Una suave melodía salía de entre los labios de una joven de gran belleza, cabellos quebrados como las algas bajo el agua y oscuros como las mismas profundidades del océano, sus ojos asemejaban la ceniza volcánica y sus labios carnosos de un tono rojo pintaban una sonrisa sutil. Sus manos jugueteaban con los cabellos de su hermano menor quien solo se dejaba hacer a voluntad de la muchacha; Mao tomó el cepillo que había dejado y volvió a pasarlo por los mechones rebeldes de Ryuki.

— Ya estoy harto — Habló él. La joven frunció el entrecejo y rió por la repentina queja.

— Ya casi termino, paciencia hermanito, tus cuernos no me dejan acomodar tu cabello.

— No hablo de eso. Quiero gobernar el infierno también.

Soltó frío y despectivo, modalidades que se le había obligado a adoptar debido a su linaje.

— Cuando tengas 500 lo hablas con papá

— ¡Ya soy mayor!

— ¡Recién cumpliste los 220 años, eres un niño todavía! — exclamó la castaña poniéndose frente a su joven hermano, con las manos hechas puños en sus caderas como clara señal de que estaba enfadada.

— ¿Cuánto es eso en años mortales? ¿20? ¿21? A esa edad ya son adultos. Todos aquí me tratan como un bebé.

— Los mortales respiran y se mueren, nosotros vivimos por la eternidad. ¿Tratarte como bebé? Eso no es cierto — con una sonrisa Mao negó rápidamente aquella acusación.

— ¡¿Dónde está mi bebé?! — exclamó un tercero uniéndose a la charla que tenían aquel par.

Niko se aproximó hasta el menor de sus hijos y le abrazó por la espalda con efusividad, balanceándose con él en brazos haciendo sonar el piso de piedra con sus cascos. El más viejo se separó y volteó a Ryuki para poder mirarle.

— ¿Ya no te duele la cabeza? Es normal cuando comienzan a salir los cuernos así que no te preocupes, pero si vuelve a ocurrir dime a mi o a tus hermanos, ¿si? — hablaba mientras palpaba con sus pulgares el crecimiento de dicha cornamenta que muy a penas se divisaba.

— Papá — llamó la joven, Niko le volvió la mirada.

— ¡Mi princesita! Disculpa por no hablarte, pero el niño no se ha estado sintiendo bien y estoy preocupado — se excusó con la preocupación de una madre a la vez que un gesto arrepentido y avergonzado se instaló en su rostro.

Mao sonrió dulce, cerrando sus ojos posó una de sus manos sobre uno de sus elegantes cuernos y dejó escapar un largo suspiro, Niko soltó al menor a quien había estado abrazando y se puso serio mirando a ambos.

— ¿Qué pasa? — indagó inseguro.

— Ryuki quiere...

— ¿Si?

— Él-...

— Quiero gobernar esta tierra.

Ambos voltearon a verle con rapidez para después intercambiar miradas entre ellos, Niko frunció el ceño y luego de un largo e incómodo silencio por fin habló para el menor.

— Hijo, te quiero mucho... Pero este es un capricho que no planeo cumplir.

Soltó con una tranquila autoridad digna de temer, sus manos se mantenían sobre los hombros de Ryuki quien solo se limitaba a mover su cola de lado a lado, molesto, pero no podía hacer mucho si Niko decía algo sin vacilar.

La muchacha se aproximó hasta ambos e intentó abrazar a su hermano pequeño cosa que no logró cuando este apartó las manos de su padre e ignoró las intensiones de la joven; Ryuki salió de la recámara de su hermana y se desplazó por el pasillo resonando sus cascos a cada paso, en el recorrido intentaba tranquilizarse y pensar en una manera de cumplir su pequeña ambición, en algún momento alentó su andar cuando estuvo cerca de un cuarto con la puerta semiabierta; por el rabillo del ojo alcanzó a divisar a su hermano mayor con quien no tenía buena comunicación, Ohma también notó su presencia y alzó la mirada conectando sus orbes cenizas con los achocolatados de Ryuki.

El menor rápidamente desvió la mirada y continuó su camino como si nunca hubiera visto a Ohma, este último solo dejó pasar aquello, hiciera lo que hiciera parece que nunca se iba a ganar el cariño del muchacho así que hace tiempo dejó de intentarlo.

— ¿Aún nada? — la voz suave y llena de ternura de su abuelo Kazuo sacó de sus pensamientos a Ohma quien volteó a verle con una pequeña sonrisa mientras negaba con la cabeza — ese niño ¿te digo el problema? Es el más pequeño y casi intocable de tu padre.
Esperame aquí iré a hablar con él, quizás el calor de aquí abajo es lo que lo tiene de tan mal humor.

El castaño asintió, no podía decirle que no a ese antiguo y benevolente demonio de pasos lentos y cuernos tan antiguos como resecos por los siglos. Kazuo caminó lo más rápido que sus patas de cabra le daban, hasta ponerse al lado de su nieto quien no lo había notado por la profundidad de sus pensamientos, cuando se dio cuenta que el más viejo intentaba darle alcance se detuvo en seco y volteó a verlo en su espera.

— E-eres muy... Ah... Rápido — articuló mientras intentaba recuperar el aliento, Ryuki solo se agachó levemente dándole su hombro para que se sostuviera — me recuerdas a los soldados mortales, caminan como el demonio — Kazuo rió ante su propio chiste mientras el menor sonrió.

— ¿Pasa algo?

— Eso iba a preguntarte, ¿qué ocurre?

— Ah, pues, nada importante realmente — soltó despreocupado agitando su mano restándole importancia al asunto.

— Sabemos que eso no es cierto. — Ryuki largó un suspiro a la vez que miraba al suelo.

— También quiero tener tierras para gobernar abuelo, todos tienen un cargo importante menos yo, yo solo soy el maniquí de Mao — finalizó aquella declaración con un puchero recordando las incontables veces que había sido peinado, vestido y acicalado por la mayor como si fuera un muñeco.

Kazuo alzó las cejas y puso una mano en su mentón, pensando en lo dicho.

— Tienes que esperar a que mi espíritu se disuelva y Niko se retire, que Niko le reconozca su lugar a Ohma en el trono, que Ohma le conceda a Mao su sitio como custodio y verdugo de almas y finalmente Mao te heredará a ti su lugar como guardián del campo de las flores.

Kazuo finalizó con una sonrisa digna de un ángel y Ryuki solo puso los ojos en blanco volviendo a soltar otro suspiro. El de mirada chocolate iba a continuar su camino pero entonces cayó en cuenta de algo.

— Espera, ¿disolver? ¿a dónde irás cuando te...? — su hermana aún no le hablaba de la disolución de espíritus.

— No te asustes, siempre hay algo después de la muerte, estaré en un plano distinto a este mundo y el mundo de los vivos, allí van todos los espíritus que se disuelven en este plano y vamos allá a donde todo es tranquilidad y calma, no existen memorias ni penas... Lo único que lamentaré es que no los recordaré.

Kazuo alzó levemente la mirada a su nieto encontrando por primera vez un genuino gesto de tristeza en su juvenil rostro. 

— Oh no, no, no, no. No pongas esa cara, no la veía desde que eras un bebé.

Kazuo intentaba por todas las medidas posibles hacer sonreír al menor, no podía ver tristes a ninguno de sus nietos, para él ellos seguían siendo sus niños.

Fue con Ryuki a darle una lección y terminó haciendo lo contrario...

— Conozco un método para que puedas hacer tu propio inframundo usando tu elemento creador.

... Complaciendo los caprichos de su berrinchudo nieto...

— Solo tienes que acudir a la invocación demoniaca de un mortal, tienes que ir a la mesa de piedra en medio del castillo cuando aparezca una flama azul, la tomas y te la comes.

El menor no apartaba la vista del más viejo, incrédulo de que de verdad le dijera un método más fácil de conseguir su objetivo. Esbozó una sonrisa disimulada e hizo una reverencia para emprender una veloz carrera hasta el centro del castillo en espera de que un mortal sienta que no necesita su alma.

Kazuo regresó con Ohma quien le esperaba con una sonrisa mientras seguía leyendo unos códices antiguos, el castaño alzó la vista al viejo demonio cuando le escuchó arribar.

— Lo alcanzaste — soltó regresando a su lectura.

— Si.

— Hablaron — sonrió imperceptible.

— Si.

— Le dijiste... — esta vez Ohma estaba reprimiendo la risa.

— ¡Si! ¡Ah! ¡¿Qué clase de demonio estricto soy?! ¡Por eso en mi época las almas se quedaban descansando en el campo floral y no cumpliendo sus penas!

Ohma estalló en risas mientras el viejo Kazuo solo se jalaba los cabellos y seguía saltando en su mismo sitio, reprochándose asimismo lo alcahueto que podía llegar a ser.

Por otra parte Ryuki ya estaba frente a la mesa de piedra esperando pacientemente que apareciera una flama azul. Ryuki esperó, esperó, esperó y esperó más, tanto que llegó a pensar que esa flama nunca aparecería, no sabía cuanto tiempo había pasado exactamente pero las lunas gemelas en el cielo le decían que era mejor perder la esperanza; un largo suspiro escapó desde lo más profundo de su pecho, se levantó y dio una última mirada a la mesa de piedra.

— Vamos, tu vida mejorará cuando recurras a la ouija.

Para sorpresa del muchacho una flama azul apareció frente a sus ojos, tan brillante como enigmática, flotaba sin una base y llenaba todo el salón con su resplandor, el joven miró a todos lados para después acercarse a la flama de apariencia frágil.

La tomó entre sus manos y se llevó la sorpresa que no quemaba, expulsaba un humo casi invisible que le helaba las manos; Ryuki frunció el ceño intrigado por esto, su curiosidad aumentó cuando de la nada escuchó sollozos y murmullos entrecortados, ininteligibles para él.

— ¿Qué haces aquí? — la autoritaria voz se escuchó atrás del menor que palideció instantáneamente al reconocerla como la voz de Niko.

— Nada.

— ¿Nada? A ver, ¿qué es eso que tienes allí? ¡Muéstralo a la de ya!

La imponente figura del rey demonio comenzó a acercarse impactando severamente sus pesados cascos contra el suelo haciendo eco en todo el salón, el corazón de Ryuki nunca había palpitado con tanta rapidez que juraba que le iba a salir disparado del pecho en cualquier momento, por inercia comenzó a ejercer presión en la flama con ambas manos y como último recurso la puso contra su pecho abrazándola con la esperanza de que no se la quitaran. Niko por fin estaba detrás de él justo a sus espaldas, con una mano le obligó a voltearse en un jaloneo tan brusco que casi le hace caerse.

El rey solo frunció el ceño confundido, viendo que el menor no tenía nada en ninguna parte.

— Vuelve a tu habitación y no regreses aquí ¿entendido? — soltó más calmado. Ryuki asintió y se fue como se lo había dicho su padre.

En el camino de regreso a su habitación se desvío a la biblioteca donde estaría su abuelo, necesitaba hablarle de algo que, aunque no quisiera admitir, le estaba preocupando.

— Abuelo — llamó lo más tranquilo posible — abuelo soy yo, ¿puedo entrar? — la puerta se abrió dejando ver no a Kazuo sino a Ohma — abuelo — soltó sin mirarle a lo que el mayor se hizo a un lado permitiéndole entrar, allí estaba Kazuo con unos códices y libros en una mesa.

— Oh, hijito ¿cómo te fue? — habló enderezando su postura mientras una sonrisa se alojaba cálidamente en sus labios.

— No sé.

— ¿N-no sabes? ¿A qué te refieres con que no sabes? ¿Y la flama?

— No sé...

— ¿Te la quitó Niko?

— No, yo... Desapareció, justo aquí — con su dedo índice apuntó a su pecho, Kazuo no dijo nada más que un "Ah" — la estaba ocultando de papá y solo la apreté muy fuerte en mi pecho y desapareció.

El anciano demonio repasó las palabras en su mente una y otra vez hasta que por fin logró asimilar lo que el menor le había dicho, los tres quedaron en un profundo y frágil silencio. Ryuki abrió su camisa mostrando que había un punto celeste y brillante en su pecho, Ohma solo veía con los ojos excesivamente abiertos y el viejo Kazuo dio un grito que se escuchó en todo el Inframundo.

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.

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— Es mi culpa, es mi culpa, ¡todo por mi culpa! — repetía sin descanso alguno el demonio más viejo mientras revolvía papeles y libros buscando una solución a lo ocurrido.

— No lo es abuelo, nadie sabía que esto pasaría, lo que importa en este momento es saber si esto es peligroso — indagó Ohma que también le ayudaba en su búsqueda, Kazuo le miró con un gesto aún más preocupado al borde de una crisis.

— ¡No tengo idea, esto nunca había pasado! — respondió con los nervios hechos trizas — ¡Ryuki, ¿cómo te sientes?!

El nombrado parecía de lo más tranquilo ya que había abandonado la búsqueda de su solución y se dispuso a ver un libro con dibujos de felinos.

— Bien, normal. Creo que puedo vivir con esto.

— ¿Lo ves? — Ohma intentaba calmar a Kazuo mientras este seguía exaltado revisando cada página de los libros más antiguos.

