Capítulo XIV

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo XIV. La Ciudad Nocturna

Habían puesto distancia del ardiente socavón y las galerías de goblins que se desplomaban en mitad del bosque. La zona más segura, hasta donde lograron llegar y sentarse, era un claro en mitad de los árboles, donde la luz del sol incidía directamente; y no había nada que los goblins odiasen más que el sol.

Darien se quitó las botas y se echó una cantimplora de agua por encima, Namjoon se arremangaba la camisa y doblaba su capa en silencio, Ronan estaba masticando unas hojas de menta, y Taehyung mientras tanto contaba las flechas que le quedaban. Tres.

La camisa de Jungkook se encontraba desabotonada hacia la mitad del torso, el sudor había dejado de brillar en su piel y el cabello desatado reposaba ahora sobre sus hombros.

—No debimos haber bajado la guardia —decía Jungkook frente al grupo.

—Casi no lo contamos —dijo Darien.

—Mi regla número uno es: espera lo mejor y prevé lo peor —declaró Ronan.

—¡Teníamos que haber tomado el camino principal, más directo, más rápido, con caballos! ¡Y sin goblins! —les echó en cara Darien.

Jungkook puso los ojos en blanco.

—¿Es que no has oído lo que acabo de decir? Si no hubiéramos bajado la guardia, hubiéramos pasado de largo sin mayores acontecimientos —repitió Jungkook.

—Claro, pero no somos profesionales, ¿recuerdas? —su amigo se cruzó de brazos—. Ahora estamos sin provisiones, y casi sin armas. Estáis heridos, no nos queda agua, y tenemos un día entero de caminata por delante. ¿Qué pretendes que hagamos?

—Empezar a caminar. Ya, el sol se pondrá en cinco horas —resumió Jungkook, dando media vuelta, agarró el cinturón del suelo y se lo recolocó en la cadera, luego volvió a envainar la espada manchada de sangre seca en la funda—. Cuanto menos tiempo nos detengamos, antes llegaremos a Lúa. No estamos tan lejos.

—Sería el doble de rápido si fuéramos a caballo —le reprochó Darien.

—Y el doble de pacífico si cerrarais la boca una semana —discrepó Ronan.

Taehyung se guardó las flechas y se levantó, mientras Darien volvía a calzarse. El Elfo se había atado la blusa rota (gracias a Jungkook) con un cinturón alrededor de la cintura, y se puso la capa mientras iniciaban el camino entre murmullos, maldiciones, y pasos cansados. Taehyung miró a Namjoon varias veces, de soslayo, el viaje entre ellos se hizo distante y silencioso. Tan solo les separaban unos pasos, pero había un montón de palabras no pronunciadas entre los dos. Taehyung sabía que tenían una conversación pendiente; lo que más miedo le daba era escuchar lo que sabía que iba a decir. Porque lo sabía. Y ahora se sentía como un adolescente impulsivo y gruñón. Sólo quería escuchar a su corazón; su corazón y el de Jungkook batiéndose en una carrera de caballos, su boca sobre la suya, y nada más. Incluso deseaba olvidar Elemmirë, para así evitar el dolor que la causaba la pérdida de su gente.

Sin perder el rumbo, siguieron la estela del camino durante horas, hasta que el sol se puso con una rica variación de tonos rosados y naranjas. Las sombras de los árboles se estiraban y a unos metros, comenzaron a ver que la espesura de los arces y robles por fin se disipaban. Cansados, sedientos, magullados y hastiados, se alegraron de vislumbrar el final de la vegetación del Bosque Ondulado.

—Salimos del bosque, por fin —jadeó Ronan.

—¿Eso que se ve allí es...? —formulaba Jungkook.

