2013
- ¿Polaris?
- Nadie puede saberlo.
- Son para admirar el norte.
- Debes calmarte bro.
- No me gusta que llores.
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Una mano limpiando las lágrimas de su mejilla le hicieron notar que no estaba sólo.
Claro que no lo estaba, se maldijo al olvidar al despertarse que no estaba en su cama, lo que conllevaba que no podía comenzar a llorar sin más por soñar con la realidad.
Aunque cabe destacar que cualquiera comenzaría a soltar lágrimas si en su descanso diario no paran de aparecer imagenes de como la persona que amas se aleja de ti, justo en el instante que conseguiste saber que los sentimientos eran mutuos.
- 'Kaashi, tranquilo. - escuchó por fin las palabras de Kōtarou, saliendo de su mente. - ¿Te encuentras bien?
- Solo ha sido una pesadilla, - dijo rebuscando oscuridad entre las sabanas. - perdona por despertarte.
- Oh, no lo has hecho. - dijo mientras se sentaba en la cama. - Me he vuelto a acostar al escuchar tus quejidos, ayudaba a mamá a empacar mis últimas prendas.
Y los pequeños minutos de paz que ganó al ver el rostro de Bokuto por la mañana se fueron por el caño tan rápido como el sueño, las pesadillas no habían llegado por arte de magia.
Hoy era el día que Bokuto Kōtarou se iría a casi hora y media en tren a comenzar su vida universitaria, cuando aún no habían pasado ni mes y medio como pareja.
Lo que tampoco eran.
Los temores y dudas volvieron a hacer lugar, y como un bebé recién nacido Akaashi no tuvo control alguno sobre sus impulsos, tocando a Bokuto por la playera y pegandose a su pecho, encontrando inevitable frenar las nuevas lagrimas que ahora mojaban al contrario.
- Hey, ¿Que ocurre? - preguntó el mayor separandolo. - No me gusta que llores.
Respiró como pudo, intentando con todo su esfuerzo calmarse y a duras penas consiguiéndolo, buscando la forma de sentarse en la cama quedando a la altura de Bokuto.
- Lo siento, es solo qué... - contestó, aun sin saber bien que diría.
- ¿Tienes miedo de que me vaya? - preguntó murmurando, como si fueran pensamientos en voz alta.
- ¿Como lo supiste?
- Me ocurre lo mismo, - dijo sin dudar. - ya no estaré a tu lado a cada hora evitando que alguna chica enamorada se acerque, o... ¡Ese gemelo haga otro viaje sorpresa! - gritó con odio ante el recuerdo de la fugaz visita de Osamu dos semanas atrás. - ¿Mira si tengo examen el mismo día que el aparece aquí? ¡Ha estado en la puerta de tu casa!
- Primero que nada, sabe que no me gustan las mujeres Bokuto-san. - le contestó, ya encontrando su camino fuera de la cama. - Y segundo, ya te he dicho que Osamu-san es mi amigo, no aparecerá en mi cuarto por la noche a secuestrarme.
Intentó no reírse ante las teorías conspirativas de Kōtarou de como los gemelos Miya ideaban un plan multimillonario para robar a "su armador" mientras contestaba con pequeños movimientos de cabeza, enfocándose en atinar a donde habían quedado sus zapatillas la noche anterior.
Y aunque su plan era correr el poco tramo que separaba de su casa el suelo bajo sus pies, para poder evitar ver a Kōtarou alejarse en un auto cargado de cajas y maletas, allí estaba, sobre la acera, apretando una sudadera ajena entre los dedos y viendo un auto encendiéndose con todos los sentimientos cruzando su rostro.
Observó tranquilo como Kōtarou abrazaba a su madre, la que parecía no querer soltarla, al padre en la fila de despedidas, mientras que Sadashi, la mayor de los tres hermanos, reía a carcajadas mientras intentaba tomar fotografías con una cámara digital ya que "El niño se hacía todo un hombre", y Akira, la hermana del medio, no paraba de tocar bocina ya que debían tomar camino o la inmobiliaria cerraría y se quedaría sin llave para ingresar al nuevo condominio.