Ryuki seguía entretenido en el dichoso libro de gatos, se había quedado en un apartado el cual mostraba a un gato blanco, el muchacho usó su poder para hacer un gato tan pequeño como la palma de su mano usando el polvo que había en el suelo, el felino se movía a antojo del joven que lo hacía caminar y ponerse en dos patitas.

Esto hacia feliz a Ryuki pero en algún momento el polvo comenzó a disolver la imagen del gato y esta tomó forma humana, una persona estaba en su mano, parecía triste y desconsolada; el pequeño ser hecho de polvo alzó su rostro al príncipe del averno como si le pidiera ayuda. El príncipe de las pesadillas se sorprendió y con curiosidad acercó su dedo a esa creación, pero justo cuando estuvo a punto de tocar su rostro la figura se deshizo cayendo como una montaña de polvo en su mano.

— ¿Quién era? No parecía un demonio — Ryuki juntó su mirada con la de Ohma quien parecía decidido a saber de ello.

— No sé — fue la única respuesta de Ryuki antes de salir de la antigua biblioteca dejando a Kazuo y a su hermano.

El menor de los príncipes caminaba sin rumbo alguno mirando su mano que aún tenía rastros de polvo en ella, resopló exasperado, perdió la flama de la manera más tonta posible y ahora todo indicaba que estaba perdiendo el control de sus poderes. Detuvo su andar en seco y estiró el cuello de su camisa notando que el brillo en su pecho ya no estaba, hizo una mueca de molestia y seguido alzó lo más que pudo su pierna para luego dar un pisotón en el suelo como única rabieta a todo lo que le había pasado.

Para su buena o mala suerte la piedra se agrietó y de ésta salía un resplandor como si la lava quisiera salir de ella, Ryuki solo puso una mano en su cabeza por el dolor que comenzaba a sentir, estaba dispuesto a ir con Niko y decirle a lo que se había dedicado en todo el día y que le ayudara a cerrar la ruptura del suelo cuando de la nada, un portal se comenzó a abrir frente a sus ojos.

La joven pesadilla miró el portal por solo unos segundos antes de tomar la decisión de entrar en él. Todo era oscuridad a su alrededor, el suelo se sentía suave como si caminara sobre una alfombra, lo sabía por el sonido imperceptible de sus cascos al tocar el suelo; de a poco comenzó a ver una extraña luz en el cielo y unas escaleras de piedra con musgo en ellas, reconocía el lugar por una ilustración en un libro que le dio Kazuo alguna vez en su niñez, era la tierra de los vivos.

Ryuki se detuvo y respiró profundamente antes de continuar, sacó las garras de sus dedos y mostró los colmillos que normalmente ocultaba, digno de una pesadilla, con todos estos elementos ascendió a aquella luz dejando caer sus cascos de manera pesada impactando contra las piedras haciendo retumbar en un eco aterrador aquel puente entre la vida y el dolor del Infierno.

Finalmente en la superficie salió por completo, miró a su alrededor con disimulo notando un pentagrama hecho con tiza en el suelo y una ouija en la punta superior, justo allí se encontraba un joven de cabellos blancos y ojos tan verdes como las esmeraldas mismas, vestido únicamente con una camisa blanca muy grande y su ropa interior. Sus manos temblaban ligeramente y sus ojos llorosos no se apartaban de encima del príncipe demonio.

" ¿Y ahora que hago? " — pensó Ryuki para sus adentros, nunca había acudido a un llamado. Enderezó su postura y se dirigió al joven.

— Vaya suerte la que has tenido hoy.

— N-no... Tu...

— Así es, yo soy-

— No eres mi madre... Y-yo llamé a mi mamá p-pero... — su rostro reflejaba confusión mientras miraba el tablero de madera en el suelo.

Ryuki alzó una ceja por esa reacción indiferente para con su persona, sentía que el mortal enfrente suyo no lo estaba tomando en serio y quizás así era.

— He venido por tu alma — habló con la voz grave y demandante, un semblante oscuro y tétrico adornaba su rostro mientras agitaba su cola.

— ¡Llévatela, ya no me importa! — vociferó el joven con los ojos llenos de lágrimas sin mirar al demonio que con él estaba. Cruzó sus brazos y derrotado se sentó en el piso dándole cero importancia al hecho de que había un agujero con fuego en el suelo y una especie de sátiro en su cuarto.

— A ver, a ver, ¿qué pasó? — el demonio adoptó su forma normal ocultando sus colmillos y garras, también se cruzó de brazos mientras tomaba asiento cerca del joven de blancos cabellos, ahora sus gestos eran suaves y su voz comprensiva — ¿quieres llorar?

— ¡No!

— Si quieres — insistió, el menor le encaró con el ceño fruncido y amargas lágrimas desbordándose, dejando finos y húmedos caminos por sus pálidas mejillas.

— Mamá no está desde hace tiempo y... La extraño mucho. Yo solo quería hablar con ella una vez más pero parece que no sucederá... Ni siquiera sé quien me he estado respondiendo haciéndose pasar por ella.

Finalmente su voz se quebró y comenzó a llorar mientras con sus manos tapaba su rostro. Ryuki no tenía expresión alguna, ni siquiera sabía que responder a esa declaración, no esperaba que un mortal entablara conversación con él, ¿tan mal estaba como para confiar en un demonio de buenas a primeras?

— Si me das tu alma-

— ¡¿La traerás de vuelta?! — se apresuró a hablar con los sollozos interrumpiendo sus palabras.

— N-no, no funciona así.

— ¿No? — otra vez su semblante se volvía triste, Ryuki miró de soslayo antes de negar suavemente con la cabeza.

— Si me das tu alma... Puedo matarte para que te reúnas con ella.

El de cabellos blancos solo le miró unos segundos para luego fruncir el ceño.

— No me parece un trato justo.

— A mi tampoco, pero no nos dicen como negociar.

El menor le miraba en silencio asimilando lo dicho y sin que Ryuki lo esperara comenzó a reír y a llorar al mismo tiempo. Todo eso le parecía algo extraño al demonio que nunca había presenciado un escenario así, toda su vida solo había escuchado ruegos de las almas, lágrimas y fuego, nunca había escuchado a alguien reír así además de su hermana.

Pero la risa de Mao era totalmente diferente, sonaba cruel, vacía y falsa, su único motivo de ser era usar su don para crear paganismo; a diferencia de este mortal a su lado que parecía reír genuinamente, lloraba por tristeza y reía por un comentario bobo. Los humanos no solo eran frágiles a los golpes, también lo eran en sus sentimientos.

— ¿Sabes dónde está tu madre? Lo que sea que te conteste por esta tabla te aseguro que está en el Infierno, pero si ella fue al cielo acabas de perder tu alma en vano.

— No cerré ningún trato con nadie... ¿Cómo estás tan seguro que perdí mi alma? — habló con dificultad por el llanto.

— Porque jugaste — dijo enumerando con sus dedos — porque quitaste las manos del juego antes de cerrarlo... Y porque yo tengo tu alma... Está fusionada conmigo.

Ryuki finalmente se había dado cuenta de porque la flama ya no brillaba en su pecho, esta se había fusionado con su oscuro espíritu que ahora la mantenía a salvo, no se percató antes pero luego de pensarlo por largo rato y poner atención a los sucesos entonces lo notó; su deseo por proteger la flama de Niko hizo que su propia entidad demoniaca quisiera cuidarla a toda costa, fue así que absorbió la flama y esta manifestó su forma física en el polvo de aquella vieja biblioteca, ese fuego frío dejó de intentar escapar y se acopló bajo el resguardo del demonio de las pesadillas al sentirse a salvo.

— ¿Mi alma... Está contigo?

— Si.

— ¿Puedes devolverla?

— Perdiste el juego desde el inicio, no puedes recuperarla.

— ¿Perdí la oportunidad de ver a mamá? — Ryuki no podía ver eso de nuevo, esos ojos tristes y ese llanto inconsolable, solo le partía el corazón cosa que nunca creyó sentir.

El príncipe de las pesadillas iba a responder aquello con lo que podría ser el tiro de gracia para el joven mortal, entonces recordó lo que su abuelo dijo " ... Hacer tu propio propio inframundo usando tu elemento creador... ", la primera parte estaba hecha, tal vez no comió la flama pero si está con él.

— No estoy seguro de si ella está allá abajo, lo que si sé es que quizás puedes verla ahora. Pero para eso necesitas dormir.

El de cabellos blancos le miró con duda ladeando la cabeza ligeramente, Ryuki sonrió imperceptible, por fin tendría su reino y de paso aprendería a usar su don, ese regalo y a la vez maldición que por alguna razón nunca pudo doblegar.

— Oye — la entidad le miró ante el llamado — ¿cómo te llamas? Yo soy Koga.

— Ryuki, el príncipe de los demonios... Uno de ellos.

El joven de mirada clara parecía sorprendido ante aquella declaración, no sabía si era buena o mala suerte que a su llamado llegara alguien de la realeza pero allí estaba, a punto de cumplir su deseo.

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.

.

— Entonces... — habló exasperado el de cabellos oscuros, sentado en una orilla de la cama con los brazos cruzados.

— ¿Entonces? — Koga le miró confundido, acostado en dicha cama mientras jugueteaba con sus dedos.

— No puedo proceder si no te duermes por tu propia cuenta, duerme.

— N-no. Tendré una pesadilla.

— No la tendrás a menos que yo quiera que la tengas y ¡no quiero que la tengas! Solo duerme, confía en mí.

— No tengo sueño, ¿y si me cuentas algo para que me duerma? — Ryuki suspiró pero decidió que era lo mejor, eso o esperar horas a que al muchacho le dieran ganas de dormir.

— En el infierno los demonios muy pocas veces tienen madre y padre, no necesitamos una pareja para tener hijos, solamente un par de elementos y nuestro propio poder y voluntad para crear la vida que queramos en el ser o cosa que queramos. Mi hermano Ohma fue el primero en existir, papá lo hizo tal y como lo quería, con el físico, la actitud y el potencial que quiso darle; lo primero que Ohma puso en el infierno fueron tres soles y Niko estuvo feliz por eso. Mao nació después como compañera de juegos para Ohma, ella creó la noche y puso dos lunas gemelas para que las almas arrepentidas no tuvieran miedo de su oscuridad, gracias a Mao nací yo... A mi no me desearon ni como amiguito de juegos ni como el heredero al trono, literalmente fui una casualidad... Por eso no tengo ningún cargo importante, solo tengo el título de príncipe, pero nadie me ve así, nadie me toma en serio.

— Pero... Eso no te hace menos que a tus hermanos... — respondió soñoliento.

— Existe el rey, el príncipe y la princesa, la mano derecha y la mano izquierda de mi padre ¿yo que soy? — Koga bostezó mientras se frotaba un ojo para luego contestarle.

— Quizás eres más importante de lo que crees... Pero aún no te has dado cuenta.

— Seré importante cuando tenga mi propio reino.

— Por lo que entiendo tu padre es el diablo, pero aún siendo el ser más malévolo de toda la creación nunca pudo ni quiso deshacerse de ti... ¿Eso no te dice algo?

Ryuki se quedó en silencio ante lo dicho, cuando estuvo a punto de responder notó que el joven ya se había quedado dormido. El príncipe demonio se acercó con cuidado de no despertarle y acto seguido, puso sus manos sobre el pecho del joven mortal escudriñando su ser, uniéndose con sus recuerdos y sentimientos, entrando poco a poco en su sueño volviéndolo más profundo casi como si de un coma se tratara.

Dentro de la mente de Koga todo era confuso, una carretera en una zona montañosa, lluvia fuerte y dos personas en un auto que al parecer discutían. Aquello no era un sueño sino un recuerdo que se reproducía una y otra vez siempre que el de mirada esmeralda iba a dormir; dentro del auto una mujer al volante parecía enfurecida con su copiloto, Ryuki, que se había colado en ese recuerdo y se mantenía en silencio en el asiento trasero, se inclinó levemente para mirar con quien peleaba la mujer encontrándose con Koga que también parecía exasperado y gritando.

El demonio chasqueó los dedos y todo se congeló, puso una mano en su mentón y frunció el ceño para después salir del auto y volver a chasquear sus dedos dejando que ocurra lo que deba que ocurrir, fue así como atestiguó esa desgracia que marcó al joven de mirada esmeralda para toda la vida; Koga había sido el causante de un grave accidente en el que falleció su madre y las últimas palabras de la mujer habían sido "ojalá nunca hubieras existido".

El príncipe de las pesadillas parecía pensar seriamente en el asunto cuando de la nada frente a sus ojos volvió a pasar el mismo auto con la misma escena, la mujer discutiendo pero esta vez Koga no le respondía y solo se quedaba en silencio para, nuevamente todo terminar en desastre y las últimas palabras hirientes de esa madre para con su hijo. Ryuki quedó unos segundos en silencio antes de volver a presenciar la misma escena, esta vez Koga intentaba hacer que la mujer detuviera el auto pero todo terminaba igual.

— ¿Es un bucle...? Es un bucle... No puede con la culpa y sueña con poder evitarlo. Si logro cambiar el escenario por otro más agradable quizás consiga que deje de atormentarse con esto.

Ryuki miró a su alrededor encontrándose con un tronco hueco, entró en él y salió en otro recuerdo con la misma mujer, para su mala suerte también estaban peleando.

— Quizás en otro lugar...