Taehyung aceleró las zancadas y velozmente dejó atrás a Namjoon, adelantó a Ronan y Ventisca, a Darien, y finalmente a Jungkook. En la linde del Bosque Ondulado, apoyó una mano en el recio tronco de un árbol y llevó la vista al horizonte, a lo más lejos, por encima de unas colinas, allá donde la dispersión de la luz dorada mostraba una increíble fortaleza de murallas tan negras y brillantes como el ónice. La Ciudad Nocturna se encontraba en un valle poco profundo, dividido en dos por un río plateado que penetraba por un extremo de la ciudad, parecía desvanecerse, y volvía a salir por el otro. Una confusión de edificios de tonos oscuros, con tejados de pizarra roja, y marañas de calles zigzagueantes que vertiginosamente se extendían por la ladera de la colina empinada. En la cima se alzaba un enorme edificio de piedra oscura, sostenido por pilares, que se alzaba imponente hacia el cielo.

Nadie más lo hubiera percibido, pero Taehyung creyó ver una cúpula. Era invisible, como la sutil y frágil pared de una burbuja de jabón, que reflejaba los colores del arcoíris, y a la vez, permanecía invisible a los comunes ojos de todos.

Dejaba de verlo al mismo tiempo que lo descubría, y aquello se le hizo todavía más curioso.

Mucho más cerca, pasaba el enorme y caudaloso río plateado, cuyas aguas murmullaban suavemente en sus oídos.

—El río Xenia —musitó Taehyung, mientras sus compañeros llegaban hasta él.

—Y allí está Lúa. Nuestro destino final —insinuó el Enano—. Qué fortaleza tan impresionante; la capital del Reino de Nibel, hogar de los Elfos de la Noche, y todos los forasteros pacíficos que deambulan por Gaia.

Namjoon posó los iris grisáceos en la distante ciudad de los Elfos de la Noche, el ocaso vencía en la periferia.

—Por todos los Valar, es preciosa.

—Qué lejos quedan los campos de trigo de Epiro —suspiró Darien ante su belleza.

—Y sólo está a unos kilómetros —dijo Jungkook, arrastrando los iris hacia el horizonte del ocaso.

—¿Quién diría que llegaríamos tan lejos? —formuló Ronan, con cierto orgullo.

—El sol se pone... Pero no deberíamos detenernos ahora —prosiguió Jungkook, armándose de fuerzas—. Refresquémonos y continuemos.

En esa ocasión, todos parecieron estar de acuerdo, incluso Darien. Ver la ciudad de los Elfos de la Noche a lo lejos les insuflaba energía donde no la había para continuar caminando.

Acercándose al río, aprovecharon para lavarse los rostros, humedecerse las muñecas y llenar las cantimploras vacías. No llevarse nada a la boca desde hacía más de diez horas, les estaba haciendo mella. Jungkook se mojó el cabello para refrescarse y trató de limpiarse los restos de tierra y hollín del rostro, de soslayo encontró los iris verdes de Taehyung avistándole con el cabello húmedo, el cuello y las clavículas brillantes.

Estaba a unos metros, sentado en una roca, con el arco en la espalda y un carcaj con sólo tres fechas. Contemplando las comisuras curvadas de sus labios, a Jungkook le apetecía extinguir la distancia entre los dos y volver a probar su boca. Era inexplicable la pasión que le provocaba pensar en cómo algo tan suave y mullido podía volverse descarado y sensual, al igual que los besos desordenados que compartieron en los túneles goblins.

Taehyung le tenía loco; le había robado algo que había estado escondiéndose en su interior durante demasiado tiempo.

Todos estaban preparándose para continuar, cuando un suave sonido, como el batir de unas alas enormes hizo que Namjoon girara la cabeza. Su piel se puso de gallina al reconocerlo, al mismo tiempo que Taehyung perdía el aliento creyendo que tan sólo era una alucinación, una pesadilla. Ya habían escuchado el batir de las mismas alas antes, como el de una tela sacudiéndose sobre una superficie hueca. Como cuando aquel ser oscuro descendió sobre el Valle de la Estrella y ensartó al rey de los Altos Elfos.