Se sentía como un desconocido ante la situación, eran seis personas demasiado ruidosas y alegres, una gran familia de película, cuales no paraban de mencionar cosas tiernas de la infancia del joven y de lo orgulloso que se encontraban de sus grandes pasos, mientras que el solo albergaba un pequeño hogar de dos personas lo bastante tranquilas pars convivir con tan solo música y novelas de fondo.
- ¡Agaashe!
El grito y casi ochenta kilos saltando sobre el lo despertaron de sus lamentos, nuevamente, llevándolo a la realidad que pasaba frente a él.
- Mañana vendrás a visitarme, ¿No? - preguntó demandante, mientras lo tomaba por los hombros. - Kuroo no llegará hasta el domingo y no quiero estar solo.
- Debo terminar mi tarea pero...
- ¡¿Eso es un sí?! - exclamó mientras se alejaba. - ¡Eres el mejor 'Kaashi! Hasta mañana.
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Akaashi no tiene vergüenza alguna en aceptar que era un romántico empedernido, lo supo desde muy pequeño, los cuentos favoritos de su biblioteca estaban cargados de príncipes en carruajes y poemas de amor de sueños, y hoy en día esa misma biblioteca cargaba ahora mismo muchos escritos de años y años reposaban, cargando con las letras de todo lo que su imaginación pudo producir desde que un niño en primaria tomo su mano hasta hoy, que tenía la suerte de poder ir hasta la prefectura vecina a ser abrazado y besado por un joven demasiado apuesto.
Aunque en sus perfectos y rosados cuentos que tanto amó no te explicaban como a las seis de la mañana tu teléfono no paraba de recibir llamadas al punto de no poder conciliar el sueño nuevamente noche de por medio. O como debía viajar todos los viernes por la tarde en hora pico siendo lata de sardina en el tren durante cuarenta minutos para visitar a tu pareja, ya que a él le era imposible venir a su prefectura ya que entrenaba hasta el sábado por la tarde, también así en ningún lado contaban como los celos no eran tan caballerosos y heróicos, si no más bien un sentimiento lo bastante angustiante para dejar escapar alguna lágrima o puchero.
Pero realmente nada de eso le molestaba, pasar casi tres años conviviendo con Bokuto le habían dado un panorama de lo que significaría aceptar su situación actual y nada de eso llegaba a ser de su molestia, siempre y tanto, él estuviera a su lado.
Por lo tanto, y en su primer día renaciendo, como a él le gustaba pensarlo, tiró de una vez por todas las lentillas que tanto habían molestado a sus ojos durante años y se acomodo junto a la playera más olgada de su armario, unas gafas de patilla que había guardado al fondo de su cajón, comenzando a inmortalizar con rapidez en la máquina de escribir una historia de amor más realista.
Se sentía bien poder sacar de su mente todo lo que su cabeza pensaba y no podía decir de una vez por todas, creando capítulos que relataban las múltiples escenas donde Kōtarou lo abrazaba hasta dormir luego de ver Sr y Sra Smith, cocinarle alguna lasaña mientras alagaba sus largas pestañas o le besaba todo el rostro apenas cruzaba la entrada del departamento.
Odio ese instante donde cuando por fin estaba relatando la escena subida de tono de la novela, dejando volar sus mayores deseos en la misma, el insistente sonido del timbre interrumpió su flujo de palabras, pero como su madre tenía un turno extra y mencionó durante el desayuno que tal vez su amiga pasaría a entregar algunos cosmeticos de catálogo, y no eran aún las 9 de la noche, se sintió obligado a bajar a ver quien era la visita.
Habría escenas de su historia que podían que sería mejor suprimir antes de siquiera pensar en mostrarle a Kōtarou el libro de sus últimos años de adolescencia si no quería verlo tal cual perro mojado.
- ¡Keiji-kun! - exclamó el joven que estaba siendo empapado por la lluvia de verano. - Espero no molestar pero...