Entró en un cuarto cualquiera y al cruzar el marco llegó a otro sitio que parecía ser el recuerdo de una fiesta de cumpleaños, todos lo invitados estaban en el patio excepto el niño de la fiesta, Koga de unos 9 años estaba dentro de la casa arrodillado en el piso, frente a él estaba su madre con un cinto doblado en las manos gritándole mientras daba golpe tras golpe en la cara, el pecho, los brazos, donde sea que azotara el cinturón.

— Ni los demonios son así — soltó con frívola mirada, chasqueó los dedos cuando la mujer alzó la mano para dar otro golpe al niño congelando la escena.

Se acercó a ambos y miró con detenimiento a la madre poniendo atención a ese semblante lleno de odio; ahora su mirada estaba puesta en el pequeño Koga, sus ojos reflejaban miedo, confusión y tristeza. El demonio limpió las lágrimas del niño con el dorso de su mano.

— Que extraños son los mortales.

Posó dos dedos sobre el pecho del infante sintiendo en su propio cuerpo todas las emociones que este experimentaba, largó un suspiro y ahora sus dedos fueron colocados en la frente del menor, indagando en los pensamientos que cruzaban por mente en ese momento; Ryuki cerró los ojos por largos segundos para luego abrirlos de golpe.

— ¿Por qué crees que esto es tu culpa? — se alzó y miró a su alrededor con una molestia inexplicable — todo aquí está mal, asquerosamente mal.

El príncipe chasqueó los dedos y en un instante hizo que todos los recuerdos se transformaran en margaritas, todas en fila una seguida de la otra.

— Si controlo los sueños y las pesadillas puedo entrar a la mente humana, si puedo entrar a la mente humana entonces puedo alterar los recuerdos a voluntad... — tragó grueso ante lo dicho por si mismo, esta era la parte complicada de su don, controlar la psiquis externa a él.

Miró las margaritas tan frágiles frente a él, si borraba un recuerdo por error podría matar a Koga,  dejarlo en estado vegetativo o tirarlo al lento abismo de la demencia, el vacío de líneas temporales o la repentina creación de lagunas mentales podría ser equivalente a perder la memoria y como consecuencia la lenta pérdida de la identidad como ser humano.

— No te va a doler... Creo.

Minuciosamente revisó cada margarita, viendo cada recuerdo, la mayoría eran cosas que prefería borrar pero no podía hacerlo; gran parte de los fragmentos de la memoria de Koga fueron difuminados por Ryuki con la intensión de que ellos mismos fueran desapareciendo con el tiempo, lo suficiente para que el vacío que dejen sea llenado por otros nuevos recuerdos.

El demonio largó un suspiro que fácilmente era comparable a un rugido molesto, al menos ya llevaba la mitad del trabajo pero fue entonces que se detuvo, no podía difuminarlos todos en especial los más recientes; dejó las margaritas y buscó la que importaba, la del accidente.

Al encontrarla modificó ese recuerdo, volvió lo más borroso que pudo la imagen de esa escena sangrienta además de que también hizo que en lugar de la voz de la mujer se escuchara un pitido ensordecedor, Koga nunca sospecharía nada raro, es normal estar aturdido luego de un aparatoso accidente.

Luego de cumplir su cometido dejó los recuerdos en su orden cronológico e hizo que todo el lugar donde estaba adoptara la forma de un paisaje, una colina tan verde como tranquila, una banca de madera y a lo lejos algunas cometas de colores elevándose en lo alto del claro cielo ondeando sus colas con diversos adornos. El príncipe miró el suelo y recogió una vara con una hoja en ella a la que con su poder le dio la forma de una mujer, la madre de Koga; esta mujer de madera se movía y hablaba a capricho de Ryuki, era su marioneta después de todo.

— Bien, siéntate y espera — ordenó y la muñeca así lo hizo dirigiéndose a la banca — más te vale ser amable — sentenció con autoridad mientras la miraba por sobre el hombro.

Ryuki chasqueó los dedos y en un santiamén Koga apareció a su lado, parecía desconcertado y perdido mirando a todos lados.

— ¿Dónde estoy? — habló finalmente.

— En una parte de mi reino — respondió y Koga volteó a verle por lo que continuó explicando — lo logré gracias a ti, ahora esta pequeña fracción de mi mundo es... Un regalo, para ti... Y no solo eso — su mirada se posó en un lugar específico.

El de cabellos albinos miró en esa misma dirección encontrándose con la imagen de su madre quien lo esperaba sentada en una banca, con una dulce sonrisa en sus labios y los brazos abiertos en su dirección. Koga parecía consternado por todo lo que pasaba, con inseguridad se acercó hasta la mujer y una vez delante de ella no supo que hacer, más, unos brazos alrededor de su cuerpo le dio la respuesta.

Las manos le temblaban pero por fin pudo abrazarla escondiendo su rostro en su hombro, ella le daba suaves palmadas en la espalda y le acariciaba los cabellos mientras le susurraba "te amo" y "te quiero" a lo que él solo respondía con un sinfín de "lo siento". Ryuki miraba de lejos la escena preguntándose quienes eran los verdaderos malos, los demonios por complacer caprichos a cambio de un alma como si fuera una moneda ó los propios humanos que "sin ser malos" ya provocaban suficientes desastres unos a otros sin ninguna razón válida.

De la nada vio como ambos se separaron, la mujer se mantenía en la banca ya que ese sería su lugar de ahora en adelante, cada vez que Koga quisiera verla solo debería dormir y podría hacerlo; el de mirada esmeralda parecía diferente, menos miserable según el criterio de Ryuki. El menor se aproximó hasta él con una sonrisa tan tranquila y radiante como el demonio de las pesadillas nunca había visto en todas sus décadas de vida. 

— Gracias — fue lo único que dijo cuando estuvo a su lado.

— ¿Cuál gracias? Tu alma es mía permanentemente, nunca verás el paraíso si es que tenías oportunidad de entrar.

— ¿Crees que mi madre está allá arriba? — indagó sin borrar su sonrisa.

— Lo dudo — se apresuró a responderle.

— ¿Por qué?

— Alguien como ella solo podrá conocer el reino de mi padre — respondió con cólera y repudio total. Koga le miró confundido además de molesto por el tono de voz que utilizó — me refiero a que no todos van allá, no solo se trata de recoger un perro de la calle y rezar antes de dormir, ¿tienes papá?

— No.

— Ahí está, no irá al cielo y tú tampoco, ella por tener un hijo fuera del matrimonio y tú por existir, ¿ves? — el joven pareció pensarlo por largos segundos para después sonreír y asentir.

— Si ella está allí cuando me muera podré verla — habló ilusionado.

— Depende, hay muchos niveles según tu pecado — acotó con frialdad, nunca podría olvidar lo que vio y por alguna razón no puede sacar esa sensación de molestia que traía atorada en el pecho.

— Pues me conformo con saber que estaremos en el mismo lugar — continuó totalmente ajeno a las palabras de Ryuki.

— Espero de todo corazón que tu madre esté en el infierno — Koga le miró con el ceño fruncido a lo que el joven demonio añadió — lo digo con buena intensión... Para que se vean o lo que quieras.

— Bueno, gracias otra vez, ¿hay algo con lo que pueda pagarte?

— Ya lo hiciste, con tu alma basta.

— Cierto, pero me diste un regalo, quiero darte uno también ¿hay algo que quieras?

— Todo lo que quiero puedo tenerlo, pero te voy a dar el gusto. Mis cuernos no crecerán hasta que sea totalmente adulto, mientras tanto solo tengo esto — tomó las muñecas del menor y las dirigió sobre su cabeza mostrándole un par de diminutas prominencias.

Koga comprobó lo dicho por el mayor y aún sin dejar esa sonrisa risueña le tapó los ojos con ambas manos.

— No mires.

— Como si pudiera.

— En este momento y en este lugar yo te daré tus cuernos.

Ryuki sonrió de manera extraña, incluso soltó una risa muy suave cosa que nunca había hecho en toda su vida ni por curiosidad o tal vez porque nunca sintió el deseo de hacerlo; sujetó las manos de Koga y las bajó encontrándose con las brillantes y asombradas esmeraldas del menor quien tenía una sonrisa genuina en sus labios.

— Tu no tienes poderes.

— Despierto no, pero aquí si — ahora el peliblanco fue quien tomó las manos de Ryuki para hacerle notar su cornamenta.

El príncipe de las pesadillas parecía asombrado por el par de cuernos que yacían en él, eran exactamente como los de Ohma o eso parecía al tocarlos, eran pesados y sólidos. Volvió a reír mirando a su acompañante que también parecía alegre.

— Disfruta tu paraíso del sueño lúcido luego, debes despertar por hoy. Un demonio no debe estar tanto tiempo dentro de un mortal.

Un parpadeo y Koga había despertado, tal y como Ryuki se lo había dicho; el mayor también abrió los ojos encontrándose asimismo sobre el cuerpo del más joven con sus manos en el pecho de este y la sensación de un suave tacto en su cabeza.

— ¿No habías dicho que tus cuernos crecerían cuando fueras adulto? — preguntó sin apartar sus manos del mayor.

— No me digas que...

— Si, no han desaparecido aunque me desperté.

La apariencia dominante del sátiro le provocaba una extraña sensación de protección a Koga, a pesar de que para cualquiera aquel demonio sería aterrador a simple vista para el joven era más unas especie de confort tenerlo a su lado.

— Gracias, otra vez — pronunció con voz suave haciendo a Ryuki acercarse para escucharle.

— Ustedes aman decirlo, ¿no?

— No todos, algunos lo demuestran haciendo regalos, dando abrazos...

— Los humanos son tan raros — sus achocolatadas orbes se mantenían fijas en el rostro del menor quien parecía cómodo con sus manos cálidas aún en su pecho — supongo que ya debo irme.

— Eso parece.

A pesar de lo dicho ninguno se movió y tampoco parecían tener la intensión de despedirse, incluso Ryuki se acomodó más sobre su compañero mientras hacía el agarre de sus manos más firme en aquel joven debajo suyo.

— ¿Sabes? — inició el mayor — Desde que entré aquí hay un aroma en el aire, no quería decirlo pero huele bastante bien... Tu cuarto huele bien o... ¿No es tu cuarto? Es algo más, quizás tu cuello — sus palabras salían con un toque seductor el cual Ryuki no sabía que poseía.

El príncipe demonio bajó su rostro al cuello de su acompañante aspirando el aroma que tenuemente emanaba, Koga rió ante el tacto de la fría nariz sobre su cálida piel, ahora las manos que habían estado en su pecho se desizaban por su torso hasta quedar en su cintura, el de cabellos oscuros seguía recorriendo lentamente cada centímetro a su alcance atrapando el perfume natural de su cuerpo; la búsqueda del mayor finalizó con su rostro sobre el abdomen de Narushima. Ryuki alzó la mirada antes de levatarle la camisa dejando a la vista su nívea y suave piel.

— Parece que te gusta mi aroma — pronunció en tono juguetón el de cabellos blancos a la misma vez que con su pie presionaba suavemente la erección del mayor.

— Y a ti te gusta esto, ¿no es así? — habló de igual manera y sin ninguna pizca de vergüenza sujetó el miembro semi erecto del otro, acariciándolo de arriba a abajo por sobre la tela — Cualquier demonio sabría que eres un promiscuo.

Las manos de Koga se deslizaron abandonando sus cuernos y ahora acunaba su rostro sintiendo la suave y fría piel que poseía ese demonio.

— ¿Qué me hiciste, Ryuki? ¿Por qué me siento tan liviano? Tan tranquilo...

— No sé de que hablas.

— Si sabes, antes de hoy todo era tan doloroso y ahora de la nada, me siento en paz.

— Solo hice lo que me pediste.

— Es cierto, te pedí un favor y tomaste mi alma, me regalaste un paraíso y te di tus cuernos pero también me has hecho algo más y quiero recompensarlo.

Dicho esto y bajo la mirada del sátiro tomó los bordes de su ropa interior quitándola de su cuerpo, Ryuki solo veía absorto la escena.

— Dime príncipe de los demonios,¿Con cuántas has estado? ¿Soy el primer hombre?

— Los demonios no necesitamos sexo — Koga, por primera vez en mucho tiempo largó una carcajada y aún entre risas añadió.

— ¿Acaso estoy frente a un demonio virgen? — indagó sin dejar de reír, esta vez, menos escandaloso.

Al no recibir respuesta de parte del otro más que una mirada difícil de descifrar, Koga juntó sus piernas y pasando sus brazos por debajo de sus rodillas las apegó hasta su pecho dándole una privilegiada vista de sus testírudos y su entrada a Ryuki.

— Si ese es el caso ¿por qué no practicas conmigo? — pronunció con voz suave — Lo único que pido es que no seas tan rudo, como comprenderás nunca he estado con un demonio — finalizó mientras sostenía sus piernas con un brazo y con los dedos de su mano libre separaba sus glúteos, invitando a su compañero a entrar en él.

Ryuki quien no había sentido la necesidad de solicitar el servicio de una súcubo ni el calor de un íncubo, por primera vez en 220 años sentía el deseo de tocar una piel ajena a la suya, quería saber que se sentía estar dentro de otro cuerpo, tenía que saber que es lo que vive su hermano cuando está con su libidinoso novio.