Las espesas ramas de los árboles se sacudieron ante la aparición de un inesperado adversario. De capucha negra y cuernos, sin cara, montado en la misma criatura alada, fugazmente escupió un chorro de fuego. Todo sucedió tan rápido, que Jungkook se lanzó al agua para evitar la calcinación de la llamarada y el resto se desperdigaron.

—¡Espectros! —gritó Namjoon, se apresuró hacia Taehyung y le agarró del brazo—. ¡Alteza, nos han seguido!

Taehyung ni siquiera le miraba, el pánico bombeaba en sus venas mientras la escena se repetía; pero esta vez el Jinete Negro no iba hacia ellos, ni siquiera mostró un inicial interés en hacerlo. Tiró de las riendas del draco alado, y chirrió viendo como Jungkook se le escapaba por los pelos.

¿Jungkook? ¿Querían a Jungkook?

Una flecha rapaz viajó por el aire e impactó en el hombro de Darien.

—¡Ah! —su grito se amortiguó por la caída, sus dedos se clavaron en la tierra y al alzar la cabeza, vislumbró a Ronan defendiéndose de unas criaturas tan escurridizas como las sombras de la noche.

Sus ojos eran rojos, llevaban armaduras extrañas, que olían a picón y a azufre.

—¡Espantos! ¡Espantos de Tenebrae!

—¡¿Espantos en Nibel?!

Taehyung tiró de la espada del cinturón de Namjoon y corrió hasta Darien. De un movimiento le cortó la cabeza a un Espanto, pero lo siguiente que escuchó le puso aún más alerta. A lo lejos, cerca del Bosque Ondulado, decenas de Orcos aparecían armados hasta los dientes. No tenían fuerzas. Apenas les quedaban armas y eran demasiados. ¿De dónde habían salido?

En ese momento, Namjoon llegó hasta ellos y ayudó a subir al herido Darien sobre Ventisca. Taehyung giró la cabeza y vio a Jungkook salir del río torpemente, a unos metros de ellos. Unos Orcos se abalanzaban sobre él, por lo que Taehyung apartó la espada, y, en lo que el otro desenfundaba la suya para defenderse, apuntó con el arco a uno, ensartándole el pecho, y al segundo en la carótida. El siguiente fue ensartado con la espada de adamantina de Jungkook, quien de una brusca embestida le clavó la rodilla en el estómago y luego dejó caer el cadáver al suelo, sacando la hoja en el mismo movimiento.

—Ventisca, ¡corred! ¡Corred! —le dijo Taehyung a la criatura—. Agárrate a sus crines, Darien. Con todas tus fuerzas.

—Taehyung, Taehyung —Namjoon le agarró de una muñeca—. ¿Qué hacemos? ¡Vienen a por usted!

—No, no vienen a por mí —aseguró con una repentina reminiscencia.

—¿Qué decís?

—No vienen a por mí...

En sus ojos encontró una increíble certeza, Namjoon desvió la mirada hacia Jungkook por arte de magia, como si él también pudiera presentirlo. Y así era. Jungkook había llegado hasta Ronan, con quien luchaba con capa y espada, y con todas sus fuerzas.

Sólo entonces, un corcel negro y enorme apareció tras los árboles. Los cascos de la criatura acallaron los chirridos de los orcos, y mientras otro Jinete Negro alzaba una enorme y afilada hoja cuyas runas resplandecían de color escarlata, Taehyung sintió lo mismo que si una guillotina le rozase los huesos. La hoja atravesó el hombro izquierdo de Jungkook, y vio cómo la punta llameante asomaba ensangrentada desde el otro lado. Sus pulmones se volvieron pesados, como si el oxígeno le faltara a cada una de sus células.

Jungkook no lo vio venir, pero el impacto y la embestida de la pesada hoja introduciéndose en su carne, llenó de un frío glaciar que hacía helar sus venas. Como si la luz del sol se apagara con un par de dedos para siempre. La hoja abandonó su cuerpo instantes después, y sus rodillas, sus músculos, sus huesos, cedieron y se desplomó sobre el suelo probando el sabor de la tierra negra y el polvo.

