〰️CAP. 23 "Somos uno"〰️

—¡Diablos! Tan caliente y tan sumiso —confiero sobre sus voluptuosos labios mientras muerdo con fuerza su ribete inferior y arremeto bien profundo en su interior.

—C-omo te g-gusta tener el control m-morocho... —emite mi rubia perdición entre profundos jadeos cada que me hundo sobre su próstata sin compasión.

Doblegado a mi merced y sin dejarlo ni respirar más que el caldo de nuestros ardorosos cuerpos. Disfruto de su entrega a piernas abiertas aunque diga que no quiera entregarse a mi clamor.

—Y a ti, te gusta que lo tenga... —le susurro bajo y ronco luego de jalonear su pelo arrastrando su cabeza hacia atrás, mientras ataco con vehemencia la nívea dermis de su cuello pintando de colores con cada roce de mi lengua.

Él, solo se queja de placer, cada vez más fuerte, cada vez más intenso, que percibo variadas miradas sobre el acceso al reservado que de discreto -en este momento- no tiene nada.

—¿Te gusta exhibirte entre gritos? —le consulto sobre su oído —. Por qué a mi me fascina que te escuchen entre llorosos sonidos mientras te follo a pelo como un loco y sin parar...

—¡Maldición angelado! —jadea entrecortado y elevando su espalda por los aires —¿Me voy a venir encima tuyo o me la vas a chupar? —finaliza entre gemidos observándome con su mirada recubierta en morbo y tentación.

Y les juro por mi vida terrenal que éste bendito momento de poseerlo y disfrutar de nuestros menesteres, arrebata cada neurona funcional de mi cerebro. Y entre cortocircuitos le digo: —De pie ¡Ahora! Y no te atrevas a venirte hasta que te lo ordene...

Se incorpora de inmediato sobre que saco mi caliente y menesterosa dureza desde los profundos pliegues de su piel. Y sin soltar el movimiento de mí mano casi experta, me agacho para comerlo entero y saborearlo sin piedad.

Las piernas le tiemblan con cada movimiento de mi cavidad y empujo con mis rodillas para que mantenga abierta las mismas mientras degusto acalorado los almizcles del dulce néctar de su venosa piel.

Cada movimiento es aseverado con sus manos sobre mi cabeza que se encarga, aunque no quiera, de marcar el ritmo que le gusta aún en la inconsciencia de su ofrenda a mi merced.

Mi lengua danza golosa por cada parte de su dureza, recogiendo sensaciones y sabores que vuelan la poca cordura que me queda. Y cuando observo que aprieta su abdomen arremolinándose su inminente final, alejo mi boca y aprieto mi dedo sobre su conducto, evitando su final mientras me dedico a saborear cada uno de sus testículos.

—Ni se te ocurra venirte todavía... —dictamino a medida que me trago por completo aquel par y él, apoya su cadera llevando su cabeza hacia atrás, completamente desesperado.

—N-no... doy... m-más... —jadea sufrido y tembloroso mientras me recibe gustoso aunque le impida acabar.

Arremeto sin piedad sobre su falo apretando con mis dientes cada tanto y haciendo que se retuerza de placer, llorando de gozo mientras suplica por venirse entre duros jalones a mis cabellos.

—Dame todo bonito —le susurro entre fuertes respiraciones sobre su pelvis sin perder el detalle de sus orbes que me observan dilatadas ante tamaño placer.

Dos, tres, arremetidas y se desprende hasta de su vida en el inminente final, que de asidua manera trato de recoger entre mis labios, sin desperdiciar bocado y limpiando a los costados si osa desparramar.

Sus gritos o aullidos entre estallidos de placer se acompañan de sus manos -que con firmeza- empujan mi cabeza para que finalice con mi labor.

Esa posición y sentimiento de pertenencia de que lo que es mío es regalado para mí, me calienta a sobremanera. Y elevando mi cuerpo, entre ardores, lo tomo de su cabeza ejerciendo fuerza para que se arrodille y me tome con esa boquita que podría derribar los muros de cualquiera.

—Abre la boquita y traga para mí, cariño —ordeno al demonio frente mío, dueño de mi ardoroso cuerpo y de mi cálido corazón.

—Será todo un placer, mi redentor —objeta en el suelo mientras enfoca su visión hacia mis ojos sin desperdiciar nada en su misión.

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Si creía que esta vida era aburrida, retiro lo dicho a sobremanera, porque morar entre las piernas de mi angelado indecoroso; no se compara con ninguna maldita sensación de gozar con el dolor ajeno o la necesidad de provocación.

Su cuerpo unido al mío es como una llave y su ojo, la definición de calza justo, o el maldito equilibrio entre lo que debería ser y lo que soy.

Él, completa cada parte rota de mi ser y revive sangre helada de mis venas convirtiéndola en un cálido mar que recorre cada parte de mi piel.

Luego de su caliente petición de profanar mi cuerpo a su merced y mi aguerrida necesidad de frenar que cometa tal adulterio (sin pelear en demasía, por no decir que no puse resistencia alguna a que me someta), me encuentro en las afueras del bar, mientras me fumo un cigarro.

Armando en mi cabeza la manera de que mi Ángel salga lo más ileso de toda ésta mierda.

"Mi Señor, el Ángel Rojo no sigue las ordenes de su Alteza" dijo un súbdito luego de esperar que dejara de gritar en mi reservado como si me estuvieran matando... "Matando de gozo maldito angelado" rememoro en mi cabeza.

Y no puedo dejar de reír ante las ocurrencias del desgraciado poseedor de mi fogosidad. Dijo "Sacude el culo y sal con la frente en alto, mi señor del todo lo puede" porque malditamente bien sabe que yo sometía hasta que me lo tope a él.

—Ya vas a caer de espaldas, y ni tiempo de pestañear con tus invisibles alas te daré —susurro cabizbajo y entre risas esperando por aquel que mandé a escondidas de él, para la treta.

Pito un par de veces más mientras me aferro a mi campera, la gélida noche dispone a las tinieblas pero para mi sorpresa, me importa una mierda provocar caos o tenebrosidad. Prefiero el calor de su abrazo para pasar el frío corporal de este bendito cuerpo que me trajo hasta tus brazos.

—¿Mi Señor? —cuestionan a un costado. Y sin dejar de fumar ni observarlo, le indico que desembuche de una buena vez.

—Su recado fue entregado, se sorprendieron de que sea usted en persona que lo pida, me refiero a lo de la junta, pero creo que será en vano el intento, mi Señor...

Reteniendo el humo que intenta -entre luchas- desprenderse de mis labios le pregunto: —¿Y por qué mierda dices eso? 

El súbdito, entre temblores y esperando lo que sea por estar acostumbrado a mis maneras, responde cabizbajo: —Porque escuché entre murmullos que ni muerto entrega un soldado...






















































DIOS MEA CON ESTE PAR DE ENAMORADOS DEL INSTINTO MÁS BAJO😏

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LOS AMITO MUCHO❤


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