— Oye — le llamó en tono coqueto — ¿vas a entrar... O tienes miedo? Y si lo vas a hacer ¿podrías...? No lo sé, ¿cambiar tu cuerpo por uno totalmente humano? Ya me siento un poco culpable porque eres un demonio.

Koga acalló cuando en un parpadeo Ryuki ya estaba cerca suyo con una apariencia humana exceptuando sus cuernos, el de cabellos oscuros tomó sus piernas y las cargó en sus hombros, el mayor inició un recorrido de besos y caricias desesperadas en sus pantorrillas hasta donde pudo y sin que el menor lo pudiera prever, le plantó un beso en los labios, uno rudo, demandante y cargado de deseo introduciendo su lengua escudriñando cada centímetro; el de cabellos blancos también hizo lo mismo aventurándose a morder el labio inferior de su compañero, atrayéndolo con sus piernas.

El más joven fue el primero en separarse para tomar aire con sus mejillas teñidas de vergüenza, su pecho subiendo y bajando al compás de sus jadeos en busca de oxígeno; Koga sorprendió al mayor cuando tomó su pene y comenzó a masturbarlo junto al suyo propio, el presemen no tardó en aparecer con lo cual el menor lo usó para lubricar su entrada y el miembro de Ryuki.

— Date prisa y entra — pidió con la voz vibrante de deseo.

— Ustedes suelen ser muy raros — soltó con cierta burla antes de alinear su pene con la entrada del menor introduciéndolo lentamente — n-nunca voy a entender — fue lo único que logró decir sin perder la compostura al sentirse tan apretado dentro de Koga.

— N-no sé a que te... Refieres- ¡A-ah~! Mierda, ¿eres así de grande en serio?

El príncipe solo atinó a sonreír descarado antes de sacar su miembro y volver a introducirlo con una paciencia tortuosa y placentera, arrancando un jadeo sorpresivamente tímido en el menor; Ryuki inició un vaivén lento adecuándose a la estrechez que el hombre debajo suyo le ofrecía, sentía las manos inquietas por tocar, en su boca había una hambre diferente a la que había experimentado a lo largo de su vida, anhelaba marcar ese cuerpo en todos los entidos posibles, todo a lo que se había negado a aprender en el infierno quería conocerlo en la Tierra, quería conocerlo en ese cuerpo.

La habitación se inundó de jadeos y gemidos, maldiciones y plegarias a Dios, un dulce cántico provocado por sus embestidas e interrumpido por sus besos; súplicas confusas entre "detente, me haces daño", "más fuerte", "duele", "por Dios, no pares". A Ryuki le parecía el rosario al que con gusto asistiría si era la voz de Koga la que entonaba tan libidinosas oraciones.

Su espalda ardía por los arañazos que le regalaba su compañero y su paladar se llenaba con el sabor metálico de la sangre por cada mordida que dejaba en los hombros y cuello de este, una última embestida más profunda que las anteriores y el sátiro descargó su semen dentro de Narushima.

El de cabellos blancos le miró con sus esmeraldas adormiladas, una sonrisa en sus rojizos labios consecuencia de las múltiples veces que el otro los mordió; con su mano le tomó del mentón conectando sus miradas.

— ¿Te cansaste? Yo aún no me corro y ni siquiera te he enseñado nada — pronunció retador.

Ryuki ni siquiera pudo reaccionar cuando de la nada era él quien estaba tumbado en la cama; Koga se deshizo de la única prenda que lo cubría dejando a la vista del mayor su marcado torso; a gatas se posicionó sobre el pelinegro comenzando a besar su cuello y pecho antes de regresar a su punto de inicio mordiendo levemente la nombrada "manzana de Adán", el de orbes castañas dirigió sus manos a las caderas de Narushima por mera inercia.

— Quiero meterlo — soltó con el líbido hasta las nubes y la voz embriagada de deseo.

Koga besó sus labios una última vez antes de tomar su pene y dirigirlo a su entrada, sus caderas bajaron lentamente y su interior volvió a llenarse con la longitud de su compañero provocando un espasmo en todo su cuerpo ante el roce en su punto G; apoyó sus manos en el pecho de Ryuki y este hizo firme el agarre en su cintura ayudándole en su movimiento de arriba a abajo, su pene siendo aprisionado, el sonido de los glúteos del menor chocando con su pelvis, el sátiro quería quedarse en esa habitación para siempre.

Ryuki también movía sus caderas para no dejar al otro todo el trabajo mientras se deleitaba con los gestos de Koga, este último gemía más fuerte mientras su cuerpo temblaba dándole una señal que estaba a nada de correrse, el pelinegro siguió ayudándole con una mano mientras que con la otra tomó su pene para masturbarlo. El de ojos esmeralda tenía un gesto que solo lograba poner más duro al mayor a la vez que le incentivaba a continuar moviendo su mano de arriba a abajo con más rapidez.

Cuando más entregados estaban el uno en el otro la puerta de la habitación se abrió de golpe, alguien exhaló sorprendido y volvió a cerrar la puerta mientras del otro lado se escuchó que pedía disculpas con la voz nerviosa; el rostro panicado de Narushima indicaba que había sido su tío quien los encontró en tan comprometedora actividad, por un segundo dejó de moverse y Ryuki no sabía que hacer al respecto.

— No puede ser, otra vez — soltó preocupado Koga.

— Ya se fue, continúa, continúa — insistió incorporándose y colocando su brazo tras de si para apoyarse mientras que con el otro rodeó la cintura del menor — ya estás a punto, no te detengas — alentaba mientras le ayudaba a moverse.

El peliblanco asintió y continuó con aquellos saltitos que a Ryuki se le hacían lindos por alguna razón, un par de embestidas más y Narushima eyaculó abundantemente al punto que el rostro de ambos quedó manchado con sus fluidos, gracias a esto su interior se contrajo apretando más el pene del mayor haciendo que también se corriera.

El de orbes esmeralda parecía exahusto al igual que su compañero quien le miraba con una sonrisa cómplice, Ryuki se acercó a su rostro y con su lengua lamió un poco del semen que había en la mejilla del menor para después besar dicha zona, ahora limpia. Ambos tenían una expresión entre complacida y cansada, Narushima se levantó con sus piernas temblando y se tumbó boca abajo en la cama, respirando pesadamente.

El príncipe de las pesadillas solo le miraba a detalle memorizando cada parte de su piel, algunas cicatrices en la espalda que aparentemente eran unos cortes superficiales, pecas salpicadas en sus hombros, su cintura era ciertamente pequeña y sus caderas ligeramente anchas; aquellos últimos rasgos eran tan sutiles que solo poniendo mucha atención podrían notarse. Ryuki dejó de pensar en eso cuando sintió su miembro endurecido nuevamente; se acercó despacio al rostro de Koga y le habló en voz baja.

— ¿Puedes seguir? — el peliblanco abrió los ojos y le miró unos segundos.

— ¿Quieres seguir?

El pelinegro pareció pensarlo unos segundos antes de asentir, Koga tomó una almohada y la puso cerca de su pecho abrazándola escondiendo su rostro en ella, elevó levemente sus caderas y separó las piernas dejando entrar al mayor quien rápidamente se colocó encima suyo y le sujetó de la cintura, alineó su pene con la entrada del otro y lo introdujo una vez más.

— ¿Koga?

— Ryuki.

— ¿Podemos volver a hacer esto algún día?

La habitación quedó en silencio unos segundos en los cuales ninguno de los dos hizo ningún movimiento y entonces el peliblanco finalmente decidió hablar.

— Quizás — sonó inseguro incluso para él mismo, pero para Ryuki era suficiente.

El sátiro le sujetó de las caderas con una mano mientras con la otra se apoyaba en la cama, una embestida certera y profunda le sacó un jadeo de sorpresa al peliblanco que, por vergüenza a que su tío le escuchara, hundió el rostro en la almohada escondiendo allí cada uno de esos sonidos que le provocaba el mayor.

Su interior era un desastre de gemidos ahogados, espasmos, su piel anhelando ese toque brusco e inexperto por parte del demonio que en ese momento lo dominaba; sus embestidas eran tortura y gloria, cada una provocaba que su pene palpitara con fuerza mientras su interior gritaba por ser llenado una y otra vez, la sensación de su esencia inundando sus entrañas para después desbordarse era un placer que conoció por Kokuro, pero solo Ryuki le había vuelto un adicto a ella.

Sus dientes se encajaron en la almohada cuando una corriente eléctrica recorrió su espina dorsal y le fue imposible controlar su voz, sintiendo su clímax pronto a llegar, con una de sus manos buscó la de Ryuki que le sujetó y entrelazó sus dedos, corriéndose ambos al mismo tiempo. Sus respiraciones eran un desastre al igual que sus cabellos, mejillas sonrojadas, ojos llorosos producto del placer, palabras ininteligibles; el pelinegro sacó su pene que aún continuaba eyaculando y se tumbó boca arriba a un lado de Koga.

Narushima le veía con una sonrisa complacida aún sin soltar su mano, las orbes castañas también le miraban con un brillo indescifrable pero curioso.

— Me esperan en casa — comentó entre jadeos el sátiro.

— Curioso, antes era el temible "infierno" y ahora es "casa" ¿qué cambió? — respondió de la misma manera.

— No lo sé... Espero que la oportunidad se repita — confesó con una limpia honestidad poco usual en un demonio a la vez que con el dorso de su mano acariciaba la mejilla del peliblanco.

— También lo espero — apoyó posando su mano sobre el pecho del otro — una cosa más antes de olvidarlo, quizás tu hermano no sabe porqué no lo quieres... — soltó con la voz suave y ojos adormilados.

— ¿A qué te refieres?

— A eso, que él no sabe que tú no lo quieres, ¿o si?

— No lo sé, nunca quise hablar con él y siempre fui más cercano a Mao. Resolveré eso después si te deja más tranquilo.

— Claro... Eres bueno.

— ¿Un demonio te parece bueno? —

— " Resolveré eso después si te deja más tranquilo " — citó. Ryuki sonrió de soslayo antes de besar los labios de Koga, este también correspondió al tranquilo roce. — Oye, toma — habló luego de separarse, poniendo en el rostro de aquel demonio  unas gafas — para que me recuerdes... Hasta que nos volvamos a ver — soltó lo último con picardía.

El pelinegro sabía que si seguían así nunca se iría de ese cuarto cosa que a él no le molestaba, pero ya podía escuchar los gritos de Niko hasta en el cielo; agradeció el obsequio y besó por última vez esos suaves labios antes de poner la palma de su mano en la frente del menor y hacerle caer en un profundo sueño.

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De la grieta poco a poco comenzó a asomarse una cornamenta, Ryuki con su apariencia de sátiro mitad hombre mitad cabra, terminó de cruzar al infierno y una vez allí se puso en cuclillas para con su poder convertir el portal en una pequeña esfera y poder llevársela consigo; a paso tranquilo se dirigió a su pieza a pesar de que algo le parecía extraño, el infierno era un caos más desordenado de lo habitual.

En algún momento detuvo sus pasos y se asomó por una de las enormes ventanas de ese castillo encontrándose con una imagen por demás caótica, el fuego que solía ser tan vivaz y amarillento como los soles justo en ese momento era de un tono verdoso además de estar alterado, las llamaradas más altas y peligrosas, las almas gritaban con más agonía que antes rogando para que su castigo acabara, demonios menores, súcubos e íncubos corrían en diferentes direcciones buscando un refugio.

Ryuki frunció el ceño confundido, solo hasta ese momento alzó la vista dándose cuenta de que tanto los soles de Ohma como las lunas de Mao estaban en el firmamento al mismo tiempo además de que estaban impregnados de sangre, sus ojos se abrieron con sorpresa y más aún al darse cuenta que una de las lunas se estaba precipitando al infierno.

— ¡¿Qué?! ¡¿Qué está pasando?!

Se giró para poder ir e intentar detener todo ese desastre pero justo chocó contra alguien a quien casi tira al suelo, era un íncubo de cabellos lilas, largos hasta la cintura con los ojos grises y piel blanquecina, en su rostro había una expresión de sorpresa al ver al joven príncipe allí mismo.

— ¡Ryuki! ¡¿Dónde has estado?!

— ¡Setsuna! ¡¿Qué está pasando?! — ambos se quedaron mirando un par de segundos y el íncubo explotó nervioso.

— ¡Niko está hecho una furia! ¡Cree que alguien del cielo te secuestró y ahora está fuera de control al igual que Mao!

— ¿Qué? ¿Por qué mi padre cree eso? — preguntó con rumbo al patio seguido de Setsuna.

— Desapareciste de la nada, dijo que fue a tu cuarto a buscarte pero no estabas, entonces mandó sirvientes a todas partes pero ninguno te encontró. Niko se desesperó y-

— ¿Cuánto tiempo me fui? — interrumpió las palabras del otro al igual que también detuvo sus pasos.

— Desde ayer.

En ese momento Ryuki cayó en cuenta que malograr los recuerdos de Koga le llevó más tiempo del que creyó.

— ¿Dónde está Ohma? ¿Por qué no está controlando la situación? — Setsuna le miró con el ceño fruncido para después hablar.

— Fue el primero en abandonar el infierno para solicitar una reunión con los arcángeles y revisar el Paraíso.

— ¡¿Y el abuelo?! — ambos estaban perdiendo la paciencia y aún habían cosas que no le quedaban claras.

