por lo que volvió a acostarse y observó a Kenma que lo observaba de mala cara.

- ¿Eres idiota o tardas en despertarte? - gruñó Kenma parándose.

- ¿Hmn? - Si, Akaashi era alguien que, si dormía ebrio, se despertaba muuuuy lento.

- ¡Kuroo! - escucho los gritos desde abajo. - ¡Estaban durmiendo juntos! Yo tenía razón, maldita seas.

Akaashi se levantó de golpe al oír eso, y por fin conectar dos neuronas, tragando con fuerza al sentir que la había cagado y a lo grande, su cuerpo completo comenzó a contraerse ante la mínima que pensaba las ideas erróneas que podía haber en la mente de Kōtarou.

- ¡Pero bro te lo digo yo! Lo he visto con mis propios ojos. - Bokuto no paraba de discutir por teléfono con Kuroo, mientas Kenma se paseaba por el cuarto colocándose pantalones y medias.

- Yo me voy si no quieres que asesine a Bokuto. - dijo el rubio a pies de la escalera. - Pero tú tampoco deberías soportar esto Keiji.

- Ve tranquilo, ya bajo.

Akaashi observó como Kenma hablaba, y ante el silencio de Bokuto al parecer había cruzado justo frente a él por su playera, y el peligris se quedó mudo por la cara de malos amigos que cargaba Kozume. "Eres un idiota." le susurró antes de salir por la puerta.

Se encontró a si mismo poniéndose la ropa hacía cualquier dirección, mientras sus manos no paraban de temblar al oír los pasos de Bokuto que subía las escaleras.

- Bokuto-san, - dijo apenas lo vio, el otro evitaba observarlo. - tan solo dormíamos.

- Como si me fuera a creer eso. - gruñó entrando al cuarto. - Solo me fui cinco días Akaashi.

Le dolió lo rápido que cerró la oportunidad de una explicación, Akaashi sabía lo inseguro que podía ser Bokuto, pero no habían compartido tanto tiempo para que desconfiara de él a tal manera.

E intentó explicárselo, entre llantos e hipos dio su mejor explicación a la falta de ropa por el calor, al vino como festejo de fin de semestre y al que estuvieran abrazados con la razón de que habían caído dormidos muy lejos el uno del otro, pero nada parecía suficiente para Kōtarou.

- Por favor Bokuto-san, tú también duermes junto a Kuroo, y yo confío en ti. - recordó lo que Kenma le dijo. - Te amo solo a ti...

- ¡Pero yo soy heterosexual Akaashi! - siguió gritando, apoyado en la baranda. - Kuroo es mi mejor amigo y nunca lo vería de otra manera.

Dolió, dolió tanto como si le hubiesen pateado la mandíbula sin escrúpulos, pero el odio que lo dicho había generado era mayor a la necesidad de llorar.

- ¡¿Entonces como a mí me gustan los hombres no puedo dormir con mis amigos?! - elevó por primera vez la voz, dejando perplejo a Bokuto. - Y cómo Kenma también lo es, no hay hilo de duda que hemos dormido juntos, porque así somos los homosexuales al parecer.

- Akaashi, no quise...

- Va Kou, va. Que, si no porqué otra razón tú no puedes creer en mí, dímelo.

- Osamu. - contestó seco. - Ya una vez tuviste a alguien mejor a tu lado, y no lo notabas... ¡Kenma es mejor que yo y me odia!

- ¡No hablo con Miya Osamu hace dos años por ti! Y maldita seas Bokuto, Kenma está enamorado de tu mejor amigo hace más de diez años, ¿Acaso eres idiota?

Lo sintió, su lengua le comenzó a picar y su mente se despejó por completo, había dicho las palabras prohibidas cuando de hablar de Bokuto se trataba, pero realmente, solo quería dormir una siesta antes de poder ver a su novio luego de muchos días, no discutir por algo tan irreal como dormir con su mejor amigo.

Bokuto armó un escándalo de medida mundial, olvidándose por completo que disparó su furia en primer lugar, era demasiado sensible a que lo tratarán de idiota o tonto, y escucharlo de la boca de Akaashi, quien nunca había osado a decir eso, le dolía demasiado.

Tal al punto, que luego de hora y media de discutir y no llegar a nada, más que llanto descontrolado de Akaashi y furia desmedida de Bokuto, el mayor terminó acostado en el sofá gruñendo.

- Buenas noches Bokuto-san... - dijo Akaashi apagando las luces de la sala. - No volveré a dormir con Kenma, ni llamarte así.