De repente, todo cuanto le rodeaba eran sombras, levantó la cabeza escuchando los gritos perforándole los oídos, chillidos de criaturas desdeñosas clavándose en sus tímpanos y voces que creía que eran familiares, mucho más lejos. El Jinete Volador alzaba el vuelo hacia el horizonte, pero el que montaba en el corcel oscuro le contemplaba desde arriba, y a unos pasos. Su capucha ya no era oscura, y su armadura no le ocultaba el rostro. Era nívea. Podía verle la cara. Brillaba con una luz blanca y mortecina, que hacía doler sus pupilas y susurraba una voz sin abrir la boca, pues la piel de su rostro era como los viejos rollos de pergaminos replegados y consumidos; como el yeso duro, con ojos enormes y sin emoción.

Su voz sonó grave y deformada en su cabeza, hablaba la vieja y prohibida lengua negra de Tenebrae, y pese a que Jungkook no la entendiera, comprendió perfectamente lo que decía:

Hijo de Cyrion, el último descendiente del linaje de Tyrion perecerá para siempre contigo. Porque polvo de reyes eres, y en polvo olvidado te convertirás. Cenizas sobre las cenizas, así sea... te extinguirás.

El terreno se movía, y Jungkook vio como sus dedos eran tragados por la tierra negra, así también sus rodillas, sus piernas, la sangre corriente deslizándose por su espalda y el aliento volviéndose pesado, como si inspirara aquel humo y tinieblas negras.

En cada bocanada de aire, los pulmones se le llenaban de ascuas que ardían en su garganta y cenizas que le privaban del oxígeno. El frío era tan grande, que sentía cómo los huesos se le helaban, su corazón se enfriaba como una roca helada, y el alma temblaba.

Mientras tanto escuchó más de aquella voz, entre los gritos, la angustia y la terrible alucinación que le mataba:

Un final sin fin, ya eterno, agotado, hambriento y hasta ansiado; sientes agujas en el corazón, y hasta en el estómago hundido, que más te hunden en lo profundo. Ahí van, ahí vienen, volverán, fríos, con la piel empapada, la sangre helada y las mariposas negras que nunca se acaban. El pasto al fuego, y las cenizas al agua. La sangre va y viene, la sombra siempre vuelve, bajo la tierra hambrienta y seca. Los Reinos sagrados de Elfos y Humanos se marchitan, se deshacen como el castillo de arena soplado por el pulmón más grande Gaia. Un final sin fin; agujas en el corazón... hundiéndote hacia la oscuridad... la oscuridad...


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.


Tirando de las riendas de su majestuoso caballo, el General de los Elfos de la Noche detuvo el trote de la criatura y apretó la mandíbula mientras el draco alado se perdía en el horizonte. Todos los caballeros Elfos lo habían visto; el Jinete Negro, el líder de los Jinetes, de astas enormes y armadura pesada, de capa larga y draco volador, con terrible fuego valyrio.

Una pesadilla nuevamente encarnada.

—Fultheguh —pronunció Seokjin en un susurro, sintiendo hasta su lengua maldita—. ¿Qué habéis perdido aquí?

—¡General! —un segundo Elfo trotó junto a él, y rodeó la montura del Elfo de la Noche con pertinencia—. ¡Los Elfos ven a más Orcos al otro lado del río! ¿Doy la orden de aniquilar o los dejamos pasar?

—Conocen que de nada sirve andar por estos lares. Siguen a alguien. Y ese ser no hubiera aparecido de no ser por algo —aclamó Seokjin astutamente.

—¡Allí! —gritó un caballero Elfo—. ¡Junto al Puente de la Luna! ¡Hacia acá viene!

—¡¿Qué es eso?!

—¡Un león! ¡Un león blanco!

—¡Apunten con sus arcos! ¡Ahora! —dio la orden otro.