- Oh, - la sorpresa fue demasiada, comenzando a sentir vergüenza de la playera de cuello ancho que llevaba casi como vestido. - Osamu-san, no lo es pero, ¿Qué hace aquí?
- Mi abuela ha enfermado y la cuidaremos por el fin de semana con Atsumu. - sonrió nervioso, tomando de apoyo el marco de la puerta.
Akaashi no le tomó un segundo dejarlo pasar, invitandole en vano un té ya que el joven sin aviso alguno tomó camino escaleras arriba al cuarto de Keiji, haciéndolo entrar en pánico corriendo a sus espaldas.
Pero fue muy tarde.
Al entrar al cuarto lo vió inclinado sobre el escritorio, con sus manos con las páginas amontonadas sobre el mismo.
- ¿Polaris? - preguntó extrañado, Akaashi agradeciendo que solo allá llegado a leer la primer hoja dónde no había más que el título.
- Pues... La estrella del norte, ya sabes, la osa polar... O la más brillante de...
- La osa menor, -dijo cortando el discurso nerd de Keiji. - mamá siempre soñó con ser astrónoma, aunque al menos tiene un telescopio en la terraza. - soltó la hoja sobre el escritorio, dirigiéndose a la cama.
Akaashi no tenía idea de como actuar, claro esta de que no era una persona que había tenido millones de amigos a lo largo de los años, y aunque en los últimos dos se había rodeado de algunos, el único que había pisado su cuarto era Kotarou y nunca se había frenado a pensar dos segundos como actuar frente a él.
Se dignó a observarlo, aunque estuvieran intercambiando mensajes hace ya medio año, se habían visto solo dos veces en persona y parecía una osadía imposible entablar una conversación sin morir de ansiedad para Keiji en esos momentos.
- Entonces, - masculló Osamu, rompiendo el ambiente. - muero de hambre y la nana me ha dejado su auto, ¿Conoces algún lugar con buen sushi? Atsumu me ha tenido toda la tarde alimentandome a base de frituras y creo que moriré.
- Claro, dejame que te anoto la dirección y...
- ¿La dirección? Ponte unos pantalones y vendrás conmigo, - habló lo más normal posible, mientras se volvía a parar. - debo aprovechar mi rato libre.
- ¿Yo?
- ¿Quien más? - preguntó con una pequeña risa. - Vamos, te espero en el auto.
No tuvo más que aceptar en silencio, la cabellera gris ya había desaparecido tras cerrar la puerta en su espalda dejándolo sin oportunidad de negarse, por lo tanto intentando no sobre pensar la situación urgó lo más rápido que pudo en la pila de ropa limpia sobre el pequeño sofá y se dirigió escaleras abajo, dando una última vista al teléfono, que estaba a segundos de morir por la falta de energía.
Bokuto: AGAAAAAAAASHE (20:21)
Bokuto: Mañana ven por la tarde, los chicos se irán para el mediodia(20:27)
Bokuto: te extraño :( (20:44)
Bokuto: ¿Vendrás no? (20:59)
Akaashi: Claro que iré, también te extraño. (21:17)
Akaashi: Ahora mismo estoy con Osamu-San, vino de sorpresa e iremos a Sushi-Kiji-Hachiōji a comer algo, puedo pasar a saludarte [...apagando...]
Un gruñido salió de sus labios al tomar asiento en el auto, maldiciendo a sus adentros no haber conectado el teléfono por la tarde, ya que al no poder enviar el último mensaje un gusto amargo apareció en su boca.
No es que le estuviera mintiendo a Bokuto, pero tampoco le agradaba la idea de salir a cenar con la persona la cual su algo-así-pareja perdía la cordura y armaba grandes escenas de celos sin decirle, ya que sabía muy bien que todo podría llevar a un gran mal entendido.
Pero no tenía nada que hacer ante esto, así que se dignó a indicar el camino con cortas oraciones de como llegar de la manera más rápida al pequeño y tranquilo local que había tenido el gusto de conocer en una de las muchas reuniones que había tenido con Kenma a lo largo de su amistad.