— ¡Está en la biblioteca buscando algo y diciendo "fue mi culpa, fue mi culpa"! ¡¿Culpa de qué?! ¡Ni siquiera se ha enterado que el infierno está colapsando!

El pelinegro tenía una expresión entre preocupado y enfadado, continuó su recorrido a zancadas largas siendo seguido nuevamente por Setsuna que solo podía trotar a su lado intentando llevarle el paso.

— ¡¿Por qué las lunas y los soles están al mismo tiempo?!

— ¡La princesa Mao robó la vitalidad de las lunas y convirtió esa vitalidad en poder para ella misma! ¡Ryuki! — Setsuna saltó al paso impidiéndole continuar — La sangre en los soles y las lunas es ese poder y los está controlando para el mega impacto — el sátiro le miró entre  confundido y extrañado — creo que va a destruir la Tierra.

— Tal vez no te has dado cuenta ni tú ni Mao pero ¡la luna se dirige al infierno!

— ¡Ya lo sé!

— ¡¿Qué mierda le pasa a mi familia?!

— ¡Me gustaría responder esa pregunta mi pequeño Lord pero me temo que tampoco conozco la respuesta!

Rápidamente Ryuki lo tomó de la cintura y lo cargó en su hombro comenzando a correr por el pasillo con esa velocidad digna de un sátiro, atravesó todo el castillo y por fin llegó al enorme jardín, antes repleto de flores ahora ardiendo en llamas; el pelinegro buscó con la mirada a su padre encontrándolo a la lejanía convertido en una bestia furibunda, sus cuernos se veían más hostiles de lo habitual, sus dientes eran una hilera afilada y peligrosa de colmillos remontados que ni siquiera cabían en su boca, sus pezuñas de sátiro eran piedra con venas de lava recorriéndole, se veía más grande e imponente de lo habitual.

Mao también estaba allí, sus astas que siempre lucía tan elegantemente ahora eran una confusión de raíces hechas nudos que descendían en la tierra, su hermoso cabello ahora era una maraña enredada y sus ojos parecían estar en blanco. Ryuki bajó a Setsuna y le miró con cierto temor.

— Adopta mi forma y calma a Mao, impide que provoque la destrucción de nuestro mundo.

El íncubo asintió y obedeció a la petición de su joven príncipe para después acercarse a paso lento frente a la mirada de Mao bajo el disfraz que adoptó, incluso, se hizo ver más pequeño y joven para despertar el instinto protector de la princesa.

Ryuki respiró hondo antes de también dirigirse frente a su padre, Niko, absorto en su deseo de encontrar a su hijo solo parecía moverse automáticamente, eso hasta que un sátiro de cabellos negros y ojos castaños se plantó a escasos metros de él, mirándole con desaprobación mientras se cruzaba de brazos. Sin duda era él, su pequeña pesadilla.

— Ryu... ¡Ryuki! — pronunció con voz gutural.

— Si, ¿qué crees que haces? ¿Uh? — ahora movía su pie impactando su casco contra el suelo de piedra — que vergüenza, el rey del inframundo montando este espectáculo, que show tan lamentable. _Quizás una parálisis de sueño te haga reflexionar_

Como si esas palabras fueran un extraño hechizo, el emperador del averno paulatinamente regresó su aspecto al natural Niko a la vez que se acercaba al menor, cuando su cuerpo regresó a ser el de siempre solo pudo abrazar a Ryuki con desesperación, el menor intentaba soltarse sin éxito alguno.

A lo lejos también se acercaba Mao junto a Setsuna mientras en el cielo del inframundo todo parecía volver a la normalidad según el orden establecido; la princesa veía extrañada a su hermano menor mientras con sus manos, y con ayuda del cónyuge de Ohma, intentaba quitarse las raíces y plantas enredadas en sus astas.

— ¿Dónde estabas? Creí que te había pedido — habló Niko, con su voz neutral aunque Ryuki sabía perfectamente que ocultaba una gran preocupación.

— Lamento que esto haya ocurrido, no volverá a suceder... De eso no tengas dudas. — Respondió a duras penas mientras con sus brazos ponía una pequeña barrera entre él y Niko.

— Pero ¿dónde has estado? — se sumó la fémina de cabellos ondulados, ahora con una presentación más decente.

Ryuki suspiró y justo cuando iba a hablar alguien más se hizo presente, era Ohma que parecía haber tenido una pelea puesto que su camisa estaba rota, sus brazos y rostro lastimados y un hilo de sangre descendía desde su frente. Ahora la culpa era ligeramente más pesada para el príncipe menor.

— Fui al Paraíso y dijeron que no tenían a Ryuki, les di una paliza y me robé este ángel por si acaso.

El recién llegado acalló al ver a su hermano justo allí, con una expresión congelada en una sonrisa nerviosa mientras miraba fijamente al suelo.

— Bueno, al menos no mentían, ¿qué hacemos con él?

Preguntó a su padre a la misma vez que bajaba al suelo a ese ser puro con alas blancas, cabellos rubios y expresión seria, un joven realmente hermoso cubierto nada más por una delgada tela blanca y un lazo dorado enmarcando su cintura. El rey de imponente cornamenta olisqueó al aire y arrugó la nariz al instante.

— Huele mal.

— Huele a ángel — habló Setsuna mirando por el rabillo del ojo al ser de luz.

— Huele a humano — hablaron todos, luego de unos segundos examinando el aroma, a excepción de Ryuki. Entonces todas las miradas cayeron sobre él.

— Y dinos hermanito, ¿dónde estabas? — soltó con un tono de voz particular la chica de elegantes cuernos.

— Que no se nos olvide que iba a destruir el infierno — atinó a defenderse. Ahora las miradas eran para ella.

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De aquel ajetreado acontecimiento ya había pasado cerca de un mes que se podía resumir en Kazuo ejerciendo su labor como maestro y consejero, ahora no solo de su hijo Niko, sino también de Ohma en su aprendizaje a ser el próximo emperador y Mao controlando su nuevo poder. Esta a su vez seguía instruyendo a su hermano menor en el respectivo protocolo ya que, luego de una larga charla, se decidió que él compartiría el lugar como guardián del campo floral junto a Mao.

Debían restaurarlo ya que estaba casi completamente destruido, para sorpresa de todos el pelinegro solo asintió tranquilo, aquello desconcertó a su padre, abuelo y hermanos debido a que se preguntaban donde habría quedado esa ambición de gobernar siquiera un trozo pequeño del inframundo; aquella duda fue resuelta cuando llegó el momento de que les explicara su historia acerca de desaparecer de la nada y regresar con cuernos desarrollados.

Ryuki dio una versión censurada y corta de lo que había ocurrido en su ausencia, resumiendo en que quería autonomía y decidió hacer su primer trabajo por si solo acudiendo al llamado de un mortal, cumpliendo con dicho trabajo y reclamando su alma, atribuyó la tardanza al hecho de que "el problema del cliente era complicado" y la aparición de sus cuernos a que simplemente salieron solos.

Niko pareció satisfecho ante la respuesta del menor por lo que solo le castigó por desobediencia, a Mao por perder el control de su don y casi destruir su reino y a Ohma porque a pesar de ser el mayor hizo lo que le dio la gana. En todo ese tiempo aquel bello ángel que el castaño llevó en pos de garantía, pronto y para sorpresa de muchos, comenzó a llevarse bien con Mao, de ese ángel no se sabía nada después de dos semanas hasta que él mismo se presentó a la princesa con el nombre de Akiyama después de que ella le alimentara con unas bayas dulces. Ahora Akiyama parece no extrañar el Paraíso en absoluto.

En la actualidad, Ryuki se encontraba en la biblioteca recibiendo su respectiva clase por parte de su hermana mayor quien parecía llevar largo rato hablando de algo aparentemente importante; el menor asentía cada tanto y daba la razón a la chica, pero su mente divagaba en otra cosa, específicamente, ese día en el que poseyó aquel cuerpo, en el que probó el placer del sexo por primera vez y fue testigo de los orgasmos más hermosos y complacientes que jamás podría olvidar.

Su mente solía jugarle malas pasadas haciéndole soñar que volvía a estar dentro de ese joven al que inconscientemente se había vuelto adicto, juraba que escuchaba a viva voz sus jadeos y gemidos, casi podía sentir su cálido y apretado interior alrededor suyo, sus fluidos entre ambos mientras le mira con una coquetería que solo él tiene.

— 73.

Sus labios rojos por la fricción brusca de sus besos, su cálido aliento chocando con su piel en busca de más, sus piernas atrapándolo con una fuerza casi imposible, esos sonidos que con vergüenza soltaba y a veces dejaba salir como si nada.

— Lección 73.

¿Puede alguien ser atrevido y tímido al mismo tiempo? ¿Puede una súcubo tenerle la misma paciencia y dedicación con él como la tuvo Koga? ¿Puede el mejor íncubo del infierno copiar no solo su aspecto sino también su carácter en la cama? No, ya lo intentó y todos esos encuentros terminaban con él mandando a la mierda a esos potenciales amantes, ninguno dio la talla.

— ¡Ryuki, lección 73! — el grito de la mayor más un libro impactando en su escritorio obligó al de orbes castañas a salir de ese trance.

— ¿Uh? ¿Qué?

— Llevo treinta y cinco minutos explicándote la reproducción de un demonio.

— Si, si, sé como funciona. Solo los reyes pueden reproducirse, lo hacen sin pareja porque con su mero deseo pueden crear vida — decía de lo más tranquilo, restándole importancia al asunto — toman uno o dos elementos y-

— Si, ese es el método tradicional ya que ningún rey antes quiso compartir su trono con una reina, te decía que el semen de un demonio con los cuernos debidamente desarrollados es tan potente que puede embarazar a: Súcubos, íncubos, otros demonios sin importar el género, mujeres, mujeres estériles, hombres, animales de cualquier tipo. Todo esto siempre y cuando haya habido un encuentro sexual entre las especies. Además...

Mao seguía explicando pero Ryuki dejó de escuchar cuando la palabra "hombres" llegó a sus oídos, ahora un pensamiento fastidioso invadía su mente " ¿Koga quedó encinta? ", el lívido que había estado acrecentando de pronto mermaba paulatinamente ante esa idea, aunque ahora mil y un dudas le asaltaban sin piedad " ¿Cómo se ven los chicos cuando están gestando? " nunca presenció algo parecido ni en una mujer, ninguna súcubo ni íncubo se vio en tal situación ni siquiera Setsuna a pesar de tener prolongados encuentros con Ohma, cosa que se le hacía extraño.

Bajó la mirada a su libro y lo abrió en dicha lección que estaba recibiendo, encontrándose una ilustración de una demonio embarazada y otra de un dibujo de un corazón con raíces a los laterales y una punta de flecha apuntando hacia abajo del corazón, reconoce haber visto dicha ilustración, la recuerda tatuada en el abdomen de las súcubos y los íncubos que había pedido para desahogarse, más nunca se preguntó que significado tenía esto; ahora su mente maquinaba una imagen de Koga en esa situación " ¿Justo ahora... Y con esto? " se reclamó asimismo mirando su miembro semierecto.

— Mao — la joven interrumpió su larga plática para escucharle — ¿qué pasa cuando la pareja de un demonio se embaraza?

— Interesante pregunta, por fin hablas en clase... Ya que eres el único alumno. La pareja en cuestión suelta unas feromonas que solo el padre detecta, es así como este despierta un instinto protector con su pareja además de elevar el lívido. Un ejemplo, si Setsuna se embaraza a ojos de Ohma saber que este espera a su hijo solo le hace sentir el deseo de tomarlo, le ve más atractivo y el morbo aumenta. Un dato curioso es que también les pasa a los mortales pero no se dan cuenta.

El pelinegro dejó caer su cara en la mesa sacándole un respingo a la chica.

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Las manos de Ohma se escurrían con habilidad debajo de la camisa blanca de botones, tan distintiva de su cónyuge, ese íncubo que tanta curiosidad le había provocado y con el que ahora mantenía una relación bastante formal para ser cierta. Habrían avanzado más en esa actividad si no fuera porque alguien entró de sorpresa a la biblioteca haciendo que se separen, ambos miraron al recién llegado que parecía nervioso, feliz, pálido, emocionado, podrían usar muchas palabras para definirlo pero prefirieron indagar.

— Mi pequeño Lord ¿qué haces aquí? — habló Setsuna a la vez que se acercó hasta él tocando su frente — ¿te sientes mal? ¿quieres un remedio?

— No, quiero hablar contigo.

— ¿Conmigo? — Ryuki asintió y el íncubo miró a Ohma pidiéndole privacidad,este comprendió y salió de la habitación — bien ¿qué es?

— Setsuna, dime una cosa ¿ese tatuaje? — inició, apuntando al abdomen del otro — ¿para que sirve exactamente?

El de cabellos lilas frunció el ceño con extrañeza pero solo se limitó a responder lo que preguntaba el príncipe.

— Bueno, principalmente es para que cualquiera que lo tenga haga lo que tu le ordenes... También es para que no me embarace. Todos aquí lo tienen excepto tu linaje, nadie tiene permitido tocarlos a no ser que uno quiera tener una relación o algo casual con alguien de aquí. Como Ohma, él pidió a Niko que me dejara estar con él y mira, ya 300 años juntos, quizás un día él mismo decida borrar la marca y me honre con sus hijos.

— ¡No!