Seokjin alzó una mano en el aire, y todos bajaron los arcos, algunos ni siquiera llegaron a tensarlos. El león corrió hacia ellos y los corceles se desbocaron, pero el General tiró de las riendas del suyo, y controló su estrés, volviendo a reconducirlo.

Entonces pudo ver de más de cerca a la criatura; el impresionante y magnífico león de melenas blancas cargaba con un cuerpo, un muchacho joven y fornido, cuya flecha le atravesaba un hombro. Cuando alzó la cabeza, sujetándose a las crines con tanto ahínco, jadeó con fuerza y pidió auxilio.

—M-más... hay más... e-están en peligro...

—¡Un hombre! ¡Un hombre humano! —vociferó otro Elfo, aproximándose con el caballo—. ¡Está herido!

—¿Dónde están tus compañeros? —formuló Seokjin con una voz tan clara como la primera nota de un pentagrama.

Sin apenas fuerzas, Darien señaló hacia un lugar poco concreto. Seokjin tiró de las riendas del caballo y desenfundó la espada.

—¡Llevad a este hombre a Lúa! ¡Que el resto vengan conmigo! ¡Ahora!

Partieron en un cabalgue veloz, tan rápido como el viento, con capas púrpuras bordadas con dibujos de plata en las espaldas, cueros y terciopelos verdes y morados, y piezas de armaduras ligeras en sus piernas y sobre el pecho. Las hojas plateadas de mithril centelleaban bajo la luz de las estrellas, mientras se dirigían al puente que cruzaba el río Xenia; y allí, donde el festival de Orcos se arremolinaba alrededor de unos cuantos humanos, encontró una figura surrealista, que jamás creyó que llegaría a observar.

La danza de un Elfo con la espada, un elfo con una tiara plateada, y un broche de diamantes con la forma de la flor de esmeraldo.

Taehyung vio llegar a la tropa de caballeros con los ojos llenos de lágrimas, jadeante y herido. Sus corceles se aproximaron al grupo y ahuyentaron a los Orcos; todos parecían débiles y asustados, pero las capas y los dibujos de la luna creciente, las relucientes espadas de mithril y las orejas picudas, más las marcas de nacimiento sobre sus pieles, que adornaban los exóticos rostros y comenzaban a resplandecer bajo la luz nocturna, les permitieron reconocerles como Elfos de la Noche. Caballeros de Lúa.

El Alto Elfo bajó la espada y se fijó en uno que clavaba los ojos sobre él: el General Seokjin, de cabello negro, largo y lacio, hasta la mitad de la cintura. Su rostro de piel cremosa y pulcra, con varias marcas típicas de los Elfos de la Noche. Las del hombre trazaban sus ojos con dos líneas finas bajo los párpados inferiores. Otras tres se encontraban en su frente, como diamantes pintados por maquillaje resplandeciente. Le ofrecían un toque cautivador, que se iluminaba con tonos plateados y centelleantes bajo la luz añil.

—Calmad, no os haremos daño.

La espada de Taehyung, y las armas del resto cayeron y tintinearon sobre el suelo.

—Dos Elfos, un Enano y...

—El león ha seguido a uno de los nuestros, vuestro compañero herido está llegando a Lúa en este momento.

Taehyung giró la cabeza, buscando a Jungkook. En mitad de todo eso, echó a correr hacia el borde del río, allí donde el cuerpo tendido del muchacho se encontraba. Saltó por encima de una roca, pisó varios cuerpos de Orcos tendidos, y entonces se arrodilló con el corazón tratando de escapar de su garganta. Le tomó entre los brazos, encontró un rostro pálido, los iris dilatados, y el cuerpo sin fuerzas. Pero todavía respiraba.

—J-Jungkook —su respiración era entrecortada, en lo más profundo de su ser esperaba que aún pudiera escucharle—. Jungkook, estoy aquí. Aguanta, ¿me oyes? Aguanta.