- ¡Keiji comes muy lento! - habló escupiendo arroz Osamu. - Si no te apuras te dejaré sin gunkan.
- Puedes comerlos todos, - dijo tranquilo, mientras tronaba sus dedos sin dejar de ver la tabla ante él. - Tienen salmón.
- ¿A qué tipo de japones no le gusta el salmón? - preguntó Osamu, comiendo de un bocado los tres gunkans restantes.
- No como carne de ningún tipo Osamu-san. - dijo tranquilo, terminando de pescar una pieza de maki.
- ¡¿Y me has dejado ordenar sin decirmelo?! - gritó con preocupación. - ¡Señorita! - elevó la mano, en dirección a la unica mesera del lugar. - ¡Traiga cuatro piezas de maki, cuatro de uramakis especiales y cuatro de gunkan, todas veganas.
La joven en unos cortos pasos asintió, perdiéndose por la puerta de la cocina, mientras que Akaashi miraba un tanto desesperado a las ya casi veinte piezas que aún había sobre la mesa.
- ¡Puedo separar la carne de lo que ya ordenamos! - se agitó al hablar, observando serio a un tranquilo Osamu que no paraba de comer. - Tendremos sushi para dos días más.
- ¿Crees que no soy capaz de comer todo esto?
Pero el esfuerzo de Miya en parecer gracioso ingiriendo cuatro piezas al mismo tiempo fueron obviadas por la puerta a su espalda siendo abierta, generando que Akaashi sintiera un escalofrío inexplicable por toda la espina dorsal.
Debió de suponer que esto podía ocurrir, aunque en su inocente cabeza no quisiera aceptarlo.
- ¿Akaashi? - Un tono tanto apagado genero que el menor de los Miya se diera vuelta. - ¡AKAASHI! - fue lo último que gritó antes de chocar contra Kuro, Konoha y Gōra en fila al salir corriendo al exterior.
No llegó a terminar de pedir disculpas antes de tirar sin miramientos algunos billetes sobre la mesa y correr al exterior, sin medir de que había dejado el paraguas y que la lluvia había empeorado en menos de media hora.
Pero nada de eso importaba, Bokuto lo había llamado y comenzado a correr, no podía permitirse que eso ocurriera.
Se había equivocado a lo grande, ¿Qué tanto le costaba pedir a domicilio y cargar su teléfono? Si sabía muy bien que Kotarou odiaba que no le contestaran, y peor aún, había osado salir a solas con un hombre que según su pareja tenía un interés mayor que la amistad, frente a él.
- ¡Bokuto espera por favor! - gritó al verlo girar en la esquina, y para su suerte la cabellera desordenada frenó en seco, aún sin verlo.
- ¡¿Qué quieres Akaashi?! - dijo molesto.
- Escuchame un segundo, intenté escribirte.
La situación perdía cordura segundo a segundo, porque no sólo era Bokuto teniendo un capricho con todas las letras, negándose a ver en el rostro a Akaashi, quien sentía una ansiedad arrasadora cargada de culpa por su sistema nervioso.
Claro que no.
Kuroo no había perdido un segundo en seguirlos, conocía muy bien a su amigo y sabía que los celos podían llegar a desconocerlo de las peores formas.
Como también Osamu, quien le tomó unos minutos más que al azabache entender que debía seguirlos, ya que al parecer y luego de que Konoha lo mirará con rostro de desaprobación, entendió que todo esto estaba ocurriendo por su simple presencia en el lugar.
Era una escena un tanto dramática, ya que la lluvia no daba tregua, ocultando las lagrimas de Akaashi y haciendo difícil de comprender sus balbuceos donde pedía perdón de todas las maneras posibles.
- Perdóname Bokuto, por favor. - lloriqueo ya a centímetros de él, intentando abrazarlo. - Juro que sólo es mi amigo, me ha invitado a cenar.
- ¡Pero tú eres mi novio! - lo apartó de un golpe bruzco en el hombro. - ¡Es él o yo Akaashi!