— Oye no seas grosero, solo te estaba contando algo que me haría feliz.

— ¡N-no! Setsuna hice algo — su voz sonaba neutral y su gesto también, pero esa palidez le estaba preocupando al mayor — ¿qué pasaría si alguien de este linaje, nace fuera del linaje?

— Bien, estoy intrigado. ¿Nacer en dónde exactamente?

— La Tierra.

— B-bueno, causaría desastres al no tener a alguien para que lo controle como Kazuo, Niko o Ohma.

— ¿Solo eso? No parece tan malo.

— No, no lo parece — dio la razón el de cabellos lila y Ryuki quedó más tranquilo al respecto, entonces Setsuna añadió — Pero el daño a largo plazo es que todas las almas humanas vendrían al infierno al tener una influencia así de grande y todo colapsaría, deben haber buenos en el cielo.

— ¡No! — el mayor le volteó a ver con el ceño fruncido y Ryuki solo se quedó callado — gracias.

Seguido de eso el menor salió de la biblioteca casi cayéndose y a toda velocidad sin rumbo conocido por Setsuna.

— Que preguntas tan interesantes...

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El príncipe de las pesadillas rebuscaba algo en un cofre en su habitación, miraba cada objeto y lo dejaba de lado hasta que al cabo de un rato buscando por fin encontró eso. Tomó la pequeña esfera y la puso en una de las paredes y al instante comenzó a abrirse un portal justo el mismo que le llevó al mundo de los mortales la primera vez; antes de entrar en él salió al pasillo en donde estaba uno de los sirvientes de su padre, le tomó de los hombros y rápidamente dio aviso que estaría en su habitación y no quería ser molestado, no quería volver a encontrar un desastre como el de ese día.

Entró en su pieza y trancó las puertas para evitar que los curiosos descubrieran su portal, fue entonces que entró en este y se apresuró a llegar a las escaleras de piedra en donde ya estaba esa luz que le indicaba que estaba próximo a llegar a la habitación de Koga; subió a tropezones las escaleras y una vez estuvo justo en el límite se metió de lleno encontrándose con Narushima que estaba de pie, tenía sus manos apoyadas en su mesa y el rostro oculto por su cabello; alguien detrás de él le tomaba de la cintura con una mano mientras colaba la otra por debajo de su camisa.

El peliblanco alzó la mirada levemente encontrándose con los ojos achocolatados del demonio del sueño.

— ¿Ryuki? — la persona detrás suyo también dirigió su atención al nombrado.

— ¿Quién? ¿Uh? ¿Por qué hay un cosplayer en tu habita-

Las palabras callaron de golpe y un sonido sordo inundó el lugar, Koga se giró viendo a Kokuro en el suelo totalmente inconsciente.

— Oye, despiértalo. Cuando me dormiste quedé noqueado tres días, mi tío creyó que estaba muerto y ya había contratado a la funeraria.

— ¿Eso es mucho?

— Para ti debe ser un sueño ligero, pero nosotros no podemos dormir tanto tiempo. ¿Qué haces aquí de todos modos?

— Vengo por ustedes.

— ¿Ustedes?

— Es un poco complicado de decir, ¿te has sentido extraño?

— ¿Extraño? — repitió ladeando la cabeza, cerró los ojos y sonrió tranquilo poniendo una mano en su cabeza y la otra en su estómago — si, me siento diferente, pero no me molesta — ahora acariciaba con suavidad esa zona.

— Bien, Koga, ven conmigo a vivir en el infierno.

El peliblanco abrió los ojos con sorpresa por tan inesperada invitación, habría reído pero la seriedad con la que habló el sátiro de imponente cornamenta no se lo permitió.

— Mi tío-

— Nos lo llevamos también.

— ¡Déjame terminar! No sé que dirá mi tío.

La puerta se abrió de golpe y el recién nombrado apareció bajo el marco de madera, inseguro si debía irse antes de presenciar otra escena como la de aquella vez.

— Señor — se apresuró a hablar el pelinegro — ha ocurrido algo y necesito llevarme a Koga.

El hombre de ojos bicolor le miró serio durante unos segundos, examinándolo de pezuñas a cuernos.

— ¿Por cuánto tiempo?

— Un poco de tiempo, algo así.

— ¿Cuánto?

— Hummm... — un murmullo incomprensible se escuchó del sátiro y ambos mortales quedaron confundidos.

— ¿Disculpa? No escuché.

— Algunos años.

— ¿Años?

— Un par de siglos más o menos.

— ¿Cuánt-...? ¡¿Qué?! Mira ni siquiera te conozco solo te he visto una vez en mi vida y no fue tu mejor ángulo eso te lo aseguro, al menos no para mi, ¿qué te hace pensar que te llevarás a Koga solo porque si de todos modos? — el hombre se acercó con enfado hasta el pelinegro, dispuesto a agarrarse a golpes si era necesario — ¿qué le pasó al suelo? ¿De dónde saliste? Además ¿qué es eso en tu cabeza?

Con su mano sujetó un cuerno con la intención de quitarle lo que él pensaba era una diadema, dio un tirón y el sátiro a penas se movió unos centímetros, sus cascos estaban casi plantados en el suelo por lo que todo el piso de madera crujió; la mirada gélida en sus ojos y su expresión fría sin rastro de humanidad dejó congelado a Jōji.

— Quisiera llevarme a Koga conmigo, tendrá la vida de un ser antinatural y vivirá por el resto de la eternidad en el averno hasta que su espíritu se disuelva conmigo. Tenga por seguro que la corona de la primera y única reina estará sobre Koga y regirá conmigo por milenios.

Directo y conciso, así fue como Ryuki le dejó en claro todo lo que quería. Jōji no podía dejar de mirar a esa persona tan inusual frente a él. Soltó al príncipe y se dirigió a la salida llamando al pelinegro a que le acompañe, este así lo hizo y antes de salir le dedicó una sutil sonrisa al menor que no sabía bien que fueron las palabras del sátiro.

Ambos hombres llegaron a la habitación de Jōji y este invitó a pasar a ese joven que respondía al nombre de Ryuki. Una vez dentro Jōji cerró la puerta tras de si y miró al sátiro que parecía estar atento a lo que le fuera a decir, el Narushima mayor por fin decidió hablar.

— Escucha, Koga no ha tenido una vida fácil, sufrió cosas y desde eso estuvo amargado, triste y rechazando al mundo odiando a todos sin razón, no me di cuenta hasta hace dos años que fue cuando me llamaron diciendo que tenían un menor de edad que necesitaba tutela, ¡Yo me hice cargo de él! Intenté ser un buen tío pero siempre tenía esa cara infeliz... Lo dejé hacer lo que quiso, le dejé hacer sus rabietas y cumplir caprichos pero aún así parecía igual de miserable.

Ryuki seguía expectante, mirándole atento a cada palabra esperando a que terminara; Jōji se tomó unos segundos para calmarse antes de continuar.

— Le hice entrar a una escuela de karate, conoció personas e hizo cosas, le dejé irse y revolcarse con lo primero que le provocara algo porque solo después de eso le podía ver un poco feliz... Solo luego de eso parecía un poco menos triste. Algo le ocurrió a mi sobrino y no recuerda la mayoría de las cosas que vivió, dice que en su cabeza todo se ve borroso y que ya ni siquiera recuerda cosas y sinceramente no sé si eso es bueno o malo.

— Fui yo, me metí en su mente-

— ¿Solo en su mente?

— Le decía que me metí en su mente y alteré memorias para que no se sintiera mal por cosas del pasado, los recuerdos pesan más de lo que cree señor.

— Así que fuiste tu. Bien, al menos por lo que parece solo fueron cosas que era preferible que nunca hubieran pasado.

— Si, una pena.

— No pareces malo, ¿qué eres?

— Mi padre es... ¿El diablo? ¿Así le llaman aquí?

— ¿En serio tengo que emparentar contigo? — el pelinegro le miró vacilante y luego asintió — ¿por qué te lo quieres llevar exactamente?

— Al parecer la reproducción funciona diferente en el infierno... Como por ejemplo el embarazo entre especies.

— Hijo de puta — pronunció serio después de pensar detenidamente en esas palabras. Ryuki solo desvío la mirada a otra parte de la habitación y volvió a asentir vacilante — fuiste tan osado para meterte en su mente y borrar cosas como si fuera cualquier archivo de computadora, cambiaste cosas en él al punto que pensé que estaba tan drogado que no podía dejar de sonreír y ahora ¿regresas por un hijo?

El sátiro hizo una mueca de descontento, no por los reclamos de Jōji, sino por si mismo y por ese gusanito de culpa que no sabía que tenía.

— Eres un cabrón, pero eres el cabrón que con solo una orden prácticamente le arreglaste la vida, eres el cabrón que me dio la oportunidad de ver la jodida y bonita sonrisa que tiene mi Koga, eres el maldito, puto, perro bastardo de mierda que no lo abandonó y encima le dará vida eterna y una corona en tu reino...

— ¿Yo le agrado o le desagrado?

— ¿Qué estoy haciendo? — murmuró, mirando hacia arriba — Más te vale que lo cuides.

— ¿E-en serio? Usted me dejará...

— Claro, si me niego la trama se alarga.

— Se lo agradezco señor...

— Jōji, solo... No olviden venir de vez en cuando.

— Por supuesto, solo no borre el pentagrama en el cuarto de Koga.

— Bien, no tenía idea de que eso estaba allí, creo que no viviré tranquilo de ahora en más.

Jōji rió ante su propio comentario y Ryuki le secundó, ambos salieron del cuarto para dirigirse con Koga que intentaba despertar al moreno en el suelo; el peliblanco al verlos se puso de pie y al instante Jōji se acercó hasta él envolviéndolo en un abrazo, el menor miraba por encima del hombro al sátiro quien parecía sonreír para él.

— Muchacho — el hombre mayor se separó ligeramente para mirar al menor en sus brazos — ¿te gustaría irte con Ryuki a su hogar? — el peliblanco miró al nombrado y regresó la vista con Jōji.

— ¿Ir... Con Ryuki? Pero si prácticamente no nos conocemos — soltó con naturalidad, el hombre sonrió alzando una ceja ante ello.

— Como si le hubieras dicho eso a Kanzaki — bromeó y Koga le miró avergonzado, pero eso no impidió que ambos rieran — a veces suceden cosas fuera de nuestras manos, como ahora — ambos quedaron mirándose en silencio, Jōji le revolvió el cabello y de nueva cuenta le abrazó con ternura juntando sus frentes — cosas grandes vienen para ti y creo que este chico podría ser una mejor compañía que este viejo.

— Entiendo.

— No te resientas.

— No lo hago.

Jōji le sonrió de soslayo antes de soltarle y dejarle ir al lado del pelinegro que ya le esperaba a un paso de entrar en el pentagrama del piso, Koga tomó la mano que le extendía Ryuki y antes de seguirlo le dirigió una última mirada a su tío que, para evitar que el sentimiento le ganara, hacía una seña vulgar insitándole al sexo con sus manos dándole ánimos; el menor puso los ojos en blanco y entró en el pentagrama sin más.

.

.

.

— ¿Ya llegamos?

— Aún no.

— Bien — ambos continuaban su camino en el oscuro valle, entonces la suave voz del menor se escuchó de nueva cuenta — Koga Narushima.

Aquello llamó la atención de su compañero.

— ¿Naru...shima?

— Koga Narushima es mi nombre completo — su mirada de claro tono recayó en las enigmáticas orbes color cobre del otro — nunca creí en espíritus hasta que uno apareció en mi habitación.

El mayor sonrió imperceptible y le siguió el juego a su compañero.

— Mi único nombre es Ryuki, mi capricho radicaba en tener una corona hasta que un día por culpa de cierto mortal — dijo dando un leve empujón al menor que solo rió — descubrí algo más divertido que dar órdenes.

— Descubrí la dopamina a los 16 años con un maestro de apoyo.

El sátiro frunció el ceño y ladeó la cabeza, aquel gesto inocente hizo al de cabellos blancos reírse generando un eco en todo ese valle eternamente nocturno. Se puso frente al mayor y poniendo sus brazos sobre sus hombros acercó su rostro al contrario para susurrar con picardía.

— Con él tuve mi primera vez. Su lema era "todo mío", nadie creyó que fuera tan literal hasta que media escuela fue desvirgada.

— Sin comentarios.

La risa de Koga volvió a llenar ese lugar y el sátiro lo cargó en sus brazos de manera sorpresiva a la vez que plantaba un corto beso en sus labios.

— Bien, hemos llegado — dijo a la vez que bajaba a su acompañante al piso, Ryuki dio un paso pero Koga no se movió — ¿qué ocurre?

— Del otro lado es tu mundo.

— Si, lo es y ahora también es el tuyo. No temas, yo no permitiré que te hagan daño y cuando mi familia sepa de ti tampoco te lo harán. Vamos.

Con inseguridad el menor le siguió y ambos ingresaron a una habitación cálida, elegante con un estilo rústico, una cama muy grande y muebles suntuosos. El de cabellos blancos miraba todo con curiosidad y el sátiro parecía confortado por la imagen.

— Koga, ven. — Llamó y el nombrado obedeció, no se sentía cómodo estando en un lugar tan grande.