Seokjin bajó del corcel y siguió los pasos del Elfo, más joven y nervioso, de aura crispada y angustiada. Vio una espada incandescente en el suelo, cuya hoja se volvía cenizas. Al acuclillarse, extendió un par de dedos y frotó las cenizas entre las yemas.

El soplido del viento la hizo desvanecerse para siempre. Sin un rastro. Ni siquiera una molécula de cenizas entre sus dedos.

—Una Hoja Negra. Morirá —sentenció—. Nada supera el veneno de la herida.

Taehyung apretó los párpados y las lágrimas se derramaron por sus mejillas, hundió la cabeza en el brazo de Jungkook, sosteniéndole con fuerza.

—N-no, ¡no! Por favor, no. Por favor —gimió—. Nanyan, Eru no silva fulgöra. ¡haruvalëa!

«No puede ser, Eru no te lo lleves, ¡no es justo!», entendió de sus labios.

Los ojos de Seokjin se abrieron de par en par. Reconocía la lengua élfica, pese a que los Elfos de la Noche no la hablaran. Era una lengua olvidada, un idioma que dejaron en el pasado, siglos atrás, y que sólo los Elfos del Bosque, con quienes no amistaban, aún mantenían.

Seokjin se incorporó entonces, le silbó a su caballo y volvió a hablarle a aquel Elfo:

—Cargadle a lomos de mi caballo. Es el más veloz de todos los que hay aquí. Os llevará hasta Lúa con él. Sólo la medicina élfica ralentizará el proceso.

Taehyung volvió a mirarle con las pestañas húmedas. El caballo se aproximó a ellos, y Seokjin agarró las riendas que le ofreció.

—Cada minuto jugará en vuestra contra, Elfo —insistió.


**Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y el libro completo en Patreon.com/chispasrojas.


Tinieblas. Eso era todo cuanto podía ver Jungkook bajo los párpados cerrados. Mientras Taehyung cabalgaba a lomos del corcel del General de los Elfos de la Noche, cada segundo se hundía más en aquella droga helada, en aquel precipicio de olvido, donde las mariposas negras prendían zonas ocultas de su alma dormida, deseos, susurros y secretos ocultos que nunca antes había enfrentado. Sentía que tenía los ojos abiertos ante una intensa e impresionante oscuridad que le miraba con hambre.

Jungkook gimió en sus brazos; terror, dolor, pánico. Mientras tanto, Taehyung portaba las riendas de un corcel veloz con resistencia, inclinándose mientras el viento le cortaba los labios y las mejillas, bajo la luz tenue de las brillantes estrellas plateadas.

—¡Ssshh! —siseó el Elfo—. No te vayas. Quédate conmigo, Jungkook. Debes quedarte conmigo.

Y mientras el viento le golpeaba la cara, la fiebre se volvía un infierno, y el fuego le abrasaba las venas. Hubo un momento en el Jungkook que perdió del todo la conciencia. Aquel trote se convirtió en un paso sereno, descalzo, sobre la hierba verde y el susurro del viento.

De repente, estaba en un lugar muy distinto, oía los serenos chorros de una fuente de agua, y se sentía abrazado por un ser de pura luz y calidez dorada. Como Taehyung.

No cierres los ojos.

Mírame, cielo,

Estoy aquí, a tu lado.

Eru protegerá tu camino,

Y yo siempre, siempre, estaré contigo.

Las manos de Taehyung temblaban y se encontraban manchadas de sangre humana. Su sangre. La entrada a la fortaleza era enorme, de portones altos, puente levadizo de piedra negra y ladrillos como el ónix más brillante y pulido. Había decenas de Elfos por todos lados, caballeros de capas y armaduras, Elfos médicos que le arrancaron a Jungkook de las manos. La respiración de Taehyung era rápida y entrecortada, sus ojos casi escapaban de sus órbitas y los dedos persistían agarrotados, por la fuerza con la que había sostenido aquellas riendas.

—¡Ese Elfo vino en el caballo del General!