Nada podía estar saliendo peor, ya que en el instante que las últimas palabras salieron el trasero de Keiji golpeó el suelo, haciendo que todo su cuerpo se encogiera sobre sí, sintiendo que cada palabra a gritos que salía de la boca del mayor sonaba como una muy mala pesadilla.
Kuroo no tardó en tomar a su amigo por el brazo, y si no tuviera la mínima de autocontrol su puño habría terminado morando unos ojos brillantes de furia, ya que Miya también apuró su pasó a intentar ayudar a volver sobre sus pies a Akaashi.
- ¡Suéltalo! - forcejeó, intentando soltarse del agarre de su amigo. - No te atrevas a tocarle un pelo.
Pero nadie le obedeció, y sus palabras sin retórica comenzaron a sonar en su cabeza, acompañadas de un muy fuerte sollozo que conocía de algunas noches llenas de pesadillas ajenas, Keiji no daba respiro alguno de las lágrimas.
- Debes calmarte bro. - dijo serio Kuroo, intentando opacar su vista. - Sólo lastimaras a Akaashi de esta manera.
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Akaashi se había convertido en un ermitaño de la noche a la mañana, y su madre lo notó recién el domingo por la mañana, cuando al volver de un turno agotadoramente largo, lo encontró durmiendo en su cama, cuando el viernes por la noche la había dicho que pasaría hasta el lunes donde Bokuto.
El cuarto estaba repleto de paquetes vacios de ramen instantáneo y envoltorios de galletas apilados junto a latas de refresco, las persianas bajas y un nido de hojas arrugadas por casi todo el suelo.
- Keiji, - intentó despertarlo. - despierta, ¿Qué le ha ocurrido a tus gafas?
Los ojos azules no tardaron en abrirse, aunque quisiera negarlo había caído dormido hace casi trece horas y el mínimo ruido ya lo había despertado, tan solo no quería lidiar con nadie.
Pudo ver como su madre levantaba las gafas estrelladas contra la pared, con un cristal trizado, maldita sea a su impulso de idiotez de la noche anterior.
- ¿Mamá? - preguntó haciendo como si nada. - Lo habré hecho dormido.
- ¿Quién más? - dijo tomando asiento a su lado. - Te llame por la noche para saber como estabas pero tu teléfono daba apagado hijo, me has preocupado.
- Lo siento yo... He perdido mi cargador.
Mintió, como tanto odiaba hacerlo, pero le era imposible no querer contestar cualquier llamada de Bokuto o mensaje, pero dolían demasiado.
La última vez que lo vió fue cuando sin pregunta alguna Osamu lo subió al auto, devolviéndolo a su casa sin mediar alguna, ambos estaban ahogados en vergüenza, y Kōtarou al ver eso no parecía nada tranquilo, como tampoco lo demostraba los muchos insultos que escuchó salir de su boca.
Su madre desapareció por la puerta luego de que Akaashi dijera que no se sentía bien, aunque no antes sin regañarlo por el desorden garrafal que había en el lugar.
Los días transcurrieron y con ellos la "nueva" vida que Keiji se estaba comenzando a obligar a tener, escuela, durmiendo en clases, entrenamientos, donde fracasaba cada colocación y volver a casa, para escribir tres palabras que más tarde serían tachadas, nada parecía lo demasiado interesante para ganarse su atención, y el teléfono con la pantalla trizada por aterrizar sobre el en pleno diluvio aún no había sido llevado a reparar.
Con ello llegó el sábado, el último día de entrenamiento antes de las vacaciones de verano, lo cuál también traía consigo un campamento de concentración, el cuál por primera vez no anhelaba.
Ya no parecía tan interesante poder reunirse con Kenma y Tsukishima, sentarse en la mesa más aislada del comedor y quejarse a medio tiempo de sus compañeros, o tampoco así entrenar hasta la última hora colocaciones con un inquieto Hinata que no paraba de pedir consejos como de si su padre se trataba.
- Y una última sorpresa chicos. - habló el entrenador antes de despedirse. Todas las cabezas volvieron su atención a él. - Además de entrenar con el Nekoma, Ubugawa, Shinzen y el Karasuno, recibiremos dos equipos más que han aceptado de último momento nuestra invitación.