No contestó, muy en el fondo sabía que Akaashi no había hecho nada malo, y que todo fue al calor de la pelea, pero no pensaba dar su brazo a torcer.

Mientras que Keiji, escondido en las sábanas que daban una gran sensación de vacío al estar solo, no podía parar de pensar como todo había sido su culpa, él sabía bien que cosas podían llegar a molestar a su pareja y las había hecho todas en un día, sabiendo lo cansado y extrañando que volvería.

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Los meses pasaban y los problemas se resolvían como siempre, dejándolos cerrar solos y actuando como si nada hubiese ocurrido, como el "pequeño mal entendido", como lo llamaba Bokuto.

Todo había vuelto a la normalidad y para finales de otoño Kenma y Kuroo paseaban por su casa como siempre, aunque Kōtarou se dedicaba a todo el tiempo estar sobre Akaashi, quien entre tano estudio solo disfrutaba la presencia de sus amigos, sin poder ser parte, no le quedaba mucho para terminar la carrera y la idea de conseguir una pasantía cada vez estaba más presente.

- Ya nos han dado la fecha del último partido. - habló Bokuto desde la cocina, la pareja amiga acababa de irse y él preparaba la cena. - Por suerte será aquí en Tokio, por lo que no deberás viajar a verme.

- Perfecto Kou, ¿Qué día es? - siguió trazando líneas fluorescentes sobre los apuntes. - Recuerda que tendré algunas entrevistas la semana anterior a las fiestas.

- Pues... Por eso quería hablarlo, sé que las entrevistas son muy importantes para ti... Pero el partido cae el jueves de la semana próxima y...

- Tengo la entrevista con la Rivera... - susurró.

- Realmente espero que puedas venir 'Kaashi, sabes que eres mi amuleto de la suerte y la temporada está cerrando... Muchos cazatalentos de la primera liga estarán ahí.

- Yo... - considero todo.

Tenía casi 10 entrevistas importantes, pero realmente la de la Rivera era a la que el apuntaba, era la única que había conseguido que fuera de un departamento de literatura clásica y no de mangas o cuentos infantiles.

Pero Bokuto lo estaba viendo con ese brillo desesperado en los ojos, no estaba mal en un equipo de segunda división, pero sabía que debía comenzar a escalar en el mundo si no se quedaría por detrás.

- Iré, lo prometo Kou.

Y así lo hizo, diez días después se encontraba ya por su cuarta taza de café corriendo de la universidad a la entrevista, si llegaba temprano tal vez sería de los primeros en entrar y se liberaría para las cinco de la tarde, hora dónde tocaría el primer silbato dando inicio al partido de Bokuto.

- ¡Mierda! - grito contra toda naturaleza, una fila de unas diez personas ya había en el lugar. - Una hora antes y ocurre esto, mierda, mierda, mierda.

La espera fue eterna, más aún con una ansiedad galopante recorriendo su mente, lo que hizo que jugará con su cabello y acomodará su corbata unas diez veces, releyera sus obras y apuntes unas veinte y sintiera la necesidad de llorar una sola, ya que nunca paro como para crear una segunda.

- Akaashi Keiji. - llamó la joven a cargo de enviar a los postulantes. - Adelante.

Las cuatro y media marcaba el reloj de su muñeca cuando cruzó el umbral, y con los nervios de no llegar, tartamudeo la mitad de la entrevista mientras que en la otra no paró de desatinar a cada comentario que hacía.

La había fregado, y más aún cuando el reloj marcaba su libertad a las cinco y veinte, aun estando a otros treinta minutos de viaje en tren, lo que hizo que apenas abajo en la estación, corrió desesperadamente, tal vez llegaría para el último tiempo.

Luchó con el de la entrada, ya que el señor amable, suene la ironía, no quería dejarlo pasar ya que el lugar estaba muy lleno, aunque llevaba un pase de temporada entre su mano.

Y para cuando corrió al interior, oyó dos pitidos, sintiendo un gusto amargo, y esperando que al correr por los pasillos viera a Bokuto festejando.

Pero no fue así, el equipo completo salía por el sentido que el corría al interior con las caras congeladas de la angustia, hasta sentir una mano tomarle el codo.

- No has llegado 'Kaashi.

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Bueeeeno, espero que vayan entendiendo a dónde va esto... O no.

Me pone algo triste que está historia no tenga tan buena recepción, pero bueno, no todo se puede y ni me esfuerzo en hacer propaganda. En fin, ¿vieron que me puse un icono símil a mi? que vergüenza

Ya nos queda poco camino, 3 capítulos más y el epílogo, lo que nos deja con un mes más de Egoísmo

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