—¡Salvadle la vida a este hombre!

—¡Todos vieron al Jinete en el cielo! ¡Montado en una montura alada!

Entre un evento y otro, Taehyung perdió de vista a Jungkook. Todo el mundo le preguntaba quién era: de dónde venía. Su falta de marcas de nacimiento en la piel, le identificaban como un Elfo del Bosque. Y esos nunca iban por allí, siempre eran hostiles, y sus orgullos les habían impedido relacionarse con los habitantes de la Ciudad Nocturna.

—V-vienen más... vienen más, están afuera, con los demás —alcanzó a decir Taehyung jadeando—. T-todos los demás están afuera...

Una mujer le agarró de las manos, era una mujer Elfo, de cabello largo y verde oscuro, con unas trenzas que lo recogían tras la nuca.

—No os preocupéis, esta ciudad es segura. Los Orcos no intentarán atravesar las murallas.

Taehyung bajó la cabeza, temblaba, y las comisuras de sus ojos no dejaban de liberar fugaces lágrimas que trazaban su rostro sin control. Le dijo innumerables cosas; que la herida del joven no era normal, y que la hoja de un Jinete Negro se la había provocado. Eso cambió la expresión del rostro de la mujer. Y después, le pidió que esperara. Desapareció de su vista y no volvió. En un rato, Taehyung estaba perdiendo la noción del tiempo y el pavor le invadía.

A la fortaleza regresó el General Seokjin y sus caballeros, acompañados de Ronan y Namjoon, quienes le buscaban por todos lados. Namjoon corrió hacia él y le abrazó, el Elfo se quedó muy quieto, sintiendo la tibieza de su abrazo.

—¡Taehyung! ¿¡Jungkook está...!?

—¿Dónde están los dos mocosos? —formuló el Enano.

Taehyung negó lentamente con la cabeza. No había vuelto a verlos. No creía que pudiera reproducir palabra. Inmediatamente, los pasos del General Seokjin resonaron con contundencia, dirigiéndose hacia ellos.

Namjoon le liberó de sus brazos, pero sujetándole por los hombros le dijo a Taehyung:

—Oídme, le he explicado quiénes sois. Quiénes somos. Ahora desea comprobar si lo vuestro es cierto.

El ojiverde plantó los iris sobre el General. Podía ver el escepticismo, la barrera de la incredulidad en su mirada.

—Un feérico en el Reino de Nibel —Seokjin mantenía las manos enlazadas tras su propia espalda—. Creíamos que habían dejado de existir, pero, un Alto Elfo... eso son palabras mayores...

—¿Qué queréis? ¿Ver mi cuerpo desnudo, para así cercioraros de que no encontráis marcas que reluzcan bajo la luz de la luna? —formuló Taehyung con un timbre grave.

—No somos tan bárbaros, Elfo. Pero sí que ansío algo. Una respuesta.

El silencio corrió entre ellos, mientras las pisadas de otros caballeros pasaban de largo. El chirrido del cierre de las enormes compuertas que protegían la ciudad sonaron toscamente, con un eco pesado y metálico.

—¿Y cuál es vuestra pregunta, pues? —preguntó el Alto Elfo.

—El Ginso —dijo—. La flor de vuestro broche, ¿qué tanto se parece a esas flores de las leyendas?

Los ojos de Taehyung se afinaron:

—Nada, pues las flores del Árbol Ginso son pequeñas y delicadas, jamás tocarían los dedos de alguien a no ser que desearan hacerlo —contestó con hastío—, y siempre flotan sobre las cabezas. Sobre la brisa, y hacia el Mar Celes, mientras el viento sopla y con él barre sus susurros.

Seokjin apretó los labios entonces, y tras unos instantes de misterio, ladeó la cabeza y posó la mirada sobre el segundo al mando.

—Uriel, llevad a estos hombres al Hotel Regencial. Buscadles las habitaciones más reconfortables —se aproximó al Elfo y bajó el tono de voz a uno más discreto—, y preparad otra para el herido por la Hoja Negra.