Oh no.
Akaashi sabía muy bien que escuelas eran.
El había sido, como capitán, quien recomendó equipos para la concentración.
Maldito sea el instante donde en el campeonato nacional anterior había decidido hacer amigos o escuchar recomendaciones de a quien invitar por parte de los chicos del Karasuno.
- Recibiremos a los chicos de Shiratorizawa y... - Comenzó a rezar que el próximo sea Kamomedai o Itachiyama, que alguna deidad superior le hiciera ese favor. - a los jovenes del Inarizaki, quienes ya sabemos que cruzaremos camino en las nacionales.
Todos comenzaron a murmuran, ahogando el sonido de las últimas palabras del entrenador, pero a Akaashi no le podía importar menos, su única neurona conciente quería aparecer en su cama y poder taparse la cabeza hasta el lunes en la madrugada.
Se despidió con un ladeo de cabeza mientras se cargaba el bolso al hombro, no estaba en sus intenciones cambiarse la ropa sudada, al fin y al cabo lo único que podía procesar su cerebro era la tormenta de pensamientos intrusivos que no paraban de azotar.
Ya eran siete días sin ver a Kōtarou, y eso le dolía a desmanera, faltaba esa pieza escencial en su vida que fuera como un cosquilleo en el pecho, pero no molesto.
Las preguntas estúpidas y gritos por el más mínimo insecto, los caprichos porque su helado no tenía ni una pintita amarilla entre tantas rojas y azules o su necesidad casi alarmante de que en privado no podía despegar sus manos del cuerpo de Keiji.
Hasta juraba que estaba comenzando a tener alucinaciones, donde escuchaba ese grito quebrado y característico de "AGAAASHE" a su lado.
- ¡Maldita seas! - gritó soltando su bolso, no podía más.
- ¿Pasá algo Akashi? - no podía ser su imaginación, aún no estaba lo suficientemente loco para imaginarse las zapatillas de tela desgastadas de él. - Bokuto llamando a Akaashi. - un dedo se clavó en su hombro.
- ¡Bokuto-san!
No pudo decir más, no le importó por una vez en su vida calcular que haría, ya que sin considerarlo ni medio segundo se lanzó sobre él, abrazándolo y enterrando su rostro en la camiseta que llevaba.
Se sentía demasiado bien.
- He venido por tí. - dijo señalando a sus espaldas. - Se lo he pedido a Akira y me ha dicho que puedo tomarlo todos los fines de semana mientras no lo estrelle, tal vez así seré mejor partido que ese estúpido Miya. - dijo como si no importará.
- ¿Miya? yo...
- Lo siento 'Kaashi, me pasé el otro día pero lo sigo en serio, daré lo mejor de mi para ser un buen partido como él, - interrumpió. - se que puedo ser un poco atolondrado y no leer ni cinco páginas del libro que me recomiendes pero... No quiero que él sea tu novio, yo debo serlo.
- ¿Mi novio? Bokuto-san estás delirando, no quiero salir con Osamu, te he dicho mil veces que tan solo es mi amigo.
- ¡Pero no me gusta que sea tu amigo! - se encaprichó, zapateando el suelo entre palabras. - Cuando veo que estás con tu teléfono y le escribes no me agrada, tampoco que te invite a cenar el sólo, el no quiere ser tu amigo.
- Pero...
- ¿Serás mi novio? Así serás mío y de nadie más. - dijo feliz, cambiando de tema con rapidez.
Y como una inyección de calmantes Keiji perdió el hilo de sus pensamientos anteriores, porque si, era demasiado débil ante Kōtarou y no podía negar haber imaginado el último mes lo romántico que sería el día que comenzarían a salir, podrían tomar sus manos al ir por helado, o besarse en la estación de trenes al despedirse.
- Claro que si Bokuto-san. - soltó embelazado, apoyando su cabeza en el hombro contrario.