El sátiro los condujo por un pasillo largo hasta llegar a una enorme puerta a la que el mayor dio un par de golpes antes de pedirle que se quedara allí y le esperara para después introducirse en esa habitación, el de mirada clara parecía nervioso por los acontecimientos tan nuevos y extraños que ha vivido en los últimos días.

Miró las paredes encontrándose ocasionalmente con alguna pintura, a su criterio, de los hermanos del príncipe; una era de una niña de belleza sin igual con la coquetería plasmada en sus ojos y sus labios, en otro lienzo se mostraba a un niño similar a la jovencita del primer cuadro, este tenía el duro semblante de un líder con una sonrisa que emanaba seguridad.

Ambos poseían una cornamenta impecable, las de ella eran hermosas como las astas de un ciervo mientras las de él eran un par de cuernos gruesos y rollizos a los lados de su cabeza; en una pintura diferente se apreciaba a un demonio cargando un bebé en brazos al que difícilmente se le ha hecho una coleta y en otro cuadro estaban los mellizos con una edad más adulta, la joven sonreía al igual que el mayor mientras en los brazos de este se acuna un bebé con una mirada increíblemente frívola.

— ¿Ryuki? — su mano se aproximó por instinto hasta el lienzo, entonces miró detenidamente los trazos — él... Parece haber perdido la punta de su cuerno...

— No lo parece — una mano abarcó sin problemas su antebrazo impidiéndole tocar aquella pintura — no tengo la punta de mi cuerno.

Los ojos del menor se abrieron con una enorme sorpresa plasmada en ellos al ver un sátiro aún más grande e imponente que Ryuki.

— No toques las pinturas, son muy viejas. ¿Cómo llegaste hasta aquí? Aún no estás muerto, mi nombre es Ohma por si lo preguntas... ¿No vas a hablar? Oye, no te vas a desmayar ¿o si?

Dentro de la habitación se encontraba Niko, en su boca descansaba un puro de fuerte olor y de entre sus dientes escapaba una gran cantidad de humo, parecía tranquilo mirando a la ventana los soles trillizos ocultarse dando paso a las lunas gemelas, creaciones de sus presiados hijos.

— ¿Pasa algo? — soltó tranquilo y el menor dio un brinco en su lugar pero no se retractó de sus intensiones.

— Padre debo hablarte de algo, hace un mes fui a la Tierra.

— Ya me dijiste eso y te dije que estaba bien.

— No, no te conté todo. Subí y... Subí... — el viejo demonio ahora posó sus orbes curiosas en él haciéndole sentir más nervioso — yo...

— Sal un momento y piensa lo que me dirás.

— ¡No! — Niko se quitó el puro de la boca y alzó ambas cejas ante la rotunda negativa, Ryuki prosiguió — fui al mundo humano por un portal que yo creé. Quería ser rey al igual que Ohma entonces me robé un alma y sin querer la fusioné conmigo, creo que eso me ayudó a tener una conexión con el plano terrenal.

El castaño se enderezó en su silla, atento a lo que decía el menor.

— Creí que si lograba usar mi don en un humano podría crear mi propio reino en un plano entre el sueño eterno y un simple sueño; sería el rey de las pesadillas pero...

— ¿Pero?

— Pero cuando subí encontré a la persona dueña de esa alma, el alma que me robé y estaba mal, estaba tan triste que también yo sentí algo... Entonces usé mi don e hice lo que me pidió, todo fue extraño. Le di un obsequio y él también hizo que me crecieran mis cuernos, cumplí mi parte y algo más.

— ¿Ryuki...? — por inercia se puso de pie apoyando sus brazos en su escritorio y el sátiro menor retrocedió, más no dejó de hablar.

— Yo sentí que... Que... Yo quería...

— ¿Qué hiciste?

— Me gustó, nunca me había interesado ningún demonio ni otro ente del infierno ¡nadie! Pero cuando vi a Koga fue diferente, me sentí diferente y quería... Yo quise... Yo le hice... Estaba allí en la cama y yo... — por primera vez conectó su mirada con la de Niko que se mantenía expectante a lo que le fuera a decir — se quitó la ropa y yo también.

Finalizó. Ambos se quedaron en silencio, Ryuki más alterado de lo que parecía mientras el mayor solo analizaba con detenimiento las palabras dichas, el rey fruncía el entrecejo murmurando algo entre dientes discutiendo consigo mismo para, luego de unos segundos, alzar la vista

— ¿Entonces? — preguntó suavemente.

— Está aquí, lo traje porque quiero que esté conmigo y sea mi esposo, que se convierta en la reina de este lugar y de mi propio inframundo de pesadillas... Que sea madre de mis sátiros.

Otro silencio más, Ryuki tenía una firmeza indescriptible en su voz aunque por dentro solo quería que todo acabara y pudiera volver a su habitación con Koga, ignorar a Ohma el resto de la eternidad y vivir tranquilo.

— Me parece... — Ryuki alzó la mirada con esperanza — que estás alucinando — y su esperanza fue pateada por su propio padre a alguna parte del infierno — aún faltan millones de años para que puedas ser rey, ni siquiera es seguro si Mao podrá tocar la corona; pero hay algo que si es seguro, tú ahora tienes tú propio reino que tú creaste.

Decía con calma y comprensividad mientras se acercaba hasta él, abrazándole con un brazo.

— Allí podrás gobernar junto a Noah.

— Koga — corrigió al instante.

— Si, Koga... Además ¿hijos? Aún no eres un adulto fértil, así que no te apures por eso, no podrás dejar encinta a Koga al menos en unos 3000 años.

Todo el remolino de emociones que experimentaba el menor se fue al drenaje al escuchar eso.

— ¿Qué dijiste?

— Que no te apures, no se puede embarazar, todavía eres un niño y tu poder no se ha desarrollado al 100%, solo los adultos pueden reproducirse. Por lo que me has dicho su alma fusionada a tu espíritu fue lo que le dio el suficiente poder para darte ese par — dijo más que tranquilo, apuntando la cornamenta del menor — verás, cualquier sátiro puede hacer aparecer sus cuernos con su nivel base pero es mejor dejarlos salir a su ritmo, es así como puedes saber el ritmo al que aumenta tu poder.

Niko hablaba totalmente ajeno a los pensamientos que surcaban la mente de Ryuki, quien prefirió guardarse la verdadera razón por la que decidió llevarse al peliblanco con él al inframundo.

— Te explico — continuaba el mayor — te otorgó tus cuernos cuando estaban ambos en tú reino, es como si le hubieras prestado tú poder sin darte cuenta para hacer lo que quiera. Es una suerte que no decidiera hacer otra cosa.

— Ya papá, ya. Gracias por entender — hablaba en tono neutro dirigiéndose a la puerta.

— De nada Ryu- ¡¿mi hijo dijo gracias?! — cuando se giró el menor ya se había ido.

Al salir de la habitación de su padre se encontró con la preocupante sorpresa de que Koga no estaba por ningún lado, el sátiro decidió ir con dirección al patio fuera del castillo en busca de centinelas para que le ayudaran en su búsqueda, una vez allí se encontró el peliblanco que parecía tener una entretenida plática con su hermano.

Se acercó a ambos en silencio y justo cuando estuvo a escasos pasos se detuvo, escuchando su charla.

— ¿De verdad hizo eso? — preguntaba entre risas el menor.

— Cuando conozcas a Mao me creerás,es la única capaz de enamorar entes que se supone no se pueden enamorar.

— Ella suena como muy coqueta.

— Lo es.

— Dígame señor Ohma-

— Oh no — interrumpió entre risas — solo tengo 3528 años,soy joven todavía. Llámame Ohma.

— Está bien, Ohma, ¿qué le pasó a tu cuerno? — indagó mirando lo nombrado.

— ¿Esto? Pues... Fue hace 217 años, cuando Ryuki era prácticamente un recién nacido, para nosotros lo era. Él solía ser muy inquieto, era una pesadilla tanto despierto como dormido; nadie sabe como se metió a la jaula de Cerverus pero ¡estaba allí! Él iba a comérselo, no existiría.

Habló en un tono más serio y preocupado, Koga le miraba atento y el sátiro a espaldas de ambos también parecía curioso, él no sabía de esa historia que el mayor narraba.

— Logré meterme en la jaula y tomé a Ryuki pero antes de poder salir Cerverus me tumbó en el piso y pensé " que al menos sea mi hermano quien cuide este lugar ", lo empujé como pude y me quedé en la jaula con ese perro — finalizó más tranquilo para después apuntar su cuerno izquierdo — me lo rompió, pero Ryuki está bien.

Koga parecía impactado por lo que escuchó, si su memoria no le traicionaba en clase le hablaron de Cerverus como un perro gigante y monstruoso de tres cabezas que devora ciertas almas del infierno.

— Eso suena increíble, pero estoy aquí así que solo me queda aceptarlo — concluyó el de blancos cabellos dándole la razón al mayor.

Luego de unos segundos se escucharon unos pasos acercarse y ambos voltearon encontrándose con la hermosa Mao.

— Hola hermanito mayor, hola novio de mi hermanito menor~ — canturreó juguetona mientras paseaba su mano por la espalda de Narushima — Ohma, debemos ponerle la marca — soltó frescamente a la vez que tomaba los bordes de la camisa de Koga y la alzaba frente al castaño.

— Es verdad pero no aquí, boba  — regañó a la chica quien hizo un puchero, tomó la camisa y volvió a acomodarla como en un inicio — nadie debe ver al consorte de uno de los príncipes, es una falta de respeto.

— No hay nadie además, como si alguien fuera ta estúpido como para siquiera intentar tocar a uno de los amantes de la realeza, codiciar su piel es de por si imperdonable — insistió volviendo a alzarle la camisa.

— Este es el amante de Ryuki no tuyo — volvió a bajar la camisa.

— ¿Y qué dije? No lo reclamé, además, seguro también quieres ver.

— ¡Ya!

La joven dejó de insistir al escuchar ese llamado de atención del mayor, Ohma pidió disculpas por ambos y Koga solo aceptó avergonzado por haber sido exhibido así, aunque no podía enojarse con ellos, eran un caso realmente especial. El castaño le explicó brevemente acerca de lo que significaba la marca de la que hablaba Mao y para que servía, Narushima solo aceptó sin más y fue Ohma quien, con solo poner una mano en su abdomen, le dejó en la piel ese tatuaje de tonalidades rosadas y violáceas.

— Listo, con esto estás protegido — comentó el castaño alzándose — es poco probable que pase algo siendo Ryuki tan joven pero no está de más.

Mao asintió a cada palabra del mayor con una sonrisa cuando a espaldas de estos se escuchó los cascos de cierto sátiro aproximarse, era el menor de los hermanos quien se acercaba cabizbajo. La princesa con astas de ciervo se lanzó sobre él dándole un abrazo que para su sorpresa fue correspondido; la chica le miró insegura por ello pero prefirió por primera vez ahorrarse el comentario.

— Koga, vamos, te mostraré el resto del lugar. Hasta luego Mao — el nombrado asintió y se despidió de los otros sátiros, una vez al lado del príncipe de las pesadillas este le tomó la mano pero antes de irse volteó a ver a ambos — Gracias... Ohma.

Tanto el próximo a ser rey como la fémina a su lado quedaron anonadados por lo último, por primera vez en más 200 años el pelinegro le dirigía la palabra a su hermano mayor.

.

.

.

Ryuki y Koga continuaron su recorrido por el jardín de Mao, que ahora se encontraba sanando sus yagas luego de aquel incendio, el mayor le explicaba la función de algunas frutas y flores que allí crecían, la joven princesa no perdió la oportunidad de obsequiarle al peliblanco un fruto de tonalidades rojas y de llamativo aroma, todo a hurtadillas de Ryuki quien luego le llevó de paseo por el río en el que flotaban las almas en pena, para el sátiro aquello era un acto romántico, uno que Ohma usó con Setsuna y este último no paraba de sonreír por tan hermoso detalle, ojalá Koga pensara lo mismo.

Aquel pintoresco recorrido tuvo que llegar a su fin cuando se vieron en la necesidad de regresar a aquel castillo que ahora era hogar de ambos, y es que los soles se ocultaban en el llano horizonte dando paso a las lunas gemelas que ahora reinaban en el cielo, todo aquello le parecía tan fantástico al menor casi como un cuento de hadas. No podía evitar divagar en sus pensamientos y rememorar todo lo que había visto y lo que aún le faltaba ver.

— ¿Te gustó? — Koga volteó a mirar al sátiro desde su posición relajado en la cama — Aquí ¿te gusta aquí?

— Creo que si, aún no me acostumbro a ver tantos soles — comentó con gracia para después agregar entre risa y confusión — tampoco me acostumbro a navegar entre cadáveres.

— No son cadáveres, solo son almas — corrigió tranquilo sentándose a su lado — sabes, hay algo de lo que he querido hablarte desde hace días pero no lo había hecho porque no me invocaste en todo este tiempo y no iba a aparecer de buenas a primeras en tu habitación... Bueno hoy fue un caso especial que en realidad solo resultó ser una falsa alarma, en lo personal estoy feliz de que solo fuera eso — dijo lo último en voz baja más para si mismo que para su acompañante — quizás te comente eso dentro de unos 200 años pero no ahora, me da vergüenza si te soy sincero.