Taehyung dejó escapar un suspiro débil, cerró los párpados y dio las gracias al cielo, a Eru, a lo que fuera que fuese cuando Uriel se aproximó al grupo, ofreciéndoles que le siguieran.

Lúa era una ciudad preciosa, de ladrillo negro, hermosas construcciones y vistas. Cientos de casas y edificios de todo tipo, hoteles, comercios, caballerías, y un palacio donde se reunía la asamblea de Elfos. Allí había humanos, cazarecompensas, Enanos, chamanes, Elfos de la Noche y otros tantos. El hotel que les ofrecieron como residencia era impresionante, el lugar más lujoso que Ronan había pisado en toda su vida. No había nada como la cortesía de los Elfos, si bien aquellos alojamientos eran caros, pero abrieron las puertas para ellos. Cortinas de terciopelo negro o esmeralda, camas enormes y mullidas, con mantas suaves y almohadones de plumas.

Taehyung, Namjoon y Ronan pudieron tomar un baño y fueron atendidos por un médico Elfo. También les ofrecieron ropas con las que cambiarse, túnicas suaves y largas, de una tela gruesa como el lino, con ropa interior de raso, que a Ronan le picaba una barbaridad.

Darien apareció un poco más tarde, estaba débil, pero le habían sacado la punta de la flecha, y su herida evolucionaba magistralmente.

—Hubiera sido horrible si le hubiera dado un poco más abajo. Por suerte, se pondrá bien en unos días, y en unas semanas estará como un toro —dijo el médico Elfo.

Ronan le miró con cierta morriña, Taehyung le dio un abrazo a Darien, y Namjoon una palmadita en la rodilla.

—Me alegro de que estés de una pieza —reconoció el Enano en voz baja.

—Y yo. Ouch.

Por otro lado, Jungkook durmió profundamente desde que llegaron, y siguió haciéndolo más allá de la media noche y hasta el amanecer. En la enfermería, donde curaron y frenaron el calvario del veneno con medicina élfica, hierbas húmedas, ungüentos y unas vendas empapadas en una sustancia especial que detuvo la intoxicación. Su cuerpo logró retener el proceso que amenazaba con helar desde el tuétano de sus huesos hasta su corazón, pero sólo hubo una canción mental, una voz, capaz de orientarle en la oscuridad. Cuando por fin yacía sobre la almohada de plumas del hotel, Taehyung se deslizó a un lado de su cama y le agarró una mano tibia bajo el edredón.

Le susurró en élfico algo precioso, alentándole a permanecer en el reino de los vivos en lugar de permitir que se dejara vencer por la oscuridad.

Man hlaruva rávëa sure, ve tauri lillassië, ninqui carcar yarra...

«¿Quién escuchará el rugir del viento, como hojas en un bosque, las blancas rocas que gruñen...?».

...isilmë ilcalassë, isilmë pícalassë, isilmë lantalassë, ve loicolícuma; raumo nurrua, undumë rúma.

«¿...Bajo el fulgor de la luna, bajo la luna que mengua, bajo la luz moribunda, de la luna que cae; y la tormenta que murmura?».

Sonaba dorado, como el sol. Dorado, como la misma voz con la que una vez soñó, al despertar en la madrugada de Epiro, como si algo le hubiera sacudido.

Ahora sí que estaba seguro: era Taehyung. Ese ángel de ojos azul-verdes con el que había soñado, voz deleitable como el caramelo derretido, donde el viento murmuraba su nombre y los doseles de seda traslúcida se mecían frente a la vista lejana del Mar Celes. Allí, en un sofá de fibra natural, sobre almohadones mullidos, entrelazando los dedos y siendo abrazado por la otra mitad con gusto. Y qué precioso era descubrir que ya le amaba, incluso antes de haberle conocido. Así funcionaban las mitades que se encontraban en Gaia, en el resto de los mundos.

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