- Pero nadie puede saberlo 'Kaashi, - dijo serio. - lo he hablado con papá y con mamá y me han dicho que luego no podré jugar en una liga profesional, nadie me aceptaría, no entiendo que tanto pero parecían muy serios al decirlo.
Y ahí fue todo el cuento de hadas de Akaashi, convirtiéndose más en uno de amor prohibido, algo que odiaba a desmanera, por algo le había dicho a la primer oportunidad a su madre su orientación sexual.
Pero... Debía entender a Bokuto, el había deseado toda su vida llegar a las grandes ligas, no podía tirar todo a la basura porque por primera vez en su vida le atrajo un hombre, el siempre lo había dicho.
"Pues no, no me gustan los hombres, pero tu eres Akaashi, la excepción."
- Esta bien Bokuto-san, mientras siempre vuelvas a casa conmigo.
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El tiempo pasaba como también su vida, no faltaban más de dos semanas para año nuevo y con ello la inminente graduación, lo cuál cargaba de nervios a Akaashi.
¿El campamento de verano?
Gracias al cielo Osamu Miya se había peleado el primer día con su hermano, conllevando que ambos sean suspendidos de los próximos seis días restantes, realmente había alguna deidad superior cuidando sus espaldas.
¿Y su ya no tan nuevo noviazgo?
- ¡Keiji! - gritó su madre desde abajo. - ¡La puerta!
Justo ahí, ya que cuando abrió la puerta ochenta y cuatro kilos de pura masa muscular casi lo aplastan contra el suelo en un apretado abrazo.
- ¡Agaashe te extrañe tanto! -lloriqueo mientras volvía sobre sus pies. - ¡Nunca más quiero tener examenes tan seguido!
Todo marchaba más que bien, cuando los apretados horarios de ambos les permitirán cruzar camino Keiji tomaba el primer tren disponible para visitarlo, siendo mimado todo el fin de semana en la cama o asistiendo a partidos en el campus universitario con una camiseta del primer semestre de Bokuto.
No había casi problemas.
- Hijo, he dejado tus nuevas gafas en el escritorio junto a tu teléfono, deberías probarlas, y cuidarlas. - habló su madre desde la cocina. - Ya me iré al aeropuerto, no hagan nada indecente.
- ¡Adiós señora Akaashi! - gritó Bokuto. - Prometo que no tocaré de más a Keiji!
- Más te vale Kōtarou, y gracias por hacerte el tiempo de venir, realmente debo ir a la convención.
- Ya mamá, perderás tu vuelo.
En unos minutos cargados de despedidas un tanto exageradas, ya que serían solo una semana fuera, su madre desapareció, permitiendo que ambos dos se dirigieran al cuarto, dónde ya estaba todo preparado para un prometido maratón de películas navideñas que Bokuto tanto había insistido.
- No sabía que usarás gafas 'Kaashi, ¿Para que las necesitas?
Lo agarró desprevenido, ya que se las había colocado sin decir nada y se encontraba observando la lista de peliculas abiertas en el buscador, y que recuerde Bokuto nunca lo había visto quitándose las lentillas en algún momento.
- Son para admirar al norte Bokuto-san. - dijo tornando su vista hacía él, sonriéndole.
- ¡Pero el norte queda hacía el otro lado Agaashe!
Realmente lo amaba, era algo innegable, porque cada comentario tonto y rozando lo estúpido que Bokuto hacía a puertas cerradas generaba un torbellino de emociones en el pecho de Akaashi Keiji, como también así que sus mejillas se encendieran y perdiera la cordura por algunos segundos.
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Well, well, well.
Ya se que desaparecí, demasiado, y pido perdón mil y un veces.
Pero acá les traigo el 2013 que ya no es tan introductorio, si no ya es el comienzo del desenlace de la historia.
Espero que les guste y que no me odien, prometo así no desaparecer nunca más tanto tiempo.
Y ya se que es corto, pero el bloqueo fue demasiado y ya el próximo año va a ser más extenso, porque cada parte del capitulo va a ser desde el punto de vista de cada uno de nuestros búhos y algunos amigos.
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