Ryuki seguía hablando mientras Koga solo escuchaba cada palabra mientras miraba el techo decorado con pinturas que parecían haber sido hechas por algún genio renacentista, quería hacer una pregunta ocasional pero decidió reservarse su curiosidad, no quería poner trabas al mayor; metió sus manos en las bolsas de su chaqueta encontrándose con la fruta que la princesa Mao le había regalado, era de un brillo tan impecable y apetecible a la vista que no dudo en darle un mordisco impregnando todo su paladar con el dulce sabor.

— ... Pero esa es otra historia como dije, esto es algo muy diferente que no me deja tranquilo y odio eso, verás, hay un sentimiento que nunca había tenido pero justo se ha manifestado desde hace unos días y me siento incómodo con ello porque no es por echarte la culpa pero creo que es tu culpa, bueno no tu culpa en si pero es que estoy muy seguro que el día que tu alma se funcionó con mi espíritu... Creo que me diste parte de tu humanidad, yo me siento culpable por algo que hice, algo que te hice.

El sátiro, absorto en su monólogo, no se daba cuenta que a sus espaldas Koga le dirigía una mirada felina y en su cuerpo no había más su camiseta negra cubriendo su torso, el resto de su ropa estaba desperdigada en la enorme cama, a gatas se acercó hasta el mayor y sin previo aviso se le tiró encima, si Ryuki no fuera tan fuerte seguramente habrían caído al suelo.

— Koga ¿qué haces? Te estoy hablando de algo serio, escucha-

Un sofocado beso por parte de Narushima le tomó por sorpresa, este le abrazaba con desespero en busca de calor y tacto, la respiración del menor era entrecortada, sus manos temblaban ligeramente intentando abrazarse al mayor con brazos y piernas.

— ¿Koga? — volvió a hablar el sátiro luego de tomarle de los hombros y alejarlo, el menor solo evitaba el contacto visual e intentaba acercarse a Ryuki — supongo que podemos hablar luego.

De nueva cuenta el peliblanco volvió a abalanzarse sobre él besando sus labios con furor mientras con sus manos le despojaba de su elegante túnica, ahora se disponía a morder con una lujuria inconcebible cuello y hombros del mayor, sus pequeños colmillos eran lo primero en marcarse en la piel del demonio de las pesadillas. Ryuki le miraba absorto en esa nueva actitud en su joven amante, por su anterior encuentro podía decir que era lanzado pero no a tal extremo; intentaba pensar en la razón de su comportamiento, acción que fue rápidamente opacada al sentir la mano de Koga sobre su miembro.

— ¿Podrías por favor...? — Ryuki solo le miró con una sonrisa esperando a que completara la pregunta.

El gesto avergonzado en el rostro de Koga y la manera en como desviaba la mirada a su parte baja le sacó una suave risa, en cuestión de segundos el sátiro ya tenía la apariencia completa de un humano exceptuando sus cuernos.

— ¿Por qué no te gusta cuando soy mitad cabra?

— Porque eres mitad cabra — respondió dudoso de si Ryuki entendiera su situación.

— ¿Qué hay de extraño en ello?

— En la Tierra no hacemos eso... Bueno algunas personas lo hacen pero no está bien.

— Pero esas son cabras completas, yo no.

— Oh cállate.

Ryuki volvió a reír antes de sentir los suaves labios del menor sobre los suyos y una de sus manos masajeando su pene de arriba a abajo, el pelinegro le sujetó de la cintura cuando Narushima se sentó entre sus piernas en posición de loto, juntó ambos miembros y comenzó a masturbarlos al mismo tiempo; el roce de su mano era suave, rápido y ajustado aprisionando a ambos en ese cálido agarre que tanto estaba enloqueciendo al mayor.

Para no dejar a Narushima hacer todo el trabajo, el sátiro también tomó parte en esa íntima actividad. Las respiraciones de ambos eran pausadas, sus jadeos resonaban al unísono y sus miradas estaban fijas en la expresión complacida del otro; pronto Ryuki alcanzó su clímax salpicando con su esperma a ambos, Koga solo le miró burlesco ganándose una mirada seria por parte del mayor.

— No dije nada — se apresuró a explicar mientras alzaba ambas manos.

— No hace falta, se te nota en los ojos — respondió tranquilo mientras seguía masturbando a su contrario a la vez que dejaba un rastro de besos desde su mejilla hasta su cuello.

— ¿Qué se nota según tú?

— "Un demonio dura menos que un mortal".

— Te falta experiencia ¡ah~! Solo eso... ¡Ah!

Ryuki no pudo responder a lo que su contrario decía puesto que este le abrazó al momento que también liberó su esencia.

— ¿Te corriste solo con eso? Que raro, recuerdo que tu resistencia es más que la mía — comentó genuinamente confundido, eso hasta que notó una fruta a medio comer en la cama — Koga...

— ¿Si?

— ¿Quién te dio esa fruta?

— Mao.

— Claro... Por supuesto que fue ella — pronunció con un deje de molestia en la voz que pronto pasó a segundo plano cuando sintió como el menor se acomodaba sobre él — Koga espera, la fruta que comiste no es cualquier cosa.

Llamó un tanto alarmado intentando detener las acciones del peliblanco.

— ¿Qué ocurre? ¿Ya no quieres?

— No, bueno sí, si quiero pero-

— Entonces no hay problema — se apresuró a hablar interrumpiendo las palabras del mayor.

— No, creo que no, pero- ¡ah! ¡Mierda!

Aquella exclamación fue lo único que pudo decir al sentirse aprisionado en aquella caliente y apretada cavidad que hizo a su miembro endurecer nuevamente, por instinto abrazó al menor quien también respondió de la misma manera pasando sus brazos sobre los hombros del mayor a la vez que subía y bajaba sus caderas, aquel pene abriéndose paso en su interior por cada embestida golpeando su punto sensible le estaba haciendo perder la compostura, le hacía querer más y por alguna razón no era capaz de parar, ni siquiera se sentía cansado.

Por otro lado Ryuki se deleitaba por la estimulación constante que recibía al estar dentro de Narushima, sus jadeos, su aroma, su calor, todo de él le daba ánimos para poseerlo como si no hubiera un mañana, pero aún con ese deseo había algo que no le dejaba tranquilo, algo que no le permitía disfrutar plenamente el momento con su ahora pareja.

— Tenemos que parar.

— ¿Q-qué? ¿De qué ¡ah! Hablas? ¡Ah~!

— Hay algo que no sabes — habló lo más cuerdo que pudo mientras le sujetaba las caderas, intentando que se detuviera.

— No importa, luego ah~... Hablar luego.

— Pe-pero Koga — a duras penas logró pronunciar con ese molesto sentimiento de culpa — lo siento, yo l-lo siento de verdad — sus orbes castañas conectaron con inseguridad la mirada del más joven mientras sus embestidas se volvían lentas — no puedo seguir sin decírtelo.

— Ryuki~

Koga estaba absorto, perdido en el éxtasis por cada embestida pausada y certera torturando el punto dulce en su interior; con una fuerza de voluntad sobrehumana logró poner atención a lo que decía su compañero.

— Escucha Koga — su voz sonó especialmente severa a la vez que dejaba de moverse — yo cambié tus recuerdos, los alteré para que no recordaras cosas... Lo hice porque pensé que así dejarías de sufrir.

— ¿Q-qué?

— Yo hice que comenzaras a olvidar cosas porque pensé que si no recordabas la mala vida que tuviste en el pasado, comenzarías a vivir el presente y tener nuevos recuerdos. Solo quería que dejaras de llorar...

— Ryuki, yo dejé de sufrir gracias a ti — su voz era suave y apacible acompañada de una sonrisa, en sus cálidas manos acunó el rostro del sátiro haciendo el contacto visual aún más íntimo — yo ya sabía eso, dejaste unos recuerdos sin modificar. No me molesta lo que hiciste, yo hice una petición y tu cumpliste tu palabra.

— ¿No estás enfadado?

— No... Ryuki, he estado con muchas personas por capricho, por deseo, por egoísmo... Porque... Porque me sentía solo... — nuevamente retomó el movimiento con sus caderas aprisionando el pene del mayor dentro de si — pero no sé porque contigo es diferente, no sé si me siento tan agradecido que creo que e-estoy obligado a recompensarte o mi cuerpo necesita sentirte cerca... — un espasmo hizo pausar sus palabras, haciendo que todo su cuerpo se erizara ante el tacto de Ryuki — pero si le pregunto a mi corazón que quiere puedo decir que quiere estar contigo porque solo así se siente a salvo... Acompañado.

— ¿Y tú Koga, qué quieres?

— Quiero tenerte dentro de mi — pronunció con dificultad a cada que el miembro del mayor se abría paso en su interior. Tomó las manos del pelinegro, con una entrelazó sus dedos y la otra la puso sobre su abdomen — Bórrame esta marca hasta que un día simplemente... Huelas un aroma diferente en mí.

Soltó lo último en el oído del pelinegro quien no pudo ni quiso negarse a tal petición; levantó los bordes de la camiseta, pasó sus dedos sobre la marca interrumpiendo el trazo como si un felino hubiera arañado el dibujo en su piel.

— ¿Qué deseas ahora?

— Estoy cansado de hablar de lo que quiero, ¿qué es lo que tú quieres?

— Poseerte como la primera vez... Quiero que lleves a mi hijo — dice el joven príncipe de las pesadillas con voz aterciopelada y cargada de cariño, repartiendo caricias llenas de dulzura en la zona baja de su estómago, repartiendo múltiples besos en su cuello, ocultando su rostro en el pecho del menor.

— Entonces fóllame, fóllame de día y de noche, cógeme hasta que me preñes y aún luego de eso sígueme follando para asegurar tu linaje mi señor de las pesadillas — en sus manos acunó el rostro del antiguo y entonces con voz queda pidió — lléname con tu esencia maldita aunque mi vientre esté lleno.

Ryuki estaba boquiabierto.

— A-ah~ está duro, más duro que antes y también grande, Ryuki es grande.

Ryuki estaba excitado.

— No sé si eres así de cínico todo el tiempo o es la fruta pero — el sátiro interrumpió sus palabras y en un rápido movimiento ahora era él quien estaba sobre el peliblanco, sujetando sus muñecas contra la cama — creo que me gustan las obscenidades que dices. Quiero conocerte a fondo Koga~

— Ya lo estás haciendo, Ryuki~ — canturreó burlón a la vez que con sus piernas rodeaba la cintura del pelinegro atrayéndolo dentro suyo.

Una sonrisa inquietante se dibujó por primera vez en los labios de aquel sátiro, aquella mueca se grabó en la memoria de Narushima quien era consciente que quizás despertó algo que debía permanecer dormido, aunque al final decidió que no era tan malo cuando un Ryuki totalmente fuera de si clavó sus dedos en el colchón y con rapidez comenzó a embestirlo sacándole sonoros gemidos difíciles de ocultar.

La cama golpeando con rudeza la pared, las súplicas descaradas de Koga clamando por más, la pelvis el mayor impactando sus glúteos y los gruñidos de Ryuki eran todo lo que inundaba aquella habitación. Ambos continuaron en aquella labor hasta que el efecto de esa lujurioso fruto desapareció por completo del sistema de Narushima, solo hasta entonces pudieron parar a descansar.

Sudorosos, despeinados, agotados pero complacidos, de esa manera habían acabado sobre la cama; el sátiro solo se limitaba a mirar a su compañero a su lado, su pecho subía y bajaba, su respiración era lenta, sus ojos cerrados y esa sonrisa tranquila en su rostro eran otra faceta que acababa de conocer y podría admirar por los siglos de los siglos. De la nada Ryuki se encontraba besando la mejilla de Koga, no supo en que momento se acercó pero ya estaba en ello.

— ¿Otra ronda? — preguntó el menor mientras le dirigía la mirada.

— No, solo... Quería saber que tan suave es tu piel.

— ¿Lo es?

— Creo que si, no quiero dejar de tocarla.

Ambos se sumieron en un cálido silencio en el que no dejaban de mirarse.

— ¿Qué va a pasar cuando te aburras de mi?

— Los demonios no nos aburrimos de hacer lo que nos gusta.

— ¿Tener sexo?

— Oye, soy un demonio pero tengo sentimientos — decía con el ceño fruncido, picando con su dedo la mejilla de Koga — es más que solo eso, quiero saber todo de ti, así que me tomaré mi tiempo... Tenemos toda la eternidad.

— ¿Suena cruel si te pido que no me dejes por nada ni nadie?

Ryuki era consciente del peso en las palabras del menor, alguien que buscaba migajas de cariño en las caricias temporales de cualquier persona, ahora por primera vez recibiría un amor completo solo para él, ¿Era malo ser inseguro? ¿De verdad alguien le entregaría todo su tiempo? ¿Su atención?

— Cruel el destino que tuviste, pero eso se acabó, estás conmigo y todo cambiará.

— ¿Viviremos aquí?

— Por el momento si, hasta que perfeccione nuestro reino en la tierra de los sueños.

— Gracia-

Sus palabras fueron interrumpidas por un beso, uno calmo, apasionado, cálido y sincero que tranquilizó todas las inseguridades que le carcomían la mente. Se separaron al poco rato más no dijeron palabra alguna y solo se quedaron mirando mutuamente.

Ryuki perdido en el sereno verde de los ojos de Narushima y este último indagando los secretos que guardaba el cobre en las orbes de ese sátiro, a veces sueño, a veces pesadilla.

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